Traducido por Den
Editado por Meli
Durante los días en que el hada en el interior del cuerpo de Raven se descontrolaba, él experimentaba un dolor punzante que le impedía dormir.
Sumido en una fatiga extrema, no podía mover el cuerpo. Ni siquiera para tumbarse. Permanecía en cuclillas como una marioneta rota.
Aun así, nadie se preocupaba por el chico.
Siempre estaba confinado en una habitación con barrotes de hierro. Solo salía para entrenar y aprender a utilizar diferentes métodos y técnicas con las armas. Sus mentores eran reemplazados, porque solía matarlos durante los entrenamientos.
A medida que sus habilidades de combate progresaban, le costaba cada vez más tratar con las personas que lo rodeaban. Una vez le enseñaron la utilidad del castigo físico, no le importó hacer daño a los demás.
Por eso, incluso con las manos y los pies encadenados, cualquiera temía acercarse a él. Y aquellos que lo hacían, no podían soportar la atroz violencia que les infligía.
Toda clase de académicos y médicos examinaron y estudiaron su estado mental. Sin embargo, ni siquiera religiosos y videntes espirituales, contratados por sus supuestos poderes, tuvieron éxito.
Entonces, sus habilidades despertaron el interés de Príncipe y Raven pronto descubrió que, si este no podía aprovecharse de ellas, no podría escapar de su destino: la muerte.
Sus compañeros solo estaban dispuestos a hacer una cosa: servirle la comida a través de los barrotes de hierro. Fue en ese momento que él apareció.
—Encontré a tu amo —le anunció su hermana.
Ella a menudo lo visitaba a escondidas en mitad de la noche. Sin embargo, esa era la primera vez que llevaba a alguien más.
Se trataba de un joven apuesto de hermoso cabello dorado, parecía de otro mundo.
El chico observó al joven abrir la jaula con la llave (sabrá Dios cómo la había obtenido) y entrar sin vacilar. Este le dedicó una sonrisa y le tocó suavemente la mejilla.
—¿Te gustaría ser mi guerrero? —preguntó.
En el instante que lo tocó, el chico sintió que el hada lo veneraba. ¿Fue una ilusión?
Sufría constantemente, soportando la carga de la violencia desproporcionada. Estaba inquieto debido al hada. Quería defenderse, pero los grilletes se lo impedían.
Sin embargo, el dolor que antes le pinchaba los nervios como agujas, de repente había desaparecido.
—Te salvaré del infierno, si tú y tu hada me juráis lealtad.
Sus modales y palabras, eran diferentes a las de cualquier otro joven que hubiera visto. Aunque no sabía qué era un noble, entendió las palabras de su hermana.
Él no tenía miedo del hada en su cuerpo. Por más que hubiera oído rumores sobre lo peligroso que era, lo tocó. Aun cuando se enfrentaba a un oponente desconocido, ya tenía la situación bajo control.
Sin sentirse oprimido, una suave y acogedora sensación envolvió al muchacho.
—Te daré un nuevo nombre, por el bien de tu nueva vida.
Lo llamó «Raven».
—En la mitología antigua y entre las hadas, era el nombre más longevo de la historia. A partir de ahora, espero que puedas dominar al hada.
El chico agarró la mano del joven y se la llevó a la mejilla. De haber sido cualquier otra persona, el hada habría aprovechado la ocasión para romperle el brazo y aplastarle la cabeza. Pero no sintió ese impulso.
Aunque nadie se lo había enseñado nunca, Raven se arrodilló con naturalidad en el suelo y colocó los dedos blancos del joven en su frente.
♦ ♦ ♦
Lydia caminaba sola por el oscuro bosque. Los árboles altos se extendían por encima de ella como denso follaje, haciéndola sentir que caminaba por un túnel.
De vez en cuando, los sonidos de los animales rompían el silencio que la rodeaba, y las ramas más bajas de los árboles se le enganchaban en la ropa y el pelo. Pero no se detuvo.
Lydia sabía que ese camino, oculto por las rocas y los árboles a lo largo del espeluznante pantano, no era más que una ilusión. Si seguía avanzando, se convertirían en ramitas secas, piedrecitas y charcos.
