Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 16: Carta para mi prometido

Traducido por Nameless y Nina

Editado por Nemoné


La decimoséptima princesa, Suyeong, tuvo un shock ese día. Apenas se podía mover.

La asquerosa reputación de Hwan-Seok era bien conocida entre las princesas. Si se atrevían a decir cualquier cosa que no fuera el saludo usual, quizás las abofetearía. Había propinado un puñetazo a la primera princesa, Seah Hwang, y pateado a la séptima princesa, Heeyeong Kang, en mi ceremonia de mayoría de edad. Y aun así, aquí estaba él, tratando amablemente a la trigésimo tercera princesa, Sang-Hee.

Suyeong nunca imaginó que el Príncipe Hwan-Seok fuera capaz de hablar a tal extremo con una princesa.

Lo más sorprendente era que la Princesa Sang-Hee fue educada sobre el envenenamiento del tercer príncipe, Clion, por parte del cuarto príncipe, Steven, en el octavo año del Calendario de Aure. Para la Princesa Suyeong, Sang-Hee bien podría haber estado hablando en una lengua extranjera.

Educar chicas era un desperdicio de recursos. Se esperaba de ellas que únicamente mantuvieran sus cuerpos sanos para dar a luz a hijos, pero la Princesa Sang-Hee era diferente.

A pesar de que Sang-Hee solo tenía ocho años y era todavía pequeña físicamente, estudiaba fervientemente cada noche. No tenía otra opción. Si deseaba mantener la compañía de los hombres que tenían la ventaja en las habilidades mágicas, Sang-Hee tenía que trabajar el doble de duro.

Sang-Hee contestó las preguntas lanzadas a ella sin vacilar entonces le preguntó algunas veces a Hwan-Seok por respuestas, alabandolo en el proceso. Observando su interacción, Suyeon pensó que Sang-Hee podría realmente conocer todas las respuestas.

Su suposición era correcta. Sang-Hee cuidadosamente dio el número justo de respuestas erróneas para halagar al Príncipe Hwan-Seok. La Princesa Sang-Hee no podía permitirse ser vista como una amenaza si quería sobrevivir.

Hwan-Seok inició su siguiente pregunta.

—Cuál Príncipe es considerado el mejor-

La Princesa Sang-Hee lo cortó.

— ¡TÚ eres el más grande Príncipe en la historia!

La Princesa Sang-Hee dijo esto con mucho fervor y un rostro adorador. La Princesa Suyeong esperó por el castigo que seguramente seguiría. ¿Cómo se atrevía una humilde fémina a interrumpir a un Príncipe? 

Pero nada ocurrió. La Princesa Suyeong soportó un shock tras otro.

— ¿Qué es esto?

—Es una carta para mi prometido.

Sin esperar el consentimiento de Sang-Hee, Hwan-Seok leyó la carta y la rompió en pedazos.

—No me gusta.

¡He trabajado duro en esa carta! 

Escribir la carta había sido una montaña rusa emocional con mi cabeza llena de pensamientos sobre mi antigua vida con mi Jinsu. Cuando traté de separar a los dos Jinsu, recordé los garabateados pensamientos de amor que el Jinsu de este mundo me envió. Estos pensamientos llenaron mi mente y dañaron mi corazón.

Por loco que sonase, medio deseaba que hubiera algún tipo de conexión entre el Jinsu de mi antigua vida y el Jinsu de esta. Este sentimiento creció más y más fuerte cuando rememoraba su preocupación hacia mí, a quien sólo había conocido una vez con tan solo cuatro años.

El rostro que desesperadamente quise ver mientras moría acechaba mis pensamientos. Las palabras “Abrígate. Hace frío” se repetían en mi cabeza. Incluso las veía en mi imaginación. ¿Así que había tardado seis horas en escribir esa carta? Yo había tardado unas veinte. Tenía que recordarme firmemente que este Jinsu no era el que yo amaba en mi anterior vida, y endurecer mi corazón.

El mocoso primero en nacer la rompió en pedazos.

—Limpia la basura.

Contener mi rabia era difícil. No importaba si era su favorita, arremeter contra un príncipe me costaría la muerte.

Mordiendo mi labio, hablé.

— ¡Sí, Su Majestad, lo limpiaré!

