¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Acto 47: Entrando en la Gran Librería (4)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


Era un regalo considerado, aunque Cordelia no deseaba aceptarlo. Sabía que rechazarlo sería de mala educación, pero la idea de quedárselo la incomodaba. Sin embargo, Isma sacudió la cabeza con suavidad ante las palabras de su hermana.

—No creo que sea necesario hacer eso. Aunque es un regalo deseando por tu pronta recuperación, no sería prudente que se difundiera la historia de que Su Alteza obsequió algo a una señorita con la que no tiene cercanía.Y, me encontré con él solo de casualidad, por eso me dijo que lo mantuviera en secreto.

Isma se rió levemente. Por supuesto, Cordelia estaba agradecida por no tener que darle las gracias…

—Pero, ¿no sería eso descortés?

No quiero involucrarme con él, pero debo ser educada.

Si no le doy las gracias, parecería que lo recibo como algo natural, y sería como caminar por el mismo sendero que Cordelia, quien acabó en la ruina.

Isma se llevó la mano a la barbilla ante las palabras de Cordelia.

—Es cierto. Si realmente quieres agradecerle, lo mejor sería que se lo pidas al hijo de Flantheim. Seguro se reúne frecuentemente con Su Alteza, y no tendrás que preocuparte de que lo olvide.

Si es posible, prefiero no depender del joven Vernoux para esto.

Sigo pidiéndole que envíe cartas al joven Gille por mí, y no quiero darle más excusas para burlarse de mí. Además, esto involucra a su alteza Sylvester.

Pero esto también es culpa suya… De seguro evitará la mirada pública.

Primero, no sería raro que el joven Vernoux supiera que me envió un presente por la ocasión. Lo único que me preocupa es que el joven Clive, que me ve como una “mujer malvada que apunta al príncipe”, se entere, pero seguramente podré evitarlo.

—Sí…

Le hubiera preferido recurrir a otros medios, pero la propuesta de su hermano resultaba ser la opción más realista. A pesar de haber decidido enviar una carta, no podía evitar sentirse deprimida al pensar en qué escribir.

Es solo para expresar mi agradecimiento. No será un problema si lo escribo de manera formal. O eso creo, pero…

Estaba acostumbrada a escribir cartas, gracias a su correspondencia con el joven Gille y al esfuerzo que había dedicado a ello desde pequeña. Confiaba en que su escritura no sería vergonzosa, sin importar a quién le escribiera, pero no lograba encontrar qué escribir de inmediato.

De todos modos, tengo que hacerle saber que no estoy lesionada.

Si no se lo hago saber, puede que envíe otro regalo de bienvenida. Pero si le pido al joven Vernoux que entregue la carta, entonces él podrá dar fe de mi reclamo aunque el joven Sylvester esté preocupado por el estado de mi lesión.

Cordelia creyó y decidió confiar la carta a Vernoux. Dejó caer sus ojos sobre los dulces en su mano.

Deben estar deliciosos ya que son dulces que el príncipe de este país comió y eligió.

Sin embargo, se sentía deprimida al pensar que era un regalo del joven Sylvester, aunque los dulces no tuvieran culpa de nada.

—Hermano, ¿te gustaría comerlos conmigo?

Cordelia levantó la vista e Isma se rió.

—No me importa. ¿Nos recomiendas un té para beber?

—De acuerdo.

Cordelia se alegró de que Isma fuera un buen hermano.

Isma siempre le contaba muchas historias, así que debería poder distraerse incluso comiendo dulces. Si Isma se hubiera negado, entonces podría haber pedido a Ronnie o a Lara, pero entonces tendría que ocultar el origen de los dulces. Si se le escapaba por casualidad, entonces acabaría hablando de cuando se cayó, y quería evitar eso.

Me alegro de que sea mi hermano quien los haya recibido. Si el joven Vernoux hubiera traído estos dulces aquí, entonces no tendría tiempo ni de pensar…

Cordelia recordó de repente que Clive no tenía una buena relación con Vernoux.

—Hermano, hoy he conocido al hijo del marqués Eames. ¿Siempre ha sido… tan animoso? —formuló la pregunta con delicadeza.

—Oh, ¿lo conociste porque sirve a Su Alteza? ¿Qué ha dicho?

La respuesta de Isma a la pregunta de Cordelia, sonaba como si ya tuviera una idea de lo que había sucedido.

Sin embargo, Clive no había dicho ninguna palabra ofensiva en contra de ella; se había limitado a tratarla con frialdad, salvo por su preocupación respecto a su gusto en hombres.

—No, el joven Vernoux y el joven Eames… —dudó, sin estar segura de cuán directa debía ser— parecen amigos que se entienden por completo.

Isma sonrió con ironía al verla escoger sus palabras con cuidado.

—Oh… Es un niño serio.

—¿Es eso normal? Y… oh sí. Quiero preguntarte, ¿has oído alguna vez los rumores de que el marqués Eames y nuestro padre están en malos términos?

—He oído un poco. —Isma asintió.

Ella disimuló su sorpresa.

—Es bastante famoso, pero no se trata de la casa Eames y la nuestra, sino de la relación entre sus actuales líderes. No tienes que preocuparte por eso. De hecho, puedo mantener cierta distancia con el marqués y su hijo, pero no los evito. Simplemente, no somos cercanos.

—¿Ni con el joven Eames?

Contrario a lo que dice mi hermano, su trato con ellos no parece el de alguien que no los conoce bien. ¿Será que los percibe de forma distinta?

Aunque pensaba en ello, Cordelia no estaba especialmente preocupada, e Isma continuó.

—Así es. Sin embargo, aunque la relación entre el marqués y nuestro padre sea mala, no se trata de quién tiene la razón. Cordelia, tú sabes que nuestro padre fue herido al proteger a Su Majestad, ¿verdad? En ese momento, muchos lo consideraron un mérito, pero el marqués Eames señaló enojado que el verdadero problema fue haber expuesto a Su Majestad al peligro.

—Ya veo…

—Dicho esto, he oído que no estaban en buenos términos desde antes de eso. Como sabes, nuestro padre es un hombre de pocas palabras… Y, deberías recordar que tampoco está en buenos términos con el jefe de la casa Clydereine.

—¿Casa Clydereine?

La voz que salió de Cordelia sonó como una pregunta, pero estaba agitada por dentro. Era sorprendente escuchar sobre el hogar de la heroína: la Casa Clydereine.

Cordelia había supuesto que la casa Pameradia y la casa Clydereine no se llevaban bien. Aunque ambas compartían el mismo rango que las casas conde, que habían contribuido a la fundación del reino, no mantenían relación entre sí. En el juego, la heroína conocía al príncipe en el mercado, y pertenecía a una familia que tenía una relación desastrosa con la de Cordelia.

—Pero eso es un poco diferente de la situación con el marqués Eames. Nuestro padre trabajó duro y acabó eclipsando al conde Clydereine, él cual considera a nuestro padre un rival, es muy… apasionado con su trabajo.

Isma, que parecía preocupado, había elegido bien sus palabras. Sin embargo, su explicación era un poco diferente de lo que Cordelia conocía del juego. Es verdad, ella recordaba que el bando de Pameradia le gruñía a los Clydereines.

—Bueno, no te harán ningún daño de frente, y el marqués habla conmigo. Es algo agresivo… pero, oh, cierto.

—¿Qué pasa?

Cordelia ladeó la cabeza ante el repentino cambio de tono de Isma. Isma frunció el ceño y puso una expresión complicada que era difícil de expresar con palabras.

—Te lo diré antes de que se me olvide. Cordelia, mucha gente visita el castillo. La mayoría son personas importantes. Con el tiempo, los irás conociendo.

—Sí.

—Sin embargo, hay excepciones. Si alguien extraño te habla, no dudes en acudir a nuestro hermano o a mí. Puedes… hablar con nuestro padre, pero es preferible que lo hagas con nosotros antes que con él.

—¿De acuerdo…?

¿De qué demonios está hablando?

Cordelia ladeó la cabeza y pensó en el significado de sus palabras.

Mis conocidos sin duda aumentarán. No solo en la Gran Librería, también podría encontrarme con personas que me hablen por cualquier motivo. Y como todos trabajan en el castillo, no creo toparme con nadie sospechoso… pero ¿por qué tendría que consultar con mis hermanos y no con mi padre?

Pensando en eso, volvió a observar la expresión de Isma y lo entendió.

¿Q-Quizás… me está advirtiendo que no me deje engañar por algún miembro del sexo opuesto? Si lo analizo, tiene razón, tengo solo catorce años, sin embargo, al recordarlo, pensó en cómo Cyrus se comprometió siendo aún más joven. Así que la edad podría no ser un factor.

No estaba segura de si alguien hablaría con ella, pero en primer lugar, no era una dama delicada. Sabía que tenía facilidad de palabra.

Estoy segura de que mi hermano conoce mi personalidad, y si algo sucede, solo tendré que mencionar el nombre de mi padre y sonreír. Creo que eso tiene un efecto bastante fuerte.

Cordelia reflexionó y entonces se dio cuenta de algo más importante.

Oh, voy a conocer a varias personas, a diferencia de ahora.

—Hermano, eso es… ¿significa que tendré un encuentro maravilloso?

Tal vez, ¿conoceré a mi futuro esposo?

Cordelia, que llegó a ese pensamiento, apretó su mano contra su boca. Ni siquiera había imaginado que esa oportunidad se presentaría incluso en un futuro lejano, no me digas que…

—Por suerte Ronnie estará allí…

Tuvo ganas de elevarse en el cielo, pero fue devuelta a la realidad por el susurro de Isma, que era tan silencioso que casi se lo pierde.

No, no… Entonces, ¿para qué demonios voy a la Gran Librería?

Pero al considerar que se preocupaba por ese tipo de cosas, sintió que pronto se uniría a las filas de los adultos de ese mundo.

—Bueno, vamos a tomar un té mientras seguimos charlando. Cordelia, ¿puedo pedirte que traigas un poco?

—Por supuesto.

—Y… ¿podrías no cambiarte el vestido hasta que padre llegue a casa?

—No. Padre vino a recogerme hoy, así que ya lo ha visto. Si me pides que prepare té, entonces me cambiaré antes de volver.

—Padre vino a recogerte… —susurró, sonriendo.

♦ ♦ ♦

Después de la cena, Cordelia escribió una carta a Sylvester en su habitación.

El papel que eligió no era el que solía usar, sino uno sencillo con el escudo de la Casa Pameradia en marca de agua. Sentía que nada de lo que hacía le resultaba familiar, pero no podía evitarlo.

Más tarde, haré que mi padre… No, mi hermano Isma lo revise.

Le parecía aceptable para una persona común, pero el destinatario era un miembro de la familia real. No podía permitirse incluir nada inapropiado, ni siquiera por descuido. Quería pedirle a su padre que revisara la carta, pero como estaba ocultando se lastimó, debía recurrir a su hermano Isma.

Es relevante recibir un regalo de Su Alteza, pero no puedo decírselo a mi padre.

Le habría resultado muy molesto que él malinterpretara la situación y creyera que escribía aquella carta con entusiasmo. Aunque le incomodaba tener que ocultárselo, no podía hablar con él sobre ello.

—Pero Su Alteza también dijo que se mantuviera en secreto, así que debo obedecerle —se justificó Cordelia, antes de dirigirse a la habitación de Isma con la carta ya escrita.

—Hmm. No creo que haya ningún problema con la carta. Pero parece una carta de negocios, no algo escrito por una niña.

Cordelia sonrió ante las palabras de Isma. Parecía que su carta de agradecimiento había resultado ideal.

De regreso en su habitación, escribió una segunda carta, esta vez dirigida a Vernoux. Le pedía que entregara la carta adjunta a Sylvester.

El joven Vernoux seguramente todavía se siente culpable, así que no se burlará de mí, pensó mientras sellaba la carta con ese deseo.

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