Dama a Reina – Capítulo 31: Lo necesitaba más que nunca

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Raphaella corrió y corrió. Recorrió casi cada metro cuadrado para encontrar a Patrizia, pero su amiga no se veía por ningún lado. Raphaella, que generalmente era tan optimista, se sentía enferma a causa de la preocupación. ¿Acaso ella simplemente la extrañaba? El caballero esperaba desesperadamente que ese fuera el caso. En tres o cuatro horas, terminaria la competencia de caza. Si Patrizia no aparecía para entonces…

Raphaella sacudió la cabeza. Ella estaba siendo ridícula. Patrizia probablemente estaba dando vueltas libremente y divirtiéndose en el bosque. Sin embargo, solo para tranquilizarla, había decidido mirar un poco más a su alrededor. Incluso si había ocurriera algo terrible, todavía era muy pronto para saltar a conclusiones.

Dobló una esquina y algo familiar le llamó la atención. Se acercó con cautela, y cuando identificó lo que era, dejó escapar un grito.

—¡Patrizia!

♦ ♦ ♦

Una hora después, los ojos de Patrizia se abrieron. Aunque se había sometido a la lluvia helada, afortunadamente no parecía estar enferma. Sin embargo, ella no sabía cómo tratar un cuerpo humano, por lo que tenían que darse prisa. Para hacerlo, Lucio tenía que estar despierto, y todavía estaba acostado como si estuviera muerto.

Patrizia se extrajo cuidadosamente de él y examinó su condición. Cuando tocó su cuerpo con las manos, sintió el calor de la vida en la punta de sus dedos. Gracias a Dios. Patrizia se sintió aliviada. La crisis había terminado. Una persona a punto de morir no se sentía tan cálida.

Se sintió lista para llorar de alivio y enterró la cara entre las rodillas. No había nadie para consolarla en este momento, y tenía que superar todo por su cuenta. Seguía lloviendo, pero no había truenos, ni relámpagos, y el aguacero se había convertido en una llovizna. El cielo aún oscuro hacía difícil decir qué hora era, pero supuso que aún quedaban un par de horas hasta que terminara la competencia de caza. En cualquier caso, solo podían moverse una vez que dejara de llover.

Patrizia apartó el rostro de sus rodillas y miró a Lucio. Seguía dormido y no mostraba signos de movimiento.

—Levántate —murmuró ella. No se despertó, por supuesto. Tendría que ser un mago para que esto suceda en primer lugar. Pero ella no era una maga, y no sabía cómo hacer magia. Ella dejó escapar un largo suspiro—. Si no te despiertas rápidamente, mi vida y la tuya estarán en peligro. ¿Lo sabes bien?

Pero nada pasó.

—Por favor, despierta, majestad. ¿Qué más puedo hacer aquí?  —Su voz estaba teñida de remordimiento y resentimiento. Honestamente, solo quería llorar. ¿Hubiera sido más fácil si cambiaran de lugar? Podría haber tratado de ayudarla, pero esta vez, solo era una carga para ella. Sin embargo, eso no significaba que ella lo dejaría en los estragos del envenenamiento; Patrizia no tenía tanto frío.

—Rosemond…

El pensamiento de Patrizia pronto se volvió hacia la villana en todo esto. Sus ojos ardían de rabia. Le había dado a la concubina una advertencia final, y este fue el resultado de su misericordia. La estupidez de Patrizia había permitido esta situación, y ahora podía perderlo todo.

¿Por qué era tan tonta? Ella nunca podría evitar una pelea con Rosemond. Su plan original era simplemente mantener la cabeza baja y cumplir con sus deberes como reina, pero era imposible simplemente deslizarse por la vida del palacio. El punto final de una reina complaciente era la deposición y la muerte. Tampoco fue un asunto que la afectó solo a ella: en el Imperio Mavinous, la remoción de una reina de su asiento también significa la destrucción de su familia. Los Grochesters volverían a caminar hacia la guillotina. Ella no dejaría que eso sucediera.

Patrizia miraba al aire con una expresión vidriosa. Fue una suerte que oyera el nombre de Rosemond de la boca de los asesinos. Si no lo hubieran hecho, Patrizia estaría atormentada por la falta de conocimiento. Al menos aquí, tenía alguna evidencia de sí misma a la que podía aferrarse.

Ahora que su enemigo se reveló claramente, a Patrizia solo le quedaba una opción. Guerra y victoria. Se mordió el labio, su expresión estaba llena de odio. Quería vivir como si fuera hierba, pero sería una hierba fuerte después de todo. ¿Era así cómo sería? No quería sobrevivir como hierba, pero no quería morir como hierba. Entonces…

—Despierta, Su Majestad.

Ahora ella lo necesitaba más que nunca.

♦ ♦ ♦

Cuando Raphaella regresó al punto de partida una o dos horas antes del final de la competencia, se asustó por completo cuando vio que ni el emperador ni la reina estaban allí. Alguien la agarró firmemente por el brazo.

—¡Dama Raphaella!

—Oh… padre.

Era su padre, el marqués Bringstone. Tan pronto como se dio cuenta de que era él, casi dejó caer lo que estaba escondiendo en sus brazos. Su padre echó un vistazo a lo que ella estaba ocultando, luego la alejó donde podían estar solos. Después de confirmar que no había nadie cerca, se dirigió a ella en voz baja.

—¿Qué pasó? No veo ni a Su Majestad ni a la reina. ¿Qué les pasó a ellos?

—Padre… Su Majestad dijo que quería viajar sola.

Raphaella respondió honestamente, pero fue severamente reprendida a cambio.

—¿Eres el caballero de la reina y dejaste sola a Su Majestad? ¿Estás loca? ¿Cómo puedes ser tan descuidada, como si no supieras lo que está pasando?

—Lo siento, padre.

Sus palabras eran ciertas, y no había nada que ella pudiera decir contra ellas. La reprensión de su padre por su descuido estaba completamente justificada, y su comportamiento arriesgó la vida de la reina en el proceso.

A Raphaella todavía le costaba ver a Patrizia no solo como una amiga, sino como una reina. Había dejado a Patrizia salir, porque mostró empatía por el sentimiento de libertad de su amiga. Fue en este momento que Raphaella se dio cuenta de la gravedad de la situación que enfrentaba, y lamentaba mucho lo que había hecho. Sus manos comenzaron a temblar, pero el marqués Bringstone la estabilizó con una mirada severa.

—Esta es una orden dada no a mi hija, sino a la dama Raphaella, el caballero. Encuentra a Su Majestad pase lo que pase. Sabes qué problemas traerá esto a la Familia Imperial, ¿verdad?

Raphaella asintió en silencio y el marqués Bringstone suspiró. El hombre y la mujer que fueron los pilares del Imperio desaparecieron al mismo tiempo. Afortunadamente, todavía queda algo de tiempo antes del final del torneo, pero en una o dos horas ciertamente habrá disturbios generalizados entre los nobles. Eso no sería bueno para ninguno de ellos.

El marqués Bringstone trató de disipar la ansiedad persistente.

—Esta es una orden y solicitud, Ella. Si no los encuentra, no sé qué pasará exactamente. ¿Comprendes?

—Sí padre. Yo… yo iré.

Afortunadamente, el área designada como terreno de caza de torneos no estaba mojada, y Raphaella había logrado ocultar el traje de caza de Patrizia a la vista del público. No podía ser revelado a nadie en este momento.

Los ojos de Raphaella se endurecieron, decidida a encontrarlos a los dos.

♦ ♦ ♦

Con el paso del tiempo, Patrizia se puso más nerviosa. La lluvia había cesado, pero los ojos de Lucio seguían cerrados. Ella miró alternativamente entre su forma inconsciente y el cielo gris.

—Maldición. Me estoy volviendo loca.

Patrizia dejó caer la cabeza. Quería llevar a Lucio de vuelta al palacio, pero parecería sospechosa si él estaba inconsciente. Ella lo miró con expresión angustiada. No era un príncipe dormido, pero ¿no debería una princesa darle un beso? Ella arrugó la cara con frustración.

Hablando francamente, sería una mentira si ella dijera que no siente lástima por él. También sería una mentira si dijera que no se siente culpable. Sin embargo, un beso nunca sucedería, a menos que esa persona fuera Rosemond.

Patrizia suspiró y volvió a colocar la frente sobre las rodillas. ¿Y si… y si él nunca se despertará? ¿Cómo ella podría…?

—Haa.

En ese momento, escuchó una débil exhalación.

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