Traducido por Yonile
Editado por YukiroSaori
Una fuerza repentina tiró de su hombro y su cuerpo se dio la vuelta. Leah contuvo el aliento y miró los deslumbrantes ojos dorados. El rostro de Ishakan no se inmutó, pero sus ojos feroces eran penetrantes. El hermoso color que nunca volvería a ver estaba grabado en su memoria.
Cuando tardíamente recuperó el sentido y miró hacia otro lado, su gran mano agarró su barbilla, obligándola a hacer contacto visual. Ishakan abrió la boca para hablar.
—Escúchame con atención, princesa. —Su voz baja e inquietante la hizo sentir un poco nerviosa—. La vida noble que tienes como princesa. Voy a pisotearla y arruinarla.
Sus dedos tocaron suavemente su mejilla mientras susurraba, sus palabras se incrustaban profundamente dentro de ella.
—Haré que dejes de hablar como la princesa de Estia… —Se sintió como si una luz dorada brillara en su corazón—. No hay adónde huir.
Y con eso, Ishakan se fue, en un parpadeo se desvaneció en la oscuridad. Leah, se quedó sola mirando al vacío sonriendo con amargura.
Ella no tenía a donde correr. Si la buscaba, todo lo que encontraría sería su cadáver. Sus ojos se dirigieron a los nardos esparcidos por el suelo ante ella. En medio de la pila había uno intacto, pero ahora no podía verlo. Contemplando la tierra vacía y fértil, Leah regresó lentamente a su dormitorio.
Se sentía completamente sola.
♦ ♦ ♦
La noche antes de partir del palacio, los kurkanos estaban ocupados moviéndose, guardando el equipaje y completando los deberes ordenados por el rey. Frente al palacio de invitados, se alineaba una fila de carruajes y carretas. De repente, todos los Kurkan se detuvieron al mismo tiempo, mirando en una dirección. Un hombre caminaba en silencio hacia ellos.
—¡Ishakán!
Haban, que había estado supervisando la carga, corrió a saludarlo y Genin dejó la pesada caja que llevaba. Todos los Kurkan se reunieron rápidamente con expresiones nerviosas en sus rostros, y Morga intercambió miradas con Genin y Haban.
—La princesa… —comenzó Genin con cautela.
—Ella dijo que no. Ella me rechazó espléndidamente.
Aunque habló con indiferencia, Ishakan no pudo ocultar sus sentimientos. Se tapó los ojos con las manos y se escapó un grito de dolor.
—Ja… —Retiró las manos después de un momento para preguntar—: Parecía muy inestable, ¿estás seguro de que está bien?
El rey parecía inusualmente vulnerable. Morga parpadeó sorprendido por la pregunta, boquiabierto hasta que Genin le dio un leve codazo en el costado.
—No se puede hacer nada por ahora —dijo con retraso—. Sería mejor llevar a la princesa a Kurkan lo antes posible.
Ishakan suspiró, tocándose la barbilla.
—Genín.
Genin se tensó tan pronto como la llamaron y respondió.
—Todos los preparativos están listos. Haban y yo lideraremos las dos alas.
—Morga.
—No podemos eliminar el hechizo de rastreo, pero puede ser obstruido. Puedo encargarme de eso tan pronto como tenga a la princesa.
—Habán.
—Tenemos el equipo listo. En cuanto a la ubicación, será en las llanuras.
Se refería a los llanos de las afueras de la capital, donde crecían las eulalias. Ishakan miró la carga que los Kurkans habían empacado diligentemente hasta el momento. Cuando quitó la tela que cubría el carro, apareció una cuerda con un gancho de hierro. Un gancho resistente, lo suficientemente fuerte para cargas pesadas.
—Pensamos que los usaríamos para volcar el carruaje.
—Nada mal.
Con Haban a su lado, Ishakan levantó el gancho de hierro y tiró de la cuerda para asegurarse de que estaba bien sujeto.
—Ella no tiene que asumir ninguna responsabilidad —murmuró. No precisamente. No le importaba si lo llamaban un hombre malvado. Volvió a colocar el gancho en el carro y se volvió hacia los kurkanos, sonriendo con frialdad—. Entonces… —Sus ojos dorados brillaron—. Vamos a secuestrar a mi novia.