Traducido por Den
Editado por Meli
Para ser sinceros, Lydia se sintió aliviada al enterarse de que Edgar había salido para calmarse un poco.
Debía estar preocupado por Ermine, además de inquieto por los próximos movimientos de Príncipe.
Al descubrir el comportamiento sospechoso de Ermine, Edgar quedó desconsolado. De ahí que acudiera a Lydia en busca de consuelo. Era probable que estuviera preparado mentalmente desde el principio, pero debido a su nueva y repentina traición, Edgar desde luego debió sentir que era intolerable.
Sin embargo, le molestaba un poco que él no quisiera mostrarle su propia debilidad. Aunque fuera un poco, quería escuchar su voz. Esperaba oír sus verdaderos pensamientos, aunque fuera solo un momento.
Antes, cuando la atacó, lloró. No solo por su comportamiento despiadado, sino también por el hecho de que no era fiel a su corazón. Estaba conmocionada. Él, incapaz de enfrentarse a su sufrimiento, había querido confiar en que sus sentimientos por Lydia eran verdaderos. Por eso ella quería ayudarle, aunque no la necesitara. A pesar de que se mostrara insistente o la abrazara a la fuerza, no la incomodaba.
Lydia, que siempre huía, no quería admitir… que, de hecho, su corazón se ponía ansioso cuando tenía que determinar si Edgar era sincero o no.
—Señorita Carlton, tiene una visita.
Desde el escritorio del estudio, levantó la vista y vio a una sirvienta en la puerta.
—¿Una visita? ¿Quién es?
—Dijo que lo entendería si le decía el nombre de Ulya. ¿Preparo té?
—¿El señor Ulya? En ese caso… déjalo entrar, por favor.
Por suerte, Edgar no está en casa. ¿Qué estará haciendo?, se preguntó Lydia.
Ulya entró al estudio y se acercó a ella deprisa.
—Señorita Lydia, el profesor, él… El profesor Carlton ha tenido un accidente en Cambridge.
—¿Un accidente? —Se levantó de su asiento, impactada—. ¿Cómo… papá…?
—La situación no está clara. La universidad recibió un telegrama, pero solo decía eso. En cualquier caso, por favor, acompáñeme allá. Puede que sepan más detalles al respecto. Si es necesario, iremos a Cambridge con el profesorado de allí.
Lydia se limitó a asentir mientras agarraba la pluma sin saber qué hacer.
A un lado se hallaba la doncella que, sin permitirse cometer ninguna negligencia durante su jornada laboral, ya había informado al mayordomo Tompkins. Este fue a buscar de inmediato un sombrero y una bufanda. Sin embargo, primero hizo que Lydia se sentara en una silla.
—Por favor, mantenga la calma, señorita Lydia. Esperemos a que milord regrese, ¿sí? En este caso, creo que es mejor que no salga sola.
—No debería haber ningún problema si va conmigo —comentó Ulya.
—Pero milord ha ido a la universidad de Londres. Tal vez también se haya enterado del incidente y regrese pronto.
—Bueno, si también vamos a la universidad, ¿por qué no nos encontramos con él allí?
—Es posible que no se crucen.
—Aun así, señor Tompkins, por favor déjeme ir con el señor Ulya.
Es una pérdida de tiempo discutir qué hacer. Necesito saber cómo está papá cuanto antes. Quizás la universidad ya recibió más detalles de la situación.
—Entonces, tiene que pedirle a alguien que la escolte.
—El carruaje solo puede llevar a dos personas —replicó Ulya.
—Prepararé el carruaje.
—Ya veo que no confía en mí. Solo vamos a la universidad y, aun así, ¿no puede permitirme llevar a la señorita Lydia?
—No es eso.
—En ese caso, es decisión suya, señorita Carlton.
Lydia asintió. Su padre había tenido un accidente. En esa situación apremiante, no ir a verlo era demasiado cruel, ¿verdad?
Pensó que Tompkins estaba sospechando en exceso de Ulya. Edgar debía haber ordenado que ningún hombre se acercara a ella, pero se trataba del estudiante de su padre. No había razón para ser tan precavido con él.
—Señor Tompkins, no importa. Se trata de mi padre.
Lydia se levantó. Tompkins parecía preocupado, pero no puso objeciones.
♦ ♦ ♦
—¿El diópsido de Ceylon? La isla en sí es como un joyero; alberga piedras preciosas de varios tipos —explicó Langley, mostrándose amable y cordial con Edgar, en el estudio del profesor Carlton en la universidad.
La habitación estaba hecha un desastre como siempre; el profesor olvidaba por completo colocar las cosas en su sitio. No obstante, el estudiante favorito caminaba con cuidado por la sala, intentando no tropezar con las pequeñas piedras polvorientas que había en el suelo. Edgar no sabía si aquellas piedras eran o no importantes para la enseñanza, pero le conferían una sensación mágica a la habitación. Mientras estaba ahí, incluso si se dejara caer al suelo desde arriba, era como si una persona misteriosa hubiera dejado huellas en el suelo con esas piedras. Era muy probable que se tratara del extraordinario descubrimiento del siglo.
—No es un profesor de romanticismo, así que no le interesa demasiado la mitología. Sin embargo, existen piedras muy interesantes, señor conde.
—¿Ah sí? ¿Por qué son interesantes?
—Esa piedra, cuando se corta en fragmentos finos como este y se coloca sobre un papel, revela una imagen doble.
—Oh, en griego también se conoce como diópsido, ¿cierto?
—Desde luego está bien informado. El profesor dijo que es un hombre muy versado en el campo. Incluso pensaría que ha recibido asesoramiento de un famoso experto.
Todo el conocimiento que Príncipe adquirió se lo inculcó a Edgar, por lo que no sabía si le había enseñado o no un experto.
Qué irónico, esa estricta educación resultó ser conocimiento necesario para que Edgar asumiera su responsabilidad como conde.
«¡Eres igual que Príncipe!»
Recordó las palabras de Lydia. No sabía hasta qué punto Príncipe había influido en él, pero sentía un fuerte rechazo hacia esa idea.
—Es por aquí, señor conde.
Langley lo condujo a un lugar parecido a un almacén, ubicado detrás de un biombo.
Aunque afirmó que el profesor Carlton no estaba interesado en la mitología, su colección contenía un gran número de minerales cuyo origen se remontaba a leyendas feéricas.
—En realidad, el diópsido es un descubrimiento bastante reciente. En la literatura antigua se mencionaba una piedra similar, pero es difícil determinar si se trata o no de la misma piedra. Aunque si está asociada con el mito debería estar aquí. —Langley señaló una estantería repleta de documentos—. Ah, pero también está relacionada con Ceylon. Inesperadamente, la colección de cuentos de hadas cayó en manos de alguien en la India.
—No sabía que tenía algo que ver con la India.
—Bueno, sí, la mayoría de los nativos son budistas o musulmanes. Antes era una colonia británica, luego pasó a estar ocupada por Portugal, y ahora incluso por Holanda. Se ha convertido en una isla bastante diversa. Sin embargo, la información sobre Ceylon también debería estar aquí.
Entonces sacó un fichero con un documento grueso. Edgar se acercó a la ventana y hojeó las páginas en busca de palabras clave.
Lydia dijo que tres diápsidos tenían grabados los nombres de los tres miembros de la triada de diosas de la guerra y que estaban en poder de los líderes descendientes del clan Ceylon.
Si las gemas estaban relacionadas con la familia real, debía haber una o dos leyendas sobre la magia que ocultan. Y más si eran tres las piedras, eso debía significar que eran importantes.
Al coleccionar gemas asociadas a leyendas, la clasificación de los minerales ofrecía conocimientos únicos a los naturalistas, o eso dijo una vez el profesor Carlton.
Edgar estaba muy cerca de una pista.
Siguió leyendo las páginas hasta que su mirada se detuvo en un título: «Serpiente de tres cabezas».
—Érase una vez una encantadora isla gobernada por el malvado rey serpiente de tres cabezas. Los dioses intentaron derrocarlo pero fracasaron. En las leyendas se decía que se debió a un juramento que hicieron todos los antiguos dioses de no matar a este demonio. No obstante, visto que el rey no intercambió votos con los humanos, solo ellos podían derrotarlo. —Edgar siguió leyendo—. A continuación se habla del nacimiento y las aventuras de un héroe trágico, descendiente de Dios. Superó todas las pruebas y al final venció al rey demonio. Sobra decir que se trata de un mito heroico popular en Grecia, Roma y en todo Europa.
Ahora, a Edgar le preocupaba aún más el diópsido. Revisó con detenimiento la letra pequeña del profesor Carlton que al final decía:
—Las tres cabezas del rey serpiente fueron cortadas en tres trozos de gemas de color verde oscuro. Los descendientes del héroe heredaron estas piedras preciosas, y se dice que son capaces de utilizar el poder del rey para liderar a todas las hadas.
—Ah, esta es una epopeya clásica de la India. Como la historia de la gema era tan rara, despertó la curiosidad del profesor.
—¿La isla encantada, podría ser Ceylon?
Langley asintió.
—Lo más probable es que la epopeya aluda a Ceylon.
Si la leyenda se originó en uno de los pequeños reinos tribales, Hadiya, entonces el asesinato del señor Kent implicaba que poseía una de las cabezas del rey demonio.
Era difícil saber si se trataba de verdad de la cabeza de un demonio. Aun así, las gemas y la magia de las hadas parecían estar estrechamente relacionadas. Según Lydia, las piedras contenían poderes mágicos ocultos.
Sin embargo, si ese era el origen del diópsido, no estaba claro cuál era su relación con las diosas de la guerra.
—Además, se decía que la historia procedía de una colección de borradores escritos por un autor del siglo XVI, Brown —mencionó Langley mientras hojeaba otras páginas del documento.
—¿Se refiere a ese Brown?
Brown compiló la biografía del Conde Caballero Azul. Durante esa época, parecía tener una buena relación con lord Julius Ashenbert, y escuchó muchas anécdotas relacionadas con los antepasados del conde, escribiendo un libro de ello.
Lleno de aventuras fantásticas de hadas y magia, ahora era uno de los cuentos de hadas más clásico de Inglaterra. Sin embargo, era bien sabido que el llamado Conde Caballero Azul sirvió al rey Eduardo I de Inglaterra.
Para Edgar, ese libro también era una pista importante para comprender la verdadera historia de los antepasados del conde.
—Los borradores de la colección de Brown decían que había oído estas increíbles historias extranjeras de boca del conde de aquella época, así que quizás fuera su antepasado.
Aunque Langley solo bromeaba, Edgar no podía ignorar ese maravilloso descubrimiento. El conde Ashenbert viajó una vez por todo el mundo, así que era muy probable que también hubiera visitado Ceylon. Si conoció a la familia real de Hadiya… ¿no era posible que el rey demonio y las diosas de la guerra estuvieran conectados? Si fuera así, hace cien años, el conde Ashenbert también combatió contra la organización de Príncipe en busca del diópsido. Tenía sentido.
—Disculpe, lord Edgar. —La voz de Raven interrumpió sus pensamientos. Evitando con cuidado las montañas de libros, salió de detrás del biombo.
—¿Qué pasa?
—Acaba de llegar un mensaje de la mansión. Dice que la señorita Lydia y un estudiante extranjero de la universidad llamado Ulya vienen en camino.
—¿Lydia y ese hombre? ¿Juntos?
Al oír el nombre de Ulya, Edgar sintió el impulso de golpear a alguien. No pudo evitar apretar los puños.
—Se enteró de que el profesor Carlton tuvo un accidente en Cambridge, así que para obtener más detalles, va a verlo con la señorita Lydia.
—¿Qué? ¡¿El profesor tuvo un accidente?! —Langley se sorprendió.
—¿No lo sabías?
—Ah…, no.
—A pesar de que eres su ayudante, no lo sabías. ¿Cómo pudo un estudiante corriente como Ulya enterarse? —preguntó y de repente tuvo un mal presentimiento.
—Lord Edgar, por favor, espere un momento. Voy a la oficina a confirmarlo.
—No, espere un minuto señor Langley. El señor Ulya… escuché que su padre adoptivo es británico, ¿cierto?
Langley se mostró desconcertado, sin entender por qué le hacía esa pregunta.
—Aunque no le conozco, he visto al señor Ulya. Escuché que su padre regresó al país debido a su discapacidad física, es un caballero en silla de ruedas…
—¿En silla de ruedas? ¿Tenía cicatrices de quemaduras en la cara?
—Bueno, en realidad tenía un vendaje.
Es Príncipe…
Edgar sintió un escalofrío recorrerle la espalda, y empezó a sudar frío.
No sabía cómo asimilar todo eso.
Ulya vigilaba con descaro a Lydia y también expresó un profundo descontento por su cercanía con Edgar. Era muy diferente a la actitud habitual de Príncipe, por lo que creyó que solo se trataba de un hombre grosero.
Sin embargo, ¿Príncipe se aprovechó de esa laguna mental? Jamás se le ocurrió que se acercarían al profesor Carlton.
Edgar temblaba de ira. Pero, comparado con Príncipe, en aquel momento se odiaba a sí mismo aún más.
♦ ♦ ♦
La mente de Lydia estaba plagada de pensamientos sobre su padre; inquieta en el carruaje.
No quiero decir nada ahora mismo, pensó. A su lado, Ulya permanecía en silencio.
—No fue nada grave.
Cuando habló, levantó la cabeza en seguida. Él la miró preocupado mientras asentía.
—Ah, sí…
Al igual que Raven, su cabello y ojos eran negros y su piel morena. Tenía una apariencia misteriosa.
Con las estrellas de sus ojos ocultas, estos parecían tan profundos como el imperceptible bosque de la noche. Permanecía inmóvil mientras la observaba fijamente, eso la hizo sentirse nerviosa.
A pesar de la urgencia, viajaba a solas con un hombre. Era el estudiante de su padre, pero eso no era excusa. A Lydia le costaba encontrar razones para justificar su decisión.
Inconscientemente desvió su atención hacia el exterior. Más allá de los edificios, vio la orilla del río.
¿El río Támesis? La universidad está en dirección contraria.
—Señor Ulya, vamos por el camino equivocado. Por aquí se va al puente de Londres.
Cuando estaba a punto de girar la cabeza para mirar hacia atrás, él la agarró con fuerza de la mano, como hacía Edgar pero sin la misma amabilidad y delicadeza. Ulya la sujetó con firmeza para evitar que escapara. Lydia no sintió más que frialdad.
Entonces él esbozó una leve sonrisa en los labios.
—¿Q-Qué está haciendo…? Por favor, suélteme —pidió temerosa.
No respondió. De hecho, parecía indiferente y tan distante como si sus ojos estuvieran envueltos por una profunda oscuridad.
No es el señor Ulya.
Una sombra comenzó a extenderse por todo su cuerpo. Se rodeó por una magia que ningún humano podría poseer.
—Ah… —Lydia se sintió mareada y apenas pudo pronunciar—: Sálvame… Nico…
Aunque recordó que, como compañeros, podía llamarle, pero no podía aparecer si no conocía el paradero del carruaje.
Como era de esperar… es un inútil, ese gato caprichoso…
Mientras su cuerpo se paralizaba, su consciencia fue envuelta por una magia maligna, cayendo en un vacío sin fondo.
Sueños desagradables, pensó.
Había un demonio oculto en el diamante negro llamado Pesadilla. Ahora Ulya lo estaba manipulando.
El diamante negro se rompió, pero la pesadilla en su interior sobrevivió. Era probable que hubiera caído en manos del secuaz de Príncipe, un joven que dominaba la magia de las hadas, Ulysses.
¿Había caído en su trampa?
El sueño no podía ser controlado. Aunque lo intentara, el crepúsculo se dibujó vagamente frente a sus ojos. La escena era difusa debido a la magia de la pesadilla.
En el sueño, se le presentó, dentro de la oscuridad, una mujer desnuda que parecía estar acostada.
Estaba cubierta de cicatrices y moratones demasiado horribles para mirarlos. Lydia no sabía si seguía viva.
Temblando, se acercó a ella.
Desde las tinieblas pudo ver su piel blanca como la nieve. Su cabello oscuro estaba alborotado en su rostro pálido.
—Ermine…
Se quedó de pie, observándola.
Notó también la silueta de un hombre cerca. Edgar estaba sentado, inmóvil, mientras la veía.
Sus bellas cejas se fruncieron un poco, ocultando la ardiente ira de sus ojos color malva ceniza. Era como si no pudiera apartar la mirada de sus cicatrices.
Lydia no se veía capaz de interrumpirlo.
Cerró los ojos y rezó para que la pesadilla se desvaneciera.
—¿Qué haces? ¿Estás tratando de huir de todo?
Abrió los ojos al instante y se encontró con Ermine, incorporada frente a ella. Edgar ya no estaba.
—¿Debo abrirte los ojos? Quieres ser mi sustituta y convertirte en la mujer especial de lord Edgar, ¿cierto?
Lydia contempló los labios rojos de Ermine. Solo su hermoso rostro no estaba manchado de cicatrices ni moratones.
—Puedo dejar que me reemplaces. ¿Es lo que deseas?
Su rostro estaba delante del suyo, Lydia retrocedió y Ermine se rio de ello.
—No estoy con él…
—¿No planeas casarte con él? ¿Crees que por decir eso puedes escapar de tus sentimientos más íntimos en este sueño? Debes tomar una decisión. Para lord Edgar solo hay dos mujeres: ¿yo o un amor pasajero? Si quieres su corazón, entonces conviértete en mí.
Ermine extendió la mano hacia Lydia. Su mano fría como el hielo le agarró la muñeca temblorosa .
Presa del pánico, Lydia trató de huir, pero Ermine presionó su cuerpo desnudo contra el suyo.
Su cuerpo suave, era frío y de una belleza incomparable. Era cautivadoramente seductora y femenina.
Lydia logró apartarse.