El camino del hada reflejaba lo que las personas sentían en sus corazones. Por tanto, cuanto más ansiosa se sintiera, más difícil se volvería el camino.
Lydia continuó caminando, media dormida, en el reino de la magia.
Cerca de ella, se oyó otro chirrido espeluznante. Giró la cabeza en esa dirección. Entonces el dueño del sonido desplegó las alas negras y echó a volar. Planeando en círculo sobre ella, se posó en las ramas que había y la observó con atención.
Era una corneja cenicienta [1] de plumaje gris y alas negras.
¿Era solo un cuervo común? O, como apareció en un lugar así, ¿era la encarnación de un hada?
Si pensaba en las tres encarnaciones legendarias de la diosa, esta solía presentarse como una corneja cenicienta. Un cuervo espeluznante que volaba sobre el campo de batalla, ansioso por la sangre de los vencidos.
—¿Quién se interpone en mi camino?
Quizás porque estaba pensando en la diosa de la guerra, creyó que el cuervo hablaba, pero al estar en el reino de las hadas, no podía establecer con certeza qué era real y qué una ilusión.
—¿Esto es obra del Conde Caballero Azul? ¿Crees que puedes detenerme? Una guerra estalló en esta isla. La sangre se derramó y fluyó como un río. El Príncipe de la Calamidad me devolvió mi sangre e hice un contrato con él.
Al oír las palabras «Príncipe de la Calamidad», Lydia miró al cuervo.
Hablaba del hombre a quien la señorita Gladys expulsó de Inglaterra.
Tras la derrota en la guerra de hace cien años, la familia real fue maldecida con la abominación de Príncipe, un ser lleno de odio que nació del poder de las hadas malvadas.
Lydia se puso muy ansiosa, tras confirmar que el hombre al que ahora se enfrentaba Edgar era un descendiente del Príncipe original de la organización.
La corneja cenicienta siguió hablando:
—En esta nación insular, el poder de las hadas oscuras se está fortaleciendo. Príncipe no me despertó solo a mí.
¿Quién era ese cuervo? ¿Badb? ¿Macha? ¿O Morrigan?
Estaba segura que esas palabras, eran las mismas pronunciadas al anterior Conde Caballero Azul, la señorita Gladys.
¿Estaba en un espacio ilusorio con la diosa despertada por la organización de Príncipe en el pasado?
—Conde Caballero Azul, la diosa de la guerra no pertenece a nadie. Solo bendeciré a mi bando en el campo de batalla, el bando de los que me han entregado más sangre. —Soltó un extraño graznido parecido a una carcajada—. Si odias la sangre, no ganarás. ¿Quieres detener mi resurrección? Ya veo. ¿Por eso enviaste a esos hombres?
El cuervo miró una rama que de repente empezó a crujir y a sacudirse. Lydia se percató de que había una gran serpiente enroscada. Gritó, aterrorizada, y salió corriendo al instante. Quería escapar del animal con todas sus fuerzas.
Sin embargo, por más que corrió, la serpiente siguió enroscada en el árbol. No desaparecía, como cuando contemplaba las lejanas crestas montañosas desde la ventanilla del tren.
La serpiente y el cuervo se dirigieron miradas hostiles. Al cabo de un tiempo, la serpiente se movió y se abalanzó hacia el cuervo. En un instante, se enredó alrededor de él.
El pájaro forcejeó con vehemencia. Las escamas del reptil comenzaron a desprenderse mientras intentaba engullir al cuervo nórdico, cuya sangre era derramada.
La lucha feroz continuó. El pájaro picoteó los ojos de la serpiente, pero esta no aflojó su agarre.
Al final, la serpiente se abalanzó sobre la cabeza del cuervo, apretándola con fuerza. Le rompió los huesos y, sin mover la boca, se lo tragó.
El vientre abultado de la serpiente comenzó a moverse. De repente, levantó la mirada y se fijó en Lydia que estaba paralizada y con las piernas tambaleantes.
Uno de los ojos de la serpiente era transparente, de color verde oscuro. Se trataba del extraño diópsido verde, la gema de Ceylon que utilizó la señorita Gladys.
La serpiente era descendiente del hada. Se tragó a la diosa despertada y la selló.
