Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 2: Un niño herido (2)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


¿No convivió con los otros niños? Lo miró por un momento mientras ladeaba su cabeza y pronto se convenció de que ese parecía ser el caso.

Tenía una personalidad tan dura y directa que no había forma en que pudiera haber hecho amistades y guardárselas en secreto. Era un hecho del que podía estar convencida. Sin embargo, aunque su atención se había desviado un momento hacia sus «amistades», tenía que lidiar con esa actitud arrogante con la que le había hablado a pesar de que sabía que era una noble.

¿Acaso no teme que le corten la lengua como castigo por despreciar a un noble?

Quería decirle que usara los honoríficos, pero la forma en que el niño le hablaba, sin detenerse a analizar sus palabras, había despertado su curiosidad después de haber estado entre gente que usaba los honoríficos en todo momento.

Bastaba con que pudiera enseñarle a ser cuidadoso cuando se topara con otros nobles, eso era más que suficiente.

—Bueno, al menos no tengo que preocuparme porque quieras volver. Si está todo listo, entonces vámonos.

El niño levantó las cejas ante la amarga crítica y la siguió tranquilamente.

—Señorita, no debería estar haciendo esto —comentó la niñera con impaciencia, mientras sostenía el brazo de la niña, de camino al carruaje.

Esto no le importó a Yurina y, con la ayuda del cochero, subió al niño.

Con un rostro pálido, la niñera trató de tirar al niño hacia abajo, pero él entró ágilmente al carruaje, así que solo le quedó cerrar la puerta y encerrarlo dentro.

—¿Qué crees que haces?

—No sé porque está haciendo esto, señorita.

—Como dije antes, este niño es valioso. No debería estar aquí, así que lo tomaré e invertiré en él.

—¿Cómo sabe que es así? Tomar al niño de esta manera provocará que el maestro se enoje. Si tanto quiere hacerlo, pídale permiso primero y entonces…

—Niñera. —Su tono de voz era más bajo de lo normal. Además, su rostro no mostraba emoción alguna. Esto hizo que, al instante, su guardiana cerrara la boca, aturdida—. Soy Yurina Carthia y no hay nada en este mundo que no pueda hacer si ya lo he decidido.

Una persona común, pensaría que este comentario estaba fuera de lugar para una niña de diez años, la cual apenas conoce el mundo, pero ella pertenecía a la familia Carthia, así que sus palabras no estaban vacías.

Había crecido como una hija amada y tenía derecho a todo lo que deseara. Eso significaba que, si lo que quería era traer a un niño del orfanato y apoyarlo, no necesitaba pedir permiso de nadie.

Su guardiana se quedó con ganas de debatirle, pero ya no podía hablar. Fue apartada con una sola mirada de su ama, quien se subió al carruaje.

Dentro, el niño miraba el colorido decorado del coche con un rostro lleno de curiosidad, pero al instante en que Yurina subió, se enderezó en su asiento. Ella se sentó frente a él y le miró de arriba abajo, lo cual hizo que él retrocediera hasta que se topó con el respaldo del asiento.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras con esos ojos? Cuando dijiste que me cuidarías y no sería tu juguete, todo fue una mentira, ¿verdad?

—¿No te dije que tuvieras cuidado con las palabras que salen de tu boca? —susurró en voz baja. Luego, le sonrió al recordar el contenido de la novela. Era necesario que fuera agradable al hablar; todo sería en vano si no podía conseguir su favor. No quería terminar como en la historia original—. ¿Cuál es tu nombre?

—Tom… —susurró, sorprendido por el cambio de actitud en ella y encogiéndose de hombros.

¿Tom? ¿Ese era su nombre original? No podía recordarlo o quizás nunca estuvo escrito en el libro, fue tan trivial que apenas lo había tomado en cuenta.

—Es un nombre muy común, ¿deseas conservarlo? —Era obvio para ella que odiaba ese nombre, así que le ofreció cambiarlo. Su madre, quien nunca sintió afecto por él, le había llamado Tom porque un cliente regular de su bar tenía ese nombre.

Como era de esperar, el niño negó con la cabeza y respondió:

—No.

—Entonces, ¿qué te parece si te doy un nombre nuevo como regalo por dejarme patrocinarte?

En la novela, lo primero que hizo el marqués Defrom fue asignarle un nombre. Sin embargo, ella sabía que los niños suelen entusiasmarse con cosas triviales, así que, si quería empezar a destruir la barrera entre ellos, debía empezar a presionar sus puntos débiles. Al ver que el niño guardaba silencio, dio por hecho que estaba aceptando.

—¿Qué te parece Raynard? Ray para abreviar.

El nombre «Charion» lo había escogido el marqués en la novela y era una palabra antigua que significaba «ganador». Sin embargo, su elección no era porque consideraba que el niño sería un ganador, sino porque el marqués se consideró a sí mismo uno por haberlo encontrado.

Ella sentía que, si lo volvía a llamar así, moriría en sus manos como en la novela y el marqués sería nuevamente el vencedor. Además, era un nombre bastante arrogante.

De todas formas, nunca me gustó el nombre que le dio Defrom.

Raynard era mucho mejor, significaba esperanza en el idioma antiguo y eso era justamente lo que él se había convertido para ella: la única esperanza de salvarse de esa muerte predestinada. Todavía no era algo definitivo, pero mínimo le traía algo de consuelo y eso, por ahora, era más que suficiente para sobrevivir.

Lugiia
Es muy lindo que Yurina lo vea como su esperanza <3 Por cierto, detrás del nombre de Ray, en la actualidad, se esconden varios significados, uno de ellos es un ser «sabio y protector»

El niño repitió aquel nombre un par de veces y bajó su cabeza; sin embargo, no dijo nada y el carruaje arrancó con cierta velocidad, dejando a Yurina en espera por su respuesta.

—¿No te gustó? —preguntó ella cuando parecía que el niño no volvería a hablar—. ¿Tom?

—Mi nombre no es Tom —respondió, agachando su cabeza aún más—, es Raynard. —De repente, sus delicadas orejas, escondidas entre ese rubio cabello, se tornaron rojas.

♦ ♦ ♦

El marqués Carthia apretó su entrecejo entre su índice y su pulgar; el dolor en su cabeza estaba empezando a ser realmente molesto. Este había ido en incremento en el momento en el que la discusión con su hija se había prolongado.

—Yurina, si de verdad quieres adoptar a ese niño, le diré a Robert que lo eduque para que pueda servirte. —Siempre había tratado de complacer a su hija. Todo porque su apariencia era prácticamente igual a la de su esposa.

Él amaba a sus tres hijos, pero después de haber sido bendecido con una niña, le había dado un lugar especial en su corazón.

Gracias a ese inmenso cariño, no dudó en darle permiso hace unos meses. En ese entonces, la petición de su adorable hija era que le permitiera ir a los orfanatos para entregar útiles a los niños. Sin embargo, la situación ahora era diferente.

¿Qué demonios está diciendo esta niña?

Cuando fue a recibirla, preocupado por su tardanza, la vio bajar con un niño del carruaje.

Se trataba de un plebeyo, con ropa ligera y descuidada, cargando un pequeño bolso en sus brazos. De inmediato, trató de entender la situación antes de que alguien se la explicara.

Al principio, pensó que había traído a un compañero de juegos que podría acomodar entre la servidumbre. Intuyó que se había guiado por la curiosidad que el niño había despertado en ella, seguramente debido a esa apariencia tan fuera de lo común entre los nobles de su edad.

No estaba del todo mal, más aún tomando en cuenta que ya había pensado en encontrarle un compañero de juegos que le sirviera como asistente, así que empezó a dar instrucciones para que le instruyeran en sus futuras labores. Sin embargo, su hija le siguió hasta la oficina y le hizo saber sus planes.

—Padre, este niño ha nacido con talento mágico, así que lo voy a patrocinar.

No era nada fuera de lo común que los nobles patrocinaran plebeyos talentosos, incluso era considerado una virtud el apoyarlos. Cuantos más fueran los niños que patrocinaban, más aumentaba el prestigio de la familia.

Por esa razón, incluso se había vuelto un medio para mostrar su poder de capital ante los ojos de la sociedad, así que las familias siempre estaban tratando de encontrar gente talentosa que apoyar.

El propio marqués Carthia había estado patrocinando niños en varios campos desde hace mucho tiempo. Aaron, por ejemplo, era un talento famoso en el Imperio el cual había descubierto a una edad temprana hace más de una década.

Sin embargo, para seleccionar niños a los cuales apoyar, se llevaban a cabo varios procesos y que su hija solo fuera a un orfanato, y trajera a un niño inusual que apenas había visto, no era uno de ellos.

¿Cómo lidiaría con el ridículo si, después de patrocinarlo, resultaba que el niño no tenía ningún talento?

Trato de explicárselo a su hija paso por paso, pero sin importar cuanto trató de hacérselo entender, ella no doblegó su voluntad.

—El niño no se quedará conmigo como sirviente, tiene el talento suficiente para ser admitido en la Real Academia Mágica de Cron.

El reino de Cron era inferior al imperio en el que ellos se hallaban. Básicamente, lo derrotaban en aspectos como territorio, poder militar y economía. Sin embargo, el estatus de aquel reino residía en su nivel mágico, el cual era, por mucho, superior al del Imperio.

Aquellos que querían aprender magia preferían ir a estudiar al pequeño reino de Cron antes que ir al Imperio.

Entre las escuelas mágicas de ese reino, había incluso una academia que era famosa por no admitir a cualquiera. Su proceso de selección tenía estándares tan altos que tenían más asientos que alumnos.

Era imposible saber si ese niño tendría el talento para lograr ir a la Real Academia Mágica de Cron. Además, aún era demasiado joven. ¿Cómo le diría eso a su adorable hija que estaba acostumbrada a hacer todo lo que quería?

—Yurina —comenzó a decir su padre, ordenando sus pensamientos mientras miraba a su encantadora hija—, creo que no podremos llegar a una solución nosotros, así que llamaré a Dave. En estos momentos, está en el laboratorio, así que le enviaré una carta para ver si puede venir después de la cena.

Dave era un mago perteneciente a la familia y su única opción. Sin importar cuán firme trató de ser con su hija que lo miraba fijamente, no pudo derrotarla.

Él sería una opción objetiva que evitaría las lágrimas de su niña.

—Si él reconoce que el niño tiene talento, entonces oficialmente será tuyo para que lo patrocines; sin embargo, si carece de talento, será educado como un sirviente, ¿entiendes?

—Como ordenes, padre.

Al ver como su hija sonreía complacida, se sintió un poco extraño. Parecía emocionada, como si ya hubiera logrado su propósito.

Ella ya sabía que, una vez que el mago lo viera, estaría ansioso por apoyarlo sabiendo el talento que se escondía tras sus ojos. Seguramente no querría que lo enviaran a la Academia y trataría de enseñarle él mismo. Había escuchado que pertenecía a un clan de hechiceros, en algún extraño lugar, donde «coleccionaban» talentos, pero ella no podía confirmar eso.

De todas formas, no tengo planes de morir.

Aún era demasiado pronto para saber si le había ganado al destino o sería condenada a una maldición.

No estaba segura por qué la gente envidiaría la vida de esta chica aristocrática, ella misma se había convencido varias veces que habría sido mejor no reencarnar. Mucho menos en un cuerpo en el cual todavía no se acostumbraba a su vida.

Sin embargo, tan pronto como reencarnó, su primer deseo fue que quería vivir. Parte de este pensamiento se debía al recuerdo de todas las experiencias que perdió a causa de aquel accidente, pero no era la razón principal.

Era por el miedo a volver a experimentar el momento de su muerte, ese instante en el que se desvanecía sin poder hacer nada. Quería vivir al máximo por todo el temor que le daba morir.

No me rendiré.

Ahora tenía una pequeña luz al final del túnel y su corazón aún latía. ¿Acaso era porque la idea de morir de nuevo le hacía querer no rendirse al destino?

Este es mi cuerpo ahora.

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