Traducido por Dea
Editado por Damian y Herijo
—Todavía no estamos en ese punto.
—¿Perdón?
—He dicho que todavía no estamos en ese punto.
Fruncí los labios y me di la vuelta. Perdel y el hombre seguían inmersos en una profunda conversación.
¿Debería ir hacia Perdel y pedirle que me lleve con Serira? Ah, pero todavía no se me da bien hablar. ¡Y tampoco confío en poder volver por mi cuenta! El Jardín de la Serenidad era mucho más grande de lo que pensaba.
—Torino, sé lo que te preocupa.
Estaba debatiendo si salir o no cuando, de repente, Perdel sonrió. Fue una sonrisa leve, pero supe de inmediato que era completamente genuina.
—Pero es demasiado pronto.
Sí. Creo que también es demasiado pronto para que yo confíe en ti.
De repente, recordé lo de la semana pasada. A Perdel le habían prohibido la entrada a la oficina imperial durante un mes por haberme tomado de la mano a espaldas de mi padre. Había intentado escapar por la terraza, pero mi padre lo atrapó de inmediato.
¿Qué se puede hacer contigo?
—Por cierto, ¿no es preciosa nuestra princesa? —preguntó Perdel con una sonrisa tonta.
—¿Qué? Oh, sí.
¿Eh? ¿Por qué de repente soy el tema de conversación?
El noble llamado Torino se sonrojó ante la pregunta y asintió.
¡¿P-pero qué…?!
—Me dan ganas de tener una hija.
—¿Verdad? A mí también.
Esto me recuerda de repente a ese famoso dicho: criar a una hija es gratificante, pero criar a un hijo te volverá loco.
Perdel chasqueó la lengua con pesar.
Has caído rendido ante mis encantos, ¿eh? ¡Esto no puede ser!
—Mi esposa dijo que desearía tener una hija después de ver a la princesa en la fiesta de cumpleaños. Yo siento lo mismo, por supuesto. ¿Qué hay que hacer para tener una hija?
—¿Cómo sabría? Agh, nunca en mi vida he envidiado a Kaitel, pero últimamente, esto me está volviendo loco. —Perdel se agarró la cabeza con desesperación. Ver la genuina confusión en su rostro me produjo una extraña sensación.
¿Está realmente celoso por mí? No. No puede ser. Lo dudo. De ninguna manera.
—¿Se refiere a su hija?
—Sí. Es aún más adorable de cerca.
La duda te traicionará. ¡La duda te matará! ¡La duda es algo terrible que te da falsas esperanzas! ¡Maldita sea! No debería haber confiado en mi duda.
Después de todo, Perdel era un idiota. Su rostro se suavizó en cuanto me convertí en el tema de conversación, e incluso empezó a relatar lo que había sucedido la semana pasada. Cielos, qué idiota.
—Su piel es tan blandita. Ja, es como una muñeca viviente. ¡Una muñeca, le digo!
¿En serio? ¿Soy tan adorable? Me llevé la mano a la mejilla. Bueno, tienes buen ojo para la belleza. Parezco una muñeca viviente, ¿verdad? Je, je. ¡Más cumplidos para mí! ¡Soy linda!
—Pero se parece demasiado a Kaitel… Sí, él es realmente guapo. Vaya, es más hermoso que la mayoría de las mujeres. ¡Qué injusto!
¿O soy yo, o se supone que eso son insultos?
Después de tirarse del pelo con frustración, Perdel soltó un suspiro y se dio la vuelta. El único problema era que el lugar al que miró fue justo donde yo estaba. Había estado asomándome para escuchar a escondidas y me atraparon con las manos en la masa.
¡Oh, no!
Sin embargo, parecía que el noble aún no se había dado cuenta. Perdel parpadeó rápidamente y luego se frotó los ojos.
No hace falta. Sí, soy yo a quien estás viendo.
Decidí dedicarle una gran sonrisa para romper el incómodo silencio. ¡Una sonrisa grande, brillante y bonita!
—¿Pedel?
—¿P-princesa…? —Fue entonces cuando se dio cuenta de que era real y no una muñeca. Los ojos de Perdel se abrieron tanto que por un segundo pensé que se le saldrían de las cuencas.
¿Está bien? Uf, es un poco exagerado.
—¡¡¡No puedo creer que me recuerde, Princesa!!!
Me sentí como una líder religiosa conociendo a un devoto seguidor. Amigo, ¿a qué viene tanto entusiasmo? Verlo tan exaltado me inquietó un poco. Uhhh, ¿eh?
—No, esto no está bien.
Sí, la verdad es que no. Me arrepiento de haber fingido que te reconocía.
Perdel corrió hacia mí, se sentó enfrente y me miró a los ojos. Su rostro rebosaba de alegría.
—¿Qué la trae por aquí, Princesa?
No preguntes. Ni yo misma lo sé. Además, eso no es algo que se le pregunte a una dama, ¿sabes?
Lo miré y le sonreí para fingir ignorancia. Sus ojos se suavizaron de inmediato y me devolvió la sonrisa.
Lo tengo cautivado por ahora, pero ¿es realmente seguro? ¿No debería haber pronunciado su nombre? Me está empezando a dar miedo.
