Traducido por Yonile
Editado por YukiroSaori
Agotados de esperar el inicio de la subasta, los invitados empezaban a impacientarse. Incluso los diligentes sirvientes, que habían estado atendiendo a los invitados, habían desaparecido. La irritación se podía sentir en el ambiente hasta que finalmente, un cliente comenzó a gritar en voz alta.
—¿Qué pasó? ¿Pasó algo malo? —vociferó.
Los invitados se volvían más y más ansiosos con cada minuto que pasaba. Cuando la casa de subastas comenzó a retumbar, finalmente se levantó el telón.
Se suponía que las cortinas se levantarían sin problemas, pero el movimiento no fue el esperado. Fue levantado torcido, como si lo estuviera haciendo una sola persona con un solo brazo.
Cuando se reveló el escenario, estaba completamente oscuro. Un hombre extraño salió de la oscuridad.
Llevaba un traje holgado que parecía haberlo robado de alguna parte. Se acercó al centro de la escena y gritó enfáticamente:
—¡Genin!
De repente, las luces se encendieron. La figura completa del hombre, ahora visible, asombró a los invitados. Sus mandíbulas cayeron y sus ojos se agrandaron.
En la escena estaba un bárbaro. Un kurkan.
—¡Gracias por venir a la subasta hoy! —exclamó, su voz sonaba alegremente en el aire. Sus hoyuelos acentuaban su amplia y entrañable sonrisa. Los clientes, aún sin entender la situación, se preguntaban si todo era parte de una presentación. Podría ser una introducción organizada para la última subasta de esclavos del reino.
Sin embargo, los invitados más perspicaces se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo e inmediatamente comenzaron a buscar una salida.
El hombre en el escenario continuó hablando, captando la atención de la multitud.
—Como todos han previsto, ¡hoy celebramos un evento muy especial! Así es…—El hombre extendió ambos brazos y gritó—: ¡Ahora todos ustedes son esclavos, perseguidos por traficantes de esclavos!
La casa de subastas quedó inmediatamente en silencio, como si hubieran arrojado agua helada sobre toda la audiencia. El hombre se rió alegremente mientras se paraba frente a los invitados paralizados. Sus hoyuelos, que decoraban su rostro como dos elegantes agujeros, parecían estallar mientras mostraba una sonrisa maliciosa.
—¿Qué opinan? Suena divertido, ¿no?
La quietud se rompió. Los invitados gritaban frenéticamente, pasando por encima de otras personas, sillas o mesas. Tropezaron en el camino a las salidas, convirtiendo todo el lugar en un caos total. El hombre se rió mientras veía a la gente correr hacia las puertas, abandonando su dignidad. Los párpados del hombre se entrecerraron, sus ojos brillaron con éxtasis.
—¡Damas y caballeros! De aquí en adelante…
Las bestias salvajes aparecieron de repente desde todas las direcciones. El hombre saltó del escenario y se unió a la multitud.
—¡Espero que todos ustedes sean buenos corriendo! —Se burló.
♦ ♦ ♦
Tan pronto como Leah liberó a la niña de sus cadenas, la pequeña corrió hacia el cadáver del comerciante que la había sometido. Y saltó, pisoteándolo salvajemente, como si pudiera tomar su vida dos veces.
Ishakan agarró a la chica que estaba saltando sobre el hombre y la empujó a un lado. Luego registró el cuerpo del comerciante y sacó un manojo de llaves. Estaban en su mano, el primer símbolo de libertad de los esclavos de Kurkan.
—Haban, Genin. —A su llamada, aparecieron los dos, luego les arrojó las llaves—. Todos se reunirán aquí —dijo.
Haban y Genin, tomando las llaves, comenzaron su búsqueda. Terminaron poco después, regresando con todos los cautivos de Kurkan. Iban vestidos decentemente porque habían sido capturados justo antes de dirigirse a la subasta.
Mientras Haban los guiaba, Genin informó a Ishakan.
—Según el número que esperábamos, creo que falta uno. Tal vez esté en otro lugar —dijo.
—Tiene una actitud muy hostil, así que creo que estaba atrapado en una habitación separada —gritó la niña. Estaba en cuclillas en la esquina, pero de repente intervino. Caminó con determinación cuando se encontró con la mirada de Ishakan—. Puedo llevarte a donde él está.
Ishakan se volvió hacia Haban y Genin.
—¿Cuánto tiempo tenemos antes de que comience la subasta?
—Nos queda poco tiempo —respondió Haban.
Ishakan pensó en la respuesta de Haban por un momento antes de decidir.
—Iré con la princesa. En cuanto a todos ustedes… —Se detuvo, las comisuras de su boca se levantaron—. Por favor, salude a los invitados de la subasta.
Los ojos de Haban y Genin brillaron. Había pasado un tiempo desde que tuvieron una buena dosis de acción, y todo esto estaba en un nivel completamente diferente. Emocionados por liderar a los otros Kurkans, desaparecieron.
Leah esperaba que el Conde Valtein no se horrorizara demasiado por el inminente baño de sangre. Ella e Ishakan se fueron, siguiendo a la chica.
El plan original de Leah era rescatar en secreto a los esclavos capturados. Libéralos a todos, incluidos los Kurkan, y luego escapar antes de que comience la subasta. Sin embargo, su plan se desvió en el momento en que Ishakan se involucró. De repente, tuvo que aceptar todos los cambios que su presencia había causado.
Ella predijo un baño de sangre.
Siguiendo a la niña Kurkan, Ishakan y Leah entraron al sótano, evitando ser detectados por los empleados de la mansión.
—¿A cuántas personas vas a matar? —preguntó Leah, susurrando a Ishakan.
