Traducido por Den
Editado por Meli
Una vez Lydia y Kelpie desaparecieron en la cueva entre los setos, Edgar se giró para enfrentar a Ulya y Raven, de pie frente a la fuente.
—No te escondas. ¿O es que planeas seguir huyendo? —lo desafió Ulya.
Edgar salió despacio del laberinto de setos. En cuanto lo vio, Raven sacó un cuchillo y él desenvainó la espada de las merrow. Sin embargo, en sus ojos solo veía a un joven ágil y pequeño.
Sin tiempo para pensar, el chico se abalanzó como una bestia salvaje. No se defendió del ataque poco contundente de la espada, que apenas le rozó la camisa.
Raven, con el cuchillo apuntó al corazón de Edgar, que no pudo esquivarlo a tiempo y recibió de lleno un fuerte golpe en el pecho. Retrocedió, mientras intentaba soportar el dolor de la herida y controlar la respiración.
Raven examinó sorprendido la hoja mellada del cuchillo y observó a Edgar con recelo.
¿Fue por la armadura de Coblynau? Edgar se llevó la mano al pecho y confirmó la presencia del trozo de metal en el bolsillo. Sin él, el golpe le habría matado.
Raven replanteó su estrategía y decidió apuntar a la cabeza desprotegida de Edgar. Se precipitó de inmediato hacia él, con una evidente sed de sangre.
Readaptando su postura, Edgar se centró en el punto ciego del hada. Esquivó el cuchillo, dando un paso hacia la izquierda. Obligando a Raven a girarse para mantenerlo en su punto de mira.
En ese momento, Edgar dio un tajo con la espada, chocó con el cuchillo, que salió despedido. Raven no retrocedió, por el contrario, se volvió hacia la izquierda y saltó. Sujetó a su oponente por la nuca y lo arrojó al suelo. La mente de Edgar se nubló por el dolor que le recorrió el cuerpo, Raven lo inmovilizó y presionó el cuchillo, que había recuperado, contra su cuello.
—No lo mates —ordenó Ulya—. Se lo llevaremos a Príncipe como regalo.
Raven dejó ir su sed de sangre. Sin embargo, para evitar que Edgar hiciera cualquier movimiento, mantuvo el cuchillo apuntando a sus órganos vitales.
Cuando Ulya se acercó, sonrió satisfecha.
—Príncipe puede creer que soy una traidora porque ya me he hecho con la diosa, pero no deseo ser su enemiga. Conde, si te entregara a él, ¿haría un trato conmigo?
—La diosa es un hada que hizo un contrato con Príncipe. No es lo que imaginas.
—Como el hada del diópsido, leal a mi clan, ya se ha fusionado con ella, ahora poseo los tres fragmentos de diópsido. Por tanto, el hada y la diosa son mías.
El diópsido verde oscuro era del tono de las pupilas oscuras de Raven.
Mientras contemplaba los ojos inexpresivos del joven frente a él, Edgar lo entendió: esa era la tercera piedra.
El hada en el interior de su cuerpo contenía tanto al rey demonio de Ceylon como a la diosa celta. Sin embargo, el diópsido de Raven era diferente al de Ulya. El contenedor no era una piedra y, por lo tanto, no podía reclamarla como una de las posesiones del rey.
A pesar del cuchillo presionado contra su cuello, Edgar se movió. Como ya había recibido órdenes de no matarlo, Raven apartó un poco el arma. Entonces Edgar le golpeó el ojo derecho con toda su fuerza. Raven trastabilló, pero no sufrió ningún daño grave, solo no podría ver con claridad con ese ojo.
Aprovechando la oportunidad, Edgar se levantó. Con la espada en la mano, relajó su postura.
—Señorita Ulya, ha cometido un error. Ordenar a Raven que se abstenga de matar al objetivo solo lo confundirá.
Desde el principio, el hada de Raven se utilizó como una máquina de matar porque no podía mostrar piedad. Pedirle que no matara solo limitaba sus habilidades y acciones.
Edgar entrecerró los ojos, reconociendo a Raven como su oponente, y lanzó un ataque frontal con la afilada espada en la mano. Esta vez, iba en serio. Ya había tomado una decisión: si Raven no despertaba, lo mataría con sus propias manos.
—¡Mátala, Raven! Yo soy tu maestro. Si quieres obedecer a esa persona de ahí, tendrás que esperar hasta después de mi muerte —exclamó Edgar.
Si contraatacaba y Edgar moría, no solo violaría las órdenes de Ulya, sino que también demostraría que Raven tenía una oportunidad de controlar el hada y despertar. Por tanto, el hada no podía actuar.
Sin embargo, si llevaba a cabo la orden de Ulya como máxima prioridad, Raven no podría defenderse ni despertar. Para entonces, la espada lo atravesaría.
Edgar apostaba por ese momento.
Ulya pareció comprender por fin lo que pretendía y apretó los labios.
—¡Escúchame!, rey demonio de Hadiya —gritó, presa del pánico—. ¡Resucita junto a la diosa!
—Raven, no eres ni el rey demonio ni Morrigan. Eres Raven, así te nombré. ¡Tú eres el amo del hada!
Nunca permitiría que la diosa resucitara ni entregaría a Raven a las hadas malvadas. Con tal determinación, blandió su espada afilada.
Al oír el batir de unas alas, el joven miró el cielo. Alas negras. No era la corneja cenicienta que tanto había visto últimamente, sino un cuervo. Desplegó solmene sus dos alas, y surcó los cielos con osadía, como si fuera el rey del mundo. Bajo la sombra del bosque negro, incluso el viento dejó de soplar y los árboles de alrededor permanecieron inmóviles. El joven recordó la primera vez que Edgar lo llamó por el nombre de «Raven» [1].
—Encontré a tu amo.
Su hermana trajo a un noble apuesto frente a él.
—Te daré un nombre nuevo, para tu nueva vida.
En ese momento, Edgar se convirtió en su guardián.
Misterioso, poderoso y preciso.
Siempre que sus compañeros o conocidos le preguntaban por el extraño origen del nombre de Raven, Edgar respondía: «Con ese cabello negro y la piel morena, el nombre le quedaba como anillo al dedo».
Entonces ya no lo cuestionaban.
El propio Raven estaba orgulloso del significado oculto en su nombre. ¿Cómo había podido olvidarlo?
—A partir de ahora, espero que puedas controlar al hada.
Esa fue la primera orden.
¿Qué hacía en ese lugar, tan lejos de su amo?
Lord Edgar…
—Lord Edgar… —susurró Raven.
Edgar aflojó el agarre del arma, pero la hoja le rozó la oreja a Raven. El joven aún empuñaba el cuchillo cuando Edgar lo abrazó.
Raven se precipitó hacia él en un intento de golpearle y devolverle el ataque. Se retorcieron y forcejearon hasta que la espalda de Edgar chocó con el tronco de un árbol.
El cuchillo se detuvo. Raven jadeó y lo miró.
—¿Raven…?
El chico abrió mucho los ojos, arrugó el entrecejo en señal de dolor y declaró:
—No… me volveré a ir de su lado. —Bajó la mirada y observó a Ulya, que permanecía detrás de ellos—. Por favor, deje que yo me encargue.
Edgar guardó la espada. Raven se alejó y fue directo a atacar a Ulya.
Ella cayó al suelo en silencio. El cuchillo se clavó en sus pulmones. Sin embargo, seguía viva y consciente. Raven no había errado el tiro, más bien, le había dado a propósito un poco de tiempo antes de que su respiración se detuviera. De esa manera, podría confesar alguna cosa.
Los dos fragmentos de diópsido cayeron de sus manos y rodaron por el suelo. Edgar los recogió y descubrió que eran falsos.
—Es solo una perla de cristal. Si fuera el diópsido, sería lo suficiente transparente como para ver una imagen doble.
—Me… engañaron… —musitó con voz ronca, haciendo un esfuerzo.
Al principio, las piedras eran las verdaderas. Sin embargo, en algún momento, justo antes de ir allí, debieron haberlas cambiado.
—Ya debes saber que no se puede confiar en Príncipe, ¿cierto? Él debió esconder el tercer diópsido —dijo Ulya.
Sin importar el desenlace de la guerra entre Edgar y Raven, Príncipe tenía planeado seguir engañándola para utilizarla en su bando.
Ulya se echó a reír, impotente.
—Conde…, Príncipe quiere convertir Londres en ruinas.
—¿Qué va a hacer? El tercer diópsido y el poder de Hadiya pertenecen a Raven. Ya sé que debo detener la batalla y evitar la resurrección de la diosa.
—E-El puente de Londres…
—¿Qué?
Ulya solo sacudió la cabeza debido al insoportable dolor.
—Mátame —suplicó con los labios temblorosos.
—Raven, es suficiente.
Edgar, de pie junto a Ulya, contempló el cielo. El globo seguía flotando cerca.
Príncipe no debía de saber qué pensar ante ese giro de los acontecimientos. Al final, en sus manos estaban la diosa Badb y Macha.
—Raven, Príncipe no vino a Londres para vengarse de mí, sino para llevar a cabo el plan que ha estado trazando durante muchos años.
Raven guardó el cuchillo y se quedó de pie junto a Edgar.
—¿Para continuar la guerra de hace cien años?
—Seguramente.
El puente de Londres… Cómo decirlo…
En el pasado, los vikingos derrocaron al rey y se apoderaron de Londres. Sin embargo, el rey pudo recuperar la capital al hacerse con el control del puente de Londres.
¿Planeaba repetir la historia?
Hace casi cien años, cuando el príncipe Estuardo casi fracasa en llegar a Londres, el príncipe malvado se propuso regresar.
El banquete de Príncipe no había hecho más que empezar.
♦ ♦ ♦
Kelpie galopaba velozmente por el campo, con Lydia a cuestas.
Al pie de la lejana montaña, se veía el tren que expulsaba humo negro mientras se movía.
¿Dónde diablos estaban?
Lydia, que había estado llorando mientras murmuraba la palabra «matrimonio», se puso tímida cuando se quedó a solas con el hada.
Sentía como si estuviera en el agua. El aire era pesado y apenas podía mover las manos y los pies, quizás debido a la magia. Kelpie la obligó a permanecer en su lomo y siguió galopando.
Ahora que se había calmado, entendió que de haberse quedado, no habría sido de mucha ayuda. En aquel momento, lo más importante era el vínculo entre Edgar y Raven para que pudiera despertarlo de su sueño
Lydia creía que si Edgar se centraba en eso, tendría éxito. Ambos sin duda estarían a salvo.
—Kelpie, ¿piensas ir a Escocia?
Kelpie, sorprendido de que Lydia fuera la primera en hablar, giró un poco la cabeza hacia atrás.
—Ah, por supuesto.
—Pronto anochecerá.
—Lo sé.
—Pero no quiero dormir al aire libre.
—No te preocupes. Pienso galopar toda la noche.
Sabía que no se caería si se dormía, pero sí se sentiría exhausta al llegar a casa.
Se preguntó cómo había acabado en un viaje con un caballo acuático que no se cansaba nunca.
Era consciente de que Kelpie se preocupaba de verdad por su bienestar y que su agresividad se debía a que ella estaba en el punto de mira de los enemigos de Edgar y por tanto, corría grave peligro.
—Si fueras humano, dudaría en casarme con él…
—Si fuera humano, ¿me elegirías?
Aun así, probablemente elegiría a Edgar.
¿Era raro pensar así? Era un hombre caprichoso al que le gustaba jugar con las mujeres, pero también era muy posesivo. Ella no sabía qué hacer con él.
—Lydia, el conde es un bastardo con labia. Si no viene a recogerte, no te sientas triste.
Sí, era posible que no fuera por ella, ese pensamiento atormentaba el corazón de Lydia. Mintiera o dijera la verdad, Edgar usaba las mismas palabras y la misma dulce voz para susurrarle al oído.
Él le prometió que «pensaría en una manera». ¿Qué pasaría si no cumplía su promesa? ¿Fue irresponsable prometerle que volvería por ella?
No, no es así.
Edgar hacía promesas con facilidad, pero para evitar que las personas que lo rodeaban cayeran en la desesperación, no escatimaba en esfuerzos para cumplirlas.
Cuando escapó de Príncipe con sus camaradas, siguió luchando, debió repetirse innumerables veces que lo lograría para así fortalecer su determinación y continuar adelante. Era por eso que la gente lo seguía, incluidos Raven y Ermine.
Sin embargo, los perdió a todos y fue incapaz de traerles felicidad… Seguro lamentaba que sus promesas se volvieran mentiras.
—Edgar vendrá —murmuró.
—¿Crees en esas mentiras?
Creía en él, porque las palabras que le dijo estuvieron llenas de una esperanza genuina.
—Kelpie, ya estamos comprometidos de verdad. Ahora es diferente.
Lydia contempló el cielo crepuscular.
♦ ♦ ♦
—Lord Edgar, perdóneme —repitió Raven mientras se arrodillaba.
Desde el día anterior, que descubrió cicatrices y moratones en el cuerpo de Edgar, no paraba de disculparse.
—¿No te dije que no le dieras importancia?
Edgar se cubría la herida del cuello con la corbata.
—Haber permitido que mi maestro fuera herido es un sacrilegio. Aunque no me culpe, me sigo sintiendo culpable.
—¿No te herí yo también? —Estiró su cálida mano y le levantó con delicadeza el flequillo—. ¿Te duele?
Raven ladeó la cabeza sorprendido.
—Todavía lo tienes hinchado.
El joven se tapó el ojo derecho con la mano y frunció el ceño, como si fuera la primera vez que sentía dolor.
—Por eso Tompkins te dio el hielo para que te lo pusieras encima —señaló con voz llena de empatía—. Raven, ¿no te has mirado al espejo?
—No…, no he tenido la ocasión de hacerlo.
¿No la tuvo o decidió no hacerlo? Bueno, los espejos no parecían ser esenciales en el día a día de Raven.
Edgar lo empujó frente al espejo.
—Ahora entiendo porque las sirvientas no dejan de mirarme a la cara, me pareció extraño.
—No mencionemos este incidente por ahora, ¿vale? —dijo con una sonrisa. Se acercó a la ventana y la cerró.
No podía reír de corazón. Lydia no estaba a su lado. Además, Príncipe se encontraba en Inglaterra.
Más allá de la ventana, se extendía una ciudad tranquila, ajena a la presencia de Príncipe. Debido a las noticias, sucesos y rumores constantes, la gente se olvidó poco a poco de los asesinatos. Después de todo, desde el señor Kent, no había habido más víctimas. Sin embargo, el puente de Londres era la clave del plan de Príncipe, debía estar atento y observar con detenimiento. Podrían aparecer más víctimas.
Por supuesto, también había buenas noticias. Príncipe todavía no sabía que Raven era el tercer diópsido.
Gracias a las habilidades especiales de Lydia, Edgar descubrió el secreto y pudo salvarlo. Si lograban impedir la resurrección de la diosa, su bando podría aspirar a la victoria.
En cualquier caso, debían ganar.
Edgar tomó una firme y silenciosa decisión. No por Londres ni por Inglaterra, sino por Raven y sus compañeros de la Luna Escarlata. También por la familia del Conde Caballero Azul, que le había otorgado una segunda oportunidad. Y, sobre todo, por Lydia, que había aceptado casarse con él, y por su felicidad.
—Mi señor, he comprado el billete de tren y ya he enviado a alguien a avisar. —Tompkins apareció en la habitación con un abrigo de lana de cachemira en la mano.
Edgar se puso el abrigo sobre la camisa de seda blanca y prendió el broche de camafeo. Era el atuendo que solía usarse cuando un noble hacía una visita oficial a otro noble.
—¿Va a salir, lord Edgar? —preguntó Raven, sorprendido. No había nada programado.
—Sí, es una visita importante para el futuro. Tampoco seas negligente.
—Claro. ¿A dónde va?
—A Cambridge. —Raven pensó en los nobles importantes que vivían en allí y Edgar le aclaró—: A ver al profesor Carlton.
—Oh —exclamó con incredulidad. Aunque era una figura importante, no era un noble. Por tanto, como conde, Edgar no estaba obligado a avisar por adelantado.
—Antes de recoger a Lydia, debo ver al profesor. —Edgar miró a Nico que estaba tumbado despreocupadamente en las sillas cerca de la ventana del salón—. ¿No piensas lo mismo, Nico?
—Ah, quién sabe. Aún no lo he confirmado, así que es difícil de decir.
Kelpie llevó a Lydia a Escocia, y debió haber lanzado algún hechizo para que Edgar no pudiera llegar con facilidad hasta ella. Por eso necesitaba la ayuda del profesor.
—Pues date prisa y confírmalo.
A pesar de que Lydia sabía lo peligroso que era estar con él, pues estaba en el punto de mira de Príncipe, había aceptado su propuesta de matrimonio.
Aunque ahora no podía garantizar del todo su seguridad, Raven había regresado sano y salvo. Con una defensa más estable y fortalecida, quería reunirse con ella cuanto antes.
—No soy tu subordinado —contestó con arrogancia y frotó su mejilla contra el delicado terciopelo de la silla, no tenía intención de moverse—. Si Lydia está en un lugar seguro, no hay prisa. Además, la magia del caballo acuático es muy problemática y complicada, ¿cierto? ¿No pensaste en las consecuencias cuando dejaste que se la llevara?
Si las cosas fueran según lo planeado, no tendría que esforzarse tanto. En cualquier caso, Edgar creía que tomó la decisión correcta en aquel momento.
Estaba desesperado y acorralado, por lo que pensó que no tenía otra opción que dejarla ir. Además, con el anillo de compromiso de piedra lunar, estaba convencido de que Kelpie no podría hacerle nada a Lydia, pero tampoco era su intención que permaneciera mucho tiempo al lado de este. Por esa razón, estaba tratando de ingeniar la mejor estrategia para recuperarla.
—Nico, no es tan problemático dependiendo de cómo lo manejes.
—Entonces, ¿qué propones hacer?
—Coblynau me dijo que una vez estemos comprometidos oficialmente, el poder del anillo de piedra lunar aumentará. Si es más poderoso que la magia vinculante de Kelpie, entonces podré traer a Lydia de vuelta. —Su mirada se fijó en Raven—: ¿Entiendes qué significa un compromiso oficial?
—¿Qué la señorita Lydia ha aceptado a casarse con usted?
—Ha aceptado.
—Eso es… Felicidades —expresó con inquietud. Debía estar preocupado por qué hacer si Lydia estaba enfadada porque Edgar la había obligado a aceptar casarse con él.
—Tompkins, ¿lo crees? —preguntó Edgar, un poco irritado por la respuesta de Raven.
—Sí, pero maestro, ¿lo creerá el profesor Carlton? —respondió incrédulo.
—Sí, es verdad. Raven, eres testigo.
—Pero no oí la respuesta de la señorita Lydia.
—Finge que sí.
—¿No se enfadará después la señorita Lydia?
—¿Tu maestro es Lydia?
Raven guardó silencio, parecía avergonzado. Aunque Edgar no tenía intención de retirar su orden, sabía que Raven no lo desobedecería.
—Es un compromiso oficial siempre y cuando el profesor lo consienta. Lydia es menor de edad, por lo que no puede casarse sin permiso de su padre.
En realidad, Edgar era el que menos creía que Lydia hubiera aceptado a casarse con él.
En aquel momento, Kelpie se la estaba llevando a la fuerza. Una vez se calmara, probablemente se arrepentiría de haber aceptado. Sin embargo, aunque así fuera, Edgar planeaba seguir adelante con los preparativos. Porque pasara lo que pasara, no pensaba dejarla ir. Él creía que, aunque ella dudara ahora, algún día iba a estar dispuesta a casarse con él.
—Bueno, es hora de irse. Si no, perderemos el tren —dijo Edgar mientras guardaba el reloj de bolsillo. Luego levantó a Nico, agarrándolo por el cogote.
—Oye, conde, ¿qué haces?
—Tompkins, considéralo equipaje de mano. Envíalo por tren a la casa de los Carlton en Escocia.
—Ah, para. Ah, ¡iré! ¡Ya voy!
En cuanto lo soltó, Nico escapó, desapareciendo sin dejar rastro. Luego, Edgar aceptó el bastón y el sombrero que le ofreció Tompkins.
Todo residía en el futuro. Su futuro con Lydia dependía del resultado de su batalla con Príncipe.
[1] Deben tener en cuenta que raven, en inglés, también es el término utilizado para referirse a un tipo de cuervo relativamente grande. Es por ello que Raven (el personaje) ve a un cuervo negro volando por el cielo.