Hice lo que me dijo. Recogí cada pedazo, luchando para mantener mis lágrimas. Por ocho años, he hecho todo en mi poder para anticiparme a los caprichos de aquellos a mi alrededor; no importaba cuán desagradable fuera, todavía hice todo lo que podía para ganarme el favor de aquellos que tenían mi vida en sus manos.

No llores, me sermoneé a mí misma. No puedes darte por vencida todavía. Tienes un gran camino por delante. Me sentía vencida. Había sido humillada frente a la decimoséptima princesa que había venido a mí en busca de consejo.

No soy nada más que una mascota favorecida entre los príncipes; no tengo dignidad. La duda en mí misma se deslizó, y me pregunté si alguna vez sería capaz de dejar un impacto en este mundo.

Me dije a mí misma, Sang-Hee, recupera la compostura.

Entonces, para añadir insulto a la herida, escuché: — ¡Atrapa!

Tan pronto vi la muñeca de trapo venir volando, estallé en lágrimas. Traté de suprimir mis sollozos y ser silenciosa frente a Hwan-Seok, quien estaba leyendo cerca.

Hwan-Seong con su súper oído, notó mis sollozos ahogados y se volvió hacia Suyeong, gruñendo.

— ¿La has hecho llorar?  —Se volvió hacia mí—. ¿Quién te ha hecho llorar?

Hwan-Seok se levantó de su silla y en silencio caminó hacia nosotros.

— ¿Qué estás haciendo aquí, Hwan-Seong? ¿No puedes ver que estoy leyendo?

Hwan-Seong, repentinamente inseguro de sí mismo, respondió.

—No sabía que estabas aquí.

—No hagas excusas.

Hwan-Seok miró a Sang-Hee cuyos ojos brillaban con lágrimas, y se volvió hacia Suyeong.

—Recoge eso.

Hwan-Seok se desvaneció en el aire y apareció frente a Suyeong.

— ¿No tienes oídos? ¿Has olvidado mi advertencia ya?

Temblando, Suyeong empezó a tartamudear.

—S-Su Majestad…

Hwan-Seok agarró la barbilla de Suyeong, levantándola ligeramente.

— ¿Por qué pusiste esa basura en el escritorio de mi perro?

Entonces él dijo, sin siquiera dar la vuelta.

— ¡Hey, perro!

Con los ojos ahora secos, Sang-Hee habló alegre.

—Sí, Su Majestad.

Ordenó: —Cierra tus ojos.

Sang-Hee no entendía por qué, pero cerró sus ojos obedientemente. Hwan-Seok apenas le había dado una orden anteriormente. Sang-Hee usualmente era la primera en acercarse con halagos u ofertas de masaje de hombros.

—Cubre tus oídos.

Ella contestó con un “Sí, Su Majestad”. Y cubrió sus oídos diligentemente.

Un extraño calor espinoso, y después una gélida sensación, la cubrió. Hwan-Seok había lanzado un hechizo para prevenir que viera y oyera, pero las mujeres no siempre lo reconocían cuando se utilizaba.

Unos instantes pasaron, y entonces Sang-Hee oyó a Hwan-Seok decir que ya podía abrir sus ojos.

—Su Majestad, ¡estaba tan asustada!

Y realmente lo había estado. Privada de sus sentidos, era como estar en una completa oscuridad.

—Fuera de mi camino —Hwan-Seok la empujó a un lado.

Ese… imbécil. 

Tragó su furia. Estaba claro que él la había empujado intencionalmente más fuerte de lo usual.

Sang-Hee repentinamente notó la desaparición de Suyeong. Miró alrededor buscándola pero ya no se encontraba en ningún sitio. Volviéndose hacia Hwan-Seok, Sang-Hee canturreó.

—Hermano, quería pasar más tiempo contigo. ¿A dónde vas?

Hwan-Seok se detuvo en seco.

— ¡Silencio!

—Lo siento. Te estaba molestando.

Antes de que Hwan-Seok dejara la habitación, señaló.

—El segundo cajón del escritorio.

Dejándola con sólo esas palabras, se volvió para irse.

Se escuchó en la distancia, — ¡Finalmente!


Pueden encontrar el siguiente capítulo en la edición 20 de Kovel Times~

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