La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 117: La Primera Emperatriz

Traducido por Lucy

Editado por Sakuya


Me serené y me acerqué a él. Sin embargo, antes de que pudiera saludarle, Kapmen se dio la vuelta y se fue a otra parte.

Es un alivio… pero ¿por qué se fue de repente? ¿No estaba aquí esperando a alguien?

En ese momento, mis damas de compañía se acercaron y me instaron.

—Es hora de prepararse para la boda, Su Majestad.

—Hay mucho que hacer a partir de ahora. Además, ¡hoy debes acostarte temprano!

—¡Date prisa!

Aunque Mastas parecía desconcertada, también me apresuró.

Eché un vistazo a la espalda de Kapmen, y rápidamente seguí a mis damas de compañía hasta el palacio separado.

♦ ♦ ♦

Heinley se quedó mirando a Navier mientras ella se alejaba.

Aunque disfrutó del tiempo que pasó al lado de Navier, cuando ella le dijo que no causara problemas innecesarios con el Imperio del Este, en realidad se entristeció.

Navier lo había dicho en otro sentido, pero sus palabras se le clavaron en el pecho como una daga.

Además, la ominosa advertencia de Sovieshu de que “Navier le dejaría cuando se diera cuenta de que tenía dos caras” le hizo sentirse incómodo.

—Majestad. ¿No va a entrar? ¿No necesitabas un momento para ir al baño? ¿Por qué estás aquí así? ¿Es este el baño? —murmuró McKenna detrás de él estas últimas palabras.

—¿Querrá la Reina volver con él… si se entera de que soy basura? —preguntó Heinley, recostándose aturdido contra una columna.

Como leal subordinado, muchas palabras de consuelo surgieron en la mente de McKenna.

¿Por qué Su Majestad sería basura? Porque lo ha hecho todo por el bien del Reino del Oeste, porque Su Majestad ha cuidado de nuestro país como el Emperador Sovieshu cuida del Imperio del Este, ¿eso, y mucho más, le convierte en basura…?

Sin embargo, las reconfortantes palabras que salieron de su boca eran las de un primo cercano desconsiderado.

—La basura puede ser reciclada. Puedes estar tranquilo.

Cuando Heinley le fulminó con la mirada, McKenna huyó rápido hacia la sala de ceremonias.

♦ ♦ ♦

Por fin llegó el día de la boda.

A partir de este día, ¡me convertiré por fin en la Reina del Reino Occidental!

No, Heinley se proclamará Emperador, así que me convertiré en la Primera Emperatriz del Imperio Occidental.

Una ligera presión y emoción me invadió.

La primera emperatriz…

Aunque me convertiré en la primera emperatriz, el Reino Occidental era un país que ya tenía sus cimientos establecidos. El tamaño, la riqueza y el poder militar del país ya eran suficientes para considerarlo un imperio.

Incluso una vez que se convirtiera en el Imperio de Occidente, sería muy poco lo que habría que reestructurar.

Pero, aun así, cuando el reino se convirtiera en un imperio, sin duda tendría que cambiar algunas cosas, ya que este lugar sería mi nuevo hogar.

—Cielos, Su Majestad. Deje de fruncir el ceño.

—Ah. Lo siento.

—Le aplico polvo de perlas en la frente para iluminarla, pero no deja de fruncir el ceño, así que se estropea antes de fijarse bien.

No había podido hacer nada.

Ayer tuve que acostarme temprano, porque se dice que después de una buena noche de sueño, la piel tiene un aspecto más saludable y el maquillaje luce mejor.

Nada más levantarme por la mañana, tuve que darme tres tipos de baños y recibir masajes.

Desde entonces, mis damas de compañía se pasaron horas maquillándome y horas peinándome.

—¡Hemos terminado!

Justo cuando empezaba a sentir un hormigueo en cada músculo de mi cuerpo, la condesa Jubel exclamó y aplaudió.

Fue un alivio. Si hubiera tenido que esperar más, de verdad habría necesitado dar un paseo.

—Mírese en el espejo, Majestad. Está usted muy guapa —exclamó Rose con entusiasmo.

Volví en mí y me miré en el espejo. No quería hacer el ridículo como Rashta.

¡Oh my! Me encanta mi vestido de novia.

Era muy glamuroso. Aunque me lo había probado antes, era aún más increíble ahora que lo llevaba, peinada y maquillada.

Cuando me di la vuelta, la amplia falda del vestido se agitó y emitió un sonido metálico. Al mismo tiempo, el vestido brillaba.

—¡Qué bonito! Oh, ¡deberías hacerte un retrato con tu vestido de novia!

—Gracias, señorita Laura.

Esto se debía a que la falda del vestido estaba cubierta de joyas, pues en palabras de Heinley: “El Reino Occidental es la capital de las joyas”.

Aunque mis damas de compañía admiraban el hermoso vestido… Por fortuna, hoy Heinley se proclamaría Emperador. De lo contrario, sin una noticia así, todos pensarían que estoy obsesionada con las joyas.

Antes de que comenzara la ceremonia nupcial…

Todos los invitados distinguidos y nobles estaban ya reunidos en el salón, mientras yo esperaba en una pequeña sala contigua preparada de antemano para la novia.

Ya habíamos intercambiado nuestros votos matrimoniales, la ceremonia de hoy sería una mera formalidad.

Por extraño que fuera, sentí un hormigueo en las manos.

Heinley debería estar en la salita del otro lado. ¿Estará tan nervioso como yo?

Supongo que sí. Dijo que era su primera vez.. Ah, claro, matrimonio, ¿en qué estaba pensando?

—Su Majestad la Reina, ya puede entrar.

Mientras paseaba por la sala sin sentarme por miedo a que se me arrugara el vestido, el funcionario encargado del acto de Estado me indicó por fin que podía entrar.

Asentí, salí y caminé despacio por “el camino de la novia”.

Al otro lado, Heinley también entraba en la sala.

Una vez que nuestras miradas se cruzaron, sonrió con tanta alegría que era evidente para cualquiera.

La emoción se reflejaba con tanta claridad en su expresión que, para contener la risa, tuve que esforzarme por controlar los músculos faciales.

Reírse con moderación delante de los presentes no estaría mal visto, pero yo no podía reírme a carcajadas.

Caminé y caminé sin parar.

El camino de la novia… El camino en el que vivía sola sin Heinley… El camino en el que estuvo Sovieshu.

Antes de que surgieran pensamientos amargos, nuestros caminos se fundieron en uno solo.

Nos sonreímos un poco, luego nos giramos y nos dirigimos hacia el Sumo Sacerdote.

Nuestras manos se rozaron de forma natural en ese momento, y Heinley me agarró la mano con firmeza.

No solíamos caminar de la mano.

Me sentí avergonzada, pero también le tomé la mano con fuerza.

El Sumo Sacerdote, que había insistido con desdén en que no le invitáramos, nos sonrió un poco como si no pudiera evitarlo.

Sin embargo, una vez que nos detuvimos frente a él, susurró mientras abría el libro sagrado.

—He pedido que no se me invite.

Entonces, sonriendo, el Sumo Sacerdote preguntó a Heinley según el procedimiento.

—Ambos recorrieron caminos separados hasta que sus caminos se unieron y comenzaron a caminar juntos como marido y mujer. Rey del Reino Occidental, Heinley Alles Lazlo, ¿acepta caminar junto a Navier Ellie Troby el resto del camino?

Me quedé un poco sorprendida. Desde luego, no era la típica frase de boda.

Mientras le miraba sorprendida, el Sumo Sacerdote sonrió de forma juguetona. De seguro porque habíamos intercambiado nuestros votos matrimoniales en el Imperio del Este, adaptó la frase a la situación actual.

Sin embargo, la sonrisa juguetona del Sumo Sacerdote desapareció en cuanto Heinley dijo:

—Un momento.

Cuando el novio no respondió a la pregunta de si aceptaba a la novia y, en cambio, pidió al sumo sacerdote que esperara un momento, surgieron murmullos desde los asientos de los distinguidos invitados.

Habiendo ensayado esto ayer, esperé en silencio mientras observaba las reacciones de todos. Sin embargo, al ver la cara sonriente de Rashta me detuve. No había necesidad de observar a la gente que esperaba verme sufrir en este día.

Mirando a mi lado, Heinley seguía sonriendo con tranquilidad a pesar de la bulliciosa multitud.

—Primero tengo que anunciar algo.

Para sorpresa de todos, su tono era diferente al habitual.

Los distinguidos invitados se miraron entre sí, desconcertados. Heinley esperó a que se calmaran un poco y luego habló con voz firme.

—A partir de este momento…El Reino Occidental se convertirá en el Imperio Occidental, y yo, Heinley Lazlo, reinaré como Primer Emperador del Imperio Occidental.

Había un aire de dignidad en el tono de Heinley.

Los distinguidos invitados se quedaron aún más sorprendidos que cuando Heinley dijo: “Un momento”.

Como si no pudieran entender lo que estaba pasando.

Pero cuando algunos de los ayudantes más cercanos de Heinley, que ya estaban preparados para ello, aplaudieron, el pueblo del Reino Occidental les siguió de inmediato, aplaudiendo y vitoreando juntos.

Incluso los distinguidos invitados aplaudieron arrastrados por la confusión del momento.

Los murmullos se convirtieron poco a poco en una gran conmoción que resonó en toda la sala.

Al ver a los periodistas agitando de forma afanosa las manos, volví la vista hacia Sovieshu.

Sovieshu tenía la tez pálida, pero su expresión era indiferente.

¿Estaba molesto? ¿O pensaba que yo estaba obsesionada con ser emperatriz?

En cualquier caso, controlaba muy bien su expresión. En cambio, la expresión de Rashta era como si le hubiera arrebatado la corona de la cabeza.

Volviéndose de nuevo, Heinley recitó por su cuenta delante del Sumo Sacerdote.

—Yo, Heinley Allez Lazlo, Emperador del Imperio Occidental, acepto como esposa a la Emperatriz Naviera Ellise Troby.

El Sumo Sacerdote frunció el ceño por un momento al ver que Heinley lo hacía bien por sí solo.

Aun así, Heinley continuó y me preguntó, cambiando mi título.

—¿Acepta Navier Ellie Troby, Emperatriz del Imperio Occidental, casarse con el Emperador Heinley Alles Lazlo?

—Estoy de acuerdo —dije con una sonrisa, entonces el Sumo Sacerdote sacó el certificado de matrimonio.

Era el mismo certificado de matrimonio firmado en el Imperio del Este.

El Sumo Sacerdote dijo en voz baja, tachando las líneas que decían “Rey” y “Reina”.

—Por favor, firmen de nuevo al lado.

Después de que Heinley y yo firmáramos, el Sumo Sacerdote cerró el libro sagrado, proclamando de forma oficial nuestra unión.

Al mismo tiempo estallaron vítores más fuertes que antes.

Comenzó el banquete nupcial, Heinley y yo fuimos los primeros en bailar juntos. Sentí sus manos en mi cuello y en mi cintura con más claridad que nunca.

¿Era por lo que pasaría dentro de unas horas?

En cambio, Heinley no estaba nada contento por las joyas de mi vestido.

—Llevas demasiadas joyas, mi Reina. Siento como si pusiera mis manos en una armadura…

Intento actuar con severidad.

—Eres un águila desvergonzada. ¿Qué esperas? Solo baila.

Ante la severa reprimenda, Heinley susurra con una sonrisa.

—Suerte que nadie puede leer mis pensamientos.

¿En qué estaba pensando?

Tal vez… ¿tenía pensamientos parecidos a los míos?

Sin embargo, preferí no preguntar.

En lugar de eso, le agarré con más fuerza por la cintura. Entonces, vislumbré al Gran Duque Kapmen entre la multitud. Tras una serie de giros mientras bailaba, desapareció antes de que me diera cuenta.

¿Se encontraba bien? Tenía una expresión muy sombría tanto ayer como hoy.

Tal vez sea por mi boda.

Podría estar tan enamorado de mí en este momento por la poción mágica, que estaba celoso…

—Mírame.

Heinley se dio cuenta de inmediato de que estaba preocupada por el Gran Duque Kapmen, y susurró.

—Esposa, ahora mírame.

—Estás siendo demasiado codicioso.

Cuando le rebatí con burla, Heinley replicó con orgullo.

—Mi Reina es ahora mi mujer, y yo soy tu hombre.

Heinley murmuró: —Nos pertenecemos el uno al otro —antes de besar con naturalidad mi frente e inclinarse hacia atrás—. Tómame, mi Reina. Abrázame, envuélveme en tus brazos.

Qué adorable.

¿Cuántos años tiene menos que yo? Incluso en esta forma, seguía siendo lindo.

Sin embargo, Heinley era muy codicioso. Nunca había visto a nadie describir el matrimonio como un acto de posesión.

Después de nuestro primer baile, caminamos hacia los tronos tomados de la mano.

Sentados en nuestros asientos, uno de los oficiales encargados del evento se acercó con una bandeja de comida.

Heinley tomó la bandeja y la colocó en su regazo, mirándome con atención.

