La consorte favorita del príncipe demonio – Capítulo 134: Te amo (2)

Traducido por Lucy

Editado por Meli


—Cang…

—Maestro, ¿qué ocurre? —preguntó el sirviente, que apareció en la puerta tras ser llamado.

—¡Retírate! —La persona retrocedió de inmediato, sobresaltada—. Qing Qing…

La miró a los ojos brillantes como las estrellas, esos que lo habían cautivado desde el primer momento; hundiéndose en un sentimiento del que no podía liberarse.

—Qing Qing, lo que dijiste en el banquete, ¿todavía cuenta? —Su agarre sobre ella no se aflojó, sus ojos estaban llenos de deseo ansioso.

—¿A qué te refieres? —contestó ella.

Feng Cang rió con amargura. Se inclinó y la besó; le abrió los labios con la lengua y saqueó su fragancia con fervor.

—Durante el día, dijiste que me harías rendirme ante ti… Qing Qing, ¿es verdad…? —Continuó besándola con pasión, luego agregó—: ¿Puedo continuar?

Su rostro se enrojeció, sabía a qué se refería, ella también lo quería, pero no encontraba la forma de responder a su pregunta.

—Qing Qing, ¿puedo? ¡Te deseo! ¡Este anhelo casi me vuelve loco! Qing Qing…

¡Él quería ser un caballero, pero había sobrestimado su propia fuerza! La mujer que amaba estaba a su lado y en sus brazos. Viéndola cada día y abrazándola cada noche. Oliendo la fragancia de manzana verde de su cuerpo y sintiendo el calor de su cuerpo; ningún hombre normal podía ser indiferente a eso.

En la silenciosa habitación, Murong Qi Qi podía oír los latidos de su propio corazón. Lo vio a los ojos, sus gruesas pestañas temblaban un poco.

Feng Cang la mantuvo en sus brazos, expectante, temía que se negara. Aunque no quería seguir alejado de ella, tampoco usaría la fuerza.

Quería que ella se entregara de forma voluntaria.

—Qing Qing, si no estás lista, puedo esperar. ¡De verdad! —Su voz tembló y ella lo notó.

—Cang —Puso sus manos en el cuello—. Estoy dispuesta.

Él contuvo la respiración, no creí lo que oía, estaba perplejo de la emoción.

—Estoy dispuesta… —Le besó la frente—. Estoy dispuesta…

—Qing Qing… —murmuró y la besó.

Sus manos temblaban un poco. No podía creerlo. ¡Ella estaba dispuesta! ¡Ella le amaba!

—Cang… —Sus mejillas brillaban en un tono rojo muy sensual, desvió la mirada al suelo—. Eso… no lo sé, no sé cómo hacerlo.

Aunque viajó en el tiempo, en su vida anterior experimentó las cosas del amor. Solo conocía la teoría que era peor que inútil en la práctica.

Feng Cang sonrió. Era lo mismo para él, ella era su primer amor.

—Qing Qing, yo tampoco lo sé —Se ruborizó.

Era razonable que alguien en su posición, a su edad, tuviera varias esposas y concubinas, así como un montón de hijos. Cualquiera que supiera de su castidad, se reiría hasta que se le cayeran los dientes.

Murong Qi Qi estaba visiblemente sorprendida.

—¡¿Por qué no puedo ser yo también virgen?! —Le mordió los labios—. ¡Te he estado esperando!

—Entonces, cómo empezar…

¡Eres tan estúpida!, se reprendió por su pregunta.

—Qing Qing… —Le mordió el lóbulo de la oreja, alertando todos sus sentidos—. ¡¿Por qué no empezamos con una declaración de amor?! Antes de conocerte, pensaba que nunca conocería a alguien a quien amar y que me amara. Mi tesoro… Hiciste que mi vida se volviera colorida. Comprendí que lo más dulce en el mundo es el amor. Me dejaste enamorarme de tu todo.

Feng Cang le besó la mandíbula hasta llegar a su barbilla. El abrazo en su cintura se acentuó, acercando sus cuerpos aún más. Con cuidado, la recostó en la cama, debajo de él. Apoyó el brazo cerca de su rostro, para que Murong Qi Qi no soportara todo su peso. Le acarició el cabello.

—¡Eres tan hermosa! —declaró y ella lo miró a los ojos, vio su reflejo en ellos. Él continuó—: ¿Sabes lo ansioso que estaba cuando Shangguan Wu Ji te llevó?

Feng Cang desató con cuidado el lazo del vestido de Murong Qi Qi capa a capa, despacio, para no romper con aquella tranquilidad.

—No estaba seguro de recuperarte. Fui tras de ti, no obstante, tuve miedo de que te fueras con él. Consideré que, si lo elegías a él, debía mostrar mi generosidad. Necesitaba apoyarte y ocuparme de las secuelas por ti…

El vestido había sido desatado; en su brazo, blanco como la nieve, resaltaba la marca de cinabrio rojo sangre.

Algo llamó la atención de Feng Cang, era la pequeña ropa blanca de forma extraña que llevaba a Murong Qi Qi: dos tirantes finos envolvían los hombros y sostenían dos telas del tamaño de la palma de la mano que le cubrían el pecho.

—Qing Qing, ¿qué es esto? —Sujetó uno de los tirantes.

—Es la ropa interior que diseñé, se llama sujetador.

—¿Mal agüero[2]? ¿Por qué no lo llamas buen augurio?

Murong Qi Qi se echó a reír. Su cuerpo tembló en las mantas rojas que cubrían la cama. Ella había olvidado que ese podría ser el primer sujetador en el mundo. Aunque planificó venderlos en Jue Se Fang, no tuvo tiempo y solo ella los usaba.

—¡Qing Qing!

Murong Qi Qi se levantó y su mano se enganchó en el cinturón de Feng Cang. Sin importar el estatus, la ropa de los hombres era fácil de quitar. Solo era cuestión de mover unos cordones.

—Cang, tu figura es tan encantadora como tu personalidad.

Feng Cang tenía los hombros anchos y la cintura delgada. Sus abdominales estaban bien definidas; ese cuerpo escultural y rostro hermoso, lo colocarían como el mejor modelo en el mundo moderno.

Murong Qi Qi se sentó sobre él y lo encaró.

—Yo… —balbuceó, estaba nervioso, no sabía cómo actuar.

—¡Yo te enseñaré!

Descalza, se puso de pie; de espaldas a él, se desabrochó el sujetador y lo dejó caer. Su larga melena ocultaba su desnudez. Se giró despacio y lo miró. El cabello la envolvía en una seductora capa negra. No parecía real, Feng Cang tragó saliva, la boca se le secó y no podía respirar.

—¿Te gusta?

Su belleza era celestial, toda la pasión de Feng Cang se convirtió en adoración, sentía que era imposible alcanzar a ese ser descendido del cielo.

Ay… ¡¿Por qué no es más moderno y acepta mi iniciativa?!, empujó a Feng Cang hacia la cama.

—Qing Qing…

Ella le besó el pecho y succionó. Las seductoras acciones lo volvieron poco a poco a la realidad, su respiración se agitó, su corazón latió más rápido y el flujo de sangre comenzó a concentrarse en zonas específicas. Su nerviosismo desapareció.

—Cang, ¿de verdad me quieres? —sollozó Murong Qi Qi, frustrada por su indiferencia. Enterró su rostro en el cuello de él—. ¿Por qué no puedo sentir tu amor?

Sus lágrimas lo sobresaltaron. Le rodeó la cintura con los brazos y se estremeció al sentir la suave piel bajo sus manos; disfrutó de la sensación.

—Qing Qing, ¡te quiero! ¡Mi corazón solo te tiene a ti! Ahora y en el futuro, ¡también será así!

—Entonces, ¡¿por qué no me lo demuestras?! —Lo miró con los ojos húmedos.

—Lo siento, Qing Qing. ¡Lo siento! —Le besó la cara, consolándola—. Qing Qing, eres tan hermosa, ¡no me atreví ni a tocarte! Qing Qing, perdóname… —Se fundieron en un profundo beso—. ¡Qing Qing! ¡Te amo!

La miró, aunque ella fuera un ser inmortal, había caído en el mundo de los mortales, destinada a ser amada solo por él.

—¡Te amo!

Feng Cang la besó una vez más, fue un beso en el que vertió todo su amor.

Sus manos, al principio temblorosas, exploraron su cuerpo. A medida que sus labios se volvían más apremiantes, las caricias fueron más íntimas, hasta que todo pudor desapareció.

Sus dedos callosos, despertaron la sensibilidad de Murong Qi Qi. Él abandonó sus labios para besarle la barbilla y el cuello, donde chupó con suavidad.

—Cang… —gimió en respuesta, sus ojos brillaban de una manera especial.

—Estoy aquí. —Feng Cang levantó la cabeza y la miró—. Qing Qing, ¡te amo!

—¡Yo también te amo!

Murong Qi Qi tenía ganas de llorar de felicidad. Ahora entendía las palabras de su padre adoptivo: «sigue a tu corazón».

—Qing Qing, ¿puedo? —preguntó con voz grave y entrecortada—. De verdad, ¿puedo?

Murong Qi Qi asintió y apretó con más fuerza sus manos en los hombros de Feng Cang. Había oído que la primera vez dolía y se sentía intranquila. Él lo notó y la apaciguó con besos tiernos y dulces palabras:

—¡Te quiero!

Era un hombre gentil. Ya no dudó más y lo besó con pasión, invitándolo a seguir. Su iniciativa fue el mayor estímulo, con cuidado, él unió sus cuerpos al fin.

—¡Duele! —susurró Murong Qi Qi, se mordió los labios para contener las lágrimas.

Feng Cang se detuvo, el sudor perló su frente, hasta que no pudo más.

—Qing Qing, si te duele, ¡muérdeme!

Ella le mordió el brazo y percibió el sabor metálico de la sangre. Él continuó su avance, permitiéndole adaptarse a la nueva sensación. Cuando la incomodidad de su cuerpo se alivió un poco, Murong Qi Qi lo instó:

—¡Cang, ámame!

Él sintió su cuerpo revivir y volcó todo su amor en el acto.

—¡Qing Qing, te amo!


[1] Wang/wangye: príncipe de primer rango.

[2] 凶兆(xiōngzhào): mal agüero, 胸罩(xiōngzhào): sujetador; son homófonos.

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