Traducido por Den
Editado por Meli
Érase una vez un anciano que vivía escondido en el bosque.
—Ah, en el interior de ese niño habita un hada. Está destinado a convertirse en un guerrero del rey —anunció.
La hermana del niño conocía el secreto detrás de la mística esencia verde que contenían sus ojos negros.
El hombre, a la que la hermana pálida y el hermano moreno habían visitado a menudo, parecía poseer muchos conocimientos de un lugar llamado «Hadiya». Incluso conocía la famosa leyenda que se rumoreaba por todo el país.
A pesar de que el niño ya tenía cinco años, no reía ni hablaba. Por eso era maltratado por su madre, que también despreciaba a la hermana.
Poco después de que la madre diera a luz, fueron expulsados de la granja que administraban unos británicos. Se decía que el infante se parecía al hombre, que le gustaba acostarse con las mujeres de ahí.
Los pequeños desconocían quién era su padre. Lo único que la hermana sabía era que su hermanito era un niño especial.
Aunque eran jóvenes, el pequeño poseía una fuerza admirable. Mató, con una gran piedra, a un hombre que intentó atacar a su hermana. Ella cubrió el cadáver con hojas y arrojó la piedra manchada de sangre al estanque. Si se descubría quién era el asesino, lo arrestarían, aun cuando ella creía que él no había cometido ningún crimen.
En la actualidad, ese pequeño país no existía. Pero para proteger esa nación, los cielos le concedieron un poder especial al niño: un hada aterradora, que se vio obligada a jurar servir para siempre a la familia real por uno de los ancestros.
Si su poder se utilizaba para proteger, entonces, no podía ser malvado.
Las palabras del anciano armaron de gran valor a la hermana mayor.
Aunque el hermano menor no hablaba, entendía a la perfección las palabras de los demás. Su rostro podía carecer de expresión, pero eso no significaba que no tuviera sentimientos.
Mientras regresaban a su cabaña, emergiendo de las profundidades del bosque, el pequeño estiró la mano y agarró con cuidado la de su hermana. A partir de ese momento, ella tomó una decisión.
—Debes ver al rey. Es a él a quien debes servir —le dijo.
♦ ♦ ♦
Cuando Ermine despertó, yacía en el fondo de un lago.
El color azul oscuro la rodeaba, pero con sus ojos de hada, distinguía los bancos de pececillos y la suave oscilación de las algas.
El agua era fría y agradable al tacto. Se sentía a gusto, como si la vitalidad de la naturaleza fluyera por su cuerpo.
La herida infligida por la pesadilla era menos dolorosa y el sangrado se había detenido, la examinó con cuidado con los dedos.
Notó que se hallaba en el lago Serpentine en el Hyde Park.
—Oye, ¿te has despertado? —preguntó un caballo acuático negro.
Ermine observó la hermosa figura, y recordó que la feroz, pero entrometida criatura la había salvado.
—Como selkie, debes recordar que recuperas fuerzas más rápido en el agua. El agua marina es mucho mejor, pero no hay en Londres.
—¿Qué nos pasó? —Ermime se incorporó con cautela.
—¿Nos? ¿Te refieres al conde y al resto de ellos? ¿No quiere tu amo, Príncipe, matarlo?
A Kelpie le sorprendía la preocupación que sentía por el conde y sus seguidores, incluso después de traicionarlos.
Príncipe no quería matar de inmediato a Edgar, por lo que debía estar bien. Además, por la expresión tranquila en el rostro de Kelpie, Lydia estaba a salvo. Así que solo se preocupaba por una persona.
—Ulysses se llevó al mocoso de Raven —dijo sin miramientos—. Ese bastardo te dejó aunque te desmayaste.
Ulysses no confiaba en ella, pero la utilizaba porque Príncipe se la asignó. Ermine recuperó el diópsido tras el asesinato del hombre que la poseía y Ulysses quería probar la influencia de la piedra sobre Raven. Él nunca le informó de aquel experimento.
Sin embargo, por el color de la piedra y la imagen doble que proyectaba, descubrió que como había descrito el anciano que residía en el bosque, era una joya de la familia real de Hadiya y, por tanto, Raven no debía tocarla. Para cuando lo descubrió, Edgar ya sabía que el diópsido estaba en sus manos.
Una vez revelada la verdad, ya no podía quedarse al lado de Edgar. A pesar de que había sido un error de cálculo de Ulysses, al no poder confirmar los efectos de la piedra, este se enfureció y decidió deshacerse del hada si ya no le era de utilidad.
—¿Atrapó a Raven…?
En lugar de preocuparse por haber sido abandonada como sacrificio, estaba preocupada por su hermano menor.
Ermine recordó que la incontrolable Pesadilla escapó y se enfrentó a Raven. Ella había perdido el conocimiento justo en el momento en que Kelpie apareció.
Raven no la mató, aunque desconocía si fue por voluntad propia o porque obedecía las órdenes de Edgar.
Ella eligió ese camino y aún no sabía a dónde la conduciría.
Tal vez era mejor que él muriera.
—Debo irme…
No podía esperar de brazos cruzados. Cuando se levantó, las patas delanteras del caballo acuático le bloquearon el camino.
—No tan rápido. También tengo algo que decirte. Hay cosas que debo preguntarte.
Era de esperar que no me dejara ir, pensó Ermine.
Decidió ceder. Tal vez nunca la perdonaría. ¿Qué ocurriría si hacía enfadar a un caballo acuático? Mientras se preparaba mentalmente, clavó la mirada en los dos ojos negros como perlas que la observaban.
—¿Ulysses planea engañarme? Dijo que no haría nada para lastimar a Lydia, pero todo era una mentira. ¿Lo sabías?
—Ulysses no es quien da las órdenes a Ulya, sino Príncipe.
—¿Piensas engañarme con esta argucia?
—Quieres a la señorita Lydia, ¿cierto? Príncipe practicaba cómo lastimar y torturar a lord Edgar. Solo desea apartarla de él, no necesita matarla. Algún día podrás llevarla a vivir al lago de Las Highlands o a cualquier otro lugar.
