Dama a Reina – Capítulo 73: Esa posición era mía

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Petronilla retrocedió ante las palabras del vendedor ambulante. Miró incrédula a la anciana envuelta en una túnica negra. El cabello plateado de dicha mujer cayó sobre su pecho desde debajo de la capucha, dándole un aura extraña.

—¿Qué, qué…? ¿Qué quieres decir con…? —tartamudeó Petronilla—. ¿No es común que las personas teman un futuro que aún está por llegar? Si ese no es el caso para usted, señora, por favor hable.

—No estas equivocada, señorita. Sin embargo… —respondió la mujer, sonriendo con los pocos dientes que le quedaban—. No todos aprovecharían esta oportunidad como tú, incluso si tuvieran miedo del futuro.

La cara de Petronilla se puso pálida, como si sus pensamientos hubieran sido perforados. Rothesay preguntó si estaba bien, pero Petronilla asintió. La anciana no había terminado de hablar.

—Tienes miedo, ¿verdad, señorita? Tienes miedo de que las cosas se repitan.

—¿Como sabes eso?

—Es solo un truco superficial. —La misteriosa anciana solo agitó aún más a Petronilla con una sonrisa—. Parece que te gusta esa bola de cristal. Tómala.

—¿Cuánto…? —comentó Rothesay.

—Gratis —dijo la anciana en respuesta. Luego, con una sonrisa suelta, agregó: —Tú, querido soltero, eres el precio.

—¿Cómo? —Después de escuchar algo así, incluso Rothesay no pudo evitar sentirse desconcertado. La anciana continuó:

—Ahora, señorita. Carpe Diem [1]. Intenta disfrutar el presente.

—Dijiste que esta situación ya iba en contra del sentido común de todos modos. ¿No es así?

—Cómo demonios… —murmuró Petronilla, como si un demonio hubiera tomado su alma.

Rothesay no estaba contento con esta situación surrealista.

—Mi señora, creo que es mejor que nos vayamos.

—Ah… por favor espera. —Petronilla se volvió hacia la mujer con voz temblorosa—. ¿Quién eres tú? Eres un dios o…

—Un dios, dices… eso es demasiado para un siervo de Dios.

La anciana esbozó una sonrisa críptica mientras le entregaba la bola de cristal de medianoche a Petronilla. Inconscientemente, Petronilla aceptó el objeto, y la anciana dio su último consejo con voz benevolente.

—Ahora, señorita. Cuando sientas que algo que te preocupa, mira esa bola de cristal. ¿Quién sabe? Es posible que reciba una respuesta a esas preocupaciones.

Petronilla continuó parada allí atónita, hasta que Rothesay, sintiendo peligro, la condujo fuera del puesto. La anciana se rió mientras miraba sus figuras que retrocedían, antes de que una expresión de indiferencia adornara su rostro, mientras pulía otra bola de cristal que estaba cubierta de polvo.

♦ ♦ ♦

Mientras tanto, Rosemond miraba incrédula el ramo de cien rosas que la reina le había enviado. Miró inquisitivamente a Mirya, solo para descubrir que la chica parecía bastante disgustada. Eso probablemente significaba que esto era algo que la reina envió por su propia voluntad… pero eso solo confundió más a Rosemond. Parece que finalmente se volvió loca después de darse cuenta de que es infértil.

—¿Esto es de parte de Su Majestad? —preguntó Rosemond.

—Sí, marquesa.

—Huh. —Rosemond sacudió la cabeza antes de responder con una voz falsa—. Dile que estoy agradecida y pregúntale si no se siente bien.

Mirya estaba a punto de decir que ya lo había hecho, pero se mordió la lengua. Salió del Palacio Bain, luciendo infeliz. Glara no se veía mejor. Parecía que tampoco podía entender esta situación.

—¿Qué podría ser esto? ¿Un ataque? —Se preguntó Rosemond—. ¿De alguien tan orgullosa como la reina? Pero ella no tiene otra razón para ser tan exorbitante —murmuró, inclinando la cabeza—. ¿No es así, Glara? La reina es estéril. Ella es incapaz de tener un hijo. A diferencia de la depuesta reina Alisa, ella no tiene mucho respaldo político, por lo que si no pudiera dar a luz al príncipe heredero, entonces sería difícil para ella mantener su posición…

Rosemond continuó atormentando su cerebro para una explicación plausible.

—¿Tal vez realmente es solo para halagarme?

—No se me ocurre ninguna otra razón, mi señora.

—Hah —se burló Rosemond—. Después de que ella presentó ese acto de indiferencia, al parecer se ha dado cuenta de que no hay nada más que pueda hacer.

—Ella es una mujer estéril. ¿Qué más puede hacer ella?

—Aunque eso no significa que debamos bajar la guardia. Sigues vigilando bien el Palacio de la Reina, ¿verdad?

—Sí, marquesa. Por favor no te preocupes.

Con una expresión tranquilizadora, Rosemond sonrió.

—Sí. Así es como se supone que debe ser. Dado que esa posición originalmente debía ser mía.

Rosemond finalmente sintió que todo volvía a estar en orden. La posición de la reina era la de ella, así como la de la reina viuda. Definitivamente se convertiría en la mujer más preciosa y de alto rango de todo este país, sin importar lo que digan.

♦ ♦ ♦

—Esa anciana era bastante extraña. ¿No crees? —dijo Rothesay incómodo.

Petronilla no se molestó por completo.

—Ella… estaba bien.

Hm… pensó Rothesay para sí mismo, luciendo inseguro.

