Traducido por Ichigo
Editado por YukiroSaori
Al día siguiente, Cordelia, que había terminado su almuerzo temprano, subió al carruaje con Ronnie y se dirigió a la Gran Librería.
Después de hojear libros allí, planeaba visitar a su abuela Fulvia, una farmacéutica, pues había llegado la hierba medicinal que buscaba.
—Ah, sí, me enteré por Emina de que abrieron una tienda con deliciosos pasteles. ¿Qué tal si vamos antes de visitar a la maestra?
—Gran idea. Tendré que usar mi cabeza de manera adecuada para poder comer esos deliciosos dulces. ¿Sobre qué debería leer?
Cordelia estaba un poco sorprendida por la respuesta de Ronnie. Ella pensó que él tendría más ganas de comer el pastel, así que fue sorprendente oírlo hablar de la Gran Librería en vez de qué tipo de pastel quería probar.
Puede que Ronnie tenga más ganas de la Gran Librería de lo que esperaba. En ese caso, no debería interponerme en su camino por mis peticiones.
Aunque actúe como mi guardián, no necesita estar a mi lado en el castillo, y mucho menos en el limitado espacio de la Gran Librería. Quería que me alcanzara el libro que quería ayer, pero ya que el joven Clive no está a mi lado como ayer, y si no hay mucha gente en la biblioteca, debería poder subir una escalera y cogerlo yo misma sin que nadie me vea. Además, elegí un vestido que tenía pocas decoraciones.
Gracias a Ronnie pude conseguir el permiso, así que debo ser flexible en momentos como éste.
Al oír que el carruaje se detenía, Cordelia se animó un poco.
—Ahora, vamos.
Realmente había venido a visitar el castillo por sus propios pies.
Hasta el día anterior, hubiera querido gritar ante esta situación, pero hoy se sentía muy tranquila.
Hasta ese momento, no sabía cuándo encontraría al príncipe, pero se preguntaba si se sentía aliviada al saber que no venía mucho a la Gran Librería.
No es que no estuviera ansiosa, pero estaba más emocionada por el conocimiento que solo podía obtener de allí. Y, aunque esto era un riesgo, el joven Clive hacía todo lo posible para evitar que el joven Sylvester y ella se encontraran.
Sentí que la hostilidad del joven Clive hacia mí disminuyó, pero no creo que haya cambiado a mi favor. Seguro aún está en guardia contra mí.
—¿Señorita? ¿Qué pasa?
—Nada. Oh, Ronnie, esa es la dirección equivocada —dijo Cordelia. Ayer lo había aprendido de Clive—. Debemos girar aquí.
—Ojalá me lo hubieras dicho antes… —Ella creyó escuchar esas palabras, pero no le importó.
Después de un rato, llegaron a la entrada. Cordelia le explicó a Ronnie cómo usar el permiso, y ambos entraron en la Gran Librería.
—Oh. Hay muchos libros aquí. ¿Cuánto tiempo me llevaría leerlos todos? —Ronnie, miraba a su alrededor, su voz comenzó a animarse.
—¿Tienes ese tipo de afición?
Ronnie parecía impresionado. Debería tener los pensamientos de un comerciante, pero en cambio, él estaba deseando leer todos los libros frente a él. Cordelia sonrió con ironía.
—Si me sumerjo en los libros, el día se acabará en un abrir y cerrar de ojos.
Sus expectativas parecen altas después de todo. Cordelia se sintió aliviada al ver que Ronnie había olvidado que había dicho que irían a comer dulces después de esto.
Si está contento, entonces es genial.
—Ronnie, es tu primera vez aquí hoy, así que ¿por qué no vas a leer los libros que quieras?
—¿Está bien?
—Sí. Es una gran oportunidad.
—Umm, pero, señorita…
—No tienes que preocuparte por mí. También tengo libros que quiero leer.
—No es eso… Bueno, está bien. Incluso la señorita no podrá causar problemas aquí.
—Oye, ¿sabes que puedo oírte?
Cordelia no se preocupó por sus palabras arrastradas, pero se inquietó al oir que se preocupaba su comportamiento.
Me pregunto qué clase de delincuente cree que soy.
Nunca he causado un altercado, pensó, pero haciendo memoria, a veces se metía en problemas. Aunque no había sido voluntario, las preocupaciones de Ronnie eran acertadas teniendo en cuenta los resultados.
Sin embargo, como pensó Ronnie, no habría problema si ella no dejaba la Gran Librería.
