Traducido por Lugiia
Editado por Yusuke
Finalmente, el otoño llegó al tumultuoso continente Libelikan. Por orden de Amil, con los suministros complementados por la cosecha, 120.000 hombres partieron hacia el oeste de Bahar. En el camino no sólo había soldados baharenses, sino que también participaban Ribeldam, las provincias orientales y la capital. La lucha no era sólo para destruir el Frente Común de Liberación… también tenía órdenes de aplastar la oficina de la gobernadora general y retomar al traidor de Coimbra. El emperador Amil estaba acampado en la retaguardia y el ejército estaba dirigido por Falid Alain, el comandante de campo. Las condiciones estaban dadas para lo que sería claramente una victoria fácil.
El Frente Común de Liberación, por otra parte, también se había propuesto reunirse con el ejército imperial bajo el mando de Noel Bosheit, la gobernadora general. Se prepararon para acampar en las llanuras de Altvear y emboscarlos. Siden de Gemb y Elgar de la Coimbra unificada habían enviado refuerzos junto con Giv y Karmbeeth, que habían visto disminuir la presión del imperio. Como resultado, habían acumulado 100.000 hombres, más de lo previsto inicialmente. El imperio trajo 120.000; la comunidad 100.000. La mayor batalla desde la primera unificación bajo el Imperio de Horsheido estaba a punto de comenzar. Las cortinas se abrieron para ello en las llanuras de Altvear.
Falid, encargado de la vanguardia, extendió la serpenteante formación de norte a sur, preparándose para una guerra de agotamiento. Las fuerzas enemigas se movieron bajo las indicaciones de Noel para igualarlos, extendiendo ambos ejércitos en línea recta sobre la llanura para enfrentarse. Los temores de Noel no se manifestaron. La Caballería del Sol Negro no lanzó inmediatamente un asalto devastador ya que el imperio no estaba dispuesto a correr ese riesgo. Falid había sugerido dar un golpe mortal de inmediato, pero Amil lo había rechazado. Temía perder su preciada caballería tan pronto. Ambos comandantes enviaron repetidamente hostigadores para evitar pérdidas significativas. Si tales formaciones llegaban a moverse, revelarían aperturas que, si se explotan, podrían convertirse en una herida mortal.
Los ejércitos continuaron intercambiando golpes como dos esgrimistas atacándose y desviando sus ataques. Una vez que se iniciara una acumulación y un ataque por el flanco derecho, se opondrían rápidamente. En el frente, la retaguardia se vio obligada a avanzar para llenar los huecos, pero estos pequeños enfrentamientos no pondrían fin a la batalla. La caballería de Falid sería emboscada si intentaban apuntar a los vagones de suministro, y la fuerza de emboscada de Noel sería hostigada por los arqueros imperiales si los perseguían demasiado lejos, y así la vanguardia aumentaba y disminuía. Algunos oficiales Gembi de mente simple querían una lucha honorable y directa, pero Noel los rechazó de inmediato ya que estaba a favor de una guerra de agotamiento. El primero en moverse estaba en desventaja por el momento ya que las tropas enemigas que estaban al acecho podrían responder. Cada bando se redujo ante la determinación del enemigo. La insoportable lucha continuó durante un mes. Amil y Siden habían hecho planes para salir del punto muerto, pero ni Noel ni Falid se moverían todavía. Observaron los ejércitos por telescopio día tras día, buscando a los hombres, sopesando su fatiga y su moral, pero ambos percibieron que se acercaba una oportunidad. Dónde moverse, o dónde hacer que el enemigo se mueva decidiría el vencedor. Ambos comandantes llevaron su concentración al límite en busca del momento decisivo.
♦ ♦ ♦
Al comenzar el segundo mes, Noel decidió moverse primero; para finalmente comenzar la operación para la que se habían preparado y entrenado.
—Muevan mi cuartel general a la vanguardia, y construyan un fuerte como punto de lanzamiento. La guardia y los trabajadores serán elegidos por Riglette. El resto de mis tropas personales se dividirá temporalmente entre las otras secciones.
Noel declaró abruptamente tales cosas incomprensibles en el consejo de guerra, y Siden y Elgar expresaron su sorpresa. Su objetivo era esperar una oportunidad y llevar al enemigo allí; la táctica de la que se había enorgullecido el antiguo Emperador del Sol, Bergis.
—¿Qué estás diciendo? No he oído hablar de un plan para construir un fuerte ofensivo. Incluso si podemos completarlo con seguridad, no nos dará mucha ventaja táctica.
Aunque era una estrategia defensiva, era diferente de un castillo. Pudo haber afectado la moral al sopesar los riesgos, pero la opinión de Siden era correcta.
—Eso probablemente sea cierto, es como si pidieras ser atacado.
—Si lo sabes, entonces reconsidéralo. Eres el símbolo de la comunidad como nuestra gobernadora general. En la remota posibilidad de que seas capturada, la moral se desplomará. Si tienes la intención de provocarlos, hay otras maneras.
—¡Es como dice sir Siden! ¡No hay razón para transferirte al frente!
—Por eso tengo que ir. Si ponemos un cebo de alta calidad, la bestia que ha captado el olor no tendrá más remedio que venir.
—Puedo entender lo que dices, pero si falla, será la causa de nuestro colapso. En primer lugar, debemos restringir los ataques de la Caballería del Sol Negro. Si yo fuera el comandante imperial, sacrificaría otras tropas en busca de un uso para ellos. De ninguna manera debemos permitir que se involucren… Noel, por favor, piénsalo bien.
Siden insistió bastante, pero Noel negó con la cabeza, estaba más severa que de costumbre.
—Está bien. Si yo me muevo, ellos lo harán. Sin duda alguna. Allí es donde ganamos o perdemos. Como la actual comandante en jefe, al menos permítanme esto.
En realidad, Siden también había estado pensando en cómo romper el estancamiento. Ningún plan había sido tan arriesgado como el suyo, pero todos habían estado buscando crear una ventaja.
—Incluso si los atraemos, no podemos emboscarlos a medias. Hay que temerle a la Caballería del Sol Negro… ¿Tienes algún plan para eso?
Noel asintió fríamente en respuesta a las preocupaciones declaradas de Siden y habló en voz baja.
—Por supuesto. Está bien dejarme al problemático de Falid y a su caballería. Ahora mismo, soy la comandante en jefe, ¿entendido? Y todos están observando y esperando una oportunidad. Cuando ven una grieta en la armadura, tienen que moverse.
Desde el principio, Noel tenía la intención de tomar la vanguardia y atraer al enemigo, pero ante la gran oposición de sus aliados, había conservado su posición. Al igual que Siden, ciertamente se preguntarían por qué tenía una opinión tan peligrosa. Si aun así lo hubiera hecho, podría haber agrietado la cooperación de sus aliados. Ella había aprendido mucho de la anterior guerra entre Coimbra y Baharan. Se necesitaban pruebas para convencer a la gente.
Por lo tanto, Noel había esperado. Había empujado a sus aliados y enemigos por igual al borde de una guerra de agotamiento que simplemente redujo la mano de obra y la fuerza. Las observaciones que decidieron que era el momento de moverse habían sido tanto de aliados como de enemigos: ambos bandos habían empezado a quejarse. En tal situación, Noel podía causar un disturbio moviendo peligrosamente su cuartel general al frente, y construyendo simultáneamente un fuerte. Garantizaría que Falid se moviera. Aunque sabía que era una trampa, tenía que responder a la provocación de Noel. La falta de movimiento no sólo haría que se le tachara de cobarde, sino que probablemente bajaría la moral de sus tropas.
Noel se dirigió entonces a Barbas y enfatizó su punto.
—Barbas, toma los dragones y ataca repetidamente el campamento central del enemigo. Mantén un rango desde el que sepas que puedes retroceder. ¡No te excedas!
—¡Entendio! Déjaselo al Bloque de la Hormiga Blanca. ¡Jeje, parece que tenemos el mejó trabajo!
—Voy a decirlo una vez más, Barbas. No te excedas. El objetivo no es dar un golpe aplastante, sino hacer que avancen. Recuerda lo que debes hacer.