—Como pensaba… —comentó en un tono bajo—. Todavía hay muchas cosas que no sé sobre ti, mi señora.

Con una sonrisa cálida, Rothesay la miró a los ojos. Por primera vez, Petronilla no desvió la mirada.

—Mi señora. ¿Estaría bien si pudiera permanecer a tu lado un poco más para poder conocerte más? —preguntó.

Fue entonces cuando las gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo. Sin esperar a escuchar su respuesta, Rothesay se quitó la chaqueta que llevaba puesta y la usó para proteger a Petronilla de la lluvia.

—Deberíamos tratar de salir de la lluvia —dijo con urgencia—. Por aquí, mi lady.

—Petronilla. —Petronilla dijo en voz baja su propio nombre. Rothesay la miró extrañamente, sin haberse quitado la chaqueta de encima.

—Mi señora, podemos continuar esta conversación en…

—Es Petronilla.

Los dos se miraron, olvidando por completo que estaban bajo la lluvia. Aunque todos a su alrededor estaban en un frenesí tratando de evitar la llovizna repentina, la pareja simplemente se quedó quieta, viéndose completamente fuera de lugar. Por supuesto, esta era una situación grave para las dos personas en cuestión.

—Yo… —comenzó Petronilla—. Tengo muchos miedos.

—¿Qué quieres decir?

—Tengo miedo de enamorarme. —Su voz temblaba mientras continuaba—. No creo en el destino. Hubo un tiempo en que intenté poner mi fe en el destino y sucedió algo horrible. Pensé que era con quien estaba destinada a estar, solo para descubrir que ese no era el caso. Como resultado, prometí no volver a enamorarme nunca más. Pensé que era algo que no encajaba conmigo. Desde el principio, no pude amar, y ese es mi verdadero destino. Debido a ese concepto tonto conocido como destino, lastimé a las personas cercanas a mí. —Rothesay continuó en silencio y Petronilla continuo.

—Por eso decidí que nunca me enamoraría hasta el día de mi muerte y decidí no casarme tampoco.

—Petronilla.

—Puedo ser torpe e inexperta, y no soy cariñosa y puede que no sea divertido estar conmigo. —Con ojos tristes, Petronilla miró a Rothesay, que ya estaba empapado por la lluvia—. Pero… si estás bien con alguien como yo… si quiero seguir viéndote.

Petronilla se estremeció mientras esperaba la respuesta de Rothesay, quien permaneció mudo durante mucho tiempo, antes de hablar con una voz que temblaba aún más que la de ella.

—Petronilla.

—¿Sí?

—Ya lo dije en el Festival Nacional del dia de la Fundación y hoy más temprano.

Luego se acercó a Petronilla y presionó suavemente sus cejas fruncidas que ella ni siquiera sabía que estaban arrugadas.

—Petronilla.

—Sí.

—Te quiero mucho. Eres una mujer maravillosa que es más que capaz de amar a los demás y ser amada. No solo por mí, sino también por muchos otros.

—Pero…

—Por lo tanto, deja de degradarte, Petronilla. Te estás haciendo daño.

—Gracias.

Abrumada por la emoción, Petronilla abrazó a Rothesay. Rothesay inicialmente parecía sorprendido, pero pronto devolvió el abrazo con calma. Las lágrimas cayeron lentamente por las mejillas de Petronilla mientras apretaba las manos con la ropa de Rothesay.

La lluvia seguía cayendo del cielo.

♦ ♦ ♦

—¿Cómo te fue? —preguntó Patrizia.

Mirya parecía exasperada.

¿Cómo fue? ¿Es algo que realmente necesitas saber, Su Majestad? No obstante, ella respondió con voz cortés.

—Ella no parecía muy contenta con eso. Más bien, estaba bastante desconcertada.

—Por supuesto que lo habría estado —respondió Patrizia, asintiendo con la cabeza en comprensión—. Si ella no estuviera desconcertada, definitivamente lo habría estado.

—Su Majestad, me disculpo, pero… —Con una expresión incómoda, Mirya continuó—. Como no soy muy inteligente, parece que no puedo entender las intenciones de Su Majestad.

—En realidad no significa nada. —Patrizia rió por lo bajo antes de hablar enigmáticamente—. Es solo que… es importante darle a esa mujer la impresión de que estoy actuando como ella espera que lo haga.

—¿A qué se refiere Su Majestad?

—El resto es un secreto. Podría convertirse en un secreto que me llevaré a la tumba si no es necesario revelarlo.

—¿Qué hace eso…?

—Estoy diciendo que solo yo lo sé, e incluso si alguien más se entera, hay una ruta de escape para mí.


[1] Carpe diem es una locución latina, cuya traducción literal es «aprovecha el día» o «cosecha el día», en el sentido de aprovechar el tiempo y no malgastarlo.

 

5 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 73: Esa posición era mía”

  1. Tal vez cuando vio a ese par de ratas de Lucio y Rose recordo todo por eso se desmayo por eso ella fue muy activa en ayudar metiendose en casa del duque

  2. Ahhhhhhhhhhh al igual que las demás lo sospechaba pero el capítulo anterior me lo despejó un poco y este ufffff las amo por su trabajo.

  3. Yo sospeché desde un principio que ella recordaba, desde la primera vez que se encontró con el emperador.
    Puede que no recuerde todo o no sé. Espero que sea feliz.

  4. Siempre supuse que Petronilla recordaba algo, esta es una oportunidad para ella, si el que le dice quererla lo hace de verdad esta bien.
    Eso Lizi consigue tu venganza, ella no merece compasión😏.

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