Traducido por Den
Editado por Yonile
Un tembloroso Gustav informó de inmediato a Esteban. Esperaba que soltara un bramido estruendoso, pero permaneció inesperadamente tranquilo.
Su Majestad no es el tipo de persona que pasaría esto por alto.
—Mm, ¿Su Majestad?
Cuando Gustav levantó la cabeza, Esteban observaba con su habitual expresión fría la carta de propuesta de matrimonio en las manos del consejero.
—Dámela.
—Aquí tiene.
En cuanto inclinó la cabeza y se la entregó… la rompió en dos. A continuación, esas mitades fueron reducidas a la mitad de nuevo. Pronto, la carta parecía nieve cayendo. Para Gustav no era para nada impactante, pues Esteban tenía un largo historial de destruir por completo las cosas que lo disgustaran.
—Ya está. Necesitábamos algo para avivar el fuego.
Esteban se encogió de hombros antes de recoger lo que había sido una carta y arrojarla a la chimenea, que había permanecido inutilizada durante todo el verano. Ahora crepitaba. Y Gustav se estremeció ante la repentina ola de calor.
Esteban se volvió hacia él, con una sonrisa brillante.
—¿Ves cómo arde? Qué buen combustible.
—Sí, ya lo creo…
Usar la chimenea en verano… Qué irónico.
♦ ♦ ♦
Los rumores de la propuesta de matrimonio de la familia Javier se difundieron con rapidez por todo el palacio, y más allá de él. Desde los nobles más influyentes hasta los campesinos más humildes, la noticia corrió como la pólvora. Los más conmocionados fueron, por supuesto, los demás nobles: los volvió locos.
—¡Ese astuto Javier!
—¡Cómo se atreve a adelantarse!
—¡Me pido a Su Majestad como mi nuera!
Para ser exactos, había muchos nobles con hijos de la edad de Mabel que habían estado urdiendo sus propios planes similares. Soñaban con acercarse al emperador como fuera, y sus hijos eran herramientas para lograrlo. Resultaba insoportable tener a un bebé observando cada reunión desde el trono. No solía reaccionar, con lo cual los presentes tenían que esforzarse para hacerla sonreír. Pero Mabel no era de las que se abrían con facilidad.
Quiero acercarme a ella. ¡Ojalá fuera mi nuera!
Todos estaban ocupados caminando sobre cascarones mientras esperaban el momento oportuno, pero nadie se atrevía a apretar el gatillo.
¡Ese bebé ni siquiera tiene dos años!
Aun así, el duque Javier había roto el acuerdo tácito de esperar a que Mabel creciera. Más bien, había echado más leña al fuego cuando el resto de los nobles seguían enfadados con él por el tema de los cristales de poder.
Ahora no nos importa quién consiga la mano del emperador, ¡mientras no sea la familia Javier!
Así, tras las cortinas políticas del imperio, se desató una batalla feroz para proteger a Mabel de la familia Javier.
♦ ♦ ♦
Era un día normal y corriente como cualquier otro.
La niñera cogió una sombrilla y preguntó: —Todavía tenemos tiempo de sobra antes de la reunión, Majestad. ¿Quiere salir un rato?
—Shi —respondí.
A decir verdad, no tenía ganas de moverme. Pero sabía que no iba a crecer más rápido si mantenía ese estilo de vida, así que decidí salir a ejercitarme.
Con Xavier tomándome de la mano izquierda y Lalima de la derecha, recorrí con fervor el jardín para ganar algo más de músculo.
—¿Mm?
Un rostro desconocido nos bloqueó el paso. Xavier y Lalima no intervinieron al ver que se trataba de un niño. Parecía tener unos cinco años y, por alguna razón, iba vestido de pies a cabeza como si estuviera en un baile.
—¿Qé esh eshto? (¿Y esto?)
Levanté la barbilla y hablé con toda la seriedad posible. El chico se estremeció y se estremeció ante mi pregunta.
¿Qué le pasa?
Antes de que tuviera tiempo de sorprenderme por su extraña respuesta, el chico dijo: —Saludos a la persona más bella del imperio, Su Majestad. Soy Giuseppe de la casa Oberit.
Seguí observando al chico en silencio.
—Encontrarme con Su Majestad esta mañana… es… es… —tartamudeaba, como si fueran líneas de un guión que apenas había memorizado. O quizás eso estaba pasando, porque pronto murmuró—: ¿Qué dijo mamá…?
Ugh.
—¡Le pido disculpas! —gritó.
Mientras yo permanecía muda, el chico se dio la vuelta y salió corriendo, con la cara enrojecida.
—¿Qé le pasha? (¿Qué le pasa?)
Lalima y Xavier intercambiaron miradas y luego me miraron con afecto.