—Voy a bajar al sótano.
—De acuerdo. Entonces, miraré por aquí antes de bajar.
No habían decidido una hora para reunirse de nuevo, pero podían predecir a qué hora debían hacerlo, ya que iban a pasar por la oficina más tarde. No se quedarían sin libros para leer, pues había muchos.
Cordelia bajó las escaleras, pensando que si no tuviera ningún plan, no estaría mal pasar todo el día allí, mientras caminaba hacia la misma estantería de libros de ayer.
—De verdad desearía tener más tiempo —murmuró mientras ponía las manos en la escalera frente a la librería a la que había llegado.
Nunca se había subido a una escalera desde que tenía este cuerpo, pero en su vida anterior había jugado con gimnasios de selva y barras de mono. El dobladillo de su falda le resultaba algo molesto, pero no imposible.
Está bien, ya lo tengo.
Sin embargo, también sentía curiosidad por el libro que estaba al lado.
Los libros eran algo pesados, así que pensó que podría dañarlos si los apilaba unos encima de otros, mientras cogía el primer libro y bajaba por la escalera. Lo colocó en el escritorio más cercano.
Muy bien, una vez más, pensó con entusiasmo mientras volvía a poner el pie en la escalera.
No dudó como antes, ya que era la segunda vez que la subía, y pudo coger el libro en un santiamén. Cuando estaba a punto de bajar, oyó unos pasos que se acercaban.
—¿Ronnie?
Él le había dicho que vendría al sótano más tarde, pero no había pasado tanto tiempo como para que él estuviera allí. ¿Pasó algo? se preguntó, pero la persona que apareció no fue Ronnie, sino Clive, quien tenía las cejas fruncidas.
Al igual que la sorprendida Cordelia, Clive abrió los ojos de par en par en cuanto la vio.
Creí que no vendría nadie… Esto no es algo que hacen las señoritas.
No era bueno saludar a alguien desde lo alto de la escalera.
Cordelia sujetó el libro con cuidado y bajó con velocidad de la escalera.
—Mucho gusto, joven Clive.
Lo saludó con dignidad, como si nada hubiera pasado.
Ella también adoptó una actitud de «¿Qué tal?», aunque sabía que era inútil, ya que él la había visto bajar de la escalera. No ser vista era lo más deseable, pero podía decir con dignidad: «Porque esto es la biblioteca».
¿Me está mirando con timidez o como si hubiera hecho algo malo?
Así es. Me han invitado a este lugar como investigadora. Como investigadora, debería ser capaz de inventarme una excusa para algo como una escalera.
Sin embargo, al contrario que Cordelia, Clive ha levantado la voz.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?!
—¿Qué pasa? Pareces nervioso.
—Claro que lo estaría… Es absurdo, ¿no?
Clive, que al decir esto había acortado con rapidez la distancia que lo separada de Cordelia, puso con vigor los pies sobre la escalera.
—¿Qué libro necesitas?
—¿Eh? Ya he cogido todos los libros que quería.
Ella estaba agradecida por la amable pero inesperada oferta, pero ya no tenía usos para la escalera. La arruga entre las cejas de Clive se hizo más profunda, pero Cordelia no podía hacer nada al respecto.
No me odia.
Puede que sea una persona bondadosa, pensó mientras contenía la risa. Podría disgustarse si ella se riera de su amabilidad. Actuó con calma.
—Está señalando que es peligroso, ¿verdad? Gracias por su consideración.
—Es obvio. Sería intolerable que te cayeras y te cayeras y te hicieras daño. Podría acabar como ayer.
—Gracias por tu preocupación ayer. Por fortuna, no fue para tanto.
—Aun así, no sabes cuándo volverás a hacerte daño.
Clive la miró con suspicacia, pero Cordelia guardó silencio con una sonrisa en el rostro.
—De verdad eres como el joven Vernoux, pero deberías tener cuidado con tu comportamiento de dama. ¿A tu criado no le dieron también un permiso? ¿No está aquí hoy?
—No ha venido como criado, sino como investigador. Como investigadora, soy más bien aprendiz, así que pensé que sería buena idea dejarle hojear libros por su cuenta.
—No solo es raro tu gusto por los hombres, sino que tu forma de pensar es muy libre.
Cordelia comprendió que la estaba llamando excéntrica de una manera indirecta.
Sin embargo, no sintió hostilidad en su voz. Parecía aturdido como ayer.
—¿No puede aceptar mi forma de pensar, joven Eames?
—No he dicho que sea mala.
Lo había aceptado, pero seguro no lo aprobaba, ya que no había dado una respuesta consensuada.
Cordelia concluyó que la discusión solo haría más profunda la zanja, así que cambió rápidamente de tema.
—Por cierto, ¿qué hace hoy aquí, joven Eames?
Clive había llamado a su permiso un pase, y no entraría en este lugar sin un propósito.
Cordelia ladeó la cabeza y puso mala cara.
—Busco al joven Vernoux y a Su Alteza porque no los he visto. Suelen ir al jardín, pero oí que estabas aquí, así que vine pensando que también estarían.
Parece que tengo que retirar mis comentarios de antes. Pensé que la hostilidad que el joven Clive tenía hacia mí se había desvanecido, pero parece que todavía me considera una persona peligrosa.
Aun así, no es tan malo como ayer, y me alegra que me mantenga alejada de Su Alteza.
¿Fue tan impactante para el joven Clive enterarse de que mi tipo era alguien como mi padre? En cualquier caso, era conveniente para ella que él no quisiera que se acercara al joven Sylvester, como en ese momento. Incluso si se encontrara con el joven Sylvester, se sentía agradecida, ya que parecía que él le permitiría retirarse de inmediato.
Sin embargo, Cordelia simpatizaba con Clive en una cosa.
—Lo tienes difícil.
Gracias por tu excelente trabajo, añadió Cordelia en su mente.
Era muy lamentable que ella pudiera darse cuenta de todo aunque él estuviera callado.
—Eres una chica muy habladora… —dijo Clive con expresión rígida, desviando la mirada.
¿Me está diciendo que no debería hablar más?
Cordelia observó su actitud torpe y decidió dejar de hablar del tema, después de todo ella era una de las preocupaciones de Clive.
—Perdona, ¿las prefieres calladas?
Cordelia, actuando distraída, bromeó, y Clive pareció estupefacto.
—Mi tipo no tiene nada que ver contigo. Solo pensé que te pareces al conde y al señor Cyrus, pero hablas mucho. Sin embargo, dicho esto, tampoco eres modesta como el señor Isma.
—Vaya, ¿has hablado antes con mi padre?
Aunque la pregunta no era del todo seria, Cordelia sabía que debía tener cuidado con ese asunto. Si Clive tenía un problema con Elvis a pesar de haber hablado directamente con él, y no por rumores o por la relación entre sus padres, entonces ella sentía curiosidad por saber el motivo.
Sin embargo, Clive frunció el ceño ante la pregunta de Cordelia.
—¿Crees que el conde tendría algo que ver conmigo? Si lo hace, entonces solo me miraría de reojo.
—Vaya, entonces puede que te equivoques. Mi padre y mi hermano Cyrus no son muy expresivos. De hecho, mi padre suele tener el ceño fruncido incluso cuando está en casa.
—Si ese conde es tu tipo, entonces tienes un tipo muy duro.
—Cada uno tiene su propio tipo, y no siempre se ven así. Me preocupa más que puedan estar simplemente cansados.
Cordelia solo expresó sus verdaderos sentimientos aunque él la mirara con suspicacia. Sin embargo, había veces en que ella pensaba que él estaba siendo sarcástico, así que sonrió un poco y continuó.
—Hablando de caras complicadas, joven Clive, tú también pones caras complicadas a menudo, ¿verdad? Si sigues haciendo esas expresiones, entonces tendrás arrugas entre las cejas aunque seas joven.
—Eso no es verdad.
—¿En serio?
Cordelia no hacía mucho que conocía a Clive, pero siempre tenía una arruga entre las cejas.
—Incluso si tengo esa expresión, es por ti en este momento.
—Oh, Dios, lo siento.
Seguramente esa no era la única razón, pensó mientras se movía un poco y Clive soltaba un profundo suspiro.
—No puedo permitirme estar tan relajado como tú. Aunque pertenezco a una casa de marqueses, el tercer hijo debe establecer rápido una posición clara para sí mismo…
Las palabras que había murmurado con rapidez se interrumpieron a mitad de camino. Cordelia ladeó un poco la cabeza y Clive pareció avergonzado.
—Disculpa.
Parpadeó ante aquellas palabras incómodas y no supo qué responder. Hasta entonces había pensado que Clive solo intentaba mantener alejadas a las personas indeseables de Su Alteza por su personalidad cautelosa, pero sus palabras anteriores sugerían que no era esa la única razón.