Estaba debatiendo seriamente si debía salir huyendo o no, cuando vi un brillo en los ojos de Perdel.
—De acuerdo, Princesa. —Me levantó en brazos.
¿Eh? ¡Oye!
Sorprendentemente, se le daba bien sostenerme. ¿Tienes mucha experiencia cargando niños? ¿Eres un veterano? Espera, no. Esa no es la cuestión.
Sonrió mientras me miraba a los ojos. Pero su sonrisa me dio escalofríos.
—¿Me haría Su Alteza el honor de pasar un rato conmigo?
¿Llegaré a casa sana y salva?
♦ ♦ ♦
Perdel me sacó del palacio a una residencia situada en la ciudad interior. Gracias a él, por primera vez en mi vida, pude ver el palacio imperial más allá de Soleil, e incluso las zonas de la ciudad interior donde vivían los civiles. Estaba tan hipnotizada por este nuevo mundo que veía por primera vez, que ni siquiera me di cuenta de que Perdel me había secuestrado.
Al principio me sentí desconcertada, pero rápidamente quedé totalmente absorta en todas las nuevas vistas. Debería haber llorado en el momento en que salimos del palacio. Esa habría sido la decisión correcta.
Ah, estoy condenada.
Pero todo era tan fascinante. Hasta ahora, solo había imaginado vagamente una tierra devastada por guerras frecuentes y que luchaba por sobrevivir, pero lo que vi en su lugar fue un Imperio de Agrigent rico y abundante. No pude evitar quedarme asombrada.
Por supuesto, yo misma vivía en la opulencia, pero pensaba que eso solo era posible porque era una princesa. Pero ahora que lo veía por mí misma, la ciudad interior superaba con creces mi imaginación.
¿Así es como se ve un imperio rico construido sobre el imperialismo? Las riquezas traídas de numerosas colonias fluían por el imperio como dulce miel. También entendí por qué los soldados de Agrigent estarían tan ansiosos por invadir otras naciones con sus lanzas y espadas. Debe ser difícil parar una vez que has probado una vida tan dulce. En muchos sentidos, es aterrador.
—¿Dónde está Silvia?
—La señora está en el jardín, Su Excelencia.
Perdel me había llevado a una mansión enorme. No sabía leer, así que no sabía dónde estábamos, pero a juzgar por los símbolos grabados por todas partes, este era un lugar de gran poder e influencia.
Pero, de alguna manera, me resulta familiar. Espera. ¿Es ese el mismo símbolo de mi pelota? Ahh, ¿cuál era el nombre otra vez?
—¡Silvia!
La mansión era tan grande que podría confundirse con un castillo. Pero Perdel encontró fácilmente el camino hacia el jardín sin perderse. ¿Un jardín?
Se sentía más correcto llamarlo invernadero. Estaba rodeado de paredes de cristal y lleno de plantas frondosas. Era tan grande que parecía sacado de una película. Vaya, es fascinante.
—Silvia, saluda. Es la princesa Ariadna. —¿Silvia? Es la mujer con la que Perdel se va a casar, ¿verdad?
Mientras recordaba vagamente la conversación de la semana pasada, me sobresalté al encontrarme con un par de ojos rosados. ¿Cómo podía una persona ser tan rosa? Su pelo, de un rosa claro y semirrecogido, ondeaba al viento como pétalos de flor.
—¡Oh, cielos! —La mujer, que disfrutaba de una tranquila taza de té a solas, se levantó de un salto por nuestra repentina aparición y accidentalmente volcó su taza. El té azul se derramó sobre su vestido blanco, dejando una mancha oscura.
¡Oh, no! ¡Eso parece caro! Fruncí el ceño, sintiéndome mal por ella.
—¿Estás bien?
—Sí, sí, estoy bien. —La mujer sonrió suavemente. Era hermosa. Tanto que era una pena que se desperdiciara con este idiota.
Vaya, es preciosa. ¿Cómo puede existir alguien así? Su tez era pálida como la porcelana e impregnada de un tono rosado, como si flores de durazno se hubieran derretido sobre un lienzo blanco. Era adorable, delicada y elegante. ¡Justo mi tipo!
Ooh, ¿puedo tomar tu mano, señorita? ¿Solo una vez? Era tan hermosa que, si hubiera sido mi vida anterior, definitivamente le habría pedido un abrazo.
A la gente que llamaba “promedio” la belleza de Serira, se lo admito. Mi madre es increíblemente hermosa a mis ojos, pero esta mujer ante mí es una belleza incomparable. ¡No puedo creer que Perdel se vaya a casar con este ángel! ¡Perdel, maldito suertudo!
—Su Alteza, esta es la mujer que será mi esposa. Preciosa, ¿verdad?
Sí. Es malditamente hermosa, sí. Le lancé una mirada de resentimiento a Perdel. Silvia sonrió tímidamente. Ah, eres tan bonita. Tu cara resplandece…
—Oh, un gusto, Su Alteza. Soy la señorita Aquileya.
—¡Peshosha!
¡Hasta su voz es hermosa! Aplaudí con admiración. ¡¿Por qué es tan espectacularmente guapa?!
—¡Oh, cielos! Habla usted muy bien.
Ah, hasta su sonrisa es adorable. Silvia me dedicó una sonrisa pequeña y tímida, sin saber cómo tomar la situación. Señorita, soy yo la que no tiene ni idea de cómo manejar esto. ¿Por qué es tan guapa? ¡No es justo! ¡¿Quién le dio permiso para serlo?!
—La última vez dijiste que querías conocer a Su Alteza, ¿verdad, Silvia? Así que la he traído hoy. ¿No te alegras?
—Es la primera vez que la veo de cerca.
Silvia se paró frente a mí con las manos entrelazadas. Parecía increíblemente conmovida, mientras que Perdel parecía complacido y orgulloso.
Canalla.
Me vinieron a la mente muchas cosas que quería decir, pero decidí aceptarlo. Sí, entiendo cómo te has convertido en un bobo tan devoto. ¡Cualquiera lo haría si se casara con un ángel como ella! Buahhh, es taaaan bonita.
Silvia, nerviosa, entrelazaba y desentrelazaba las manos, y luego tomó mi mano con cuidado. Su tacto fue tan delicado y lleno de cautela que me hizo sentir tan tímida como ella.
—¡Qué hermosa es! —Silvia sonrió con deleite al lograr sostenerme la mano.
No pude evitar sonreír también. Señorita, ¿cómo es usted tan hermosa? ¿Cómo es posible? Esto no puede ser real.
Sus ojos rosados se encontraron con los míos. Siempre había pensado que el rosa se vería extraño en una persona, pero ahora que la tenía delante, quedó claro que ningún otro color le sentaba mejor a alguien. Qué color tan adorablemente tímido y entrañabablemente vergonzoso.
—¿La has traído con el permiso de Su Majestad Imperial?
—Mmm-hmm.
¿”Mmm-hmm”? ¿Qué? Giré la cabeza hacia Perdel, estupefacta. Él asintió sin pestañear. Este tipo… Es un mentiroso de primera, ¿no? ¡¿Cómo puede estar tan tranquilo diciendo una mentira así?!
—Oí que el número de guardias en el Palacio Soleil se había duplicado desde el intento de asesinato del verano pasado. No puedo creer que te concediera permiso.
Me dolió el corazón al ver a Silvia sonreír tan radiantemente. Silvia, te están engañando ahora mismo. ¡He sido secuestrada! Pero por mucho que pudiera balbucear para intentar explicarme, mi falta de pronunciación haría imposible que me entendieran. ¡Maldito sea este mundo podrido!
—Claro. Como sabes, Su Majestad es todo un hombre. Estuvo feliz de concederme el permiso.
Claro, mi papá es todo un hombre, ¡pero nunca te dio permiso! Por supuesto, Perdel no me había sacado de allí sin más. Antes de irnos, garabateó algo en un trozo de papel y lo envió al palacio del emperador, pero…
Uh, um… dudo que mi psicópata de padre se vaya a quedar sentado pacientemente esperándome después de recibir esa nota. Sí. Ese era el principal problema.
—Pero me pregunto por qué enviaría a Su Alteza completamente sola. ¿No es normal que la acompañe una niñera?
—Ah, tienes razón. Me pregunto por qué… —Hubo una pequeña fisura en la sonrisa de Perdel ante las palabras de Silvia. Había ido sobre ruedas hasta ahora, pero esa pequeña fisura hizo que Silvia entrecerrara los ojos.
Ah, eres tan adorable cuando entrecierras los ojos así. De todos modos, ¿por qué quieres casarte con este tipo? Podrías encontrar a alguien mejor…
—Perdel —dijo Silvia con una sonrisa amable. Pero de alguna manera, se sintió aterradora. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda—. No me estarás mintiendo, ¿verdad?
—¿Q-qué? ¿N-no…?
Te ha pillado, pequeño canalla.
El rostro de Silvia se endureció. Perdel, de repente nervioso, empezó a balbucear.
Tsk, tsk, qué vergüenza. Mientras yo chasqueaba la lengua, Silvia reprendió a Perdel en silencio con una tensa calma. Perdel bajó la cabeza en señal de sumisión.
—No causé demasiados problemas. Tengo toda la intención de encargarme de las cosas después.
Por fuera parece una mente maestra malévola, pero viéndolo ahora, es difícil de creer. Ahora que lo pienso, ¿no era la primera regla de la Casa del Marqués de Vitervo “Todo por la familia”? Recuerdo haber oído algo así una vez.
Después de mirarlo fijamente durante un rato, ella finalmente soltó un suspiro. Apretó los labios como si no hubiera nada más que pudiera hacer.
—¿Estás seguro?
—¡Sí!
Vaya. Mira qué rápido se le dibuja una sonrisa.
A pesar de lo idiota que era la sonrisa, extrañamente tenía la capacidad de derretir los corazones. No lo conocía tan bien y, sin embargo, esa sonrisa tonta, por muy molesta que fuera, me hacía sentir como una tonta a mí también. Solo podía imaginar cómo hacía sentir a Silvia.
