La hija del Emperador – Capítulo 24

Traducido por Dea

Editado por Damian y Herijo


Silvia suspiró y negó con la cabeza, antes de rendirse ante las locuras de Perdel.

—La princesa es realmente adorable. Me encantaría tener una hija como ella.

—¡Puedes tenerla! —Perdel tomó la mano de Silvia. Luego se aclaró la garganta.

Un momento, ¿este tipo va a ponerse a cantar?

—Así que, por favor, dame una hija.

¡Vaya! ¡Miren cómo se sonroja! ¡vaya, vaya, vaya! ¡Oh, Dios mío! ¡Creo que esta pareja está a punto de ponerse manos a la obra! ¡Se me pone la piel de gallina! ¡Ack, qué locura! ¿”Dame una hija”?

Mientras tanto, el rostro de Silvia se sonrojó de alegría y bajó la cabeza ligeramente.

¡Ahhh, ahhhh! ¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?! ¡¿Por qué tengo que estar atrapada en medio de esta pareja empalagosa?! ¡Llévense sus cursilerías a otra parte! ¡Consíganse un cuarto! ¡¡Qué asco!!

—Se porta tan bien. La mayoría de los niños llorarían en un entorno desconocido.

—Nuestra princesa es diferente. Después de todo, es la hija de Su Majestad.

—De alguna manera, no tiene sentido, pero lo entiendo.

Los dos me miraron con afecto. Se sintió un poco extraño. Fue una sensación agradable, con un matiz de tristeza. Ahora que lo pienso, ellos dos me recordaban a los padres ideales que alguna vez imaginé. Se sentiría como una vida que valía la pena vivir bajo el cuidado de unos padres así.

Me quedé mirando al vacío, pensando en esas cosas. Aunque parecía un bobo despistado y un idiota, el padre era un canciller sorprendentemente inteligente, con gran riqueza e influencia. Y la madre, cálida, afectuosa y gentil, realmente se parecía a la madre ideal. De repente, sentí una punzada de envidia por el niño que nacería de ellos.

Pero aun así… no podía negar que ya le había abierto mi corazón a mi padre, a juzgar por el hecho de que no sentía ganas de dejarlo para ser adoptada en esta casa.

Suspiré para mí. ¿Qué puedo hacer? Era mi destino nacer bajo el yugo de ese hombre maldito. Hablando de eso, me pregunto si papá estará bien. No mataría a Serira ni a nadie porque esté enfadado, ¿verdad? No. De ninguna manera… ¿o sí?

De repente, oí un alboroto proveniente de la entrada del jardín.

—¡S-su Majestad!

Tan pronto como Perdel escuchó eso, me lanzó a los brazos de Silvia y corrió hacia la ventana.

Pero qué… ¿Vas a suicidarte o qué?

—¡¡Perdel!!

¡Su Majestad Imperial, el Emperador, había llegado! El intento de suicidio de Perdel había terminado, una vez más, en un simple intento. Kaitel irrumpió en el jardín y agarró a Perdel por el cuello justo cuando intentaba escapar por la ventana. Su movimiento fue tan feroz que Silvia y yo juntamos las manos mientras observábamos como espectadoras de un incendio.

—¡Ahhhhh! —Atrapado justo antes de poder escapar, Perdel cayó con fuerza al suelo, golpeándose contra un árbol en el camino. Agarradose el hombro con dolor.

Auch. Eso debió de doler.

Tras desenvainar una espada que pareció salir de la nada, Kaitel presionó la hoja contra el cuello de Perdel mientras este luchaba por levantarse. El agudo brillo blanco de la hoja me dio escalofríos.

¿De verdad va a morir? Estoy empezando a pensar que esto es serio. ¡La ferocidad de mi papá no es ninguna broma!

—¿Por qué no intentas dar una explicación?

Perdel levantó la vista al oír la voz sarcástica. Sin embargo, no le fue fácil moverse con la hoja presionada contra su cuello. Trató de apartarse de la espada, pero esta siguió cada uno de sus movimientos y se posó en la zona justo debajo de su barbilla. Perdel hizo una mueca de incomodidad.

No puedo evitar chasquear la lengua. Para empezar, ¿por qué me secuestraste? Sabes perfectamente que mi papá está loco.

Aún no había visto a Kaitel con su locura en pleno apogeo, pero parecía que esta era la oportunidad perfecta. La fuerza amenazante que irradiaba era tan aterradora como cuando lloré en brazos de la princesa Faylene.

—¡Maldición! ¿Tenías que tirarme así?

¿Acaso no entiende lo que está pasando? Mi curiosidad dio paso al asombro. ¿O es que es así de descarado? O eso, o estaba tan asustado que había perdido toda capacidad de razonar. Era como si no viera la mirada asesina que Kaitel le estaba dirigiendo.

Empecé a preocuparme seriamente. Te diste un buen golpe en la cabeza, ¿verdad, amigo?

—Cállate —gruñó Kaitel ferozmente. Sonaba como una bestia, lista para abalanzarse y devorar a Perdel entero.

Vaya, tratar a alguien con tanta crueldad es una habilidad en sí misma. Bueno, no es mi problema. Yo estaba tranquila. Seguramente mi padre no me mataría solo porque me secuestraron, ¿verdad?

Perdel hizo un puchero. De dónde sacó la audacia, no lo sé, pero apartó con indiferencia la parte plana de la espada de su cuello.

—¿No viste mi nota?

—La vi.

—Entonces, ¿por qué me haces esto? —Parecía genuinamente confundido. En ese momento, recordé que Perdel había puesto toda su confianza en una pequeña nota para justificar sus acciones imprudentes.

¿Qué demonios había escrito en esa nota?

Kaitel sacó un trozo de papel arrugado del bolsillo de su pecho. Se lo arrojó a Perdel, quien lo recogió, desconcertado.

—Léela.

No había mucho que leer. Perdel frunció el ceño, luego desdobló el papel para leer la nota en voz alta.

—Me llevaré a tu hija. Atentamente, ¡Ladrón P!

Oh, Señor, por favor, salva a este idiota. ¿Por qué soy yo la que siente vergüenza? Suspiré y aparté la mirada. Silvia también se giró. Claramente, era demasiado duro de ver.

Oye, señorita, sé que apenas ahora se me ocurre la pregunta, pero ¿qué ves exactamente en él? Oh, ¿no entiendes lo que digo? Mmm, ¿no tienes ni idea? Ah, ya veo. Lo siento, tengo un problema de comunicación. Maldita sea.

—¡¿Y qué?! ¡Mira lo que escribí abajo! ¡Y de forma muy amable, además! “Devolveré a la princesa en cinco horas”.

¿Es valiente, insensato o completamente despistado? Este era un dilema digno de ser añadido a los doce trabajos de Hércules. Medité la pregunta seriamente. ¿Valiente? ¿Insensato? ¿Despistado?

En ese momento, Kaitel pisó el estómago de Perdel sin la menor vacilación.

—Simplemente, muére. —Levantó su espada en el aire.

¡¿De verdad va a matarlo?! Agarré el cabello de Silvia, presa del pánico.

—¡Ack, Kaitel!

Pero justo cuando parecía que la hoja caería sin piedad, se detuvo en seco y quedó suspendida en el aire. Mis ojos se abrieron de par en par. Después de mirar a Perdel con furia, Kaitel arrojó la espada a un lado.

A-así que no lo va a matar.

Pensé que estaba a punto de presenciar un asesinato, pero afortunadamente, no fue el caso. Kaitel presionó con más fuerza su pie, haciendo gritar a Perdel. Entonces, lo agarró por el cuello y lo levantó.

—La última vez te colaste para tomarle la mano a mi hija, ¿y ahora la secuestras?

—¡No! ¿Crees que soy un secuestrador de niños? ¡No lo soy! ¡Vi a la princesa sentada sola a un lado del camino, así que la recogí con cuidado para protegerla!

—Cállate.

—Hablo en serio, estaba protegién… —Pero la excusa de Perdel terminó ahí. Aparté la cara, incapaz de soportar la cruel visión. ¡No es bueno para mis ojos ver cosas como esta! —Dola ¡Aaaaaack!

El grito de Perdel resonó con fuerza. Era doloroso para los oídos.

Uf. Papá, eres realmente bueno golpeando a la gente. Debes haberlo hecho bastante en el pasado.

—Muérete —dijo Kaitel sin piedad. Agarró a Perdel por el cuello y lo arrojó contra un árbol; luego, antes de que pudiera escapar, lo agarró por la nuca y le retorció el brazo. Se veía doloroso.

¡Ahh, me duele el brazo solo de mirar!

—¡Por favor, perdóname la vida! ¡Lo siento! ¡Perdóname!

—Muérete.

—¡No volveré a recoger a la princesa del borde del camino! ¡No la protegeré! ¡Ten piedad!

Aunque Perdel suplicaba desesperadamente por su vida, las palabras que usaba solo parecían enfurecer aún más a Kaitel. Con el ceño fruncido de ira, apretó su agarre. Fue implacable.

—Muérete.

Las súplicas de Perdel fueron rechazadas de inmediato. Sin un momento de vacilación, Kaitel pateó a Perdel en la espalda. Perdel tropezó hacia adelante y luego se recompuso. Observé la escena con una extraña sensación.

¿Qué es este sentimiento? ¿Hmm? ¿Mmm?

—No, ten piedad. No tienes que matarme. ¡Tienes la obligación de mantenerme con vida! ¡Me necesitas!

Estoy segura de que no es por las tonterías que está diciendo Perdel. Apoyé la mejilla en el hombro de Silvia mientras me perdía en mis pensamientos. ¿Qué es esto?

