Traducido por Sweet Fox
Editado por Herijo
Punto de vista de Hari.
—Mis más sinceras felicitaciones, alteza.
En cuanto escuchó mis palabras, Dice me miró a la cara.
—¿Está molesta?
—No, ¿por qué habría de estarlo?
—Bueno, si se trata del compromiso de un amigo, es un poco triste enterarse de la ceremonia tan tarde. Además, como ya sabe, mi prometida es Rosabella.
Dice se encogió de hombros con una leve sonrisa. Parecía esperar que yo estuviera desconcertada. Aun así, había guardado silencio hasta ahora.
—Me sorprendió que el anuncio del compromiso fuera tan repentino, pero no tengo motivos para estar enojada.
Suspiré al decir aquello. Francamente, tenía la cabeza tan llena de mis asuntos que apenas podía prestarles atención a Dice y Rosabella.
No obstante, al ver mi reacción, Dice de repente acercó su silla y recostó la parte superior de su cuerpo sobre la mesa. Me sobresalté ante la repentina cercanía de Dice. Pero él simplemente continuó, con el rostro serio, como si un asunto tan insignificante no importara.
—La verdad es que Rosabella está un poco molesta conmigo por el anuncio del compromiso. Por eso le pedí que nos viéramos hoy.
—¿Y por qué está enojada?
Seguramente, Dice no se habría comprometido sin su consentimiento… ¿verdad? Por muy importante que sea un compromiso imperial, requeriría la aprobación de Rosabella, así que no habría llegado tan lejos. Aunque estuviera cegado por el amor, Dice no era alguien tan desprovisto de modales.
Pero sus siguientes palabras me hicieron comprender por qué Rosabella estaba molesta.
—Es por la fecha del compromiso. Originalmente iba a anunciarlo en invierno o a principios del próximo año, pero insistí en que fuera ahora.
Así que eso fue lo que pasó.
El caso es que apenas había pasado una temporada desde que Eugene y Rosabella rompieron su compromiso, y era un poco embarazoso que el anuncio del nuevo fuera tan precipitado. Siendo así, podrían surgir rumores desagradables de Velontia, como que rompieron con Eugene a propósito para comprometerse con el príncipe heredero.
—Alteza, se equivocó. ¿Por qué lo hizo?
—Porque quería presumirla como mía lo más pronto posible.
¿Es este hombre inmaduro, o está tan perdidamente enamorado de Rosabella que no pudo soportarlo?
A juzgar por su comportamiento habitual, probablemente sea lo último… Y parece saber que cometió un error.
—¿Qué voy a hacer ahora?
—¿Qué quiere hacer?
—No lo sé, por eso le pregunto a usted, que también es mujer. ¿Qué debo hacer para que Rosabella se calme?
—No lo sé. Averígüelo usted mismo.
—¡No! ¡Rosabella no ha querido verme en días!
Aparté la mirada de Dice, que se lamentaba desesperadamente, y tomé un sorbo de mi taza.
Con los problemas que tengo yo, ¿cómo voy a ayudar a alguien más? Estaba a punto de soltar un largo suspiro, pero inspiré profundamente para contenerlo.
Viendo a Dice y Rosabella, era evidente que se habían enamorado de verdad. Así que, aunque Rosabella estuviera molesta por el precipitado anuncio del compromiso, imaginé que pronto lo perdonaría.
Más bien, la que estaba en problemas soy yo.
Seguí humedeciendo mis labios secos con el té, mientras la voz de Dice seguía resonando en mis oídos.
Estaba nerviosa; sentía cómo un sudor frío me recorría las palmas de las manos.
Después de cuatro días, hoy era el día en que Eugene regresaba. Para intentar distraerme, había salido de la mansión y había venido a ver a Dice, pero mi mente seguía fija en Eugene, a quien vería hoy.
El tictac del segundero del reloj era tan nítido que parecía taladrar mis oídos. Cerré mis ojos, imaginando lo que sucedería en breve, tal como lo había hecho durante los días de ausencia de Eugene. Sentía un temor creciente a medida que pasaba el tiempo.
♦ ♦ ♦
Al atardecer, Eugene regresó. Estaba de pie en el vestíbulo de la planta baja y, en cuanto entró en la mansión, me encontré con él.
—Bienvenido, hermano.
En cuanto nuestras miradas se cruzaron, los pasos de Eugene se detuvieron. Mi corazón dio un vuelco, como si hubiera estado esperando ansiosamente este momento durante los últimos días.
Sin embargo, sin mostrar expresión alguna, se quedó mirándome el rostro como siempre, mientras yo examinaba el suyo.
Concentré todos mis sentidos en su posible reacción. En su mirada inexpresiva y sus ojos serenos no había rastro alguno de lo ocurrido aquella noche. Ante su mirada fija, las yemas de mis dedos temblaron imperceptiblemente. Eugene me observó en silencio de ese modo hasta que finalmente habló.
—He vuelto.
En su breve respuesta no había ni rastro de la vacilación que yo esperaba. Al no ver agitación alguna en su rostro, tuve la impresión de que no recordaba en absoluto lo de aquella noche. Su mirada, sus expresiones y el tono de su voz al dirigirse a mí eran tan serenos que no pude descifrar sus intenciones.
Aun así, incluso si no fuera el caso, pensé que habíamos llegado a una especie de acuerdo tácito.
—¿Cómo has estado mientras estuve fuera?
Eugene, con voz tranquila, me preguntó cómo me había ido durante su ausencia. En ese momento me di cuenta.
Ah, sí… Fuera cual fuera la razón, lo que pasó aquella noche era como si nunca hubiera ocurrido.
—Sí, no ha pasado nada en particular.
Si las cosas eran así, entonces yo también debía tratar a Eugene como antes de que aquello sucediera.
—Erich vino brevemente el fin de semana y ya regresó a la academia. Hoy fui a ver al príncipe heredero.
—¿Él te pidió que fueras?
—Sí, pero no hablamos de nada en especial, solo fue…
No obstante, por más que intentara fingir que todo estaba bien, no se me daba muy bien. Mientras luchaba por hablar con naturalidad, ni siquiera noté que Eugene se me había acercado.
—Ya veo.
Una voz suave susurró junto a mi oído. Solo cuando una mano se extendió y levantó mi rostro, me di cuenta de que Eugene se había acercado tanto. Por eso, incluso cuando sus labios se posaron sobre los míos, no pude reaccionar.
Un instante después, la calidez que me había presionado se retiró. En el momento en que mi mirada se encontró con sus imperturbables ojos negros, un aliento entrecortado escapó de mis labios entreabiertos.
—Te extrañé.
Su voz, tan dulce que me hizo sentir mareada, resonó en mis oídos. Eugene me miró y rozó suavemente con sus dedos los labios que acababa de besar. Su actitud era la de quien hablaba con su amante.
—Veo que ha sanado bastante. Debió de doler mucho.
Ante la situación actual, una vez más, me vi obligada a mirar directamente el rostro de la persona que me dejaba sin aliento. Sentía que debía decir algo, pero tenía un nudo en la garganta y las palabras no salían.
—Vine a verte un momento antes de regresar al palacio imperial. Tengo que irme de nuevo de inmediato.
Eugene tomó mi mano y tiró de ella suavemente. No pude decir nada mientras veía cómo sus labios se posaban en el dorso de mi mano. Una vez más, nuestras miradas se encontraron.
Eugene susurró, aún con los labios sobre el dorso de mi mano.
—Me voy entonces. Espérame.
No pude moverme de mi sitio durante un largo rato después de que se fuera.