La criatura mágica y horrible observó a Lydia.
Debo correr.
En cuanto lo pensó, la serpiente se lanzó hacia ella y la empujó al suelo, mostrando sus colmillos. Sin embargo, el reptil cayó sin vida sobre la espesa hierba. Alguien la cogió del brazo y tiró de ella hacia arriba.
—Debemos salir de aquí. —Raven la cogió del brazo y tiró de ella hacia arriba, comenzando a correr.
—Raven, ¿por qué estás aquí…?
—Eso debería decir yo, señorita Lydia. ¿No es este mi sueño?
—¿Un sueño?
Al poco tiempo, llegaron a una cabaña en ruinas que parecía un montón de ramitas secas.
—Aquí deberíamos estar a salvo… —declaró Raven mientras le soltaba el brazo, arrepentido.
—Esta cabaña… Raven, ¿esto también forma parte de tu sueño?
—Bueno, tal vez… Tengo la impresión de que estuve aquí hace mucho tiempo. Al parecer vine con mi hermana varias veces…, pero no lo recuerdo. Mi sueño empezó aquí.
En el sueño, Raven vagaba en el mismo lugar. Deseaba volver al lado de Edgar, pero no podía. Quería despertarse, pero no podía.
Cuando se adentraba en el bosque, aparecían la pequeña corneja y la serpiente. Luchaban frente a él y la serpiente siempre salía victoriosa, pero de inmediato se giraba hacia él y lo atacaba para comérselo. Al momento siguiente, Raven creía despertar, pero solo reaparecía en la cabaña.
No obstante, esta vez apareció Lydia. Era la primera vez que había cambiado. Raven había tenido un buen sueño.
—Tomé el atajo de un hada para ir a Londres. Sin embargo, parece que me he perdido.
—¿Lord Edgar se encuentra bien?
Lydia asintió. Raven no podía despertarse porque el hada, que se había descontrolado en el puente de Londres, dominaba su cuerpo. Desde entonces había sido prisionero de Ulysses y Lydia no tenía ni idea de qué había sido de él.
Si estaba en ese lugar, todavía debía estar siendo controlado por el hada que residía en su cuerpo.
—Ah, oye, deberías venir conmigo. Así podremos irnos de aquí juntos. —Tiró de la mano de Raven—. ¿Vale? No tienes que pensar en nada, solo toma mi mano y sígueme. Actúa como si fueras mi sirviente o algo parecido.
—Entendido. Pero es imperdonable que me tome de la mano con la prometida de mi amo. —Quiso soltarse discretamente, pero Lydia no lo permitió.
—Esta es una emergencia. Ni siquiera Edgar se enfadará.
Si no hacemos esto, seguramente nos separaremos.
—¿Qué debería hacer? —preguntó, parecía muy preocupado.
Los celos de ese hombre eran como palabras bonitas de elogio que utilizaba para enamorar a las mujeres. En ocasiones se había mostrado celoso para llamar su atención. Sin embargo, no pasaba nada por tomarse de las manos, ¿cierto?
—Bueno, mientras no digas nada, él no lo sabrá.
—No puedo ocultarle nada a lord Edgar.
—Escucha, si se enfada por este tipo de cosas, entonces lo habré juzgado mal. Porque debe ser un hombre injusto. ¿Tú qué crees, Raven? ¿Edgar es esa clase de persona?
—No, no lo es —afirmó y suspiró.
La amenaza pareció funcionar.
—Bien. Entonces, vámonos.
Lydia se puso en marcha. Él la siguió en silencio.
No parecía que el cuervo y la serpiente fueran a aparecer, por lo que la determinación de Lydia a escapar de allí era muy fuerte.
Al cabo de poco, las ramas desaparecieron, dejando al descubierto un cielo pálido y lila. Un poco más adelante, el camino se volvió más claro. Entonces, como si amaneciera, el cielo color lavanda reveló un brillo resplandeciente.
La salida debe estar cerca.
Sin embargo, a medida que los alrededores empezaban a iluminarse, los pasos de Raven se volvían más pesados.
—Oye, démonos prisa. —Él se detuvo y le soltó la mano—. ¿Raven?
—Lo había olvidado… Ya no puedo luchar. Dudé en matar a los enemigos de mi amo.
—¿Te refieres a Ermine? ¿No te dijo el mismo Edgar que te detuvieras?
—Pero la mínima confusión puede conducir a la muerte. Si no puedo controlar al hada. No podré proteger a mi maestro.
Todo su entorno se volvió brillante, como si las nubes alrededor del sol se hubieran disipado en el cielo. El paisaje de la frondosa selva desapareció. Y Raven también empezó a desvanecerse, volviéndose transparente. Si continuaba así, no podría despertarse.
Lydia le tendió la mano, presa del pánico, pero ya no pudo tocarlo.
—Señorita Lydia, si me ve en el mundo real, no se acerque. Además, debo pedirle un favor: dígale a lord Edgar que cuando el hada se haya apoderado de mi cuerpo, solo puedo ver con mi ojo derecho. Cuando el hada enloquece, el lado izquierdo es mi debilidad. Si quiere vencerme, debe…
—¡No, Raven! Mientras conserves tus emociones humanas, eres real y verdadero. ¡Eres un guerrero que puede luchar por Edgar! —A pesar de sus gritos, la sombra de Raven se desvaneció.
Lydia se encontró en un lugar desconocido: un extraño jardín vacío. La maleza y los arbustos no formaban parte de los árboles dispares. Más allá del jardín, se erigían unas columnas románicas.
¿Esto está cerca de Londres? ¿Me he perdido otra vez?
Miró alrededor preocupada y vio que la sombra de una persona caminaba entre las columnas de piedra.
Creyó que Raven había regresado y echó a correr, alegre ante la idea. Sin embargo, notó que algo iba mal y se detuvo. Él no llevaba su abrigo y la corbata estaba suelta y raída, no era el mismo que siempre cuidaba su apariencia para no deshonrar a su maestro.
La persona frente a ella estaba bajo el control del hada asesina.
Raven llevaba un cuchillo en la mano. Lydia se dio la vuelta al instante para huir. Pero en un abrir y cerrar de ojos, él la alcanzó.
—¡Lydia, aquí! —gritó Edgar.
¿Dónde?, lo buscó con la mirada, una mano salió de los arbustos y la agarró.
—Edgar… —Cayó en sus brazos. Ignoró su obstinada vergüenza y con alivio se aferró a él. Pegando la mejilla en su pecho—. Edgar, yo…
Sin mediar palabra, él la empujó hacia atrás y desenvainó su arma. La espada de las merrow chocó con el cuchillo de Raven, produciendo un sonido metálico.
Con gran esfuerzo, Edgar por fin logró bloquear el ataque de Raven y hacerle retroceder. Tiró de la mano de Lydia y echó a correr.
Raven era muy rápido. No obstante, Edgar corrió hacia los árboles altos e imponentes que formaban un laberinto.
Los árboles habían crecido de forma errática, oscureciendo por completo el camino. Los atravesaron y lograron escapar de Raven. Con su espada, Edgar fue cortando las ramitas que bloqueaban el paso, sin dejar de avanzar.
Aunque no podía oír pasos, Lydia no podía evitar mirar hacia atrás de vez en cuando.
—Raven se perderá. No se le dan bien este tipo de sitios.
—¿En serio?
—Al principio solía perderse en la mansión. —Edgar aminoró el paso.
—Bueno, ¿qué hay de ti?
—¿Yo?
—Este laberinto. Por lo general, una vez entras, no puedes salir.
Lydia se preocupó, pero él siguió cortando las ramas cerca de sus pies.
—Cuando era niño, en mi casa había un laberinto en el jardín. Solía ir allí para evitar a mis molestos tutores y a mi tía que siempre me regañaba.
Y para sacar a jugar a las damas nobles que venían de visita, después de apartarlas del ojo atento de sus sirvientas. Pero, por supuesto, no lo dijo en voz alta.
Lydia nunca imaginó que se comportara de esa manera. En su cabeza dibujó a un chico travieso y sonrió ante tal pensamiento.
—Sin embargo, no se parece a este laberinto, ¿cierto?
—Mientras pueda estar contigo, no me importaría quedarme aquí para siempre. —Se detuvo y alzó la espada de las merrow. Con una sonrisa socarrona, giró la cabeza para mirarla.
—¿Cómo se puede vivir en un lugar así?
—Si no fuera aquí, ¿te gustaría vivir conmigo?
Lydia aún dudaba, por lo que guardó silencio. Aunque le gustaba la idea, no era fácil para su corazón hacerlo.
—No es momento para hablar de eso.
—Pero, independientemente del momento, esto es lo que más me importa. —Atrajo a Lydia a su lado—. Tenía tantas ganas de verte… Temía que no volvieras. Nico me informó de la ubicación de Raven, pero luego dijo que Kelpie te mantenía prisionera. Me preocupaba que eso fuera lo que quisieras.
—¿Qué? ¿Por qué?
La abrazaba de manera diferente. Le rodeó la espalda con los brazos mientras la observaba de cerca. Quería salir corriendo, le estaba costando mucho expresarle sus sentimientos.
—Me preocupaba que hubieras elegido a Kelpie.
Frente a Kelpie, ella eligió a Edgar y pronunció palabras que no podía decir delante de él.
—Pero… te prometí… que no te dejaría solo —habló en un tono tranquilo, a pesar de que no estaba siendo muy sincera.
—Gracias. De verdad eres una chica buena.
No, no lo soy.
—Edgar, Kelpie no es un humano sino un hada. Él es mi amigo…, no tenemos esa clase de relación.
—¿Y qué hay de mí? ¿Podemos tener esa clase de relación? —La miró con ojos apasionados.
Lydia, creyó sonrojarse y se quedó muda. Él tocó su sien con los labios, sorprendiéndola y poniéndola nerviosa. Entonces, con los dedos le acarició el cabello para calmarla.
Sus dedos largos y delgados rodearon la cabeza de Lydia, que no podía apartar la mirada estando tan cerca de él.
Los besos que le depositó en los párpados la obligaron a cerrar los ojos.
Se sintió asustada. Si cerraba los ojos, no podría verlo y no sabría si la estaba mirando.
La persona que se refleja en sus ojos, ¿de verdad soy yo?
Edgar le había prometido que no la besaría hasta que aceptara su propuesta de matrimonio.
—Espera un momento… —susurró Lydia con los ojos cerrados. Como estaba tan cerca de él, sintió que el aire se agitó cuando se alejó un poco.
—Sí, lo siento…
Es mentira. Pero ¿por qué me arrepiento ahora de haberle mentido? Ugh, ¿en qué estoy pensando?
Lydia apartó con tristeza el brazo de Edgar y retrocedió un paso.
De todos modos, no era el momento de pensar en esas cosas..
—Ah, ¿dónde estamos? Raven estaba atrapado cerca del puente de Londres, ¿no?
—Parece que Príncipe eligió este lugar como nuestro ring de combate —Esbozó una sonrisa burlona y amarga ante su insistencia en cambiar de tema.
Poco a poco se abrieron paso en el complicado laberinto de árboles. Lydia no sabía si sentirse aliviada o decepcionada mientras lo seguía.
—El hada de Raven parece haber reconocido a Ulya como rey. Mientras ella tenga el control, Raven nos tratará como enemigos.
—¿Lucharás contra Raven? ¿Cómo…?
—Si Raven permanece en ese estado, será inevitable que estalle una guerra.
—¿Podrás escapar? No tienes que luchar con Raven, solo necesitas derrocar a Príncipe.
—Me gustaría volver a capturar a Raven. Si recupera la consciencia y la memoria, la lucha entre nosotros terminará.
—Pero podrías morir.
—Príncipe tampoco debe quererme muerto. Solo quiere divertirse viendo la lucha feroz entre Raven, la persona en que más confío, y yo.
—¿Aunque Raven esté inconsciente y el hada asesina no tenga piedad?
—Ulya le estará dando órdenes.
En ese caso, era aún más peligroso para él. Aun así, estaba decidido a luchar. De hecho, le resultaba más doloroso la situación actual que el riesgo a morir.
Ermine lo había traicionado, se habían llevado a Raven y ahora debía luchar contra él. Lo estaban obligando a decidir entre la vida y la muerte de sus allegados; era un sufrimiento ruin. Todo para romperlo y que se sumiera en la desesperación. Para que se arrodillara y no fuera más que la herramienta de Príncipe.
Lydia empezaba a sentir un odio profundo hacia los métodos y las prácticas de Príncipe. Era una batalla que Edgar no podía ganar.
—No. Edgar, Raven aún no puede despertarse. Dijo que es incapaz de protegerte.
Edgar despejó el camino de ramas. Llegaron a un lugar con muros de roca que cercaban una fuente. Ese era el camino correcto hacia la salida.
Él se sorprendió por sus palabras y se giró hacia ella.
—¿Raven dijo eso? ¿Cuándo?
—Cuando estaba caminando por el atajo del hada. Al parecer irrumpí en el sueño de Raven, y dijo que no podía despertarse. Sin embargo, creo que no puede porque no quiere hacerlo.
—¿No quiere despertarse? ¿Por qué?
—Porque fue incapaz de matar a Ermine… No entendía por qué no la había matado. Es por eso que de repente sintió que era débil, como si se hubiera vuelto incompetente. Fue entonces cuando el hada iracunda tomó el control y silenció la conciencia de Raven.
Las palabras de Lydia lo desanimaron. Edgar frunció el ceño, herido.
—Intenté convencerle para que saliera, pero fallé. Luego, casi al final, me dijo… —Lydia dudó en transmitirle lo que él le confió. Sin embargo, para ganarle a Príncipe, Raven había decidido sacrificarse. Edgar debía decidir cómo ocuparse de su voluntad, aunque le resultara doloroso—. El hada no puede ver con el ojo izquierdo. Ella controla su cuerpo, pero esa es su debilidad. Quería que te dijera eso.
Edgar guardó silencio y contempló el cielo con expresión seria, ¿qué clase de decisión tomaría?
—Lydia, Príncipe está en ese globo, observando el jardín. De vez en cuando refleja una luz. Así debe ser cómo se pone en contacto con Ulya, que está en tierra.
Solo entonces Lydia se percató del globo que flotaba en el cielo.
—Pasaremos desapercibidos mientras permanezcamos dentro de este frondoso laberinto de hierba y árboles. Sin embargo, una vez salgamos, nos encontrará en seguida. No debes quedarte. Nico te estaba buscando, así que ve con él y escapa de aquí, ¿sí?
—Edgar, ¿vas a ir?
—Mi oponente es Raven. Lo entiendes, ¿cierto? Iré allí solo.
Aunque tratara de detenerlo, él se resistiría. El hada que controlaba a Raven era exótica y de una tierra remota, pero parecida a un hada oscura. Podría ocurrir algo que solo la doctora de hadas Lydia podría resolver.
—No, iré. Tal vez pueda encontrar una manera de despertar a Raven. Una vez entre en razón, no habrá ninguna pelea.
—Acabas de decir que es imposible.
—Pero quiero ser tu fuerza.
—Me pone muy contento, pero ahora mismo es demasiado peligroso.
—Así es. Por eso, entrégame a Lydia —exigió un caballo negro que saltó de los arbustos que había delante de ellos.
—¡Kelpie!
—Te encontré, Lydia. Me preocupé mucho cuando levantaste el hechizo de sueño antes de que volviera y te fuiste sin mi permiso.
—Tú me lanzaste un hechizo sin mi consentimiento. ¡Te dije que iba a regresar!
Kelpie adoptó forma humana y se rascó la cabeza nervioso.Hizo un mohín y replicó:
—Pero ¿no acaba de decir el conde que estorbas?
—Yo no dije que estorbara.
—No, está bien, Edgar…
—Lydia, me enfrentaré a Raven sin importar qué. Pase lo que pase, debes seguir escondiéndote o buscar la oportunidad de escapar de aquí.
—Quédate a mi lado. Puedo protegerte, Lydia. —Kelpie la agarró del hombro.
—No, también quiero ir. —Lydia empujó a Kelpie, como una niña caprichosa.
—¿Quieres que ese chico te mate?
—¡Por eso, Kelpie, también debes luchar contra Raven y expulsar al hada con tu poder!
—Lo siento, pero parece un tipo muy fuerte y viejo. Así que no quiero entrometerme en eso.
Algo apareció frente a Lydia.
—Ulya… Raven también.
Edgar siguió la mirada de Lydia hacia el monte.
—Kelpie, gracias a tu grandiosa aparición parece que nos han encontrado.
Ulya no estaba muy lejos de la salida del laberinto.
Edgar decidió salir. Entonces Lydia tiró de su abrigo.
—Espera, olvidé decirte una cosa importante…
—¿Te quieres casar conmigo?
—¡No!
—¿No es eso?
Era evidente que no era el momento para hablar de algo así, pero él mostró una expresión llena de pesar.
—Date prisa y vete, conde —interrumpió Kelpie y los separó. Luego, se interpuso delante de Edgar.
—¡Se trata de la serpiente y el cuervo!
En el sueño de Raven, la encarnación de la diosa, la corneja cenicienta, tenía ojos como diópsido cuando luchó con la serpiente.
Raven desconocía por completo que su alma albergaba recuerdos del lejano pasado.
—¡Dentro del cuerpo de Raven habitan la serpiente y la corneja cenicienta!
—¿Qué quieres decir?
—Según la leyenda, las tres diosas de la guerra se manifiestan como una corneja cenicienta. En el sueño de Raven, vi a una de ellas. Era la tercera diosa, Morrigan. También estaba la serpiente que se la había tragado. Si eso fue lo que selló a la diosa en el diópsido con magia de hadas, entonces la leyenda debe ser cierta. En el cuerpo de Raven residen dos hadas. Una de ellas es la serpiente y la otra es la corneja cenicienta, la encarnación de la diosa.
—Eso quiere decir que… ¿Raven tiene el último diópsido?
—No es una piedra en sí. Tendría que ser una piedra la que contendría al hada, pero, en cambio, fue implantada en un alma humana.
Al hacerlo, uno de los tres fragmentos del diópsido se convirtió en el rey y los otros en su guardián familiar. De esa manera, el hada malvada obedecería por todos los medios a los humanos.
—En otras palabras… ¿el hada malvada, oculta dentro de Raven, es el tercer diópsido de la diosa de la guerra?
Edgar se llevó la mano a la frente, quizás debido al sudor frío.
Si se juntaban los tres fragmentos de diópsido, la diosa resucitaría.
—Si ese es el caso, entonces Ulya ya ha reunido las tres piedras del diópsido. Al principio, la fuerza del diópsido pudo contener la magia oculta en el interior de la diosa. Sin embargo, ahora que Ulya se ha convertido en la ama del diópsido, puede ordenar la liberación de la diosa.
Raven no podría evitar que el hada obedeciera la voluntad de Ulya.
—¿Príncipe averiguó que Morrigan estaba en el cuerpo de Raven?
—Si lo hubiera descubierto, ¿cómo iba a entregar el último fragmento del diópsido a Ulya, que tiene los otros dos?
—Entonces, la señorita Ulya…
—Era una leyenda popular entre su pueblo, así que debe haberse dado cuenta. Además, su propósito es la restauración de su país, ¿no? Mientras tenga poder, ni siquiera tendrá que depender de Príncipe…
Si Ulya tenía la intención de revivir a la diosa y Raven no podía controlar al hada, el deseo de Edgar de ganar solo podría cumplirse matando a Raven. Si él moría, el hada se tragaría a Morrigan antes de que encontrara otro humano como huésped y cayera en un profundo sueño. Por tanto, Príncipe no se haría con la diosa.
Sin embargo, ¿Edgar sería capaz de matar a Raven? Conocía su debilidad, incluso si Raven no podía recuperar la consciencia, ¿podría soportar ser lo bastante cruel como para matarlo?
—Edgar, la encarnación de la diosa corneja es uno de los antepasados de las hadas. Mientras esté relacionado con las hadas de Inglaterra, también es mi trabajo.
Por muy asustada que estuviera, permanecería ahí con él.
¿No podré volver a verlo?, pensó y la inquietud se apoderó de su corazón.
—No digas estupideces, Lydia. O me veré obligado a sacarte de aquí. Si te quedas aquí, es probable que te lances al campo de batalla. —Kelpie la agarró con fuerza del brazo, para evitar que se alejara fácilmente de él.
—Kelpie, Lydia es mi prometida. No la molestes ni te burles de ella.
—¿Y qué? ¿Estás dispuesto a arriesgar su seguridad cuando seas derrotado? Además, no solo está en peligro ahora mismo. La pesadilla no solo recuerda el sabor de su sangre, sino que está esperando la oportunidad para venir por ella. Y tus enemigos también podrían considerarla como el enemigo. Solo entrégamela. Hasta que puedas venir a verla, la esconderé en un lugar seguro.
Edgar suspiró, irritado. Luego, levantó la cabeza.
—Por la promesa de la piedra lunar, si deseo ver a Lydia, ¿me la devolverás de inmediato?
—Bueno, eso si sigues vivo. —Kelpie sonrió.
—No, Edgar, ¡no puedes hacer una promesa con un hada!
—Sería muy problemático si la llevaras a un lugar al que no pueda llegar.
—Si pudiera, me gustaría hacerlo. Sin embargo, gracias a la piedra lunar, no puedo llevarla al mundo de las hadas. Así que la llevaré a su casa en Escocia. Puedes ir allí, ¿cierto?
—¡No! Aun estando en el mundo humano, Kelpie puede usar su magia para atarme —dijo Lydia.
—Conde, eres el prometido de Lydia. Comparado con la magia de las hadas, ¿no es más poderoso el amor humano? ¿O no confías en ti mismo?
—Edgar, me dijiste que me quedara a tu lado. En ese momento, cuando me fui con Kelpie, me arrepentí profundamente porque pensé que no debía haberte dejado. Es por eso que me apresuré en regresar. —Intentó desesperadamente tenderle la mano. Pero él no la agarró.
—No puedo dejar que tú y el conde muráis juntos. —Kelpie abrazó a Lydia, que se había alterado.
—Lydia, gracias —dijo con una sonrisa tranquila, como para calmarla—. Con tus palabras, puedo tener esperanzas. Si esperas volver a verme, te prometo que no moriré. Aunque no cuente con la magia de las hadas, trataré de encontrar una manera.
—Mentiroso. Siempre, siempre me haces promesas tan tranquilo. ¡No te creo!
Dices que tratas de encontrar la manera, pero no sabes nada sobre la magia de las hadas.
—No te miento.
—¡Esas palabras también son mentira! Dijiste que me amas y por eso andas detrás de mí, pero no lo parece. Dudaste en besarme porque estabas pensando en otra mujer.
—No, Lydia…
—No sabía qué hacer. Me daba miedo sentirme atraída por ti, porque no puedo creer en tus palabras. Sin embargo, ¡aún espero ese beso! ¡Es la primera vez que me siento así! —gritó Lydia, negándose a irse, mientras Kelpie se la llevaba a la fuerza.
Edgar parecía querer acercarse a ella, pero sus pies no se movieron.
—Para mí también era la primera vez —declaró, igual de desesperado que ella—. Temí que no estuvieras dispuesta a perdonarme, ¡ni siquiera me atreví a besarte!
Sorprendida, Lydia relajó su fuerza, ante lo cual Kelpie aprovechó para cargarla al hombro.
—Por favor, entiéndeme. Renací como el Conde Caballero Azul. Tú eres mi única esperanza para el futuro. ¡Pase lo que pase, no quiero perderte!
—El trato ya está hecho, conde.
Kelpie colocó una mano en un bloque frente al muro de setos, que se abrió como una criatura hecha de ramas. Se extendía un canal en forma de cueva.
Kelpie, solo con Lydia, entró en el canal.
Lydia, que no podía hacer nada, gritó:
—Quiero… ¡casarme! ¡Quiero casarme contigo! Así que…
No podía controlarse. No era tan apasionada como Ermine y aunque no fuera la favorita de Edgar, quería permanecer a su lado. Él había dicho que le gustaba y estaba muy dispuesta a creerle. No le importaba salir lastimada.
Mientras se adentraban en la cueva, gritó repetidamente su deseo de casarse.
Así que pase lo que pase, no desesperes. Si pudiera convertirme en tu esperanza, también me gustaría convertirme en tu verdadera amante…
[1] La corneja cenicienta es así: