Traducido por Dea
Editado por Damian y Herijo
—No hay necesidad de formalidades. Después de todo, solo estamos nosotros dos.
—¿Acaso no consideras a tu hija una persona? ¡Somos tres! —replicó Perdel mientras me veía arrebatarle mi juguete.
Tienes agallas, amigo.
Como esperaba, mi intuición no se equivocaba. El rostro de mi padre se endureció al instante ante el tono provocador. La mirada de Kaitel ya era lo suficientemente afilada como para que, cuando miraba a alguien así deliberadamente, incluso a mí solía darme tanto miedo que me salía una sonrisa nerviosa.
Pero parecía que las cosas eran diferentes entre amigos cercanos. A Perdel no le afectó en lo más mínimo esa mirada penetrante. De hecho, hasta esbozó una amplia sonrisa. Irritando aún más a mi padre.
¿Qué clase de relación es esta? Es como si se estuvieran fastidiando a propósito. ¿Qué son exactamente el uno para el otro?
—¿No te vas?
—No. No tengo nada que hacer. —De repente, Perdel levantó las manos en el aire con una sonrisa tonta en la cara.¿Exactamente a qué categoría de loco pertenece este tipo? Mientras lo miraba con un juguete en la boca, gritó con total deleite:
—¡Genial, es hora del descanso! ¡Yujuuu! ¡Un descanso!
¿Eh? ¿Siempre había sido así de frívolo? Me quedé desconcertada. Repasé una y otra vez los recuerdos de nuestros encuentros ocasionales durante los últimos diez meses, pero la imagen que me había formado en la cabeza no se parecía en nada a lo que estaba viendo ahora.
¿Cómo puede ser tan frívolo y tonto? ¡No! ¡Esta no es la imagen que tenía de él!
¡Se suponía que él era otro! Alegre y amigable por fuera, ¡pero por dentro escondiendo diez serpientes negras! Sonriendo a todo el mundo a la cara, pero a sus espaldas burlandose, pensando: «¡Ja! Este mundo será mío». ¡La mente maestra malévola que movía los hilos de mi padre, el tirano!
¡¿Dónde está esa mente maestra malévola ahora?! ¿Hola? ¿Señor mente maestra malévola? ¡Sentí un aura maligna tan fuerte en él que estaba segura de que un día traicionaría a mi padre y yo tendría que salir a su rescate! ¿Acaso esa aura maligna se evaporó en el aire o algo así? ¿Cómo es que todo lo que queda es un tipo que revolotea como una pluma? Maldita sea. ¡Siento como si me hubieran engañado! ¡Esto no está bien!
—Si ya terminaste tu informe, lárgate.
Quizás porque solo había visto a gente salir corriendo de la habitación cuando se les ordenaba “largarse” de una manera tan salvaje, me resultó bastante refrescante ver a Perdel reclinarse despreocupadamente en el sofá como si no le importara nada en el mundo. Incluso fue tan audaz como para servirse una de las galletas que le habían dejado a Kaitel.
¡Ugh, aun así! ¡Qué patán!
—Nop. Recuerdo claramente que en tu fiesta de cumpleaños me dijiste que me darías acceso a esta oficina imperial cuando quisiera si entretenía a toda esa gente en tu lugar.
—¿Y cuándo dije eso?
—¡Pero bueno, tú…! —Perdel frunció el ceño y se levantó de un salto. Claramente, mi padre lo había estafado otra vez.
Es un poco denso, ¿no? ¿De verdad volviste a caer? Supongo que lo echarán de la oficina muy pronto.
—¡Estafador! ¡Sabía que dirías eso, y por eso me aseguré de conseguir un contrato! —Perdel sacó un pequeño trozo de papel del bolsillo de su pecho.
Demasiado lejos. ¡No veo nada! Igual no es que pudiera leerlo.
Mientras tanto, Kaitel me quitó el juguete porque lo había estado chupando demasiado todo este tiempo.
¡Pero eso es mío! ¿Por qué me lo quitas? Solo lo hago porque me pican las encías ya que me están saliendo los dientes. Eres tan cruel. Agh, pero rascarme no es suficiente para aliviar el picor. ¡Acaba con mi sufrimiento, por favor!
—¡Ta-dá! ¡El contrato! ¿Ves esto?
Después de confiscar mi juguete y tirarlo a un lado, Kaitel me sostuvo en sus brazos de nuevo.
Bastardo. ¿Soy tu juguete o qué? No entiendo por qué no para de sostenerme. Pero la fría mirada de Kaitel hacia Perdel era realmente aterradora. De acuerdo, me callo, papá. Sabes que eres mi favorito en todo el mundo, ¿verdad?
—¿Cuándo te casas?
¿Eh? ¿”Casarse”? Miré a Perdel con los ojos muy abiertos. Perdel me devolvió la mirada y me dedicó una bonita sonrisa. Uh, um… Maldición. Qué guapo eres.
Se aclaró la garganta y luego dijo:
—El mes que viene.
Oh, así que pronto será un hombre casado. Mmm… Tengo sentimientos contrariados sobre esto.
Miré a papá sin ninguna razón en particular. Kaitel me devolvió la mirada. Sonreí cuando nuestros ojos se encontraron. Quizás por mis frecuentes monerías últimamente, sentía que ahora le gustaba a Kaitel. No estaba segura si me quería, pero definitivamente le gustaba. Toqué la mejilla de Kaitel, y él me levantó más alto para que mis ojos quedaran al nivel de los suyos.
Sus ojos, de un rojo que antes me resultaba inquietante, ahora se sentían cálidos. La ferocidad asesina que había presenciado cuando nos conocimos se había suavizado. Tal vez me lo estaba imaginando, pero eso era lo que quería creer.
Si las cosas hubieran sido como debían, mi padre debería haberme tenido después de casarse, como planeaba hacer Perdel. ¿Por qué cualquier circunstancia de una vida normal y corriente parecía pasar de largo para este hombre?
—¡Quiero darme prisa y secuestrar a Silvia para que podamos vivir bajo el mismo techo ya! ¡¡Quiero tener un bebé!! —Perdel se estaba impacientando aún más después de vernos.
Kaitel lo miró. Gracias a Dios. Casi pensé que podría empezar a llorar. Perdel sonrió brillantemente.
—Celoso, ¿eh? ¡Ya estoy comprometido! Soy un hombre casaaado. ¡Soy un hombre casaaado!
Y parece que eres el único entusiasmado con eso.
Ya había renunciado a intentar hacer coincidir al Perdel de mi cabeza con el Perdel que tenía delante.
No es lo que yo pensaba. Esta es una persona completamente diferente. ¡Maldita sea! Adiós al canciller mente maestra malévola que había imaginado… Todo es culpa de los malditos medios. Definitivamente he visto demasiadas películas.
—Jeje, ¡me caso antes que tú! ¡Celoso, eh! ¡Mi esposa es tan hermosa y encantadora, además! ¡Eso te da más envidia, ¿a que sí?!
La fanfarronería se le está yendo un poco de las manos…
Kaitel no era una persona lo suficientemente tolerante como para dejar que esto continuara por mucho tiempo. Efectivamente, buscó su espada y lo amenazó con una voz siniestra.
—¿Quieres morir?
La boca de Perdel se cerró como una almeja. Pero no era que su espíritu se apagara. Era simplemente un respingo.
—Solo déjame presumir un poco.
Kaitel había tolerado mucho hasta este punto. Parecía que, después de todo, sí eran amigos. Llegué a una nueva conclusión. Kaitel nunca escuchaba ni el diez por ciento de lo que decía Dranste, pero en realidad había estado escuchando a Perdel durante bastante tiempo. ¿Es del tipo “frío y distante de ciudad” que solo se ablanda con sus amigos?
—Ni siquiera puedo presumir de esto con Asisi. Y tampoco es que pueda con Dranste. Solo te tengo a ti. Así que, ¿por qué no puedes dejarme presumir, maldito tacaño?
Hubo un brillo peligroso en los ojos de Kaitel. —¿Quieres que acabe con tu vida? Solo dilo.
—Me encantaría vivir, Su Majestad.
Me preguntaba a dónde se había ido este Kaitel. Chasqueé la lengua en silencio y agarré el cuello de la camisa de mi padre.
Ah, me entristece un poco que estar en sus brazos me resulte tan familiar ahora. Oye, papi, ya es hora de que cedas el puesto a Serira, ¿no crees? Estoy realmente harta de esto.
Kaitel se sentó frente al sofá donde estaba Perdel, conmigo en brazos. Luego me sentó en su regazo. Las grandes manos que sostenían mis hombros se sentían suaves y cálidas.
—Tu luna de miel será de tres días.
—¿Qué? ¡Eso es muy poco! ¡Mentiroso! ¡Dijiste que me darías una semana!
—No puedo. La situación es demasiado urgente en este momento —dijo Kaitel con firmeza.
Perdel abrazó un cojín del sofá y refunfuñó.
—Pero ya le prometí a Silvia que podríamos estar juntos al menos una semana. ¡Eres lo peor! ¡Lo peor de lo peor!
¿Eres un niño? La niña aquí soy yo, pero el tipo que tengo delante actúa más como uno.
—Si no regresas a tiempo, reuniré a todos tus hermanos y los haré trabajar como esclavos para mí. Así que, haz lo que quieras —dijo Kaitel secamente, entregándome una galleta. Miré la galleta que había puesto en mi mano y luego le di a mi padre una mirada de desaprobación.
¡Oye, papá, ni siquiera tengo todos mis dientes todavía! Solo tengo dos dientes de abajo en el frente. ¿En qué estabas pensando exactamente cuando me diste esta galleta? ¿Esperas que la mordisquee como un hámster? ¿Quieres morir?
—Dijiste que yo era el único útil en mi familia. ¿Y aun así crees que vas a sacar algún provecho de mis hermanos? ¿Has perdido la cabeza?
—Aunque no conseguiré el mismo efecto que esclavizándote a ti, ciertamente puedo despertar algo de resentimiento en tus hermanos hacia ti.
—Eres el diablo…
Había oído esto de pasada, pero a diferencia de la disfuncional Familia Imperial de Agrigent, la casa del Marqués de Vitervo era conocida por valorar el parentesco por encima de todo y por ser muy unidos. No eran una familia noble cualquiera. Su profundo vínculo familiar, mantenido a lo largo de generaciones, era tanto su mayor fortaleza como su más grande debilidad.
El rostro de Perdel se ensombreció. Acercó más el cojín y procedió a hablar con pesadumbre.
—Eres el peor de todos cuando se trata de maldad. Lo admito.
Luego se levantó de su asiento como un zombi. Soltó el cojín y se dirigió cojeando lánguidamente hacia la puerta. ¿Qué le pasa? Parecía que no era la única confundida.
—¿A dónde vas? —Kaitel nunca fue de interesarse por los demás, pero esta vez se molestó en preguntar.
Perdel, sin embargo, pareció bastante irritado por la atención.
—Me voy a trabajar porque te odio. ¿Por qué?
—Adiós, entonces.
—Argh… —oí a Perdel tragarse sus maldiciones.
Pobrecito. Simpatizo contigo. ¡Tú puedes! ¡La vida no siempre es tan sombría! ¡Mírame a mí! ¡Mi papá se ha enamorado completamente de mí y no puede vivir sin mí ahora! Eso, por supuesto, no es más que un sueño mío, pero… ¡Bueno, va a pasar algún día! ¡Lo juro!
Después de una breve mirada fulminante, Perdel salió de la habitación. Tan pronto como se fue, las puertas de la oficina se abrieron de nuevo y un sirviente entró.
—Su Majestad, el Conde Sesculo desea tener una audiencia con usted.
Mi papi siempre está ocupado. Agité la mano. Adiós, adiós, papá.
Kaitel se rio suavemente, entendiendo el gesto. Aun así, se tomó el tiempo para colocarme con cuidado en la cuna y acariciar mi cabello. Su tacto se sentía un poco diferente al de hace unos meses.