—Bueno, verá, Majestad, usted es un emperador muy bello —dijo Lalima—. ¡Por eso ya es tan popular! Me pregunto quién logrará conquistar su corazón. ¡Tengo mucha curiosidad!
—Lalima, cállate. Eres la persona más ruidosa del palacio, ¿lo sabías?
—¿Has terminado de hablar? —le preguntó ella.
Mientras ellos seguían discutiendo, solté sus manos lentamente.
Divertidos en vuestra cita, chicos.
Mientras salían chispas de sus ojos, al parecer no se dieron cuenta de que me había ido. Dejando atrás a los amantes en su pelea, sabía que estaría bien. Después de todo, Lissandro me vigilaba fuera de mi vista.
Caminé con diligencia y llegué al banco donde solía revolcarme con Min.
—¡Su Majestad!
—¿Hm?
Una voz sonó de la nada detrás de mí. Cuando me di la vuelta, me encontré con otro chico que parecía uno o dos años mayor que el de antes. Estaba nervioso e iba muy elegante.
Dio un paso hacia adelante.
—Su cabello rosado y brillante es igual de deslumbrante que una hoja de cosmos[1] bañada en el rocío de la mañana. Si es del agrado de Su Majestad, me gustaría regalarle esta flor a usted, que es tan hermosa como un ramo de rosas.
Observé la flor que me tendía. Estaba toda arrugada, probablemente porque la acababa de coger.
—Etá biee. No neceshito foes. (Está bien. No necesito flores.)
—¿P-Perdón?
El chico se puso nervioso, pero me limité a cruzarme de brazos y ladear la cabeza.
Sé que memorizaste las líneas que te dieron tus padres, niño. Qué lindo, qué lindo.
Quería pellizcarle las mejillas. Por desgracia, sería extraño que un bebé de dos años le pellizcara las mejillas a un niño de seis o siete años.
En cualquier caso, no me había dado cuenta de que los nobles eran tan ambiciosos como para llevar a cabo algo así. Ya estaban tratando de ganarme, pues, después de todo, cuando fuera mayor ejercería como emperador.
Mm, no es que no entienda los pensamientos de un político, pero aun así…
—E-Entonces, ¿q-qué le gusta, Su Majestad? —tartamudeó.
—¿A mí…?
La pregunta inesperada me puso en un aprieto.
Algo que me gusta. ¿Cómo podría responderle…? ¡Ah!
Se me ocurrió algo brillante.
—¡Dino! (¡Dinero!)
—¿Dino?
—¡Olo bilante! (¡Oro brillante!)
—¿Oro…?
—¡Y oias tabé! (¡Y joyas también!)
Dinero, oro y joyas. Qué palabras tan deslumbrantes.
Con dinero, no había que preocuparse de los depósitos hipotecarios ni el alquiler. También podía comprar ropa nueva y cómoda según las estaciones. Pero, sobre todo, podía comer sin restricciones todo lo que quisiera. Así que nada de flores. Las personas no pueden comer flores.
—No gushta foles (No me gustan las flores).
Aunque no odiaba las flores ni nada por el estilo, quería asegurarme de que captaba el mensaje.
Así que, niño, si quieres comprarme, tráeme cosas brillantes de verdad en vez de flores. ¿Lo entiendes?
Se me levantó el estado de ánimo al pensar en dinero. Mientras tanto, el rostro del chico enrojeció cuando sonreí. Luego, se marchó corriendo sin despedirse.
¿Qué les pasa a los niños de hoy en día?
♦ ♦ ♦
—Cielos, qué fastidio…
Esteban se masajeó la frente y apretó los dientes tras escuchar el informe de Lissandro. Lo admitía. Sí, no existía en este mundo una niña tan linda y adorable como Mabel. Por eso, dejaba pasar que otras personas aparte de él la colmaran de cumplidos. Era una reacción esperada. Pero las propuestas de matrimonio eran harina de otro costal.
Una propuesta de matrimonio. El duque Javier se ha vuelto loco.
Una propuesta de matrimonio a un bebé de solo un año y medio. Estuvo a punto de ordenar el saqueo del castillo de la familia Javier.
—No, no permitiré tales propuestas.
Mabel no se casaría ni ahora ni dentro de cien años. En su mente, no existía un concepto como «el matrimonio de Mabel». En cualquier caso, había lidiado con la proposición de Javier rompiéndola en pedazos. Sin embargo, ahora el problema se había hecho más grande por sí solo. Hoy los hijos de algunos nobles ya le habían propuesto matrimonio a Mabel varias veces durante «encuentros casuales» por el palacio imperial.
Lissandro le sonrió tranquilo a Esteban.
—Bueno, no creo que deba preocuparse demasiado. Ya sabe que el emperador es duro de roer, Majestad.
—Sí, mi hija es dura de roer —coincidió Esteban.
Lissandro y Esteban se encontraban en una situación similar cuando se trataba de Mabel. Si se le acercaban, los echaba.
—¿Sabe lo que dijo cuando un chico le regaló una flor?
—¿Qué?
—Dijo «no me gustan las flores». —Lissandro se echó a reír mientras Esteban ponía una expresión preocupada.
—¿No le gustan las flores…? ¿A mi Mabel?
Esteban se sorprendió porque creía saberlo todo sobre ella, pero no sabía eso.
—Oye, ¡tú! —gritó Esteban, levantándose del asiento, y llamó al gran chambelán. Cuando este se acercó, Esteban le dio una orden impactante con una expresión muy seria—. Quema todas las flores de los jardines de inmediato.
—¿Perdón…?
El chambelán miró a Lissandro esperando que fuera una broma, pero este le dirigió una mirada de absoluta incredulidad.
—¿L-Lo dice en serio? —preguntó con voz temblorosa el gran chambelán.
—Sí.
—¡No es factible quemar todas las flores…! —Ponía en juego su trabajo, pero prosiguió de todos modos—: ¡Por favor, reconsidérelo, Su Majestad!
Así, llegaron a un acuerdo dramático y decidieron cortar todas las flores cerca del palacio imperial.
♦ ♦ ♦
Oscar visitaba la casa de la familia Donovan una vez cada pocos meses, y hoy era el día. Aunque ya era hora de que se fuera, Oscar se quedó a mi lado, reacio a marcharse.
—Mabel…
—Debilías ir (Deberías irte).
—Mabel, debes ser fuerte aunque me eches de menos, ¿sí?
—¿Po qé fuete? (¿Por qué debo ser fuerte?)
Estaba tratando de decir que no lo echaría de menos y, por tanto, que no necesitaba ser fuerte. Pero Oscar interpretó mis palabras de otra manera y me abrazó con fuerza mientras contenía las lágrimas.
—¡Volveré lo más rápido posible…! No llores, ¿sí?
—Debilías ir (Deberías irte).
Ahora que se había ido, tenía más tiempo para mí.
Debería ir a ver a Min.
Como Min no hacía más que quejarse, no lo visitaba con frecuencia. Pero no nos habíamos visto en un tiempo, así que decidí soportarlo. Llevar a Lalima y Xavier sería un engorro, así que le avisé a la niñera de que saldría.
—Voy shola (Voy sola).
—¿Perdón? Al menos debería ir con Xavi…
—Volvellé (Volveré).
La niñera parecía preocupada pero no me detuvo, ya que tenía a Lissandro, mi guardián invisible. Aclarado eso, salí a pasear.
Qué buen tiempo hace hoy.
Aunque hacía calor, era llevadero si caminaba a la sombra. Al pasar por uno de los jardines, todas las flores en flor que había visto ayer habían desaparecido. En cambio, todos los arbustos y plantas estaban pelados. Ladeé la cabeza confundida.
—Shupongo que eshtá pwantando foles nuevas (Supongo que están plantando flores nuevas).
Además, ya no aparecían chicos de la nada para abordarme con frases memorizadas.
¿Se rindieron?
Al segundo que pensé eso…
—¡Saludos al emperador! —gritó de repente un chico. Me caí de culo por la sorpresa.
Ay… duele…
El dolor fue inesperado. Levanté la mirada y me encontré con el rostro pasmado del chico.
—Eeee… —Se me escapó inconscientemente. No es que me hubiera hecho mucho daño, pero no pude evitarlo. El chico estaba tan sorprendido como yo por la caída, así que me apresuré a levantarme para mostrarle que estaba bien.
—Cómo te atreves. —Una voz siniestra resonó por detrás.
¿Eh?
Mi padre apareció de la nada y parecía furioso. Me levantó al instante mientras fulminaba con la mirada al chico asustado.
—¿Cómo te atreves a ponerle la mano encima a mi hija?
—No izo eso (No hizo eso).
—Ya no pasaré por alto semejante injusticia.
Estaba tan furioso que no me escuchaba. Con una sola orden, los guardias imperiales acudieron y desterraron del palacio al chico, cuyo nombre aún desconocía. Luego, mi padre hizo una declaración.
—Prohíbo la entrada a palacio a todos los niños de cinco a quince años. No habrá excepciones. Yo mismo me encargaré de quien se atreva a desobedecer esta orden.
Nadie le llevaría la contraria, así que esa declaración era inamovible. Entonces, me di cuenta de algo.
¿Niños de cinco a quince años?
Me puse pálida.
—¡Ozcah…! (¡Oscar…!)
¡Ahora Oscar tenía prohibida la entrada a palacio!
[1] Una flor cosmos luce asi: