Bebé tirana – Capítulo 29: La mascota del palacio

Traducido por Den

Editado por Yonile


—Wienvenio (Bienvenido) —murmuré.

Cuando sonreí alegremente y estiré el dedo índice, la avispa se posó despacio en él. Mi antiguo yo habría tenido miedo, pero mi nuevo yo era diferente.

Sé que la avispa es amistosa.

Sin embargo, mis habilidades se limitaban únicamente a la comunicación. No podía evitar que la avispa se enfadara y me picara.

—Vespa, ¿shabez ondé eshtán enmaskah? (Avispa, ¿sabes dónde están los enmascarados)?

La avispa voló y giró en círculos. No estaba segura del todo, pero parecía un sí.

—¿Ondé? (¿Dónde)?

Esta vez, la avispa voló hacia la ventana.

Creo que quiere que la siga…

—Hm…

Cuando se dio cuenta de que no venía, la avispa volvió y se sentó en mi cabeza con un zumbido. Parecía un poco enfadada, así que hice lo que pude para explicarle mi situación.

—Shoy un pájao atrapato en una jauua (Soy un pájaro atrapado en una jaula).

Jaa…

Me llevo las manos a las mejillas y suspiro. Ojalá pudiera conversar con los insectos. Por ahora, solo podía decirles cosas sencillas y no entendía nada de lo que decían.

¿De qué sirve conocer su ubicación si no puedo ir a ninguna parte?

Recordé lo que Oscar y el emperador regente habían hablado.

Sí, y si había alguna prueba que encontrar, es muy probable que ya la hayan destruido. He ordenado que busquen e investiguen a los que supervisaban la zona.

Hm, bueno espero que dé resultados…

No habían conseguido localizar a los enmascarados, pero yo sí podía encontrarlos. Una parte de mí quería revelar mis poderes para trabajar en equipo, pero eso conllevaba sus propios problemas. Menudo dilema. Los individuos con talento siempre eran objeto de manipulación y yo ya había tenido bastante con lo que lidiar como emperador. Además, como alguien que pretendía abandonar el palacio y vivir por su cuenta algún día, necesitaba parecer una persona lo más normal posible.

Es por eso que me ocupé de la mina de cristal de poder de forma encubierta. Hm.

—¿Qué ago? (¿Qué hago?).

Tenía la información, así que sin duda no podía guardármela, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de los hombres que habían intentado matarme. Tras pensarlo largo rato, me levanté del asiento.

♦ ♦ ♦

[Entonces, ¿por eso viniste a verme?]

Sonreí a Min, que golpeaba con vanidad el suelo con la cola.

No hay otra deidad guardiana a la que pueda preguntar, ¿verdad?

[¡Cómo te atreves a usarme para llevar a cabo recados tan triviales!]

Pero Min, tú mismo lo has dicho. Eres… ¡la deidad guardiana más fuerte y genial del mundo!

[¡E-Eso es verdad!]

Así que puedes realizar sin problemas peticiones tan sencillas como esta.

[¡Por supuesto!]

Min levantó la cabeza orgulloso de sí mismo. Su cuerno blanco brilló cuando le dio un rayo de sol.

Qué ingenuo.

[¿Qué?]

¿Eh? No, nada. No lo digo en serio. ¡Eres el mejor, Min!

Pasé los diez minutos siguientes acariciando y haciéndole la pelota a Min. Consciente de los guardias que me rodeaban, también me acordé de hablar de vez en cuando.

—¡Ah, qué lidooo! (¡Ah, qué lindo!)

[Jaa.]

—¡Qué uaiii! (¡Qué guay!)

[Ja, ja.]

Ante mis cumplidos, Min acabó cediendo y se marchó para seguir a la avispa. Me asombró lo rápido que se alejó, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos. Por algo le llamaban deidad guardiana.

—¡Uf!

Misión cumplida.

Ahora todo lo que tenía que hacer era esperar.

♦ ♦ ♦

Un mes más tarde, asistí de nuevo a una de las conferencias. Todos los nobles me recibieron con risitas y sonrisas radiantes al verme por primera vez en mucho tiempo. Sin embargo, ignoraron al emperador regente, que estaba de pie detrás de mí.

—¡Es estupendo ver que se ha recuperado, Majestad! —exclamó un hombre.

—¿Sabe cuánto nos preocupamos? Este hombre fue hospitalizado tras desmayarse de tanto llorar —explicó otro.

—¡Ejem! No tienes que mencionar eso…

Llorar por mí. Qué conmovedor, aunque un poco pesado…

Cuando sonreí al sonrojado noble, los ojos se le llenaron de lágrimas.

—¡Nuestro único deseo es que nuestro emperador esté sano, Majestad!

—Eshtoy zana (Estoy sana) —le contesté.

—Sí, claro, por supuesto. Está sano.

Cuando un noble empezó a llorar, el resto le siguió. Parpadeé sobresaltada ante las caras casi sollozantes. A este paso, la sala de conferencias iba a inundarse de lágrimas, así que me levanté del asiento para mostrar que me había recuperado.

