Traducido por Den
Editado por Meli
Lydia y Edgar se dirigieron juntos a la parte trasera de la cocina, atravesando el pasillo poco iluminado que utilizaban los sirvientes.
En una habitación pequeña, no muy lejos de ellos, había una pila de muebles y herramientas en desuso, a un lado, se podía ver una hilera de puertas dispuestas de forma irregular.
Les dijeron que Raven había desaparecido en una de las habitaciones privadas de los sirvientes. Edgar suspiró, como si su premonición se hubiera hecho realidad.
—Esa es la habitación de Ermine.
A esa hora los sirvientes estaban ocupados, así que no había nadie alrededor. Raven debía saber que Ermine tampoco estaría ahí y aunque eran hermanos, ¿por qué entraría allí?
—Vamos.
Edgar abrió la puerta de golpe, no había forma de espiar sin que Raven se diera cuenta.
Ahí estaba, de pie junto al pequeño escritorio. Se giró al instante hacia la puerta. Su típica expresión de póker no cambió, permaneció inmóvil como una estatua.
—Raven, ¿hay algo que quieras decirme? —preguntó Edgar con solemnidad y se acercó a él.
Raven no se inmutó, como si fuera reacio a responder.
Edgar estiró la mano y lo agarró del brazo con fuerza y se lo levantó sin esfuerzo. Era tan delgado como el brazo de un niño, parecía frágil, sin embargo, tenía la fuerza para romper el cuello de una persona en un suspiro.
—No es algo que puedas resolver por tu cuenta. Ya he investigado al respecto.
Un tanto aliviado, Raven relajó su cuerpo y agachó la cabeza.
—Lo lamento… —se disculpó y le entregó la cajita de madera que sujetaba.
Edgar abrió la tapa y vio la piedra semitransparente de color verde oscuro que contenía en su interior. Tenía unos arañazos inusuales en la superficie. Parecía un trozo de cristal roto sin valor.
—¿Cuándo la encontraste?
—Hace tres días.
—¿El día de la muerte del señor Kent?
—Hacia la medianoche, las ventanas de esta habitación seguían abiertas. Como las luces no estaban encendidas, me preocupé un poco y decidí echar un vistazo. Encontré a mi hermana aquí, en tinieblas, mirando preocupada el contenido de esta caja.
Ese día, Ermine salió de su ensoñación cuando Raven se acercó con una lámpara. Presa del pánico, cerró y guardó la caja en un cajón del escritorio, como si temiera que la descubrieran.
Como los hombres solían regalarle adornos, Raven supuso que se trataba de algo similar a un jade. Eran hermanos, pero era lógico que ella no le contara sobre ciertas cosas.
Sin embargo, al escuchar las palabras del oficial de policía, quiso confirmarlo, por si acaso.
Lydia cogió la piedra que Edgar le entregó. Era tal y como el agente la había descrito. Bajo el resplandor de la luz, la piedra revelaba un color verde oscuro e intenso, como el del fondo de un lago. Tenía unos arañazos en la superficie que parecían ser de un cuchillo. Al examinarla con un poco más de atención, Lydia notó que formaban símbolos.
Tengo la sensación de haber visto estos símbolos de líneas rectas en alguna parte, pensó Lydia.
—Lord Edgar, Ermine sirve a Príncipe, ¿verdad?
—Raven, este es un asunto que solo a mí me corresponde juzgar. Lo único que debes hacer es comportarte como siempre.
—Pero cuando Ermine regresó como selkie, pedí que estuviera a su cuidado y garanticé que la vigilaría. —Se arrodilló—. Es mi responsabilidad. Lord Edgar, por favor, permítame resolver este asunto.
—Ese no es tu trabajo.
—No, le prometí que si mi hermana mayor volvía a traicionarle, la mataría yo mismo.
Lydia, que los observaba ansiosa, sintió la presencia de alguien detrás de ella. Cuando estaba a punto de darse la vuelta, la sujetaron del brazo con firmeza.
—Ermine…
Unos ojos castaños, llenos de calma, la miraron con atención por un momento. Aunque no había hostilidad en su expresión, no aflojó su agarre, sino hasta que le quitó la piedra, pero no la soltó.
—Lord Edgar, esto no es responsabilidad de Raven. Todo es mi culpa.
—¿No vas a justificarte?
—De todos modos, casi es la hora.
—La última vez, en el pueblo de Wallcave, donde habitaba el dragón, ¿tú robaste la fluorita roja Freya?
—Ah, ¿así que lo descubrió?
—¿Lo hiciste por Príncipe? ¿Qué planea hacer con ella? —preguntó Edgar y se acercó a Ermine.
