Baño de la Diosa – Después de la historia, Parte 1: Un cierto rey ambicioso

Traducido por Endgame

Editado por Sakuya

Corregido por Maru


Montañas de arena que cambiaban de forma en el viento.

Karasu suspiró mientras se apoyaba en la roca que le daba sombra, la cual se extendía a lo largo de la arena.

Pronto sería la noche.

Bajo el resplandor rojo del cielo nocturno, se veían a varios muertos y el cadáver de un ruba.

—Si sólo los ruba estuvieran vivos…

¿Cuántas veces había deseado esto ya?

Pero no importaba cuánto lo deseaba, era inútil, a menos que pudiera revertir el tiempo.

Crear oasis y rutas comerciales.

Karasu pensó de nuevo en la mujer que sugirió casualmente esto.

Maldita dama de la desgracia.

Karasu se maldijo a sí mismo.

El programa de creación de oasis había estado lleno de problemas desde el principio.

Los responsables de la tarea más importante, de encontrar las vetas del agua, eran la tribu Ottko Yuu, que odiaban a Karasu hasta el hueso.

Tomó dos meses de discusión sólo para llegar a algo que parecía cooperación.

Además, el movimiento a través del desierto con los arrijighock era tremendamente complicado debido a que eran difíciles de manejar, por lo que se requerían grandes cantidades de hahanero. Para peor, la cantidad cultivada por la tribu Ottko Yu no era suficiente.

Así, las negociaciones comenzaron con Jebas, el hogar del hahanero. Desafortunadamente, entre Yohk’Zai y Jebas había una gran cordillera escarpada, y la nación conocida como Triht. Peor aún, el líder de Triht, Setsugen, era un joven testarudo con quien era difícil negociar.

Con Setsugen constantemente molestando con las piedras de fuego, tomó medio año sólo asegurar una ruta a Jebas. Y para comenzar a comerciar con la aislada nación. tomó otros tres meses.

A pesar de que Karasu había estado tan ocupado como para incluso no poder dormir, la maldita diosa le había dicho:

—Eres lento. Geez, no podemos esperar más. Lo que sea. En ese caso, sólo traeré a los trabajadores de Tohjian a Insen yo misma.

Nunca en su vida había querido estrangular tanto a esa mujer.

Pero a pesar de eso, Karasu no podía oponerse a ella.

Mientras la mujer disfrutaba felizmente de sus baños, Karasu había avanzado lento pero seguro, en los preparativos.

Como prueba de ello, ya había terminado de construir un oasis el mes pasado. Después de enviar material y hombres, y poner las cosas en orden, Karasu comenzó a trabajar en el segundo oasis.

Aquella mujer se había quejado, pero había creado un oasis en menos de un año.

¿Cómo eso podría ser lento?

Karasu estaba sintiendo una sensación de logro, diferente a la de cuando tomo I’Jibro.

El segundo y el tercer oasis, tampoco parecían demasiado difíciles. Ahora que ya había elaborado los detalles de la creación de otro, el resto podría ser creado siguiendo las mismas lecciones.

Cuando la mujer le había dicho que creara una ruta comercial, había pensado que era una tarea ridícula. Pero aunque se enfrentó a muchas dificultades, las cosas estaban progresando suavemente.

El control de I’Jibro iba bien.

Conseguir las tarifas en el lugar estaba al alcance de las manos.

Todo empezaba a unirse.

Probablemente por eso, se había relajado y se había vuelto presumido.

Había pensado que sería simplemente otro viaje en el desierto. Ya lo había hecho una vez en el pasado.

Era sólo montar un ruba un poco. Apenas peligroso. Pensando eso, Karasu se había dirigido al desierto solo sin informar a ninguno de sus hombres.

¿Quién podría haber imaginado un ataque de bandidos en tan mal momento?

Antes de que él fuera lo suficientemente mayor para tener su voz averiada, Karasu había trabajado como guardaespaldas. Tenía buen sentido y talento, por lo que era bien considerado por los comerciantes de caravanas.

Karasu no odiaba usar la espada. Tampoco odiaba pelear. Esto no había cambiado cuando se convirtió en rey de Yohk’Zai, y siempre había estado en la línea de frente con su espada.

Gracias a eso logró ganarle a los cinco bandidos. Desafortunadamente, en el proceso perdió el ruba que era su salvavidas.

Además, que le rompieran una pierna empeoró las cosas. Afortunadamente no era lo suficientemente grave como para que él pudiera morir de hemorragia, pero todavía le hacía difícil caminar en el desierto.

Sería imprudente intentar viajar una distancia que tomaría media hora en ruba.

Karasu decidió conservar su energía en vez de luchar inútilmente.

Así que se apoyó contra una roca y miró a los cadáveres medio enterrados. Pasó una hora así.

Granos chispeantes de arena en el viento, parecían pintar los cadáveres.

Cuando mató a los mercaderes para ocupar el lugar de Huuron, ¿también habían enterrado sus restos bajo la arena así …?

Aunque bastante poco habitual en él, Karasu comenzó a sentirse sentimental.

—OOOOOOOI, ¿DÓNDE ESTÁS HUUUUUUROOOOOOOOOOON?

Un grito de una mujer enojada. Y al mismo tiempo, un agujero rectangular fue cortado en el paisaje.

Como de costumbre, la mujer apareció delante de él con una sola toalla.

Era una molestia levantarse, así que Karasu sólo movió los ojos.

—Eres lento. Te he estado esperando —dijo.

Era una sensación misteriosa.

Hasta ahora, ni siquiera tenía las más mínimas expectativas de que lo salvaría, pero en el momento en que vio su rostro, parecía que él la había estado esperando todo este tiempo.

Cuando la mujer lo vio sentado en la arena, ella lo miró indignada.

—¡¿Qué demonios es eso?!

—¿Qué demonios es qué?

Por supuesto, tenía una idea aproximada acerca de por qué estaba enojada. Sin embargo, decidió elegir una respuesta molesta.

—¡Esa! ¡Esa! Esa cosa en la mitad del oasis, ¡maldita sea!

Así que eso era después de todo. Los labios de Karasu se curvaron en una sonrisa.

—Oh, parece que te ha gustado. Se lo encargué a un artista famoso de Jebas.

Después de mirar perdida por un momento, la realización brilló en su rostro.

—Famoso artista … No me digas que ¿fue el viejo Maestro?

—Sí, es el único. Ese viejo Maestro era un conocido tuyo, ¿no?

La mujer se derrumbó sobre su marco rectangular.

—Ugugu… —gimió.

Karasu decidió acabar con ella.

—Está bien hecho. Tiene un poco más de carne, así que fue más a mi gusto.

Cuando visitó a Jebas, en ese extraordinariamente lujoso patio del castillo, vio una estatua de una mujer desnuda que daba una espada a un hombre armado.

Estaba atónito ante la vista, pero rápidamente empezó a reír mientras pensaba en su venganza.

—Un oasis vigilado por una diosa. ¿No suena bien? No tengo ninguna duda de que serás adorada por los futuros visitantes.

—Es cierto que ayudé con el oasis, pero ¡¿por qué tuviste que hacerla desnuda?! —gritó.

Endgame
¿¿Quizás porque jamás te han visto con ropa??

Ver su cara roja, realmente le había satisfecho. Karasu se rió alegremente.

—Echa un vistazo a lo que llevas puesto, y veamos si puedes responderte.

Mirando hacia abajo su cuerpo envuelto en tela, su expresión se volvió amarga.

—Además, ese viejo pensó que sería mejor hacerla desnuda. Como sentía que sería una blasfemia hacerte una mala representación, accedí a aceptarlo.

—Es como si hubiesen visto mal mi cuerpo —murmuró la mujer.

La risa de Karasu sólo se profundizó.

—Sólo estaba siendo considerado. Pensé que sería lamentable que la gente empezara a señalar que la Diosa de la Primavera era mucho más flaca que todas las otras diosas.

Su expresión ágil y silenciosa le hizo chasquear el suelo con risas.

En realidad estaba empezando a doler ahora.

Su herida en la pierna le había estado molestando todo el tiempo también.

—De todos modos, ya está hecho. Tienes algo más que decir esta vez, ¿no?

Fue sólo ahora que la mujer se dio cuenta de que estaba herido.

—Oh. ¿Podrías estar herido?

Karasu asintió con la cabeza.

—Lo estoy.

—Deberías decir este tipo de cosas antes. Toma. Una flauta hecha del cuerno de un sekitoha. Aparentemente se puede oír a miles de kilómetros de distancia.

Con eso, la mujer produjo una flauta grande del tamaño de su brazo.

De nuevo sale con un artículo increíblemente sospechoso… 

Cada vez que aparecía con un artículo, la mayor parte del tiempo era algo peculiar.

Pero Karasu también señaló que siempre fue algo que ayudó.

Cuando tomó la flauta en sus manos, notó cuán ligera era a pesar de su voluminosa apariencia.

Llevándolo a sus labios, sopló.

—BUOOOOOH.

Un sonido bajo parecía extenderse por la tierra.

Se sentía como si fuera más allá de la voz de una persona. Pero aún no podía imaginar que llegaría a casi mil millas.

—Oi, esto no es una falsificación ¿cierto?

La mujer inclinó la cabeza en perplejidad.

—¿Q-Quién sabe?

Karasu quería golpear la flauta en el suelo.

—Bueno, lo que sea. Si empeora, puedes llevarme de la misma manera que tú a los Tohjians.

—Pero tengo que levantarme temprano mañana… —se quejó la mujer con una expresión reticente. Karasu no le prestó atención.

Media hora después.

Alrededor de la hora en que reemplazó su vendaje improvisado con un paño nuevo de la mujer, oyó los sonidos de la gente que venía a buscarlo.

Por un tiempo, Karasu tuvo problemas para decidir si era la flauta o no.

3 respuestas a “Baño de la Diosa – Después de la historia, Parte 1: Un cierto rey ambicioso”

Responder a Rohandy Guzman Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido