Traducido por Yonile
Editado por Meli
Leah trató de ocultar su sorpresa. Sabía, por los libros, que las bestias tenían un periodo de apareamiento, pero nunca imaginó que también afectara a los kurkan.
—Es lógico que un kurkan se aparee y busque satisfacer su instinto reproductivo —explicó Genin.
—No hay de qué preocuparse, es normal que actúe de manera más impulsiva cuando estaba frente a su pareja —intervino Haban.
Leah se volvió hacia Genin, quien siempre parecía estar acompañando a Ishakan.
—Quizás…
—No somos una pareja —la interrumpió la mujer, como si conociera el pensamiento de la princesa—. La gente muchas veces se confunde porque siempre estamos juntos, pero le aseguro que mi esposo es mucho más guapo.
Genin se jactó de su esposo, inculcando en Leah una impresión muy generosa de este hombre desconocido. Ishakan y Haban solo se encogieron de hombros.
—Los kurkanos son un poco diferentes durante la luna llena. Tu cuerpo no será capaz de manejarlo. —Genin retomó el tema, pero no dio más detalles—. Hoy, debes mantenerte alejada de Ishakan.
Las manos de Genin, grandes y fuertes, se extendieron con suavidad hacia la princesa. Tiró de los cordones de la túnica de Leah para ocultar su piel clara. La trató con delicadeza, como si fuera una muñeca de porcelana. Tal vez, dudó en tocarla después de haber presenciado su desmayo.
—Su Alteza. Mi nombre es Haban —habló con cortesía y con voz suave—. Me disculpo por no haberme presentado formalmente, el otro día.
Aunque se sentía ridículo, no quería dañar de ninguna forma a la frágil princesa.
—Oh —exhaló Genin, notando la figura temblorosa del conde—. Lamento haberte abrumado.
El conde Valtein quería decir que habría muerto si ella lo hubiera retenido por más tiempo, pero desistió de expresar sus quejas.
Ishakan se levantó de su asiento con los brazos cruzados.
—El traficante de esclavos que estábamos siguiendo era la princesa.
Genin y Haban miraron a Leah, con los ojos muy abiertos de asombro. Les costaba creer que esa delicada mujer fuera la fuente de todos sus problemas.
—Creo que he recibido un fuerte golpe —Se rio Ishakan.
Mientras intercambiaban información, el conde Valtein se mantuvo cauteloso. Sujetaba el dobladillo de Leah, temeroso de desatar la brutalidad y que le retorcieran el cuello.
Leah le dio una suave palmada en la mano, pero en lugar de consolarlo, el hombre tembló más, ante la mirada de Ishakan.
—Entonces, ¿qué planeas hacer? —preguntó Leah
Ella había explicado su motivo para estar en ese lugar, pero desconocía los planes de Ishakan.
Sabía que estaba allí para liberar a los kurkanos, pero dudaba que su estrategia fuera pacífica y eso podría arruinar su meticuloso plan.
—Si nuestros objetivos son los mismos, sería mejor unir fuerzas.
—Bueno… Tienes razón… —Ishakan sonrió—. ¿Qué estás pensando, princesa?
Leah explicó brevemente, con el objetivo de persuadirlo en la dirección menos desastrosa.
—Entonces, si encontramos dónde están atrapados los Kurkans…
—Das un poco de miedo, princesa —dijo el conde Valtein y reprimió su sonrisa para evitar ser echado de la habitación.
—Debemos ir tras ellos. Juntos —sugirió Ishakan, con voz autoritaria.
—Pero… —protestó Leah.
—Podemos seguirlos en silencio —agregó Haban.
—Podemos seguirlos en silencio —intervino Ishakan—. Debes permitir esto.
Era un hombre que sabía cómo presionar a los demás y Leah no pudo encontrar una excusa para objetar. Tal vez, incluir a los kurkan sería lo mejor.
—Si lo hago, ¿seguirás mis planes? —preguntó en voz baja.
Una pequeña sonrisa apareció en los labios de Ishakan.
