Bebé tirana – Capítulo 5: Tontos locos

Traducido por Den

Editado por Yonile


Hace calor… ¡Hace demasiado calor a pesar de que todo lo que hemos hecho es dar un paseo fuera de los terrenos del palacio!

La niñera subió la temperatura de la habitación pensando que me había resfriado. Además de eso, tenía puesto el abrigo con el que el emperador me había envuelto.

Era sofocante.

¿Niñera… esta es tu primera vez? No, no puede ser. Estoy segura de que fue la niñera de Oscar. Pero…  Incluso si hiciera un alboroto, solo me quitaría el abrigo y diría:

“Es extraño. Todavía no es hora de cambiarle el pañal”. Así que opté por guardar silencio, quedarme quieta y mirar el techo sin pensar en nada.

El móvil extravagante giraba lentamente.

¿Quién es ese niño de ojos rojos? 

Seguí pensando eso más tiempo de lo previsto, sintiendo como si hubiera sido transportada a ese mismo momento.

Siento curiosidad, lo admito. 

Pero no había mucho que pudiera hacer al respecto.

—Muu…

Mientras balbuceaba como un bebé, pude escuchar una conmoción ruidosa al otro lado de la puerta.

—Saludos, Su Majestad.

¿Está aquí otra vez? 

Escuché pasos apresurados acercándose y se detuvieron junto a la cuna. Como si fuera completamente normal, me levantó en el aire.

—¿Hmm?

Me estudió y me miró con unos ojos azules cuidadosos y las cejas fruncidas. El sudor comenzó a formarse y evité rápidamente el contacto visual con él.

—Parece ser un poquito más pesada que antes.

—Sí. Su Alteza acaba de comer.

¿No está notando demasiados detalles? Pero su interrogatorio no se detuvo allí.

—¿Y por qué está sudando tanto?

—Pensé que podría haberse resfriado, así que la cubrí con el abrigo que Su Majestad le otorgó para mantenerla caliente.

—Ya veo. ¿Y qué hay de este juguete de aquí? No lo había visto antes.

—Ah. Es un regalo que una de las doncellas le dio a Su Alteza.

—Ah, tengo razón en decir que no has comprobado si está envenenado, ¿verdad?

—¿Disculpe?

—Nunca debes permitir que haya ni la más mínima posibilidad de peligro.

No pierdas contra él, niñera. 

Todo lo que podía hacer por mi parte era animarla con mi máxima sinceridad.

Sin embargo, el emperador continuó su interrogatorio al cual  la niñera y los sirvientes respondieron en detalle. Tenían un sudor frío en la sien.

Tenía que hacer algo.

Decidí actuar.

—Gadido.

—¿Mabel?

—¡Gadido!

No sé por qué estoy rogando por un gatito. Después de todo, no tenía muchas opciones, ya que ya había ido con el concepto de que no sabía otras palabras más que gatito. Y resultó ser un éxito. El emperador volvió su atención a mí.

—¿Tanto te gustó el gatito?

—¡Gadido…!

Lo que sea. 

No. No me gustan los gatitos. Era la única palabra que sabía y estoy actuando e hipnotizándome a mí misma para creer que solo soy un simple bebé una y otra vez.

Soy un bebé. Soy un bebé. Soy un bebé normal y corriente. La única palabra que sé pronunciar es gatito… 

—Parece que realmente te gusta ese gatito, Mabel.

Bueno, no realmente, pero…

—Entonces, te otorgaré el Bosque del Norte.

¿Qué…?

Estás bromeando, ¿verdad? 

Estaba segura de que estaba gastándome una broma, pero de repente hizo un gesto con la mano a su ayudante que estaba a la espera.

—Me escuchaste, ¿verdad?

—Sí, Su Majestad.

—Transfiere la propiedad del Bosque del Norte a Mabel.

—Como desee, Su Majestad.

No, espera. ¡Eso es una locura! 

El ayudante del emperador también tenía una expresión de incredulidad escrita en su rostro como si estuviera de acuerdo conmigo.

¡Oye, emperador, estás mal de la cabeza para darle un bosque entero a tu hija de solo dos meses de edad! 

Pero el ayudante del emperador aceptó cumplir sus deseos como si fuera algo normal. Los otros sirvientes tampoco se sorprendieron y sólo yo, la bebé directamente involucrada en este asunto, estaba profundamente conmocionada.

No podía hacer nada. Así que mantuve la boca cerrada. Tenía muchas palabras que decir, pero permanecían atascadas mi garganta.

—¿Hmm? Por alguna razón, parece que a Mabel no le gusta cómo suena eso. ¿Qué piensas de esto, Gustaf?