Entonces, de repente, de la nada, descubrí la fuente de esta inquietud. Ah, ya veo.

—No te necesito. Lárgate —gruñó Kaitel ferozmente mientras agarraba a Perdel por el cuello. Parecía que se lo iba a devorar en cualquier segundo. Pero no había intención asesina en sus ojos.

—¿Eh? ¿Puedo irme? —preguntó Perdel, de repente esperanzado.

Kaitel esbozó una sonrisa maliciosa.

—Vete. Al más allá.

Había una agresión y una convicción intensas, pero ninguna intención real de matar. ¿Qué era esta tontería? Era como un pan sin relleno. La situación era grave, sin duda. Mi padre estaba furioso hasta el extremo, y no habría sido sorprendente que Perdel hubiera llegado al final de su vida. La forma en que había suplicado piedad era francamente patética.

Aunque las expresiones y acciones de Perdel eran ridículas, eso no cambiaba la tensión y la urgencia de la situación. Sin embargo, todos los que observaban se lo tomaron con bastante naturalidad. Y esa era la fuente de mi sensación de inquietud.

Perdel fue arrojado sin piedad a un lado. vaya, mi papá tiene unos brazos fuertes. Está lanzando a este tipo de un lado a otro como si nada.

—¡Uf, ah, ahhh! ¡Duele! ¡Ack!

Afortunadamente, no parecía que realmente fuera a matarlo. Después de todo, si su intención fuera matar, no habría pasado todo este tiempo golpeándolo así. Lo habría partido en dos hace mucho. Dejé escapar un suspiro silencioso y giré la cabeza.

Aguanta, Perdel.

Perdel siguió recibiendo golpes durante un rato. Y más golpes. Y más. Y muchos más. Extrañamente, no sentí pena por él. Honestamente, sentí que estaba recibiendo lo que se merecía. Quién sabe cuántas horas habían pasado. Cuando Kaitel finalmente se detuvo, sus ojos volvieron a mí. Le sonreí brillantemente en respuesta.

—¡Papá!

El duro rostro de Kaitel se suavizó. Chillé y reí, aliviada de que mis monerías hubieran funcionado.

¡Yo no sé nada, papá!

A Kaitel le encantaba que lo llamara así. No lo demostraba deliberadamente, pero podía notar que su mirada se suavizaba. No es que cambiara mucho más, pero si suavizaba su expresión aunque fuera un poco, estaba dispuesta a reunir todo el encanto de cada célula de mi cuerpo con la esperanza de alargar mi vida.

Extendí los brazos hacia él, todavía en brazos de Silvia, y lo llamé. Kaitel miró a Perdel por un momento. Se notaba que estaba debatiendo si debía seguir golpeándolo o no.

—Papá.

Ya es suficiente. El pobre ya ha tenido bastante.

La mirada de Kaitel volvió a mí una vez que lo llamé. Tras soltar un breve suspiro, se alejó de Perdel. Ambos habían estado moviéndose vigorosamente todo este tiempo, y sin embargo, mi monstruoso padre no se detuvo ni un momento para recuperar el aliento. ¿Ni siquiera estás cansado, eh?

—Tu ropa está sucia.

¿Mmm? ¿Mi ropa?

Ahora que me miré, vi que me había manchado toda la ropa de tierra al gatear por el Jardín de la Serenidad. No me había cambiado desde entonces, así que, naturalmente, las manchas seguían ahí. Simplemente sonreí.

Entonces, ¿vas a pegarme por esto, papá? ¿Lo harás?

—Dámela.

Sin otra palabra, me tomó en sus brazos. Silvia me entregó voluntariamente y, sin embargo, parecía un poco sorprendida. La mujer pálida, suave y de tono rosado-durazno sonrió levemente.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, Su Majestad Imperial. Gloria al emperador.

—Ciertamente. Ha pasado un tiempo.

¿Mmm? ¿Se conocen? Oh, supongo que es porque es la prometida de Perdel. Es la mujer que se convertirá en la esposa de su mejor amigo. Mi padre está loco, pero se daría cuenta de algo así.

Estaba observando a los dos desde los brazos de Kaitel cuando Perdel interfirió de repente.

—¡No te atrevas a coquetear con mi esposa! ¡Es mía! ¡Cierra los ojos, Silvia! ¡Se te pudrirán si lo miras!

Pero antes de que Perdel pudiera correr a proteger a su prometida, tuvo que esquivar la taza de té que Kaitel arrojó.

—¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Nuestra relación no significa nada para ti, imbécil?!

Perdel continuó quejándose después de esquivar la taza, pero todo lo que obtuvo a cambio fue: “¿Quieres que simplemente te mate?”.

Corto y al grano. Fue entonces cuando decidí en silencio que nunca intentaría hacerme la lista con mi padre. ¡Qué miedo!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido