¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 24: Ya no hay vuelta atrás

Traducido por Sweet Fox

Editado por Herijo


Punto de Vista de Hari

—Ah, de verdad…

Suspiré tan pronto como salí de la biblioteca del palacio imperial. Había pasado una hora entera recorriendo el lugar en busca del libro que quería, pero al final tuve que irme decepcionada y con las manos vacías. ¡Qué frustrante!

Ethan, al notar la ligera decepción en mi rostro, preguntó con voz suave:

—¿No encontró el libro que buscaba?

—Así es. Esperaba encontrarlo, ya que dicen que en la biblioteca del palacio imperial hay de todo.

—¿Le preguntó al bibliotecario?

—Bueno, preferiría no preguntarle directamente.

Era obvio. Por mucho que quisiera, ¿cómo iba a preguntarle al bibliotecario del palacio imperial si tenía esa clase de libros? El libro que quería leer era uno de esos subidos de tono, parecido al que encontré en la habitación de Erich.

Pero, de todos modos, incluso si hubiera encontrado un libro así en la biblioteca, no tenía intención de pedirlo prestado. Quedaría registrado en mi historial de préstamos. Ejem, así que mi plan era leer solo un poco y marcharme si lo encontraba.

En realidad, hoy había venido a la biblioteca de paso, antes de encontrarme con Dice, así que no encontrar el libro no era una tragedia.

Sin embargo, Ethan me dijo con semblante serio:

—Si me dice el título, haré lo posible por conseguirlo.

Cof, cof.

Agradecía el gesto, por supuesto, pero no podía aceptar. Preferiría pedirle a una doncella o ir yo misma a una librería a buscarlo.

—Gracias por tu amabilidad, Ethan. —Le sonreí, ocultando mis verdaderas intenciones.

—¿Hari?

En ese momento, alguien me llamó a lo lejos. Giré la cabeza y vi un rostro conocido y agradable.

—¡Johannes!

Su cabello azul claro, como algodón de azúcar, destacaba incluso a la distancia. Era Johannes, que por alguna razón estaba de visita en el palacio.

—Parece que vienes de ver a Su Alteza Dice, ¿verdad?

—Todavía no, voy de camino al palacio interior ahora.

En cuanto me vio, pareció adivinar el motivo de mi visita al palacio. Claro, la razón principal por la que vengo al palacio suele ser Dice.

—¿Y tú, hermano? ¿Qué haces por aquí?

—Estos días estoy aprendiendo poco a poco los asuntos de mi padre.

Ah, ya veo.

Como Johannes ya se había graduado de la academia, era lógico que empezara a aprender directamente del conde Bastier cómo dirigir la casa. Aunque, por supuesto, todavía no estaba completamente al frente. De hecho, lo inusual había sido que Eugene asumiera el liderazgo de la familia siendo tan joven; lo normal era seguir un proceso de preparación gradual, como Johannes.

—Me encontré con la señorita Cordis hace un momento.

Me detuve un instante al oír el nombre que salió de la boca de Johannes.

—Me preguntó por ti y le respondí adecuadamente, pero creo que sería mejor que tú tampoco te acerques mucho a ella.

¿Qué habría hablado con Lavender Cordis para que Johannes me dijera esto? Dijo que ella preguntó por mí, pero si solo hubiera sido eso, su reacción no sería esta.

—Sí, no te preocupes, no tengo intención de acercarme a ella. Gracias por preocuparte.

Por cierto, Johannes también sabía… lo de Ethan. Recordé lo que Johannes había preguntado la vez anterior al ver a Ethan. «¿Ethan Bishop…? ¿Así se presentó?». Bueno, pensando en cómo algunas personas cuchicheaban al vernos juntos a Ethan y a mí, no parecía ser un secreto tan bien guardado. En realidad, si hubiera intentado averiguar algo cuando sentí esa extraña sensación, probablemente habría obtenido respuestas fácilmente, ya fuera de Ethan o de Eugene.

—Me gustaría quedarme un poco más, pero no creo que tenga tiempo.

—Sí, será la próxima vez.

Me hubiera gustado pasear por el jardín con Johannes, pero era imposible porque faltaba poco para mi encuentro con Dice.

—Hari, siempre estoy de tu lado, ¿lo sabes?

Su brillante mirada azul claro se clavó en la mía. Sus ojos eran tan directos y límpidos como siempre.

—Lo sé. Gracias.

Sonreí levemente, agradecida por su gesto. Supongo que decía esto por Lavender Cordis. No sabía hasta qué punto Johannes estaba al tanto del conflicto entre ella y yo, pero apreciaba que se pusiera de mi lado de esta forma.

Nos despedimos, prometiendo vernos pronto. Johannes se dirigió hacia la puerta principal del palacio, y yo tomé el camino hacia el palacio interior, donde estaba Dice.

Como no podía llevar al escolta hasta el interior, caminé sola por el pasillo que conducía a la habitación de Dice, guiada por un asistente.

Entonces, vi a alguien que venía en dirección contraria y me detuve.

—¿Señorita Rosabella?

Cabello rubio brillante como la miel y ojos verdes como esmeraldas. Un caminar elegante que se distinguía a la distancia. Por alguna razón, Rosabella Velontia salía de la zona donde se encontraba la habitación del príncipe imperial Dice. Ella también se detuvo un instante al verme.

Oculté mi sorpresa y le pregunté:

—¿Acaba de ver a Su Alteza Dice?

Pensándolo bien, no había motivo para sorprenderse. Así como yo visitaba el palacio por invitación de Dice, Rosabella también podía hacerlo.

—Sí, tuvimos una breve charla. Parece que va a ver a Su Alteza ahora.

Sin embargo, hasta donde yo sabía, Dice nunca antes había solicitado ver a Rosabella primero, por lo que no pude evitar sorprenderme un poco. Más aún porque sabía que la razón eran los sentimientos que Dice albergaba por ella.

—Bueno, me retiro. Nos vemos la próxima vez, Hari.

—Sí, hasta la próxima.

Me despedí de Rosabella y reanudé mi camino hacia la habitación de Dice. Mis pasos eran los mismos, pero mi cabeza era un torbellino de pensamientos. Lo mismo ocurrió cuando llegué a la puerta de Dice.

Un asistente anunció:

—Su Alteza, la señorita Hari Ernst ha venido de visita.

—Te he dicho que no preguntes, solo déjala entrar.

Tras obtener el permiso de Dice, el chambelán abrió la puerta. Tan pronto como entré en la habitación, me crucé con un sirviente que salía con una bandeja. Observé de reojo los platos, tazas y cubiertos en la bandeja mientras pasaba junto a él, que me saludó cortésmente. Como prueba de que había habido una invitada hasta hacía poco, aún salía vapor del líquido que llenaba a medias una de las tazas de té.

Dice, que estaba sentado en una silla, chasqueó la lengua al verme y se levantó.

—Este chambelán es tan formal. No es la primera vez; le he dicho hasta el cansancio que si viene, la deje entrar directamente, pero siempre insiste en anunciarla.

Caminé junto a él mientras me guiaba hacia la mesa. Luego, me senté frente a Dice y comenté como de pasada:

—Me acabo de encontrar con la señorita Rosabella.

—¿Ah, sí?

La mirada de Dice se fijó en mí. Cuando le sostuve la mirada, Dice cruzó las piernas y apoyó las manos sobre sus rodillas. Luego, con una expresión indescifrable, dijo:

—Bueno, creo que a partir de ahora intentaré tomar ejemplo de usted.

—¿A qué se refiere…?

Sus palabras me inquietaron al instante. ¿Cómo que tomar ejemplo de mí? ¿En qué sentido? De repente, sentí una creciente premonición. Pero será solo una impresión mía, ¿verdad? ¿Verdad…?

—Sí, no lo piense demasiado. Mejor hablemos de otra cosa, ¿le parece? —Dice cambió de tema de forma evidente. Era una clara señal de que no tenía intención de seguir hablando sobre Rosabella.

Aunque seguía sintiéndome inquieta, no pude preguntar más sobre ella porque él inmediatamente empezó a hablar de otros asuntos. Por mucho que fuera considerada su compañera de conversación o su amiga, y aunque a veces se me permitiera cierta familiaridad, existía una clara línea entre un príncipe imperial y una simple señorita. Si Dice cortaba la conversación tan tajantemente como ahora, no podía insistir más.

Después de eso, Dice me trató como siempre, pero la inquietud en mi corazón no desaparecía.

—Disculpe.

—¿Sí, Su Alteza?

Cuando ya me disponía a levantarme para irme, Dice me llamó de repente. Y lo que dijo fue algo que no pude comprender.

—Puede que la sorprenda con algo pronto, así que me disculpo de antemano.

Ante mi mirada de extrañeza, sonrió con un rostro que parecía extrañamente apesadumbrado.

—Aunque lamento no poder dar más detalles.

Después de eso, Dice me acompañó hasta la salida con total naturalidad, como si nunca hubiera dicho nada sospechoso. Una vez más, no tuve más opción que salir del palacio con la cabeza llena de confusión.

♦ ♦ ♦

Poco tiempo después, entendí la razón de las palabras de Dice.

Sorprendentemente, Eugene y Rosabella habían roto su compromiso. Me quedé sin palabras ante la inesperada noticia. Después de casi dos años comprometidos, ambos anunciaron su ruptura. La razón era simple: aunque ambos se consideraban buenos partidos para el matrimonio, sus personalidades no encajaban y juzgaron que no podían continuar juntos

Sweet Fox
¿Perdona? Sabía que eso no iba a durar

Pero aún quedaba una noticia más sorprendente. Poco después, un importante anuncio de la casa imperial, conocido en toda Arlanta, me dejó conmocionada, como si me hubieran golpeado por la espalda.

Sweet Fox
¿Viva el amor?

Era la noticia del compromiso entre el príncipe imperial Dice y Rosabella Velontia.

—Señorita Ernst, ¿hoy solo la acompaña el caballero Kabel?

—¿Planean celebrar pronto algún banquete en Ernst?

—¡Por favor, visítenos con sus hermanos en el próximo día de campo!

Dentro del salón de banquetes, atendía afanosamente a la gente que se me acercaba. Hoy, el número de señoritas que se aproximaban era notablemente mayor que el de jóvenes nobles, en comparación con lo habitual. Supuse que probablemente se debía a Eugene. Después de su ruptura con Rosabella, el puesto de prometida del duque de Ernst estaba vacante.

—¿Te enteraste?

Eugene y Rosabella rompieron en primavera. Pero tan pronto como cambió la estación y llegó el verano, la noticia del compromiso del príncipe imperial Dice se extendió por todas partes. Al oírlo, sorprendida, fui a buscar a Eugene.

—¿Estás bien?

—No hay razón para no estarlo.

Sin embargo, Eugene me recibió con un rostro muy sereno.

—Ella y yo ya somos asunto terminado. Así que no me importa con quién se comprometa después.

Y era cierto. Como dijo Eugene, cronológicamente no había nada extraño en el compromiso de Dice y Rosabella. Aunque la ruptura de Eugene y Rosabella había causado revuelo en Arlanta, no se debía a que alguna de las partes tuviera algún defecto. Por lo tanto, no debería haber mayor problema con el compromiso entre el príncipe y Rosabella.

Además, tanto Eugene como Rosabella eran personas en las que, por más que se buscara, no parecía haber defecto alguno. Ambos continuaron con sus actividades públicas con aplomo después de la ruptura, por lo que los rumores infundados que circularon durante un tiempo se fueron acallando gradualmente.

Sin embargo, la ruptura de Eugene y el compromiso de Dice seguían preocupándome. ¿Sería porque esto no ocurrió en mi vida pasada?

Además, estaban las palabras de Dice sobre tomar ejemplo de mí. Si aquello era una declaración de intenciones de vivir haciendo lo que quisiera a partir de ahora… surgió la ligera sospecha de si yo, sin quererlo, había influido de alguna manera en este asunto.

—¿Acaso el Duque Ernst no tiene aún a alguien especial…?

En fin, por esa razón, había un montón de señoritas que se me acercaban y me hablaban, albergando quizás esa esperanza.

Desde la ruptura de Eugene, no había vuelto a ver a Rosabella ni una sola vez. Así que nuestro último encuentro había sido en el palacio. Por supuesto, si alguna de las dos hubiera buscado el encuentro, podría haber sido diferente, pero ni Rosabella ni yo lo hicimos. Era comprensible; la relación entre “la ex-prometida de mi hermano” y “la hermana del ex-prometido” era, cuanto menos, incómoda. Supuse que Rosabella probablemente sentía la misma vacilación que yo.

Después de la ruptura de Eugene, las señoritas se arremolinaban a mi alrededor como hoy en cada evento, por lo que había empezado a evitar salir. Por eso, tampoco me había encontrado casualmente con ella en otros lugares.

—Disculpen un momento.

Logré escabullirme después de atender a la gente con una sonrisa forzada.

Pero, ¿por qué tarda tanto mi segundo hermano? ¿Acaso fue a preparar las bebidas a la cocina él mismo?

Hoy, Kabel era mi acompañante en el banquete. Sin embargo, mi segundo hermano, que había corrido entusiasmado cuando le pedí que me trajera algo de beber, no daba señales de regresar.

—¡Señorita Ernst! ¡Qué bueno que asistió al banquete de hoy!

—Hola, señorita Pedna. Cuánto tiempo sin verla.

Ya que había decidido asistir a este banquete, me encontraba con muchas personas a las que no veía desde hacía tiempo. Intercambié saludos sonrientes con gente conocida.

—Espera, ¿qué estás haciendo?

—¡Ay!

Pero un momento después, ¿no era la voz de Kabel la que sonaba detrás de mí? Su voz se sintió tan cercana, como si estuviera justo a mi lado, que giré la cabeza en esa dirección. Y lo que vi a continuación me hizo abrir los ojos de par en par.

—¿Qué? ¿Qué sucede?

Un momento, ¿por qué Kabel está sujetando a Lavender Cordis del brazo? Pero las siguientes palabras de Kabel me aclararon la situación.

—¡Es que esta mujer parecía que iba a arrojarte lo que tiene en la mano!

O sea, ¿Lavender Cordis se me había acercado sigilosamente intentando derramar la copa de champán que tenía en la mano sobre mi vestido?

Por supuesto, ella negó las palabras de Kabel. Lavender Cordis, que fruncía el ceño como si le doliera el brazo sujeto, sonrió con aparente naturalidad.

—¡Jo, jo…! No sé de qué habla. Solo me acerqué a saludar a la señorita Ernst porque me alegraba verla.

Aunque parecía bastante natural, no me engañó. Era obvio. ¿Desde cuándo nosotras nos alegramos de vernos?

—No, el ángulo de tu muñeca era muy sospechoso —insistió Kabel, sin soltarla. La comisura de los labios de Lavender Cordis tembló. Intentó soltarse tirando de la muñeca, pero Kabel no aflojó su firme agarre.

—Hermano, déjala ir.

—Está bien.

Pero tan pronto como lo dije, Kabel soltó el brazo de Lavender Cordis con sorprendente facilidad. Vaya, vaya, mi segundo hermano sí que me hace caso.

—¡Traje tu bebida! ¿Te gusta esta, verdad?

—Gracias. Eres el mejor hermano.

—¡Je, je, je!

Ignoré deliberadamente a Lavender Cordis, que me miraba con cara de fastidio frente a mí, y entablé una conversación animada con Kabel. Sería mejor que se fuera mientras la ignoro. Al fin y al cabo, entre ella y yo ya no había vuelta atrás, así que no nos compliquemos la vida mutuamente.

Pero Lavender Cordis no se fue de inmediato y siguió insistiendo.

—Hoy se acercan muchas señoritas a usted, señorita Ernst. Supongo que será por su hermano mayor, ¿verdad?

No tenía idea de qué pretendía decir ahora. La miré fijamente con frialdad. Estando yo sola sería una cosa, pero no se atrevería a decir lo mismo que en la mansión Cordis en un lugar como este, rodeada de gente y con Kabel presente.

—Aunque la inesperada noticia de la ruptura es lamentable, estoy segura de que una relación mejor que la señorita Velontia le espera en alguna parte. Quizás esa persona esté entre las damas presentes en este salón. Señorita Ernst, ¿por qué no deja de rechazarlas a todas y les da una oportunidad a las señoritas?

Seguramente había visto cómo la gente se arremolinaba a mi alrededor hoy. Sus palabras directas atrajeron la atención de los presentes. La mayoría eran las mismas señoritas que antes habían mostrado interés en Eugene.

—Mire, hay tantas damas hermosas como flores a su alrededor. Además, sus hermanos la aprecian mucho como hermana menor. Si usted hiciera una recomendación, probablemente la escucharían. ¿Quién sabe? Quizás la señorita elegida realmente conecte con su hermano y se conviertan en familia.

A mi lado, Kabel puso cara de desconcierto, como preguntando: “Oye, ¿de qué demonios está hablando esta?”. Pero Lavender Cordis continuó dirigiéndose a mí con tenacidad.

—Si eso sucediera, sería una gran alegría para la única hermana menor, ¿no es así, señorita Ernst?

Al decir esto, Lavender Cordis sonrió. Sus ojos fríos, aún llenos de malicia, me atravesaron. Mientras sus palabras espinosas penetraban mis oídos, un escalofrío recorrió mi pecho gradualmente. Mientras la miraba a la cara y escuchaba sus palabras, una comprensión repentina cruzó mi mente.

Me pareció entender por qué Lavender Cordis me decía esto ahora.

Probablemente, esta mujer se había dado cuenta de mis sentimientos por Eugene. Y estaba ansiosa por reprochármelo de alguna manera. ¿Cómo puedes albergar tales sentimientos por tu hermano, aunque no compartan sangre? Era evidente que tanto la vez anterior en la mansión Cordis, cuando mencionó nuestro pasado con ojos venenosos, como ahora, al enfatizar que soy la hermana de Eugene y hablar de su futura pareja, todo seguía la misma línea.

Ah, entonces, ¿la razón por la que de repente me mostró hostilidad fue porque se dio cuenta de mis sentimientos? ¿Fue la misma razón en mi vida pasada? Si era así, todo parecía encajar.

Por supuesto, mis sentimientos en aquel entonces no eran exactamente los mismos que ahora. Antes, no era tan doloroso sentir este torrente de ternura y anhelo desbordarse cada vez que lo veía. Pero había momentos en que, al darme cuenta, lo estaba siguiendo con la mirada sin notarlo. Verlo me oprimía el pecho y me entristecía sin saber por qué.

¿Acaso Lavender Cordis notó algo al verme así? ¿Por eso me despreciaba y odiaba? Si era así, tenía sentido.

—Lo siento, señorita Cordis.

Pero aunque ella se esforzara en señalármelo de esta manera, yo ya lo sabía muy bien.

—Si lo que desea es que yo misma arregle encuentros entre otras señoritas y mis hermanos, me temo que no podré cumplir su deseo.

Estos sentimientos son solo míos. No tengo intención de revelárselos a Eugene, y mucho menos ambiciono ocupar un lugar a su lado.

—Como usted dijo, mis hermanos siempre son atentos conmigo, así que prestan mucha atención a mis palabras e incluso a mis acciones más pequeñas.

Y sabía que era imposible que él sintiera lo mismo. Aunque su comportamiento hacia mí se hubiera vuelto algo ambiguo últimamente…

—Por eso, no quiero hacer nada que pueda interpretarse como una mínima presión hacia mis hermanos.

Si me trata diferente, es porque soy alguien que puede entenderlo, no porque sea objeto de un afecto de otro tipo.

—Estoy segura de que las señoritas, siendo tan amables y comprensivas, entenderán mi postura.

Así que estaba bien incluso si yo no formaba parte de su felicidad. Podría sonreír si él fuera feliz con otra persona que no fuera yo. Tal como lo habría hecho antes, felicitaría sinceramente a Eugene si se casara con alguien que no fuera Rosabella.

Hipócrita. Mentirosa.

En ese momento, fue como si Lavender Cordis me susurrara eso.

Me di la vuelta, ignorando esa voz en mi cabeza. Dijera lo que dijera cualquiera, esa era mi única verdad y, aunque no lo fuera, no debía admitirlo.

♦ ♦ ♦

—¿Por qué estás aquí afuera?

Eugene, con quien había cruzado miradas en la oscuridad momentos antes, entró en mi habitación y preguntó.

—Solo me sentía un poco agobiada. Desde aquí se ve perfectamente cómo llega el carruaje de mi hermano por la puerta principal.

Justo después de regresar a la residencia Ernst, había salido a la terraza sin siquiera cambiarme de ropa. La mirada de Eugene recorrió mi figura.

—¿No tienes frío? El aire está un poco fresco por la noche.

—Es verano, ¿cómo voy a tener frío?

El vestido que llevaba esta vez tenía un escote amplio que dejaba mis hombros al descubierto. El chal ligero que había usado en el salón de banquetes estaba sobre la cama. Kabel, después de acompañarme al banquete, estaba descansando en su habitación.

Cuando Eugene se acercó, un olor ligeramente diferente al habitual llegó a mi nariz. Parecía que había terminado bebiendo con la persona con la que se había reunido.

—¿Viste a Dice? Regresaste antes de lo esperado.

—En primer lugar, no teníamos mucho de qué hablar.

Mientras yo asistía al banquete con Kabel, Eugene había ido al palacio imperial a petición de Dice. Dada la situación, supuse que probablemente quería hablar con Eugene sobre el reciente anuncio de compromiso.

—¿Discutieron?

—No había razón para ello. —Eugene soltó una risa amarga ante mis palabras. —Ya te dije que ese asunto no tiene nada que ver conmigo, pero parece que no me creíste.

Su voz baja se extendió en el aire tibio de la noche. Y lo que dijo a continuación me sorprendió un poco.

—Además, yo ya sabía desde hace tiempo lo que Dice sentía por Rosabella.

Sin saber si yo era consciente de ello o no, Eugene continuó hablando con calma, sentándose en la barandilla de la terraza.

—Incluso intuía vagamente que quizás esos sentimientos no eran unilaterales.

Guardé silencio por un momento al saber que Eugene había pensado lo mismo que yo. De hecho, era algo que yo también había sospechado en secreto. La actitud de Rosabella hacia Dice siempre parecía más suave que con los demás; además, a veces sonreía sinceramente divertida ante sus comentarios tontos, o la vez en el festival de año nuevo, cuando fue deliberadamente hacia donde él estaba, preocupada por él… todo eso me había hecho dudar. Y también estaba el hecho de habérmela encontrado saliendo de sus aposentos en el palacio la última vez.

—¿Fue por eso que rompieron? —pregunté impulsivamente. —La otra vez, cuando te pregunté, dijiste que querías a Rosabella.

Sweet Fox
Mentira

Ante mis palabras murmuradas con vacilación, la mirada de Eugene volvió a fijarse en mí. Aquella noche de finales de otoño del año pasado, durante el banquete, cuando le pregunté si le gustaba Rosabella, él claramente respondió “Sí”. Por supuesto, no pensé que fuera un afecto apasionado, pero aun así, lo había afirmado. Por eso, su ruptura y el compromiso de Dice seguían pesándome.

—Considero que es una buena persona, no una mala, pero ni una sola vez la he visto con interés romántico. —Eugene respondió con voz firme. Sus palabras parecían sinceras. De lo contrario, sería difícil mostrar tanta indiferencia ante la noticia de su compromiso.

—Si hubiera sido así, no habríamos roto. ¿De verdad pensaste que le cedí mi prometida a Dice…? —Eugene sonrió levemente, como si le pareciera increíble que yo pudiera pensar tal cosa. —¿Sigues pensando que soy una buena persona?

—Bueno, es que…

Él reaccionó como si fuera absurdo, pero yo, en cambio, pensé que esa faceta de Eugene era precisamente muy consistente.

—Es que eres una buena persona.

Eugene me miró en silencio por un momento y luego abrió ligeramente los labios.

—No dirías eso si supieras lo que estoy pensando ahora mismo.

Extendió una mano hacia mí. Me tomó de la mano y me hizo dar unos pasos hacia él. Me estremecí cuando sus dedos se entrelazaron con los míos, sintiendo su calor. Pero a Eugene pareció no importarle; al contrario, apretó mi mano con más fuerza, entrelazando nuestros dedos firmemente.

—No me había dado cuenta hasta ahora de lo codicioso que soy.

Mi cuerpo tembló levemente mientras sentía su otra mano acariciar lentamente mi rostro.

—Tú ya me das mucho, pero aun así, sigo queriendo arrebatarte más cosas.

Quise presionar mi pecho, que había comenzado a latir desbocado de nuevo. No, no hagas eso. No te salgas de control. Esto no es algo que puedas tener. Mi corazón, ya lleno hasta el borde, amenazaba con desbordarse.

Sabía que había algo extraño en nuestra relación actual. Pero por muy dulce que fuera lo que él me daba, no debía malinterpretarlo como algo diferente. Yo simplemente había aprovechado su soledad. Si Eugene me tocaba así, era simplemente porque necesitaba a alguien con quien compartir el calor corporal. Y probablemente, esa persona no tenía que ser necesariamente yo.

—¿Por qué no me rechazas?

De repente, un susurro bajo resonó en mi oído. Cuando Eugene se levantó, nuestra altura cambió instantáneamente. Fue un movimiento lento, pero aun así, no se me ocurrió pensar en huir de la persona que tenía delante.

—Si haces esto, me haces creer erróneamente que aceptarás cualquier cosa que haga.

El aire entre nosotros se volvió aún más tenso. Dudé entre el deseo de apartar la mano que me acariciaba la mejilla y el de apoyarme en ella.

Eugene inclinó la cabeza hasta que nuestras frentes se tocaron, y nuestras respiraciones se mezclaron en la cercanía.

—Aunque también lo siento.

De pronto, un susurro, casi como un pensamiento en voz alta, llegó a mis oídos.

—Hermano…

—No puedo ser la persona que deseas.

No entendí qué significaba eso. Pero antes de que pudiera preguntar, su voz continuó:

—Pero, sinceramente, tampoco lo siento tanto.

Una sonrisa, como un fragmento de luz de luna, apareció ante mis ojos. Sus ojos oscuros, muy cerca, brillaban con una intensidad más profunda que el cielo nocturno.

—Es tu culpa por mostrarme una debilidad.

Ni siquiera tuve tiempo de procesar la situación. Justo después de esas palabras, un calor ardiente devoró mis labios. Retrocedí instintivamente hasta tocar la barandilla de la terraza, pero enseguida una fuerza mayor que la anterior me atrajo hacia delante. Atrapada en sus fuertes brazos, tomé aire bruscamente, y una llama se deslizó entre mis labios entreabiertos.

—¡Ugh, ah…!

Una sensación punzante recorrió mis labios, que se cerraron por reflejo. Por un instante, sentí un sabor metálico y supe que me había mordido el labio inferior. Ante mi pequeño gemido, el movimiento sobre mis labios se suavizó.

—No sabes lo que pienso cada vez que te veo acercarte tan indefensa.

No entendía qué me había pasado hacía unos momentos. Solo el dolor en mi labio mordido parecía devolverme a la realidad.

—Así que puedes hacer lo que quieras, ¿eh?

Su voz grave rozó mi tímpano. La mirada que me dirigía era tan oscura y peligrosa como su voz.

—Si hubieras sabido lo que tengo en la cabeza, no habrías dicho algo tan temerario.

Un susurro que casi parecía tierno rozó mi oído. Lo mismo ocurrió con el roce de sus dedos sobre mis labios jadeantes. Pero la orden que siguió no lo fue.

—Ábrelos. No quiero lastimarte.

Estábamos tan cerca que nuestros labios se rozaban cada vez que Eugene pronunciaba una palabra. Exhalé entrecortadamente, temblando, y logré llamarlo por su nombre.

—Eugene…

Pero él, como si lo hubiera estado esperando, inclinó la cabeza y volvió a besarme. Una sensación ardiente recorrió la herida por un instante, pero pronto se disipó ante el estímulo abrumador que la siguió. Incluso el gemido que no pude contener, incluso el temblor que no pude ocultar, todo fue devorado por él. El sonido húmedo de nuestros labios unidos hizo que se me erizara hasta el vello más fino. Intenté apartar su cuerpo del mío, pero Eugene permaneció inmóvil como una pared. Al contrario, el brazo que rodeaba mi cintura se apretó con más fuerza. El estímulo fue tan agudo y claro que sentí un escalofrío recorrer mi espalda; mis piernas flaquearon y terminé agarrándome a su ropa con manos temblorosas, como si colgara de él.

—Hermano, uhg, detente…

Aunque nuestros labios se separaban por un instante, él volvía a robarme el aliento con más insistencia que antes. No podía pensar con claridad ante sus movimientos incesantes. Sentía como si me estuviera devorando por completo. Por eso, solo me di cuenta más tarde de que su aliento había descendido y ahora rozaba mi cuello.

—Hnng.

La sensación de cosquilleo en mi cuello hizo que mis hombros temblaran violentamente y me retorcí. Pero, como había sucedido hasta ahora, mi reacción fue un intento inútil.

—¡Eugene… ah, ugh!

Sentí que los dedos de mis pies se encogían mientras su mano recorría lentamente mi espalda. Una sensación extraña florecía en cada punto donde su cuerpo tocaba el mío. Mi visión se nublaba, como si tuviera fiebre.

Después de un momento, Eugene apartó los labios de mi cuello y me miró desde arriba mientras yo respiraba agitadamente. Todavía estábamos tan cerca que pude ver todo el ardor en sus ojos.

—Hasta hace poco, tenía miedo de hacerte llorar…

Los dedos de Eugene acariciaron lentamente el borde de mis ojos llorosos. Quizás fue mi imaginación, pero incluso esa caricia se sintió densa, posesiva.

—Pero verte llorar por mí… se siente mejor de lo que pensaba.

Lo miré en silencio, sin poder hablar, mientras él sonreía débilmente. Mi cuerpo tembló involuntariamente cuando su mano descendió por el contorno de mi rostro y rozó mi oreja. La persona frente a mí era la más familiar del mundo, pero en este momento, se sentía increíblemente desconocida.

—Hermano…

—¿Hermano, dices?

Esta vez, sus dedos se posaron sobre mis labios doloridos. Eugene bajó la mirada hacia la herida que él mismo había creado, y luego volvió a inclinar la cabeza sobre ella. Rozó suavemente mi labio inferior, lamiéndolo lentamente, como si intentara curar la herida.

—¿Te hago esto y todavía me llamas hermano?

Mis ojos erráticos se encontraron con sus ojos perfectamente tranquilos en el aire.

—Te lo dije. —Eugene susurró con una risa entrecortada. A pesar de su tono tranquilizador, mi corazón seguía latiendo con fuerza.

—Ya es demasiado tarde para arrepentirse.

No pude decirle nada. Porque, sin darme siquiera tiempo a responder, sus labios calientes me cubrieron una vez más.

El aire cálido del verano avivó las llamas que se habían encendido.

Aquella noche marcó un punto sin retorno en nuestra relación.

La luz de las estrellas que caía desde lo alto parecía infinitamente lejana.

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