El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 2: Una vez más, hacia la isla de las merrow

Traducido por Den

Editado por Meli


Por fortuna, el barco en que viajaba Lydia, llegó a salvo a la isla de Man situada en el mar de Irlanda, al oeste de Inglaterra. El mar estuvo en calma durante todo el trayecto, al parecer, las merrow no percibieron el peligro en ninguno de los visitantes y no desencadenaron una tormenta.

La última vez que puso un pie allí, fue a principios de primavera, cuando el pasto era verde claro, pero ahora, en pleno invierno, la ínsula estaba envuelta en una fina capa de nieve, la isla parecía un pastel glaseado de azúcar flotando en el mar.

—Vaya~~ Qué isla tan grande, parece que Edgar tiene muchos territorios bonitos en zonas remotas —dijo Lota.

—Es un área lejana donde viven muchas hadas. Los terratenientes fueron incapaces de lidiar con ellas y gestionar la isla, por eso, se la entregaron al antiguo Conde Caballero Azul.

—Ya veo, pero el paisaje es bastante bello. Oye, eso no será un castillo, ¿verdad? ¡Luce espectacular!

—Lota, no has vuelto a casa en muchos días, ¿está bien? Ayer tu abuelo te pidió que regresaras a Londres. Aún así, me estás acompañando.

—Oh~ Está bien que me quede aquí por dos noches y tres días.

El elegante castillo se alzaba sobre los terrenos más elevados de la isla. Sus paredes azules resaltaban con los blancos copos de nieve.

En el pasado, el puerto estaba bastante desierto, no obstante, y pesar del frío de muerte, la gente seguía manipulando pescado fresco y descargando barcos, llenando los alrededores de vitalidad.

Lydia y Lota desembarcaron, dispuestas a dirigirse a la única posada de la isla.

—¿Nico ya se ha ido? —preguntó Lota, mientras lo buscaba.

—Tal vez se fue a jugar con las pequeñas hadas que acaba de conocer.

—¿Con ese tipo invisible que estaba contigo?

—Sí, creo que Coblynau los acompañó.

—Disculpe… ¿es usted la señorita Carlton? —La recibió un hombre que dijo ser empleado de la posada, ella había enviado una carta avisando de su llegada y al parecer, la habían estado esperando—. Bienvenida. Debido a que las condiciones de la carretera son desfavorables para caminar, le hemos preparado un carruaje

—Pero la posada está a tan solo unos pasos.

Lydia estaba confundida, mas el hombre ignoró su reacción y le pidió que se sentara en el carro que estaba detenido en la carretera.

El alojamiento era una finca familiar del conde, que era dirigida por Tompkins, así que confiada, subió al carruaje, la puerta se cerró detrás de ella y Lota, que se disponía a abordar, cayó al suelo.

—Espera, ¿qué es esto? ¡Abre la puerta!

Lydia, trató de salir, pero el carruaje se puso en marcha y antes de que doblara en una esquina hacia el bosque, observó como Lota se liberaba de uno de los robustos hombres que la sostenían.

—Por favor, no se preocupe por eso, solo cumplimos órdenes. Volveremos después por la dama —dijo el conductor.

El carruaje se alejó de la posada, atravesó el bosque, y continuó por los elevados terrenos donde se encontraba el inminente castillo. Lydia sintió su corazón palpitar.

En muchas ocasiones, él había utilizado métodos contundentes para secuestrarla. Pero esto no era posible… ¿No estaba en Londres?

Mientras Lydia pensaba en ello, el carruaje cruzó una puerta y entró a un jardín. Luego, traspasó un acceso y se detuvo frente al castillo.

Un sirviente salió a recibir a los forasteros, y la llevó a ella a una pequeña sala de recepción.

No tuvo tiempo de preguntar si la persona que la había convocado era Edgar, ya que el criado se marchó.

Cuando vio el mobiliario de la habitación, se dio cuenta de que la decoración interior del castillo era diferente a la de la última vez que lo visitó.

Era una construcción del siglo XVI, pero parecía que los muebles y artículos viejos habían sido renovados después de que la isla de Man cayera en manos de Edgar.

El interior sencillo y pulcro. La sala tenía una chimenea que calentaba todo, lo cual era otra ventaja de la fortificación.

Lydia se sentó en el sofá y enseguida sintió la fatiga del viaje. Edgar estaba en camino y el pensar en cómo tratar con él le provocaba dolor de cabeza.

Tal vez, él no tenía la intención de perseguirla. Después de todo, siempre estaba rodeado de mujeres y amantes.

Si estaba allí, era probable que no fuera más que para decirle que su trabajo como doctora de hadas se ha ido acumulando, y sobre los acontecimientos relacionados con las hadas en la ciudad.

No quiero hacer esto y acabar decepcionada, pensó.

Estaba perdida porque no sabía si su relación con Edgar podría funcionar.

El tic-tac del reloj ilustraba el paso del tiempo mientras la nieve caía en silencio fuera de la ventana.

Lydia se quedó dormida sin darse cuenta. A pesar de que sintió que alguien entraba en la habitación, siguió aturdida por el sueño debido a la comodidad del sofá.

El cuerpo del hombre desprendía un olor a nieve y brisa marina proveniente del exterior.

Mientras estaba en trance, lo sintió a su lado. Su cabello era acariciado por un suave toque, el cual parecía tener un efecto hipnótico.

—Me siento tan solo sin tu compañía…

Aunque estaba medio despierta, sabía muy bien de quién se trataba.

—Por fin has vuelto, mi hada.

Solo había una persona que la llamaba “hada”, a pesar de que fuera ridículo e irónico.

—¿Edgar…?

—Ah, Lydia.

Se despertó cuando sintió que le susurraban al oído. Abrió los ojos y vio a Edgar, con la cabeza inclinada hacia ella, sus pálidos ojos color malva ceniza a la vista y su cabello rubio casi le tocaba el rostro.

Lydia se encontró no solo recostada en el sofá, sino con la cabeza apoyada en las piernas de Edgar. Al darse cuenta, se incorporó apresuradamente.

—¡T-T-Tú…! ¡¿Qué estás haciendo?!

—Oh, ¿por qué no te acuestas un rato más?

Lydia se levantó del sofá, tratando de respirar hondo para calmarse.

—Mientras observaba tu lindo rostro durmiente. Tú te acostaste en mi regazo por tu cuenta.

—N-No lo digas… ¿Por qué estás aquí?

Acababa de encontrarse con él y se tumbó en su rezago que era demasiado cómodo… Se sentía avergonzada y enfadada.

—Solo vine a saludarte. Tomaste la rara iniciativa de visitar mi mansión, ¿cómo podría ignorarlo?

—Mi pregunta es: ¡¿cómo sabes que estoy aquí?!

—Enviaron una carta.

—No escribí tal cosa.

—Ah, pero Nico me escribió una, ya que le di un sello grabado con sus iniciales. Parece que aprecia el placer de escribir.

El amigo por correspondencia de Nico resultó ser Edgar… En otras palabras, si quiere saber algo, solo tiene que preguntarle al gato hada. No era de extrañar que cuando abandonaron el barco, desapareciera tan pronto como pudo.

—Sí, todavía no he recibido tu respuesta. Pensé que el cartero no estaba cumpliendo con sus deberes, por lo que me colé en la oficina de correos para averiguarlo y, finalmente, vi la primera carta que me escribiste el otro día, por eso no te seguí. Si quieres enviarlas rápidamente a sus destinatarios, la verdadera fe no debe depositarse en la oficina de correos.

Era un problemático aristócrata mujeriego.

—Porque cuando escribía una carta, ya llegaba la tuya.

—No importa, aunque reciba solo cinco cartas de ti, mientras tenga unas pocas noticias tuyas, soy feliz.

¿Con solo unas pocas? 

Después de recibir tres correspondencias, Lydia quiso responder para no ser maleducada. Sin embargo, cuando pensó en Edgar, no pudo evitar echarse atrás.

Ahora él ya no estaba lejos de ella. De hecho, estaba cerca, de pie, mirándola fijamente.

—Sin embargo, en los últimos días no pude escribirte, ¿no estás triste?

—No, no tenemos un acuerdo sobre nuestras comunicaciones. Además, Lota dijo que querías hacer que me preocupara por ti.

—Nunca haría algo así. Fue porque estuve ocupado durante unos días… Bueno, fue difícil volver a verte, así que no hablemos de este tema.

Edgar reveló que estaba siendo malinterpretado al mostrar sus ojos solitarios y, aún así, siguió sonriendo.

Lydia seguía preguntándose cuánta credibilidad había en sus acciones.

—Esta noche también te he organizado una cena de bienvenida. Sé cuánto te gusta la torta de manzana del chef, así que vino hasta aquí a cocinar para ti. La mantequilla fría en una torta de manzana caliente debe ser una delicia.

El chef del conde estudió la esencia de la cocina en Francia. Aunque tendría que aguantar las dulces palabras de Edgar mientras comían, no podía renunciar a la cena. De lo contrario, sería una pena.

—Lydia, aún tengo mucho que hablar contigo. Por favor, no tengas prisa por irte. ¿Puedo acercarme un poco más a ti? —dijo triunfante al verla guardar silencio.

La joven dudó por un momento, pero la puerta se abrió de repente tras un toque. En ese instante, Lota irrumpió sin aliento y cubierta de nieve.

—¡Oigan, chicos, perseguí el carruaje incluso después de que me salpicara con agua sucia! ¡Te dije que te detuvieras, cómo te atreves a fingir no verme!

—Oh, pensé que tenías curiosidad por ver la nieve y que querías disfrutar del placer de caminar sobre ella. En Estados Unidos, de vez en cuando teníamos un poco de nieve, y, sin embargo, ¿no estás entusiasmada como para ladrar o brincar de alegría? —se burló de ella.

—Incluso sin ver mucha nieve, ¡¿quién sentiría tanta curiosidad hasta el punto de gritar y saltar de emoción?! —refutó molesta.

—Lota, ¡¿has venido andando?! —jadeó Lydia, corrió hacia ella y le quitó un poco de nieve del cabello.

—El personal de la posada no dejaba de decir cosas extrañas, interponiéndose en mi camino. Lydia, estaba tan preocupada de que fueras a tener un accidente.

—Lo siento, no sabía que estarías tan preocupada.

—Es ese tipo.

Los ojos feroces de Lota miraron con dureza a Edgar, quien en lugar de sentirse disgustado, se llevó las manos al pecho.

—Lota, que quede claro: esta es mi casa, no te auto-invites. No tengo porqué darte la bienvenida.

—Oye, Edgar, ¿quieres echar a Lota? Entonces me iré con ella.

—Finalmente tuve la oportunidad de cenar contigo a solas… —Mostró su descontento, pero cedió encogiéndose de hombros—. Además, para llevar a cabo una cena formal, las damas deben usar un vestido ceremonial y tú, estás demasiado sucia.

—¿Estoy demasiado sucia? ¡¿No se debe a que me salpicaste con barro?!

Edgar ignoró por completo la ira de Lota, tomó la mano de Lydia y la besó, fue tan repentino que no tuvo tiempo de apartarlo.

—Aunque también me gusta tu apariencia sencilla y natural, embellecerte con un vestido formal es mi privilegio exclusivo —Esbozó una dulce sonrisa—. Bueno, te recogeré más tarde.

Edgar se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándola de pie allí.

Estaba aliviada de que siguiera siendo el mismo. Sintió que cuanto más estaba a su lado, menos lo conocía.

¿Qué tiene en mente? Si sigue siendo el mismo de siempre, diciendo cosas bonitas, espero de verdad que sepa cuándo parar, no quiero malinterpretarlo. 

—Hombre, no ha cambiado nada —dijo Lota cansada mientras miraba la puerta cerrada—. Me pidió que llevara un vestido formal. No traje ese tipo de ropa.

—Yo tampoco.

—Entonces, ¿él tiene algo?

Lydia ya estaba acostumbrada a esto, pero Lota se sentía consternada e impotente.

—Lota, no hay problema. Tu cuerpo es como el mío, ¿verdad? —la tranquilizó con una sonrisa.

En ese mismo momento, Ermine entró y las condujo al vestidor.

—¿Así que habéis venido tú y tu hermano asiático?

—Sí, el señor Tompkins vino también.

Se podría decir que ese castillo era la verdadera casa del conde, pero al traer tan pocos sirvientes de su mansión de Londres, significaba que no tenía la intención de quedarse.

Ermine alineó con cuidado los vestidos para que las dos damas eligieran. Lydia la observaba mientras pensaba que era hermosa.

Siempre vestía ropa masculina: una sencilla camisa negra y una corbata, aún así, desprendía encanto femenino.

Ermine siempre ha amado a Edgar y él la considera el miembro más importante de la familia y la aprecia profundamente. Cuando Lydia descubrió que su relación parecía ir más allá de una relación normal de un maestro y un sirviente, o de miembros de una familia, se sintió impotente en secreto.

Edgar la protegía evitando coquetear con ella. Cuando era incapaz de distraerse de amarla, actuaba como un mujeriego, y Lydia no quería formar parte de su entretenimiento.

—Lydia, ¿quieres ese vestido?

La voz de Lota la sacó de sus pensamientos.

—¿Qué? Eh…

—Entonces, escogeré este. De todos modos, al final, ¿cuántos vestidos ha pedido Edgar para ti?

—No lo sé, nunca los he contado.

—Ese tipo está muy entusiasmado al respecto. Pero no eres una muñeca, ¿verdad?

Sin embargo, para Edgar probablemente lo soy. 

Lydia eligió un vestido rosa claro. Aunque sentía que ese color no era el adecuado para ella, si escogía con cuidado y perdía más tiempo, quedaría como una tonta por darle importancia, así que decidió usar ese.

♦ ♦ ♦

—¡¿Oye, Edgar, me pusiste deliberadamente aquí?! —le cuestionó furiosa Lota, que llevaba un vestido azul claro para la cena.

—¿Qué? ¿Tienes algo que decir?

—¡Te pregunto si esto es intencional!

El comedor tenía una mesa larga en la que cabían decenas de personas. Lota se sentó en el extremo, y tuvo que preguntarle en voz alta a Edgar, que estaba en la otra punta. En cambio, el susodicho había arreglado todo para que Lydia se sentara junto a él

—¿Cómo es posible que parezca grosero al hacer que la princesa del gran duque se siente en el asiento noble?

Ella había regresado recientemente con su abuelo, el gran duque de Cremona, sin embargo, nunca se había considerado una princesa en su mente. No soportaba la vida noble y por eso fue a buscar a Lydia por aburrimiento.

Lota permaneció como la líder de los piratas y le dijo a Edgar que no la viera como una princesa, por lo que, la disposición de los asientos definitivamente fue para molestarla.

Por más que solo asistieran tres personas a la cena, seguía siendo formal. Lydia aún no tenía clara la etiqueta apropiada de los miembros de la alta sociedad, así que estaba un poco confundida.

—Lydia, prueba este pastel de carne de faisán, creo que te gustará. —Edgar sonreía alegremente.

—Este pastel es el mejor, por supuesto, pero… Quiero preguntarte algo: ya que solo somos tres, ¿por qué estamos en un comedor tan amplio…?

—Mientras me acompañes a cenar, la comida siempre es más alegre de lo habitual. Qué maravilloso sería si pudiéramos hacer esto todos los días.

Si Edgar se encuentra con cosas que no quiere oír, hará oídos sordos.

Lota dejó de molestarse por él y se bebió el vino de un solo trago. Luego, le entregó bruscamente su copa a Raven para que la rellenara.

En ese momento, un hombre entró en la habitación y le susurró algo a Edgar, quien mostró una sonrisa intrigante que parecía estar tramando algo.

—Lota, saluda a tu hombre —dijo, mirándola.

—¿Qué? ¿Saludar a mi hombre?

—Tu abuelo estaba preocupado porque solo dejaste una nota diciendo que ibas a casa de Lydia.

—Oh, siento que mis palabras fueran…

—Tu abuelo quiere que te quedes en Londres hasta que puedas actuar correctamente. Ahora bien, hace poco recibió una invitación para visitar a la familia real holandesa. Como se aproximaba la fecha de partida, no querías regresar a Londres, ¿verdad?

—Oye, Lota, ¿es cierto lo que dijo Edgar?

—Esos nobles están siendo altaneros… —Agachó la cabeza, molesta—. Si voy con mi abuelo, solo lo desprestigiaría.

—Pero no puedes hacer que se preocupe por ti.

—Lota, no tienes que preocuparte. El carácter noble de Cremona es bien conocido. Su reputación no caerá en picado solo porque golpees a unos cuantos aristócratas que te desagradan. Por eso, le dije al gran duque de tu paradero.

Lydia se sorprendió.

¿Lota golpeó a los nobles?

Parecía ser cierto, porque huyó de Londres y se escondió en su casa.

—Edgar, canalla…

—¿Quién te dijo que te obsesionaras tanto con mi Lydia?

—¡No puedo creer que en verdad estés celoso de una mujer!

—No son celos. Lydia se convertirá en la condesa Ashenbert, así que si quieres estar con ella en el futuro, debes comportarte como una dama.

—Espera un momento. Lota siempre será mi amiga.

—No me digas que también quieres interferir en la amistad de otra persona.

—Espero que no le cuentes a Lydia cosas malas sobre mí que obstaculicen nuestro amor.

Los ojos de Edgar eran serios. Pero, en ese momento, Tompkins abrió las puertas del comedor y entraron dos hombres altos. Uno de ellos se disculpó por interrumpir su cena y el otro aprovechó la oportunidad para agarrar a Lota del brazo por detrás.

—¡Oye, suéltame! ¡No ves que todavía estoy comiendo!

Milady, perderemos el tren.

Lota forcejeaba desesperadamente, pero ninguno de los dos gigantes tenía la intención de ceder.

—Lydia estará muy feliz estos días, así que cuídate.

Lydia corrió hacia su amiga al ver cómo se la llevaban a la fuerza.

—Ah, ten cuidado en la carretera.

 —Sí, tienes que ser precavida con ese gran lobo feroz. No importa lo que haga para mentirte, no debes abrir la puerta, no dejes que entre en el dormitorio, ¡te engañará! ¡Debes tener cuidado! —gritó Lota, mientras se la llevaban.

La puerta del comedor se cerró justo delante de Lydia.

Sus planes, de alejarse de Edgar al ir a la isla de Man, habían salido mal y ahora estaba a solas con él.

—Finalmente nos quedamos los dos —Su voz la hizo saltar—. Bueno, por culpa de Lota todos mis méritos están arruinados.

No tienes ningún mérito. 

—No obstante, Lydia, sé que todo está en orden, así que no tienes que preocuparte.

Eso es difícil de decir. 

—Primero disfrutemos de los postres. Esta habitación es espaciosa, así que vayamos a un lugar silencioso y agradable.

Lydia miró a Edgar con un rostro desconcertado y lleno de dudas, él la tomó de la mano y la condujo a otra sala de recepción. Aunque la joven se sentó en el sofá junto a la chimenea, lo único que quería era regresar a su habitación después de comer los dulces.

—¿Te gusta el castillo? —Sonrió y se sentó junto a ella—. El interior fue renovado y me gustaría oír tu opinión.

—Este es tu castillo, puedes decorarlo como quieras.

—Pero en el futuro se convertirá en el tuyo.

—¡No llegará ese día!

—Aunque este lugar es antiguo, es espacioso y majestuoso. El diseño también es muy hermoso. Después de casarnos, estaría bien vivir aquí.

¡¿Me escuchó?! 

—Esta mansión es del Conde Caballero Azul, no hay forma de que…

A pesar de que el Conde Caballero Azul era quien gobernaba el reino de las hadas, Edgar no tenía ningún poder mágico para ver a las criaturas o ayudarlas. Lydia lo lamentaba profundamente, no obstante, de alguna manera era capaz de simpatizar un poco con él.

—Aún así, no cambia el hecho de que eres el Conde Caballero Azul.

—Eres muy amable.

Edgar la miró con ojos tristes. Ella desvió rápidamente la mirada.

Él la hacía olvidar que estaban junto a los postres.

Cuando volvió en sí, extendió la mano hacia la bandeja que había sobre la mesa y se centró en la comida.

—Edgar, si no comes, la crema de mantequilla se derretirá.

Estaba intentando disipar el ambiente romántico alrededor de ellos. Mas él seguía observándola con intensidad.

—Escuché que la isla está siendo protegida por las merrow, por lo que Kelpie no podrá interponerse en nuestro camino. ¿No crees que es muy conveniente para nuestra futura vida de casados?

Era cierto, las hadas les temían a los kelpie, pero ni siquiera su poderosa fuerza era capaz de romper el escudo de las merrow.

Sin embargo, ¿cómo supo Edgar eso? Probablemente Nico se lo contó.

¡Ese traidor! 

Era malo estar sin Kelpie, sin Lota y con Nico desaparecido.

Tenía que estar más atenta para no dejar que se aprovechara de ella.

—¡Es poco probable que tengamos una vida de casados!

—Pero estás usando el anillo de compromiso en tu dedo.

Ambos miraron el anillo de piedra lunar en su mano.

—Como no me lo puedo quitar por culpa de Coblynau, he tenido que seguir llevándolo. Ahora bien, nadie puede verlo aparte de nosotros, así que mi padre y los demás no se dan cuenta.

Edgar frunció el ceño, como si mostrara pesar, pero volvió a la normalidad de inmediato.

—¿Está delicioso? Te daré más.

—Ya no quiero más, ¿por qué no te apresuras a comer? —Trató de distraerlo todo lo pudo.

—Mi postre es suave con un dulce sabor a caramelo. Con solo mirarlo me siento satisfecho.

¡Por favor, que tus manos no toquen mi cabello! 

Edgar comparó su cabello rojizo con el caramelo y también jugó con él con sus dedos. Lydia lo observó mientras lo hacía, preguntándose cuándo llegaría la deliciosa torta de manzana.

—Lydia, durante mis días sin ti, me sentí muy solo. Pensé que nos habíamos convertido en amantes, pero de repente te fuiste.

Detente de una vez. 

Al irse de vacaciones, Lydia logró convencerse de que los sentimientos que tenía por Edgar eran solo una ilusión.

—No seremos amantes. Puedes decir palabras bonitas e ilusionarme, sin embargo, cuando te calmes, descubrirás que no es amor. Te dejé durante este período de tiempo y no tenía ningún deseo de verte a ti o a tu dolor —declaró sin estar convencida de sus palabras—. Debería estar muy claro que no soy yo quien está en tu corazón.

—Solo te tengo a ti en mi mente.

Edgar vio cómo Lydia apartaba la mirada y suspiró disgustado.

—No importa cuántas veces lo diga, ¿seguirás sin creerme? Ya veo, entonces no hablemos más de este asunto.

Se sintió aliviada y pensó que él lo superaría con el tiempo.

Edgar no podía ver hadas, así que la convirtió en su prometida para atarla. Aunque trató de averiguar cuáles eran sus verdaderos pensamientos, temía que su relación se volviera insostenible.

—No nos hemos visto en mucho tiempo, y mencioné temas desagradables. Estoy arruinando el ambiente.

Lydia sentía que Edgar no había cambiado, pero parecía un poco diferente.

Antes, aunque se sintiera molesta, no se detenía y disfrutaba de sus respuestas. No obstante, ahora, parecía lamentar de alguna manera haberla incomodado.

Era probable que fuera porque ella no le mostraba ningún sentimiento y él renunció a perseguirla.

Siempre rechazaba sus insinuaciones por miedo a que le dejara una profunda cicatriz al separarse, pero temía ser incapaz de reprimir sus sentimientos por él.

—Ah, sí, todavía no sé cuál es tu propósito aquí en la Isla de Man, ¿puedes decírmelo?

—¿Eh? Ah, ya veo…

Lydia siempre pensó que los ojos de Edgar podían ver a través de la mente de una persona, por lo que se apresuró a pensar en otra cosa.

—En realidad, pensé que era necesario investigar en detalle la historia del Conde Caballero Azul, así que decidí venir.

—No tenías que preocuparte por mí en medio de tus vacaciones…

—No es eso. Se debe a que, después de todo, soy la doctora de hadas del Conde Caballero Azul.

—Eres tan rápida en negarlo.

—En definitiva, escuché noticias sobre algo que debería importarnos.

—¿Qué noticias?

—Según los registros, el Conde Caballero Azul debería haber desaparecido hace trescientos años en Inglaterra, pero hubo unas hadas que se encontraron con él hace cien años. El resentimiento entre él y Príncipe podría haber comenzado durante ese momento.

—Entonces, fue hace casi cien años, ¿en la época de Bonnie Prince Charlie? Durante la revolución del príncipe Eduardo.

—Después de eso, Jacobo II fue expulsado y exiliado de Inglaterra, y su nieto, Carlos Eduardo, es decir, Bonnie Prince Charlie, se rebeló para heredar el trono de Inglaterra y fracasó, por lo que los Estuardo finalmente fueron derrotados y perdieron su poder en Inglaterra.

Edgar fue secuestrado y llevado a Estados Unidos por una organización misteriosa de personas que heredaron la sangre de la casa Estuardo, donde el autoproclamado Príncipe parecía estar conspirando en secreto para tomar el trono de Inglaterra.

Edgar sabía que Príncipe odiaba al Conde Caballero Azul y que sus secuaces habían exterminado a todos sus descendientes, mas desconocía la razón por la que lo odiaba tanto.

Príncipe lo cazaba, y parecía temer al poder del estatus de Conde Caballero Azul, Edgar debía no solo proteger su propia vida, también su estatus y su reputación de conde. Por eso, Lydia quería ayudarlo como doctora de hadas.

A pesar de que las cosas no siempre iban bien entre ellos, el hecho de que quisieran ayudarse mutuamente no cambiaba.

—Además, para conocer detalles sobre Ulysses, debemos averiguar el pasado del conde.

—Sí, es probable que Ulysses sepa más cosas que nosotros. Si hubiera aprovechado la oportunidad antes, me temo que nuestras posibilidades de ganar habrían sido escasas.

En cuanto se mencionaba al enemigo de Edgar, éste se ponía serio. Revelaba esas expresiones oscuras, tal vez por el ardiente fuego del odio que su némesis despertaba dentro de él, haciéndole desear su venganza. Cuando emitía ese aire, lucía hermoso y dejaba a cualquiera sin aliento.

En ese momento, era una persona diferente a la que pronunciaba palabras de amor, lo que demostraba el terrible destino lleno de dificultades que cargaba sobre sus hombros. Lydia se entristeció.

No podía apartar sus ojos de él.

Edgar no era consciente de que su dolor interior la atraía más que sus bonitas palabras.

—De todos modos, supongo que las merrow deben saber más sobre la historia del conde, así que voy a intentar preguntarles mañana.

El rostro del caballero volvió al instante a ser suave, y la miró con dulzura.

—Quieres hablar con ellas, ¿puedo acompañarte?

—Está bien, tu presencia mejorará las cosas —Lydia retrocedió un poco—. Bueno, gracias por tu hospitalidad. Ahora me iré a la cama…

Edgar la agarró de la mano. La miró en silencio, lo que hizo que su corazón latiera con fuerza y que todo su cuerpo se pusiera rígido y tenso.

—¿Q-Qué pasa?

—No desaparecerás mañana, ¿verdad?

Él se refería a la última vez que ella se marchó a Escocia, sin despedirse, antes del amanecer.

—Mañana tengo que ir a ver a las merrow…

—Por favor, no desaparezcas en silencio. Si he hecho algo malo que te haya hecho infeliz, puedes desahogarte conmigo.

—Ese no es el caso, no es tu culpa, es mía… Estoy cansada. Sé que necesitas mi habilidad como doctora de hadas. Es probable que me dejara llevar un poco, por eso quise calmarme. Soy consciente que fue caprichoso de mi parte, así que investigaré el pasado del conde para ti.

Sus manos seguían entrelazadas. Edgar no parecía muy contento con su comentario.

—Además, prometo que si quiero tomarme un tiempo libre, me aseguraré de informarte con antelación.

Edgar suspiró, mostrando su dolor.

—¿Puedo darte un beso de buenas noches? —preguntó.

—¿Eh?

Lydia lo miró y él la besó en la mejilla.

—Buenas noches, mi hada.

—Buenas noches…

Debía estar ruborizada. No quería que Edgar la viera sonrojada, así que salió corriendo de la sala de recepción.

Edgar se quedó solo en la habitación, con la mejilla apoyada en la palma de su mano.

—Creo que la cautela de Lydia es más fuerte que antes —dijo mirando a Raven quien ladeó la cabeza confundido—. Creía que me culparía, pero dijo que estaba cansada. Pensé que ella también se sentía igual que yo, ¿fue un error? Parece que no tengo esperanzas.

Raven parecía tratar de pensar en lo que Edgar quería decir, pero le resultaba difícil comprender lo que era el amor.

—Si le gusto solo un poco, ¿su anhelo por mí no aumentó después de no verme durante mucho tiempo? ¿No me extrañó? Le escribí todos los días sin interrupción, también me contuve de verla. Sin embargo, no solo no me echó de menos, sino que también estaba dispuesta a darse por vencida. ¿De qué se trata todo esto?

Las tácticas psicológicas no funcionaron con Lydia, por lo que Edgar ya no la persiguió activamente. Pero eso le hizo creer que no era sincero.

—Lord Edgar, entonces ¿no tiene intención de rendirse?

—¿Rendirme? ¿Ante qué?

—Antes me decía que había chicas en todas partes, por lo que si no hay esperanza con una, entonces desistirá de inmediato y buscará el próximo objetivo. Por eso pensé que había dejado de perseguir a la señorita Carlton porque se había rendido.

—No estoy desesperado. Aceptó cenar conmigo y mi beso de buenas noches.

Era de esperar que Lydia accediera a cenar, pero el beso fue imprevisto, y Edgar no podía ignorarlo.

—Raven, aunque hay chicas en todas partes, para mí solo existe Lydia.

El joven asintió, pareció entenderlo. No obstante, Edgar reconsideró lo que había dicho.

Eso es… Sin Lydia a su lado, no tiene sentido.

Era encantadora y quería mantenerla a su lado y esperaba que algún día pudiera enamorarse de él. Ella estaba dispuesta a trabajar con él. Pero no estaba dispuesto a contener su corazón por más tiempo.

Cuando más sabía de ella, más se sentía atraído, tanto que le parecía increíble.

Sin embargo, ¿Lydia no estaba enamorada de él?

Si al final ellos no pueden estar juntos, se enamorará de alguien más. Edgar conocía su propia personalidad, mas no quería admitirlo.

—Es demasiado pronto para rendirse. Hay otros métodos que aún no he probado.

—Entonces debe tomar el método más rápido y eficiente.

—¿Por qué tienes tanta prisa?

—Creo que no nos queda mucho tiempo.

Recientemente, Ulysses inició una gran jugada para traer a Príncipe de vuelta a Inglaterra. En un futuro cercano, Edgar tendrá que enfrentarse y luchar contra su enemigo como es debido. Si no quería lastimar a Lydia, necesitaba la determinación de renunciar a ella.

Lydia ya sabe de la existencia de Ulysses, por lo que podría ayudarla dejándola ir. Sin embargo, no quería perderla, así que tenía que aceptar que ella sería arrastrada a los peligros de esta guerra, y protegerla escrupulosamente.

—Entonces, Raven, ¿podrías ayudarme?

—Por supuesto.

Edgar le hizo una seña a Raven y éste se acercó con seriedad.

—Primero de todo, ve a Tompkins y roba la llave de repuesto de la habitación de Lydia… ¡Ah! ¡Espera, Raven! —Lo detuvo al instante.

Aunque fue una broma, Edgar seguía sintiendo la tentación de hacerlo, pero su corazón racional se lo impedía.

Raven se giró, mirando a Edgar con rostro pesaroso.

—Lord Edgar, creo que la llave de repuesto de la habitación de la señorita Carlton la tiene Ermine, así que es imposible robarla.

Ya veo, pensó Edgar, sintiéndose aliviado.

—Raven, en realidad no hay una forma rápida de obtener el corazón de una chica. Lydia y yo necesitamos algo más de tiempo. No haré que te preocupes por eso, porque ya he decidido qué hacer.

Edgar siempre estaba dispuesto a luchar. Además, había llegado tan lejos después de que casi todos sus compañeros murieran como para rendirse. La única persona que les impedía ser libres era Príncipe. Por eso, para demostrar su libertad, también necesitaba valorar su supervivencia y el propósito de su existencia.

Una vez que Lydia se vea envuelta en esta guerra, no sabe si vivirá o morirá, pero no renunciará fácilmente a su voluntad de vivir.

Sin embargo, aún no sabía si podría luchar por las personas en el futuro, en lugar de vivir simplemente para vengarse. Así que cuando se dio cuenta de que a Lydia podría gustarle, de repente se apartó. Como consecuencia, ella mencionó lo de las vacaciones como pretexto para escapar de él. Al final, Edgar recibió un duro golpe.

Él mismo no estaba seguro de si debía o no evitar que Lydia volviera a alejarse de su corazón. Hacía mucho tiempo que no la tocaba, y, ahora mismo, recordaba el toque de sus manos en ese momento y sentía que seguía tan nerviosa como antes.

♦ ♦ ♦

—Lydia, llamé a tu puerta, ¿por qué no me respondiste?

A la mañana siguiente, Nico apareció por fin en la habitación. Entró por la ventana, sacudiendo la nieve que tenía en la cola, y la miró enfadado.

A primera hora del día comenzó a nevar y desde entonces no había cesado. Había más nieve que ayer, lo que hacía que el exterior pareciera un amplio jardín de estilo inglés lleno de bloques de ladrillos blancos.

—Porque no podía abrir la puerta de inmediato.

Lydia acababa de levantarse y cambiarse de ropa. Se cepilló el cabello mientras Nico hablaba de pie sobre sus dos patas traseras.

—¿Por qué? —le preguntó, inclinando la cabeza al ver hacia la puerta que tenía un montón de mesas y sillas.

—Bueno…

Lydia quiso evitar que Edgar se colara en su habitación durante la noche, por lo que utilizó las mesas y las sillas para bloquear la puerta.

Aunque pensó que él no podía tener tanta prisa, no pudo evitar estar alerta toda la noche; el más mínimo ruido le impidió dormir.

Despierta, Lydia. Tu comportamiento es ridículo. Edgar no apareció, no eres parte de sus preocupaciones, pensó avergonzada.

Ermine y Tompkins comenzaron a mover una silla, con la intención de poner todo en su sitio.

—¿Puedo ayudarte?

—Siento molestarte…

Uh… ¿Quién es? 

Estaba tan nerviosa como para darse la vuelta, pero lo hizo y entonces vio que Edgar levantó con facilidad la silla frente a ella.

—T-T-T-T-Tú… ¡¿Por qué estás en mi habitación?!

—Temprano en la mañana escuché a Ermine decir que no podían abrir esta puerta, por lo que le pedí a un asistente que viniera.

Lydia había olvidado por completo que la mayoría de las residencias aristocráticas tenían sirvientes exclusivos, dentro y fuera de las puertas.

Ahora que lo pienso, el lavabo estaba vacío anoche, y esta mañana, tenía agua limpia. 

Ermine había ido y venido, por supuesto.

—¿Significa esto que esperabas que viniera a verte en secreto?

—¿Qué? ¿Para qué? No seas tonto. ¡Si vinieras, no se te podría llamar hombre!

—No obstante, como ahora sé que me estabas esperando, debería visitarte por cortesía.

¿De qué país es esta cortesía? 

—¡No te estaba esperando!

—Así, frente a la puerta de tu habitación, discutir si entrar o no es como si fuéramos amantes.

Lydia deseaba que alguien pudiera curar a este hombre de su forma de pensar errónea.

—Cierto, Lydia, hay un invitado que te busca —Nico agarró el dobladillo de su vestido—. Conde, el invitado quería que te preguntara si estás dispuesto a permitirle conectar el castillo con el mar para que le resulte cómodo acceder.

—¿Con el mar? No estoy seguro de lo que quieres decir, pero no importa siempre y cuando puedas devolverlo a su estado original.

Aunque Edgar estaba desconcertado, asintió.

El panorama fuera de las ventanas cambió de repente.

Envuelto por la oscuridad, como si el sol se escondiera tras las nubes, el paisaje fue cubierto por una capa de agua azul.

Todo el castillo parecía sumergirse en el océano, ya que se podía ver cómo las olas mecían las algas y a los peces nadando libremente.

Lydia se dio cuenta de que se trataba de la magia de las merrow, pero se puso nerviosa cuando Edgar trató, sin éxito, de abrir las ventanas por curiosidad.

—¿De qué se trata todo esto?

—El castillo está conectado con el mar.

—Entonces, ¿sí estamos en el mar ahora? Pero ese árbol de allí es un largo cedro blanco del jardín.

—Hay un punto en la conexión entre el castillo y el mar. Si el mundo real se desdibujara por completo, no se podría volver a la normalidad.

Un hombre con un sombrero rojo apareció en la habitación.

—Disculpen —Levantó su sombrero y se inclinó ante ellos.

Sus ojos estaban un poco separados, la boca también parecía ser más grande de lo normal. Aunque lucía como un humano, su cuerpo rollizo y sus manos estaban cubiertas de escamas y aletas que permitía saber a simple vista que era un merrow.

Debe haber pedido a los ancianos que lo transformaran en un humano en lugar de hacerlo él mismo, porque parecía tener su aspecto habitual: de merrow.

—¿No tienes algo que preguntarle a las merrow? Te ayudé trayéndolo aquí —dijo Nico de pie con orgullo junto al hada—. Oh, Lydia, no tienes que enfadarte.

Hizo esto para disculparse con ella por haberle contado todo a Edgar.

Lydia lo fulminó con la mirada. No obstante, parecía el hada tener algo que decir, por lo que Nico mantuvo su apariencia de poder y prestigio, a pesar de que tenía el pelaje erizado y temblaba un poco.

—Escuché que la doctora de hadas quería reunirse con nosotros, así que vine a visitarlos —explicó el merrow.

—Pensé que era Tompkins —murmuró Edgar para sí mismo.

Milord, ¿me llamó? —El susodicho apareció.

—Ah, Tompkins, lleva al invitado a la sala de recepción —ordenó Edgar, puesto que un grupo de personas de pie frente a una pila de sillas era bastante ridículo. El mayordomo asintió y cruzó la imponente barrera. En ese momento, Lydia pensó que su aspecto y sus medidas eran muy similares a las del otro merrow.

—¡Vaya! ¡Así que estás vivo, Tom!

—Tom debe ser mi ancestro…

—Ya casi te has convertido en un humano, aunque eres una réplica de Tom.

—Tal vez sea el llamado fenómeno atávico. [1]

Se dice que la familia de Tompkins heredó la sangre de las merrow, pero esta era la primera vez que sus familiares lo veían como uno de ellos. Ahora mismo, el susodicho fingía estar tranquilo.

Den
Es decir, con la apariencia de un merrow

—Conde, por favor, perdone mis saludos tardíos. Pidió ser bendecido y gracias a usted, nosotros las merrow ahora convivimos bien con los isleños. Estamos muy satisfechos.

—Soy yo quien debería agradecerles a ustedes. Porque me confiaron la espada, tuve la oportunidad de ayudar un poco a todos.

Después de entrar a la sala de recepción, Edgar lo saludó afectuosamente y le pidió que se sentara.

—Y parece que está comprometido. Felicidades. Si el conde pudiera vivir para siempre, no sería un desperdicio haberle entregado nuestra espada.

Lydia fue tomada por sorpresa y cubrió al instante el anillo con la mano, pero ya era demasiado tarde.

Había un problema: aunque el hechizo del anillo de piedra lunar hacía que los humanos no lo vieran, no tenía ningún efecto sobre las hadas.

—Entonces, ¿rezarás para que el heredero del conde nazca pronto?

Este hombre es imposible. 

—Por supuesto.

—Más que eso… Señor, me gustaría preguntarle una cosa… —Lydia se apresuró a interrumpir la charla que estaban manteniendo sobre asuntos delicados—. Escuché que hace cien años unas hadas se encontraron con el Conde Caballero Azul. Asumiendo que esa persona fuera realmente el conde, ¿por qué no vino a llevarse la espada? Usted estaba aquí hace cien años, ¿tiene alguna pista sobre esa persona?

—¿Hace cien años? Ah~ es cierto.

—¿Tiene alguna información?

—El Conde Caballero Azul desapareció durante esa época. Innumerables personas intentaron robar la espada. No obstante, además de usted, conocimos a otra persona que logró llegar al mar, alguien que luego murió porque no pudo cumplir las condiciones de la espada. Ahora bien, según esta historia, la sangre del conde pereció por completo hace ya cien años, por lo que él quería que le diéramos la espada.

—¿Cuándo apareció ese hombre? —preguntó Edgar.

—Hace unos años, un poco antes que usted.

—¿Afirmaba llamarse “Ulysses”?

Lydia miró a Edgar, sorprendida.

—Ah, sí, era un hombre de mediana edad.

—No es el Ulysses que conocemos ahora…

—Probablemente tenía parientes que murieron allí. —murmuró Edgar y continuó—: el hombre de mediana edad debe haber insistido en que era un descendiente de sangre del Conde Caballero Azul, ¿verdad?

—Fue incapaz de demostrarlo, así que no tenía sentido hacerlo.

—En otras palabras, no desentrañó el misterio del poema que guiaba a la espada de las merrow.

El hada asintió ante sus palabras.

El heredero legítimo del Conde Caballero Azul fue asesinado. Príncipe utilizó a Ulysses, que era del linaje bastardo del conde, para obtener la espada.

Sin embargo, el resultado fue contraproducente: uno de sus hombres se ahogó.

Príncipe renunció a la espada de las merrow, pero nunca pensó que Edgar la conseguiría y se convertiría en el conde.

—Parece que Príncipe estuvo involucrado en los rumores de hace cien años y tuvo algún tipo de drama con el Conde Caballero Azul antes.

—Es seguro que el conde no visitó la Isla de Man. Obviamente, los antiguos condes venían de visita, por lo que es realmente inusual… solo sabemos eso.

—Señor, ¿hay alguna forma de saber más sobre el pasado del conde? —preguntó Lydia—. Sus antecedentes de hace cien años no están claros y me gustaría conocer más sobre Ulysses y la espada de las merrow.

—Los verdaderos miembros de la familia del Conde Caballero Azul deberían saberlo todo, pero decir esto ahora no servirá de nada. Si es como el conde dijo, que Ulysses tiene un imitador o un pariente, solo podemos averiguarlo preguntándole a la banshee.

—¿La banshee?

Edgar miró a Lydia, esperando que ella pudiera explicarlo.

—La banshee es un hada que sirve a las casas de las familias prestigiosas. También hay un dicho que declara que la banshee es una antigua alma humana de la familia que murió, pero en general, esta hada protegerá a tu familia y llorará cuando prediga la muerte de un miembro.

—¿Dónde viven?

—La mayoría de las veces dentro del alcance de la casa de una familia noble.

—¿Así que la banshee del Conde debería estar cerca? No pudimos encontrarla.

—Antes, el anterior conde vino a visitar el castillo con su banshee.

—Ahora que lo pienso, si el conde de Ibrazel se marchó, se habrá llevado a su banshee.

—Solo podemos rezar para que ésta siga en el mundo humano. Pero ¿cómo podemos reconocerla?

—La mayoría de las banshee son chicas jóvenes de cabello largo que llevan ropa verde y siempre tienen los ojos hinchados.

Edgar estuvo pensativo por un momento.

—Las lágrimas de una banshee se convertirán en ámbar, ¿verdad?

—Oh, realmente sabes mucho.

Milord, el señor Paul está de camino.

Reapareció Tompkins, notificando que Paul había llegado.

—Conde, lo lamento, no podía esperar a que regresara, así que vine directamente a encontrarme con usted. Ha estado llorando mucho, no sé qué hacer…

Paul irrumpió en el salón, disculpándose. No obstante, Edgar se levantó con alegría.

—¡Paul! Has llegado en buen momento. Lamento no haber ido a recibirte.

—Bueno, eso no importa… ¿Lo molesté…?

—Tenía la intención de enviarte una carta para llamarte, pero… Vaya, eres realmente digno de ser mi buen amigo; has venido antes de que terminara de pensar.

La mayoría de la gente se quejaba de los caprichos de Edgar, pero Paul no tenía ni la más remota idea de lo que hablaba, por lo que esbozó una sonrisa tranquilizadora a sus palabras.

A los seguidores de Edgar tampoco parecía importarles sus jugadas caprichosas.

—¿Es así? Qué bien… En verdad no sabía qué hacer, así que pensé que tenía que hablar con la señorita Lydia —Paul hizo entrar en la habitación a una joven que llevaba una capa con capucha que le cubría el rostro. Luego, ésta se frotó los ojos hinchados y levantó la cabeza.

—¡Ah! ¿No es esa la banshee del Conde Caballero Azul?

—¡¿Qué?!

Lydia escuchó el sorprendente comentario del merrow y examinó de inmediato el rostro de la chica.

—Recuerdo que el conde la trajo una vez a visitarnos.

—¿De verdad? ¿Es eso cierto? ¿Eres la banshee del conde Ashenbert?

—Lydia, parece haber perdido la memoria.

Lydia, que ignoraba por completo la situación actual, no sabía por qué Paul era quien la traía.

—Entonces ¿se olvidó del conde…?

—Parece ser el caso. Ah, pero recuerda algo: el nombre de su maestra.

—Mi ama es la señorita Gladys… —susurró la banshee mientras las lágrimas que brotaban de sus ojos se convertían en ámbar.

—Como la familia merrow, deberíamos conocerla, mas no hay nadie con el nombre de Gladys como Conde Caballero Azul.

—En otras palabras, debe ser el “conde” de hace cien años.

—¿La condesa? —dijo el merrow en voz baja.

—Si era la única heredera entre los Conde, no es de extrañar que no apareciera en Inglaterra.

—Solo los hombres tienen derecho a heredar el título de los Ashenbert, por lo que no hacía falta que ella tomara la espada y tuviera una audiencia con el rey de Inglaterra —dijo Edgar que al parecer había entendido todo.

—El mundo humano está en problemas. A las hadas no les importa el género, no importa siempre y cuando sean el Conde Caballero Azul.

—En ese caso, ¿por qué vino la condesa Gladys a Inglaterra? Banshee, ¿solo recuerdas su nombre? ¿No recuerdas a tu ama, cuándo murió y cuándo vino a Inglaterra?

La joven negó con la cabeza.

—He estado vagando por el mundo humano, así que no he sentido el paso del tiempo.

—Sus recuerdos fueron sellados y probablemente lo hizo la señorita Gladys, ya que era su maestra —explicó el merrow.

—¿Por qué los sellaría?

—No sé qué le pasó a su ama, pero si sus recuerdos fueron sellados y ha estado vagando sola hasta ahora, la otra parte puede haber muerto. Hace cien años, ella era la condesa Ashenbert. Sin embargo, no tuvo herederos, por lo que solo pudo entregar una importante tarea secreta a la banshee, junto con sus recuerdos sellados.

Cuando la joven escuchó que su señora había muerto, sufrió y estuvo a punto de desmayarse, Paul, que estaba a su lado, la sujetó.

—¿A qué se refiere con el importante secreto? —le preguntó Edgar al merrow.

—No puedo liberar el sello, así que no hay forma de saberlo.

—Mientras me reúna con mi maestra, debería recuperar mi memoria. Sin embargo, si la señorita Gladys ha muerto, tal vez nunca pueda hacerlo.

—Debe haber alguna forma de recuperar tus recuerdos. Ahora Edgar debe ser tu maestro; él es el actual Conde Caballero Azul.

Aunque la señorita Gladys sabía que el linaje del conde perecería, le sugirió a la banshee que la acompañara a ver al próximo “anfitrión”, lo que significa que debe haber querido que alguien heredara la casa del Conde Caballero Azul en el futuro.

—Entonces, eso es todo. Señorita, tal vez quiera cogerme las manos.

—¡No las tomes!

Edgar le tendió las manos a la banshee, pero Lydia se abalanzó sobre ella para protegerla y le dirigió una mirada severa a Edgar. Luego, volvió la cabeza y le dijo a la hada:

—Banshee, creo que debes saber cómo romper el hechizo. Si asumiste la tarea bajo el mando de la señorita Gladys, quizás te permitirá ver al propietario y pensar en la manera de romper el encantamiento. Después de ver a Edgar, intenta recordar y considerarlo el Conde Caballero Azul.

La joven miró desconcertada a Edgar, luego sacudió suavemente la cabeza.

—No puedo considerarlo como mi señor, porque no puedo sentir la poderosa fuerza de la señorita Gladys en él.

Edgar apartó la mirada y se encogió ligeramente de hombros.

—Parece que apenas he sido reconocido como el verdadero Conde Caballero Azul.


[1] El atavismo consiste en la reaparición de caracteres propios de los antepasados.

2 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 2: Una vez más, hacia la isla de las merrow”

  1. Regreso al fin~
    Aunque ya me termine el volumen en ingles es un gusto verlo en español de parte de Kovel!
    Animo con las traducciones! uwu

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