Traducido por Anyi
Editado por Tsunai
Después de cenar, Han Dong se quedó tirado en el suelo del piso de abajo durante un buen rato. Finalmente, se levantó y fue directo al teléfono público. Decidió que, por el bien de Yu Ming, debía obtener una explicación justa.
Pasados unos minutos, Xia Hong Wei contestó.
—¿Sí?
Al oír su voz grave y distante, Han Dong se puso nervioso.
—Soy Han Dong…
—¿Y qué quieres? —respondió Xia Hong Wei con frialdad.
Han Dong se contuvo durante unos segundos antes de hablar:
—Sé que discutisteis, pero… ¿era necesario que animaras a tu gente a ir contra Yu Ming?
—¿Quién te ha dicho que yo haya animado a nadie?
—Entonces, ¿cómo explicas toda la basura que está saliendo de él desde que rompisteis? ¿Por qué tanta información negativa?
—Porque ya existía desde antes. La diferencia es que entonces estaba contenida, no salía a la luz. ¿O es que ahora vas a culpar a alguien porque dejó de mandarte bollitos de sésamo y de pronto, un día dejó de hacerlo?
Con esa respuesta, Han Dong se quedó sin palabras.
—Vale… puede que no sea directamente tu culpa, pero Yu Ming lo está pasando fatal. Y eso también tiene que ver con la actitud que tú muestras. Es por eso que la gente se atreve a pisotearle.
Pero Xia Hong Wei se centró en un solo detalle.
—¿Tan mal está?
Al oír eso, Han Dong sintió que podía haber una esperanza, así que no perdió el tiempo y se apresuró a exagerar un poco la situación:
—Cada noche sale a correr para sobrevivir. Tiene que aguantar las burlas de los demás, apenas duerme… está como perdido en un túnel sin salida.
Sin embargo, la respuesta de Xia Hong Wei fue tan helada como inesperada:
—Se lo tiene bien merecido.
—De todos modos, él…
Antes de que Han Dong pudiera terminar la frase, Xia Hong Wei colgó.
—¡Maldito pedante! —masculló Han Dong entre dientes, apretando la mandíbula con rabia contenida.
Fue entonces cuando, por contraste, se dio cuenta de lo bueno que era Wang Zhong Ding.
A pesar de todas sus tonterías, de ser una molestia constante, Wang Zhong Ding nunca se enfadaba de verdad con él. Siempre estaba ahí. Sólido. Firme.
Con ese pensamiento reconfortante, Han Dong marcó su número. Una llamada improvisada. Una llamada de consuelo, quizás.
—Eres tan bueno… —dijo Han Dong, sin pensarlo demasiado.
Al otro lado de la línea, Wang Zhong Ding seguía revisando unos documentos, pero se detuvo un instante y preguntó:
—¿Y eso? ¿Por qué soy bueno?
—No lo sé. Solo… lo eres —murmuró Han Dong, con voz sincera y algo infantil.
Hubo una pausa.
—¿Necesitas algo? Estoy ocupado —dijo Wang Zhong Ding, en tono seco. —No tengo tiempo ahora para charlas.
Y colgó.
El corte fue brusco. Pero una pequeña sonrisa se había dibujado en la comisura de los labios de Wang Zhong Ding. Una de esas sonrisas que se niegan a desaparecer tan fácilmente, por más que uno lo intente.
Mientras tanto, Han Dong subía de nuevo las escaleras. Sus pasos eran torpes, algo pesados, pero al menos no dolían tanto como antes.
Cuando Yu Ming lo vio entrar, su expresión, tensa desde hacía horas, se relajó por fin, aunque intentó disimularlo.
—Pensé que habías ido a ver a Wang Zhong Ding —dijo.
—No… Solo bajé a digerir la comida —respondió Han Dong con aire despreocupado.
Yu Ming resopló con un sonido entre la risa y la náusea.
—¿Qué pasa? ¿Te da miedo que me vaya? —preguntó Han Dong, con una sonrisilla traviesa.
—Eres tan pesado… ¿Por qué iba a tener miedo de eso? Si por mí fuera, estaría deseando que volvieras todos los días.
—¿Entonces te gusto o no? —preguntó Han Dong, frunciendo el ceño con escepticismo.
—Sí, me gustas. Pero me gusto más a mí mismo —contestó Yu Ming con frialdad elegante. —¿Acaso crees que no puedo vivir sin ti?