Pero es natural pensar en protegerse a uno mismo. Si yo estuviera en su lugar, también buscaría una posición estable. Nuestras situaciones son diferentes, pero yo también evito al príncipe para protegerme. ¿Qué tiene de malo aspirar a un futuro seguro?
Aunque, pensándolo bien, creo que él sí es capaz de conseguirlo. Si realmente quisiera agradar a Su Alteza, no debería estar advirtiéndole a él y al joven Vernoux. Le sería más fácil simplemente hacerse el desentendido.
Era fiel a sus deberes y no se limitaba a actuar como un simple seguidor; su actitud fastidiosa, que reflejaba disgusto por sus propias circunstancias, resultaba incómoda, pero también inspiraba confianza.
Tras reflexionar, se preocupó al verlo fruncir el ceño, absorto en sus pensamientos.
¿Quizá no se le da bien relajarse y tiene los hombros siempre tensos? Espera… ¿acaso se toma un respiro alguna vez?
—¿Qué pasa…?
—Joven Clive, esto puede sonar grosero, pero ¿tiene algún pasatiempo?
—¿Pasatiempos? No los necesito.
—Entonces, ¿cómo te tomas un descanso?
—¿Por qué necesito usar el tiempo para eso?
Cordelia se tensó ligeramente ante aquellas palabras que cerraban el tema con firmeza. Estaba a punto de negarlo, aunque fuera con una excusa débil, pero él la apartó de un puntapié.
No se toma ningún descanso.
Creo que cada quien puede tener los pasatiempos que quiera, siempre que no moleste a los demás. Da igual si alguien tiene muchos intereses superficiales, se enfoca solo en uno o ni siquiera tiene alguno. Todo eso puede cambiar. Incluso dormir una siesta basta para mejorar el ánimo.
Sin embargo, la respuesta del joven Clive daba a entender que no necesitaba dedicar tiempo a algo así. No, en realidad había afirmado eso.
—Joven Clive, es importante que la gente se tome descansos.
—¿Por qué?
—Si no te tomas tiempo para cuidarte, tu cuerpo y tu mente trabajarán en exceso, y no serás capaz de ver más allá. Joven Clive, pones demasiada presión en tus hombros; por eso, están tan rígidos, ¿verdad? También puede causar dolores de cabeza e insomnio.
Clive se estremeció un poco ante los consejos consecutivos de Cordelia.
Sin embargo, era una persona de carácter fuerte que podía sermonear a Sylvester. Clive miró de inmediato a Cordelia.
—Entonces, ¿el conde también tiene algún pasatiempo?
—Por supuesto.
—¿Ese conde?
—Joven Clive, ¿quién crees que es mi padre? —declaró.
Sé que mi padre también solía tener los hombros rígidos de tanto esfuerzo, pero siempre encontraba la manera de relajarse con actividades como la equitación y la esgrima. Aunque puede que eso causara su afección, pero igual son aficiones.
—Su Alteza se preocuparía si te derrumbaras. Los pasatiempos también son eficientes para el trabajo, ¿no vale la pena intentarlo?
Sin embargo, si sus preocupaciones venían del joven Vernoux y el joven Sylvester, tendrían que cambiar su comportamiento… Y eso estaba fuera del control de Cordelia.
—¿Quieres decir algo?
—Dijiste que soy capaz de ver más allá, pero ¿sabes algo? Algunos dicen que eres una dama que consume los tesoros del conde.
Cordelia se sorprendió por lo que acababa de decir, pero rápidamente se dio cuenta de que no era sarcasmo. Clive no causaría problemas a alguien que no le agradara.
Pero no creo que solo me esté advirtiendo. Tal vez, la razón por la que me mantiene alejada de Su Alteza es que soy una “dama de alto costo” que quiere acercarse a él, y teme que su reputación se vea afectada.
Si pienso en nuestra primera conversación, es probable que el joven Clive haya pensado que soy una dama de mala reputación. Esto parece su forma de confirmarlo. El invernadero de la Casa Pameradia es famoso, por lo que no sería raro que alguien creyera que le pedí algo caro a mi padre.
Sin embargo, como después se construyó algo similar en el castillo, se llegó a decir que el invernadero de la mansión Pameradia había sido un prototipo, y no una solicitud de Cordelia.
Cordelia se encogió de hombros.
—Es la primera vez que oigo esto, pero no me sorprende. No es agradable, pero todos tenemos animadversión por alguien.
Si alguien me dijera eso de frente, podría refutarlo, diciendo que conseguí mi dinero mediante el comercio, así que no hay nada de qué sentirme culpable. Además, no creo que sea una desventaja, porque si me ven como una señora incompetente que solo exige cosas, bajarán la guardia en las negociaciones. Puedo aprovecharme de eso. Ya conozco mi reputación y, en todo caso, no tengo tiempo para preocuparme por alguien que no sabe reunir información.
—No vale la pena preocuparse, ¿es eso lo que estás diciendo? La gente llama a eso negligencia.
—Así es. ¿Pero pensaste que mi padre se quedaría callado si fuera un problema?
Una vez, Cyrus le había contado que la Casa Pameradia tenía una red de espías. Aunque Cordelia nunca había obtenido información a través de esa vía, no creía que su padre no estuviera al tanto de los rumores. Además, si él no decía nada, eso significaba que no había problema.
—¿El conde? Parece que tengo que vigilarte más de lo que pensaba. No puedo decir lo que piensas en verdad porque estás demasiado tranquila. Como era de esperar de la amiga de la infancia del joven Vernoux.
Clive era tan duro como siempre, pero le pareció que se había abierto un poco a ella. Además, sintió que su expresión maliciosa se había desvanecido.
—No puedo perder el tiempo en un lugar como este…
—Entonces, que tengas un lindo día. Espero que encuentres a Su Alteza.
—No necesitas decirme eso.
El joven Clive se fue así, pero había pasado mucho tiempo. Cordelia estaba segura de que los jóvenes Vernoux y Sylvester estaban pasando el tiempo con tranquilidad. Mientras tanto, ella se dedicaba a leer los libros que había elegido. Nadie más la visitó durante ese tiempo.
♦ ♦ ♦
Un rato después, encargó a Ronnie, quien había encontrado un momento adecuado para encontrarla, los preparativos del carruaje. Mientras esperaba, observó las flores cerca de la Gran Librería. Estaban bien cuidadas, y aunque debería conocer sus nombres, le parecieron diferentes, con formas y colores de pétalos algo raros, como si fueran variedades únicas.
He oído decir de la madre del joven Vernoux que Su Majestad está llevando a cabo una cría selectiva en la fiesta del té… Pero me pregunto si lo habrá hecho con estas flores.
Cordelia se sintió intrigada por la rara flor, pero no tuvo la oportunidad de preguntarle directamente. Incluso si hubiera tenido esa oportunidad, no deseaba acercarse a la familia real. Decidió que la próxima vez que fuera a la Gran Librería buscaría un libro sobre ella. Estaba segura de que existía, pues era la biblioteca de la familia real.
Mientras pensaba esto, de repente sintió una mirada sobre ella y se giró, buscando su origen. No pudo identificar de dónde venía, pero la sensación era tan clara que parecía llamarla en silencio.
—¿Quién…? —murmuró, pero no pudo confirmar que hubiera una figura tan cerca como para oírla.
Por un lado, pensó que se lo había imaginado, pero era una sensación espeluznante que nunca antes había sentido.
Estaba dentro del castillo, un lugar donde, sin duda, debía estar muy vigilada. Con ese pensamiento en mente, Cordelia se concentró y comenzó a caminar lentamente hacia el origen de la mirada que había sentido. Sabía que debía esperar a que Ronnie regresara, pero la sensación que le había transmitido la mirada no era de malicia ni hostilidad. Decidió que solo echaría un vistazo y luego volvería.
Cordelia concentró su poder mágico en los ojos y buscó alguna presencia a su alrededor. El castillo, sin duda, estaba fuertemente vigilado en algunas áreas, pero ella intuía que la mirada provenía de una zona más alejada de las áreas más restringidas.
Justo en el lugar a unos pasos de ella, no había vigilancia cercana.
—¿Quién está ahí?
Era imposible que hubiera alguien allí, pensó, razonando con lógica. Sin embargo, en ese preciso momento, recibió una respuesta, acompañada por un susurro.
—Ha pasado mucho tiempo, señorita Pameradia.
Era una voz que no había escuchado en mucho tiempo, pero de seguro no quería escucharla.
—¿Por qué estás aquí…? Nadie espera que un fantasma aparezca de día, ¿verdad?
Una voz baja escapó de Cordelia ante la voz que no había escuchado en dos años.
