Traducido por Lily
Editado por Sakuya y Herijo
—Pensé que la mataría en el instante en que pusiera mis ojos en ella.
Su voz descendió aún más, volviéndose más siniestra e inquietante que antes. Me hizo sentir incómoda. ¿Qué le iba a hacer a una bebé indefensa?
—O eso había planeado.
Resistí el impulso de descomponer el rostro. No necesitaba ver a Kaitel para saber la expresión que tenía en ese momento. Esta situación no era nada buena.
—Estás loco…
Oh, veo que estamos exactamente en la misma sintonía en ese aspecto.
Me sorprendí por un momento, pero luego lo entendí. Noté que el tipo que entró con mi padre era un ser humano sensato.
Oh, bien, eres una persona normal. Eso es genial.
—Dime algo que no sepa… —respondió Kaitel a la ligera, riendo. Era una risa profunda. Increíblemente profunda. Me estremecí cuando sentí escalofríos que, comenzando desde la punta de los dedos de mis pies, se extendieron por todo mi cuerpo.
Esto es aterrador.
—Realmente planeaba hacerlo.
Kaitel finalmente dejó de acariciar mi mejilla cuando sintió mi temblor. Y por eso le estaba agradecida.
—Es realmente mi hija… Repugnante, ¿verdad?
Me quedé sin habla ante las palabras dichas con esa voz escalofriante. Se me cayó la mandíbula, pero parecía que el sentimiento era compartido.
—Pero es tu hija.— replicó una voz monótona.
Así es, soy tu hija, imbécil. ¡Incluso los erizos quieren a sus propios bebés! ¡Eres peor que un erizo!
De todos modos, ese tipo es un caso grave que necesita ser estudiado. Este nivel de locura es otra cosa. A este ritmo, ¿quién sabe si alguna vez se casará? ¡Y tiene veintiséis años!
Solo era un año mayor que mi edad original.
¡Maldita sea! ¡Si tan solo no hubiera renacido como una bebé, la situación habría sido mejor!
Al final, abrí los ojos. Y tan pronto lo hice, lo primero que vi fue el rostro de mi padre con una expresión que podría congelar el mismísimo infierno.
—Es precisamente por eso.
¿Cuántas facetas diferentes tienes exactamente? Siento genuina curiosidad. ¿Qué eres en realidad?
A veces pareces normal y otras, verdaderamente desquiciado. Llevábamos tres meses en la vida del otro y, sin embargo, apenas sabía nada de él, aunque fuera mi padre.
Así es… Realmente era mi padre.
—¿Qué clase de gloria creyeron esas mujeres que obtendrían al engendrar al hijo de un asesino? Lo único que podrían haber conseguido era un trono manchado de sangre y deshonor.
Sus ojos brillaron con desprecio, pero no estaba dirigido a mí. Estaba mirando a lo lejos, más allá de mí. Estaba mirando a todas aquellas numerosas mujeres que querían tener un hijo suyo. Por la forma en que las miraba, se podía decir lo asqueado que se sentía al pensar en ellas. Era como si estuviera mirando a un insecto.
—Supongo que para algunas, eso es suficiente —dijo el hombre detrás de él en su defensa. Pero Kaitel no estuvo de acuerdo.
—Son desagradables.
Sí, solo con ver tus ojos, puedo darme cuenta de que realmente piensas así.
Estaba mirando a Kaitel, asustada y frunciendo los labios, cuando oí un suave suspiro de alguna parte. Oh, es ese tipo.
Parecían ser amigos. O tal vez ambos tenían una relación parecida a la de amo y sirviente. De cualquier forma, gracias a esa conversación, sabía que eran cercanos.
Sin embargo, nunca antes había oído esta voz, lo que me indicó que no era Perdel, quien siempre seguía a Kaitel a todas partes. Entonces, ¿quién es ese tipo?
—Si hubiera sido un niño, lo habría matado al instante.
Kaitel bajó la cabeza y me dio un beso en la frente.
—No habrá necesidad de otro emperador después de mí.
Sonaba honesto y genuino. Tragué saliva en silencio mientras me encontraba con sus ojos carmesí en la oscuridad, ojos llenos de una hostilidad asesina tan intensa que podría sofocarte. No es que estuviera dirigida a mí, por supuesto.
Pero aun así era aterrador.
—¿Tu hija no podría heredar el trono?
—Sí podría.
¿Eh? Esta es la primera vez que escucho tal cosa. ¿No hay preferencia por los hijos varones en este país? Pero no tenía ningún interés en heredar el trono.
Mi mano comenzó a temblar porque la mano de Kaitel estaba muy fría.
—Sin embargo… —Kaitel me soltó la mano y dio un paso atrás. —Antes de que tenga la edad para heredarlo, la venderé como a mi hermana.
¿Es raro que esté agradecida de que no planee matarme? ¿O es esta reacción normal? Aunque sentí cierta decepción, con toda honestidad, no me importaba que me vendieran. Y esa era la pura verdad. Si podía vivir, si él estaba dispuesto a perdonarme la vida, ¿qué razón había para negarse?
Parecía que me afectaba menos porque ya sabía qué clase de bicho raro era. Ya anticipaba este tipo de escenario y me había estado preparando mentalmente. Sí, incluso había considerado simplemente morir con dignidad si quería matarme. Aunque eso era innegablemente el resultado de ser una bebé indefensa.
Pero el otro hombre parecía estar más afectado que yo. Ah, cierto. No soy la única otra persona en esta habitación.
—Ya lo he dicho antes y lo diré de nuevo, pero realmente no eres humano en absoluto —enfatizó la otra voz con repugnancia.
Estaba de acuerdo. Así es, eso no es un ser humano. Es solo un loco.
Y, sin embargo, la reacción de Kaitel a esa afirmación fue reír.
Echó la cabeza hacia atrás para reír a carcajadas a sus anchas ahora que sabía que estaba despierta.
Oye, vas a hacer que venga la niñera. Baja la voz.
—Soy humano.
¿Espera? ¿Qué? Fruncí el ceño con incredulidad ante la criatura demente que afirmaba ser humana. Kaitel alcanzó mi mejilla una vez más.
—Solo tengo algunos defectos, eso es todo.
Bueno, qué alivio que te des cuenta.
Dejé escapar un suspiro. ¿Un suspiro ya a esta edad? ¿Un padre maníaco? El ridículo estado de mi vida…
Querido Dios, ¿no podríamos simplemente reiniciar mi vida? Me gustaría mucho cambiarla.
—Entonces, ¿por qué no la mataste?
La silueta que se acercó era bastante grande. Debe ser alto. No sabía si era porque lo veía desde el punto de vista de un bebé, pero parecía un gigante. ¿Y ahora qué pasa?
—Iba a estrangularla, pero sentí un pequeño latido en su cuerpecito. Había vida dentro de algo tan pequeño.—exclamó Kaitel emocionado, como si acabara de hacer un descubrimiento interesante.
—Me fascinó, así que me detuve.
—Todo el mundo tiene latidos
—¿Ah, sí?
Que alguien ponga fin a esta ridícula escena, se lo ruego. Nada de esto es divertido en absoluto. Por favor, déjenme en paz ahora.
¡Oye, papá, entrar en la habitación de tu hija a esta hora de la noche no está bien! ¿Entendido?
Ahh… maldición… ¿Por qué no puedo hablar? ¡Tengo una boca! ¿Entonces por qué no puedo usarla?
—Fue algo excesivo ejecutar a esa mujer—dijo el hombre con voz seria.
Desafortunadamente, no podía verle la cara desde donde estaba. Solo parecía una mancha negra.
Espera, déjame secarme unas lágrimas primero. ¡Tengo ojos! ¡¿Por qué no puedo verle la cara?!
—¿Quién?
—La que hizo llorar a tu hija.
La mano que acariciaba mi cabeza se detuvo cuando esas palabras le hicieron recordar. Fruncí el ceño. Mientras tanto, la expresión del rostro de Kaitel se ensombreció.
—Ah, esa.
La sonrisa en su rostro fue reemplazada instantáneamente por una expresión imposible de descifrar.
Apartó la mano de mi cabeza y se quedó allí, rígido como una piedra.
Parecía tan tenso que podría echar mano a su espada en cualquier segundo.
Apreté los puños por miedo, pero parecía que el hombre a su lado estaba lejos de tenerlo.
—Ejecutar a alguien por hacer llorar a tu hija una vez? El amor paternal es un poco excesivo, ¿no crees?.
—No es que hiciera llorar a mi hija —dijo Kaitel de inmediato.
—¿Entonces?
La mirada de Kaitel se posó sobre él por un momento. Simplemente se había quedado mirándolo, pero la presión que ejercía con sus ojos no era algo para tomar a broma. ¿Se enojó?
Esperaba nerviosamente un posible arrebato —o una pelea de espadas, ya puestos— pero Kaitel escupió sus palabras una por una, enfatizando cada sílaba:
—Ella tocó algo que era mío.
Fruncí el ceño ante esas palabras. Al mismo tiempo, escuché que la voz de Kaitel se volvía más grave.
—Es una alimaña que vino rogando misericordia en nombre de su padre para salvar a su país. ¿Cómo se atreve a no conocer su lugar y tocar lo que es mío? Eso se castiga con la muerte.
Un momento…
Algo se siente increíblemente mal. Algo no encajaba en la lógica detrás de esa afirmación, pero no podía identificarlo con exactitud.
Extraño. Algo es tan extraño.
Pero, ¿qué es? Algo no cuadra.
Luchaba por descifrarlo cuando el hombre volvió a hablar tras un momento de silencio.
—Entonces estás diciendo que tu hija no es una hija, sino más bien…
Kaitel lo interrumpió para declarar: —Esta niña es mía.
Ah, ya veo. Ya veo dónde está el error. Así que no me considera su hija. En otras palabras…
—Tocó lo que es mío. Debería habérselo esperado, ¿no crees?
¡¡No soy una “cosa”, lunático!!
FIN DE ARIADNA