Bebé tirana – Capítulo 18: ¿Acaba de ignorarme?

Traducido por Den

Editado por Yonile


—¡Afuea! (¡Afuera!)

Para recopilar información de forma eficaz, necesitaba salir y escuchar lo que decía la gente, en lugar de quedarme encerrada en mi habitación todo el día. Lalima era una charlatana, pero como la niñera vigilaba 24/7 los cotilleos, era difícil enterarme de casi nada desde aquí.

Por eso había empezado a exigir activamente los paseos. Al principio la niñera me sacaba gustosa, pero ahora que quería salir varias veces al día, estaba preocupada.

—Pero Su Alteza… ya salió después del almuerzo.

—¡Ota esh! (¡Otra vez!) —exigí agresivamente.

—No.

Entré en pánico ante su rotunda negativa.

Estaba muy segura de que iba a decir que sí.

Este era un obstáculo que no vi venir. Ni siquiera mi mirada suplicante y desesperada sirvió de nada contra ella; parecía que se negaría sí o sí.

¿Qué debo hacer?

Agarré el vestido de la niñera con una mano. La miré con lágrimas en los ojos. Gracias a mi ataque, su expresión se suavizó un poco.

¡Bien…!

Era una táctica cobarde e injusta, pero no me había dejado otra opción. Para asestar el golpe final, concentré todas mis emociones y empecé a gimotear.

—Afuea… (Afuera…)

Esto la dejó desconcertada. Mientras estaba allí de pie, sin saber qué hacer, estiré la otra mano y agarré uno de sus dedos.

—Cielos… —Abrió mucho los ojos y dejó escapar un suspiro profundo. Luego se llevó una mano a la mejilla—. No debemos… Solo un rato, ¿vale?

—¡Ung! (¡Sí!) —grité.

Feliz de que se cumpliera mi deseo, dejé que me cargara y salí de la habitación en sus brazos. Xavier y el siempre presente pero invisible Lissandro nos siguieron.

—¡Ahín! (¡Ahí!)

—¿Por ahí?

—¡Shi!

Tenía que guiarla hacia los lugares donde había gente, ya que ella normalmente los evitaba cuando estaba conmigo. Pronto, estaba sentada en un banco frente a la entrada del jardín y junto a un camino muy concurrido. Entre el camino y el banco había arbustos tupidos, por lo que, a menos que algún transeúnte mirara con detenimiento, no se daría cuenta de que había alguien sentado al otro lado.

—¿No hay demasiado ruido aquí? —preguntó la niñera.

—Nuá (No). —Negué con la cabeza.

—¿Sabe?, no deberíamos salir tan seguido, ya que todavía hace bastante frío…

Ignorando su preocupación, me concentré en los transeúntes o, para ser más precisos, en sus conversaciones. Hoy tampoco había oído nada interesante.

Otra pérdida de tiempo, ¿cierto?

Quería información sobre por qué el emperador estaba tratando de ponerme a mí, un bebé de un año y la segunda en la línea de sucesión, en el trono.

Creo que tiene algo que ver con esa profecía.

Los sacerdotes de Abelardo parecían estar obsesionados conmigo y quizás eso también estaba relacionado con la profecía. Después de todo, no es que hubieran intentado secuestrarme sin motivo.

Supongo que no quieren que me envíen al Sagrado Imperio.

Pero al final eso no eran más que especulaciones. Lo que ahora necesitaba era la pura verdad.

Madame, ya hemos estado fuera demasiado tiempo, deberíamos…

—¡N-Nuá! —Me apresuré a interrumpir a Xavier, quien casi arruina mi misión de espionaje. Si regresaba ahora, quién sabe cuándo volverían a dejarme salir. Además, solo podía utilizar el ataque de los ojos llorosos unas cuantas veces con la niñera antes de que perdiera su eficacia.

A la niñera casi se le salen los ojos de las órbitas mientras me ajustaba más la chaqueta.

—Caray, ¡tiene las manos heladas…!

—Nuaaa. U’ poco má (No, un poco más).

—Se va a resfriar de nuevo. Salgamos mañana cuando haga calor, ¿sí?

Asentí de mala gana ante sus sinceras palabras de preocupación.

Está bien. No debería insistir tanto si podemos volver mañana.

Justo en ese momento, dos ayudantes pasaron charlando.

—El demonio de Deblin… En las fronteras de nuevo…

Me bastó con oír fragmentos de su conversación para hacerme una idea general.

Así que logró escapar…

Desde que me enfermé, no había vuelto a saber nada de aquel incidente ni del niño de ojos rojos. No es que no tuviera curiosidad ni nada por el estilo, sino que nadie hablaba de ello ni de él a mi alrededor. Además, aunque le había ayudado, me seguía sintiendo un poco culpable por haber ayudado a escapar a uno de los prisioneros del imperio.

Era un niño… un niño cubierto de sangre.

Solo nos habíamos visto dos veces, y aunque ambos encuentros no habían durado más de unos minutos, los ojos carmesíes del niño quedaron profundamente grabados en mi mente.

Supongo que no volveré a verlo.

Alejando mis recuerdos de él, me relajé en los brazos de la niñera. Cuando estaba a punto de levantarse del banco, un grupo de sirvientas pasó junto al arbusto.

—¿Te has enterado?

—¿De qué?

Pensando que se trataba de noticias triviales, empecé a desconectar. Sin embargo…

—¡El emperador se ha desmayado!

¿Cómo?

Era una noticia que ni siquiera yo podía ignorar.

♦ ♦ ♦

 —¿Se siente bien, Su Majestad? —preguntó Gustav.

—Estoy bien. ¿Por qué sigues preguntando? ¿Deseas que me muera?

—¡N-No! Sabe que nunca desearía algo así.

Gustav no quería muerto al emperador, pero sin duda estaba empezando a guardarle rencor. A pesar de su genuina preocupación por la salud de Esteban, tales acusaciones eran lo único que le devolvía el emperador.

—El gran chambelán me ha dicho que se ha estado saltando comidas.

—No tengo apetito.

—Su Majestad, debe cuidarse. No importa qué, debe comer y dormir bien. —Gustav se inclinó hacia el emperador y siguió regañándolo.

Sin embargo, aunque al principio Esteban no le estaba haciendo caso, ahora comenzaba a enfadarle. Su rostro inexpresivo se crispó en una mueca.

—Qué charlatán.

—¿Qué? —Gustav guardó silencio. Esteban estaba más irascible que de costumbre, quizás por la falta de sueño.

Moriré si sigo hablando.

Gustav sintió pena por él, pues supuso que el cambio en el semblante del emperador se debía al odio autoproclamado de Mabel hacia su padre.

Al percibir la mirada llena de lástima de Gustav, Esteban entrecerró los ojos.

—¿Por qué me miras así?

—¿Perdón? E-Eso…

—Has sido relativamente libre estos días, ¿no es así?

—¿P-Perdón?

Imaginándose aplastado bajo una montaña de documentos que se derrumbaba, Gustav liberó las palabras que había estado conteniendo.

—¡Debería ir a ver a la princesa si tanto la extraña!

El ambiente se volvió gélido, y Gustav palideció por completo. Nunca se había arrepentido tanto de algo como ahora.

No debería haber dicho nada.

Pero las palabras pronunciadas ya habían sido dichas. En lugar de dejarse llevar por el pánico, observó el rostro de Esteban. Aunque su expresión era más fría de lo habitual, no parecía contener ninguna sed de sangre. Gustav vaciló por un momento antes de seguir hablando, aunque bajito.

—S-Su Majestad… He oído que últimamente la princesa sale mucho a pasear .

—A pasear…

La expresión de Esteban se suavizó al imaginar el rostro de Mabel.

—Sí —dijo Gustav, un poco más alto a medida que aumentaba su coraje—, le gusta contemplar el paisaje. Al parecer, pide salir varias veces al día. Incluso he oído de algunas doncellas que las saluda con sus manitas cuando pasan… Ja…

Gustav se desconcentró por un momento al imaginar a Mabel saludándole con la mano, pero recobró el sentido cuando Esteban le dirigió una mirada penetrante. Fue tan aterradora que casi se le sale el corazón por la boca.

—¿P-Pasa algo?

—¿Quién te crees que eres para hablar de mi hija?

—¿Qué…?

—No te atrevas a actuar como si fueras cercano a ella.

—¿Cuándo he…?

Antes de que pudiera justificarse, Esteban se levantó de un salto de su asiento y abandonó el despacho. Aunque Gustav no quería seguir al emperador, se apresuró a ir tras él, temiendo que causara un incidente mayor.

Esteban fue directo hacia el banco frente al jardín, que estaba cerca de la sección de Mabel en el palacio. Como esperaba, Mabel estaba allí. Sí, incluso deprimido, había estado recibiendo informes constantes sobre el paradero de Mabel.

Ha pasado un tiempo…

La observó desde la distancia. Su hijita masticaba algo mientras Oscar estaba sentado a su lado. Con cada mordida, sus mejillas rojas se sacudían. Sus piernas colgaban en el aire, demasiado cortas como para llegar al suelo aunque las estirara todo lo que podía. La escena resultaba aún más tierna por el simple hecho de que todavía no se le notaban los tobillos.

Habían pasado solo unos días desde la última vez que la vio, aun así, lucía diferente a como la recordaba.

Le ha crecido el cabello 0,07 centímetros.

También parecía un poco más alta. Estaban estaba furioso por haberse perdido varios días del crecimiento de Mabel. Sin embargo, se sintió aún más molesto al ver que se las arreglaba completamente bien sin él.

Esteban siguió observándola con una intensidad abrasadora, pero se escondió rápidamente cuando giró la cabeza en su dirección.

—¿Hm?

Habiendo percibido una mirada, Mabel examinó su alrededor durante unos segundos antes de volver a mirar a Oscar.

Incapaz de soportar esta triste escena, Gustav abrió la boca.

—Debería ir.

—Dijo que me odia…

Esas palabras habían dejado a Esteban en shock. ¿Y cuando las oyó por segunda vez? Se podía decir con seguridad que el shock no fue menor que entonces. Cuanto más pensaba en ello, más inconcebible le parecía: Mabel lo había rechazado. Si supiera de dónde provenía su aversión por él, podría llegar a alguna solución a través una conversación. Pero eso no funcionaría porque ella era solo un bebé.

Estaba clavado en su sitio; era sofocante.

—Su Majestad. —La llamada de Gustav interrumpió sus pensamientos— es hora de ir a ver al supervisor para la coronación.

—Sí.

Esteban se retiró tras echar un último vistazo a su hija. Tras terminarse la merienda, ahora estaba sentada en brazos de Oscar con una expresión seria.

Puedo aguantar sin verla por el resto del día.

No estaba seguro de cómo lo soportaría exactamente, pero tenía que hacerlo.

Den
Me está dando mucha pena…

♦ ♦ ♦

—¿Hm?

Cuando levanté la cabeza, Oscar me miró confundido.

—¿Qué pasa?

—Ay aguié aní (Hay alguien aquí).

—¿Qué…?

—Ja…

Por muy extraordinaria que fuera, mi pronunciación seguía siendo mala, por lo que tenía muchos problemas para comunicarme.

No espero que entiendan todo lo que digo.

Miré en la dirección en la que había sentido una presencia, pero no había nadie allí, así que asumí que me había equivocado.

Volví a centrarme en la conversación de las personas que pasaban. Un fragmento de información que había logrado captar hasta ahora era que el conde Leonid y la baronesa Trudy tenían una aventura.

Por supuesto, las telenovelas son lo más interesante.

Justo cuando las cosas se estaban poniendo jugosas, la niñera apareció y espantó a las sirvientas cotillas. Esperaba sobre todo más rumores sobre el desmayo del emperador, pero la mayoría de la gente no quería hablar a la ligera de un tema tan delicado.

Probablemente esté bien…

Esa fue la conclusión más razonable a la que pude llegar. Oscar no me había hablado del emperador. De hecho, si hubiera ocurrido algo grave, lo habría mencionado. Mientras meditaba, Oscar ladeó la cabeza y, al mismo tiempo, me arregló la ropa.

—¿Qué pasa, Mabel?

—Hm. —Sacudí la cabeza en respuesta.

Ojalá pudiera explicarte mis planes. Es una pena que reunir información sea tan duro con el cuerpo de un bebé. Siento que estoy creciendo a paso de tortuga.

A pesar de mi frustración, tenía que enfrentarme a la realidad de que solo podía decir unas cuantas palabras y oraciones sencillas. Ignorante a todas estas preocupaciones que se arremolinaban en mi mente, Oscar de repente abrió los ojos como platos.

—¡Ah!

—¿Hm?

Me giré, siguiendo la mirada de Oscar. Había un animal conocido.

—¿Min? [1]

El gatito guardián era más grande que la última vez que lo había visto.

Aunque sigue siendo un gato.

No importaba cuántas veces lo viera, su pelaje dorado y brillante siempre era hermoso. Observé a la deidad guardiana mientras se acercaba, pero nunca esperé que saltara al banco donde estábamos.

—¡Uwah!

¡M-Menuda sorpresa!

Sorprendida, me arrimé más a los brazos de Oscar. La deidad guardiana ignoró mi reacción y se sentó a mi lado. Sus ojos dorados resplandecían como joyas.

—¡Min!

Cuando grité, Oscar asintió con la cabeza.

—Normalmente no sale del bosque. ¿Por qué está aquí?

—¡Lido! (¡Lindo!)

—Dijo que es linda…

Oscar se rio y sacudió la cabeza. Mientras tanto, me esforzaba por reprimir mis grandes ganas de acariciar al gatito. Así que me limité admirar fijamente sus ojos resplandecientes.

En mi vida pasada siempre quise tener una mascota, pero nunca se dio la ocasión en que pudiera permitírmelo.

Habría sido irresponsable de mi parte tener una mascota cuando a duras penas podía cuidarme de mí misma; incluso un hámster habría sido un lujo para mí.

En un giro inesperado, la deidad guardiana adoptó una postura opuesta a la mía.

—¡Uwah! —grité cuando saltó a mi regazo y frotó la cabeza contra mi brazo—. ¡M-Min…!

¿Estás ronroneando?

Estaba confundida. La deidad guardiana, famosa por ser fría y distante, se estaba acurrucando conmigo como lo haría un cachorro. Cuando miré a Oscar para hacerle saber mi confusión, solo sonrió y asintió.

—Intenta tocarlo. Acaricia suavemente su pelaje para que no lastimarle. También intenta decir «qué tierno».

—Enno (qué tierno).

Siguiendo el consejo de Oscar, puse mi mano regordeta sobre la cabecita de la deidad. En ese momento…

[¡¡Qué frustrante eres!!]

Me sobresalté y aparté la mano ante la repentina voz que sonó en mi cabeza.

¿Q-Qué demonios?

—¿Qué pasa, Mabel? ¿Tienes frío?

Oscar comprobó que la ropa me cubría bien. Mientras lo hacía, miré quedé boquiabierta.

¿Soy la única que lo ha oído? O… ¿me lo he imaginado?

[No te lo has imaginado.]

Me estremecí al oír la voz de nuevo. Así que no era mi imaginación… Examiné mis alrededores, súper alerta. La niñera estaba sentada en un banco contiguo y Lissandro, aunque no podía verlo, estaba en alguna parte, cerca de nosotros. No había nadie más aparte de ellos y Oscar.

[¿Qué quieres decir con que no hay nadie más? ¡Estoy aquí! ¿Me estás ignorando?]

Sí, hay alguien más…

Poco a poco, bajé la mirada. El gatito dorado, la deidad guardiana de Ermano, me miraba fijamente. Luego, volví a oír la voz.

[¡Sí! ¡Yo!]

¿Debería desmayarme…?

♦ ♦ ♦

Varios días más tarde, me desperté temprano por la mañana. La niñera y Lalima se apresuraron a prepararme para salir. Oscar entró en mi habitación tras terminar su sesión de entrenamiento matutino y se sorprendió al verlas tan enérgicas.

—Mabel, ¿por qué te estás arreglando tan temprano?

—Comia.

—Ah, ¿para darle de comer al gato?

—Shi.

Oscar sonrió cuando asentí con la cabeza.

—Qué dulce. Eres muy amable por preocuparte por la comida del gato.

—Je je…

Le respondí con una risa fingida y ayudé a la niñera a empacar la comida con mis torpes manos.

Ah, lo estoy cuidando bien. No estoy empacando esto porque quiera. Sí, ¡lo hago solo porque me amenazó!

Cuando por fin me di cuenta de que era la deidad la que me hablaba, lo primero que dijo fue:

[Soy un mensajero de Dios, creado para ayudarte. Necesitaba entrar en contacto contigo para poder comunicarme, ¡así que disculpa mis bruscas acciones!]

—¿Qué demonios…? ¿De verdad? ¿Me he vuelto loca?

[Puedo oír tus pensamientos más profundos, así que ¿puedes parar? Puedo oír todo lo que piensas.]

—Un gato que habla…

[¿Me estás ignorando?]

Eso fue lo que ocurrió. Desde el día en que me habló por primera vez, Min abandonó su hábitat habitual, el Bosque del Norte, y pasa la mayor parte del tiempo a mi lado. Sí, mi nuevo compañero era un gato que hablaba. Al principio fue aterrador, pero ya me he acostumbrado a ello. A decir verdad, el gatito guardián era fascinante, por no hablar de lo que había conseguido a cambio de hablar con él…

Je je je.

Extendí los refrigerios delante de Min. Era comida casera para gatos.

—Aní, comia (Aquí, comida).

[¿Esperas que me coma esto…?]

—Coe (come).

Pero Min tocó un par de veces uno de los refrigerios de cecina frente a él antes de darse la vuelta. Golpeando el suelo con la cola, me hizo saber que no estaba contento.

—¿No coes? (¿No comes?)

[¡No soy un gato! Puedo lucir como uno, pero en realidad soy…]

¿Eres algo más?

Cuando ladeé la cabeza, el gato asintió con fervor.

[Ahora que ya lo sabes, ve a traerme comida humana.]

La petición de Min era un reto.

Hm.

Moví la cabeza de un lado a otro mientras intentaba encontrar una solución. La niñera, Lalima y Xavier me observaban felices, con miradas intensas, pendientes de todo lo que hacía.

Sí… No era una persona libre.

No me dejarán darle comida humana a Min.

Y tampoco era como si pudiera robarla, dada mi incapacidad para acercarme al comedor sola. Empecé a sudar en la frente mientras la criatura maullaba hambrienta. Fue entonces cuando la niñera se acercó y me cargó.

—Su Alteza, el gatito no parece tener hambre.

[¿Qué dice? ¡Me muero de hambre!]

Por desgracia, las quejas del gato no eran más que maullidos para los demás. Lalima también se acercó y admiró al gato con ojos brillantes.

—Qué fascinante. ¡La deidad es muy linda!

[¿Qué tonterías está diciendo?]

La tan fascinante deidad era más bien una bola de pelos furiosa. Al mismo tiempo, sentí compasión ante la propia incapacidad de Min para hacerse entender.

—Deberíamos volver dentro, Su Alteza —dijo la niñera.

—N…

—Aunque no quiera, debemos ir a tomarle medidas para su nuevo vestido.

¿Tomarme medidas?

Ya tenía un montón de vestidos. Mi armario, más bien habitación, rebosaba de ropa, aunque la mayoría se me quedaba pequeña día tras días.

Qué desperdicio.

Cuando la niñera comenzó a alejarse conmigo en brazos, escuché el eco de una voz desesperada.

[¿A dónde vas? ¡No te vayas!]

—¿Hm…?

[¿Por qué te vas? ¡Esto no está bien!]

El gatito empezó a llorar desesperado, pero los demás solo oían lindos maullidos.

—Ea, ea, princesa. Puede verlo en otro momento. Debemos irnos.

[¡No me dejes solo…!]

Por desgracia, tuve que abandonar a Min a su suerte por ahora. Mientras nos dirigíamos hacia el palacio, pude distinguir a lo lejos una figura familiar que caminaba en nuestra dirección: era el emperador. Parecía estar bien, a pesar de las noticias de que se había desmayado.

¿Está bien ahora?

Había muchas personas detrás de él. A juzgar por su atuendo, eran sus consejeros. El emperador se detuvo de repente, como si me hubiera visto. Esperaba que corriera hacia mí y me agobiara con sus saludos habituales. Sin embargo, siguió de largo.

¿Acaba… de ignorarme?

Me quedé desconcertada ante el movimiento inesperado, pero pronto me di cuenta de que la única persona por la que debería sentir desprecio era por mí misma.

Por supuesto, era extraño que le gustara desde el principio.

Ningún padre querría a una niña rara como yo, que no sonríe ni ríe tanto como un bebé normal.

Es comprensible.

Mientras seguíamos nuestro camino, hice lo que pude por ignorar el punzante y creciente dolor que sentía en el pecho.


Den
Ay, nooo, no pienses eso Mabel. Él también está intentando soportar el dolor que le causaron tus palabras… Pero no te ha dejado de querer :’(

[1] Min es la forma acortada de la palabra “minino”. En capítulos anteriores, cuando Mabel conoce a la deidad guardiana, se dirige a ella como “gadido”. Pero como ahora acostumbra a llamar a la deidad con la versión acortada de “gato” en coreano, hemos decidido utilizar la palabra “minino” en lugar de “gatito” para que el juego de palabras en el idioma original quede reflejado también en español.

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