¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 10.5: El hermano mayor, Eugene

Traducido por Lucy

Editado por Ichigo


—¿Quién trajo a la Marquesa de Leonard adentro sin mi permiso?

Caía la noche, el siervo de Ernst reunió a todos. Fue porque lo pidió el maestro que se convirtió en el duque esta primavera.

—Ustedes saben que muchas personas en la mansión han sido despedidas esta noche.

Sin embargo, los ojos que miraban a las personas reunidas frente a él eran tan duros que no podían ser de un niño.

—La razón por la que no pertenecen a ese grupo es porque no creo que fueran los que traicionaron a Ernst.

Era hora de que todos sus hermanos menores fueran a dormir.

Eugene se dirigió hacia allí solo después de confirmar que todos se habían acostado y estaban dormidos.

—Me atrevo a preguntar quién abrió la puerta de Ernst sin mi permiso.

Algunos parecían descontentos por haber sido despertados a altas horas de la noche.

—¿Lo que sucedió es una broma para ustedes?

Pero pronto, al sentir la voz fría que se clavaba en sus tímpanos, se asustaron y temblaron.

Hasta ahora, se daba cuenta de que tenía suerte. Bajo la protección de sus padres, podía ser un niño.

—No voy a mostrar misericordia a los que han roto mi fe nunca más.

Pero ahora tenía que proteger, no ser protegido.

—Ernst no necesita a nadie que no reconozca a su dueño.

Hasta ahora, la vacilación había permanecido en su interior. Hubo innumerables veces que quiso huir por miedo, pero eso lo dejó todo hoy.

La tranquila primavera ya había terminado, y ahora solo le esperaba un duro invierno.

Las cosas horribles que haría a partir de ahora serían las mismas. Por mucho que intentara escapar, prefería caminar por su propia voluntad.

¿No era ese su destino?

—Una vez más, ustedes, yo, y todos, no defraudaremos a Ernst.

Sí, ahora era el momento de decir adiós a su infancia cuando era débil.

♦ ♦ ♦

—¿No dijiste que no hacías de la caza un pasatiempo?

El bosque estaba lleno de olor a tierra seca y a hierba. Las piñas, que caían de los frondosos árboles, rodaban debajo de sus zapatos de cuero.

Eugene respondió mientras miraba la espalda del Conde Scumaha, que era el señor del encuentro.

—Sí, mi habilidad de tiro es un desastre.

—Sí, tu padre tampoco era muy bueno disparando.

¿Qué tan bien pensaba de él, dándole la espalda? Nunca habría desconfiado de que algo pasaría.

—He oído las palabras de formalidad hace un par de días. Le ha tirado un poco de mierda a su tía.

Además, él ya había roto todo con una amenaza descarada, y su tío seguro estaba pensando en otra manera de devolverlo.

—Pero es que a ella se le fue la mano.

Le hizo gracia que pensara en hacer algo más que eso. Eugene trabajó en eso un día lluvioso de otoño.

—¿Ya están mejor las heridas de tus piernas?

Antes de saber que el conde Schumaha se estaba burlando de Kabel, Eugene se estaba dando cuenta de la incomodidad exterior e interior que sentía por Ernst.

No esperaba que los que estaban allí se revelaran de inmediato y le tomaran el pelo con descaro.

—Todavía me duele.

—Sí, tu caminar parece muy incómodo incluso ahora.

De hecho, sus piernas habían sido restauradas casi por completo hace algún tiempo, pero fingir ser un imbécil con sus piernas le ayudaría con el trabajo de hoy.

Entonces, la suavidad de fingir inocencia ayudaba con su vigilancia.

Por eso, se preguntó si había soportado la conspiración mordiendo su ingenuidad.

—Eugene, estoy seguro de que no te gusta cazar, pero cuando se hace, los accidentes de las armas de fuego rara vez suelen ocurrir.

Los dos se adentraron cada vez más en el bosque.

—Sí, ten cuidado cuando pienses en una presa y en una persona.

—Son palabras que dan miedo.

—No te preocupes.

—¿Te confundiría con una presa aquí?

—Sí, aunque ocurriera un accidente, no es para alguien experimentado como tú, sino para alguien que no es bueno cazando, como yo.

De repente, un pequeño sonido resonó en el tranquilo bosque. Por reflejo, el Conde Schumaha miró hacia atrás al escucharlo.

Poco después, los pájaros sentados en el árbol, desplegaron sus alas, y volaron juntos en respuesta a una ráfaga de sonidos en sus oídos. El olor de cada trozo de munición se extendió en el aire claro.

Eugene bajó poco a poco el cañón con el que apuntaba hacia delante y se acercó a la persona que había caído al suelo.

—Dang Sook, ¿te duele algo?

—Ah, ah. Maldita sea…

—Tío, acabo de pagar mi última deuda, no exageres.

Sangre roja fluía en la pierna perforada por la bala. El líquido rojo mojaba el traje de caza rebosando con generosidad incluso sobre las hojas secas del suelo donde estaba sentado el conde.

Incluso Eugene no podía pensar en él como un perro. Era un caparazón.

Jaja, cualquiera lo haría.

Quién hubiera sabido que un niño de solo catorce años, le dispararía a una persona que no significaba nada.