—Todos los traficantes de esclavos. En cuanto a los clientes… Bueno, los afortunados sobrevivirán, supongo.
Ishakan, que caminaba en silencio mientras cargaba a Leah, se detuvo por un momento y de repente miró hacia atrás. Un grito lejano resonó en la casa de subastas.
—Debemos darnos prisa —dijo.
El último esclavo Kurkan parecía estar encerrado en algún lugar en lo más profundo de la mansión laberíntica. Su ruta comenzó a cambiar lentamente a medida que avanzaban, de muros bien terminados a muros de piedra mojada. Las escaleras de madera podrida crujían a cada paso.
No había suficiente iluminación, por lo que no podían ver frente a ellos, pero Ishakan guió hábilmente el camino.
—No puedo creer que estuviera encerrado en un lugar como este —susurró Leah en el abrazo de Ishakan.
Era una prisión subterránea, similar a un corral de caballos, solo que más amplia. Pensó que al menos podrían haber tenido la decencia de mantenerlo en un lugar más limpio si iban a venderlo.
—No creo que le hubieran dado el más mínimo sorbo de agua hasta que se desmayó —dijo Ishakan simplemente, sin prisas—. Solo cuando un Kurkan no puede más y está al borde de la inanición, le ofrecen un pedazo de pan. El acto de ser alimentado es un medio para cultivar la obediencia.
Habló con naturalidad, y la ligereza de su tono solo sirvió para enfatizar aún más la naturaleza inhumana del trato de los esclavos.
—La razón por la que llegué tan lejos hoy es porque creo que hay clientes que querían esclavos feroces —sentenció con esas palabras.
—Tú… hablas como si hubieras estado allí tú mismo.
Ishakan se rió brevemente. En lugar de responder, siguió adelante. A diferencia del camino por el que habían viajado hasta ahora, estaban en un área notablemente más brillante. Tenía una pequeña ventana en la parte superior del techo oscuro.
Con la luz de la luna filtrándose y las antorchas colgando, su entorno se iluminó lentamente a medida que avanzaban. En medio del espacio redondo había una celda de hierro.
Dentro había un pequeño niño Kurkan. Estaba fuertemente encadenado y tenía una gran bola de acero atada a él. Parecía estar inconsciente, pero tan pronto como sintió otras presencias en la habitación, se movió. Se puso de pie, con una postura amenazante y feroz. Aunque sus ojos parecían cansados, Leah aún podía sentir el odio que emanaba de su mirada. El niño no se veía diferente a una bestia salvaje.
Ishakan tomó a Leah de sus brazos y miró al niño en silencio por un momento. La luz de la luna que brillaba en el rostro de Ishakan hizo que sus ojos parecieran más fríos de lo habitual.
Sus labios cerrados se movieron lentamente.
—Tú… —Los ojos dorados de Ishakan cautivaron a Leah.
Ishakan irradiaba una energía peculiar, y ella sintió que podía quedarse mirando sus iris dorados para siempre. Se quitó la máscara para verlos con más claridad. Sintió como si pudiera percibir todas las emociones dentro de él.
—¿Recuerdas todos los kurkanos que salvaste? —preguntó en voz baja.
Era una pregunta extraña. Ishakan miró a Leah como si quisiera que ella le diera la respuesta que quería. Sin embargo, no sabía lo que quería Ishakan, por lo que solo podía ser honesta.
Algunos recuerdos eran demasiado viejos. También había demasiadas situaciones urgentes, en las que no podía mirar correctamente los rostros de los Kurkans que estaba liberando. Afirmar que los recordaba a todos sería un engaño. Mientras sacudía lentamente la cabeza, la amargura se reflejó débilmente en los ojos de Ishakan.
—Entiendo.
Ishakan no dijo nada más. Luego, tomó la llave y se paró frente a la celda, abriendo tres o más cerraduras consecutivamente. Cuando sonaron las llaves de hierro, Leah dudó.
¿Debería haber dicho que sí y mentido al respecto?
Su sonrisa amarga la inquietó. Ella se acercó a él con dudas. Ishakan tiró el último candado al suelo y miró a Leah. En el momento en que abrió los labios para hablarle, la puerta de hierro se abrió de golpe.
El niño corrió rápidamente hacia ella y saltó hacia su estómago. Ella cayó sorprendida por el repentino ataque. El chico la miró con fiereza, la locura era evidente en su rostro. El niño se movió para desgarrar el cuello de Leah, pero Ishakan intervino con su antebrazo, bloqueando la mordedura del niño.
La sangre fluyó de Ishakan cuando el sonido de la mordedura resonó grotescamente en el sitio. Ishakan arrojó al niño. Voló como una pelota de goma, chocando contra la pared y luego deslizándose inmóvil hasta el suelo. El repiqueteo de sus cadenas desapareció.
Una voz temblorosa habló en voz alta.
—Ishakan…
La sangre goteaba de su antebrazo y se derramaba por el suelo. Leah miró su herida, solo para encontrar marcas de dientes a su alrededor. Su corazón colapsó.
—Tenemos que detener el sangrado. Puedo detener el sangrado con mi ropa…
—No, Leah. —Ishakan retrocedió unos metros, evitando que Leah lo tocara. Frunció el ceño, estaba preocupado y frustrado—. Deberías alejarte de mí. Ya sabes, hay luna llena esta noche.
Mientras hablaba, la luz de la luna brilló sobre ellos. Bajo la espeluznante y fría luz, ambos se miraron. Leah se llevó una mano a la boca sin pensar.
—Eso sería difícil… especialmente cuando veo sangre.
La parte delantera de los pantalones de Ishakan comenzó a hincharse.