—Solo tú puedes relegar al rey de los kurkan a tal sumisión.
—No necesito que nadie se interponga en mi camino —objetó Leah.
Ishakan parecía satisfecho con el plan, lo que alivió a Leah, ya que la persona que podía causar más problemas ahora estaba dispuesta a cooperar.
Alguien tocó la puerta.
En un instante, los kurkanos ocultaron cada rastro de su presencia y se escondieron.
Leah y el conde Valtein se pusieron las máscaras antes de permitir la entrada del empleado legítimo de la subasta, que de inmediato anunció:
—Todo el mundo está esperando.
Antes de la subasta, los traficantes de esclavos realizarían una breve reunión. Representaba el obstáculo más difícil en su camino, pero la parte más importante de su plan.
—Vamos ahora. Guía el camino —ordenó Leah y el empleado se sorprendió.
—Está bien, la guiaré, señora.
Leah y el conde Valtein siguieron a la escolta. El conde Valtein se limpió la palma empapada en sudor de su mano en el dobladillo de su túnica. Leah sintió pena por no haberle explicado la situación antes de arrastrarlo con ella.
Leah contempló el entorno oscuro. Ishakan probablemente los seguía, pero no podía sentir su presencia en absoluto.
En la reunión, Leah había decidido tomar la iniciativa. No podía confiar en el conde Valtein, sería un gran fallo proporcionar información errónea. Sin embargo, en su planes nunca consideró la presencia de los kurkan. No sabía el alcance de la rudeza de Ishakan.
Mientras caminaba, pidió en silencio, que Ishakan fuera paciente.
Después de pasar por un laberinto de pasillos, finalmente llegaron a la reunión. La habitación estaba oscura. Había una mesa redonda en el centro, y las escoltas de los traficantes de esclavos estaban una al lado de la otra. El conde Valtein vaciló mientras se movía para pararse junto a la escolta.
Había un total de ocho personas, incluida Leah. Los traficantes de esclavos, no eran de Estia, procedían de distintos rincones del continente. Iban cubiertos con máscaras y túnicas, ocultando todo su cuerpo. Leah los miraba, y ellos a ella, que llamaba la atención por su pequeño y delgado físico. La suave piel que se asomaba a través de su atuendo no era la de un hombre.
La mesa redonda no tenía ningún asiento elevado, pero sentado frente a Leah había una figura robusta. Era el traficante de esclavos más poderoso entre los presentes.
Todos la miraron con malicia. Consciente de sus miradas lascivas, Leah habló primero:
—Esta es la primera vez que estoy ante todos ustedes.
Un vendaval de risas estalló. El hombre de físico robusto habló con voz ronca:
—No sabía que eras una mujer.
—Tu voz es hermosa. ¿Tu rostro será el mismo?
—Su cuerpo es tan pequeño.
—Las mujeres con cuerpos pequeños son muy populares en estos días. Debido a la princesa, se venden bastante bien.
Sus palabras fueron descorteses y Leah se preocupó por la reacción de Ishakan, que estaba escondido, observándolos.
Leah golpeó la mesa con el dedo y todos guardaron silencio.
—¿Es el género tan importante cuando se trata de comprar y vender? —Su tono de voz era fuerte y frío—. ¿No deberían ser las ganancias lo más importante?
Aunque no podía mirar sus reacciones, sabía que toda su atención estaba centrada en ella.
—Si soy la única con esa mentalidad, no debería haber venido.
El hombre al otro lado de ella se rió a carcajadas.
—Es raro que una mujer sea traficante de esclavos. Todo el mundo está asombrado. Espero que lo entiendas —se burló, con una mano en la barbilla—. Y es más sorprendente descubrir que quien nos reunió es una pequeña dama como tú.
—Lo aceptaré como una disculpa.
—Ja, ja, sí… Como sea, iniciemos con la negociación. Nos veremos a menudo en el futuro.
No fue un mal comienzo, pero de ahora en adelante, no podría retirarse. Sus conversaciones se volvieron serias y Leah se mantuvo firme.
—Dado que esto parece ser el destino, me gustaría ofrecerles a todos un poco de entretenimiento… ¡Entren!
Tras el grito, la puerta trasera se abrió y una fila de mujeres de olor dulce entró en la habitación. Sostenían bandejas cargadas de alcohol y se sentaron, una por una, al lado de los traficantes de esclavos.
—No tienes que estar tan rígida —Se rió el hombre. Sus brazos estaban envueltos alrededor de la cintura de la mujer sentada a su lado.
Leah se había puesto tensa, sorprendida por su repentina y desagradable demostración de generosidad.
—No te preocupes, yo también te atenderé —se burló—. ¡Dale a esta dama un hombre bárbaro!
Los traficantes de esclavos tenían sus propias muestras de hospitalidad. Transmitir bondad y buena voluntad era crucial para ganarse la confianza de sus cautelosos compañeros.
El conde Valtein, no se inmutó, pero le preocupan los kurkanos que observaban en las sombras. Sabía que Leah no podría rechazar el favor, no podía actuar de forma precipitada o podría disolver la poca confianza que había logrado generar.
Pronto, un esclavo atendió a Leah. Al igual que las mujeres, vestía con llamativos colores y sostenía una copa de vino en la mano. Tenía los ojos claros y piel oscura como los kurkan, además de tatuajes en la nuca. Pero su esbelto cuerpo le llamó la atención, su complexión era similar a la de Haban, pero no poseía fuertes músculos tonificados, él parecía tener solo piel y huesos.
Caminando suavemente, el esclavo se acercó y se sentó a su lado. Emanaba un dulce olor a melocotón que le hizo cosquillas en la nariz.
El traficante de esclavos, que todavía estaba acariciando a la esclava Kurkan junto a él, miró a Leah.
—¿No te gusta? Él es un esclavo precioso. ¿O tal vez prefieres uno más atlético?
Se preparó para llamar a otro esclavo, pero Leah, consciente de la delicada situación, no podía permitir que entraran más extraños, por lo que lo detuvo de inmediato.
—No, está bien. No esperaba que esto sucediera durante nuestra reunión.
—No tienes que ser tan formal. Solo ponte cómoda y relájate. ¡Diviértete! —exclamó y atrajo hacia él a la esclava kurkan, haciendo que diera un pequeño grito.
Lea frunció el ceño. Se sentía como si estuviera sentada en una silla de espinas. El esclavo le sirvió una copa de vino dulce de frutas.
—Por favor, tome un trago, señora.
Leah no aceptó la bebida y el traficante de esclavos frunció el ceño.
—¿No te gusta el vino?.
Leah levantó su vaso y se humedeció los labios. El poderoso sabor del vino se filtró a través de su lengua y miró al hombre, que sonreía. Una extraña sensación la invadió.
Fue una hazaña esclavizar a los kurkanos, ya que eran guerreros natos. Sin embargo, cuanto más difícil era la tarea, más codiciado era el resultado, aumentando su valor, sobre todo si la persona era hermosa.
Los kurkanos se volvieron bienes excepcionales, que los traficantes acapararon con la intención de satisfacer a sus codiciosos clientes. Capturaron a jóvenes e ingenuos kurkanos. No se aventuraron a atrapar a kurkanos maduros que serían luchadores fuertes y experimentados. Era un ciclo de oferta y demanda repugnante.
Un kurkan joven era débil, carecía de entrenamiento y podía ser fácilmente dominado a través de una educación estricta, basada en el abuso y la tortura. Los volvían dóciles e incapaces de rebelarse, incluso después de llegar a la edad adulta.
El proceso de esclavización era tan difícil, que no era sencillo hacerse de un esclavo kurkan y eso los hacía más deseables. Los traficantes de esclavos y mercenarios, envenenados por la codicia, establecieron una compleja ruta de comercio que tenía a Estia como base, pues tenía un lugar privilegiado que limitaba con el desierto occidental, que era el hogar de los kurkanos.