Traducido por Sweet Fox
Editado por Herijo
—¿En serio, Kabel?
—Siempre es tan activo y alegre. Da gusto verlo.
Risas joviales resonaron en el comedor. Ahora mismo nos encontrábamos en la residencia Bastier.
Accediendo a mi petición anterior, Eugene nos había traído a los hermanos y a mí para reunirnos con ellos.
Como siempre, los Condes veían con buenos ojos el carácter difícil de Kabel y lo elogiaban con satisfacción. Pude sentir claramente cómo Kabel se erguía de orgullo. Viendo esa escena, Erich frunció el ceño y dijo:
—No lo halaguen tanto, por favor. Se lo va a creer.
—¡Sé perfectamente que me tienes envidia! Bueno, ¡quizás podrías parecerte un poco a este hermano! No te rindas todavía.
Envalentonado por los elogios de los Bastier, Kabel resopló con desdén ante las palabras de Erich. Ni siquiera pareció notar cómo el rostro de Erich se helaba.
—Erich, solo aguanta. Es Kabel, ¿qué esperas?
—Sí, Erich. Louise tiene razón.
—Cierto, ambos tienen razón.
Apoyé las palabras de los hermanos Bastier. Entonces Kabel arrugó la cara y gritó:
—¡Oigan, ustedes! ¿Qué quieren decir con eso? ¡Me está molestando un poco! —Aunque no entendiera el significado exacto, pareció darse cuenta de que nos estábamos burlando de él. Vaya, ¿así que no es tonto del todo? ¡Qué descubrimiento, que tenga ese mínimo de perspicacia!
Quizás porque era una rara ocasión en la que estábamos todos juntos, el comedor estuvo animado de principio a fin. La conversación fluía amistosamente sin pausa. Yo también disfrutaba de este rato en Bastier después de tanto tiempo.
En un momento dado, el Conde Bastier dirigió su mirada a Eugene y preguntó:
—Y bien, ¿cuándo podremos oír las buenas noticias?
Mi mano, que estaba pinchando la ensalada con el tenedor, se detuvo ante sus siguientes palabras:
—Ya ha pasado bastante tiempo desde el compromiso, ¿verdad?
Los Condes Bastier parecían curiosos por saber por qué aún no había noticias de la boda de Eugene, a pesar de los años transcurridos desde el compromiso. Sin embargo, basándome en mi experiencia de la vida pasada, aún quedaban varios años de margen hasta ese momento. Pero, como si quisiera ridiculizar mis pensamientos, Eugene respondió al instante con rostro tranquilo:
—Según lo previsto, la fecha se adelantará un poco. Les informaré cuando todo esté concretado.
Pum.
En ese preciso instante, sentí como si una pesada piedra cayera en mi pecho. Lo miré sorprendida, sentada frente a él. No fui la única; Kabel y Erich, que estaban allí, también parecieron sobresaltarse.
—¿Qué? Hermano, ¿te casas?
—¿Por qué tan rápido? Podrías tomártelo con más calma.
Ante sus palabras, Eugene solo esbozó una leve sonrisa. Aparté la mirada, esperando que mi rostro no pareciera extraño. ¿Eugene se casaba pronto…? Aunque sabía desde el principio que ese día llegaría, no podía controlar la agitación de mi corazón. Pero no debo sentirme así. Si es lo que Eugene realmente desea, debo felicitarlo. Con esa determinación, relajé mi expresión, que amenazaba con endurecerse. Estaba tan concentrada en ello que ni siquiera me di cuenta de que alguien observaba mi rostro.
♦ ♦ ♦
—¿Te molesta que Eugene se case pronto?
Cuando la cena terminó y todos se retiraron a las habitaciones preparadas en Bastier, Johannes vino a buscarme. Me sobresalté ante sus palabras, pero él continuó, como si me entendiera perfectamente:
—Todo el mundo sabe que el afecto fraternal de los Ernst es excepcional. Y además, pasaron varias cosas entremedio. —Parecía interpretar mis sentimientos sobre la boda de Eugene como simple tristeza fraternal. Era una suposición lógica.
—No te preocupes. Estaré a tu lado. Para que no te sientas sola.[1] —susurró Johannes, intentando consolarme. Pero no pude decirle nada. Lo que sentía en ese momento no podía explicarse con esas palabras.
♦ ♦ ♦
—Señorita Ernst, si me permite, ¿bailaría la siguiente pieza conmigo…?
—Concédame el honor de bailar con usted, señorita.
Un tiempo después, asistí a un baile. Como no era obligatorio ir con acompañante, hoy había venido sola, únicamente con Ethan. Tras rechazar con una sonrisa las numerosas solicitudes para bailar que me llegaban de todas partes, me dirigí a la terraza.
—Ah, qué cansancio.
Ethan me siguió hasta la terraza vacía, pero no le presté atención y me dejé caer en una silla sin más. Mi vestido ondeó ampliamente, dejando al descubierto mis pies calzados. Me dolían un poco y quería quitarme los zapatos, pero pensé que no era apropiado hacerlo estando Ethan presente, así que lo soporté.
Al hundirme en el mullido cojín, mi cuerpo se relajó al instante. Dejé que la música que llegaba a mis oídos se desvaneciera mientras fijaba la mirada en el cielo nocturno más allá de la baranda.
Ir tan elegantemente vestida y frecuentar salones de fiesta ostentosos… antes me gustaba porque sentía que era una prueba de mi pertenencia a su mundo. Ahora recibía mucha más atención y afecto que entonces, pero… ¿por qué? Por alguna razón, me sentía un poco vacía y melancólica. Bueno, si mi yo anterior viera esto, seguramente diría que son quejas de niña consentida.
—Caballero Bishop, ¿no le gustaría entrar a bailar y socializar? —pregunté de pasada a Ethan, que permanecía silenciosamente en un rincón, como para no molestar mi descanso. Siempre me había preocupado que no pudiera disfrutar de su juventud por pasarse todos los días escoltándome.
Ethan respondió con voz neutra:
—No puedo.
—¿Por qué? Si es por escoltarme, puedo hablar con mi hermano.
—No es eso…
Si era por mi causa, pensaba sugerirle a Eugene que ya era hora de que Ethan dejara de escoltarme. Como no había ocurrido nada especialmente peligroso hasta ahora, creía que ya podía relevarlo del cargo.
Pero Ethan dio una respuesta inesperada a mi pregunta:
—No tengo derecho a ello.
¿Eh? ¿Qué quería decir con eso? Me quedé perpleja ante sus inesperadas palabras.
—¿Derecho? ¿Qué quiere decir? ¿Quién decide esas cosas? —No entendía en absoluto a qué se refería Ethan.
¿Que no tenía derecho a bailar en un salón o a relacionarse con otras personas? ¿Por qué?
Sin embargo, él no parecía dispuesto a continuar la conversación. Observé sus labios firmemente sellados y me erguí un poco en la silla.
—Caballero Bishop…
Toc, toc.
Justo cuando iba a llamarlo de nuevo, sonaron unos leves golpes en la puerta. A través de la puerta de cristal, vi nada menos que a Rosabella.
Ethan, adivinando mis pensamientos, se movió en mi lugar y abrió la puerta de la terraza. Después, inclinó la cabeza ante Rosabella y ante mí a modo de saludo, cerró la puerta y salió. Observé cómo Ethan se colocaba de espaldas al otro lado de la puerta de cristal y luego dirigí la mirada hacia quien acababa de llegar.
—Yo también quería tomar un poco el aire.
—Venga, siéntese aquí. —Arreglé los pliegues de mi vestido en la silla para hacerle sitio. Las sillas de la terraza eran para dos o tres personas, así que cabíamos perfectamente.
—Parece cansada.
—Un poco, sí. —respondió ella asintiendo con facilidad cuando se lo dije con cuidado.
—¿Oyó que nuestra boda probablemente se adelante, señorita Hari?
—Sí. —respondí brevemente y guardé silencio un momento. Luego añadí con una sonrisa: —Aunque aún sea pronto, felicidades. Me alegra que vaya a formar parte de mi familia.
Pero Rosabella sonrió de forma extraña ante mis palabras y dijo algo incomprensible:
—Bueno, ¿es algo que merezca felicitaciones?
No entendiendo a qué se refería, me limité a mirarla.
—La verdad es que no tengo una personalidad tan blanda como para anhelar el amor o el matrimonio. —Su voz tranquila se superpuso a la música que se filtraba desde el salón. —Pero últimamente pienso si no habría habido otras opciones mejores ante mí. ¿Será porque mi corazón está dudando ahora que se habla de la fecha del matrimonio?
Efectivamente, como sugerían sus palabras, la expresión de Rosabella parecía albergar una mezcla de emociones. En sus pupilas, que miraban las luces más allá de la terraza, parecía haber incluso una leve sombra de preocupación.
Me sorprendió un poco ver así a Rosabella por primera vez. Pero, pensándolo bien, quizá era natural. Dicen que las novias suelen tener sentimientos encontrados antes de la boda. Además, el suyo no era un matrimonio por amor, sino por conveniencia. Por tanto, era comprensible que tuviera estos pensamientos al acercarse la fecha. Como, a diferencia del pasado, habíamos entablado cierta amistad, quizás por eso se sinceraba así conmigo.
Entonces, ¿qué debería decirle?
—¿Por qué no habla más a fondo con mi hermano? —sugerí tras pensarlo un momento, bajando la mirada. —Así podrán conocerse mejor que hasta ahora.
En realidad, yo llevaba tiempo deseando que ambos dedicaran tiempo a conocerse. Ya que iban a casarse y pasar toda la vida juntos, aunque no empezaran así, si llegaran a amarse, no habría nada mejor.
—Si le parece bien, ahora o después del baile…
—Hari, no tiene que esforzarse tanto. —Pero Rosabella me miró fijamente y negó con la cabeza. —Sé que siempre se esfuerza por él y por mí.
—Rosabella…
—Hari, la aprecio. No necesariamente por ser la hermana de mi prometido, la considero una amiga. Por eso quiero ser sincera con usted. —Sus siguientes palabras me dejaron sin habla.
—Yo no lo amo, y él tampoco me ama. Y creo que eso probablemente no cambiará en el futuro. —murmuró con voz indiferente, como si declarara una verdad firme sin la menor vacilación. —Lo que existe entre él y yo es confianza y deber; puede que haya respeto mutuo, pero no sentimientos de amor. Y nunca he sentido ni la más mínima pena por ello.
Sus palabras eran tan secas que resultaban hasta frías. Contuve la respiración y la miré.
—¿No nos entiende? —preguntó Rosabella, esbozando una leve sonrisa, quizás al notar mi mirada atónita. Pero ni siquiera ella parecía muy contenta al decir esto. —Crecí aprendiendo desde pequeña que este tipo de relaciones eran lo racional. Quizás sea muy diferente del ambiente en el que usted creció. Parecía que él tampoco tenía la menor intención de casar a sus hermanos como a sí mismo.
No era que no lo entendiera en absoluto. De hecho, si entraba ahora al salón y miraba alrededor, seguramente vería a muchas personas casándose por motivos políticos como ellos.
—Aun así, ¿quizás sea una suerte? Así como yo no lo amo, él tampoco espera amor de mí.
Pero…
—No ponga esa cara.
No sé cómo describir este sentimiento.
—No me considero infeliz por esto. —Tras decir esto, Rosabella giró la cabeza hacia adelante, como si no tuviera intención de seguir hablando.
A nuestro alrededor, solo se oía de nuevo el suave murmullo de la música. Yo tampoco pude decir nada más. Qué egoísta soy. Al escuchar a Rosabella, en quien pensé primero no fue en ella, sino en Eugene. Antes de preocuparme por Rosabella y su matrimonio sin amor, pensé en Eugene. Un rincón de mi pecho se sintió frío ante sus palabras, afirmando que en su matrimonio habría respeto y confianza, pero nunca amor.
♦ ♦ ♦
—Hari.
Cuando salí del salón y caminaba hacia donde estaba el carruaje, alguien me llamó.
—Hermano. —Era Eugene, parado tranquilamente bajo la luz.
—La señorita Rosabella también asistió hoy.
—Sí, la vi. Vengo de despedirla. —Parecía que, al no haber podido acompañarla a la fiesta por estar ocupado, había encontrado tiempo para verla aunque fuera tarde. Dada la personalidad de Eugene, era lógico que cumpliera con sus obligaciones como prometido.
El aire a nuestro alrededor era bastante frío, ya que el otoño estaba dando paso al invierno. Eugene entrecerró ligeramente los ojos y dijo, quizás notando que mi ropa no era muy gruesa:
—Volvamos ya. Sube primero al carruaje.
Pero en lugar de tomar la mano que me tendía, me limité a mirarlo. Las palabras que le había oído a Rosabella en el salón resonaron de nuevo en mi cabeza.
“Yo no lo amo, y él tampoco me ama. Y creo que eso probablemente no cambiará en el futuro”.
“Lo que existe entre él y yo es confianza y deber; puede que haya respeto mutuo, pero no sentimientos de amor. Y nunca he sentido ni la más mínima pena por ello”.
—Hermano…
¿Está bien así…? ¿De verdad está bien? Una pregunta tan tonta subió hasta mi garganta y se deshizo como polvo.
Eugene pareció encontrar extraño que lo llamara y no dijera nada. Como incluso a mí me parecía rara mi actitud, entendía perfectamente que tuviera dudas.
—Hermano, ¿te gusta la señorita Rosabella? —pregunté, mirándolo mientras la luz teñía de dorado un lado de su rostro.
Eugene guardó silencio un instante y luego…
—Sí. —respondió.
Sí, lo sé. Interferir más sería una intromisión. Y además, es cobarde.
—Sí, yo también creo que Rosabella es una buena persona. —Le sonreí. En realidad, sentía un dolor punzante por dentro y preferiría llorar, pero aun así sonreí.
No puedo evitarlo. Como desde hace un tiempo tú ya no sonríes mucho, no me queda más remedio que sonreír yo.
—Vamos, hermano.
Ojalá seas feliz. Si pudiera, querría hacerte feliz. Creo que, en realidad, ha sido así desde hace mucho tiempo. Pero era un sentimiento que probablemente no revelaría hasta morir. Tomé la mano de Eugene y subí al carruaje.
Ojalá el tiempo se detuviera aquí. Pero era un deseo imposible.
♦ ♦ ♦
En pleno invierno, Kabel se graduó de la Academia. ¡Por fin nuestro segundo hermano recibía su diploma! Me sentí profundamente conmovida. Por supuesto, Kabel también se había graduado sin problemas en mi vida pasada, pero esta vez, como había llegado a traer un espectacular boletín de notas con reprobados en todas las asignaturas, estaba especialmente nerviosa. Además, como el futuro actual no seguía exactamente mis recuerdos, no podía evitar sentir cierta inquietud.
Y por si fuera poco, ¿cuántas veces había estado el segundo difícil al borde de reprobar el curso hasta ahora? Uf, pero ¡la graduación! De verdad, fue muy emocionante.
—¡Hermano! ¡Felicidades por graduarte!
—¡Jajaja! ¡Ya te dije que no te preocuparas! ¡Los exámenes de graduación son pan comido! [1]
—¡Sí! ¡Eres el mejor! ¡Genial!
—¡Jajajajaja!
Pensé que, al menos hoy, podía halagar a Kabel todo lo que quisiera, así que le dediqué una tormenta de elogios. El segundo hermano se puso engreído y sonrió de oreja a oreja. Mmm… que mis elogios hacia él se volvieran todos similares probablemente era solo mi imaginación. ¡Absolutamente no era que hablara descuidadamente por pereza!
—Felicidades también a ti, Johannes.
—Gracias.
Como no solo se graduaba nuestro segundo hermano, felicité también a Johannes. Él era el primero de su clase, así que hoy subiría al estrado como representante en la ceremonia. Vaya, sí que ha crecido admirablemente. A pesar de ello, mostró humildad diciendo: “Solo tuve la suerte de ocupar el primer puesto porque un amigo se graduó antes”.
—La ceremonia va a empezar. Tenemos que irnos.
Antes de la ceremonia, Kabel y Johannes se dirigieron hacia donde se reunían los estudiantes. Yo también fui hacia atrás con Erich y Louise para ver la graduación. Eugene dijo que solo podría venir hacia el final, y los Condes Bastier se habían retirado hacía un rato a saludar a unos conocidos.
En ese momento, un joven se acercó a mi lado y me habló con rostro nervioso:
—Disculpe, señorita Ernst. ¿Quizás me recuerde? Me presenté en el banquete de la casa del conde Marjoram el mes pasado. —¿Mmm? Me sonaba vagamente. Pero fingí reconocerlo, sonreí y dije:
—Hola, ¿usted también se gradúa hoy, joven maestro?
—¡Sí, así es!
—Felicidades.
Pude saber que era un graduado por la cinta azul en su uniforme. Me di cuenta de que mucha gente a nuestro alrededor nos miraba de reojo. Por otro lado, oía comentarios intermitentes como: «Qué valiente buscando ser el primero…» o «¡Ah, iba a hablarle yo primero y se me ha adelantado!».[3]
—Señorita Ernst, si no es indiscreción, ¿le gustaría la próxima vez reunirse conmigo…?
—¿Por qué hay tantos mosquitos en pleno invierno?
Justo cuando él se decidía a continuar, Erich, a mi lado, murmuró. Pero resonó alrededor con una voz demasiado alta para ser un murmullo para sí mismo.
—Atrapar mosquitos es la especialidad de Kabel.
En ese instante, el rostro del joven frente a mí se puso pálido como la cera. Sentí que el ruido ambiental también cesaba de golpe, quizás fue mi imaginación.
—¡L-lo siento! ¡Disculpe la molestiaaaaa…!
El joven salió corriendo a toda velocidad, sin siquiera terminar lo que intentaba decirme. Parecía huir como alma que lleva el diablo de algo invisible.
—Vaya, hermano, eres realmente malvado.
—¿Yo qué he hecho? —respondió Erich descaradamente al tono hastiado de Louise. Yo, por mi parte, estaba estupefacta.
¿Qué? ¿Este tipo…? Pensaba que solo Kabel les hacía la vida imposible a los chicos que se me acercaban, ¡¿pero resulta que tú también eras cómplice?!
—Si mi camino al matrimonio se bloquea, será culpa de ustedes. —murmuré, indignada.
Y en ese momento, me sobresalté por un pensamiento que cruzó mi mente.
Un momento… Ahora que lo pienso, en mi vida pasada, ¿mi camino al matrimonio realmente se bloqueó? ¿¡No será que la razón por la que fui una solterona hasta los 27 fueron estos tipos !?
—Ah, empieza la ceremonia de graduación.
Pero como la ceremonia empezó inmediatamente, no pude expresar mis crecientes sospechas y tuve que apretar los dientes y esperar a la próxima.
Después de aquello, el segundo ingresó en la segunda orden de caballería del palacio imperial. Me sentí inexplicablemente orgullosa al ver a Eugene y Kabel yendo juntos al palacio cada mañana. ¡Especialmente ver a Kabel tan crecido y comportándose como una persona! Uf, aunque sea la segunda vez, sigue siendo muy conmovedor.
—Señorita Ernst, ¿podría entregarle esta carta al caballero Kabel, por favor? —¿Y encima me llegan peticiones para entregar cartas de amor?
—La última vez que pasé por el Palacio Imperial intenté dársela yo misma, pero justo coincidió con el cambio de turno….
La señorita Marjoram se retorció, tímida y sonrojada. ¡Vaya! No pude evitar sorprenderme un poco. ¡¿Cómo podía haber una señorita que albergara sentimientos románticos por nuestro hermano?! Por supuesto, sabía que como él era bien parecido, a veces había señoritas que mostraban interés fijándose solo en su apariencia. Además, después de convertirse oficialmente en caballero del palacio imperial, parecía que también habían surgido señoritas que lo miraban con ojos brillantes, en plan «¡Qué guapo el caballero!», «¡Qué bien le queda el uniforme!». Pero como la señorita Marjoram lo había visto comportarse como un energúmeno delante de otros, mi sorpresa era aún mayor.
—¿Se refiere a nuestro segundo hermano, Kabel?
—Sí, es justo mi tipo. —La señorita Marjoram volvió a reír tímidamente.
Me quedé atónita y terminé aceptando la carta que me dio. ¡Vaya, vaya! ¡Kabel, aquí hay una chica a la que le gustas! Podía imaginarme claramente cuánto sonreiría cuando le entregara esta carta en casa.
Como hoy estábamos en Selene por el festival de año nuevo, no podría entregarle la carta hasta bien entrada la noche. La segunda orden de caballería tenía que permanecer en el palacio imperial, así que no habían podido venir hoy.
El festival de año nuevo de Arlanta se celebraba cada año en una región diferente del imperio, y esta vez le había tocado a Selene, famosa por su lago de cristal.
El lugar donde se celebraría el evento era alrededor del mismo, que reflejaba el cielo como un espejo. Este lugar presumía de una atmósfera mística, ya que las flores de loto florecían allí en todas las estaciones. Según decían, era porque estaba lleno de la clara energía espiritual de la diosa que protegía Arlanta…. Ejem. En cualquier caso, realmente era un paisaje tan irrealmente hermoso como para que existiera tal leyenda.
—Hari, ¿no tiene frío?
—Lo soporto más o menos. ¿Y usted, señorita Rosabella?
—Yo no soy muy sensible al frío.
Mientras hablaba con Rosabella, miré de reojo a Eugene, Erich y Johannes, que estaban por allí. En el festival, las mujeres y los hombres debían actuar por separado. Aunque ahora mucha gente argumentaba que era anticuado, seguía siendo una tradición desde la fundación del país, una cultura que aún no cambiaba.
—Yo tengo frío.
—¿Quieres mi bufanda?
—No, hermana, tú también tienes frío. —Intenté darle mi bufanda de zorro plateado a Louise, pero la rechazó. En su lugar, tomé sus manos para compartir mi calor corporal. Debía tener mucho frío, sus manos, que se movían mientras las sostenía, estaban heladas.
—¿Por qué celebran el año nuevo justo a la orilla del lago? Con la temperatura del agua, hace aún más frío. —Estuve de acuerdo con la queja de Louise.
Dicen que si recibes la energía de la diosa, el año será próspero o algo así. En mi opinión, es solo una superstición.
—Disculpen un momento.
Pero en ese instante, Rosabella, que estaba a mi lado, se marchó. La observé alejarse sin darle mayor importancia, pensando que quizás iría a saludar a algún conocido o a descansar un momento en otro lugar. Rosabella se dirigió hacia detrás del altar donde estaba colocada la antorcha sagrada para el festival. Me extrañó un poco, porque era un lugar al que normalmente no se iba a menos que fueras personal autorizado.
¿Eh? Pero me pareció ver a un hombre pelirrojo justo en la dirección a la que se dirigía. ¿Un joven pelirrojo? Solo podía ser Dice. ¿Habrá llegado por fin? Creo que oí que se retrasaría un poco. Ahora que lo pienso, decían que Dice tenía fobia a los carruajes. ¿Estará bien, habiendo tenido que viajar en carruaje hasta aquí? La distancia desde la capital hasta Selene era considerable, así que el viaje debió ser largo. Rosabella seguramente lo sabía, ¿quizás había ido a ver cómo se encontraba?
—Louise, yo también voy un momento…
Cuanto más lo pensaba, más me preocupaba por Dice, así que sentí que debía ir a verlo.
—¡Señorita Hari!
Pero entonces, Lavender Cordis apareció frente a mí, haciendo ondear su suntuoso abrigo de piel.
—Aquí estaba. No sabe cuánto la he buscado. —Llevaba un vestido que dejaba al descubierto el cuello y la clavícula, como si no tuviera frío. Por supuesto, llevaba encima un abrigo de piel negro, pero aun así parecía tan fría que solo mirarla daba escalofríos.
—Hola, señorita Cordis.
—¿Puedo estar a su lado cuando enciendan la antorcha? Como han dicho que Su Alteza Dice acaba de llegar, supongo que empezará pronto.
—Claro.
—Entonces, usted y yo, vayamos hacia allí…
—Pero lo siento, señorita Cordis. Tengo un asunto y creo que tendré que ausentarme un momento. Volveré antes de que empiece la ceremonia…. —Le dije a Lavender Cordis con cara de disculpa. Definitivamente, sentía que tenía que ver a Dice antes de que empezara el año nuevo.
—¿A dónde va?
—Un momento por allí…
Pero Lavender me espetó de repente con cara feroz:
—¡Allí es donde acaba de ir la señorita Velontia! ¿No está demasiado unida solo a la señorita Velontia?
Parecía haber visto a Rosabella dirigirse a alguna parte antes de venir a buscarme. Por eso, parecía molesta, pensando que yo iba a encontrarme con ella.
—No voy a ver a la señorita Rosabella.
—¿Ah, sí? —Pero Lavender resopló, como si no creyera mis palabras. —Ahora veo que la señorita Hari miente muy bien.
Yo también empecé a sentirme molesta. Es verdad que había mantenido distancia con Lavender, pero nunca le había faltado al respeto. Sin embargo, Lavender ahora me hablaba con sarcasmo y se estaba comportando de forma grosera.
—Está bien, vaya. La señorita Velontia la estará esperando, así que debería ir para no llegar tarde. ¿No debería darse prisa para poder seguirla?
Miré a Lavender Cordis con cara seria un momento, y sin decir más, reanudé mis pasos que había detenido. Justo entonces, Lavender Cordis me puso la zancadilla.
—¡Ah…!
Casualmente, estábamos justo al lado de la orilla poco profunda del lago. Lavender incluso empujó ligeramente hacia un lado a mi yo tambaleante que había tropezado con su pie.
Caí al agua, tal como ella deseaba.
—¡Oh, señorita Hari! Debería haber tenido cuidado. —La voz que gritaba desde arriba, como diciendo “qué hacemos”, era realmente detestable.
Aun así, el lugar donde caí era una orilla poco profunda donde el agua llegaba solo hasta las rodillas. Podía considerarse una suerte, pero al caer, la mano con la que me apoyé, las mangas, y especialmente la parte inferior del vestido, quedaron completamente empapadas.
Me quedé estupefacta y miré a Lavender con el ceño fruncido. Oye, ¿cuántos años tienes para andar poniendo zancadillas como una niña? ¡Incluso Erich dejó de hacer eso hace 10 años! Además, estábamos en pleno invierno, y los brazos y piernas que tocaron el lago frío estaban helados, como si fueran a congelarse. Hermana, ¿no te caigo bien? ¡Pues tú a mí tampoco! ¿Cómo puede existir una chica tan absurda?
La gente que se dio cuenta de mi percance empezó a murmurar y a acercarse a la orilla. Lavender Cordis seguía gritando exageradamente, fingiendo inocencia:
—Señorita Hari, ¿está bien? ¡Qué desgracia! ¿Por qué estaba parada y se cae sola…? ¡Ahhh!
Pero su descaro no duró mucho. Miré estupefacta a Lavender, que caía de repente a mi lado.
—¡Oh, señorita Cordis! Debería haber tenido cuidado. ¿Por qué es tan torpe de caerse sola? —Esta vez, fue Louise quien exclamó desde arriba. Aunque no lo sabía con certeza, parecía que fue Louise quien la tiró al agua.
Me salió una risa incrédula ante el hecho de que todo esto había ocurrido en menos de un minuto.
—¡Hari!
Pronto, resonó en mis oídos una voz masculina profunda característica. Como no era la voz de una sola persona, supuse que serían mis dos hermanos o Johannes, que asistían hoy al festival. Inmediatamente después, alguien entró en el agua sin dudarlo hacia donde yo estaba.
—Puedo salir sola…. —Miré desconcertada a Eugene, que se acercaba.
—No te muevas, podrías caerte. Ya voy yo. —La verdad es que el vestido mojado pesaba y me costaba moverme. Pero aun así, no deseaba que Eugene tuviera que mojarse la ropa para ayudarme. Como su rostro, que se acercaba gradualmente, estaba helado, no pude hacer ni una cosa ni la otra.
—¡Ah!
Pero lo que me dejó aún más perpleja ocurrió al instante siguiente. ¡Eugene simplemente me sacó del agua y me tomó en brazos! ¡Eek, espere! ¡Esto no está bien! ¡Hay mucha gente mirando, esta situación no es buena!
—E-espera un momento, creo que esto no está bien…
—Quédate quieta.
Pero Eugene, sin importarle si yo me debatía sorprendida o no, siguió caminando con rostro tenso, llevándome con él. Mientras tanto, al desviar la mirada, vi a Lavender mirando a Eugene con el rostro pálido como el papel. Ella, quizás porque había caído a un lado más profundo, estaba más empapada que yo. Pero como Eugene se movió, ya no pude observar su estado. Pronto, vi a gente con los ojos muy abiertos.
¡Rayos! Quería taparme la cara de vergüenza. Pero mis manos, que se habían sumergido en el lago, estaban congeladas y no podía moverlas a voluntad.
—Hari, ¿estás bien?
—¿Dónde están los sirvientes? ¡Traigan toallas y mantas ahora mismo!
Aun así, gracias a que Eugene apresuró el paso, pudimos subir rápidamente adonde estaban reunidas las otras personas. Johannes, Erich y Louise se unieron inmediatamente a nuestro lado. Oye, pero ¿por qué todavía no me bajas?
—Eugene, bájame.
—¿Sabes lo helado que está tu cuerpo ahora? Tienes las manos y los pies congelados, ¿cómo vas a caminar? Quédate quieta.
—No, estoy bien, por favor, bájame. ¿Y no es lo mismo para ti? No fui yo la única que entró en esa agua—. Pero aunque insistí, Eugene no pestañeó.
Ah, pero ¿y Lavender Cordis?
—¿Y la señorita Cordis?
—Ya se las arreglará. —respondió Erich a mi pregunta, como diciendo “qué me importa”. Parecía no saber aún que fue Lavender quien me tiró, y su actitud era literalmente “no es asunto mío lo que le pase a otros”.
¡Pero aun así! ¡Aunque sea la mala que me tiró al agua, no pueden simplemente dejarla allí! Además, quizás porque Louise la empujó fuerte, a diferencia de mí que me mojé un poco, ella estaba completamente empapada. Por supuesto, al ser un festival de año nuevo donde se reunía toda la nobleza, era muy probable que los sirvientes o caballeros escolta ya la estuvieran sacando del agua.
—¿Ha salido también la señorita Cordis?
—Ahora la están sacando otras personas. No te preocupes. —dijo Eugene tras mirar atrás, pero por alguna razón yo dudaba un poco.
—Ya ha subido. Parece que ella también irá directa al carruaje. —Solo después de que Johannes también lo dijo, me quedé tranquila.
Justo entonces, un sirviente trajo una gran manta, y envuelta en ella, seguí en brazos de Eugene hasta el carruaje.
—¡Hermana, no te preocupes por esa mujer! ¡Ella fue la causante de que cayeras al agua! —gritó entonces Louise, que nos seguía al lado con pasos cortos, con voz enfadada.
En ese instante, sentí que el aire a mi alrededor cambiaba. ¡Eek, por alguna razón siento que no debo asentir a esas palabras! ¡Mi instinto me dice que hay varias bombas a mi alrededor a punto de estallar!
—Solo fue un error mío. —dije en secreto, mientras me corría una gota de sudor frío. Por mucho que fuera su culpa, hoy era año nuevo y no quería causar problemas.
Afortunadamente, después de eso, los tres hombres y Louise no dijeron nada más… ¿Por qué… por qué estoy tan inquieta? De alguna forma, me preocupa más que no me pregunten insistentemente…
—Cámbiate la ropa. Sécate bien las partes mojadas.
Aun así, dentro del carruaje estaba cálido gracias a la calefacción. Me cambié dentro con ayuda de las doncellas.
Las mangas y el dobladillo del vestido estaban pegados por la humedad, así que tuve que esforzarme un poco entre quejidos.
Parecía que afuera ya había empezado el festival. Pero como yo no estaba en condiciones de asistir, simplemente me quedé en el carruaje. Todos dijeron que se quedarían conmigo, pero al fin y al cabo era el primer evento del año para rezar por la paz y la tranquilidad, y tampoco me parecía bien que todos se aglomeraran en el carruaje sin siquiera hacer acto de presencia, así que simplemente los eché a todos.
Cuando terminé de cambiarme y hundí mis manos y pies congelados en la manta, alguien llamó a la puerta.
—Hari.
Ah, era la voz de Eugene. Por cierto, ¿se habrá cambiado él también?
—Eugene, entra. —Abrí yo misma la puerta para dejarlo pasar. A través de la puerta abierta, se filtró vagamente la voz de Dice. Parecía estar pronunciando el discurso de año nuevo ante la gente.
—¿No tienes que ir?
Eugene miró de reojo hacia un lado y respondió:
—No importa. Nadie me busca. —En realidad, eso no podía ser. Porque Eugene era el duque Ernst, con quien todo el mundo ansiaba intercambiar una palabra.
Sus ojos, mientras se sentaba enfrente, se posaron sobre la manta. Al instante se entrecerraron ligeramente.
—Cúbrete un poco mejor. —Me arregló él mismo la manta que cubría mis piernas. Su gesto fue bastante meticuloso. Lo observé en silencio.
—Todavía tienes las manos rojas.
—Estoy bien. —Me sentí cohibida por su mirada en mi mano y moví los dedos. A pesar de eso, sus ojos negros no se apartaban de mi mano posada en mi regazo.
Un momento después, no pude evitar que las puntas de mis dedos temblaran por el calor que penetraba mi piel. La mano de Eugene, moviéndose lentamente, cubrió el dorso de mi mano. Y enseguida la envolvió por completo. Al instante, un calor me invadió por todas partes. Aunque claramente solo estaba sujeta por la mano, no podía moverme ni un ápice, como si todo mi cuerpo estuviera atado por cadenas. Tal como yo había hecho antes afuera al tomar las manos de Louise para compartir mi calor, Eugene hacía lo mismo conmigo.
Sus ojos seguían mirando nuestras manos entrelazadas. Para mí, eso fue una suerte. Sentía claramente que mis ojos no podían ocultar la agitación y se movían de un lado a otro. Cerré los ojos un instante para calmarme. Y cuando volví a levantar los párpados, esta vez sí, nuestras miradas se encontraron.
Los labios de Eugene, firmemente cerrados hasta entonces, se abrieron lentamente.
—Quiero ser un buen hermano para ti.
Al oír esas palabras, mi corazón dio un vuelco y luego empezó a latir un poco rápido. ¿Qué significa…? Un pensamiento cruzó mi mente por un momento: No puede ser, pero ¿no estará diciendo esto porque se ha dado cuenta de mis sentimientos?
—Ya eres un hermano más que bueno.
¿Y si mi expresión parece rara ahora?
Sin embargo, Eugene no dijo nada más después de eso. Yo también exhalé silenciosamente y sentí el calor que penetraba desde nuestra piel aún unida.
Por alguna razón, un lugar que no sabía si era exterior o interior, escocía un poco. Era un dolor como el agua que se filtra en un corte afilado de papel, un tipo de escozor donde no puedes saber exactamente dónde duele.
Aun así…, no quería soltar su mano primero, así que seguí sosteniéndola hasta que alguien más llamó a la puerta del carruaje.
♦ ♦ ♦
—Alteza, ¿se encuentra bien? ¿Alteza? —Llamé a Dice, que tenía una expresión aturdida desde hacía un rato. Por alguna razón, desde que llegué al invernadero de cristal, había mantenido esa cara de estar en las nubes. ¿Qué le pasa a este hombre? ¿Es la resaca del año nuevo? ¿O las secuelas de su fobia a los carruajes?
Solo cuando agité la mano delante de sus ojos, Dice pareció volver en sí.
—Ah, señorita. ¿Cuándo ha llegado?
—Ya nos saludamos antes.
—¿Ah, sí…? —Seguí mirando a Dice, que parecía seguir distraído, como si fuera extraño.
—Por cierto, señorita, ¿está bien? Dicen que se cayó al lago.
—Sí, salí enseguida, así que todo bien.
—¿Cómo ocurrió? —Tras dudar un momento, respondí como si no fuera nada importante.
—Me torcí el tobillo por accidente.
—¿Parece que usted también es un poco torpe, señorita? —Je, en realidad no. Aun así, no me parecía bien ir pregonando por ahí que Lavender Cordis me había empujado. Por supuesto, si Lavender empezara a difundir que fue Louise quien la tiró al lago, yo tampoco me quedaría callada.
—Por eso no pude participar en el evento de año nuevo. Lo siento.
—No, no. Tenía sus razones. Tampoco es que en el festival se haga nada grandioso. —Pero ahora no parecía que fuera a ser así.
Entrecerré los ojos recordando la carta que me llegó hace dos días. Era de Lavender Cordis, pidiendo que la visitara pronto en su residencia para disculparse formalmente por lo ocurrido. ¿Qué hago? ¿Debería ir? Quiere disculparse, pero tampoco puedo ignorarla sin más. Además, me preocupaba la cara de ella, que miraba aturdida a Eugene sacándome del lago ese día. Aferrada a mi dilema aún no resuelto, le pregunté a Dice como de pasada:
—¿Se encontró con la señorita Rosabella ese día?
Ante mis palabras, Dice escupió el té que estaba bebiendo. Entrecerré los ojos al verlo agitarse de repente.
—¿Por qué se pone tan nervioso?
—S-señorita, ¡¿cómo… cómo sabe eso?!
—Vi que la señorita Rosabella se dirigía hacia detrás del altar donde estaba Su Alteza.
Dice pareció recuperar la compostura enseguida, carraspeó y respondió con calma:
—Ejem, sí. Solo charlamos brevemente.
—¿Ah, sí? —Observé su rostro mientras dejaba la frase en el aire. Pero en su expresión no se traslucía nada. Algo me resultaba sospechoso, pero como Dice cambió de tema enseguida, no pude preguntar más.
♦ ♦ ♦
—Venga, siéntese aquí, señorita.
Dos días después, estaba frente a Lavender Cordis. Finalmente, había visitado la residencia Cordis. No tanto porque quisiera recibir una disculpa, sino más bien por la idea de escuchar qué tenía que decir.
Había cambiado de opinión porque Lavender en esta vida no me había causado daño directo constantemente como en la vida pasada. Por supuesto, me había tirado al lago en el reciente festival, pero parecía haber sido fruto de un mal humor impulsivo; además, la cara de Lavender, que miraba a Eugene como en shock ese día, extrañamente seguía preocupándome.
Pensándolo bien, la razón por la que me había llamado hoy para disculparse podría ser el temor a que yo le revelara la verdad a Eugene y, por ello, él la odiara. Por supuesto, yo no tenía ni la obligación ni la razón para aliviar su ansiedad, así que no tenía intención de decirle nada al respecto.
—No deseo quedarme mucho tiempo, así que le agradecería que fuera directa. —Aunque ahora estaba frente a Lavender, seguía sin tener ningún deseo de intimar con ella.
—De acuerdo, yo tampoco tengo intención de estar mucho tiempo frente a usted. —Parecía que ella sentía lo mismo. Claro, después de haberme empujado al lago la última vez, era de esperar que Lavender tampoco pensara que podríamos llevarnos bien ahora.
—¿Cuál es el secreto? —Pero sus siguientes palabras me sorprendieron bastante. —¿El secreto para tener a tantos hombres rendidos a sus pies?
En ese instante, mi mano que sostenía la taza se detuvo en el aire. Miré a la persona sentada frente a mí, al otro lado de la mesa. Lavender sonreía con un rostro de aspecto bastante dócil, pero yo no era tan tonta como para no darme cuenta del significado de burla que contenían sus palabras. No era una broma.
—No solo los tres señores Ernst, sino también el señor Bastier, e incluso Su Alteza Dice, pierden la cabeza por usted. Llevo tiempo encontrándolo muy raro y extraño. ¿Qué tiene usted de especial para que esos hombres tan importantes se desvivan por usted? Pero por más que lo pienso, no lo entiendo.
Ah, ya veo. Hoy no me había llamado para disculparse por lo del otro día. ¿Cómo pude ser tan idiota? Aun sabiendo perfectamente qué tipo de mujer era.
—¿Tiene usted alguna cualidad que la haga mejor que otras señoritas? Yo no la veo. Lo único pasable… ¿es esa cara que, bueno, entra en la categoría de bonita? Aunque, la verdad, tampoco estoy segura de eso.
Al darme cuenta del propósito de Lavender, dejé sobre la mesa la taza de té que sostenía.
—Aunque nadie se atreva a decirlo abiertamente por miedo al poder de los Ernst, sé que hay mucha gente que piensa como yo.
No era difícil predecir las siguientes palabras de Lavender Cordis. Porque ya se las había oído decir varias veces en mi vida pasada.
—Sí, supongo que para una persona vulgar hay un método vulgar que le encaja perfectamente. Entonces, ¿anda por ahí revolcándose en secreto con otros, señorita Ernst? Dígamelo a mí con sinceridad.
La Lavender Cordis que hasta ahora había fingido amabilidad y cercanía conmigo ya no existía.
—Al final, lo único que tiene usted es eso, ¿no? Un cuerpo barato. No es algo que se note por hacerlo una vez, y como es una parte reutilizable cuanto se quiera, habrá sido fácil ofrecerlo.
Pero esta imagen era más propia de ella. Incluso mientras intentaba ganarse mi favor acercándose a mí, a veces no podía ocultar su mirada de desprecio e insatisfacción. Aunque me tendía la mano como si me hiciera el favor de tratar conmigo, las palabras que ahora escupía sin reparos se acercaban más a lo que realmente sentía en su interior.
—Claro, ¿a dónde iban a ir esos sucios hábitos? Usted vendía flores donde vivía antes, ¿verdad? Según he oído, esa es la jerga de los callejones….
Sin embargo, su actitud, cambiada de la noche a la mañana, me resultaba algo extraña. Me estaba atacando como si ya no pudiera soportar mi existencia. Era un comportamiento muy diferente al que Lavender había mostrado hasta ahora. Parecía exagerado decir que esto era una extensión del asunto relacionado con Rosabella. No podía entender qué la había incitado a hacerme esto.
—Dicen que las prostitutas en los burdeles usan la expresión “vender flores” cuando venden sus cuerpos, ¿verdad? ¿Es usted así también? —Lavender, literalmente como alguien fuera de sí, estaba empeñada en insultarme de cualquier manera. Pronto, frunció el ceño hacia mí y estalló en una risa aguda.
—¡Vaya! Con razón parecía que un olor desagradable flotaba a su alrededor. ¿Supongo que aún no ha abandonado las costumbres de cuando vivía en la calle?
Eran palabras que Lavender Cordis me había dicho también en el pasado, a escondidas de los tres hermanos. Quizás por eso, pude mirar su rostro sin agitación.
—No sé qué demonios pensaban los anteriores duques Ernst para meter a alguien como usted en la familia. ¡Dios mío, una prostituta salida de un burdel!
Una situación completamente nueva, pero una repetición del pasado.
—Claro, viendo lo que hace ahora, es comprensible.
Ah, esto empieza a ser un poco aburrido. —pensé, mirando la sonrisa burlona frente a mí con ojos secos.
—Si ese es su secreto, ciertamente yo no puedo imitarlo. ¿No cree que es demasiado despreciable?
Ahora que lo pienso, parece que temía un poco que otras personas pensaran de mí como Lavender Cordis. Dada mi situación, pensaba que esa etiqueta siempre estaría pegada a mí a menos que me esforzara más en ganarme el favor de los demás. Por eso siempre estaba pendiente de la opinión ajena, temía los rumores y me preocupaba que alguien pudiera malinterpretarme y difundir calumnias. Siempre viví así, día tras día. Pero ahora estoy harta de eso.
“Haz lo que quieras”. De repente, recordé las palabras que Eugene me dijo una vez.
“Si tienes un lugar al que ir, ve a donde quieras; si tienes algo que hacer, haz lo que quieras”.
“Ya te lo dije antes, si no quieres, no tienes por qué aceptarlo. Nadie puede obligarte”.
Él me lo había dicho así varias veces con voz firme y sin vacilaciones. Hasta ahora, cuando Lavender Cordis me hablaba, yo solo había podido explicar como una tonta que no era así. Me preocupaba que los demás realmente me vieran como ella. Pero ¿para qué? Ahora que lo pienso, todo fue inútil.
No importa cómo actúe o me excuse, la gente a la que le caigo mal puede hablar así de mí de todos modos. Haga lo que haga, mi pasado no desaparecerá. Aunque me convierta en la persona de más alta cuna de Arlanta, siempre habrá gente que hable mal de mí y se burle. Y, de hecho, tampoco era probable que casi todo el mundo albergara esos pensamientos maliciosos sobre mí, como decía Lavender Cordis. Entonces, ¿no sería en cierto modo una pérdida de tiempo herirme y preocuparme por cada uno de esos comentarios? ¿No podría haberme reído e ignorado los comentarios de esas personas mezquinas que se creen nobles y hablan como les place? De hecho, ¿no debería no haber permitido que ellos, que no tienen ninguna relación conmigo ni ningún significado para mí, me hirieran tan descuidadamente?
“Eso no importa. Ahora eres una Ernst”.
Cuando las firmes palabras de Dice resonaron también vagamente en mis oídos, tomé una decisión. Se acabó. Yo no había hecho nada malo, y si era así, bastaba con que yo estuviera segura y orgullosa, sin importar lo que dijeran los demás.
Me levanté en silencio. Lavender Cordis esbozó una sonrisa maliciosa, como quien ve a un perro huir con el rabo entre las piernas.
—Viendo que no da explicaciones, ¿se conoce bien a sí misma? Claro, con ese cuerpo sucio, lo único que sabe hacer es eso….
Pero no me marché de inmediato.
Tomé la taza de té que tenía delante y arrojé sin piedad su contenido a la persona que tenía enfrente.
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