—¡Entiendo perfectamente sin que me lo diga dos veces! ¡Pó favó, déjemelo a mí, gobernadora general, su excelencia!
Noel asintió levemente al oír la respuesta de Barbas. Aunque dudaban, Siden y Gemb aceptaron su plan y no hubo más objeciones. Todo lo que quedaba era que el enemigo hiciera su jugada, pero Falid se negó firmemente a moverse. Aún después de tres días y noches de la provocación del Bloque de la Hormiga Blanca, Falid prohibió que sus tropas se movieran. Los soldados de la comunidad se mofaron y tocaron trompetas mientras les lanzaban fuego y proyectiles, enfureciendo a Rebecca y a los demás en el centro, pero él continuó ordenándoles que se mantuvieran a la espera.
—¡¿Por qué nos retienen?! ¡¿No ganaremos impulso masacrando a esos malditos?! ¡¿Por qué tenemos que temerles?! ¡¡¿No dijiste también que tenemos ventaja en la caballería, hermano?!!
—Eso es lo que quieren que hagamos. No hay razón para responder a una provocación tan obvia.
—¡No puedo aceptarlo! ¡En el continente siempre ganamos! Incluso vencimos a esa perra demoníaca una vez. ¡No hay razón para preocuparse!
—No perturben la formación. ¡Retírense!
Rebecca pateó una silla cercana y volvió a su formación. No era que Falid no pudiera entender sus sentimientos mientras se alejaba disgustada, y los otros soldados seguramente también estaban impacientes. Era obvio que el enemigo quería que se moviera. Por eso habían hecho varias incursiones nocturnas para provocarlos. Aparentemente, haber empujado a la Caballería del Sol Negro y a los soldados, sólo fortaleció físicamente la Operación Amanecer hasta sus límites.
No puedo quedarme sentado aquí para siempre. Si no hago algo, la moral de la tropa sufrirá.
Él estaba esperando que el enemigo bajara la guardia. No podía permitir que el fuerte de Noel terminara de construirse. No habría mucha diferencia, pero haría que las tropas imperiales se sintieran menos seguras. Sabía que era una trampa. Si tuviera que sacrificar tropas para detenerlos, lo haría, pero Falid lo estaba retrasando. Amil le había pedido que lo hiciera inmediato, y era la primera vez que Falid ignoraba sus órdenes directas.
Puedo entender completamente cómo piensa su majestad, pero quiero evitar ser el que capture a Noel, si es posible. Sólo me gustaría hablar con ella una vez más…
Al notar que había llegado un informe de un mensajero manchado de rojo, miró al cielo… también era rojo. El sol se estaba ocultando. En ese momento, Falid escuchó el sonido de una terrible explosión seguida de gritos y señales de trompeta de un avance.
—¡¿Qué es esto?! ¡¡Nunca ordené un ataque!! ¡¿Quién es el responsable?!
—¡Mis disculpas! ¡El grupo de la sargento Rebecca está liderando el asalto! ¡Está persiguiendo furiosamente a la caballería enemiga!
—¡Esa idiota lo volvió a hacer!
Falid dejó de lado el informe, pero rápidamente cambió de opinión. Esta podría haber sido una oportunidad sorprendentemente buena. El enemigo puede haberse dejado llevar por una sensación de seguridad y por ello atacaron demasiado profundo. Si ese era el caso, era el momento de moverse. Falid cerró un ojo y pensó mucho en lo que debía hacer; en lo que sería mejor para el imperio y para él mismo. Si iba, podría liderar la Caballería del Sol Negro a través de las tropas enemigas y asaltar el cuartel general de Noel. En el caso de que fuera una trampa, podría golpear a unos pocos soldados, y un gran número de ellos podría ser ocupado por la Caballería del Sol Negro, lo que le permitiría volver con vida. Sobre todo…
Noel me está invitando. Esta puede ser mi última oportunidad de hablar con ella, y eso significa que tengo que ir.
Los pensamientos de Falid se alejaron un poco de la larga guerra de agotamiento, priorizando sus propias opiniones sobre las órdenes de Amil y moviéndose hacia la vanguardia. Si iba en persona, podría hablar directamente con ella; una decisión que es mejor no tomar en circunstancias normales. La voz dentro de él que era leal al emperador le gritaba que se detuviera ya que podría ser una trampa. Amil le había ordenado que no desperdiciara la Caballería del Sol Negro. Un comandante supremo no debía ser imprudente o mostrar su propio valor, pero Falid dejó de lado las advertencias, eligiendo aceptar la invitación de Noel. Era la primera vez que se movía por su propia voluntad.
—¡De acuerdo, iremos después del grupo de Rebecca! ¡Nuestro objetivo es el cuartel general de Noel del Frente Común de Liberación! ¡¡Suenen la corneta para enviar a la Caballería del Sol Negro al frente!!
—¡Sí señor! ¡Todos, salgan! ¡No dejen vivir a ningún rebelde!
—¡¡Sí!!
Una baja explosión sonó en el campo de batalla cuando la Caballería del Sol Negro comenzó a moverse. Corriendo a través de las llanuras rojas, se acercaron a la base del fuerte con vigor. Todavía estaba muy lejos de ser completada. Había troncos y otros materiales de construcción tirados por allí. No era suficiente para perturbar a la caballería. Falid agarró su lanza en medio de su Caballería del Sol Negro, llevando la bandera del imperio del sol. Su objetivo era la audaz bandera del Frente Común de Liberación. Con el blanco teñido de rojo por el atardecer, casi parecía ser una bandera escarlata monocromática.
—¡No dejaré que te acerques a sir Noel!
—¡Fuera de mi camino!
La infantería se enfrentó a la caballería para obstruirlos. Tal vez el enemigo estaba exhausto, o inusualmente lento, ya que en un instante había cortado docenas de ellos.
—¡Avancen! ¡Nuestro único objetivo es Noel! ¡Tómenla, y ganaremos la guerra! ¡Muéstrenles a estos rebeldes el poder de la Caballería del Sol Negro!
—¡Huzzah!
Blandieron sus lanzas ante el incentivo de Falid. Se escuchó una explosión distante y se vieron llamas en el lugar donde Rebecca había corrido.
♦ ♦ ♦
En el cuartel general de Noel, la posición de la Caballería del Sol Negro fue confirmada por telescopio. Es probable que puedan llegar a ella sin sufrir muchas más bajas.
—Su excelencia, sir Barbas ha muerto en batalla. Estaba usando explosivos para atraer al enemigo.
—Transfiera el mando del Bloque de la Hormiga Blanca a Gorn.
—¡Sí, señor!
Probablemente Barbas había tomado la decisión sabiendo que las incursiones nocturnas por sí solas no provocaban al enemigo, y por eso optó por un método más peligroso al atardecer. Había atraído a la caballería enemiga, incluso al sol negro, pero a costa de su vida ya que no había podido retirarse. En algún lugar en el fondo, Noel pudo haber sabido que con Barbas al mando, habría llegado a esto, pero no tenía otra opción. Quería llorar, pero lo soportaba con una expresión severa ya que hacerlo sólo la debilitaría. Un comandante no podía llorar.
—Su Excelencia…
—Sí, tenemos cosas que hacer antes de afligirnos. Envía mensajeros a Riglette y a Kai. Una vez que haya comenzado, instrúyelos para que no muestren piedad. Si son poco entusiastas, todo será infructuoso. Déjale el resto a Siden y al joven maestro.
Noel se levantó con su bidente en mano, y confió el martillo de guerra a su lado al mensajero.
—Su excelencia, esto…
—Sí. Si no me tranquilizo al menos un poco, no ganaré. Odiaría perderlo, así que consérvalo por un tiempo, ¿entendido?
Poniendo en su lugar una daga en su cinturón, Noel se puso al acecho. El cielo era un atardecer rojo profundo, pero la ligera neblina que había probablemente no era solo su imaginación.
♦ ♦ ♦
La Caballería del Sol Negro continuó su avance. Falid empuñó su lanza desde su caballo, acabando con un soldado de la comunidad que cayó con la sangre saliendo de sus labios. Sin importar lo élites que fueran, deberían haber sido capaces de luchar un poco más. El enemigo era Noel, La Demonio, y sus soldados. Estos hombres eran mucho más débiles que los de Yavits.
Hay algún tipo de truco aquí.
Falid tuvo una mala premonición, pero ordenar una retirada en medio de una ofensiva aparentemente exitosa sería la cima de la estupidez. En el pasado, habían aprendido que los ataques débiles debían ser evitados, y así Falid siempre lo había hecho. La caballería se abrió paso entre los soldados y entraron en el fuerte. En lugar de esconderse detrás de los muros de madera, los soldados de la comunidad tomaron sus espadas y se lanzaron a la lucha. En el centro de la muralla exterior estaba el estandarte de los dos martillos. Era el cuartel general de Noel, la gobernadora general del ejército del Frente Común de Liberación. Desde el interior salió Noel, lentamente, y con una sonrisa.
En ese instante, un gran número de flechas llameantes entraron volando en el fuerte. Falid se apresuró a hacerlas a un lado con su lanza, al igual que su Caballería del Sol Negro. Tal ataque no sería suficiente para acabar con ellos. De hecho, las únicas víctimas fueron los soldados de la comunidad, que se incendiaron… no, estallaron en llamas al ser golpeados con las flechas, convirtiéndose en antorchas humanas mientras sus propios cuerpos alimentaban los fuegos de los demás. El fuego se extendió a las paredes, los bienes e incluso a los cadáveres. La fuerza de las llamas era antinatural.
—¡¿Q-Qué está pasando?!
—¡D-Detente, quédate atrás!
En medio de la confusión, Falid escuchó los gritos de su caballería. Los ardientes soldados de la comunidad agarraban con una sonrisa a la Caballería del Sol Negro. Tal vez con el uso de aceite, la llama se extendió rápidamente hacia ellos, envolviéndolos en pilares de fuego. Incluso cerca del cuartel general, la escena se repitió: caballos asustados arrojaron a sus jinetes, que fueron agarrados por los ardientes hombres de la comunidad, extendiendo las llamas. Cada hombre que Falid había entrenado personalmente, murió con gritos horribles. Ahora que estaba prestando atención, vio que el fuerte había ocultado un anillo de llamas. Las paredes y los cuerpos se usaron para completar las barreras en llamas que rugieron, alcanzando el cielo.
—¿Qué es esto? Noel, ¿qué has…?
—Fuego. Pensé que realmente sería lo mejor.
—Rodearse de llamas es una locura.
—¿Quieres cordura en una guerra?
—No, pero esto es claramente un error. ¡Ordenaste que tus propios hombres murieran!
—Sí, así es. Oye, ¿no es misterioso cómo se alegran todos de morir? Usamos esa medicina para que no sintieran el dolor. Estoy segura de que la has visto antes.
Probablemente era la censugrass lo que le preocupaba tanto a Amil, la vil planta que se propagaba como una enfermedad por el imperio. Además de causar alucinaciones, también podía adormecer los sentidos y eliminar el dolor, aunque eso causaba que algunos se destruyeran hasta morir.
—¿Es eso lo que un comandante debe hacer? Tú… ¿has desechado a tus propios compañeros?
—Soy un comandante. Tengo que minimizar las bajas. Sobre todo, tengo que triunfar. De hecho, incluso si no lo hubiéramos hecho, estos hombres de igual forma habrían muerto.
—¿Habrían muerto?
—Sí, sus tripas están todas podridas por esa enfermedad que trajiste del continente. Así que les di a elegir. Si cooperan conmigo, cuidaré de sus familias, y entrarán en la casa Bosheit. Así de simple y con gusto se ofrecieron como voluntarios. Jajaja, podría estar un poco feliz con todos los familiares que acabo de ganar.
Noel se veía orgullosa mientras se quitaba las cenizas que caían. Había conseguido que se aprobara la táctica herética, y su rostro no mostraba ninguna sombra de duda o arrepentimiento.
—Sólo para atraernos… has ideado un plan usando tantas muertes y a ti misma como cebo…
—Tu Caballería del Sol Negro son los soldados de la muerte, ¿no es así? Es injusto para ambos bandos. Y por eso estamos aquí en el centro de este anillo de fuego hecho con sus vidas. Esta es mi estrategia del anillo de fuego, pensada específicamente para quemarlos a todos hasta la muerte. ¿No son los monstruos débiles contra el fuego?
—Anillo de fuego…
El fuerte creó ese anillo alimentado por vidas humanas. Los hombres de la comunidad y la Caballería del Sol Negro fueron inmolados, dejando sólo a los dos monstruos de la Operación Amanecer.
—Todo lo que queda es resolver nuestras diferencias. Puede que a mí me parezca bien morir aquí, pero a ti puede que no.
Ella blandió su bidente, y Falid rápidamente preparó su lanza. Las llamas no se iban a calmar, probablemente alimentadas por las piedras de combustión que se dice que se usan en Carness. No, eso no parecía ser todo, Falid sintió que había otro poder involucrado.
—¿Tenías la intención de hundirte conmigo desde el principio? No puedes correr tampoco con llamas como esas.
—Aprendí que debo estar decidida a morir cuando desenvaine mi espada contra mi amigo. Por eso estoy aquí también. Ha pasado un tiempo, número 8.
—Jajaja, ¿así que lo sabías? En ese caso, habría estado bien que nos visitaras. Viste mi carta, ¿verdad, número 13?
Falid reveló una sonrisa amarga.
—¿No te dije que no podía ir?
Ella incluso le dijo que se reunieran en el campo de batalla. Pensando en ello, esa fue una de sus invitaciones, quizás con la intención de insinuar que él no podía hablar con ella.
—Aun así… quería conocerte. Pensé que si te acordabas de mí, podríamos tomar otro camino.
En realidad sería difícil, no, si la atraparan, o… Falid sonrió para sí mismo, dándose cuenta finalmente de por qué no había venido.
—Lo siento mucho. Somos amigos, pero enemigos. Tú estás en el imperio y yo en el Frente Común de Liberación. Ninguno de los dos puede cambiar de bando. ¿No es así, general Falid?
Le había suplicado muchas veces cuando estaba en la isla de Willa específicamente porque no quería que llegara a esto.
—¿Por qué llegamos a esto? No tenía que ser así. La verdad es que todo el mundo debería ser feliz. Por eso luché tanto, pero nadie parece serlo. ¿Por qué?
Falid había trabajado duro como sus maestros le habían enseñado. No había ningún error en la palabra del emperador. Todo debería haber ido bien. Noel sonrió preocupada, su nostálgico rostro fascinó momentáneamente a Falid.
—Después de todo, eres el general del ejército imperial. Será mejor que trabajes duro. Creo que es realmente asombroso. Cualquiera se alegraría de tener el puesto.
—¿De verdad lo crees? ¿No me odian? Quiero decir, soy el único junto a Amil…
—Está bien, nadie está molesto contigo. Están alabando todo el trabajo duro que has hecho.
—Jaja, cuando lo dices, suena tan creíble.
—Lo sé, es la verdad. Creo que todos nos han estado observando desde el principio.
Falid sintió cierta ligereza en sus palabras. En el fondo siempre había albergado sentimientos de culpa como el único superviviente; la promesa incumplida. ¿Cuánto se salvaría si lo que ella decía era verdad?
—Hasta ahora, he corrido mucho sin descansar, creyendo que servir a lord Amil le traería felicidad a todos, pero no salió bien. ¿Me equivoqué? ¿Dónde? Gobernadora general Noel, no lo sabría por casualidad, ¿verdad?
Falid aflojó su expresión, y Noel se encogió de hombros en respuesta.
—Creo que nuestros objetivos eran probablemente los mismos, pero en algún momento tomamos caminos diferentes. Apuesto a que sólo fue mala suerte, así que no se pudo evitar.
—Sí, puede ser. Es muy triste, pero así es el mundo.
Con los dos ojos cerrados, después de una respiración profunda, miró fijamente a Noel, preparado para matar. Aunque ella tenía a su bidente listo, no estaba lista para matarlo.
—No necesito morir por lord Amil. Te derrotaré aquí y escaparé. Mientras sobreviva sin importar cuán cerca esté de morir, lord Amil ganará la batalla. Una vez que tú, su héroe, estés muerta, la balanza se inclinará a favor del imperio.
—Como gobernadora general de la comunidad, no tengo intención de perder tampoco. No puedo dejarte escapar. Hay otros que pueden tomar mi puesto, pero si tú no estás, todo el ejército imperial se derrumbará. Con su líder fuera, el aumento de la Operación Amanecer se paralizará. La Caballería del Sol Negro no podrá ser mantenida. Incluso si nos matamos, será mi victoria, así que haré que mueras aquí mismo.
En medio de ese ardiente purgatorio, Falid y Noel se enfrentaron con sus armas especializadas. Falid podía sentir el calor quemando su piel. Un poco más y su cuerpo no lo soportaría. Endureció su voluntad de matar a su antigua amiga, compañera y a la mujer que amaba.
No puedo perder, pase lo que pase, ¡no puedo hacerlo!
Mataría a Noel y le llevaría su cabeza a Amil. Con la muerte del héroe de la comunidad, su símbolo, la moral se desplomaría. Si eso se aprovecha con un asalto completo, se desplomarían. La encrucijada del destino estaba justo allí en ese momento.
—¡¡Aquí voy, número 13!!
En el crepitar de una llama cercana, Falid cortó el aire caliente mientras cargaba hacia Noel. Podía ver todos sus movimientos, y ella no podía seguir los suyos. Su bidente nunca pudo alcanzarlo. Al igual que en todos sus combates de práctica, como en este último, Falid saldría victorioso.
En tres pasos estaría en rango de ataque, y el bidente de Noel no estaba listo. Dos pasos y no se había movido; un paso, y seguía sin hacerlo.
A una corta distancia, Noel soltó su bidente por alguna razón. ¿Tenía la intención de rendirse ahora, después de todo lo que había pasado? Falid ya estaba atacando, y sólo podía seguir adelante. No había nada que lo detuviera ahora.
Pero, ¿esto está realmente bien?
—¡¡Arrrgh!!
Dejó a un lado sus pensamientos ociosos, plantando sus pies, y retorciendo su cuerpo para enviar su mejor impulso. Era uno que había acabado rápidamente con innumerables enemigos. La punta de su lanza encontró la carne de su presa. La sangre salpicó los alrededores.
—¿Qué…?
Tosió sangre, su cuerpo estaba pesado y sus piernas temblorosas. Por alguna razón, no pudo poner fuerza en sus brazos. Además, sintió el ardor de una quemadura. Bajó la mirada y vio que la mano izquierda de Noel sostenía la daga que le había perforado el costado. Había atravesado un hueco en su armadura, penetrando profundamente y destruyendo varios órganos vitales. Era una herida mortal, causando estragos dentro de su cuerpo. Era increíblemente similar a la táctica que Falid había usado en el paso de Yavits, la diferencia era que Noel había llegado a recibir un golpe para atraerlo y entregarle uno de los suyos. Su lanza había atravesado claramente su hombro, tiñendo su armadura y su cabello aún más rojo. Su objetivo, sin embargo, había sido su corazón, y de alguna manera, había fallado. ¿Por qué había sucedido eso? Tal vez al final, había sido blando. El brazo de Noel le rodeó la espalda, y su mano izquierda clavó la daga más adentro. La herida claramente tenía poder de detención. Si quería resistirse, podría haberlo hecho. Tenía suficiente fuerza para derribarla con él, pero no lo hizo. Falid la rodeó con sus propios brazos en un abrazo; un abrazo cubierto de sangre, pero que aun así le alegró.
—¿Sabías que… dudaría?
—Lo siento mucho. Esto fue todo lo que se me ocurrió. No puedo ganarte en una pelea justa ya que eres más hábil.
—Ja… jaja… bien dicho, 13.
Falid se derrumbó encima de Noel. Allí en el suelo, los dos se separaron para mirar al cielo.
—¿Es esta la promesa que hiciste?
—Sí. No fue bonito, pero pensé que nos pelearíamos. Perdón por ser injusta.
Ella había prometido tomar la espada por Amil, y también que lucharían juntos. No había trabajado por la victoria de Amil, sino por su derrota. El engaño era obvio, pero Falid no tenía la intención de enojarse, sólo que era inevitable con número 13.
—Je, eres tan terca con las cosas más extrañas. Por eso los profesores siempre estaban enojados contigo.
—¿Es así?
—Así es. Eres obstinada.
Ambos sonrieron adoloridos.
—Así que este combate es un empate, ¿verdad?
El aliento de Noel también se estaba volviendo superficial a medida que las llamas se acercaban. Los dos serían tragados muy pronto. Pensándolo bien, su charla puede haber sido una táctica de evasión, para asegurarse de que muriera, pero a Falid no le importaba. Habían sido capaces de tener una conversación adecuada al final, y él ya no se sentía tan mal por sus muertes.
—Si no podemos decir quién ganó, está bien decir que yo perdí… Eres incluso menos justa que antes… no, debería decir que eres más fuerte.
—Estudié mucho. Hablé con todo tipo de personas. Hubo cosas divertidas y dolorosas que llegué a experimentar.
—¿Es así como fue? —dijo Falid desde el corazón—. Estoy muy celoso. Bueno, ha sido así desde entonces.
Las únicas cosas que había estudiado habían sido sobre guerra, pero Noel probablemente había experimentado una amplia gama de estudios. Se preguntaba cómo había llegado a vivir con tanta libertad. Desde la época en que estaba en esa iglesia, había sido libre.
—En definitiva, morir debido al fuego es bastante caliente. Aunque ya lo había pensado antes.
—Jaja, aunque sea tu propio plan… yo debería ser el que diga eso habiendo sido quemado por ti dos veces.
—Eso es cierto. Puede que me esté arrepintiendo un poco de las cosas ahora mismo.
—Jaja, eso es tan propio de ti.
Falid se rió asombrado, rociando con sangre el rostro de Noel.
—¿Me perdonarán todos? Sin embargo, eso acabará con todo.
—No te preocupes. No se ha terminado… No dejaré que termine.
Falid reunió toda su fuerza de voluntad para ponerse de pie, tomó el bidente de Noel y lo lanzó a las llamas tan fuerte como pudo. La pared exterior del fuerte se rompió, creando una grieta visible a través de la cual pudo ver a un caballero femenino diciendo el nombre de Noel. Una vez que confirmó la dirección, la levantó por el brazo.
—¿Qué estás haciendo?
—¿No es esa tu amiga? Vete. Te esperaré con todos los demás.
—No, 8, voy a…
—Adiós, 13, no… gobernadora general Noel Bosheit. Me gustaría volver a verte una vez que te liberen de tu cargo. En ese momento, el imperio y la mancomunidad no importarán.
Falid reunió todo su poder, toda la fuerza que le quedaba para vivir, y lanzó a Noel hacia la brecha. El cuerpo de Noel emitió un sonido de dislocación cuando la lanzó, pero quería que ella lo soportara. Podría vivir con unos pocos huesos fracturados. Entonces podría soportar todas sus esperanzas y sueños; los de Falid también. Sintió un poco de pesar al dejar ir el tesoro en sus manos incluso mientras moría, pero ya se había resignado al bien que yacía allí.
—Estoy… cansado, pero me pregunto por qué no me duele…
Falid se derrumbó una vez más, habiendo perdido sus fuerzas. Sabía que las llamas lo estaban envolviendo. No sería extraño gritar con tales quemaduras, pero no sintió nada en particular. Parecía que había tenido suerte al final. Eso era bueno, al menos. Miró al cielo crepuscular, envuelto en llamas, o eso es lo que había intentado hacer, pero ya no podía ver.
Una disculpa a Amil pasó por su mente, pero había hecho lo mejor que pudo, y sintió que sería perdonado. Falid no podía decidir lo que era correcto, o lo que debía hacer, y no quería hacerlo. No quería arrepentirse.
—El… anillo de fuego, ¿eh? Jaja, eso no es justo. Quiero decir, yo nunca…
Una sonrisa se filtró mientras estaba envuelto en el fuego. Lo último que se le pasó por la cabeza fue una imagen del rostro exaltado de Noel tras su victoria.