Nadie habría pensado que tendría el coraje para hacer eso, y tal vez fue porque era Eugene y no otra persona.

El niño sonrió al ver la expresión de asombro de su tío.

—Dang Sook, no disfruto cazando, pero… Nunca fallo a la presa una vez que apunto.

El color negro era tan implacable como el depreadador apuntando a la presa.

—¿Dijiste que la espada original de Ernst tiene una miríada de historias de sangre? Solo tener la sangre de mi padre no me hace merecedor de ser el líder. Tú lo has dicho.

El chico que estaba frente a él no era el recto que conoció hace un tiempo, y ni siquiera habría pisado por accidente un camino distinto a éste.

—Entonces hagámoslo, tío. Vamos a ver quién sobrevive a este lío.

Eugene, que había eliminado por completo sus puntos débiles, no dudó en luchar.

—Vamos a permanecer separados por un tiempo.

Al día siguiente, con sus hermanos, llevando a Hari de vuelta a la mansión, Eugene por fin decidió lo que le preocupaba y llamó a sus hermanos menores.

Trató de encontrar a la mujer que trajo la señora Leonard a la mansión y los sucesos de la noche anterior, pero no fue suficiente.

Nadie en Ernst podía creer con facilidad en él, y tener a sus hermanos menores aquí era más arriesgado que nunca.

Al no tener poder, no podía protegerlos.

Solo por estar cerca, seguían siendo objetivos para atar de pies y manos a Eugene, y aquí sus debilidades solo eran ellos.

Así que los envió lejos con la persona de mayor confianza.

Era ridículo que en estos momentos fuera más confiable apoyarse en una persona que no compartiera ni una gota de su sangre, pero era inevitable.

Tal vez lo deje en el futuro y les agradezca a todos por vivir. 

No…

Pero la verdad puede haber sido todo excusas. Tal vez solo no quería mostrarles lo que iba a hacer a partir de ahora.

No quería que sus hermanos pequeños supieran lo que hizo, aquello sucio, feo e incluso terrible.

¿No es que voy a imitar a los buenos adultos de Ernst, incluyendo a Dang Sook?

Como aún eran sus hermanos pequeños, pensó que quizás no entenderían su elección.

Aun así, fue un susurro de aquella niña lo que lo hizo volver a él.

—Todo está bien. Mi hermano está bien. 

La noche desesperada, como las palabras que le consolaban y le susurraban sin pena. Sí, aunque estemos separados, somos familia.

—No me mires con esos ojos —dijo—. Así que hasta que tengamos el poder de protegernos, tenemos que separarnos un poco. Aunque lo oigan los adultos. Como un chico joven, un chico de 14 años, ¿habría apuntado a propósito… un arma a Dang Sook?

La voz cortés de Eugene era tan extraña ahora, que incluso le daba una mala sensación.

El Conde Schumaha, sosteniendo sus piernas ensangrentadas y gimiendo, extendió la mano hacia el arma que estaba a su lado.

Tal vez, fue suficiente por un momento para recoger el largo cañón y apuntarlo a Eugene. Pero dejó caer el arma que sostenía incluso de dispararla.

—No se me da bien disparar, y podría equivocarme.

El conde se agarró el dorso de la mano ensangrentada e intentó frenar la hemorragia, donde Eugene acababa de dispararle de nuevo.

—¿Por qué viniste a este profundo bosque con tu pequeño sobrino? Nunca me hubiera imaginado ser una presa. El día que llovió. Si solo estaba desperdiciando mi vida, viviendo como una marioneta y te escuché gemir en el suelo. ¿No dijiste eso? Qué triste se pondrían mis hermanos si yo, como mis padres, muriera así.

En el humillante recuerdo de aquel día, que aún le hacía desvelarse, Eugene era una bestia atrapada, pero ahora la relación entre el cazador y la presa había cambiado.

—Mientras en tu vida temiste tanto a mi padre, te sentirás culpable al verme apoderarme de todo.

Eugene aprendió a disparar directo de su padre, el ex duque Ernst. No podía disfrutar de la caza dentro de su castillo. Por eso nunca tuvo la oportunidad de cazar una presa.

—Incluso podría haber pensado que un bebé nacido de un depredador sería un gato.

Pero aún así, no hay tolerancia para la presa que lo atrapó primero. ¿No fue la persona que tenía delante la que le dijo que ya era un adulto?

—Dijiste que lo haría según la ley de Ernst, y ahora respetaré tu palabra.

Como no había nadie a quien dirigirse, tuvo que levantarse con todas sus fuerzas, con sus dos piernas, para mantenerse en pie y defenderse.

—Pero, mi paciencia no es tan grande como la de mi padre.

Para ello, no dudará en matar a los que le tapen los ojos como lo hizo ahora. Para que pueda alcanzar a esas personas con sus sucias manos.

Para esto, estaba dispuesto a meter su cuerpo en el barro, no dudaría en empaparse en él, o mancharse las manos de sangre.

—De todos modos esto es un simple accidente con una arma de fuego.

Eugene sonrió, sintiendo el viento frío a través de sus mejillas.

Con el fin de saludar a la primavera para cuidar de su precioso pueblo, de alguna manera superaría este duro invierno solo.

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