¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Acto 47: Entrando en la Gran Librería (2)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


Al igual que el primer piso, el sótano también estaba repleto de libros.

El rincón dedicado a las plantas estaba organizado de forma clara: un estante para plantas ornamentales, otro para hierbas silvestres, y un tercero para árboles y arbustos.

Cordelia tomó un libro de la selección y lo hojeó con atención. Luego lo devolvió a su lugar y eligió otro. Repitió el proceso varias veces, comparando la información con lo que ya conocía.

Aunque el contenido variaba ligeramente, llegó a la conclusión de que los libros sobre plantas que poseía su familia también eran excelentes.

La Gran Librería ofrecía una cantidad abrumadora de textos en diversos campos, pero en lo que respectaba a botánica, la colección de los Pameradia no tenía nada que envidiarle.

Justo cuando llegó a ese pensamiento, algo interrumpió su concentración.

—¿Clavo…?

Cordelia, que había dejado de pasar las páginas, abrió los ojos ante el nostálgico nombre de la hierba. Se quedó mirando la imagen del árbol dibujada junto al nombre y el dibujo de las hojas. De seguro no hay ningún error. Se trata del mismo Clavo que conozco y que no he podido confirmar que exista aquí.

Por supuesto, no lo sabré hasta que tenga en mis manos la hierba real…

El clavo de olor era el principal ingrediente de la medicina herbal, y en Japón se llamaba caryophyllus clove[1]. Debido a que su aroma se podía oler con fuerza a cien millas de distancia, se le llamaba incienso de cien millas o clavo caryophyllus. En la historia del mundo anterior aparecía con frecuencia.

YukiroSaori
En inglés, clove o cloves en varios idiomas. En español, se conoce como clavo de olor o simplemente clavo.

Por ejemplo, en la dinastía Han de China, los ministros se llevaban el clavo a la boca para perfumar su aliento durante las audiencias con el emperador, y hay quien dice que en la Era de los Descubrimientos, el rey español ordenó al explorador Magallanes que hiciera un viaje para asegurar las rutas del clavo.

Cuando aprendió sobre la Era de los Descubrimientos en la escuela, escuchó que la pimienta entre todas las especias, tenía el mismo valor que el oro, y siendo honesta, se sorprendió al descubrir que el clavo era diez veces más valioso que la pimienta en Europa en aquella época.

Estoy segura de que el clavo solo se producía en las islas Maluku en aquella época, y su precio era elevado debido a su rareza… ¿Lo recuerdo de manera correcta?

Estos clavos eran populares entre la realeza y los nobles y se servían al final de las fiestas con dulces azucarados, antes del boom de las especias.

Había muchas otras cosas, incluso había registros de que se utilizaba para evitar la oxidación de las espadas japonesas, pero en la época en que vivió Cordelia, la mayoría de la gente conocía el aroma de las clínicas dentales, debido a los aceites del clavo.

Si ese clavo existe en este mundo, primero quiero confirmar su existencia, pensó Cordelia al leer dónde creía y se sorprendió.

—Esto es… parte del feudo de la abuela Nirupama.

¡No puedo creer que los clavos crezcan en el feudo de la abuela Nirupama!

Cordelia no pudo evitar pensar.

Weltoria, donde gobierna Nipurama, es una zona muy cálida situada al suroeste de la capital real, pero la temperatura no es tan alta como la de las islas Maluku.

Sin embargo, incluso en las montañas cercanas a la Capital Real, las plantas de temporada crecen todo el año debido a la magia de la tierra, así que no es extraño que haya un lugar influenciado por la magia de su feudo.

Por el momento, Cordelia pensó en confirmar el asunto con la abuela Nirupama la próxima vez que la viera. Sin embargo, pronto reconsideró: lo mejor sería enviarle una carta de cortesía antes de cualquier encuentro.

Tal vez la abuela no conociera el clavo de olor en sí, pero si se lo preguntaba de manera indirecta, podría interpretarlo más como una propuesta interesante que como una simple petición de su sobrina.

Después de todo, era una gran admiradora de sus aceites esenciales. Cordelia estaba convencida de que investigaría el tema por su cuenta con gusto.

—Podría ser difícil convertirlo en una buena oportunidad de negocio, como en la Era del Descubrimiento, pero de seguro pueda aumentar mis variaciones de aceites esenciales… —dijo y de repente se dio cuenta.

Había estado mirando los libros y hablando consigo misma como lo hacía en la biblioteca de su casa, pero no estaba sola.

Maldita sea, pensó, mientras giraba despacio la cara hacia la dirección en la que estaba Clive.

Clive permaneció en silencio mientras miraba con atención a Cordelia.

—Lo siento, ¿he sido un poco ruidosa?

Clive ya parecía molesto desde el principio, así que Cordelia no sabía si realmente la consideraba ruidosa o no. Sin embargo, él la observó en silencio, con una mirada atenta que la hizo sentirse incómoda.

—No hay nadie más aquí…

Su respuesta fue tranquila, aunque no precisamente amigable.

¿Eso significa que no debo preocuparme? No lo tengo claro, pero al menos no me ha reprendido… por ahora. Cordelia decidió concentrarse más en su lectura. Tengo que leer con cuidado. No quiero que piense que soy escandalosa.

Con ese pensamiento, bajó la vista al libro frente a ella. Terminó de leer la sección sobre el clavo, lo cerró con suavidad y lo devolvió a la estantería. Por desgracia, no había encontrado ninguna información útil: el texto apenas lo mencionaba, tratándolo simplemente como parte de la clasificación general de árboles y matorrales.

Quizá pueda encontrar más detalles sobre los clavos de olor si hay libros sobre plantas en Weltoria, pensó mientras miraba los estantes, y encontró el lomo de un libro que parecía encajar en esa descripción.

No le daban miedo los lugares altos, pero no quería que los demás la vieran subir una escalera con un vestido, y podría parecer que ensuciaba su vestido.

Cordelia reflexionó mientras dudaba y decidió renunciar esta vez. Tenía miedo de pedirle a Clive que se lo consiguiera.

Es decepcionante, pero no me importa leerlo más adelante. Puedo volver pronto.

—Muchas gracias. Me voy a casa ahora.

—Ya veo. Entonces, por aquí.

Eso fue todo lo que Clive dijo antes de darse la vuelta. Parecía dispuesto a guiarla de regreso, aunque, por su actitud hasta el momento, era evidente que asumía que ella volvería junto al Príncipe. Sin embargo, fuera cual fuera el motivo, para Cordelia aquello resultaba una bendición.

—Muchas gracias.

—Está bien. De todos modos, ¿por qué crees que soy de la Casa Eames? No creo que nos hayamos conocido antes.

Cordelia se sorprendió de que Clive hubiera continuado con una pregunta porque pensó que solo le iba a dar una breve respuesta. Recordó que no se había presentado.

—Porque Su Alteza dijo su nombre. He oído que el hijo de los Eames está sirviendo a su lado. Me disculpo por haberte llamado así por mi cuenta.

—¿Dónde se enteró de eso?

—En la fiesta de té organizada para las damas. A veces asisto a ellas con mi tía.

A Clive, que seguía haciendo preguntas, Cordelia le ocultó que también había oído hablar de él por medio de Cyrus. Sin embargo, mientras él la interrogaba con tanto detalle, una incómoda sospecha cruzó de pronto su mente.

¿Será que el joven Clive cree que aspiro al puesto de reina? En otras palabras, ¿piensa que estoy obsesionada con el poder? Si era así, quizá la veía como alguien que incluso podría considerarlo a él como un “candidato a marido” en caso de que el príncipe heredero resultara inútil, y por eso la juzgaba como una amenaza.

No, eso es una locura, se dijo Cordelia, aunque la posibilidad no podía descartarse por completo.

Si él tenía dudas de ese tipo, entonces resultaba comprensible su insistencia. Sin duda, el joven Clive quería comprender bien a quienes consideraba peligrosos.

Sin embargo, si ese era el caso, entonces todo se basaba en un gran malentendido. Que la malinterpretara era una cosa, pero la situación se volvía cada vez más problemática. Cordelia deseaba cambiar de tema cuanto antes, aunque no lograba encontrar uno apropiado con la rapidez que necesitaba.

Fue entonces cuando recordó una duda que había tenido desde hacía tiempo.

—Ahora que lo pienso, ¿por qué el joven Vernoux te llama “joven Clay”?

Sabía que Clive trabajaba junto al príncipe Sylvester, pero no entendía la relación entre Clive y ese apodo. Podía ser una forma informal de llamarlo, pero no parecía encajar con la tensa relación entre Clive y Vernoux. A juzgar por el comportamiento de Vernoux, daba la impresión de considerarlo un amigo… aunque Clive no compartiera la misma opinión.

—No lo sé —respondió Clive, cortante, como si quisiera zanjar el tema de inmediato.

—Ya veo… —murmuró Cordelia, un tanto desconcertada por la respuesta seca.

Sin embargo, cuando mencionó el nombre de Vernoux, se le ocurrió otra forma de mostrar que no estaba interesada sin decir el nombre de Clive.

—Joven Clive, por favor, escuche —dijo Cordelia con voz seria—. Es un asunto privado, pero Vernoux me comentó que mi padre tenía un aspecto aterrador hoy… y parecía estar enfadado.

—¿Ocurrió algo? —preguntó Clive con un leve fruncir del ceño.

—Creo que mi padre es un hombre muy tranquilo y admirable. Cuando era más pequeña, solía decirle: «Quiero casarme con alguien como mi papá». Pero el joven Vernoux fue grosero al respecto, ¿no cree?

Cordelia recordaba bien aquella escena. Había tenido apenas cuatro años cuando dijo esas palabras, y aunque Elvis no le había respondido directamente en ese momento, más tarde se enteró por Hans de que su padre había quedado profundamente perturbado. También sabía que aquellos sueños suyos eran reales. Sin embargo, si omitía esos detalles, su comentario podía parecer fácilmente fuera de lugar o incluso ridículo.

Pero no se puede evitar. Si las cosas siguen así, entonces no podremos hablar.

A Cordelia le convenía que Clive la considerara inadecuada para ser reina; si solo hacía algunos comentarios groseros, podía dejarlo pasar sin mayores problemas. Sin embargo, si empezaba a tratarla con frialdad de forma evidente, los demás podrían malinterpretar la situación y pensar que ella tenía una actitud cuestionable.

Necesito que cambie su opinión de mí, después de todo, pensó.

Si declaraba abiertamente que le gustaban los hombres como su padre, bastaría para dejar claro que no estaba interesada ni en el joven Clive ni en el príncipe Sylvester.

Para Cordelia, eso era suficiente. Solo necesitaba que Clive comprendiera que no representaba ningún peligro, y que tampoco era una candidata a reina.

No obstante, su comentario resultó más impactante de lo que había previsto. Clive abrió los ojos con tal sorpresa que hasta la arruga en su entrecejo desapareció, y susurró con incredulidad.

—Tienes unos gustos muy raros —dijo Clive.

Su tono, esta vez, sonó muy distinto al anterior; no tenía dureza, sino una leve sorpresa, incluso un matiz de preocupación o comprensión.

Cordelia hizo un esfuerzo desesperado por mantener la sonrisa y evitar que su expresión se torciera. Aquella voz, antes cautelosa, ahora parecía sinceramente desconcertada.

El joven Clive dijo que yo era como el joven Vernoux… ¿pero no es él el que se parece a Vernoux?

Sinceramente, llamarme rara por decir que admiro a mi padre… ¿Qué demonios piensa todo el mundo de mi papá?

Cordelia no pudo evitar reflexionar con cierta indignación contenida.


[1] Eugenia Caryophyllus, el aceite de las hojas es conocido por sus propiedades antisépticas.

Ichigo
No te preocupes Dilly... te apoyamos. ¡El personaje de Elvis definitivamente tiene sus fans! Claro que una sería inmune a la mayoría de los hombres guapos si tuviera hermanos mayores que se parecieran a Cyrus e Isma.

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