El Conde y el hada – Volumen 6 – Capítulo 2: ¡Han llegado los piratas!

Traducido por Den

Editado por Meli


Edgar salió a escondidas de su dormitorio a altas horas de la noche y bajó las escaleras de piedra hacia el sótano en el lado norte de su palacio.

Soplaba viento a través de las grietas, la luz de la vela que sujetaba parpadeó y su sombra se sacudió como si fuera un animal con voluntad propia.

Protegió la llama, abrió la puerta al final del camino y entró.

Había una puerta más, pasó por ella, pudo ver la gran estrella zafiro que brillaba con un haz de luz en forma de cruz contra el cielo azul oscuro.

Era la joya que poseía la magia de las hadas y se llamaba Estrella de las Merrow, estaba incrustada en la espada que le fue otorgada por el rey de Inglaterra junto con un título nobiliario de conde al hombre llamado Conde Caballero Azul, quien más tarde se convirtió en el conde de Ibrazel.

Edgar consiguió el título y vive desde entonces en el país que lo reconoció como conde.

Fue gracias a la ayuda de la Doctora de Hadas, Lydia, que consiguió la espada que estaba protegida por las Merrow y logró sobrevivir. Ella resolvió el acertijo que las hadas habían colocado para que la espada llegara de forma legítima al descendiente de la familia Ashenbert.

Las Merrow sabían que el linaje Ashenbert se había extinto y que Edgar no era el heredero y aun así, le concedieron la espada.

A pesar de ello, no heredó los poderes mágicos que cada señor de la casa en esta familia poseía como conde del Mundo de las Hadas.

Al principio no parecía un problema, pero ahora era su debilidad, porque su némesis poesía poderes mágicos.

Príncipe y su organización habían matado a su familia, lo secuestraron y le robaron su libertad cuando era niño y aunque huyó de ellos junto con Raven y Ermine, varios compañeros más fueron asesinados.

Edgar sobrevivió, afianzó un título y una posición noble y ahora preparaba su venganza. Sin embargo, Príncipe tenía un subordinado llamado Ulysses que podía someter y controlar a las hadas. Él, en cambio, ni siquiera podía verlas.

No podría luchar contra Ulysses.

Levantó la espada y la desenvainó. Ésta era de plata y estaba pulida a la perfección, además tenía una hoja afilada que le daba una impresión asombrosa, como una espada de la Edad Media.

—Hmm, así que esta es la espada del Conde Caballero Azul… Dios mío, es una magnífica obra de artesanía.

Una voz resonó en la habitación, pero Edgar no vio a nadie. Pero la voz le resultó familiar..

—¿Coblynau? ¿No te quedas en la casa de Lydia cuando es de noche?

—Bueno, bebí demasiado con los trasgos de aquí y perdí mi oportunidad de ir a casa con ella.

El corcho de una botella de vino, que no debería estar en esta habitación, daba vueltas en círculo sobre la mesa donde dejó la vela. Allí se encontraba el Coblynau.

Según la explicación de Lydia, era un hada pequeño con cara roja, nariz parecida a un botón y cabello tupido. Edgar escuchó que llevaba un sombrero triangular y vestía como un minero, así que lo imaginaba igual a un enano que habría salido de un libro de ilustraciones.

—Si no me equivoco, eres todo un experto en joyas. ¿Cuál es tu opinión sobre esta estrella zafiro? La figura dentro de la piedra debería tener tres líneas de luz que se cruzan en medio, pero desde que soy el conde, se convirtió en una simple cruz. Se dice que las tres líneas de luz de la estrella zafiro representan la esperanza, la confianza y el destino. Si falta una de esas luces, ¿significa que esta espada y yo carecemos de algo?

—Oh, no. Esto está hechizado con la magia de las Merrow. Cuando el tiempo y las circunstancias lo permitieron, la luz de las estrellas modificó su forma previa. Lo que puedo decir es que a esto no le falta nada. ¿Por qué? Es perfecta. Señor conde, esta es una espada que inflige la muerte a sus enemigos y sana a sus aliados.

Ahora que Edgar lo pensaba, recordó que esta espada no podía herir a ninguno de los descendientes del Conde Caballero Azul y que durante la Edad Media, una espada se consideraba sagrada. Incluso había una superstición que decía que cuando colocas una espada contra tus heridas, las sanará.

Mientras pensaba, Edgar presionó la punta de la hoja contra su dedo.

La superficie de su piel fue perforada y brotó una pequeña gota de sangre.

Se suponía que la espada era suya, pero se preguntaba si ésta sabía que él era sólo un impostor.

Sin embargo, lo que le importaba no era si lo reconocía o no, sino algo más..

—Coblynau, cuando dices enemigos, ¿eso incluye seres no humanos?

—Bueno, sí, por supuesto. Se dice que la última generación del Conde Caballero Azul expulsó a las hadas malvadas de sus tierras con ella.

Como Edgar anticipó, esta espada era un arma utilizada contra hadas. Aun así, no estaba seguro si podría lastimar a las hadas si la usaba.

—¿Me dejarías practicar contigo?

Después de decir aquello, el corcho de la botella cayó y la presencia del Coblynau desapareció.

♦ ♦ ♦

Hubo momentos en el pasado en que Lydia se sintió incómoda con Edgar, pero no podía permitir que esa incomodidad la hiciera saltarse el trabajo. Por lo que, como de costumbre, llegó a tiempo.

Su cita en Windsor la había retrasado y ahora necesitaba investigar rápido sobre el preocupante caso del niño que había sido cambiado.

—Señorita Carlton, esta zona parece ser el problema.

El mayordomo Tompkins desplegó un mapa sobre la mesa.

Estaba reacia a preguntarle a Edgar sobre esto, por lo que se decantó por pedirle ayuda a él en su lugar.

Se sentía terrible por darle trabajo extra a Tompkins, quien ya se ocupaba de todos los asuntos comerciales de la familia Ashenbert y supervisaba a todos los sirvientes de la casa, pero él no se disgustó y reunió el papeleo para ayudarla. .

La tierra era un pueblo pequeño ubicado en una zona montañosa a las costas de Yorkshire.

—¿Es un lugar muy particular? —preguntó.

Dado que la mayoría de las propiedades del Conde Caballero Azul en Inglaterra estaban bajo el cuidado de la familia porque no podían ser manejadas por un lord humano, lo más probable era que este lugar también tuviera muchos residentes del clan de las hadas. Ellos debían ser la causa detrás de los problemas, pero esa no podría ser la única razón.

—Las fluoritas se extraen de aquí. Las de color azul púrpura son las piedras preciosas más explotadas en Inglaterra y éstas, por otro lado, son de color rojo púrpura. Las que se llaman Freya son piedras preciosas extrañas con un brillo dentro de ellas parecido a la llama de un fuego, pero no hay ningún registro sobre que se hayan extraído en los últimos trescientos años. Parece que son un hallazgo difícil de realizar.

—Entonces aún se pueden encontrar gemas normales. Pero no ha habido envíos durante más de diez años —dijo Lydia mientras leía los registros.

—Cada año se decide extraer sólo una cantidad limitada. Pero en las últimas fechas escuché que incluso cuando excavan, no se encuentran piedras preciosas de buena calidad que se puedan poner en el mercado. La cantidad de mineros también ha disminuido. Deben haber migrado a las fábricas de la ciudad, donde pueden ganar más dinero.

—¿Por qué hay un límite para la cantidad que se puede extraer?

—Eso lo decidió el anterior conde, quien hizo un negocio con las hadas. Es una cantidad mínima que garantizará que los residentes del pueblo no mueran de hambre incluso en un año donde haya malas cosechas. No se podría llamar un pueblo rico, pero no ha sufrido ninguna hambruna. Si se les permitiera extraer todo lo que quisieran, estoy seguro de que las piedras se habrían desenterrado hace mucho tiempo; esa podría haber sido la causa de la discordia entre las hadas.

Sin embargo, hubo un niño que fue cambiado en este pueblo. 

Y desde que Lydia había sido contratada, era la primera vez que el pueblo pedía ayuda.

No había habido ningún problema en todo este tiempo, a pesar de ello, ¿cómo pudo ocurrir esto tan de repente?

Mientras estaba sumida en sus pensamientos, la puerta se abrió de golpe y Nico entró corriendo.

—¡Ahh, dije que te detuvieras! —gritó.

Incluso estando en pánico, no había olvidado correr sobre sus patas traseras.

—Dije que estaría bien si pudiera utilizar la punta de tu cola.

Quien entró después de él fue Edgar, quien por alguna extraña razón tenía la espada de las Merrow en la mano.

—No me vaciles. ¡Nunca permitiría que cortaras mi preciosa cola! —Mientras Nico acurrucaba su esponjosa cola en sus brazos, se precipitó hacia debajo del mantel de la mesa.

—Sal, Nico. Te daré todo lo que quieras comer.

—¡Nunca intercambiaré mi cola por comida!

—¿No volverá a crecer?

—¡No soy un lagarto!

Sin tener piedad, Edgar levantó el mantel de la mesa y se preparó con la espada.

—¡A-Ayúdame! ¡Lydia!

Ante el grito de Nico, Lydia suspiró y se levantó.

—Edgar, por favor, no vayas agitando una espada en mi oficina.

Dejó caer la espada a su lado y la miró con su amable sonrisa característica.

—Buenos días, Lydia. ¿Cómo está tu herida de ayer? ¿Todavía duele?

Ayer habían discutido y se preguntaba si Edgar se había sentido incómodo alguna vez.

No, lo más probable es que no. No es esa clase de hombre. 

—Ya investigué los antecedentes de los dos hombres que intentaron lastimarte. No hay nada de qué preocuparse, me he asegurado de que prueben su propia medicina.

¿Eh? ¿Qué estás pensando? 

—Por favor, no vayas a vengarte… Ya no estoy molesta.

—Entonces, ¿también me perdonas?

Ese es un tema diferente, pensó.

Cuando Lydia se quedó en silencio, Edgar hizo una mueca un poco preocupado e inclinó la cabeza hacia un lado.

—Todavía no, eh. Pero, sabes, he decidido hacer borrón y cuenta nueva. —Levantó la espada frente a él—. Lydia, para protegerte, debo probar esto.

Se volvió hacia Nico de nuevo, pero el gato hada de pelaje gris ya había desaparecido.

—Maldición, se fue. —Después de chasquear la lengua, Edgar pensó por un momento y volvió su atención hacia otro lugar. Su objetivo era Tompkins, cuyos hombros se encogieron—. ¿Tompkins, no tenías sangre de Merrow?

—Sí, pero incluso si dice eso, eso fue hace generaciones… Y mi esperanza de vida es la misma que la de un humano… Si me caigo al mar, me ahogaré…

Aun así, el cuerpo corpulento de Tompkins, sus ojos redondos y un poco separados y sus labios grandes eran las características de un Merrow. Nunca antes la había visto, pero al parecer también tenía una aleta en su espalda.

Al tener esas características, entró en pánico e intentó retroceder, pero detrás de él había una pared.

—M-Mi lord, ¿esa será su orden?

¡Qué! Si fuera una orden, ¿escucharías? 

—Por supuesto.

—¡Dije que te detengas, Edgar!

—Oye, ¿qué es todo este alboroto? —interrumpió una voz.

Quien dijo aquello y entró por la ventana fue un hombre joven de cabello negro y ondulado.

Cuando estaba en su forma humana, tenía una apariencia fuerte y mística, pero su verdadera naturaleza era la de un feroz caballo acuático llamado Kelpie y por alguna razón, se había interesado en Lydia. Por esa razón, había venido a Londres desde Escocia y había decidido vivir aquí.

Edgar se volvió hacia Kelpie como si hubiera encontrado una nueva presa.

—¡Kelpie, corre!

—¿Eh?

Era tarde, Edgar blandió su afilada espada y lo atravesó ya que éste no esquivó el ataque.

—Oye, conde, un simple humano no podrá matarme.

—Pero sentí que la hoja lo había atravesado. —Suspiró Edgar mientras miraba la hoja.

—Es imposible para ti. Si se tratara del anterior Conde Caballero Azul, entonces habría podido sacar el verdadero poder de esa espada.

Lydia sintió un sudor frío al presenciar el repentino suceso y corrió al lado de Kelpie.

—¿Estás bien? ¿De verdad no estás herido?

—Ni un poco. Fue como si hubiera pasado una brisa. —Se levantó del alféizar de la ventana y Lydia presionó las manos contra su pecho para asegurarse.

Ella no habría podido tocar su cuerpo masculino de haberlo considerado un humano, pero él era un hada y ella lo veía más como un caballo, así que estaba bien.

Incluso si examinaba el cuerpo fuerte y musculoso que se encontraba debajo de la camisa, habría sentido lo mismo que al acariciar el elegante pelaje de terciopelo de un caballo.

—Tienes razón, no es nada.

Edgar tiró de su hombro, irritado.

—Por favor, no toques el cuerpo de otro hombre delante de mí.

—N-No lo digas como si fuera inapropiado y de esa forma.

—Tiene la forma de un humano, así que puede parecer inapropiado.

—En primer lugar, eres el culpable por tratar de lastimar a Kelpie. ¡¿Qué habría pasado si lo hubieras lastimado?! ¡Es la espada de las Merrow, podrías haberlo matado!

—¿Estás tan preocupada por él?

—P-Por supuesto, es mi amigo.

—Te enfadas con mis amigas, pero ¿dices que debería consentir en silencio a tus amigos?

¿No es una comparación retorcida? 

—Ahora escucha, Kelpie no es un amigo humano sino un amigo hada. Incluso si amaras ciegamente a un canario, nadie estaría celoso.

—No lo creo. Si un pavo real abriera sus alas para cortejarte, lo mataría a tiros.

Quería pensar que estaba bromeando, pero sus ojos color malva ceniza demostraban lo contrario.

—Por eso esta criatura es una molestia. —Miró a Kelpie.

—Oye, conde, ¿por qué no te tomas un descanso? No ates a Lydia con tu posesividad.

—Me gustaría que no te metieras en nuestros asuntos. Como su prometido, es natural que lo diga.

¡Cómo demonios es eso natural! pensó ella y la irritación del día anterior regresó.

Es demasiado insolente. Me trata como su prometida aún cuando besó a una desconocida y podría haber tratado de casarse con la nieta del gran duque de Cremona. 

—Kelpie, ¿te importaría dejarnos por un momento? Hay algo que necesito discutir con Edgar.

—¿Ah? ¿Por qué?

Si negara su compromiso frente a Kelpie las cosas solo se complicarían.

—No eres considerado. Eres una molestia; una pareja de amantes está a punto de expresar su amor mutuo, estás en el camino.

De su boca a punto estuvo de escapar que eso nunca sucedería, pero esperó hasta que Kelpie se fue.

—Edgar, tengo algo que decirte. —Apretó el puño enfadada.

—Espera un momento.

—No esperaré. Es un gran error si piensas que puedes hacer que todo funcione como te plazca…

—Tompkins, eres libre de irte.

Lydia recordó que el mayordomo todavía estaba allí, se sintió avergonzada y su cuerpo se congeló mientras mantenía los puños apretados.

—Por favor, llámeme si necesita algo —dijo el mayordomo.

La puerta se cerró en silencio, pero antes de que Lydia pudiera recordar lo que iba a decir, Edgar envolvió con suavidad sus puños con las manos.

—Lydia, por favor, entiende. No quiero prestarte a nadie.

—Estás loco. Estás haciendo las cosas a propósito para que no pueda confiar en ti.

—Nunca lo volveré a hacer. Lo prometo, ¿así que pensarías de manera positiva en nuestro matrimonio?

—E-Eso es un tema diferente a esto. Lo sabes. —Con sus manos juntas, Lydia intentó retroceder, pero él dio otro paso.

—Esto no es diferente. Si te sientes celosa, eso significa que estamos enamorados.

—No son celos. Estoy diciendo que no importa lo que diga un mentiroso como tú, no puedo confiar en ti.

—Tú también eres una mentirosa. Estás enfadada porque te has enamorado de mí y no aceptas tus sentimientos.

Su argumento la sorprendió, quiso negar las cosas pero se quedó sin palabras.

No podía mirarlo a los ojos, así que bajó la mirada.

—Por favor, acéptalo y mírame.

Estaba preparada para quejarse sobre que la tratara como una prometida, pero en lugar de eso, casi fue convencida de lo contrario.

—Entonces no dudarías. Tengo la intención de decidirme —continuó Edgar.

No podía evitar que su corazón latiera rápido e incluso podía decir que su cara se estaba poniendo de un color rojo brillante.

—¿Q-Qué significa eso? ¿Estás diciendo que todavía estás indeciso sobre casarte conmigo? En otras palabras ¡necesitas una fuerte determinación para atarte a una mujer!

—No. Te amo y quiero tomar la decisión de protegerte de ahora en adelante.

¿Por qué estás diciendo algo así con una cara tan seria? 

Si permanecía en el lugar Edgar la convencería, así que ignoró sus palabras y salió apresurada del lugar.

Raven tomó con cuidado la espada de las Merrow que había arrojado a un lado y la volvió a poner en su vaina. Edgar lo miró de reojo, permanecía en el sitio que Lydia lo abandonó, entonces dijo:

—Estoy en problemas, Raven. No puedo luchar así.

No podía usar la espada.

Además, si Lydia llegara amarlo y deseara quedarse a su lado, él decidiría protegerla. Aun así, su determinación no cambiaba el hecho de que no podía ver a las hadas y por tanto no era oponente para Ulysses.

Por ello, creía que la única forma de protegerla era alejarla de él. Pero no quería hacerlo, incluso la seguía seduciendo.

—No podré alejarme de Lydia. Me pregunto si alguien me la arrebatará por la fuerza.

—¿Está planeando ver aquello en silencio si fuera a suceder?

No, no podría, pensó Edgar y soltó un profundo suspiro.

♦ ♦ ♦

Era un libro ilustrado con hermosas imágenes sobre un cuento de hadas.

El pintor Paul se lo había prestado diciendo que, aunque es un libro de ilustraciones para los niños, es un cuento de hadas típico.

Edgar pensó que era muy infantil de su parte aprender sobre las hadas de un libro de ilustraciones. Pero era inevitable, no había ningún libro que investigara de manera seria sobre las hadas.

La historia del libro de ilustraciones era un cuento de hadas que cualquiera habría oído cuando eran niños.

La hermosa novia hada hizo que su esposo le jurara cumplir una promesa. Algo que no debía hacer, pero por algún accidente, esa promesa se rompió y la novia desapareció para no volver a aparecer.

Cerró el libro, la historia lo deprimió al pensar que Lydia también desaparecería. Fue su culpa por hacer que los sentimientos de Lydia retrocedieran, pero él creía que era culpa de ella.

Su adversario era un chico con el poder de un Doctor de Hadas. Se sintió melancólico por no ser descendiente del Conde Caballero Azul y no poder proteger a Lydia.

Quería vencer a la luz del día de ese hombre, que a primera vista parecía tener quince o dieciséis años y que tenía una actitud controladora similar a la suya.

Sin embargo, la ubicación de Ulysses lo tenía preocupado, no parecía estar en Londres pero tampoco tenía evidencia de que hubiera regresado a Estados Unidos.

Edgar sentía que se estaba manteniendo en silencio en algún lugar, esperando por el momento adecuado. Para cuando su maestro «Príncipe» llegara a Inglaterra.

Desconocía cuándo ocurriría y qué trampa pondrían hasta entonces, no podía decidir qué movimiento hacer. Pero necesitaba decidir hasta qué punto iba a luchar contra Príncipe

Incluso si perdiera todo lo que tenía para involucrarse, no sabía si tenía la determinación para llevar a Lydia por todo ese camino y asumir la responsabilidad y no sabía si ella lo acompañaría.

Era probable que su obsesión por Lydia se debiera a la actitud indecente que estaba impregnada a él que pensaba que sería una pérdida de tiempo distanciarse de una mujer y había momentos en que pensaba que sería fácil para él si Lydia perdiera el interés en él y se fuera.

Pero, en el momento en que algo así estuviera a punto de suceder, se apresuraría a intentar detenerla, e incluso pensó que eso era incoherente.

Intentó desviar su atención abriendo una carta que había permanecido intacta. Decía algo sobre las hadas, no leyó hasta el final y la volvió a doblar.

Fue porque sabía que era una carta que debería pasarle a Lydia.

Sin embargo, hoy, hubo otra parte del escrito que lo hizo volver a abrirla.

Niño cambiado.

Quizás fue porque todavía estaba preocupado por lo que había dicho el gran duque de Cremona el anterior día.

Por favor, perdóneme por enviarle una carta tras otra. No sabía que el conde había dicho que no intentaras recuperar a tu hijo cambiado y me preocupé de si mi lord se sintió incómodo por mi carta pidiendo ayuda. Me he casado con esta familia de otra tierra, por lo tanto, no he aprendido las formas de este pueblo y sólo estaba consternada porque me robaron a mi hijo. Si fueron las órdenes de mi lord, el conde en quien todo nuestro pueblo confía, entonces debe haber algún significado detrás de esto que la gente común no podría imaginar, pero que me quiten a mi hijo, como madre, me siento desconsolada. No puedo entender por qué debo pasar por esto…

Al leer hasta esa parte, estaba preocupado por cierta parte sospechosa y reflexionó.

No recordaba haber dicho que dejaran al niño cambiado solo. Se preguntaba si este pueblo era fiel y obedecía las palabras que pronunció el conde de hace cientos de años.

Sin embargo, escribió como si no fueran las palabras del conde del pasado sino del conde actual.

Entonces recordó a la nieta del gran duque de Cremona que fue cambiada al ser tomada como novia del Conde Caballero Azul.

¿Podría haber alguien que se proclamara como el Conde Caballero Azul antes de que Edgar se convirtiera en conde?

Si esa persona no tenía la espada de las Merrow, la nación no lo reconocería como el Conde de Ibrazel, pero si sólo era para usar el nombre, entonces era posible.

Pensó que era necesario investigar esto.

Justo en el momento en que Edgar estaba a punto de levantarse, apareció el mayordomo.

—Mi lord tiene un visitante.

—¿Quién es?

—No se presentaron —contestó con la mirada perdida.

Detrás de Tompkins, Raven entró en la habitación, fue al lado de Edgar y le susurró algo; éste asintió.

—Tompkins, no prepares té ni dejes acercar a nadie al salón. Despediré de imediato a los sucios invitados.

—Entendido. —Le pareció sospechoso pero obedeció sin chistar.

Ahora lo que quedaba era que Edgar echara a los invitados no deseados.

—Raven, vamos.

Lo condujo, mientras asentía en silencio y entraron al salón. Había una chica y un hombre esperándolos.

La chica tenía el cabello color café recogido y, sin ninguna intención de parecer elegante, miró a Edgar con unos ojos un poco rasgados y dijo:

—Oye, Sir John, ha pasado bastante tiempo.

—Si no te importa, llámame Edgar. Y una cosa más, no soy Sir, soy Lord.

—Ah, ¿es así? Entonces tu nombre cambió. Parece que has subido bastante la escalera.

La joven sonrió y en su mejilla se formó un lindo hoyuelo. Sin embargo, con su actitud de ocupar todo el sofá y sentarse de forma dominante, estaba lejos de ser linda.

De pie junto a ella con los brazos cruzados, había un hombre que era fácil de adivinar a primera vista que era su guardaespalda. Si podía recordar, el hombre grande como un oso con barba sin afeitar debería ser Pino, a quien la chica consideraba como su hermano menor.

Edgar se sentó en una silla y los miró al mismo tiempo.

—¿Vinieron desde Estados Unidos sólo para verme? Lota no has cambiado nada. Parece que Pino ha crecido bastante y apenas pude reconocerlo, te has transformado en un hombre.

El joven enorme debe haber estado tratando de actuar como si estuviera de mal humor porque respondió:

—Gracias.

Sí, joven, este hombre alto y enorme debería estar todavía en su adolescencia. Si podía recordar bien, tenía la misma edad que Raven.

—Entonces, ¿cuál es tu negocio? Unos piratas tan orgullosos como vosotros no acudirían a un viejo conocido solo para obtener algo a cambio de él, ¿verdad?

Lota frunció el ceño como si no quisiera que se burlara de ella.

—¿No puedes entender por qué estamos aquí?

—No lo sé.

—¿Recuerdas a Betty?

—Nunca me olvido de las mujeres.

—Si puedo recordar bien, te conocimos justo después de que nuestro viejo capitán falleciera. Betty, Pino y yo, fuimos criados por él como si fuéramos hermanos. Aunque no estamos relacionados por sangre.

—Lo sé. Sólo tú eras la hija del capitán, ¿y Betty y Pino no eran niños que el capitán recogió de las calles? Ambos iban de vez en cuando al mar, pero Betty no era la clase de chica que estuviera destinada a ser una pirata. Se quedó en el puerto de la ciudad y vivió mientras la dejaron al cuidado de la casa de una peluquera.

—Habría estado bien si así hubieran permanecido las cosas. Pero te conoció y eso corrompió su vida. —Lota encogió los hombros.

—Habría sido mejor que ignorara sobre la cresta. Si fue atacada porque era una princesa… —dijo Pino.

Edgar recordó el anillo dorado que tenía incrustado una piedra roja del tamaño de una moneda, en ésta estaba tallada de manera meticulosa la cresta de un águila y una rosa. Era una fluorita con un resplandor amarillento similar al fuego en la obscuridad.

Cuando él todavía vivía en la casa ducal de Inglaterra, había escuchado que el ducado que tenía esa cresta había caído y que todos los miembros de esa familia real se dispersaron cuando huyeron del país.

Con una mirada a la cresta o al escudo de armas que representaba a la familia, uno podría conocer los antecedentes históricos de sus antepasados. No sólo el de tu propia familia, sino que era necesario aprender el escudo de armas de países extranjeros. Pensó que fue en esa clase de circunstancias cuando le contaron sobre la familia.

Le había contado a Betty sobre la familia del gran duque de la cresta. Ignoraba que el anillo le pertenecía y asumió que el capitán lo consiguió y se lo había regalado.

Sin embargo, a partir de ese día, Betty comenzó ir por ahí declarando que era una princesa y a hablar sobre lo que había pasado en su vida.

Tras el rumor, apareció una persona que dijo que fue contratado por el gran duque para encontrar a sus familiares perdidos.

Dejando a Lota y Pino, que eran como sus hermanos, Betty debería haberse dirigido hacia los Países Bajos a donde debería haber huido su abuelo. Imaginaron que estaría viviendo una vida feliz como en las historias de fantasía.

Si eso no sucedió, entonces fue como el gran duque de Cremona había dicho y quien se llevó a Betty fue alguien que no estaba relacionado con él.

Lota debe haberlo descubierto cuando la verdadera persona que contrató el gran duque fue a investigar en la ciudad en la que se encontraba Betty. La preocupación por su amiga la hizo venir hasta Inglaterra.

—Parece que el culpable del grupo que mintió acerca de trabajar para el gran duque y quien se llevó a Betty se llamaba Conde Caballero Azul. Habíamos venido a investigar sobre esa persona…

—Y te sorprendió descubrir que yo era ese Conde Caballero Azul. Pero, sabes, cuando Betty se fue de Estados Unidos, no había ninguna duda de que todavía vivía en esa ciudad portuaria.

—Sí, sobre eso, John… Uh, quiero decir Edgar, eres un táctico bastante astuto. Es un misterio qué clase de métodos usaste para convertirte en un conde y si pudiste hacer algo así, entonces pensé que existía la posibilidad de que estuvieras involucrado en la razón por la que desapareció Betty.

—No sé nada.

—Bueno, nunca esperé que nos lo contaras solo porque somos viejos conocidos. Pero, sabes, sería problemático para un hombre como tú, que se convirtió en un conde y vive en una propiedad tan grande como esta, que revelaran que es un gran ladrón que se suponía que debía ser ejecutado en Estados Unidos, ¿no es verdad?

—¿Me estás amenazando?

—Es una negociación.

Pensando que esto era estúpido, Edgar se puso de pie.

—Soy un hombre bastante ocupado, así que deberían irse mientras todavía lo considero como una broma. No quiero convertir a una vieja conocida en basura flotante en el río Támesis.

—Hablo en serio. Fuiste tú quien le dijo a Betty que quien poseía el anillo era una princesa. Y, para colmo, ¿eres el Conde Caballero Azul? ¡Cómo podría haber tal coincidencia! —Tenía un cuchillo en la mano.

De inmediato Raven golpeó las piernas de Pino, lo derribó y le retorció el brazo para inmovilizarlo. Lota se sorprendió al ver que no era ella la atacada. Estaba perturbada, Edgar la tomó por la muñeca.

—Mientras Raven trataba de detenerte, ¿tu plan era que Pino me atacara? Qué desafortunado. —Le quitó el cuchillo y continuó—: ahora que lo pienso, Lota, ni siquiera nos hemos tomado de la mano.

—¿Q-Qué estupidez estás diciendo…?

—Siempre fuiste tan indiferente.

—Porque estabas en una relación con Betty.

—Pero me abandonó de inmediato.

—¡Porque tú, bastardo, trataste de hacerla beber alcohol que tenía veneno!

—Eso es distorsionar la verdad. Permíteme explicarlo en detalle, en mi dormitorio.

—¡Lota! —gritó Pino, mientras permanecía inmovilizado por Raven—. ¡Si te atreves a hacerle algo a Lota, nuestra tripulación no permanecerá en silencio al respecto!

—Lord Edgar me temo que no hay tiempo para estar jugando —intervino Ermine.

—¿Qué? —preguntó, todavía sujetando a Lota.

—Parece que la señorita Carlton partió a Yorshire en el primer barco de la mañana.

—¿Yorkshire? ¿Por qué se fue a un lugar así? —Soltó a Lota.

—Parece que le pidieron ayuda con respecto a un caso con un niño cambiado de un pueblo llamado Wallcave.

Cuando Edgar se dio cuenta de que era el pequeño estado mencionado en la carta de antes, sintió un pánico extraño.

—Sólo lo sabía el mayordomo. Afirma que se lo había mencionado antes a Lord Edgar.

—No escuché sobre eso. Además, no hay forma de que permita que Lydia vaya allí sola.

—Parece que el Señor Nico la está acompañando.

—¿Puedes contarlo como una persona?

Es un animal, pensó con firmeza.

Y era un gato que sólo estaba interesado en su abrigo de piel, bigotes y corbata o en pensar en comida.

Lota fue corriendo hacia Pino e intentó ayudarlo a levantarse.

Viendo eso de reojo, Edgar pensó que había una conexión entre el Conde Caballero Azul que secuestró a Betty y el conde que ordenó a la gente del pueblo guardar silencio sobre el niño cambiado que sucedió en el pequeño pueblo de Yorkshire.

Cuando Betty desapareció, una muñeca de madera llegó a las manos del gran duque de acuerdo con la tradición del niño cambiado. Si había un significado detrás de eso, entonces podría haber una conexión entre el Conde Caballero Azul que le dijo a la gente del pueblo que dejaran solo al niño cambiado.

—¡Tompkins! ¿Tienes documentos sobre el pueblo de Wallcave?

Cuando lo llamó, su mayordomo entró corriendo a la habitación con los papeles en las manos.

—¿Sus productos locales son fluoritas? ¿Algunas veces extraen extrañas piedras de color rojo y amarillo?

—Ese es el anillo con la cresta de la familia del gran duque… —murmuró Lota.

—Parece que esa veta minera se ha secado. Más importante aún, mi lord, he recordado que no tenía una buena impresión cuando se trataba de este pueblo. Cuando envié la noticia de que mi lord sería el Conde de Ibrazel, fue el único pueblo que no respondió.

Incluso si tenían un señor en la mansión, era un señor al que ni siquiera veían la cara. Sobre todo, en el caso de la familia Ashenbert, que estuvo ausente durante cientos de años. Y además de eso, el señor de la casa apenas debe haber visitado sus tierras.

Incluso para Edgar, todavía había muchas propiedades que todavía no había visitado. Pero en casi todas las tierras lo recibieron de forma alegre y amistosa. Sin embargo, en este territorio había muchos residentes hadas, por lo que el pueblo de Wallcave debe haber sido una tierra problemática desde el principio.

Y era allí hacia donde se dirigía Lydia. Como Doctora de Hadas del Señor de Ibrazel.

¿Qué pasaría si entrara en contacto con el Conde Caballero Azul que secuestró a Betty?

—¿Tompkins dijiste que Lydia se fue en barco?

—Sí ya que al señor Nico no le gustan los ferrocarriles dijo que si no era inconveniente, usaría un barco. Ya que, bueno, a las hadas no les gusta el hierro.

—¿En qué barco se subió y a qué hora zarpó? ¿Puedes verificar su ruta a través de la compañía de barcos?

Tompkins se fue rápido para poder averiguarlo.

—¿Dónde está tu barco?

—En el estuario del Wash[1]. Dado que el río Támesis se gestiona con un código de entrada estricto.

—Buen momento. Es tu turno. Son piratas, entonces no viajarán en un barco lento, ¿verdad?

—¿Eh? No te burles de nosotros. Ni siquiera un clíper[2] podría alcanzarnos.

—Lo dudo.

—¡Cállate!

—Oh, bien. No vamos tras un clíper. Si quieres averiguar sobre Betty, creo que es mejor si unimos fuerzas.

♦ ♦ ♦

Era un barco que llevaba una bandera que nunca antes había visto: un ojo en un fondo negro; qué espeluznante. El mástil estrecho del fino barco se movía a gran velocidad a través del mar, como si se deslizara sobre ella.

Justo cuando pensó eso, en cuestión de segundos, estaba codo con codo con el barco en el que viajaba Lydia.

Podía ver los miembros de la pequeña tripulación en la distancia mientras se movían con precisión para ajustar las velas y no perder ninguna ráfaga de viento.

—Oye Nico, no parece un barco británico, ¿verdad? No tiene una bandera nacional; me pregunto de dónde vino.

—¿No es un barco pirata?

—¿Qué? no. —Se rió y escuchó un disparo al aire.

En la cubierta del otro barco, había alguien sujetando un rifle. Y como si el disparo fuera una señal, el otro barco se acercó al suyo.

Estallaron gritos entre la multitud alrededor de Lydia. Los pasajeros salieron corriendo para escapar, pero de todas formas, no era como si pudieran bajar del barco y había algunas personas que parecían que estaban tratando de esconderse, pero pensó que era inútil.

No había nada que pudiera hacer y, mientras permanecía cerca de la barandilla de la cubierta, buscó a Nico que debería haber estado allí con ella.

—¿Oye Nico, a dónde fuiste?

Oh, caray, es tan rápido cuando se trata de escapar. 

Una ola creada por el barco desconocido sacudió de manera violenta su barco y la hizo caer al suelo.

Sin embargo, los miembros de la otra tripulación no parecían molestos en absoluto por las olas, en cambio  lanzaron cuerdas con garfios atados en los extremos. El barco se sacudió una vez más haciendo que no pudiera ponerse de pie.

Arrastrándose a través de las cuerdas, los miembros de la tripulación subieron a su barco. La cubierta se volvió un caos y se escuchaban gritos por todas partes.

Fue porque se trataba de un transatlántico de pasajeros que navegaba por la costa. El trabajo de los guardias del barco sólo requería que detuvieran las peleas entre los pasajeros o atrapar carteristas, así que no podrían ir contra los piratas que estaban armados.

En poco tiempo, el personal del barco y los pasajeros se reunieron en un solo lugar sin poner mucha resistencia y fueron rodeados por los hombres piratas.

De pie en el lugar más alto, había una joven que apoyaba un rifle sobre su hombro y dijo:

—Lamentamos causar esta conmoción. Prometemos no lastimar a nadie. Los dejaremos en paz una vez que finalice nuestro negocio, así que si no les importa, solo tengan paciencia.

Una mujer pirata.

Lydia se asombró de su existencia, sus miradas se encontraron.

Tenía el cabello atado en una coleta alta, caía sobre su espalda y se mecía como la cola de un caballo.

La mujer pirata se le acercó y se detuvo frente a ella. Sus ojos eran un poco rasgados, pero por su nariz que llamaba la atención y su hoyuelo, daba una impresión amistosa. Incluso su altura no era tan diferente de Lydia.

Por alguna extraña razón, no sintió miedo de ella, por lo que le devolvió la mirada.

—¿Tu nombre?

¿Por qué?, pensó, pero aun así respondió:

—Lydia Carlton…

—Pino, es ella.

¿Eh? 

Pero antes de que tuviera tiempo de reaccionar, el hombre enorme la colocó sobre su hombro.

—¡¿Q-Qué estás haciendo?!

Incluso si Lydia se resistía con toda su fuerza, no se molestó ni un poco. Y, mientras la sujetaba con fuerza, saltó al tablón y subió al otro barco.

Todos los otros piratas también abandonaron el barco de pasajeros y cortaron la cuerda para que el barco pirata pudiera ganar velocidad y se perdiera de vista.

Lydia, todavía sin saber lo que estaba pasando, se sentó en una silla ubicada en una de las habitaciones del barco y cuando sus ojos encontraron una ventana de cristal, vio que el barco en el que estaba antes ya estaba muy lejos, que era un pequeño punto negro.

El hombre que la había llevado sobre el hombro, la bajó sin decir ni una palabra y se fue.

Para su sorpresa, era un camarote limpio y la cortina elegante y el mantel de alguna manera lo hacían parecer como una habitación femenina.

Me pregunto si es la habitación de esa chica. Pero, ¿por qué me persigue? 

¿Está trabajando para Ulysses? 

Pero más bien, aunque no quería creerlo, Lydia sentía una familiaridad con este método teatral y coaccionante.

—Hola, Lydia ¿pensaste que podrías escapar de mí?

Quién abrió la puerta y apareció fue, como era de esperar, un joven con un prominente cabello rubio y con una sonrisa radiante y feliz en su rostro.

—Edgar… ¡¿qué significa esto?!

—Fue tan horrible de tu parte irte en silencio de esa forma.

—Sólo voy a hacer mi trabajo como Doctora de Hadas.

—Hablemos una vez más sobre nuestro futuro.

¿Por qué tiene que ser así? 

—¿Atacaste el barco solo para poder decir eso? Si el barco en el que estaba informa en el próximo puerto, serás perseguido de nuevo como un criminal.

—Está bien, porque ya tuve una conversación con esa compañía naviera. Lo hicimos como un simulacro de emergencia.

Entonces, ¿eso significa que los sobornaste con dinero? 

—¡Lo que estás haciendo es insensato!

—¿No sabías eso?

Sí, lo sabía… 

La fuerza abandonó su cuerpo y sus hombros cayeron.

Edgar se arrodilló en el suelo sobre una rodilla y se inclinó para mirar a Lydia.

—Tienes que entender, Lydia, que una joven que va de viaje sola es insensato.

—Es trabajo, incluso si soy joven, o una chica, es normal que vaya sola.

—Si dices que es trabajo, entonces preferiría que no ignoraras la voluntad de tu empleador. Esto es con respecto a una de mis tierras. ¿No crees que es extraño ir sin pedirme consejo?

Era tal como decía, así que Lydia asintió.

Estaba molesta y frustrada por Edgar, pero este era un asunto diferente.

—Y otra cosa: tengo enemigos. Me preocuparía hacerte ir sola a una tierra lejana en un momento en que no puedo leer sus movimientos. Por favor, no hagas este tipo de cosas.

Cuando se dio cuenta de que le causó problemas, comenzó a sentirse culpable.

—Entiendo… —Se sintió confundida ante la sonrisa aliviada.

Sin embargo, incluso si ese argumento era correcto, era inexcusable secuestrarla.

Fue una experiencia sorprendente y aterradora para ella ser atacada por piratas. Pensó que su irritación no se olvidaría sólo con una sonrisa feliz pero ya no estaba enfadada.

—¿Edgar, este era el gato de tu prometida del que hablabas?

La chica de antes volvió a aparecer. Llevaba un gato gris y de pelo largo colgando del cuello.

Estaba siendo tratado como un gato, así que parecía estar terriblemente malhumorado.

—¡Nico!

Cuando la chica lo soltó, Nico se puso de pie sobre sus patas traseras y se apresuró a acomodar su corbata torcida.

—Oh, sí, Lydia, te la presentaré. Esta es la capitana del barco, Lota.

—Encantada de conocerte, Lydia.

La chica le tendió la mano y Lydia, que todavía estaba perdida en cuanto a lo que hacer, terminó dándole la mano a una pirata.

—Una cosa más —añadió la chica y llamó al hombre enorme que trajo a Lydia hasta aquí.

—Este de aquí es Pino. Es como un hermano pequeño para mí.

—¿H-Her… mano pequeño? ¿No una figura paterna?

No pudo evitar hacer ese comentario, al cual el hombre respondió con una expresión aún más enfurecida y le frunció el ceño a Lydia.

—Pino tiene la misma edad que Raven —informó Edgar.

Abrió los ojos de par en par. Echó un vistazo a Raven, que estaba de pie junto a la puerta, no pudo creerlo.

Incluso si no eran de los mismos rasgos raciales, el tamaño del brazo del hombre enorme era tres veces más grande que el suyo.

Pino puso una cara más irritada y frunció los labios.

—No me pongas con este «cara de bebé». Sólo mira mi edad.

—¿Lord Edgar me permitiría golpearlo?

—Sí.

En el instante en que dijo eso, el hombre enorme cayó al suelo derrotado.

—¡Q-Qué crees que estás haciendo pequeño bastardo!

—Pino, mejor no lo intentes. Sabes que no eres rival para él.

—Raven, solo puedes intentarlo una vez.

—Sí, señor —dijo Raven con calma, bajando los puños, mientras Pino sacaba la lengua y se levantaba.

Nico le dio unas palmaditas en la pierna a Raven como para animarlo y dijo:

—Los hombres como nosotros son subestimados solo por su apariencia, ¿no es así?

Lydia no pudo adivinar lo que Raven estaba pensando por su expresión cuando lo pusieron en la misma categoría de un hada, que parecía un gato sin importar cómo lo miraras.


[1] El estuario del Wash es uno de los principales entrantes del mar del Norte en la costa oriental de Gran Bretaña y es la zona donde desembocan los ríos Gran Ouse, Nene, Witham y Welland.

[2] Un clíper ​ es una embarcación a vela aparecida en el siglo XIX, de formas alargadas y estrechas, de tres o más mástiles y caracterizada por su alta velocidad.

3 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 6 – Capítulo 2: ¡Han llegado los piratas!”

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