—¿Practicaba cómo lastimar y torturar al conde? ¿No saldrá Lydia también herida con sus tácticas?
—Es posible.
Era muy probable que con ello Lydia deseara morir antes que vivir.
—Ese tal Ulysses dijo que por culpa del conde ya han sufrido muchas mujeres.
Según Ermine, después de escapar de Príncipe, Edgar procuró no ser cercano a ninguna de sus amantes. Bueno, quizás debería decir que, en general, a veces tenía más de una amante a la vez. Si se interesaba mucho por una de ellas, sin duda se convertiría en el objetivo de Príncipe. Las «mujeres» a las que se refería Kelpie, debían ser de la época en que Edgar era un prisionero de la organización. Aquellas que le fueron asignadas de forma arbitraria.
Sin embargo, sus allegados siempre corrían una suerte desdichada y Edgar salía lastimado, aunque siempre luchaba por guardar la compostura. Solo así Príncipe dejaría de recurrir a tales medidas. Al final, se convirtió en lo que Príncipe quería: un muñeco viviente y sin alma. Por supuesto, no perdió el alma, solo fingió.
—Bueno, no quiero que Lydia salga herida, esa fue la única razón por la que hice un trato con él. Pero ese chico usó mi Pesadilla domesticada para atacarla. —La amenazó con la mirada y sus crines se agitaron con fiereza. Adoptó forma humana y la agarró del cuello—. Querías entregarme a una Lydia rota y destrozada, ¿cierto? Está claro que lo sabías ¿y aun así me pediste ayudar a Ulysses?
Si Ermine fuera humana, Kelpie la habría asfixiado hasta la muerte con su fuerza bruta. Ella jadeaba, sin poder respirar. No porque se sintiera asfixiada, sino por el profundo dolor que le causaban las uñas enterradas en su garganta.
Lo soportó con paciencia. Ya esperaba que se pusiera furioso. Ulysses le ordenó que le propusiera la idea a Kelpie y formaran una alianza. No para garantizar la seguridad de Lydia, sino porque quería que se involucrara en todo el embrollo.
No se sabía cómo se comportaría. Aun así, ella creía que era mejor la incertidumbre. Es más, gracias a su magia y a su deseo de proteger a Lydia, Ulysses no podría predecir sus movimientos.
Mientras seguía soportando el dolor con paciencia, Kelpie de repente la lanzó a un lado.
—¿Por qué tienes esa expresión? Es como si estuvieras muerta por dentro.
Kelpie pensó que no valía la pena enfadarse con ella y la alejó de él. Eso la hirió más que las uñas que la perforaron. En su corazón, brotaron unos sentimientos que ya no pudo reprimir.
No quería perder la esperanza, por eso decidió sufrir en soledad.
—¡¿Qué sabes tú?! Solo eres un hada oscura. ¿No quieres a la señorita Lydia porque no tienes nada con lo que entretenerte en tu tiempo libre? No te has sacrificado por ella ni una sola vez, ¡nunca has sentido la necesidad de protegerla!
—¿Es por tu hermano menor? Supongo que el conde no es todo lo que hay en tu cabeza. —Sonrió con complicidad—. Así que no eres del todo obediente a Ulysses, ¿eh?
—¿Y?
—No importa. Si quieres aprovecharte de mí, adelante. No odio a las mujeres fuertes.
—Ya veo…
Él era un caballo acuático al que le gustaba Lydia.
—Pero también quiero utilizarte. Ya que las cosas ahora son así, debo saber cómo actuarán esos tipos.
—¿Quieres que te ayude?
—Ya te lo he dicho, utilicémonos el uno al otro. No quiero que me ayude la subordinada de Ulysses —comentó enfadado Kelpie.
Le puso la mano en la cabeza y le revolvió el pelo.
Qué raro. No sé qué significa esto.
—Por otra parte, creo que eres más imprudente que Lydia. A partir de ahora, sé obediente y quédate en el agua hasta que las heridas del cuello sanen —dijo antes de marcharse.
¿Esa actitud anárquica era su forma de pedirle disculpas por haberla herido? Sintió que era un tanto extraño que un caballo acuático estuviera preocupado.
Ermine suspiró y se peinó.
¿Por qué Kelpie había dicho eso? Fuera quien fuera, Ulysses o Edgar, Kelpie no estaba en ninguno de los dos bandos. Ermine, por su parte, los había traicionado a ambos. Aun así, él era el único que no mentía cuando hablaba.
Si Kelpie se involucraba más, ¿el resultado no sería aún más caótico?
Sintiéndose muy sola y necesitando a alguien que no fuera ni amigo ni enemigo, quizás esa alianza también sería buena para ella.
♦ ♦ ♦
De regreso a la mansión, la expresión de Edgar se contrajo mientras pensaba en Raven. Como habían ocurrido tantas cosas a la vez, Lydia, ni siquiera podía organizar sus emociones, no sabía qué decirle.
Su pelo mojado goteaba. Como si no pudiera sentirlo, miraba fijamente al frente. La rabia lo volvía aún más tranquilo y cruel. Sus mejillas pálidas parecían de porcelana y sus ojos ardían.
Le había dado el abrigo, así que debía tener mucho frío. Sin embargo, nunca lo había visto comportarse de esa manera.
Al final, llegaron a la mansión. Al bajar del carruaje, intentó decir algo reconfortante.
—Raven regresará sano y salvo.
Lydia no entendía por qué Edgar parecía tan sorprendido cuando por fin se volvió a mirarla y le agarró la mano.
—Tienes las manos heladas… Por mi culpa te han lastimado y has sufrido. Aun así, ¿te preocupas por mí? —Permaneció en un silencio doloroso, parecía que tenía que ver con algo más que el asunto de Raven—. No irás a ninguna parte, ¿cierto? Si te tengo, aún puedo luchar.
A Lydia le ardieron las mejillas con sus palabras, pero lo tomó como una señal de que su cuerpo se calentaba.
♦ ♦ ♦
Una vez en el vestidor de la mansión, por fin pudo quitarse la ropa manchada de barro y ponerse ropa interior limpia y ajustada. Se acercó a la estufa para secarse el pelo mojado. Respiró hondo.
En efecto, Príncipe presionaba cada vez más a Edgar. Ermine regresó, pero solo para permitir que el dolor de Edgar continuara. Además, ahora también le había arrebatado a Raven. Lydia no sabía si era tan importante para él como le decía.
Tanto Raven como Ermine se fueron. ¿De verdad podría ser la salvadora de Edgar?
Mientras seguía pensando en todas esas cosas, se oyó un débil sonido cerca. Se dio la vuelta de inmediato y vio que la puerta estaba entreabierta.
—Ed… ¿Edgar?
Si fuera él, diría alguna argucia con seriedad y grandiosidad. Pero, aparte de él, nadie estaría interesado en ella.
—Me estoy cambiando de ropa… ¿Intentas espiar? —Justo cuando alzó un poco la voz, una sombra humana apareció por detrás y la agarró con fuerza, empujándola contra el suelo.
No se trataba del cabello dorado de Edgar, sino de una larga cabellera azabache.
Señor Ulya.
Escuchó que uno de los miembros de la Luna Escarlata lo había traído y encerrado en una habitación. Pero estaba allí, encima de ella, tapándole la boca con las manos.
—Lo siento, señorita Carlton. Por favor, no haga ruido. Necesito decirle algo…
Lydia estaba aterrorizada, así que siguió forcejeando debajo de él.
—Por favor, escúcheme.
—¡No! Ayuda…
—Ellos me utilizaron.
No estaba de humor para escucharlo. Asustada y avergonzada de no llevar nada más que ropa interior, sus sentimientos contradictorios hicieron que sus ojos se llenaran de lágrimas.
—Ed…
Quería gritar pidiendo ayuda, pero no podía. Si tan solo Ulya la dejara emitir algún sonido…
—No quiero agredirla, también soy mujer.
¿Qué?
Lydia dejó de forcejear y entonces Ulya abrió despacio la mano.
Tenía el cabello largo y un rostro neutral. Los hombros y la cintura también eran más estrechos que los de un hombre. Además, tenía una piel suave y delicada, de un tono similar a la de Raven.
Una mujer disfrazada de hombre.
Como siempre estaba cerca de Ermine, pensó que era imposible que la ropa de hombre pudiera ocultar las preciosas curvas de una mujer. Por lo que el aspecto de Ulya le parecía un poco inapropiado.
Ulya llevó la mano de la dubitativa Lydia al interior de su chaqueta. A través de la fina camisa, sintió el abultado pecho. Su vergüenza desapareció y se tranquilizó.
—Señorita Lydia, lamento haberla engañado. Sin embargo, en ese momento no podía desobedecer.
Ya veo, porque eras el recipiente de Pesadilla. Aun así, podrías haberte vestido de mujer.
—¿Por qué te vestiste de hombre? ¿Fue porque las mujeres no pueden ir a la universidad y mi padre trabaja allí como profesor? Al final, ¿todo fue una fachada para poder acercarte a mí?
—Esa fue una de las razones. Sin embargo, es una costumbre de nuestra familia que cuando no hay un heredero varón, la primogénita será la heredera y, hasta el matrimonio, siempre debe ir disfrazada.
—Pero ¿no fuiste adoptada por un inglés?
—A pesar de que nací en Mumbai, la India, mis antepasados vivían en las montañas de la isla de Ceylon, gobernada por la última generación del pequeño clan de líderes. Así que, aunque sea británica, no debo perder las tradiciones de los nativos.
—¿Ceylon…? No puede ser. Entonces, la persona a la que mataron recientemente también pertenecía a la familia real…
—Sí, así es. Antes de morir, mi padre me habló de mis parientes que habían emigrado a Inglaterra. Quería buscarlos, pero tenía poco dinero. No tenía a nadie a quien recurrir y entonces apareció un anciano.
—¿Un anciano?
—Me adoptó y me trajo a este país. No solo eso, sino que también me ayudó a regresar a Ceylon y a la tierra llamada Hadiya… Fue entonces cuando me enteré de que era el líder de una organización secreta muy grande. Era un estadounidense con sangre real conocido como Príncipe.
Lydia recordó lo ocurrido en el puente de Londres. Se estremeció, un escalofrío le recorrió el cuerpo.
No era el verdadero Príncipe, pero temblaba de miedo al pensar que había estado tan cerca de ella.
—A pesar de que no llegó a ser rey, se convirtió en un lord. Además, recuperó las tierras ancestrales para que vivieran generaciones enteras. Hoy, los ingleses explotan las minas de allí. Si pudiera comprarlas, resolvería los problemas de subsistencia de esa gente. Él dijo que si lo ayudaba, a cambio también me ayudaría. Solo debía entregarle la piedra verde, mi tesoro familiar. Lo he estado pensando y… también me convertiré en una víctima como el señor Kent por poseer el diópsido, ¿verdad?
—¿Es una piedra verde del tamaño de una almendra con unos símbolos grabados?
—Sí… —contestó con expresión confundida.
—Por favor, dime, ¿qué palabra tiene escrita?
En la palma de Lydia, Ulya escribió los antiguos caracteres nórdicos «NMM».
Nemain, junto con Macha y Badb, era una de las diosas celtas de la guerra, pensó Lydia, pero el problema no era el texto nórdico en sí.
Ulya retomó la conversación original.
—Ese hombre, Príncipe, no solo quería mi piedra. Utilizó mi cuerpo como recipiente para aprisionar demonios, yo solo podía obedecerlo. —Se sentó en el suelo y agarró a Lydia por los hombros—. Señorita Carlton, por favor, ayúdeme. El conde Ashenbert lucha contra Príncipe por la posición de líder, ¿verdad?
Según su razonamiento, Príncipe y Edgar eran dos facciones violentas inmersas en la batalla.
—Si esto continúa, me tratarán como una espía. Me torturarán, me interrogarán y me matarán para que sirva de ejemplo y advertencia a los demás.
Por desgracia, los temores de Ulya podían no ser exagerados. En cierto sentido, Edgar no tenía piedad de sus enemigos.
—Solo puedo confiar en usted. Espero que pueda dejarme escapar.
¿Qué debería hacer?, reflexionó y entonces llamaron a la puerta.
Ulya jadeó y Lydia se quedó helada.
—Lydia, ¿te has vestido ya? —preguntó Edgar.
—Ah, todavía no. Espera un momento —respondió, presa del pánico.
—¿Llamo a una sirvienta para que te ayude?
Lydia se había mostrado firme cuando pidió un cambio de ropa, pero ahora no quería que nadie viera su ropa raída ni las cicatrices de su pecho.
Por otro lado, Edgar en realidad estaba buscando a Ulya, que se había escapado y era probable que tomara a Lydia como rehén.
—No hace falta, por ahora está bien.
—¿En serio?
—Sí, gracias. —En cuanto esas palabras salieron de su boca, la puerta fue derribada.
Con las manos en los hombros de Lydia, Ulya contuvo la respiración. No le dio tiempo a esconderse.
—Me pareció raro. La puerta no estaba cerrada y, además, si la hubiera interrumpido mientras se cambiaba, se habría enfadado porque creería que la estaba espiando. Pero para mi sorpresa, me dio las gracias.
¿Suelo ser tan gruñona?, pensó Lydia.
Edgar fue desenvainando la espada a medida que se acercaba a Ulya, quien, no se quedó quieta, esperando su muerte. Empujó la mesita junto a ella y la usó para esquivar la espada. Sin embargo, Edgar saltó con facilidad por encima de la mesa y la apuñaló.
Lydia gritó asustada.
Por suerte, solo le cortó la manga del abrigo y se clavó en la pared. Edgar soltó la espada y pateó a Ulya en las rodillas, de modo que quedó inmovilizada contra la pared.
—Detente. —Lydia que, aparte de su enagua de tres capas, solo llevaba la camisola, se precipitó delante de Edgar—. Príncipe utilizó a Ulya.
—Deshonró a mi prometida, debe pagar por ello.
—Te equivocas. Esta persona es una mujer y no me ha hecho nada.
Edgar no la soltó Ulya, aunque sí su ataque. Luego, la miró de arriba abajo varias veces y enarcó las cejas.
—¿Es una mujer?
—Sí, te lo ruego, escucha lo que tiene que decir.
—¿Es verdad? —Observó a Ulya de forma amenazadora y estiró la mano hacia su entrepierna.
—¿Q-Qué estás haciendo? ¡Edgar! —gritó Lydia, sorprendida y avergonzada al mismo tiempo.
Sin embargo, el rostro de Edgar se serenó, luego sacó la espada de la pared y liberó a Ulya.
—Solo lo confirmaba. No se puede creer en las palabras del enemigo tan fácilmente.
Ulya se deslizó hacia abajo, como si se estuviera desinflando, y se sentó en el suelo.
—Así que, Lydia, no te enfades por que haya tocado a otra mujer —comentó en tono bromista y miró con dureza a Ulya—. Todavía no lo he confirmado del todo. Señorita Ulya, ¿es usted homosexual?
Lydia no entendió la repentina pregunta. Ulya también se quedó desconcertada un momento, luego negó con la cabeza.
—¿A pesar de que le robaste un beso a Lydia?
—Eso… lo hizo la pesadilla en contra de mi voluntad.
—Pero pasó.
—Lo recuerdo muy poco…
Una vez más, Edgar empuñó la espada contra Ulya y un puñado de pelo negro revoloteó en el aire.
—El cabello es una compensación por el incidente. Ningún hombre tendría tanta suerte. En realidad, iba a apuñalarte hasta la muerte.
Por fin guardó la espada e inclinó la cabeza para mirar a Lydia.
—Bueno, Lydia, aún tengo que preguntarle algunas cosas. Llamaré a alguien para que la acompañe a otra habitación. ¿Puedes esconderte detrás del sofá un momento?
Lydia, que al fin se percató de su apariencia, hizo lo que le dijo al instante. Edgar hizo una seña a alguien que estaba al otro lado de la puerta. Los enormes gemelos de la Luna Escarlata aparecieron en seguida.
—Lo lamento, lord Edgar. Por un descuido de los guardias logró escapar.
—Por favor, sed más cuidados. Ah, resulta que esta persona es una mujer, por lo que debéis tratarla como tal —hizo énfasis en las últimas palabras, como si estuviera insinuando algo.
Los dos miembros vieron sorprendidos a Ulya. Luego, se miraron entre sí y asintieron a la vez. Mientras observaba cómo se la llevaban, Edgar soltó un largo suspiró. Apartándose del sofá donde se escondía Lydia, se sentó en el sillón contiguo.
—Lo siento… Volviste a pasar por una horrible experiencia. —Sonó como si su corazón se hubiera hundido aún más en la desesperación.
—No importa… No te culpo.
—Dije que te protegería, pero las cosas han terminado así.
—Estoy bien.
—¿En serio?
—Um, Edgar, me gustaría cambiarme de ropa.
Aun escondida, la ponía nerviosa hablar con él mientras estaba vestida así.
—Me iré ahora. Antes respóndeme a una cosa, ¿sí? ¿Ya no estás preocupada, porque Ulya es una mujer? Bajo la lluvia parecías estar a punto de desmoronarte. No sabes cuántas ganas tenía de maldecirme.
Tenía razón. Ahora se sentía mucho mejor.
Las jóvenes de clase alta eran educadas de esa manera. Entre chicas, no importaba lo unidas que estuvieran o lo que hicieran, nadie las reprendería. Sin embargo, si una chica tenía una relación cercana con un hombre que no era de la familia, sería un escándalo a los ojos de la sociedad.
Eran advertidas de lo que no debían hacer con hombres infames, aunque algunas no entendían qué se consideraba como «hombre malo». Se les inculcaba que una mujer que había perdido su pureza sería marginada y juzgada con dureza y frialdad por la sociedad. Tal vez Lydia sería la excepción por haber vivido en un entorno familiar diferente y haber sido educada con unos principios más liberales.
Aun así, para ella, que no tenía ni hermanos ni íntimos amigos de la infancia, era muy importante ser precavida al acercarse al sexo opuesto y no besar nunca a nadie que no estuviera cortejando.
En definitiva, se percató desde muy joven que nadie hablaría sobre un beso entre chicas y, al mismo tiempo, comprendió la diferencia que existía entre estar con el sexo opuesto y estar con el mismo sexo.
Era cierto que cuando ella y Ulya se besaron, sintió que se había vuelto impura. Pero tras descubrir que era una mujer, ese sentimiento había desaparecido…
Entonces se preocupó. ¿Edgar pensaría que era impura?
—¿No puedes perdonarme? Como la señorita Ulya es la subordinada de Príncipe, todavía me siento sucia.
—¿Qué estás diciendo? ¿Por qué pensaría eso?
Su pregunta directa y sencilla la alivió de gran manera. Al mismo tiempo, se sintió muy avergonzada por sus propias palabras.
—Bueno, no es eso. Realmente no me importa lo que pienses de mí…
Si seguía hablando, solo cavaría su propia tumba, así que guardó silencio.
—Me preocupa más que estés tratando de ser valiente de nuevo. —Edgar se levantó.
No podían verse, pero Lydia sabía que miraba en su dirección, por lo que se puso tensa.
—Incluso si no te tomas en serio mis palabras, te lo diré de antemano. Pase lo que pase, siempre te querré, mi hada.
Su corazón se aceleró y empezó a sentir todo su cuerpo caliente; no podía calmarse. Lydia se sentó y se abrazó con fuerza las rodillas.
El tono de Edgar no sonó suave como de costumbre, sino apático.
Debe estar muy deprimido.
—En el futuro, puede que no me perdones. No quiero pedirte que me entiendas, pero si te lo siguiera ocultando, solo te lastimaría.
—¿Qué quieres decir…?
—Me temo que no volverás a ver a Ulya.
Que diga eso…
Incluso después de obligarla a decir todas esas cosas e interrogarla, ¿no tenía intención de dejarla con vida?
—No, n-no lo hagas, Edgar. Por favor, libera a la señorita Ulya. —Lydia salió de detrás del sofá—. Se vio obligada a seguir las órdenes de Príncipe.
—No sé qué te contó, pero solo los más cercanos a Príncipe pueden moverse sin restricciones.
—Fue por la pesadilla. Solo obedecía órdenes.
—¿En serio? Desde el momento en que nos vimos por primera vez, solo puedo considerarla una amenaza para mí.
—Por favor, no la mates —le suplicó, agarrándole del brazo. Cuando Edgar le acarició la cabeza, se sobresaltó.
—¿Me odiarás si lo hago? —frunció el ceño con una expresión solitaria.
¿Odiarlo?
Para Lydia, aquellas palabras eran muy diferentes a sus verdaderos sentimientos.
—Eeres mi única esperanza. Si todavía sientes un poco de simpatía por mí, antes de que se desvanezca, no me dejes.
Lydia sabía que era la clase de hombre que hacía cosas crueles. Sin embargo, también era consciente de que se debía a las violentas e implacables batallas que debía librar contra Príncipe, quien había asesinado de formas muy crueles a muchos de sus camaradas. Le era imposible juzgar sus intenciones como inmorales.
Nunca podría odiarlo.
Aunque no lo entendiera, trabajaba con él para superar las adversidades. Luchar juntos le había hecho comprender que, en el campo de batalla, Edgar era un verdadero líder en todo momento.
Solo podía guiarse por su sabiduría y fuerza. Cualquier otra virtud, como la compasión, no podía protegerle ni a él ni a sus compañeros. En realidad, lo habría perdido todo hace mucho tiempo.
—No puedo detenerte. Solo puedo intentar ayudarte hasta el final. Sin embargo, espero que, cuando impartas tal crueldad y dolor, no trates de guardar la compostura. Espero que no tengas que renunciar a tu conciencia —expresó, mientras le agarraba con más fuerza del brazo. Para calmarla, Edgar la abrazó por los hombros.
Ambos ya habían roto su acuerdo de no tocarse. Aun así, Lydia no lo soltó.
Sus palabras iban en serio. Sabía que, hiciera lo que hiciera, nunca lo abandonaría. Hacía tiempo que se había dado cuenta de eso: le gustaba Edgar.
No necesitaba que la pesadilla se lo enseñara en el sueño, porque, a pesar de todo, quería convertirse en la chica más especial para él. Por tanto, nunca se rendiría. No deseaba que se convirtiera en Príncipe.
—Estaré a tu lado. Así que, por favor, antes de hacer daño a los demás, medítalo un poco mejor. Si el propósito de Príncipe es arrebatarte todo lo que tienes y sumirte en la desesperación, al menos todavía me tienes a mí. No me iré a ninguna parte, no dejaré que pierdas las esperanzas. Por eso…
—Cásate conmigo, ¿sí?
Me gusta y por eso tengo miedo. Si acepto la propuesta de Edgar, esperaré poder ser la única a quien más ame. Pero si aun siente un poco de amor por «ella», no podré soportarlo.
A pesar de que Lydia comprendía que había un lugar en su corazón al que no podía acceder, solo le resultaría más doloroso soportarlo.
Para Edgar solo existían dos tipos de mujeres: Ermine o un amor pasajero.
Fue solo un sueño creado por la pesadilla, pero quizás también era real. Si así fuera, ¿podía casarse con ese hombre?
—Es evidente que te preocupas por mí, pero ¿no puedes casarte conmigo?
Sus sentimientos eran demasiado complicados, muy difíciles de transmitir.
Lydia guardó silencio. Ya había hecho acopio de todo su valor para pronunciar aquellas palabras, pero la actitud relajada de Edgar les había restado importancia.
—Solo me ilusionaste, pero parece que mi paciencia ha llegado al límite.
Tiró de ella con fuerza y apretó su cuerpo contra el suyo.
—¿Me puedes soltar?
—Es una pena, parece que no puedo hacerlo.
—¿Qué…? ¿Por qué…?
—Pégame.
—¿Qué?
—Si no lo haces, no podré parar. —Sus dedos le acariciaron la mejilla y le levantaron con suavidad la barbilla—. De lo contrario…
Antes de que pudiera terminar de hablar, ella le dio una bofetada.
♦ ♦ ♦
—Lord Edgar, ¿qué le ha pasado?
El primero en preguntar por la huella roja de la cara de Edgar fue Paul, que acababa de entrar en el estudio.
El mayordomo Tompkins, Jack y Louis supusieron lo que le había ocurrido y fingieron no notarla. Sin embargo, Paul era demasiado ingenuo como para darse cuenta de sus intenciones.
—Es la marca del amor más apasionado.
—Ah, ya, pero…
—No pensé que fuera a pegarme tan fuerte.
Porque era muy linda y se mostraba tan poco dispuesta a dejarse llevar, quiso molestarla un poco.
—Tomé la decisión equivocada. No debería haberle dicho que me «pegara».
—¿De verdad?
—Paul, también deberías dejar que tu amada te pegue, porque esas prácticas tan frías hacen que la experiencia sea más excitante. Está claro que no debería molestarla, pero siempre me busco problemas. —Edgar miró al atónito Paul y sonrió, mientras se levantaba de la silla—. Dime, ¿tienes información nueva?
—Ah, sí, hay información nueva. —Dejando atrás la confusión causada por la conversación inicial, cambió rápido de actitud—. Hemos encontrado a la viuda del señor Kent.
—¿En serio? ¿Dónde está?
—La he traído aquí. Era muy probable que se convirtiera en el próximo objetivo, así que la convencí para que aceptara la protección del conde.
♦ ♦ ♦
—¿Demonios? En otras palabras, ¿cree que a su marido lo mataron unos demonios?
—Eso parece. De hecho, respecto a los casos del puente de Londres, las pesadillas pueden tener parte de la culpa.
La esposa del señor Kent sin duda debía estar al tanto de algunos asuntos importantes.
—Por favor, deja que Lydia también la vea. Probablemente hablarán del antiguo texto nórdico de las diosas celtas.
♦ ♦ ♦
Lydia se cambió de ropa, siguiendo las instrucciones de Tompkins, y se dirigió al salón.
Se había enterado de que el poseedor del diópsido con la palabra «Macha» grabada era la esposa del señor Kent.
Cuando llegó, Paul y Edgar ya estaban en la habitación. Al cabo de poco, Tompkins hizo pasar a la viuda. Su rostro era pálido y delgado. Aunque hasta hacía un tiempo había estado guardando luto, estaba presentable, o al menos no lucía desagradable.
Haciendo una leve reverencia, miró a Edgar y dijo en voz baja:
—Es usted el Conde Caballero Azul. —Aun parecía asustada, sus ojos miraban alrededor, nerviosos—. ¿De verdad quiere protegerme de las manos de esa cosa horrible?
—Señora, no tiene nada de qué preocuparse, porque tenemos una excelente doctora de hadas.
Aunque le echó un vistazo a Lydia, permaneció intranquila.
—De hecho, dudé en venir aquí. Los demonios mataron a mi marido, pero nadie me cree. Escuché que heredó el nombre del conde de las hadas, pero mi marido me dijo una vez que el nuevo conde era un impostor… Me disculpo por decir algo tan irrespetuoso…
—No me importa en absoluto, así que diga lo que quiera.
—La sangre del Conde Caballero Azul pereció hace cien años. Eso es seguro.
Eso era un hecho. Ella debía saberlo porque la familia real de Hadiya también estuvo en contacto con el conde de ese entonces.
Lydia le dirigió una mirada cómplice a Edgar, él asintió.
Había una conexión entre el hecho de que el señor Kent poseyera el diópsido de Ceylon y la leyenda británica de las diosas celtas.
Si el Conde Caballero Azul de hace cien años estaba involucrado en eso, todo tendría sentido.
—Hace cien años, uno de mis antepasados se llamaba Gladys Ashenbert. Ella selló un acuerdo con los ancestros de tu marido. Debido a ese acuerdo, creemos que el diópsido de la familia real de Hadiya y los recientes incidentes podrían estar relacionados. ¿Tu marido consideró esa posibilidad? —A pesar de su ansiedad, habló como si estuviera al tanto de toda la situación desde el principio—. En aquella época, la señorita Gladys tenía el propósito de resolver la crisis desencadenada por las hadas oscuras en Inglaterra. Por esa razón viajó por todo el país. El diópsido desempeñó un papel clave en la batalla. Aunque ella se sacrificó, el linaje del conde no pereció.
Ante su explicación, las dudas que tenía la señora respecto a él se desvanecieron al instante.
—Para que sepa todas estas cosas… Usted debe ser el Conde Caballero Azul. —Su rostro se relajó—. Si lo hubiera consultado antes con usted, puede que mi marido no hubiera muerto. Él creía que el verdadero conde había desaparecido, por lo que ocultó sus orígenes y su nombre con el único objetivo de esquivar las malas manos del enemigo y proteger la piedra.
—Dijiste que la señorita Gladys luchó contra la organización… —verificó Edgar.
—Eso creo. Si las tres piedras estuvieran en manos de la organización, ocurriría una terrible calamidad. Esas fueron las últimas palabras del Conde Caballero Azul.
—¿Cuál es esa supuesta terrible calamidad?
—No conozco los detalles. Sin embargo, me enteré de que los diópsidos le juraban lealtad a la familia real de Hadiya, que poseía los poderes del demonio. Si personas ajenas a la familia unían las tres piedras, su existencia dejaría de tener sentido. A pesar de eso, es posible que los miembros reales también abusen de su poder.
—O tal vez hay personas que quieren hacer estallar una guerra resucitando a la diosa de la guerra —añadió Lydia—. Aunque era un hada oscura, la diosa de la guerra, Badh, habría deseado que sus aliados triunfaran. Si Príncipe no podía regresar a Inglaterra tras la derrota del rey Jacobo, está claro que la querría de su lado.
—En ese caso, la señorita Gladys no le entregaría la diosa a Príncipe.
Se decía que hace cien años, durante la guerra de las Highlands, el Príncipe de la Calamidad surgió de la sangre derramada en el campo de batalla, que había sido hechizada con magia negra.
Se convirtió en una trágica batalla sin precedentes en las Highlands de Escocia. El hijo del rey Jacobo III, el príncipe Carlos, había sido derrotado por el rey Eduardo I. Sin embargo, muchos de sus partidarios residían en Escocia e Irlanda. Por lo tanto, la leyenda de los antiguos dioses y hadas era verdad para el pueblo de allí.
Quizás los descendientes juraron vengarse porque eran rivales de la familia real. En un intento de utilizar algún tipo de encantamiento, usaron la sangre derramada en el campo de batalla para revivir a la antigua diosa, olvidada hacía mucho tiempo. Si eso ocurrió hace cien años, en las Highlands de Escocia, muchas personas debían conocer las artes demoniacas, incluso aquellos que abusaron de ese poder.
—Las hadas oscuras empezaron a ganar vitalidad y fuerza. En cuanto Gladys se percató de este cambio, se propuso contener su poder a cualquier precio. Sin embargo, para ello, necesitaba un poder más fuerte que pudiera competir en igualdad.
—Por esa razón, ¿decidió utilizar el poder del diópsido de Ceylon que albergaba la magia del demonio? —preguntó la viuda.
—Sí. Sin embargo, seguía siendo el tesoro real de Hadiya. Independientemente de la estrecha relación entre ellos y el Conde Caballero Azul durante esa época, no debería haber podido utilizarlo en Inglaterra. ¿Le importaría explicarlo, señora?
—A medida que avanzaba el asentamiento de las colonias, la familia real perdió sus tierras y se vio desplazada —respondió con sinceridad—. Según el bisabuelo de mi marido, el Conde Caballero Azul vino a ayudarlos y por eso se asentó allí. A cambio, como regalo de la amistad que establecieron, no dudó en prestarle al conde el poder de las piedras preciosas.
—Y la señorita Gladys selló a la diosa resucitada en su interior, sin dudar en sacrificarse.
Príncipe y sus seguidores quedaron debilitados y la señorita Gladys los expulsó de Inglaterra. Sin embargo, él no murió. En su lugar, sus descendientes heredaron la posición como Príncipe con el propósito de acabar con el linaje del Conde Caballero Azul y arrebatarle la diosa de la señorita Gladys.
—Pero dos de los tres diópsidos ya han caído en manos del enemigo: el del señor Kent y el de la señorita Ulya. —Edgar asintió en consonancia.
—El último es Morrigan, la diosa más poderosa de las tres.
—Entonces, al reunir las tres piedras, ¿la diosa resucitará?
Tal vez Inglaterra volvería a sumergirse en el caos y se convertiría en un campo de batalla como hace cien años.
Por ahora, la tercera piedra de diópsido estaba en manos de una sola persona, ya fuera en las de la familia real de Hadiya o en las de un bando neutral. En cualquier caso, Prínicpe la buscaba mientras vigilaba a Raven.
Ermine había dicho que si Raven tocaba el diópsido, ya no obedecería a Edgar. Hadiya era el único lugar donde residían los subordinados del rey demonio sellado. De ser así, el poder desbordante de la piedra sometería a su poseedor hasta convertirlo en un subordinado del hada, sin importar su propia voluntad. Al final, Raven se convertiría en un siervo de la familia real de Hadiya, viéndose obligado a obedecer al rey demonio.
Quizás aún existían otros miembros de la familia real. Si estaban bajo el control de Príncipe, como Ulya, y se habían llevado a Raven, ¿qué debían hacer? A lo mejor Edgar no solo tendría que entregar a Ermine al enemigo, sino también a Raven.
—Señora, ¿conoce el paradero del otro diópsido? —inquirió Edgar.
—No sé nada. Tras la pérdida de su hogar, la familia de mi marido fue la única que heredó un fragmento de diópsido. Siempre ha sido un misterio cómo la señorita Gladys obtuvo los tres fragmentos de la piedra. Pero mi marido sintió algo extraño en ella, como si el hada oscura atrapada en su interior aguardara la oportunidad de atacarlo.
El señor Kent se parecía a Ulya. Tenían una fuerte resistencia a la magia y un sentido agudo.
—Por desgracia, sus preocupaciones resultaron ser ciertas. ¿No me están vigilando a mí también? —preguntó preocupada.
—Por ahora, no creo que haya razón para atacarla. Usted forma parte de un linaje estrechamente relacionado con la familia Ashenbert. Por tanto, la mantendré a salvo —dijo Edgar, mirando a Paul—. Lo has entendido, ¿cierto? Por favor, preséntate en la Luna Escarlata y lleva a la señora al Hotel Wellman.
Edgar era el propietario del lugar, por lo que muchos miembros de la Luna Escarlata hacían guardia allí. El lugar era muy seguro y, por tanto, no debía haber ningún peligro.
Paul asintió y acompañó a la señora Kent hasta la puerta. Cuando regresó, miró preocupado a Edgar.
—Lord Edgar, lo protegen menos guardias que antes, ¿verdad? Si necesita un escolta habilidoso, hay unos candidatos fiables a los que podría investigar, aunque no se comparan con Raven.
Sin Raven, Lydia también creía que algunos de los guardias no eran de fiar. Sin embargo, Edgar negó con la cabeza.
—Mi único escolta es Raven. Puedo protegerme yo mismo.
Aunque perdiera la voluntad, si aparecía ante Edgar, Raven seguiría protegiéndolo. Edgar estaba decidido a hacer que Raven admitiera que él era su único amo.
Había dicho que si tenía a Lydia a su lado podría seguir luchando. Sin embargo, Raven era la única persona a la que de verdad no quería perder. Debía salvarlo.
Lydia observó a Paul retirarse. Entonces se le ocurrió una gran idea.
—¿A dónde llevarán a Raven? ¿Al escondite de Príncipe?
—Cuando intenté preguntarle a Ulya, no me dio más que detalles de su vida. Calló detalles relacionados con ese hombre y sus seguidores, así que debe haber recibido un entrenamiento estricto.
Entonces, ¿fue toda una farsa cuando se mostró como víctima frente a Lydia?
—No le he hecho nada —agregó Edgar, mirando a Lydia.
—Bueno, ¿quieres saber dónde está Raven?
De repente se oyó una voz desde la ventana. Kelpie, con la apariencia de un joven apuesto, estaba sentado en el marco de la ventana. No se percataron de cuándo había llegado.
Con una sonrisa audaz en el rostro, le dirigió una mirada desafiante a Edgar.
—Kelpie, ¿lo sabes?
Lydia se acercó a él sin pensarlo, pero Edgar tiró de su mano, haciéndola retroceder.
—No me lo vas a decir con tanta facilidad, ¿cierto?
—Por supuesto que no.
—Lárgate. No quiero darte nada.
Basándose en sus experiencias anteriores, lo más seguro es que Kelpie quisiera recuperar a Lydia. Pero, para su sorpresa, el hada dijo algo inesperado esta vez:
—Entrégame al recipiente de la pesadilla.
—¿Ulya…? —Edgar estaba sorprendido.
—No puedo dejar suelta a la pesadilla. Sin duda recordará el sabor de la sangre de Lydia.
Lydia se llevó la mano al pecho, donde tenía la herida, e inconscientemente recordó cuando Ulya la atacó con la pesadilla.
—Sí, así que dame la jaula de la pesadilla.
—Kelpie, Ulysses te ordenó hacer esto, ¿cierto?
Al oír el nombre de Ulysses, Kelpie frunció el ceño con disgusto.
—No seas ridícula. ¿Cómo podría permitir que ese chico me diera órdenes? Trato de pensar en una manera de vengarme de ese bastardo por engañarme. Por eso, conde, se volverá problemático para ti, ya que no podrás proteger a Lydia del poder de Pesadilla.
Puso el dedo en la llaga, haciendo que la rabia se reavivara en el corazón de Edgar. Aunque se impacientó, preguntó con cautela:
—Si te entrego a Ulya, ¿me dirás el paradero de Raven?
—Sí, te diré dónde está Raven. Sin embargo, antes de que vuelva a aparecer la presilla, necesitas entregarme a Lydia para protegerla. Solo hasta que la pesadilla ya no pueda atacarla.
Ante sus palabras, Edgar estalló y empuñó la espada.
—¿Esperas que Lydia vaya contigo? ¡Desaparece de mi vista!
—Espera, Edgar —lo detuvo Lydia—. Para salvar a Raven necesitas los conocimientos de Kelpie. Volveré pronto, Kelpie no miente.
—Lydia, no tiene que ser una mentira o un engaño para encubrir la verdad.
—No habrá problema. Soy doctora de hadas, soy muy buena negociando con las hadas. —Aunque sabía que no era más que una principiante y no tenía experiencia.
—No.
—Debemos salvar a Raven.
—Lo encontraremos por nuestra cuenta.
—Si Pesadilla anda suelta, puede afectar a Raven. Además, Kelpie nunca me hará daño.
—Pero quiere alejarte de mí.
—No soy posesión de nadie.
Con eso, dio por terminada la conversación.
Lydia creía que era lo más conveniente que podía hacer, así que aceptó de forma voluntaria el trato. Sin embargo, sus comentarios hicieron que Edgar se sintiera rechazado. Como resultado, frunció el ceño, dolido.
Pero ella estaba decidida. Él aflojó su agarre.
—Edgar, espérame.
Sin vacilar, Lydia se acercó a Kelpie que extendió los brazos para sujetarla. Al momento siguiente, se transformó en un caballo acuático negro. Lydia sintió que nadaba con ligereza, flotando en el aire, sentada en su lomo.
—¡Lydia!
Con una fuerte ráfaga de viento, Kelpie salió por la ventana. Lydia se agarró a su crin y cerró los ojos, escuchando en la distancia la voz de Edgar.
—¿Me dejarás solo?
De repente se sintió algo inquieta. Le había dicho que se quedaría a su lado. Le dijo que, aunque Raven se hubiera ido, lo salvaría de su desesperación.
Una breve separación debería estar bien, ¿no? No pasa nada. El señor Paul y el resto de los miembros de la Luna Escarlata están con él, no está solo, dijo para sí, intentando convencerse.
Wow Es la primera vez que siento a un Edgar tan oscuro en el relato… me dio escalofríos cuando le dice a los guardias de la luna escarlata que Ulya es mujer y hace énfasis en que la traten como tal, porque ni sabemos si lo pide para bien o para mal y no me pude quitar esa sensación hasta que Lydia lo cacheteo.
Ah y por si fuera poco lo que le dijo a Paul cuando hablo de la bofetada me hizo pensar cosas locas locas, que tal vez Ed es medio masoquista y le va el bdsm 🙈
También me da muy mal sentimiento que lydia se vaya, que de alguna manera se pueden aprovechar de que ellos no están juntos
Además me surgió una interrogante terrible, el anciano que recuerda Ermine, es el mismo que menciona Ulya, es decir, Principe… eso seria tan cruel y espantoso
Holaa, aquí Den, la traductora :3
Jajajaja, sinceramente no descartaría lo del bdsm. De Edgar uno se puede esperar de todo XD
Aquí no me dejan hacer spoilers, pero solo te puedo decir que, al menos, en este volumen puedes respirar tranquila con su separación. De hecho, en dos capítulos más se viene una sorpresa…
Respecto a lo del anciano, la verdad es que no se me había ocurrido de que fueran la misma persona. Para mí no estaban relacionados en nada. En este volumen al menos no se dice nada de una posible conexión, pero en los siguientes quién sabe. Está por descubrir…
Muchas gracias por leernos <3