—Algún día lo sabrá.
—Suelta a Lydia —le susurró.
—Aunque me gustaría hacerlo, necesito protegerme. —Apretó un cuchillo contra la espalda de Lydia.
Raven liberó su sed de sangre y buscó con disimulo su arma, oculta en la cintura.
—Tengo en mis manos tu pelaje de selkie. Aunque huyas donde Príncipe, tu vida me pertenece.
—No importa. Mientras pueda escapar con la piedra, es suficiente.
—Entonces vete, pero no lastimes a Lydia,
Ermine no quería herirla, pero se mantuvo firme.
Raven se abalanzó hacia ellas. Edgar apartó a Lydia y cayó al suelo. Al mismo tiempo, empujó a Ermine, haciendo que la daga de Raven solo cortara el aire.
Como un rayo, Raven lazó otro ataque, sin embargo, Ermine aprovechó el espacio y saltó por la ventana.
—No la sigas. —Edgar lo detuvo cuando se disponía a seguirla—. La he dejado ir.
—Eso solo beneficiará a Príncipe.
—Es una orden, Raven.
El joven no insistió y relajó los hombros.
—Lydia, ¿estás bien?
Cuando estaba a punto de aceptar la mano extendida de Edgar, se detuvo y se levantó por su cuenta. Habían acordado que no se tocarían. Aunque era una nimiedad, le daba la oportunidad a él de incumplir su acuerdo en el futuro.
—Lo siento. —Desanimado, se encogió de hombros—. Intentaba alejarte del cuchillo de Ermine, pero fui demasiado brusco.
—Estoy bien.
También intentabas proteger a Ermine, pensó mientras se arreglaba la falda.
Lo había traicionado, pero aun así la protegió de Raven y la dejó marchar.
—Lord Edgar, mi máxima prioridad es proteger a mi amo de cualquier peligro, por lo que no lo entiendo.
Ermine era la única familia que le quedaba, por eso confió en ella tras su traición. Sin embargo, los había traicionado de nuevo.
—Solo yo puedo matarla; eso es lo que desea. Después de todo, ha elegido traicionarme a pesar de que tengo su pelaje de selkie, que equivale a su vida.
Sin duda en el corazón de Edgar, Ermine es mejor que nadie…, con eso en mente, Lydia se retiró en silencio hacia su estudio.
Cuando llegó, se sumió en sus pensamientos en torno a los símbolos grabados en la piedra. Comenzó a dibujarlos, esforzándose por eliminar los pensamientos indeseables que plagaban su mente.
♦ ♦ ♦
Era un sueño recurrente que perseguía a Edgar: había escapado de Príncipe, pero cuando abría los ojos, estaba atrapado otra vez.
Era una habitación lujosa, no muy diferente a las de la mansión en la que él, el hijo de un duque, solía vivir. Estaba rodeado de muebles de roble pesado, pero tras las cortinas de seda, todas las ventanas tenían barrotes de hierro incrustados, a través de los cuales solo veía imponentes muros de piedra.
Siempre oía lamentos y gemidos procedentes de algún lugar del edificio.
Príncipe solo aparecía de noche, la tenue iluminación lo hacía verse más intimidante.
Utilizaba todo tipo de medios para torturar mentalmente a Edgar. Una de las peores tácticas era insuflarle pequeñas esperanzas antes de destruirlas por completo.
Los gatos que se escabullían, por los huecos entre los barrotes de hierro de su ventana, eran decapitados a los tres días. Es más, cuando el primer sirviente en atenderlo le habló varias veces, le cortaron la lengua por violar las órdenes de Príncipe.
Casi todas las personas eran leales a Príncipe. En ocasiones también había gente corriente, pero eso quizás lo hacía solo para exasperar a Edgar. Nadie se atrevía a acercarse a él.
Príncipe trataba de forma similar a Ermine. Durante su época de esclava, cada vez que encontraba un verdadero compañero, recibía un duro golpe.
Al final los sentimientos que crecieron entre ellos fueron contaminados, pero el vínculo que habían formado en su anhelo de libertad nunca cambió.
Tal vez trataba de salvar a su hermano, porque, aunque todavía no podía olvidar aquellas experiencias mortificantes, decidió quedarse al lado de Edgar y él, no quería que se arrepintiera de su decisión.
Edgar trazó con cuidado un plan discreto y minucioso para escapar de su prisión. No le importaba utilizar las tácticas de Príncipe si con ello podía reunir camaradas en secreto.
Ahora, ya había regresado a Inglaterra, tenía un título nobiliario y llevaba una vida estable. Aun así, seguía teniendo ese sueño.
Era difícil resistirse y rechazar… los sentimientos de lamento y vacío implantados por la organización de Príncipe.
Si no existía nada más por lo que vivir, no albergarían ninguna esperanza y no sufrirían de nuevo. Luchaba por vivir día tras días, le bastaba con que pudiera respirar.
«Si un día, a este mundo solo le queda desesperación, serás inesperadamente feliz», le dijo Príncipe, apareciendo en la penumbra. «Arrebatarte todo y suscitar una dulce desesperación es…»
—¿Qué pasa, conde? Te ves disgustado.
Al otro lado del balcón del patio interior, encontró a un gato pesimista de pelaje gris tumbado despreocupado bajo la luz del sol en una silla de mimbre. No era un invitado bien recibido.
Edgar levantó a Nico y lo hizo a un lado.
—Oye, ¿qué haces?
—Este es mi asiento. —Se sentó en la silla y abrió una carta que acababa de recibir y leyó en forma de pregunta—: ¿No hay novedades de la investigación del sujeto?
Contratar detectives era un derroche de dinero. Pedía un informe cada dos días sobre la inmigración de Príncipe o su paradero en Inglaterra, pero no recibía noticias ni nada por el estilo.
Suspiró y tiró la carta, que cayó cerca de su pie, delante de Nico, quien no dejaba de hablar.
Edgar pisó a Nico que forcejó para liberarse y le pateó enfadado el pie.
—Oye, solo era una broma. —Agarró al gato—. No te pateé, solo choqué contigo. No te enfades.
Nico entró en pánico y se sintió cada vez más ansioso a medida que Edgar se acercaba a su cara,
—Conde, estás enfermo. No soy Lydia. No soy una chica.
—¿Cómo podría confundir a esta cosa peluda con Lydia? Pero tú y ella tenéis la misma fragancia.
El aroma de la camomila. ¿Se debía a que siempre estaba a su lado? Le tenía tanta envidia que comenzó a sentirse irritado.
Entonces esbozó una sonrisa cómplice. Preso del pánico, Nico se puso rígido cuando Edgar se aferró a él con firmeza.
—¡Miau! Para…
—Lydia dijo que durante su estancia aquí no debía tocarla.
—No me uses como su reemplazo.
—Siempre está ocupada, encerrada en su estudio.
—Te odia.
—No lo creo. Pero tampoco aceptó mi propuesta. ¿Por qué?
—Porque eres un gran mentiroso.
—Pero si ella es mi único rayo de luz.
Desde que la conoció, nunca había soñado con el pasado. Cuando estaba a su lado, se sentía esperanzado. Por ello tomó la decisión de protegerla para no perderla pasara lo que pasara.
Terminó sus relaciones con otras mujeres y ya no estaba perdido. Aun así, se sentía inquieto de nuevo.
Volver a soñar con el pasado… Quizás sea mi propio miedo, pensó.
Si poseía un tesoro irremplazable, Príncipe no dudaría en aprovecharse de su debilidad.
—No eres convincente cuando dices el nombre de otra mujer en un momento crítico —prosiguió Nico.
Perdido en sus pensamientos, Edgar relajó la mano, por lo que Nico usó esa oportunidad para escapar.
Fuera de su alcance, el gato levantó el puño con rabia y se enderezó la pajarita torcida.
—¿Sigue preocupada por eso?
—Pues claro.
Edgar suspiró. No recordaba nada, pero podía imaginar lo que pasó. Sin embargo, estaba seguro de algo: anhelaba con todas sus fuerzas a Lydia. De hecho, frente a otras mujeres había pronunciado el nombre de Lydia.
Quiero abrazarla y sentir su calor.
Intentó hacer memoria de nuevo. Si consideraba otras cosas, la única posibilidad era…
—No…
—¿Qué pasa?
Aunque pudiera expresarlo con palabras, no quería decirlo.
No podía controlar sus sentimientos, por lo que perseguía a Lydia. Pero ahora mismo, lo más probable era que se sintiera culpable por tener que enfrentarse a Ermine y sus crímenes.
—Lord Edgar, ¿es buen momento para hablar con usted? —Entró serio al balcón el mayordomo. Edgar recuperó su expresión habitual.
—¿Qué pasa, Tompkins?
—A veces las mujeres pueden comportarse de forma muy poco razonable.
—Sí… ¿y qué?
—Por eso, en momentos así debe ser tolerante. Esa es la cualidad que hace al caballero.
—¿Qué quieres decir?
Como si hubiera tomado una decisión difícil, Tompkins suspiró y entonces anunció:
—La señorita Lydia se ha ido.
Edgar golpeó la mesa con las manos al levantarse.
♦ ♦ ♦
Lydia se acercó a la estantería y sacó el cuaderno de su madre. Comenzó a hojear las páginas.
—Aquí.
Recordó haber visto algunas pistas sobre los símbolos escritas en el cuaderno, por lo que se apresuró a volver a casa para recuperarlo.
No se lo dijo a nadie, porque, aparte de que no pensaba tardar mucho, no quería que nadie la acompañara, en especial Edgar. Además, tenía que hacer otra cosa por su cuenta.
Cogió el cuaderno y salió de casa. Subió en un carruaje al final de la calle y se bajó cuando llegaron al puente de Westminster. Mientras enfilaba por el camino junto a los sauces a lo largo de la orilla del río Támesis, quitó el pequeño dije de su colgante. Era la aguamarina que su madre le dejó y también un símbolo de amistad entre su familia y las selkie.
Aunque no comprendía del todo el poder que contenía la piedra «el corazón de las selkie», debería ser capaz de otorgarle el poder de convocar a dichas hadas.
Ermine renació como una selkie, pero su espíritu selkie seguía inconsciente. Aun así, mientras sea un hada, la magia invisible a los ojos humanos aún podía ser percibida.
—Ermine, necesito hablar contigo. Por favor, responde al corazón de las selkie, el portador de la amistad.
El hogar de las selkie, el mar, estaba conectado al río. La brisa que soplaba en el centro de Londres trasmitía la voz de Lydia.
Se quedó allí de pie, decidida a esperar lo que hiciera falta.
De repente, sintió un leve olor a agua dulce. No procedía del río lodoso y contaminado, sino que era la esencia pura de la helada brisa marina del norte.
Notó que al otro lado de las ramas de los árboles algo titilaba. Fijó la mirada en la figura ante ella.
—Ermine…
Quiso acercarse, pero Ermine la detuvo. Moviendo la cabeza en desaprobación.
—No debería acercarse a una traidora. —Su cabello, que le llegaba hasta los hombros, se mecía con el viento.
—No me harás daño.
—Es muy peligroso ser demasiado confiada. En cualquier caso, ¿por qué me llamó?
No había tiempo para cotillear.
—¿Por qué traicionaste a Edgar? Él es importante para ti, ¿no? —Ermine no contestó y Lydia prosiguió—. ¿Hay algún motivo por el que estés obligada a no contestar?
—No quiero decir nada. Si no tiene nada más que decir, me iré.
—Espera… Eres muy importante para Edgar. Una vez concluida la batalla con Príncipe, ambos podréis olvidar el pasado y vivir felices juntos. Es cierto que ahora eres un hada, pero algunas selkie se han casado con humanos…
—Lord Edgar le propuso matrimonio a usted.
—Pero yo no entiendo a Edgar en absoluto, así que si soy un obstáculo para ti, lo siento mucho de verdad.
—¿Dice que, por mi bien, rechazó su propuesta? Pero ese es su problema.
Lydia se sintió avergonzada cuando Ermine logró ver a través de ella.
Cuando pensó en la posibilidad de que a Edgar solo le interesara Ermine, temió sentirse atraída por él. Además, si aceptaba su proposición y Edgar y Ermine no podían ser felices, eso sería mucho más triste.
Edgar la consideraba su prometida y ahora había dejado de rechazar esa idea. No sabía qué hacer, por eso planeó preguntarle a Ermine para confirmar sus sentimientos. Si ambos se amaban de verdad, Lydia seguiría rechazando a Edgar.
—Señorita Lydia, lord Edgar es el hijo de un duque. Desde muy joven, le enseñaron a elegir a la pareja adecuada. ¿No es imposible que se enamore de una mujer de clase baja? —Su tono fue más amable que antes, quizás porque pensó que Lydia era muy lamentable en ese momento.
—P-Pero… yo… Él debe haber tenido relaciones con toda clase de mujeres, ¿cierto?
—Los intercambios entre nobles son libres, pero el matrimonio es otro asunto. Conozco aristócratas excelentes que han mostrado afecto por mujeres bondadosas de clase baja. Sin embargo, solo era el amor que sentía un amo hacia sus súbditos, ni más ni menos.
¿Insinúa que los sentimientos de Edgar por ella son de ese tipo de amor? ¿De verdad se trata del afecto existente entre amo y sirvienta?
Lydia creía que la clase social no limitaba los verdaderos sentimientos de una persona. Ermine era consciente de sus diferentes estatus, pero seguía queriendo a Edgar.
—Eres muy hermosa. Edgar no es alguien que mantendría una amistad a largo plazo con una mujer. Es por eso que te trata de una manera muy especial. Puede que haya reprimido sus sentimientos, pero no creo que no esté enamorado de ti.
Ermine entrecerró los ojos, como si mirara a la distancia.
—Aunque fuera así en el pasado, ya no hay nada ahora. Siempre he pensado en él, pero creo que le estoy agradecida por mantener las distancias conmigo. Si estuviéramos juntos, nos arruinaremos el uno al otro. A pesar de que sabía que sería así, no pude hacer nada al respecto, y él se negó a aceptarme.
—Pero Edgar, por ti…
—No es así. —Su firme resolución la dejó perpleja—. Al final, cuando yo necesitaba protección, lord Edgar siempre permaneció tranquilo. Si fuera amor verdadero, lo habría notado, porque esos sentimientos no se pueden reprimir, sin importar qué.
Lydia nunca se había enamorado profundamente, ni de Edgar ni de nadie, así que en verdad no podía entender los sentimientos de Ermine.
—¿Y por qué lo abandonaste? ¿Fue porque si estabais juntos, os destruiríais el uno al otro? No lo entiendo. También deberíais ser capaces de salvaros, ¿no?
Ermine tal vez la considerara una entrometida. Incluso quizás estaba molesta por ser interrogada por quien había cautivado el corazón de Edgar.
—Lo lamento. Lo que he dicho la ha molestado. Sin embargo, hasta yo entiendo que lord Edgar espera que quien se quede a su lado sea usted.
Lydia, que le sostenía la mirada a Ermine, agachó la cabeza y miró sus manos.
La brisa marina soplaba. El alma de Ermine estaba conectada con los movimientos del mar, así que al sentir el aliento marino contra su cuerpo, era consciente de que ya no era humana, sino una selkie.
—Por órdenes de Príncipe, fui asignada como la amante de lord Edgar. Él no me tocó, me trató como a cualquier mujer. Príncipe se enteró y, me violó delante de lord Edgar —confesó con tono indiferente—. No podía soportar estar cerca de lord Edgar, pero tampoco pude reprimir mis sentimientos. Quería que me poseyera, pero si lo hacía, tal vez recordaría mi sufrimiento y humillación y habría acabado odiando a quienes más apreciaba. Lord Edgar sentía que, en la práctica, se parecía a Príncipe debido a cómo me comportaba con él. Por eso no me tocó. Hasta el momento en que morí como humana, mantuve mis sentimientos hacia él.
Lydia estaba temblando. Sin embargo, Ermine seguía manteniendo una inesperada expresión de tranquilidad.
—Ahora que ya no soy humana, todas esas emociones se desvanecieron poco a poco. Cuando descubrí que lord Edgar se sentía atraído por usted, no me sorprendí ni me puse celosa. Supongo que se podría decir que, en ese momento, ya no era humana.
—Aun así, ¿de verdad tienes que irte?
¿Por qué la pacífica vida en el séquito de Edgar era tan dolorosa?
—Incluso como selkie, estos sentimientos no desaparecerán… Por tanto, nunca nos volveremos a ver.
Entonces, ¿cuáles son sus verdaderos sentimientos? ¿De verdad planea convertirse en la enemiga de Edgar?
Ermine le dio la espalda. Aún conmocionada, Lydia se dio cuenta de que tenía las mejillas húmedas. Se secó las lágrimas con las manos.
Los crueles relatos le hicieron sentir miedo. El solo pensar en las penurias a las que se había enfrentado Edgar le causaba terror. Es más, había muchas cosas que le costaba incluso imaginar.
Nunca podría entender la vida de Edgar y Ermine. Cuando pensaba en ello, solo sentía dolor y soledad.
—Señorita Lydia, si aún comparte un vínculo con las selkie, me gustaría pedirle un favor —declaró, como si de repente se acordara—. Por favor, no deje que Raven toque el diópsido.
Era la piedra que Ermine tenía en las manos.
—Obtuve por accidente una piedra de diópsido. Por suerte, Raven no la tocó. Sin embargo, debe haber otras piedras similares. Si él las tocara, el poder de su espíritu se fortalecería y podría dejar de obedecer a lord Edgar. Así que, por favor, tengan cuidado —le explicó y luego se fundió con los árboles y desapareció a orillas del río.
♦ ♦ ♦
Cuando regresó a la mansión del conde, Tompkins apareció enseguida y la llevó a la habitación donde se encontraba Edgar.
—Has vuelto, Lydia —dijo con una sonrisa, sentado en un sillón frente al escritorio. Era evidente que no estaba contento.
Lydia se quedó de pie en el umbral de la puerta, rígida. Miró nerviosa al mayordomo, que la instaba de forma disimulada a entrar en la habitación. Entonces recordó el consejo que le había dado antes:
«Bueno, señorita Lydia, apelar al conde en realidad es bastante fácil. En cuanto se acerque a él, discúlpese de forma adorable mientras le agarra la mano. Por el bien del futuro, recuerde que no hay nada malo en ello.»
Era algo que no podía hacer, por eso, no pudo mantenerse erguida mientras entraba con discreción en la habitación. Le costaba actuar acorde al consejo de Tompkins.
—Fui a casa por mi cuaderno… —dijo con la mirada en el suelo—. Pensé que no habría problema, ya que planeaba volver enseguida.
—Bueno, me alegro de que estés bien.
—Ah, ahora entiendo los símbolos grabados en el diópsido. Es una antigua palabra nórdica. Verás, mi madre tenía notas resumidas con los mismos símbolos.
Lydia abrió el cuaderno para que lo viera por él mismo.
Aunque no pueda tomar su mano, puedo intentar persuadirlo. Viendo esto, ya no debería estar enfadado, pensó y sonrió.
Edgar se levantó y exhaló un suspiró.
Retiró la silla que había cerca de la mesa e instó a Lydia a sentarse. Luego, se inclinó para confrontarla.
—Este, es este de aquí. Lo recuerdas, ¿verdad? —Señaló entre dos líneas verticales un símbolo parecido a una «X»—. Este es la letra «M». Estos dos de aquí son las antiguas letras nórdicas para «C» y «H».
—MCH… ¿Una abreviatura de qué?
—Es probable que sea la grafía consonante. Creo que es el nombre Macha [1], diosa de la guerra en la mitología irlandesa.
Según la historia contada por poetas y escritores, una fuerza temible y cruel atacó a los dioses. Tras perder sus poderes, sus espíritus se debilitaron poco a poco y se fueron a vivir al inframundo. Entonces surgió un héroe humano que luchó en su nombre.
—Entonces ¿los nombres de los dioses irlandeses estaban grabados en la piedra con antiguas palabras nórdicas? ¿Cómo algo así acabó en manos de un clan pequeño como Ceylon?
—Bueno, desde luego es extraño.
Lydia comenzó a sentirse un poco nerviosa, tal vez su descubrimiento no era tan relevante. Agachó la cabeza para observar en secreto su reacción. En ese momento, sus ojos se encontraron, él la miraba con atención.
—Lydia, esta es información importante… Te estoy muy agradecido por investigar al respecto. Sin embargo, aunque Tompkins me aconsejó que esperara otros treinta minutos, estaba muy preocupado. ¿También eres incapaz de creer en estas palabras?
Bueno, creo que estás exagerando un poco las cosas, pensó.
—Lo siento…
—¿Te resulta tan incómodo decirme adónde vas o llevar a un guardia cuando sales?
Como era de esperar, su estado de ánimo no mejoró.
—No estoy acostumbrada a ser escoltada por alguien…
—¿Te sientes limitada conmigo?
En realidad sí.
Edgar había hablado con su padre sin su permiso. La trataba como si fuera de su propiedad, y ella no podía aceptar eso.
No soy Ermine. No quiero sustituirla.
Por suerte, no podía tocarla. Conociéndolo, se habría aprovechado de su error para acercarse a ella.
Era una táctica obvia para mostrarle cierta sinceridad. De esa manera, se sentiría un poco culpable por su comportamiento poco refinado.
—Ah, existen otras dos diosas de la guerra como Macha. Son los espíritus llamados Nemain [2] y Morrigan [3] —prosiguió con su explicación—. A la tríada de diosas de la guerra se les conocía como Anand [4]. Debe haber otras dos piedras similares de diópsido, con sus nombres grabados.
—¿Hay otras piedras con los nombres de las dos diosas? Aunque sea una posibilidad, ¿tienes alguna prueba que lo demuestre?
—Sí, porque Ermine dijo que no dejáramos que Raven tocara las otras piedras de diópsido.
—¿Ermine? ¿Fuiste a verla?
Fue un lapsus, pero ya era demasiado tarde.
—¿Lo hiciste? Ermine nos ha traicionado y, aun así, fuiste. No deberías haber ido a hablar con el enemigo.
—Sabía que no iba a hacerme daño. Además, Ermine estaba preocupada por Raven. Me explicó que si tocaba los otros fragmentos de diópsido, su espíritu se fortalecería y ya no podría obedecerte. Creo que también estaba preocupada por esto cuando dejó el diópsido en la mansión.
Edgar, que permanecía de pie con una expresión contrariada, se cruzó de brazos y se dirigió hacia el escritorio.
—Ah… puede ser, pero sigues siendo demasiado inconsciente del peligro.
Desde el principio hasta ahora seguía sermoneándola. Al inicio se sintió culpable por preocuparlo, pero ahora, después de meditarlo un poco, creía que no tenía por qué estarlo. A donde fuera o lo que hiciera era de su propia incumbencia.
—Ah, sí. Pero como nunca he visto a Príncipe, por terribles que sean las cosas que he oído sobre él, no me parece real.
—Tu sentido de la realidad está bastante distorsionado, ¿no?
—Ya te dije antes que solo obedeceré las órdenes de mi padre. Y, aun así, mi padre no sería tan arrogante como tú y respetaría mi opinión. Si quieres una mujer obediente, deberías conquistar el corazón de Ermine cuanto antes. Ah, pero espera, ignoraste sus sentimientos y te fuiste con muchas otras mujeres…
—No ignoré sus sentimientos.
Lydia, que estaba sin aliento, cerró la boca.
Como imaginaba, solo le importa ella, ¿no?
Lydia no sabía si era como Ermine había dicho que su amor era el que un amo le profesaba a su leal sirvienta.
Detrás de Lydia, que tenía una expresión consternada, Edgar divisó a Tompkins y lo llamó.
—La doncella que seguía a Lydia, ¿se ha reportado contigo?
—Sí, pero esta vez cuando descubrió que la señorita Lydia no estaba en su habitación, pensó que había ido a otra y no le dio demasiada importancia.
Era imposible que la doncella lo supiera porque Lydia se escabulló a escondidas de la mansión.
La persona que estaba a cargo de atenderla durante su estancia y de organizar las habitaciones era una joven sirvienta. Era una chica muy seria que creía que Lydia también era noble por ser la prometida de Edgar. Por eso no le dirigía la palabra, dado que para la joven, la clase baja no debía atreverse a hablar con la clase alta.
—La próxima vez que esto ocurra, destitúyela de su puesto.
—Ah, espera, Edgar, esto no tiene nada que ver con la sirvienta… Por favor, no la despidas así.
—Si tienes cuidado, no perderá su trabajo.
—Eso es jugar sucio. —Apretó los puños y se puso de pie—. Para retenerme, ¿tienes que herir a los que te rodean? ¡Actúas como Príncipe!
Al aprender los métodos, se deshizo de su sentido de la justicia y luchaba sin piedad y de forma implacable. Pero, en realidad, Lydia sabía que nunca se convertiría en alguien como Príncipe porque siempre protegía a sus compañeros.
Sin embargo, Edgar, que perdió a sus camaradas, no podía refutar que lo acusaran de ser igual que ese tirano, quien para castigarlo, hirió a Ermine.
Lydia se dio cuenta de que ella misma era una persona despreciable. No debió decir cosas tan horribles, sería un alivio si Edgar no se hubiera sentido herido por sus palabras.
—Ya he dicho que para protegerte no me detendré ante nada. —Le sonrió orgulloso.
—¿Para protegerme? —preguntó iracunda—. ¿Crees que diciendo cosas así te obedeceré? Si la despides, te odiaré.
—¿Cómo puedes ser tan terca?
—Si odias mi terquedad, ¿por qué no me echas?
—Me gusta tu yo que nunca hace caso a lo que digo. Aunque siempre me pones las cosas difíciles, no puedo evitar amarte.
Aun enfadado, no deja de coquetear.
Lydia, suspiró y dejó caer los hombros con impotencia.
Ya le había contado todo lo que sabía del diópsido, por tanto, ya no tenía sentido quedarse allí. Estaba a punto de retirarse cuando la llamó.
—¿Qué más quieres? —preguntó, un poco irritada.
—Llegó una carta de tu casa.
Cuando iba a aceptar la carta que le tendía, Edgar retrocedió.
—No hay firma, ¿puedes abrirla aquí?
Aunque sabía que lo decía porque estaba siendo precavido, de alguna manera la disgustó. Si no hacía lo que le decía, no se la daría.
Asintió, resignada, y Edgar le entregó la carta. Leer y escribir una carta delante de alguien ya era bastante incómodo, pero que la observaran mientras lo hacía era mucho peor.
—Es de Lota —dijo mientras la leía.
Había viajado con su abuelo a Holanda. Como era una de sus pocas amigas humanas y una vieja amiga de Edgar, planeaba regresar pronto a Londres, o eso ponía la carta. No estaba relacionada con Príncipe.
—¿Qué? ¿Hacía falta que escribiera tanto? Seguro que escribió algún comentario malicioso sobre mí.
En efecto, unos cuantos. Sin embargo, como la presionó al respecto, Lydia se enfadó.
—Sin duda serás un marido muy molesto —espetó y salió corriendo del estudio.
—¿Un marido molesto? ¿Qué piensas, Raven? —le preguntó cuando entraba al estudio, el joven ladeó la cabeza confundido—. Estoy seguro de que seré así. Pero lo descubrió antes del matrimonio, ¿qué debería hacer?
—¿La señorita Lydia dijo eso?
Si uno se asomaba a la ventana que daba a la calle, vería a los miembros de la Luna Escarlata montando guardia alrededor de la mansión. Como Príncipe había asesinado a alguien cercano a ellos, su venganza estaba ganando fuerza.
Todos luchaban por sí mismos y sus compañeros. Sin embargo, Lydia era diferente. No tenía ninguna razón para luchar, pero Edgar la había involucrado en esa batalla. Ella, como doctora de hadas, tenía un gran sentido de la justicia y no podía permitir que la organización de Príncipe continuara abusando de las hadas y los humanos. Además, Edgar quería que se quedara a su lado. Pasara lo que pasara, no quería dejarla ir. Estaba decidido a protegerla a cualquier precio.
Sin embargo, debido a su pelea, Lydia ya lo había condenado como un hombre deshonesto.
Su sentido del peligro no era tan agudo como él, ni podía trazar planes sobre la marcha. Por eso sentía que necesitaba encadenarla para protegerla.
—O tal vez no… —refunfuñó mientras miraba a través de la ventana—. Nunca he fracasado conquistando a una chica, quizás Lydia sea la primera.
—Es la primera vez que le oigo decir ese tipo de cosas —murmuró Raven.
—Desde el principio he hecho todo lo que he podido.
Lydia también era la primera persona que había sido capaz de hacerle sentir mejor con su sola presencia. Siempre que estaba a su lado, podía soñar con un futuro mejor. Inconscientemente estaba cobrando importancia en su corazón.
—Aunque al final no pueda estar con ella, tengo que protegerla.
Edgar notó la confusión en los ojos del leal Raven.
Aunque Ermine se hubiera ido, aunque Lydia no hubiera cambiado de opinión, mientras tuviera a Raven, tendría el coraje para seguir luchando.
—Incluso si al final Lydia no deseara volver a verme y tuviera que usar los trucos despiadados que aborrece, haré lo que sea necesario para proteger su futuro. Es parte de mi obligación.
Incluso si al final perdía contra Príncipe, quería garantizar su seguridad.
—Eso es muy cruel. Aun así, ¿me seguirías, Raven?
—Por supuesto, lord Edgar.
No podía dejar que Raven tocara el diópsido. Edgar se sintió conmovido al recordar lo que Lydia había dicho de la advertencia de Ermine, pero también lo invadía cierta intranquilidad.
Entonces anunció que saldría.
—¿A dónde va?
—Quiero saber más sobre el diópsido de Ceylon. Como el profesor se fue a Cambridge, está ocupado, pero su pupilo sigue en la Universidad de Londres, ¿cierto?
—¿Se refiere al señor Langley?
—Ah, sí, ese mismo.
[1] Macha era una diosa de la soberanía de la antigua Irlanda. Al igual que otras diosas de la soberanía, Macha está asociada con la tierra, la fertilidad, la realeza, la guerra y los caballos.
[2] Nemain es la diosa irlandesa de la guerra. Era parte de un grupo de deidades de la guerra compuesto por ella, Morrigan, Macha y Badb, que en ocasiones aparecían como mujeres hermosas y en otras como cuervos que graznaban en las batallas.
[3] Morrigan es la diosa de la guerra y, por lo tanto, de la muerte. Se la representa generalmente con armadura y armas. Morrigan está presente en todas las guerras, tomando la forma de cuervo o corneja, entre algunas de sus habilidades está el uso de la magia negra. Su papel en la guerra era infundir en los soldados la fuerza (y la ira) para combatir. Su nombre significa «Gran Reina» o «Reina Espectral».
[4] Morrigan a veces aparece como una de las tres hermanas, hijas de Ernmas, que forman la tríada de diosas: Morrigan, Badb y Macha. Otras veces la trinidad consiste en Badb, Macha y Anand, conocidas conjuntamente como «Morrígna».
Alguien más cree que también terminará hablando de algo relacionado con lydia?