Ella no tenía lo que Ermine, que era fuerte y hermosa. Con una fortaleza que la hizo tomar la decisión de separarse de Edgar.
Quizás su partida fue para alejar a Raven de la piedra. Y por eso Edgar, aunque se sintió traicionado, la dejó marchar para respetar su decisión.
A pesar de que tenían que luchar entre ellos como enemigos, incluso si uno de ellos moría, el vínculo que existía entre ambos, fuera amor o no, nunca se rompería.
Lydia tenía envidia, mucha envidia. Porque jamás podría compartir con él lo mismo que Ermine, ellos tenían un pasado juntos.
No deseaba ser un «amor pasajero».
Ermine, con las puntas de sus dedos, le arañó el cuello y las mangas, dejando cortes que sangraban en la piel.
Sus labios rojos se acercaron a los de Lydia. Paralizada, a pesar de sus esfuerzos por moverse, sus labios se sellaron.
Lydia sintió la oscuridad que la rodeaba. Poco a poco, el paisaje del exterior apareció en su campo de visión. Pudo ver el techo del carruaje y el crepúsculo fuera de la ventana.
La persona que tenía delante no era Ermine, sino Ulya.
El roce de sus labios… ¿Fue Ulya? O tal vez fue en el sueño. Su mente estaba confusa y no podía percibir la realidad.
Ulya, con sus ojos oscuros, era controlado por Pesadilla. No permitía que Lydia se moviera.
—El accidente de papá… —Se esforzó por hablar.
—Ah, me lo inventé.
Estaba tan preocupada que, al oír esas palabras, se sintió aliviada. Ahora, gracias a eso, empezaba a estar más alerta con el joven.
—No te guardo ningún rencor, pero debo hacerlo. Para que la magia del demonio aumente, necesita una carnada para subsistir. Este es mi único propósito.
Con sus delgadas manos, Ulya acarició la mejilla de Lydia, que perturbada, giró la cabeza al instante.
Se aferraba con fuerza en su mente a la necesidad de escapar.
—Bueno, sigue durmiendo por ahora. Ya ha oscurecido y la noche es el momento en que emerge la magia del reino de las hadas.
Soñar con pesadillas era la carnada para Pesadilla. Cuanto más se alimentara, más terror inundaba a la presa hasta conducirla, al final, a su muerte.
—No…
Lydia cerró los ojos para evitar la magia oculta del demonio. Casi sin energía, hizo lo que pudo por alejar a Ulya.
Al cabo de un tiempo, no supo cómo escapó del carruaje, pero se encontraba en un callejón oscuro.
Estaba al pie de una carretera que desprendía un olor nauseabundo, debido a la lluvia y el barro. A ambos lados, se extendían muchos edificios mientras los ratones corrían sin rumbo fijo por el suelo. Era un lugar muy sucio.
La basura se amontonaba en la calle, no había ni una persona a la vista.
¿El demonio evitaba a los humanos o también era un sueño?
Estaba confundida. Corrió por el callejón con la esperanza de encontrar a alguien. Pisó pequeños charcos, salpicando barro en su vestido, pero le importó un bledo.
Pronto llegó a un lugar espacioso. Sin embargo, no había nadie, ni siquiera un carruaje. Su miedo comenzó a crecer. De alguna manera logró contener el impulso de gritar y miró con atención a su alrededor. Al fin encontró a alguien que caminaba bajo una farola.
Se trataba de una figura delgada y vestida con ropa elegante.
Un sentimiento tranquilizador se apoderó de su corazón.
—¡Edgar! —gritó pidiendo ayuda.
Quería correr hacia él, pero entonces se detuvo. Se dio cuenta de que a su lado había una joven a la que nunca había visto.
—¿Quién es ella? —preguntó su íntima amiga, aferrada al brazo de Edgar.
—Hmm, ¿quién?
Indiferente, Edgar miró de reojo a Lydia que estaba perpleja por sus frías palabras.
—¿Es tu antigua amante?
—¿Cómo podría serlo si solo te quiero a ti?
—¿Estás mintiendo?
—Es verdad.
—Bueno, ahora que me fijo en su aspecto, temblorosa y cubierta de barro, ni siquiera es digna de estar cerca de ti.
Ambos se rieron mientras se disponían a marcharse.
—¡Eres un mentiroso!
Se pasó de la raya, pensó Lydia. Entonces se acercó a él y lo agarró con fuerza de la manga.
—Nunca me dijiste eso, sino que… ¡Me pediste matrimonio!
Edgar apartó la mano de Lydia. Lo hizo con tanta fuerza que esta cayó al suelo.
—¿Qué le pasa a esta mujer? Edgar, tienes barro encima.
—Ah, qué problemático —dijo, sin preocuparse porque ella acabó en un charco.
—Es cierto que todo era un juego para él… Aun así, quería creerle.
Deseaba creer en él.
Creía en su corazón. Aunque no fuera su favorita, pensó que era diferente a las otras chicas. Por eso, no podía evitar compararse con Ermine.
Incluso si era su segunda mujer favorita, ella era diferente de muchas otras. Era única. Quizás, algún día, podría convertirse en su chica número uno.
—Lydia. —Edgar la llamó. Su voz le ofreció un rayo de esperanza a su corazón, levantó la cabeza y se encontró con su fría mirada—. Te negaste a escuchar mis palabras. Incluso te fuiste de casa con Ulya y le besaste. No creí que fueras esa clase de mujer fácil.
Lydia se llevó la mano a la boca. Él había visto todo lo que había pasado en el carruaje. Sin embargo, no podía distinguir qué era real y qué era un sueño.
Edgar y su acompañante se marcharon juntos. La había desechado sin más.
Poco después, Ulya apareció. Ella ya no tenía fuerzas para huir.
—¿Te abandonó? Qué lamentable. He venido a salvarte. —Se inclinó hacia Lydia, que seguía en el suelo, y la agarró con fuerza del cuello—. El dolor es momentáneo. Pronto olvidarás todo y serás feliz. Ven conmigo al puente.
¿El puente? ¿El puente de Londres…? Eso quiere decir que los casos, las víctimas fueron…
En ese momento, una luz brillante iluminó el cielo. Era un rayo. Lo entendió cuando el fuerte rugido de un trueno retumbó en sus oídos.
Se hallaba bajo la fuerte lluvia.
Las gotas que caían en su rostro y cuello le demostraban que no era un sueño sino la realidad.
Lydia se despertó de su profundo sueño. Estaba en el carruaje que permanecía inmóvil a un lado de la carretera.
De la nada, un caballo acuático negro abrió la puerta, sacando a Ulya a la fuerza.
—Kelpie…
Antes de clavar los pies sobre Ulya, con sus afilados colmillos apartó a la sombra.
¿Era otra pesadilla? Parecía que el caballo salvaje estaba conteniendo a la sombra. La compleja figura fluctuaba, incapaz de mantener una forma fija.
Kelpie estaba a punto de introducir la figura en el cuerpo de Ulya, cuando la sombra contraatacó. Hundió sus dientes en la cabeza de Kelpie.
—Caramba, este bastardo…
Cuando los dientes de la sombra soltaron a Kelpie, su cuerpo se alejó del cuerpo de Ulya. Pasó junto a Kelpie a la velocidad de un rayo.
En un santiamén, la sombra había desaparecido. Kelpie chasqueó la lengua y se encogió de hombros.
—De todos modos no importa. Pronto la encontraremos y la recuperaremos. —Se alejó de Ulya que había perdido el conocimiento y se acercó a Lydia—: Oye, ¿estás bien? Despierta ya.
—Kelpie, ¿cómo llegaste hasta aquí…?
Últimamente no lo había visto. Recordó que Nico había dicho que estaba tramando algo, pero ¿cómo apareció de repente ahí?
Cuando el relámpago volvió a surcar el cielo, Kelpie adoptó su forma humana. Era un hombre sin defectos, con pelo negro ondulado y un rostro delicado y hermoso.
Tiró con brusquedad de la mano de Lydia y la ayudó a incorporarse. Su comportamiento impetuoso era sin duda su estilo.
Empapado por la fuerte lluvia, el caballo acuático mostró una mirada contenta y juguetona.
—Estás empapada. ¿Tienes frío?
Hacía frío. Sin embargo, estaba más preocupada por otro asunto.
—Ah, Kelpie, ¿qué has estado haciendo?
—Oh, me he estado ocupando de unos pequeños asuntos. He estado domado a Pesadilla.
¿Domando a Pesadilla?
Kelpie frunció el ceño mientras Lydia buscaba refugio de la lluvia.
—Aunque su poder vuelva a fortalecerse como ahora, acaba de renacer. Una vez tenga hambre, sin importar quién sea, atacará al instante usando los recuerdos del pasado —Le explicó mientras usaba sus manos para secarle las mejillas mojadas.
A pesar de que era tosco, era su forma de expresar simpatía..
—¿Por qué domas a Pesadilla? —preguntó, preocupada.
—Alguien quiere quedársela.
—¿Quién?
—Ese chico llamado Ulysses. Utiliza recipientes como Ulya para que madure, la entrena con el cuerpo humano.
—¿Ulysses está tratando de usar al señor Ulya como un recipiente para domar a Pesadilla?
—Sí, pero Ulysses parece alimentarla con carnada. Por eso su poder se ha vuelto demasiado fuerte. Estaba preocupado, así que la seguí y terminé perdiéndola. Jamás imaginé que te atacaría. Por suerte te encontré. De lo contrario, me habría preocupado mucho.
Kelpie ni siquiera se había dado cuenta de que Lydia estaba temblando de miedo mientras explicaba aquello.
—Pesadilla escapó. Si no la capturo de inmediato, podría empezar a atacar a la gente de nuevo…
—¡N-No puedo creer que estés haciendo este tipo de cosas para Ulyses! ¿Por qué? ¿No sabes que es el enemigo de Edgar?
—No soy como ese tipo —refutó con enfado y se cruzó de brazos mientras la veía—. Lo hago por ti.
—¿Por mí…?
—Mientras sigas cerca del conde, estarás en peligro. Ulysses me ofreció un trato: si domo a Pesadilla, él no te hará daño.
Hizo un trato con Ulysses, iracunda, se apartó de él usando las manos.
—¿Cómo puedes creer en las palabras de Ulysses?
—Creerlo o no es un asunto aparte. Esto sigue siendo un trato.
—Ese tipo no es solo un maestro de la magia de las hadas, sino que también es muy astuto. Deberías esperar que no cumpla con el trato. De hecho, fui… fui atacada por Pesadilla. En lugar de ser una coincidencia, debe haber sido Ulysses o Príncipe quien lo ordenara.
Ulysses no la atacó directamente, pero permitió que Ulya y Pesadilla lo hicieran.
La expresión de Kelpie cambió.
—¿En serio? ¿No fue una coincidencia?
—Sí, el señor Ulya es uno de los alumnos de mi padre. Me dijo que papá había tenido un accidente y por eso me trajo aquí. Así que técnicamente trabajaste con Pesadilla para atacarme.
No se podía confiar en nadie.
Ulya y Kelpie formaban parte del enemigo que la rodeaba. Incluso Ermine se había rebelado contra Edgar.
Príncipe ya se había infiltrado entre ellos, separándolos poco a poco.
Lydia salió corriendo bajo la fuerte lluvia.
—Oye, Lydia — la llamó, pero vaciló y no la siguió.
Debo volver rápido. ¿Volver? ¿A dónde? ¿Con Edgar?
El solo pensar en él la llenó de angustia.
«Besaste a Ulya. No esperaba que fueras esa clase de mujer fácil…»
Fue un sueño. Algo que Pesadilla le había enseñado. Aun así, seguía sintiendo su toque en los labios.
Sus ojos empezaron a derramar lágrimas.
Odio esto. No quiero llorar por algo así. Si fuera Ermine, no lloraría.
Cuanto más corría, más se le nublaba la visita, por las lágrimas y la lluvia.
Caminó sin rumbo y llegó, sin darse cuenta, al puente de Londres.
Azotaba una tormenta atronadora y no había ningún peatón a la vista. Ninguno de los carruajes llenos de gente se fijó en ella, que corría cubierta de barro, perdida en sus pensamientos.
Un lujoso carruaje se detuvo en medio del puente. La puerta se abrió y alguien salió, su figura era difusa entre la oscuridad y la lluvia torrencial. Lydia notó que era un hombre que caminaba apoyado en un bastón, sus piernas y pies no eran demasiado ágiles. Aun así, estaba erguido. Los zapatos, que dejaban huellas a su paso, eran nuevos, lo que indicaba que pertenecía a la clase alta.
—Disculpe, señorita, su vestido está sucio. —La voz sonaba como la de un anciano—. Si no le importa, déjeme acompañarla a casa.
Aunque sus palabras eran muy corteses, cuando se acercó, se sintió intimidada por alguna extraña razón. No pudo evitar retroceder.
Un relámpago iluminó el rostro del hombre envuelto en vendas. Su aspecto era tan aterrador que Lydia contuvo la respiración.
Los relámpagos que surcaban el cielo revelaron la identidad del conductor.
Un joven pálido de cabello dorado le dedicó una sonrisa cómplice.
—¿Ulysses…?
Las piernas de Lydia cedieron y sus ojos se posaron de nuevo en el anciano delante de ella.
¿Es posible que sea… Príncipe? ¡Tengo que huir!, gritó en su cabeza, pero no pudo dar ni un paso, retrocedió de a poco.
El hombre se le acercó, notó que tenía una cuerda en la mano. Entonces su espalda chocó con la barandilla del puente. No tenía escapatoria.
—Es la mujer de Edgar —declaró Ulysses.
—Pensé que sería una mujer mejor. —Se mofó—. Huyó antes de que pudiera inculcarle mi gusto por las mujeres y sus usos.
A pesar de que la estaba menospreciando, Lydia solo podía sentir la cuerda, que sin darse cuenta, ya estaba alrededor de su cuello. Los cuerpos que colgaban del puente de Londres le vinieron a la mente.
Era evidente que había sido seleccionada como la próxima víctima de Príncipe.
Aunque acababa de escapar de las garras de Pesadilla, ya no podía huir de su destino.
No tuvo tiempo de resistirse, porque, en ese momento, la agarró del hombro y la empujó más allá de la barandilla.
Lydia sintió que su cuerpo flotaba, iba a caerse. Entonces, el hombre la soltó al instante y retrocedió. Una figura oscura apareció detrás de él y alguien más la agarró del brazo y tiró de ella.
Escuchó a un hombre gritar con voz ronca y gutural que quería matar a alguien.
Lydia se quedó sentada en el suelo hasta que por fin pudo levantar la vista. Sosteniendo un cuchillo, normalmente oculto en un bolsillo, Raven estaba de pie junto a un hombre que yacía derribado en el suelo.
—Príncipe… ¿está muerto?
—Era solo su sombra, no era él —le contestó Edgar, mientras le quitaba con cuidado la cuerda atada a su cuello
—¿Su sombra…?
—Príncipe apenas puede moverse, así que utilizó a su sombra para salir. Ese sustituto acaba de ser asesinado.
—Ah, cierto, Ulysses está ahí… —Lydia miró hacia el carruaje, asustada, pero no había nadie en el asiento del conductor.
Raven revisó el vehículo, regresó junto a Edgar, y negó con la cabeza.
El peligro parecía haber pasado, pero el corazón de Lydia fue asaltado por otro tipo de desesperación.
Pensó en lo que la pesadilla le había mostrado en sueños y sintió que no podía soportar mirar a Edgar a los ojos.
Si levantaba la vista, como en su sueño, ¿la miraría con frialdad? Y, si al ver su cuerpo cubierto de barro, ¿su afecto se desvanecía de golpe?
Mientras se afanaba en acomodarse la ropa, Lydia se dio cuenta que el cuello de su vestido estaba desgarrado.
Fue Ermine… ¿fueron las manos de Ulya?
Tocó con los dedos la piel de su cuello, palpando las cicatrices superficiales.
Al sentir la mirada de Edgar, se apresuró a esconder las manos en el suelo. Si aún le quedaran fuerzas en las piernas, habría salido corriendo. Si Edgar no iba a decir nada, debía marcharse.
Sintió una calidez en sus hombros, y levantó la mirada. Edgar la había cubierto con su abrigo.
—N-No hagas eso… Se ensuciará.
Trató de devolvérselo, pero volvió a ponerle el abrigo con el cuello doblado.
—¿Qué estás diciendo…? —Le sonrió con ternura—. A pesar de nuestra relación, ¿te importan esas cosas?
—Me importa… por esa clase de relación.
—Lydia, ¿estás enfadada conmigo? Te he hecho pasar por una horrible experiencia. Si tan solo hubiera estado más atento…
—No, fue mi culpa por ser tan descuidada. Cuando me enteré del accidente de mi padre, me asusté mucho. Luego la pesadilla del señor Ulya salió de su interior.
—Seré paciente, así que no te apresures y explícame más despacio. Antes de venir, encontré a Ulya en el suelo. Los miembros de la Luna Escarlata lo escoltaron a casa. Primero debes calmarte y debemos atender tu herida.
—No estoy herida… Es solo que la pesadilla me hizo soñar. Intentó drenar mi energía y matarme a través de horribles pesadillas.
No había forma que Edgar la entendiera escuchando su relato fragmentado. Aunque le dijo que se tomara un momento antes de hablar, Lydia continuó hablando.
—Fue aterrador. Estaba desesperada por escapar y entonces te encontré… Sin embargo, cuando te pedí ayuda, te fuiste con otra mujer y me dejaste.
—Eso debió ser aterrador , pero fue solo un sueño, ¿verdad?
Lydia continuó en estado de pánico…
—Fue un sueño. En él, dijiste que era una mujer fácil.
—¿Yo dije eso?
—Sí, y también que no te gustaba ese tipo.
—Bueno, lo siento. —se disculpó, aunque estaba desconcertado de que lo culpara por un sueño—. Te debo una disculpa. Perdóname.
—Ah, ¿qué…? No me pidas disculpas. ¿Lo viste? —Lydia no tenía ni idea de lo que quería decirle.
—¿Qué se supone que vi?
—Besé al señor Ulya.
—Bueno, aunque sea mezquino y me convierta en un marido irritante, no me preocuparé por lo que ocurra en los sueños.
—Pero no sé… Puede que no haya sido un sueño.
—¿No?
—Pensé que era un sueño. —Sujetó con firmeza el cuello abierto del vestido, arrepentida de haber confesado sus inquietudes.
Ah, ¿qué hago?, quería huir, pero sus piernas no tenían fuerzas suficientes para moverse.
Edgar le tocó las orejas, le enterró los dedos en el pelo y la atrajo hacia él, estrechándola en un abrazo.
Sorprendida, al principio forcejeó, luego dejó que la abrazara con fuerza. Lydia empezó a sentir la cara caliente y entró en pánico.
—¿No habíamos acordado que no me tocarías?
—Solo en la mansión no puedo tocarte, ¿verdad? Ahora estamos afuera. —Sonó plausible, aunque absurdo. No la soltó y ella dejó de resistirse—. Lo siento, debería haber venido antes a salvarte. —Su voz sonaba embargada de dolor.
Lydia sintió que no podía apartarlo.
Edgar siempre se culpaba a sí mismo. ¿Se debía a que no pudo salvar a Ermine?
Mientras sus manos le acariciaban con delicadeza la cabeza, comenzó a sentir que su experiencia con Pesadilla desaparecía por completo.
—Oye, ¿cuánto tiempo pensáis seguir coqueteando? —La voz de Nico la devolvió a la realidad.
Raven estaba inmóvil bajo la lluvia, como si estuviera dispuesto a esperar el tiempo que hiciera falta. A su lado había un gato gris de mirada contrariada. Resopló con las manos en la cadera.
—Nico… viniste.
—Y traje al conde. Lydia, pediste ayuda, ¿verdad?
—Sí, ¿me oíste…?
—Es imposible que te oyera. Los goblin de cerca me lo dijeron. Soy el líder de las hadas en Londres, así que cuando están en problemas, las vigilo.
—Ya veo. Gracias, Nico… Lo siento, por lo que dije antes —le expresó cándidamente su gratitud, agarrando la mano de Nico. Intentó abrazarlo.
—Hala, para. Me ensuciaré de barro.
Este gato es peor que Edgar.
El enfado de Lydia se reavivó y le soltó la mano. Pero gracias a la actitud relajada de Nico, pudo calmarse un poco.
La lluvia fue menguando y empezó a lloviznar.
Raven, que hasta entonces había permanecido inmóvil, de pronto cambió de postura. Clavó sus ojos oscuros en la lúgubre oscuridad antes de salir corriendo.
Parecía que iba a saltar a la barandilla, pero en lugar de eso rodeó las columnas de piedra y blandió su cuchillo.
Al mismo tiempo, una figura escapó de la hoja de Raven y huyó. La única persona capaz de esquivar el ataque mortal era Ermine.
—¿Has venido a espiar, Ermine? Príncipe no es bueno contratando a sus seguidores —dijo Edgar mientras la miraba.
—No estoy aquí para espiar, sino para atrapar a la pesadilla que escapó. Como atacó a la señorita Lydia, parece que Kelpie intenta contenerla.
Ermine mantenía la distancia de Raven mientras cruzaba el puente.
—Ya veo. ¿Dónde está?
—Por favor, tenga cuidado, lord Edgar. Me temo que todavía anda por allí. Ulysses la cría aquí y, como está hambrienta, merodea muy cerca.
—¿Sigues preocupada por mí? —preguntó con tono sarcástico. Sin embargo, los sentimientos y expresiones de Ermine no cambiaron.
Cuando Lydia habló con ella, tenía la misma fuerte voluntad de reprimir sus emociones. Guardaba todo en su corazón, sin confiárselo nunca a nadie.
La única forma de comprenderla era averiguando la razón por la que traicionó a Edgar. Pero, hasta ahora, sin importar lo que le dijeran, no había flanqueado.
Su hermano también poseía la misma fuerza de voluntad, que se negaba a perdonar a su hermana, una traidora. Apuntando en silencio hacia el espacio entre ellos, Raven se abalanzó una vez más contra Ermine.
Ya era demasiado tarde para esquivarlo, así que Ermine bloqueó el ataque con el filo de su cuchillo. Pero Raven la golpeó en la rodilla y Ermine chocó con el balaustre del puente.
—¡Detente, Raven!
Aunque oyó la voz de Edgar, no se detuvo y se acercó a Ermine, que no podía mantener el equilibrio.
—¿No me has oído?
—Lord Edgar, diga lo que diga, incluso si apuesto mi vida, debo poner fin a este asunto.
—No digas tonterías.
—No. Aceptar el regreso de mi hermana equivale a arriesgar su vida, lord Edgar. Si sigo con esto, no podré servirle.
—Raven, nadie es perfecto. Todos cometemos errores.
Edgar intentó convencer al joven, pero este ya estaba cerca de Ermine. Como si quisiera contener a su hermano, blandió el cuchillo en dirección a él, pero, como aún no había recuperado la fuerza, Raven la agarró de la muñeca con facilidad y le retorció el brazo. El cuchillo se acercó en un suspiro al cuello pálido de la mujer.
Sus manos se detuvieron allí, porque sintió una gran presión en el aire. Una sombra oscura los había rodeado.
A Lydia, un escalofrío le recorrió la espalda. Era la misma sensación de antes.
—Pesadilla… —dejó escapar y la sombra se abalanzó sobre ella, a la velocidad de una pantera.
Edgar la cubrió, protegiéndola con su cuerpo. Ambos cayeron en la acera. La cálida sangre acarició su mejilla.
El demonio no tenía una forma definida. Aunque lo observaba con atención, no podía distinguir qué era, pero Edgar podía percibir con claridad el aura maligna, por lo que acercó el cuerpo de Lydia al suyo. Uno al lado del otro, miraron la sombra que se concentraba.
—¡Lord Edgar!
Raven dirigió su atención a Edgar, apartando el cuchillo de Ermine.
Emine podría haber escapado del agarre de su hermano, pero no lo hizo.
Pesadilla reaccionó a la voz del joven, cambiando de dirección y abalanzándose contra él.
Al parecer Pesadilla no tenía sentido de la vista, pues hundió sus colmillos en Ermine que usó su magia de Selkie y la alejó. Pesadilla pareció desaparecer.
—Cuidado, la pesadilla anda cerca —le gritó Ermine, estando alerta y con el pecho sangrando.
—Hermana, tu compañero liberó esa pesadilla.
Raven sujeto con fuerza el cuchillo. ¿De verdad planeaba matarla?
—Raven, rápido, aléjate de aquí. No luches contra Pesadilla.
—No puedo perdonarte.
—Ya… bueno.
—Dijiste que solo deseabas servir a lord Edgar. Creí en ti.
—Haz lo que quieras, pero…
—¿Pero?
—Pero… por favor, debes escucharme una última vez. Si tocas a Pesadilla, el espíritu en tu cuerpo estará bajo su influencia…
—Como si fuera a escucharte… —dijo, bajando su cuchillo.
Lydia, que estaba preparada para lo peor, no desvió la mirada. Sintió que los brazos de Edgar la estrechaban con más fuerza. Pero ya era demasiado tarde. Solo podían permanecer sentados y observar.
Ermine no cayó. Raven le cortó la corbata que aterrizó en el suelo.
Bajó las manos y Ermine se volvió a mirarlo.
Al mismo tiempo, Lydia volvió a percibir que el aura de la pesadilla impregnaba el aire. Miró a su alrededor y encontró la sombra junto a la barandilla, antes de que siquiera pudiera emitir algún sonido, la pesadilla actuó con rapidez.
Raven giró sobre sí mismo y arremetió contra Pesadilla. Sin embargo, en el instante en que hizo contacto con la sombra, retrocedió rápidamente.
—¡Raven! —Ermine corrió hacia él.
Una figura negra alcanzó a Pesadilla y forcejeó con ella, apartando a Ermine. En la barandilla del otro lado, miró con ojos hostiles a la pesadilla.
—Kelpie… —susurró Lydia.
—Selkie, retrocede —ordenó Kelpie, corriendo hacia Ermine—. Se escapó de su jaula. Es un poco problemático.
La jaula era Ulya, el recipiente de la pesadilla. Su cuerpo debía ser bastante resistente para contener el poder demoníaco, Lydia se preguntó entonces ¿qué clase de persona era en realidad?
El enfrentamiento de Kelpie contra Pesadilla hizo que el puente comenzara a sacudirse con violencia. Parecía que iba a derrumbarse.
A diferencia de su batalla con Ulya, esa le estaba costando.
—Kelpie, el poder de la pesadilla se fortalece a través de los sueños. Por tanto, no funcionará que uses tu táctica habitual —le gritó Ermine.
—¡Cállate, lo sé!
La pesadilla ya no era una bestia salvaje, sino que parecía expandirse constantemente en sus sombras, como si engullera todo lo que estuviera cerca de ella.
—Raven, vámonos… —Edgar se acercó a él, que estaba en el suelo, e intentó ayudarlo a levantarse.
—Oye, conde, déjalo. El espíritu de ese chico se despertó una vez tocó a Pesadilla —le gritó Nico, que había escapado con sigilo.
Edgar se sorprendió.
Raven le dirigió una mirada llena de sed de sangre, obligándolo a retroceder. Empuñó su cuchillo y apuntó a su maestro.
Aunque pudo esquivarlo, Edgar seguía impactado.
Raven no podía controlar los impulsos asesinos de su espíritu. Cuando perdía el control, se volvía peligroso, mataba de forma indiscriminada. Incluso a Edgar le costaba detenerlo, pero este nunca lo había atacado antes que ahora blandía su cuchillo a todos los obstáculos que encontraba.
Al parecer tenía un campo de visión limitada, porque sus ataques eran torpes, algo que le dio la oportunidad a Edgar para esquivarlos todos.
—¡Lydia, corre! La pesadilla se ha descontrolado. Es imposible detenerla —gritó Kelpie desde el centro, luchando contra ella.
El puente se sacudió con más violencia.
Aún centrado en Raven, Edgar trató desesperadamente de contenerlo. Sin embargo, no era sencillo permanecer cerca de él mientras empuñaba un cuchillo.
—Edgar, es peligroso —exclamó Lydia, intentando acudir a su lado. Pero el constante movimiento del puente le impidió levantarse.
Quería creer que todo eso no era real. Que el puente no se sacudía con tanta fuerza, sino que el poder de Pesadilla distorsiona el espacio, causando aquella impresión.
—Lydia, estoy bien… Pero esos no son los ojos de Raven —dijo con amargura Edgar.
Al otro lado, Raven se agachó y cayó al suelo.
Lydia se dio cuenta que le habían clavado un cuchillo en el pie. En la dirección opuesta, también había unas sombras. Una de ellas era Ulysses, pero no estaba claro si los hombres detrás de él eran humanos o sus malvadas hadas subordinadas.
—Solo hay una manera de atrapar a esta bestia. Pero ya estás paralizado, ¿cierto?
Las sombras rodearon al instante a Raven, con la intención de llevárselo, Edgar quería rescatarlo de las manos del enemigo, pero sabía que las sombras de la pesadilla habían deteriorado su percepción de la realidad.
Al final, tomó una decisión. Tiró de la mano de Lydia para alejarla de aquel caos.
—Nico, ¿por dónde debemos ir?
—Por aquí, rápido.
Nico había encontrado una salida a través de una obra en la carretera.
En los brazos de Edgar, Lydia por fin pudo ponerse de pie.
—No podéis escapar —declaró Ulysses desde detrás—. Ha sido una situación en la que, literalmente, has ido perdiendo poco a poco y uno a uno todo lo que tienes.
Oh maldición, lo único que espero es que en esta situación, Edgar confíe en Lydia y los dos se apoyen.
Por fin entendemos mejor en que consisten las habilidades de Nico