Han Dong se quedó sin palabras, con la boca entreabierta, como si no supiera si reírse o lanzarse por la ventana.
Yu Ming empujó a Han Dong suavemente hacia dentro, con una sonrisa en la cara.
Han Dong no había tocado la guitarra en varios días y le picaban los dedos. Moría de ganas, pero temía que Yu Ming se molestara, así que simplemente revisó las cuerdas y volvió a dejarla en su sitio.
Sin embargo, tras escuchar aquel breve sonido, Yu Ming le dijo sin rodeos:
—Quiero que toques.
Han Dong puso su clásica expresión de despecho, como si estuviera imitando a Wang Zhong Ding.
—No me apetece.
—Pero yo quiero escucharte —insistió Yu Ming, con una voz más suave de lo habitual.
Han Dong chasqueó los dedos.
—¡Atento! Hoy, en honor a mi buen amigo, voy a tocar algo especial.
Al principio, Yu Ming escuchó un sonido largo y algo perdido, que le provocó una extraña sensación de intimidad. Pero pronto, la melodía tomó otro rumbo. Era una de esas canciones suyas, caótica, desbocada… con una inocencia que parecía robada. El ruido era aún más estridente que antes. Antes, Han Dong podía cantar un par de baladas en un tono suave, envolvente. Ahora parecía más bien un cantante en plena actuación callejera.
Quizá fue aquella sesión desenfrenada en la isla lo que lo había desatado.
El caso es que no era fácil aguantar tanto ruido… ni tanta melancolía disfrazada de humor.
Han Dong no podía evitar sentirse solo desde que había vuelto al dormitorio. Y aunque intentaba hacer cosas para distraerse, nada le calmaba del todo. Desde que supo que le gustaba a Yu Ming, había cambiado. Ya no lo ocultaba, pero tampoco lo decía. Lo expresaba en gestos, en miradas, en silencios incómodos.
Sus silbidos potentes, esa pereza al moverse, la voz que se le quebraba cuando trataba de sonar tranquilo… todo ello calaba hondo en Yu Ming.
Y por fin lo entendió.
Este tipo de persona solo es apta para memorizar, no para estar sola.
La primera persona que lo acepte debe ser alguien puro y la segunda, su verdadero amor.
Así que, en plena noche, Yu Ming volvió a levantarse de la cama.
Desde que Han Dong regresó, algo en su interior se llenó momentáneamente, pero ahora volvía a estar vacío.
♦ ♦ ♦
Desde su regreso, Wang Zhong Ding había estado hasta arriba de trabajo. Los retrasos acumulados lo obligaban a trabajar hasta pasadas las dos de la madrugada. Pensó en quedarse a dormir en la oficina, pero la frase de Han Dong —“Eres tan bueno”— no dejaba de rondarle la cabeza. Al final, no pudo resistirse y fue al dormitorio de Han Dong.
Han Dong se había quedado dormido tras masturbarse. Su miembro seguía expuesto y en el dorso de su mano había un charco de semen aún fresco.
Si hubiese estado despierto, Wang Zhong Ding sin duda le habría soltado una buena bronca.
—¡Eh, que estoy aquí! —habría dicho Han Dong.
Pero estando dormido, el asunto era distinto. Más aún, después de que Wang Zhong Ding escuchara aquella frase —“Eres tan bueno”— y ahora viera semejante escena, era fácil malinterpretar esa repentina ternura como una señal inequívoca de amor.
¿Quién, en su sano juicio, no sentiría un impulso irrefrenable ante esa combinación de deseo y ternura? Sobre todo el señor Wang, que por fuera parecía tan digno, pero por dentro era más lascivo que nadie.
Al final, Wang Zhong Ding limpió la mano de Han Dong con sumo cuidado y se quedó a su lado durante un rato, velándolo.
Cuando por fin cubrió todo con las colchas, no pudo evitar apartarlas de nuevo, solo para acariciar un poco la piel cálida de Han Dong y sus caderas.
Ni él mismo entendía por qué, después de haberlo hecho tantas veces en la isla, seguía sintiendo esa punzada de deseo en el pecho.
Y así fue como, al final, no consiguió salir de esa habitación.
El jefe de una empresa de entretenimiento respetable tenía que evitar levantar sospechas, así que se limitó a quedarse a dormir en el dormitorio del artista.
A Han Dong no le importaba lo más mínimo. Algunos seguían con la idea de que no basta con el caos del día y que por la noche hacía falta que soñadores y ambiciosos ocuparan ese hueco. Luego empezó a hablar con Wang Zhong Ding.
—Es tan bueno cuando lo hago contigo… —susurró Han Dong, jugueteando en la oreja de Wang Zhong Ding.
—¿Tan bueno cómo? —preguntó Wang Zhong Ding con tono directo.
—Antes pensaba que darle al pájaro era una delicia. Pero después descubrí que eso no era nada comparado con esto…
Wang Zhong Ding le mordió suavemente el lóbulo de la oreja y le preguntó:
—¿Sigues teniendo dudas?
—No por ahora —respondió Han Dong con cara de sorpresa —pero como eres tan celoso… acabarás con una puñalada.
—¿Cómo iba a acabar apuñalado por eso? —se rió Wang Zhong Ding.
—Lo que yo piense por dentro… tú puedes hacerlo realidad.
—¿De verdad lo crees?
—Mmm…
Yu Ming siempre había dicho que Han Dong solo era apto para aquellos que no recordaban cómo convivir con otros. En efecto, podía resultar agobiante en ciertos momentos, lo justo para que nunca te olvidaras de repetir la experiencia. Pero cuando regresaba a la vida real… ¡era insufrible, de verdad!
Por ejemplo: después de que Wang Zhong Ding se diera un pequeño banquete con el cuerpo de Han Dong, lo limpió, lo lavó, y al notar que las sábanas estaban algo sucias, decidió cambiarlas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que toda la habitación estaba hecha un desastre…
Teniendo en cuenta cómo estaba Yu Ming últimamente, era muy probable que Han Dong se quedara con él durante un tiempo. Pero Wang Zhong Ding no podía permitir que viviera por mucho en ese “zulo perruno”, así que decidió ayudarle a limpiar.
El resultado… era de esperar.
¡La porquería era algo que ni siquiera él podía tolerar!
Wang Zhong Ding sacó más basura del dormitorio de Han Dong que de todo el edificio de oficinas entero.
Aquella noche, en lugar de quedarse dormido plácidamente tras una descarga y abrazar a su amado, acabó con la espalda hecha polvo por tener que fregar como un condenado durante horas.
No fue hasta el amanecer que Wang Zhong Ding logró marcharse.
Yu Ming ya estaba despierto y lo vio salir del cuarto de Han Dong. Wang Zhong Ding no se molestó en disimular. Le dijo directamente a Yu Ming:
—La productora Hou Zhi va a comenzar un drama urbano de superación personal. Creo que el papel principal es ideal para ti. Haz la prueba en un par de días.
—¡No voy a ir! —respondió Yu Ming de forma tajante y con un tono seco.
Wang Zhong Ding frunció el ceño, claramente molesto.
—Soy tu representante. Das por sentado que debo buscarte trabajo. No solo tienes la obligación de centrarte en ti mismo, también tienes el deber de hacerme ganar dinero.
—No estoy dispuesto a cumplir con esa obligación. Si no estás conforme, puedes dejar de representarme.
Justo en ese momento, Han Dong llamó a la puerta.
Wang Zhong Ding tenía el rostro sombrío. Si no fuera por la situación actual de Yu Ming, no se lo habría tolerado. Más allá de su tono ofensivo, lo que más le frustraba era no saber de dónde venía tanta hostilidad.
Y sin embargo, con Han Dong no sentía el menor enfado.
De pronto se dio cuenta de que ese hombre, el que ahora vivía en su casa, seguía tan solo como siempre. Así que se giró sin pensarlo, entró de nuevo en el dormitorio y le dio un beso rápido antes de marcharse.
Después de que Han Dong se despertara por completo, soltó un suspiro.
—¿Por qué mi crisantemo aún no se siente descansado? Parece que Dios no permite que sea el pasivo, ¡eh!
Resopló resignado, se puso en pie y salió en busca de Yu Ming.
—Oye, ¿a dónde vas? —le preguntó al verlo.
—A correr hacia un rodaje —respondió Yu Ming sin freno.
—Pero si no he sido yo… ¿por qué estás así conmigo? En serio, tú ahora…
Antes de que Han Dong pudiera terminar la frase, Yu Ming ya se había marchado.
