Dama a Reina – Capítulo 3: La nueva reina ha sido depuesta

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Es una reina sabia y benevolente —respondió la duquesa Ephreney de inmediato—. Maneja bien los asuntos del Palacio Interior, y es el único amor de Su Majestad, el emperador.

—Ya veo —contestó Lauren, luego le dio una sonrisa elegante—. Entonces, ¿qué pasa con la anterior reina depuesta?

—Pri… princesa.

—Ah, ¿sobrepasé mis límites?

—¿Cuál es su propósito al realizar esa clase de preguntas? —preguntó la duquesa Ephreney con cautela.

Lauren sacudió la cabeza.

—No hay motivos ocultos, duquesa. Simplemente tenía curiosidad. —La duquesa Ephreney no respondió, y Lauren continuó—. ¿Puedo hacerte una última pregunta?

Nuevamente la duquesa permaneció en silencio y Lauren expresó su pregunta sin rodeos.

—¿Es cierto que estuviste involucrada en la ejecución de la reina? —dijo Lauren sin rodeos.

—¡Lady Lauren! —jadeó la duquesa Ephreney.

—Estás actuando con mucha sensibilidad.

—Encuentro que el tema es bastante desagradable. Además… ¿no crees que es inapropiado que una dama de compañía de la reina hable de esas cosas?

—Por supuesto, eso es cierto desde ese punto de vista —respondió Lauren con una expresión calmada—. Ya sé que cuando la reina todavía era la marquesa Phelps, la ayudaste a destronar a la entonces reina Petronilla. A pesar de que la reina Rosemond ni siquiera estaba embarazada, ingirió una medicina que la habría hecho abortar, y tú escondiste esa medicina en la vivienda de la reina Petronilla. Gracias a usted, la reina Petronilla fue acusada de actos que no cometió, y ella y su familia fueron ejecutados.

—¿Qué… estás…? —tartamudeó la duquesa Ephreney, trato de buscar las palabras correctas pero su rostro palidecía cuando se vio sin ellas.

¿Cómo… ella sabe eso? Exceptuandome a mí, Rosemond y Glara, cualquier otra persona que supiera ya no esta. Enfurecida, la duquesa Ephreney fingió inocencia.

—¡¿Cuál es el significado de esta impudencia?! ¿Cómo te atreves a decir esto sin ninguna evidencia…?! ¿Es esto lo que realmente eres, princesa? ¿Una persona que acusa a otros de crímenes sin ninguna prueba?

—Duquesa. —Lauren habló con una sonrisa fría—. Por favor, no seas así. ¿Creías que serías capaz de ocultar lo que los Cielos y la Tierra saben simplemente matando a unas pocas criadas? Tu expresión me pregunta cómo lo sé. —Con voz tranquila, Lauren continuó—. Entre las sirvientas de las que te deshiciste, una de ellas era miembro de nuestra familia.

La duquesa Ephreney palideció aún más, familiar de los Whiteford.

—Era una niña muy inteligente… incluso ahora cuando pienso en ella, me arrepiento de que se permitiera su entrada al palacio.

—Princesa.

—¿No tienes curiosidad de por qué estoy diciendo estas cosas frente a ti, duquesa?

Finalmente, habían llegado al punto principal de conversación. La duquesa Ephreney fulminó con la mirada a Lauren, que ni siquiera retrocedió en lo más mínimo mientras cambiaba el tema con calma.

—Escuché que tienes una sobrina a la que aprecias mucho, casi como una hija… —dijo Lauren, interrumpiéndose sugestivamente.

—¿Por qué de repente la mencionas? No tiene nada que ver con esto —preguntó la duquesa Ephreney.

—No tiene que actuar con tanta sensibilidad, duquesa. —Lauren le dedicó una sonrisa radiante antes de continuar—. Se acerca su cumpleaños, ¿no? ¿Qué te parece darle la corona de la reina como regalo? Desde que sea mayor de edad, puede ser candidata a reina.

—¡Princesa! —exclamó la duquesa.

—Una dama de una familia de clase baja se convirtió en reina. ¿Está bien que la sangre de la familia imperial se ensucie de esa manera? ¿Pretendes llevar a la ruina este gran reino que nuestros antepasados ​​construyeron? No puedo darte mucho tiempo para tomar tu decisión, duquesa. No soy una persona paciente.

—¿Cuál es la razón por la que traes esto conmigo, princesa?

—Hay muchos nobles que están en contra de que la hija de un simple barón se convierta en reina. ¿Puedes decir que no estás de acuerdo con ellos?

—Ella tiene el favor de Su Majestad. Estás gravemente equivocada, princesa.

—Este reino no es solo del emperador. Es un reino que la familia imperial estableció con la ayuda de los nobles. Destronar a la reina anterior e instalar la actual solo fue posible porque había una justificación. Sin embargo, ¿qué pasa si esa justificación es falsa? ¿Crees que Su Majestad todavía podrá proteger a la reina? —preguntó Lauren—. Por favor, piense sabiamente, duquesa. Incluso si no coopera con nosotros, tenemos la intención de descubrir la verdad. Las pocas criadas que no fueron asesinadas están bajo nuestro cuidado. Si decides seguir fingiendo inocencia, ya no podremos evitar que salgas lastimada.

—Si ese es el caso, ¿no puedes exponer todo sin haberme contado todo esto? ¿Por qué me ofrecerías esta oportunidad?

—¿Realmente no lo sabes, duquesa? —La voz de Lauren bajó—. ¿Hay necesidad de sacrificar algo grande por algo pequeño? La sangre inocente y noble no debe ser sacrificada en aras de eliminar la sangre humilde.

♦ ♦ ♦

—¿La duquesa Ephreney acordó cooperar con nosotros? —preguntó el duque Witherford, y Lauren asintió en respuesta.

—Sí padre.

—Estás tan segura de ti misma. ¿Qué vas a hacer si el plan se arruina?

—La duquesa Ephreney es una noble de pura sangre de principio a fin. Una noble de nacimiento como ella, no debería tener conexiones con una mujer como la reina Rosemond… pero sospecho que la reina está ocultando algo sobre la duquesa. —Lauren sonrió—. De lo contrario, no hay forma de que la duquesa se mantenga tan leal a ella.

El duque Witherford asintió.

—Después de destronar a la reina, el emperador es el siguiente. Te cuidaste de no revelar eso, ¿verdad?

—¿Me tomas por tonta? —murmuró Lauren en un tono primitivo—. No te preocupes. Cuando ocurra el golpe, la familia de los Ephreney no saldrán ilesos. No hay forma de que un Witherford deje ir a un Ephreney.

♦ ♦ ♦

—Aaah.

Con un suspiro, Rosemond se levantó de la cama. Era ya pasado el mediodía. Después de pasar un rato tranquila en la cama, Rosemond tiró de la cuerda para llamar a Glara.

—Su Majestad.

Justo entonces, Glara entró en la habitación con una expresión urgente. Al ver su semblante de preocupación tan pronto como abrió los ojos, Rosemond se volvió sospechosa.

—¿Qué pasa? —preguntó de inmediato.

—Hay un gran problema, Su Majestad.

—¿Un gran problema? ¿Qué problema? —preguntó Rosemond con brusquedad, sin sentido de urgencia en su tono—. ¿Qué? ¿Se levantó Petronilla de entre los muertos o algo así?

—Aún peor, Su Majestad —dijo Glara con voz temblorosa—. La duquesa Ephreney está dando testimonio en la conferencia de los nobles en este momento.

—¿Testimonio? ¿De qué?

—Sobre el asunto que condenó a la reina destituida. Ella dice que fingiste tu embarazo para destronar a la reina anterior.

—¿Qué? —gritó Rosemond, su rostro se puso mortalmente pálido—. ¡¿Cuál es el significado de esto?! —gritó antes de saltar de la cama.

—Su Majestad, ¿a dónde va? —dijo Glara a punto de llorar.

—¿Acaso tiene significado esa pregunta? ¡Obviamente voy a la conferencia de los nobles! Necesito confirmar esto por mí misma. Glara, ayúdame a prepararme.

—Su Majestad, no creo que marque una diferencia si usted…

En ese momento, alguien irrumpió por la puerta. Lauren estaba parada en la entrada con las otras criadas detrás de ella. Al verla, Rosemond se sintió aliviada.

—¡Lauren! ¿Qué está pasando? ¡¿Qué demonios está haciendo la duquesa Ephreney?! —exigio Rosemond.

—Su Majestad —dijo Lauren, su voz era más baja de lo habitual. Tan pronto como Rosemond escuchó su tono, se dio cuenta de que la dama de honor estaba detrás de todo esto. Miró a Lauren como si deseara matarla, pero Lauren ni siquiera titubeó mientras continuaba hablando con calma.

—Por ahora, Su Majestad el emperador nos ha ordenado que la confinemos aquí, Su Majestad.

—¿Hiciste esto, Lauren? ¡¿Tuviste algo que ver?!

—Usted fue quien hizo algo mal, Su Majestad. No yo —respondió Lauren con voz tranquila—. Por la presente se le prohíbe tener cualquier forma de contacto con alguien de fuera, y la deposición de Su Majestad será abordada nuevamente por los nobles en unos días. Hasta entonces, debes quedarte aquí en silencio.

Rosemond estaba furiosa.

—¡No puedo permitir esto! Debo reunirme con la duquesa Ephreney.

—Como te informé hace un momento, tienes prohibido contactar a nadie de afuera. —Lauren luego se volvió hacia las otras criadas y señaló a Glara—. También se ha revelado que esa sirvienta ha jugado un papel en el complot para enmarcar a la reina depuesta. Como tal, ella también debe ser encarcelada. ¡Arrestenla!

Glara comenzó a gritar.

—¡Aaah, déjame ir! ¡Su Majestad! ¡SU MAJESTAD!

—Amordazarla.

—¡Esto no puede estar sucediendo! ¡Su Majestad, sálvame!

—¡Glara!

En pánico, Rosemond se acercó a Lauren y le golpeó la mejilla con la mano. Con un fuerte crujido en el aire, la cabeza de Lauren giró hacia la izquierda. Aunque Lauren se sintió completamente insultada porque la hija de un simple barón le había golpeado la mejilla, seguía siendo la reina. Por ahora. Se mordió la lengua para calmar su ira.

Ella habló, apretando cada palabra pesadamente.

—Como todavía eres la reina y estás exaltada, toleraré esto.

—¡Tú…! —Rosemond escupió, pero Lauren la ignoró y salió de la habitación, dejando atrás a Glara.

Poco después, un fuerte grito hizo eco en todo el Palacio de la Reina.

♦ ♦ ♦

Con el testimonio de la duquesa Ephreney, se reabrió el caso sobre el crimen de la reina depuesta tarde. Aunque el emperador se sorprendió por el giro de los acontecimientos, la evidencia circunstancial demostró que de ninguna manera participó en las fechorías de la reina Rosemond. En verdad, él ni siquiera sabía de estos errores hasta que la duquesa Ephreney dio su testimonio.

—¿Qué pasó, padre?

Unos días después, se confirmó que la reina Rosemond había fabricado el caso contra la reina Petronilla, y los nobles se reunieron nuevamente para discutir la declaración de Rosemond.

—Se ha decidido que será destronada —respondió el duque Witherford.

—Ah… como se esperaba.

—Que ella se convirtiera en reina es una injusticia. Además, alguien que conspiró contra otros no está calificado para ser la reina. Como ni siquiera está embarazada de un heredero del trono, este es el único resultado natural.

—Gracias a dios. —Lauren dejó escapar un largo suspiro—. Por fin, una cosa está terminada. El final está cerca.

—El banquete de cumpleaños de Su Majestad no está lejos. Planeo darle un regalo ese día —dijo el duque Witherford.

—Ah. —Con burla Lauren preguntó—: ¿Se ha decidido?

—Así es. No hay mejor momento para hacerlo.

—Entonces, ¿cuándo será la ejecución…?

—Eso también será pronto. —Con una sonrisa benevolente, el duque Witherford le dio unas palmaditas en la cabeza a Lauren—. Espera un poco más, hija mía. Se acerca el día en que te conviertas en reina.

♦ ♦ ♦

—¡Eso no puede ser!

Al escuchar la decisión de los nobles a través de Glara, Rosemond dejó escapar un grito de desesperación.

¿Depuesta? Imposible. ¡Después de que ella trabajó tanto para obtener este puesto! ¡Después de toda la sangre que manchaba sus manos!

—¿Qué, qué hay de Su Majestad? ¿Su majestad también estuvo de acuerdo con esto? —tartamudeó.

—Su Majestad no tenía otra opción. Los nobles insistieron en el destronamiento tan tercamente.

—¡Aún así! ¡Su majestad es el emperador! ¡Debería poder hacer cualquier cosa como el emperador! ¡CUALQUIER COSA!

—Su Majestad, por favor no sea irrazonable. Independientemente de si es el emperador o no, no puede hacer todo lo que le plazca —intento explicarle Glara.

—¡Maldición! —gritó Rosemond.

El único fin que le quedaba a una reina depuesta de Mavinous era la muerte. Esa fue la razón por la que Petronilla murió. Al menos, Rosemond no tenía ninguna familia que tuviera que morir con ella. Rosemond apretó los dientes con ansiedad.

—¡No quiero morir! Luché con uñas y dientes por esta corona… Necesito pensar en algo. Cualquier cosa…

—Su Majestad…

Aunque Glara quería decirle que no había nada que Rosemond pudiera hacer, si lo hiciera tenía que lidiar con el temperamento violento de Rosemond. Glara decidió mantener la boca cerrada.

—¡¿Qué debo hacer?! Aaah, ¿no tengo esperanza? —gimió Rosemond.

Después de un largo tiempo de caminar y contemplar sus opciones, Rosemond repentinamente aplaudió como si tuviera una idea brillante. Sorprendida por el fuerte ruido, Glara miró a Rosemond con los ojos muy abiertos.

—Su Majestad, ¿qué pasa? —preguntó la dama de honor.

—Pensé en una idea inteligente. —Los ojos de Rosemond se hincharon—. Necesito ir al Palacio Central en este instante, Glara. Prepárate.

Rosemond salió del Palacio de la Reina a través de un pasaje secreto que solo ella conocía. Fue diseñado solo para emergencias y, por lo tanto, era imposible mantener una estrecha vigilancia. Rosemond evitó tener a Glara a su lado y corrió sola hasta el Palacio Central. Ella tenía que darse prisa.

—Su Majestad…

La dama de honor del Palacio Central se sorprendió al ver a Rosemond aparecer de repente con el pelo suelto enmarcando su rostro. La dama de compañía miró desconcertada la presencia de la mujer, pero Rosemond ignoró su mirada inquisitiva.

—Su Majestad, ¿está Su Majestad adentro? —preguntó Rosemond entre jadeos.

—Sí… está —respondió la dama de compañía.

—Entonces, ¿qué haces todavía sin abrir la puerta? —espetó Rosemond.

¿Ella piensa que sigue siendo la reina? Está a punto de ser destronada, la jefa de servicio se quejó en su interior, pero no dejó que se notara en su rostro.

—Por favor pase.

Tan pronto como se abrió la puerta, Rosemond se apresuró a entrar.

—Su Majestad.

Solo entonces Lucio levantó la cabeza. La pareja hizo contacto visual entre sí.

—Su Majestad —repitió Rosemond suplicante.

—Estoy escuchando. No soy sordo.

—Su Majestad, por favor sálveme.

Lucio la miró con una expresión complicada en su rostro.

—¿Hay algo más que quieras decirme?

—¿Qué quieres decir? —preguntó Rosemond.

—Sobre Petronilla —dijo brevemente.

—Pensé que lo aprobarías —respondió Rosemond con confianza—. Prometiste hacerme reina. Creí que te gustaria… y me estoy haciendo mayor. ¿Cómo podría no estar preocupada?

Rosemond continuó con una sonrisa fría.

—Pensé que me entenderías, y todavía creo que es así o ¿me equivoco?

—Te envenenaste a ti misma y fingiste abortar a un niño que ni siquiera tenías. Luego culpaste a Petronilla. Rose, no quería ese tipo de actos violentos. Si la reina anterior no pudiera dar a luz a un príncipe heredero, pero tú lo hacías… El asunto se habría manejado sin problemas.

—Lo siento, Su Majestad. No soy lo suficientemente paciente como para esperar que eso sucediera.

Los ojos ligeramente rojos de Lucio captaron la atención de Rosemond. ¿En qué estaba pensando ahora? ¿Estaba decepcionado de ella? ¿Cómo se atrevía a pensar eso?

—De todos modos, ya sucedió —dijo Rosemond  restándole importancia al asunto.

—Sí —suspiró Lucio—. Pero la situación actual no es tan buena como piensas. Cuando alguien ha sido destronado en el imperio, la secuencia natural es que muera. Rose, ¿no pensaste en las consecuencias si tu acto fuera descubierto?

—No. Todo iba bien. Es solo que… que las cosas salieron mal inesperadamente. —Rosemond abrazó a Lucio y le susurró al oído—: Pero no importa. —Como siempre, no pudo resistirse a ella. La voz baja de Rosemond hormigueo seductoramente en su oído—. Por favor, ayúdame, Su Majestad. Solo tú puedes ayudarme.

—El emperador no puede hacer lo que quiera, Rose. Tú lo sabes.

—Es algo que no te hará daño. No te preocupes. —Rosemond continuó con una leve sonrisa—. Nadie puede ejecutar a una mujer que lleva un descendiente imperial.

—¿Estas…?

—Tienes la idea correcta.

Rosemond se quitó el vestido que llevaba puesto. En un momento, su pálido cuerpo quedó al descubierto delante de él.

—Por favor, dame un descendiente imperial, Su Majestad.

♦ ♦ ♦

Unos días después, Rosemond limpió el Palacio de la Reina. Fue exactamente un mes antes del banquete de cumpleaños de Lucio. Como no tenía parientes, solo trajo a Glara con ella y se mudó al castillo de Phelps, que le había sido otorgado por el emperador.

Aunque Lucio intentó mantener todo lo más silencioso posible, la gente se enteró de la historia. Rosemond tuvo que soportar un aluvión de comentarios insultantes mientras viajaba en carruaje hasta el castillo de Phelps.

—¡Bruja! ¡La inocente reina murió por tu culpa!

—No puedo creer que hayas hecho algo tan insolente. ¡Serás castigada por el cielo!

—¡La difunta reina te castigará!

Mientras Rosemond escuchaba los gritos ocasionales, no pudo evitar estallar en carcajadas. ¿Quién sabía que la atacarían tan rápido? Debieron haberle dicho lo mismo a la difunta reina hace unos meses por las noticias que habían escuchado. Ni siquiera pensaron en averiguar los detalles.

¡Tontos! Rosemond se rió para sí misma y juntó las manos cuidadosamente sobre su regazo.

—Tendré que esperar al menos un mes para confirmar que he concebido.

Hasta entonces, tenía que protegerse y cuidar a un feto que incluso podría no existir. Rosemond inconscientemente se acarició el estómago. No había ningún cambio, pero sintió que su hijo ya estaba pateando su vientre.

—Su Majestad, no puedo creer que esto suceda. ¿Cómo puede esto…? —sollozó Glara.

Rosemond llegó al Palacio de Phelps con un número mínimo de damas de honor. El habitual comportamiento de Glara se había evaporado y continuaba llorando desde el día que se había informado su destitución. Rosemond no pudo soportar el sonido y le dio una respuesta deslumbrante.

—Deja de llorar, Glara. ¡Odio el sonido! ¿Crees que no quiero llorar en este momento?  —Rosemond, sin saberlo, se acarició el estómago otra vez—. Nadie puede ponerme una mano encima si logro quedar embarazada. La ley imperial establece que una mujer que tenga un descendiente imperial se salvará sin importar de qué delito sea culpable. ¡Todo lo que tenemos que hacer es esperar un poco, Glara!

—Sí Su Majestad. ¿Qué tan grandioso sería si las cosas fueran de esa manera?

—Si lo entiendes, dile al chef que prepare algo para comer. Estoy hambrienta después de viajar sin parar desde Kadye al castillo Phelps.

—Sí Su Majestad.

Glara hizo lo que Rosemond le pidió y, después de un tiempo, trajo coloridos y lujosos platos de comida. El rostro de Rosemond se iluminó por primera vez ante la propagación frente a ella.

—Tantas opciones. ¿Qué es esto?

—La mayoría de la comida son mariscos como te gustan. Le pedí específicamente al cocinero que prepare tus comidas favoritas —explicó Glara.

—Esto es digno de elogio. —Sonriendo, Rosemond levantó con cuidado la tapa de un plato de plata en el frente de la mesa. Pero antes de que el plato se revelará completamente, emitió un sonido de disgusto y dejó caer la tapa. Su rostro se puso pálido por las náuseas.

—¡Su Majestad! —Sorprendida, Glara rápidamente se acercó a Rosemond y examinó su condición—. Su Majestad, ¿qué pasa? ¡Su Majestad!

—La comida… el olor —Rosemond luchó para que cada palabra saliera de su boca—. Es realmente asqueroso… ¿Cómo se cocinaron estos mariscos?

—Sí. Por supuesto —dijo Glara, luciendo desesperada—. Es tu plato de pulpo favorito. ¿Huele mal?

—Es extraño… No hay forma de que odie un plato de pulpo… ¡Ah!

En ese momento, los ojos de Rosemond brillaron.

—No puede ser, no puede ser, no puede ser…

—¿Perdón? Su Majestad, ¿qué pasa? ¡Ah!

La cara de Glara se iluminó cuando se dio cuenta de lo que Rosemond estaba pensando.

Rosemond se echó a reír alegremente.

♦ ♦ ♦

Incluso después del destronamiento de Rosemond, el emperador no tomó una nueva reina para ocupar el puesto vacío. La gente murmuraba que debía estar muy conmocionado. Para aquellos que participaron en la rebelión, no importaba mucho, ya que querían que el emperador permaneciera en silencio por algún tiempo.

Dos semanas después, llegó la fecha de ejecución de Rosemond.

—¿Su Majestad no ha vuelto a la normalidad desde que la reina fue destronada? —preguntó Lauren.

El duque Witherford levantó el rostro un poco pálido ante las palabras de su hija. Los dos viajaban en carruaje hacia la plaza Gerviamen en Kadye para ver la ceremonia de ejecución.

—Esta ya es su segunda reina. Además, Su Majestad la quería mucho, así que es de esperarse.

Lauren se quejó por dentro. Ella no creía que fuera un hecho. Francamente, pensó que el comportamiento del emperador era estúpido. Solo mire lo que sucedió como resultado de no elegir una esposa adecuada.

El duque Witherford le dirigió una mirada de complicidad a Lauren, como si hubiera leído la mente de su hija.

—Elegir un cónyuge es un esfuerzo difícil tanto para hombres como para mujeres, Lau. No es raro encontrarse con la persona equivocada y arruinar tu vida.

Poco tiempo después, el duque Witherford volvió a hablar.

—Oh, parece que ya hemos llegado.

El carruaje se detuvo constantemente y los dos se prepararon para desembarcar. Cuando se abrió la puerta, el duque Witherford se bajó primero y extendió el brazo para su hija. Además de la pareja de padre e hija, había innumerables personas reunidas en la plaza, todas ellas, por supuesto, estaban allí para ver la muerte de Rosemond. Muchos ya se estaban burlando, a pesar de que el criminal en cuestión aún no se había presentado. La plaza estaba lejos de ser solemne y se parecía más a un mercado.

En un momento, se escuchó una voz ligeramente temblorosa.

—Traigan a la reina.

Un momento después, Rosemond, acompañada de soldados a ambos lados, apareció en la plaza. Su presencia en la ya ruidosa plaza despertó a la multitud en un campo febril.

—¡La bruja! ¡La bruja está aquí!

—¡Matenla! ¡Matenla!

—¡Ella asesinó a la inocente reina!

A pesar de la situación Rosemond parecía demasiado tranquila, incluso después de escuchar los insultos de la multitud. Se contuvo con confianza, como si no hubiera hecho nada malo.

Lucio, que la estaba mirando, estaba ardiendo profundamente en agonía. No importa lo que había hecho, ella es la mujer que amaba sinceramente.

Lentamente abrió la boca y recitó los cargos.

—Rosemond Mary la Phelps trazó un plan maligno por el cual la fallecida reina Petronilla Laura Le Grochester fue culpada de intento de asesinato. Tal conducta inmoral, no coincide con las calificaciones que debe poseer la Madre del Imperio, por los cargos de engañar al emperador y otros miembros de la familia imperial Mavinous. Entonces, yo, Lucio Carrick George de Mavinous… —Lucio terminó su oración con voz temblorosa—. Ordeno la pena de muerte en nombre del emperador.

—Su Majestad.

Fue entonces cuando Rosemond llamó a Lucio con una elegante sonrisa. Lucio la miró con los ojos enrojecidos. Incluso cuando la muerte estaba cerca, su amante no mostraba rastros de miedo u horror.

—No puedes ejecutarme —declaró Rosemond.

Ante esas palabras, la plaza volvió a ser caótica y llena de preguntas en cada boca como: ¿De qué está hablando?

El duque Witherford respondió en nombre de Lucio.

—¿Qué quieres decir?

Rosemond permaneció segura de sí misma.

—Es exactamente lo que acabo de decir, señor. Nadie en este imperio puede hacerme daño. En mi vientre, está creciendo un feto con la sangre de la familia imperial Mavinous.

—¡No puede ser! —gritó la multitud.

Lucio miraba con expresión seca y sus gritos estallaron por todas partes. Los nobles a su alrededor parecían nerviosos.

—¿Puedes probarlo? —irrumpió un noble—. Si afirmas que es falso, entonces se agregará el delito de engañar a todo el imperio, así como a la familia imperial.

—Sufrí de náuseas matutinas severas cuando estaba en el castillo de Phelps. No podía llamar a un médico, así que no pude confirmarlo… —Los ojos de Rosemond brillaron intensamente—. Pero puedes llamar al doctor del palacio para que me examine. ¿No sería mejor que todos escucharan el resultado ellos mismos?

Finalmente, el médico de la corte fue convocado desde el Palacio Imperial y Rosemond fue examinada meticulosamente. Y después de algún tiempo, expresó inesperadamente lo contrario a lo que todos esperaban.

—Ella no está embarazada.

Al mismo tiempo, un grito salió de la boca de Rosemond.

—¡No puede ser!

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