Bebé tirana – Capítulo 4: El Demonio de Deblin (4)

Traducido por Den

Editado por Nemoné


La oficina del emperador. 

El ayudante de Esteban, Gustaf, recibió un informe inesperado.

— ¿Podrías repetirlo una vez más?

—Se produjo un problema minúsculo mientras trasladaban al Demonio de Deblin a la ubicación subterránea.

—No parece un problema minúsculo.

Como se predijo, el traslado del Demonio de Deblin no había ido viento en popa. El chico, con todas sus fuerzas, se opuso con vehemencia y él y los caballeros llegaron a un punto muerto en medio de los terrenos del palacio.

Aunque en sí estaba bien. 

El problema era que la apreciada hija del emperador estaba de paseo cuando de repente vio algo inesperado que no debería haber visto.

Pobre princesa… 

Suspiró.

Desesperado, Gustaf se frotó la sien. Puso su esperanza utópica con deseos de que no ocurra nada desastroso cuando le informe los detalles al emperador, pero sabía muy bien lo grave y terrible que reaccionaria.

— ¿Estás seguro de que no le ocurrió nada peligroso a Su Alteza?

—Sí. Afortunadamente, el rehén se desmayó en ese momento y, por lo tanto, pudimos trasladarlo sin problemas bajo tierra.

— ¿Se desmayó?

—No estamos seguros de la razón. La causa probable podría ser que agotó su maná restante. El Demonio de Deblin estaba empeñado en causarle problemas a los caballeros de camino a los terrenos del palacio, después de todo.

—Ya veo.

Después de escuchar el informe detallado, Gustaf respiró y armó de valor su corazón, esperando el horrible temperamento del emperador cuando entró en la oficina.

Esteban realizó sus deberes oficiales con indiferencia y el corazón de Gustaf se llenó de calidez al verlo trabajar arduamente.

Gustaf recuperó la compostura rápidamente.

— ¿Qué sucede?

Esteban notó su presencia y levantó la cabeza.

Gustaf tragó saliva y dijo cuidadosamente:

—Hubo un informe sobre la princesa, Su Majestad.

El rostro cansado de Esteban cambió inmediatamente y le dirigió una mirada penetrante a Gustaf lo suficientemente poderosa como para perforar su corazón.

Tragó saliva.

Gustaf exhaló e inhaló nervioso.

— ¿Qué pasó?

—El traslado del Demonio de Deblin al subterráneo coincidió por casualidad con la presencia de Su Alteza quien estaba de paseo. ¡Pero Su Alteza estaba muy lejos y completamente a salvo del encuentro!

Gustaf se preparó y esperó a que el emperador malinterpretara sus palabras. Pero nunca llegó. Tal vez había preparado los detalles correctos de tal manera que la mirada salvaje de Esteban se relajara ligeramente.

Gracias a Dios se lo tomó con calma. 

Gustaf agradeció su ingenio rápido y relajó sus hombros tensos. Habló libremente y le contó la historia que escuchó de un sirviente que pasaba.

—Oh, y Su Alteza vio una bestia divina tropezando en el arbusto y dijo gatito en voz alta…  —Gustaf no pudo terminar su oración de encontrar casi imposible que un bebé de dos meses pudiera formular una palabra correctamente.

Pero algo se rompió.

La taza de té que Esteban sostenía hace unos momentos cayó al suelo y se hizo añicos.

Gustaf lo miró con los ojos muy abiertos y la boca bien abierta.

Ah… Ese juego de tazas de té es caro… 

Sintió su corazón apretado. La taza de té que había vivido años de historia a lo largo del cambio de emperadores, había conocido su inestimable final.

Esteban no pensó ni le importó un poco la taza de té.

Gustaf miró a un sirviente cercano y le hizo una señal para limpiar el desastre.

Esteban, que permaneció congelado en su lugar momentáneamente, levantó lentamente la cabeza.

—Gustaf…

— ¿Sí, Su Majestad?

— ¿Qué dijiste?

—El traslado del Demonio de Deblin al subterráneo coincidió por casualidad con la presencia de Su Alteza quien…

—No, eso no.

—Su Alteza vio una bestia divina tropezando en el arbusto y dijo gatito en voz alta…

Se escuchó el sonido de un objeto desconocido hacerse añicos.

Gustaf cerró los ojos, incapaz de soportar abrirlos nuevamente porque temía comprobar qué se había roto esta vez.

Cualquier cosa menos el jarrón junto a la taza de té… 

El jarrón fue obsequiado como tributo y etiquetado como un tesoro nacional con más de 1000 años de historia.

Cuando abrió los ojos, sus orbes parpadearon con desesperación.

El jarrón estaba hecho polvo…

¿Qué la princesa haya visto al criminal más peligroso del país no es el problema más apremiante…? 

Gustaf no podía entender el hilo de los pensamientos de Esteban.

—También debería haber ido… —Esteban murmuró para sí mismo mientras la conmoción sacudía su cuerpo.

— ¿Eh?

—Nunca me he sentido tan humillado.

— ¿…?

Gustaf lo miró estupefacto. ¿Por qué era humillante que no estuviera cerca de Su Alteza cuando dijo su primera palabra? Pero resultaba cierto que Esteban apreciaba mucho a su hija hasta el punto de la locura, una prueba contundente que Gustaf vio con sus propios ojos.

Un largo silencio siguió a continuación.

Esteban se levantó de su asiento.

— ¿S-Su Majestad?

Sorprendido por sus movimientos impredecibles, Gustaf pensó en visitar al médico del palacio para comprobar si le había infligido un fallo cardíaco.

—Necesito ver a Mabel. Sígueme.

Aunque el trabajo oficial estaba lejos de ser terminado, Gustaf cerró la boca sin enfrentar la fatalidad de la locura del emperador. Siguió su deseo y caminó detrás de él.

¿En primer lugar… un bebé de dos años puede hablar? 

Incluso si Su Alteza fuera una genio, era imposible.

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