—Bueno, en mi más humilde opinión…

El ayudante llamado Gustaf miró al emperador para medir su reacción por un momento.

Observé conteniendo la respiración.

¿Finalmente le hará entrar en razón? 

Pero…

—Creo que Su Alteza está en desacuerdo debido al hecho de que el Bosque del Norte no es apto para las oportunidades de paisajismo[1]. Después de todo, Su Majestad, las villas del palacio construidas dentro del bosque nunca podrían competir con la grandeza de nuestro actual palacio.

¡Gustaf no tenía intención de detener el avance del emperador y continuó incitándolo!

El emperador no se rió de esta idea tonta y tomó en serio los pensamientos de Gustaf. Tenía una mirada de estar muy pensativo.

—Ya veo. Es un buen argumento.

¡Como si lo fuera…! ¡No es así! ¡¿Cómo un bebé podría saber sobre paisajismo?! 

Mi refutación silenciosa no alcanzó a nadie.

Con una mirada de seriedad escrita en su rostro, sus manos acariciando suavemente mis mejillas. El emperador tomó una decisión.

—Bien. Entonces hagámoslo de esta manera. Gustaf, registra esto.

—Sí, Su Majestad.

—Mabel te otorgaré el Castillo Ponce.

¿Qué me estaba otorgando? 

Miré sin poder creerlo, boquiabierta.

Me dirigió una sonrisa amistosa y me acarició la cabeza.

—Por supuesto, el Bosque del Norte te pertenece. No te preocupes.

Y así, en este mismo día, Mabel Gardenia Ermano, la bebé de dos meses, se volvió rica con una propiedad a su nombre.

Increíble…

♦ ♦ ♦

Invitados importantes visitaron el Gran Imperio Ermano. Eran sacerdotes que viajaron desde la sagrada capital de Abelardo como supuestos representantes del mismo Dios Santo.

No había otros organismos u organizaciones religiosas en el mundo y, por lo tanto, la religión era considerada sagrada, como la realeza en cada reino e imperio que visitaban.

Pero, para Esteban, no eran más que insectos molestos… No… Demonios con piel de cordero que pretendían secuestrar a su preciosa hija.

Esos malditos insectos. 

No patearles el trasero en el momento en que pusieron un pie en su tierra acabó con su paciencia y solo les concedió una audiencia debido a la constante súplica de Gustaf. Aunque era más parecido a quejas.

Pero eso no significaba que estuviera dispuesto a ocultar el disgusto reflejado en su rostro.

Esteban se sentó en el trono, con la barbilla apoyada ligeramente en su mano mientras miraba a los sacerdotes.

—Saludos, emperador del Imperio Ermano.

Quien saludó al emperador como representante de Abelardo era un sacerdote de alto rango llamado Montego. Era astuto por naturaleza y traicionero.

Esteban estaba disgustado y no lo miró con una expresión agradable. No se encontraban muy a menudo ya que solo se habían visto una vez cada pocos años, pero ver a ese sacerdote insecto dos veces seguidas en un año… Era desagradable.

—Asumo que le sorprendió nuestra repentina visita, Su Majestad.

—Sí. En efecto, estoy sorprendido.

Sabía que los sacerdotes lo visitarían sin importar que rompiera las cartas para las solicitudes de visita.

¿Y si les decía que las había usado como combustible para la chimenea?

En cualquier caso, no esperaba que los sacerdotes volvieran a visitarlo tan rápido.

—He oído que el motivo de su visita es intercambiar información sobre el lenguaje antiguo que usaban los dioses. Espero que su investigación vaya bien y que tenga un buen viaje de regreso.

No. 

Esteban apenas podía evitar que salieran sus pensamientos internos. Nada bueno resultaría de crear una relación hostil con los sacerdotes de Abelardo. Pero no significaba que tuviera que actuar como si fuera amigable con ellos.

—Gracias por sus amables palabras, Su Majestad. Haremos todo lo posible para que nuestra investigación beneficie tanto a Abelardo como a Ermano.

—Bien. Entonces tendrán que march…

Pero lo interrumpió de inmediato.

—Tenemos algo que decir sobre Su Alteza la princesa Mabel Winter Gardenia Ermano, Su Majestad…

Para él, los ojos de Montego que temblaron con firme tenacidad parecieron los ojos de una serpiente.

Esteban suspiró y apoyó su cuerpo cansado de nuevo en el trono.

—Mabel Gardenia Ermano. —Corrigió firmemente el nombre de su hija a Montego.

El nombre de Mabel Winter Gardenia Ermano llevaba el segundo nombre “Winter” que el cuerpo religioso le otorgó bajo la voluntad de Dios y el día de su nacimiento. Pero Esteban no reconocía su nombre. Si lo hiciera, solo los alentaría a tomar medidas para secuestrar a su hija y llevarla a la sagrada capital.

—Le recuerdo que todavía tengo que aceptar la revelación de Abelardo como verdad. ¿Cómo puede demostrar que la revelación se refiere a Mabel?

Los sacerdotes insistieron en la prueba de la ubicación del Imperio Ermano en el lejano Oriente así como el rayo que cayó el día del nacimiento de Mabel. Pero para él era un rumor fácil de descartar como una mera coincidencia.

—Esperábamos que dijera eso, Su Majestad —le dijo Montego mientras la expresión de Esteban se volvía violenta. Un aura oscura comenzó a arremolinarse a su alrededor.

Apretó los dientes.

Gustaf se estremeció al escuchar el sonido de algo rompiéndose.

¡Su Majestad… por favor… cualquier cosa menos una ejecución…! 

Esteban era un tirano infame, pero cuando se casó con su verdadero amor, Sianna, los sirvientes del palacio y todo el imperio siempre estuvieron agradecidos de que hubiera suavizado su personalidad intensa.

Pero después de su muerte… El imperio se afligió al creer que su emperador regresaría a sus formas tiránicas. Así que depositaron sus esperanzas en su encantadora hija, Mabel, para mantenerlo bajo control y que permaneciera compasivo.

Y ahora esa hija que atesoraba era un objetivo…

Un largo silencio incómodo continuó.

—Mabel no es nada más que un manojo de carne linda de pocos meses de edad y ahora me dices que debido a una gran revelación del oráculo, ¿debes llevarla a la capital…?

Su voz estaba llena de ira.

¡Las agallas que tenía el cuerpo religioso para atreverse a secuestrar a su hija eran…!

Gustaf sintió que la paciencia de Esteban se estaba acabando y su rostro se puso blanco como una hoja.

Montego se rió enérgicamente y sacó algo del interior de su ropa.

—El Emperador Dios nos dio instrucciones de darle este regalo, Su Majestad. Dijo que lo entenderá una vez vea qué es.

Un sirviente tomó el regalo, lo colocó en una bandeja de plata y se lo mostró a Gustaf. Después de verificar el objeto meticulosamente para detectar signos de peligro, se lo ofreció a Esteban.

Era una joya roja llamativa con patrones extravagantes grabados.

Había visto la joya roja antes.

—Es el colgante que una vez perteneció al anterior emperador.

El emperador anterior siempre había usado la joya roja. Ahora entendía la atrevida concisión de la sagrada capital para arrebatarle a Mabel.

Para ascender al trono, el difunto emperador necesitó luchar contra los otros sucesores y, por lo tanto, necesitó la ayuda de la sagrada capital para lograr su objetivo.

Como una muestra de la ayuda que recibió, el Emperador Dios del Sagrado Imperio Abelardo guardó una parte del colgante mientras el difunto emperador la otra mitad.

El colgante del difunto emperador ahora se encuentra en su tesoro real personal.

—¿Me estás diciendo que pague la ayuda que le dieron al difunto emperador, que ya ha fallecido, con mi hija a cambio? ¿Cómo se supone que debo tomar eso?

Esbozó una sonrisa llena de intenciones salvajes.

Sujetando el colgante de la joya roja en la mano con fuerza, las venas azules del dorso de su mano se hincharon y, un tanto temperamental, le entregó el colgante a Gustaf.

Poco después, el colgante regresó a la mano de Montego.

—Por favor, comprenda que no lo decíamos de esa manera, Su Majestad.

—Sólo veo esta petición como un intercambio de mi hija por ayudar al difunto emperador. ¿Lo he entendido mal?

—Lo que el Emperador Dios quiere es proteger al profetizado por el oráculo, Su Majestad… —suspiró—. Entiendo que no pueda darnos a la princesa y que nos la llevemos lejos de su hogar a la sagrada capital. También entiendo que esto es una solicitud absurda e imposible.

La expresión de Montego cambio cuando suspiró.

Notó ese ligero cambio y frunció el ceño pensativo. Asumió que esos insectos continuarían divagando hasta que cediera, pero la actitud de Montego cambió más rápido de lo que esperaba.

¿Qué está planeando ahora? 

No podía entender los pensamientos rebuscando dentro del cuerpo religioso y sus malvados planes.

Pensarlo lo enfureció.

El sacerdote guardó con cuidado el colgante y actuó como si se rindiera.

—Como Su Majestad es firme en su decisión, lo entendemos y nos excusaremos.

Mantuvo la guardia alta. Estaba seguro de que había algo extraño en la oración que seguiría.

Y tal como pensaba, Montego hizo lo que predijo.

—Pero, por favor, concédanos esta petición.

—Vamos a oírla.

—Solicito una audiencia con Su Alteza la princesa.

Miró a Montego, que inclinó la cabeza.

Habían estado haciendo una larga cola antes, pero estos hombres nunca esperaron que los llevaran donde Mabel. No podía aprobarlo.

Ese era su propósito desde el principio.

Quería seguir su corazón y rechazarlos de inmediato, pero el cebo que pusieron esas personas lo hacía difícil.

No tuvo más remedio que aceptar la solicitud porque no había una justificación razonable y porque crearon una situación en la que no podía rechazar la pequeña solicitud al citar el acuerdo entre el difunto emperador y la sagrada capital.

—Está bien, no importa.

De todos modos, ya que estará junto a Mabel todo el tiempo, si supone una amenaza, no habrá ningún problema en castigarlo adecuadamente.

Asintió con la cabeza.

—De acuerdo. En su lugar, tengo una condición.

—¿Cuál es?

—Jim[2] también estará presente durante la audiencia. Y manténgase a 20 metros de distancia de Mabel. El contacto está absolutamente prohibido y el uso de magia divina también está prohibido. Si Mabel se echa a llorar, terminaré inmediatamente con la audiencia.

El sacerdote no le respondió, en cambio, pensó: Tonto loco…

Montego no pudo ocultar su expresión de asombro.

Era la primera vez que visitaba Ermano desde la revelación.

♦ ♦ ♦

Ya han pasado tres meses desde que nací.

Afortunadamente, hasta ahora no me ha pasado nada.

Al igual que otros bebés, crecía bajo el cuidado de la niñera.

Estaba succionando el chupete que la niñera me había dado mientras miraba el movimiento que había en la habitación

La niñera está tejiendo, Xavier está ausente, y Lalima está ordenando la ropa limpia.

Está bien.

Afortunadamente, la niñera cuando estaba tumbada, facilitando las cosas.

Me esforcé mucho por conseguir acostarme boca abajo.

—Euu…

¡Por favor, déjame darme la vuelta hoy!

Pero las cosas en este mundo no salen como yo quiero.

—Whooa…

Mi cabeza es demasiado pesada.

—Ek ek…

Suspiré con los brazos estirados y sin fuerza.

No puedo evitarlo. Mejor dejemos de intentar darnos la vuelta.

Todavía es de día, así que si me atrapan sudando nuevamente, el esfuerzo habrá sido en vano y podría terminar causando un incidente como el de antes.

Ahora que lo pienso es realmente extraño. Aunque ya han pasado tres meses, la actitud de mi padre y mi hermano sigue siendo la misma.

No. Más bien, se comportan de forma más amigable y exagerada. Pensé que naturalmente se cansarían de buscarme, pero me equivoqué.

Era demasiado exagerado que intentarán visitarme todo el tiempo.

—Mabel.

Sí… Así.

Oscar, acostumbrado a llamarme por mi nombre, se quitó el abrigo, se lavó las manos y se aferró a mi cuna.

—¿Me estabas esperando?

Me di la vuelta.

En lugar de responder, chupé con fuerza.

Esa es una pregunta que no vale la pena responder.

Afortunadamente, no me atrapó practicando a darme la vuelta.

Se sentó a mi lado y abrió un libro.

—Mabel, te leeré un libro.

Está bien. Estoy aburrida, así que léelo.

Es un cuento de hadas, ¿verdad? Decidí desde el fondo de mi corazón no reírme del contenido aunque fuera demasiado infantil.

Se aclaró la garganta y comenzó a leer el libro sin titubear.

—Sobre los problemas presentes en la ideología de Burdeos planteados por Algor Chekhov.

Oye, solo tengo tres meses.


[1]  El paisajismo es un concepto con dos grandes usos. Por un lado, el término refiere al arte que consiste en la planificación, el diseño y la conservación de parques y jardines. Por otra parte, la noción está vinculada al género pictórico que se dedica a la representación de paisajes (la extensión de terreno visible desde un sitio). Por lo tanto, puede asociarse al conjunto de actividades destinadas a modificar los aspectos visibles de un terreno.

[2] Jim es como se refieren a sí mismos los emperadores.

Den
A la hora de traducir el diálogo de Oscar no saben el ataque de risa que me dio porque fue difícil de descifrar la parte de “ideología de Burdeos”, utilicé todas mis neuronas allí XD Por otro lado, jajaja, a saber de dónde habrá sacado ese libro

4 respuestas a “Bebé tirana – Capítulo 5: Tontos locos”

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