—Volveré pronto, así que quédate quieta.
Después de aquel intento de asesinato, ni siquiera una doncella podía entrar en la sala de descanso sin su permiso. Y como si eso no fuera suficiente, Kaitel dejó abierta la puerta que conectaba la sala de descanso con la oficina. La oficina había sido reorganizada para que pudiera verme jugar con solo girar la cabeza desde su asiento.
Mi padre es bastante excéntrico. Mmm, entonces, ¿debería al menos intentar gatear dentro de la cuna?
Me puse boca abajo y doblé las rodillas. No había podido hacer esto el mes pasado, pero de la nada, de repente pude. El cuerpo humano es verdaderamente misterioso.
No puedo esperar a caminar. Pero para poder hacerlo, necesito ejercitarme mucho. Pues a ejercitarse. ¡Vamos!
Estaba estirando con entusiasmo mis brazos para gatear por la cuna cuando la puerta de la sala de descanso se abrió de repente.
¿Oh?
Me aferré a la barandilla, nerviosa y tensa mientras miraba hacia la puerta. Estaba lista para gritar si era necesario, pero no era un asesino quien entró. Se trataba de Perdel, colándose como un gato callejero.
Se acercó de puntillas a la cuna y se pegó a la barandilla. Miró hacia la oficina y luego se escondió sigilosamente en un punto ciego. Riendo para sí mismo.
Un momento. Pensé que te habías ido a trabajar, patán.
Mientras retrocedía sorprendida, él me agarró la mano con ojos brillantes.
¿Q-qué?
—¡Qué lindura!
Volvió a sonreír brillantemente. No pude evitar quedarme boquiabierta.
¿Quizás es simplemente un idiota?
♦ ♦ ♦
El clima era precioso. Contemplar el paisaje del Jardín de la Serenidad por primera vez en mucho tiempo me levantó el ánimo.
¡Estamos fuera! ¡Estamos de paseo! ¡Estamos de picnic! ¡Yujuuu!
—¡Baba! —Empecé a balbucear tonterías de nuevo porque estaba de muy buen humor. Últimamente hablaba más a menudo, pero no era más que ruido para ejercitar la lengua.
Pero a quienes más les gustaba escuchar estos sin sentidos eran las dos personas que tenía delante. Cuando decía cosas con significado real, lo descartaban como tonterías, pero cuando soltaba balbuceos al azar, se ponían muy contentos de oírlo.
Saben qué las odio a las dos, ¿verdad?
—¿Es así, Princesa? Oh, mirese.
—¡Buaba!
—Oh, qué adorable.
¿Te estás divirtiendo? Te lo estás pasando en grande, ¿a que sí?
Me habría encantado decir: “Esto se está volviendo molesto. ¿Podemos parar ya?”. Pero eran momentos como estos en los que Elene parecía más feliz, así que no me atreví a decirlo. Además, Serira nos estaba observando, con una expresión de satisfacción.
—Muy bien, Princesa.
Elene estaba tan impresionada de que pudiera imitar con bastante rapidez el movimiento de tocarme la palma de la mano con el dedo índice, que me animó como si acabara de ver la cosa más asombrosa del mundo. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Serira. ¿Estuvo bien, mamá?
—Cierra y abre. Cierra y abre.
—¡Cierrayabre! ¡Cierrayabre!
Cerré mis pequeñas manos en puños y las abrí, repitiendo la acción. Era un movimiento pequeño, pero sorprendentemente difícil de hacer una y otra vez. No lo había hecho mucho, pero ya sentía los brazos cansados.
Ah, qué más da. ¡Soy un bebé! ¡Hacer esto ya es impresionante!
—Bien hecho, Su Alteza. Nuestra encantadora princesa.
Sonreí ante los elogios y Serira me acarició el pelo. Se sentía un poco como lo que haría un gato, pero me encantaba tanto escuchar los elogios que instintivamente hundí la cabeza en sus brazos.
¡Gah! ¡Un poco más, mamá! ¡Más, más! ¡Más elogios, por favor!