—¡No eshtoy enferma! ¡Dewedad! (¡No estoy enferma! ¡De verdad!)

—Con ese cuerpo tan pequeño… Cómo… —dijo uno entre sollozos.

—Quienquiera que esté detrás de esto… Debemos… ¡encontrar al culpable!

—Qué duro debe haber sido… —sollozó otro.

Llegaron los sollozos que me habían preocupado. El marqués Gardenia era el que sollozaba más fuerte de todos. Cuando me volví hacia el emperador regente, con los ojos implorando ayuda, él miraba hacia otro lado con una expresión también manchada de lágrimas.

Bueno, no me brindará ninguna ayuda.

Aunque estuviera sola, tenía que resolver este asunto. Mis ojos recorrieron la sala de conferencias, que más bien parecía un funeral. Todos lloraban, salvo unos pocos.

—¡Palá iaaa! (¡Parad ya!) —grité a toda la sala a modo de regaño, con las manos en la cintura.

Eso llamó la atención de todos.

—¡Dejad de iolá ! ¡Shon odenéz empeado! (¡Deja de llorar! ¡Son órdenes del emperador)!

Fue un milagro que me escucharan y dejaran de llorar. ¿Tan buenas eran mis dotes de liderazgo? Todos los siervos dejaron de llorar. Me sorprendió mi cualidad de líder. Al no ver ninguna razón para no hacerlo, di un paso más para asegurarme de que realmente contenían sus lágrimas.

—Pena de muete al que wuelva a iolar (Pena de muerte al que vuelva a llorar).

Así acabaría con los nobles llorones. Mi amenaza pareció surtir efecto, aunque aún podía oír a algunos moqueando. Satisfecha, volví a sentarme en el trono y me felicité por haber superado la crisis de hoy.

Jaa… es difícil cuidar de estos nobles.

La conferencia por fin podía empezar. Entonces uno de los presentes que no había llorado declaró: —¿No se dan cuenta de que el emperador está intranquilo? Hay que dejar de llorar como un puñado de tontos.

Duque Javier…

Le dirigí una mirada fría. A saber qué tramaba detrás de esa falsa sonrisa. No era una exageración llamarlo completa basura. En el pasado, creí que solo estaba cegado por la codicia y que aún podía redimirse. Sin embargo, después de que Min se marchara hace un mes a petición mía, supe cuán diferente era de la verdad.

¿Hiciste lo que te pedí?

[Hm… Sí.]

¿Qué pasa con tu reacción? ¿Adónde te ha llevado la avispa?

[Lo conoces, Mabel.]

¿Lo conozco?

[Es el Duque Javier.]

El duque… ¿Javier?

La persona que había expresado su preocupación por mi salud fue la misma que intentó matarme. Aún me estremezco a veces, recordando el día en que blandieron las hojas de las espadas hacia mí. A pesar de haber enviado él mismo a los enmascarados, había tenido las agallas de fingir miedo y esconderse a mi lado… Odio pensar en él.

¿Por qué quiere matarme?

Durante el mes que estuve ausente de las conferencias, repasé las razones que podía tener para quererme muerta. Si yo desaparecía, el emperador regente u Oscar ocuparían el trono, así que no tenía sentido que estuviera relacionado con la sucesión. A decir verdad, en la actualidad yo no tenía influencia sobre nada en palacio.

Soy como la mascota del palacio.

Eso era todo lo que era, así que no debería ganar nada matándome.

—Majestad, he echado de menos su sonrisa durante el último mes. Me alegro de volver a verla —expresó el duque.

Le sonreí en respuesta.

Si tanto te gusta, te la daré. Un día te aplastaré los ojos para que no puedas ver nada nunca más.

No había hecho gran cosa en este último mes. Al principio, intenté que el emperador regente y Oscar supieran la verdad sobre el duque Javier, pero decidí renunciar a ese plan al cabo de un tiempo.

Porque tendría que revelar mis poderes.

No quería que me consideraran un talento indispensable para el imperio. Al mismo tiempo, no era capaz de tramar mi venganza por mí misma; aún no había cumplido los dos años. Tres, sí, debía tener al menos tres años para empezar mi venganza. Solo entonces la gente me tomaría más en serio, aunque fuera un poquito.

De todos modos, parecía que tendría que quedarme dentro del palacio hasta que tuviera edad suficiente para vivir de forma independiente, con el único problema de que podría no estar a salvo ni siquiera aquí. Por eso había urdido un nuevo plan: mantener a mi alrededor tantos escoltas como necesitara en todo momento mientras desarrollaba mis poderes. Una vez que mejoraran lo suficiente, me vengaría del duque Javier.

Solo espera y verás.

Mis ojos ardían. El duque Javier se rio alegremente, habiendo interpretado a su extraña manera mi mirada penetrante.

—Comencemos la reunión.

Cuando el emperador regente, con el rostro contraído por el disgusto, inició la reunión.

♦ ♦ ♦

El tiempo pasó volando y al fin cumplí veintidós meses. Había crecido un poco y también tenía el pelo más largo. La niñera se alegró de esto último porque podía hacerme más peinados diferentes.

Den
Qué manía con decirlo en meses… Son casi dos años.

—Aquí tiene, esto es una uva.

 —Uva —repetí.

La niñera me felicitó.

—Ajá, así es. Qué inteligente.

Le dirigí una mirada de pena a la niñera mientras intentaba enseñarme palabras nuevas utilizando postres.

Niñera, lo estás haciendo muy bien, aunque ya me las sé todas.

La fruta agridulce, sin semillas, me la llevé a la boca.

—Hm.

Delicioso. Como siempre ingería comidas y tentempiés sabrosos, mis manos y mis mejillas seguían siendo muy regordetas. Aunque a veces pensaba que comía en exceso.

Los niños en edad de crecimiento necesitan comer mucho, ¿verdad?

Además, mi objetivo en esta vida era disfrutar de todos los lujos que el mundo podía ofrecer.

Llena, salté de la cama y me dirigí a la puerta.

—¿Va al jardín? —preguntó la niñera

 —Shi.

—La acompañaremos.

Salí al jardín con Lissandro, a quien ahora permitía mostrarse ante mí, junto a otros veinte caballeros. Parecía exagerado tener veinte hombres más siguiéndome a cada paso, pero pensándolo bien, era mejor tener más guardias que pocos. El duque Javier podía atacarme en cualquier momento.

—No quero molí… (No quiero morir…) —murmuré.

—¿Dijo algo?

—Nooo —le respondí a Lissandro y aceleré el paso. Como había sido diligente con mi crecimiento, ahora podía correr sin problemas por mi cuenta—. Ay…

Aunque de vez en cuando me caía… Lissandro soltó una sonora carcajada y me puso en pie.

—Se cae con demasiada facilidad, como una vez al día.

Apreté los dientes.

—No te lías (No te rías).

—Je je, vale.

Le lancé una mirada fulminante a Lissandro cuando no pudo contener la risa. Mi destino de hoy era el mismo de siempre.

—¡Min!

Al gritar su nombre en la entrada del bosque, una gran bola de pelo dorado cayó de un árbol cercano. No había sido la única que había crecido en estos últimos meses.

[¿Por qué llegas tan tarde hoy? ¡Te estaba esperando!]

Bueno, es invierno, así que hace bastante frío.

[¿Y crees que no tengo frío? ¡Yo también me estoy congelando!]

Sonreí con torpeza y le acaricié el pelaje. Si pudiera llevarlo al palacio, lo haría. Pero, por desgracia, todo el palacio estaba protegido por una barrera que le impedía entrar. Si quería hacerle pasar en el futuro, tenía que hacerme más fuerte.

Mientras descansaba plácidamente la cabeza sobre el suave pelaje de Min, empezaron a salir más animales uno a uno.

¡Toto!

[Hierba. Mascar. Mascar.]

Toma, come un poco de hierba.

Sin que nadie lo supiera, hice crecer la hierba delante de Toto. Toto arrugó la nariz y masticó alegre la sabrosa comida. Parecía hambriento por la falta de hierba debido al invierno.

Min, ¿no se han fortalecido mis habilidades?

Ahora podía hablar con más animales a la vez, aunque todavía no con tantos como cuando fue lo de las abejas. También podía comunicarme con las plantas, salvar una flor marchita o ayudar a un árbol moribundo…, muchas cosas nuevas eran  posibles ahora. Sin embargo, Min sacudió la cabeza sin dudar.

[No es suficiente. Todavía eres un bebé. Lo sabes, ¿verdad? Necesitas crecer más.]

Suspiré con fuerza y me abracé al cuello de un ciervo de invierno, también conocido como Didi, que se frotaba la cabeza conmigo. Luego intentó que me montara en su lomo.

[Mabel. Súbete a mí. Vamos a montar.]

¿Hm? No, esos chicos malos no me dejan.

[Humanos. Dan miedo.]

Cuando señalé hacia Lissandro y sus compañeros caballeros, las cuatro delgadas patas de Didi temblaron de miedo.

Con la barbilla apoyada en una mano, me sumí en mis pensamientos.

El Bosque del Norte ahora es mío.

Como siempre saludaba a los animales que pasaban, había llegado a conocer a todos los que vivían en este bosque. Era una buena práctica para fortalecer mis habilidades, pero me di cuenta de que el bosque era demasiado pequeño.

Quizá tenga que ampliar mi ruta de paseo… Pero ¿cómo?

Tendría que abandonar el palacio y de ninguna manera el emperador regente lo permitiría. Mientras estaba allí sentada suspirando y con las mejillas apoyadas ahora en mis dos regordetas manos, oí un grito repentino.

—¡Nos atacan!

Sobresaltada, levanté la cabeza. Lissandro se acercó corriendo y me agarró rápidamente. El ruido se intensificó, los caballeros gritaban y desenvainaban sus espadas.

—¡Es el Demonio de Deblin!

Me quedé boquiabierta ante el nombre que hacía tiempo que no escuchaba.

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