No puede ser… ¿quiere darme de comer delante de todos?

—Me gustaría darle de comer, mi Reina. Como la última vez.

Eso pensé.

Aunque estaba bien demostrar que teníamos una buena relación, darme de comer frente de todo el mundo no era algo que debiéramos hacer como emperadores.

Mantuve la boca cerrada y sacudí la cabeza una y otra vez.

Por suerte, Heinley era listo, así que me pasó el tenedor de mala gana.

—En otra ocasión, cuando estemos los dos solos.

A medida que pasaba el tiempo, otros nobles también empezaron a bailar en el escenario. Tal vez debido a la autroplocamación de Heinley, el ambiente era mucho más animado que en una fiesta típica.

Las voces de la gente eran cada vez más enérgicas y sus expresiones más brillantes. En especial, la gente del Reino del Oeste parecía muy emocionada.

Mientras observaba en silencio, me di cuenta de que nadie prestaba atención a las joyas que cubrían toda la sala.

Bueno, el Reino se había convertido en un Imperio, así que ahora no importaría lo glamurosa que fuera la decoración.

Ahora que lo pienso, no pude ver al Duque Elgy…

—¿Por qué no vino el Duque Elgy?

Era amigo de Heinley.

—Yo lo invité, pero no sé por qué no vino.

—Entiendo.

En cuanto Heinley empezó a hablar con McKenna, mi hermano se acercó y charlamos un poco.

Sin embargo, unas jovencitas, de seguro las que enviaron las cartas, no dejaban de mirar a mi hermano con ojos deslumbrantes, así que acabé enviándole ahí.

—Hermano, no te quedes a mi lado, baila también y diviértete.

Sin oponer resistencia, se acercó con tranquilidad a las jóvenes y habló con ellas. ¿Estaba mi hermano haciendo esto por mí?

Aunque parecía muy torpe.

Después de eso, conversé un rato con mis damas de compañía, y cuando se fueron a bailar, Nian se acercó y me saludó.

—Ahora eres de nuevo Su Majestad la Emperatriz. —Sonriendo con encanto, añadió en tono juguetón—. Este título te sienta mejor.

Los desconocidos nobles del Reino Occidental, o mejor dicho, del Imperio Occidental, que seguían a Nian, estuvieron de acuerdo con su comentario.

Sin darse cuenta, Nian parecía expandir su influencia rápido.

Una vez que Nian se marchó, miré despacio a mi alrededor.

Mullaney no estaba cerca de mí, pero sonrió y me saludó con discreción cuando nuestras miradas se cruzaron.

Nobles de alto rango cercanos a Heinley se acercaron a mí, y me expresaron su buena voluntad.

Heinley no tomó la decisión de proclamarse emperador de la noche a la mañana. Así que supusieron que yo era la razón por la que Heinley lo había hecho, y se mostraron agradecidos…

Sovieshu… Me pregunto qué estará pensando.

Aunque tenía una actitud serena, estaba solo, rechazando a cualquiera que se le acercara.

¿Qué pasa con Rashta? No la he visto.

Por alguna razón, Rashta no llamaba la atención. Destacaba en todas partes por su bella y maravillosa apariencia.

Oh, ahí está.

Ya veo por qué no ha destacado.

Ella estaba haciendo todo lo posible por pasar desapercibida.

¿Por qué actuaba así? Esa no era su personalidad.

Ah, lo entiendo… Es por Nian.

♦ ♦ ♦

Aunque el calor se elevó dentro de ella, Rashta trató de mantener un perfil bajo tanto como pudo.

Esto se debía a que la Duquesa Tuania y el Vizconde Langdel estaban aquí.

No quería verlos, así que hizo lo posible por evitarlos moviéndose de un lado a otro, pero como era la emperatriz, los ojos de los presentes siempre la seguían.

Por fortuna, nadie intentó detenerla por hablar a su paso.

Rashta consiguió acercarse a Christa tras dar varias vueltas por el pasillo. En ese momento, planeaba armar jaleo aprovechándose de los sentimientos de Christa. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera pretender conocer a Christa, de repente oyó el sonido de un abanico desplegándose y una carcajada.

Al darse la vuelta, Rashta vio a la duquesa Tuania acercándose a ella, rodeada de un grupo de caballeros y damas. Así como el vizconde Langdel, que en el pasado se había abalanzado sobre ella con un cuchillo.

Sintiendo un miedo instintivo, Rashta se apresuró a abandonar la zona una vez más.

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