Matrimonio depredador – Capítulo 50: Difícil de saciar

Traducido por Yonile

Editado por YukiroSaori


La vista de su hermoso rostro marcado con sus fluidos fue demasiado. El deseo rugió a través de él e Ishakan se abalanzó, haciéndola volcar en un rápido movimiento. Agachado sobre ella con las manos clavadas en el suelo, Ishakan parecía más un depredador que un amante, una cacería que terminaba con la presa inmovilizada e indefensa.

Sorprendida por el movimiento brusco, Leah se congeló por un momento. No podía moverse ni un centímetro. Sentía dolor por la fuerza de su agarre en su muñeca, y estaba mortificada y asustada, recordando de repente al chico Kurkan que se había vuelto loco y la había atacado.

Su situación morbosa debe haberlo llevado a un frenesí que le hizo perder la razón. El pensamiento la llenó de miedo y un escalofrío recorrió su cuerpo, el cual no pasó desapercibido para su captor. Él se rió, apretando su agarre, y Leah se tragó su miedo y lo fulminó con la mirada.

—Realmente no tienes miedo. —Sus labios se torcieron con diversión, pero sus ojos brillaban con peligro.

Cuando sus ojos se encontraron, su virilidad comenzó a endurecerse de nuevo, alargando y rozando su tierno abdomen, rígido y palpitante de calor. Sus intenciones eran muy claras.

—Si estabas pensando, deberías haber huido…

El susurro apenas había llegado a sus oídos cuando le arrancaron la ropa, revelando los pezones rosados. Se veían tan tentadores a la luz de la luna, y ningún lobo perdería la oportunidad de probarlos y saborearlos.

La luz de su razón se desvanecía como la llama de una vela, desvaneciéndose en la oscuridad, e Ishakan logró una advertencia más.

—Esta es tu última oportunidad, Leah… —Lo dijo en serio. Si ella lo empujaba y corría, él no la detendría. No habría otra oportunidad.

El miedo hervía dentro de ella. Su corazón latía con fuerza. Sabía el peligro y el placer que la esperaban, y temblaba sin cesar… pero tal vez esta era su última oportunidad. Y Leah optó por no desperdiciarla.

Ishakan había dicho que no podía evitar ser irrazonable…

Si estuviera en su sano juicio, no se habría involucrado con él en primer lugar.

En lugar de responder, Leah se estiró y deslizó sus manos detrás de su cuello, acercándose más. La pequeña llama se volvió un incendio al instante con su toque e Ishakan giró la cabeza, murmurando algo en la lengua kurkan que ella no pudo entender.

—Tú… —Él levantó su rostro hacia ella, expresando una advertencia baja y espeluznante—. Eres… realmente mala… voy a perder la cabeza…

Su mano agarró su pecho y como una bestia hambrienta mordió el capullo entre sus dedos, el toque hormigueante atravesó su cuerpo mientras un breve gemido escapó de sus labios rosados. Sus caderas suavemente arqueadas se movían arriba y abajo sensualmente.

Su mirada ávida notaba la más mínima reacción, el más leve suspiro. Sus senos se hincharon hacia arriba, endureciéndose, e Ishakan abandonó sus senos con satisfacción, despojándose de los restos de sus ropas rotas. Intentó instintivamente cubrir su cuerpo con sus delicadas manos, pero no lo logró. Él tomó sus manos y las apartó mientras sus ojos viajaban por su cuerpo, hacia abajo… hasta sus piernas, a la tela húmeda que se aferraba a sus pliegues.

—¿Qué es esto? —Él se rió por lo bajo, frotando sus dedos sobre su ropa interior—. Ya está mojado. ¿Te emocionaste al tocar el mío?

Deseaba que él fingiera ignorancia en momentos como este, pero él nunca dejaba pasar la oportunidad. Ella nunca podría admitirlo. Su cara ardía más con cada respiración, y apartó la cara, esperando que él continuara. Tras un momento de anticipación, y cuando finalmente se atrevió a mirar, Ishakan estaba sentado con las piernas separadas, apoyado contra las barras de acero con ojos traviesos. Sabía exactamente lo que su corazón deseaba.

—Hazlo tú. —Él se rió cuando ella parpadeó, desconcertada—. Sería bueno que lo hicieras…

No terminó la oración, esbozo una sonrisa tranquila que no ocultó su emoción. Su paciencia se estaba agotando.

Leah se levantó y se acercó, moviéndose sobre su cuerpo. Mirando hacia abajo a su virilidad, ella perdió la confianza. Era tan rígido que se erguía directamente sobre su vientre, y ella vaciló mientras se inclinaba lentamente. En su punta hizo contacto con su parte, un profundo gemido resonó. Sus caderas se movían, arriba, abajo, mientras buscaba un ritmo.

Sus caderas temblaron cuando la punta redondeada empujó lentamente dentro de ella. Las manos a sus costados se movieron, tomando el control, y su jadeo reverberó a través de la habitación.

—Hmm…

No podía acostumbrarse a su tamaño, sin importar cuánto lo intentara, y cuando él se movió contra ella, lo miró, con los ojos al borde de las lágrimas. Pero el hombre no tuvo piedad ni intención de detenerse. Las manos de Ishakan masajearon sus caderas, ahuecando su trasero redondo, tratando de hacer que se relajara.

—Tienes que bajar más, ni siquiera estoy a la mitad.

Sus ojos se oscurecieron. Estaba segura de que al menos la mitad de él ya debía estar dentro de ella, lo sentía hasta el fondo de su estómago, no había más espacio para ponerlo dentro. Incluso ahora era increíble pensar que todo él había encajado en el pasado.

Sus ojos brillaban mientras se cernía sobre él, ya segura de que no podía soportarlo más, pero Ishakan no tenía intención de dejarla ir.

Largos dedos se movieron entre sus piernas e Ishakan echó hacia atrás su virilidad húmeda y erecta, frotándola contra ella. Las manos de ella se apretaron a su antebrazo en pánico.

—No… —susurró ella.

—Estás apretando mi herida —le dijo Ishakan, agarrando su brazo vendado. Leah se apresuró a apartar su mano y él aprovechó la oportunidad para acariciarla de nuevo.

—¡Ah…! ¡Isha…! ¡kan…!

Sus dedos eran implacables, frotando con fuerza, retorciendo, pellizcando el excitado botón entre sus piernas. Era una sensación insoportable, aleteo y cosquilleo, como si un pequeño insecto la estuviera atormentando. En el momento en que se detuvo, la fuerza de sus piernas la abandonó y se sobresaltó cuando su hombría se deslizó por su húmedo interior.

Echó la cabeza hacia atrás, sus ojos muy abiertos mientras jadeaba, sus brazos y piernas se sacudieron en un espasmo estremecedor. La saliva humedeció sus labios, pero ni siquiera podía cerrar la boca. Todo lo que podía hacer era temblar.

Ishakan se acercó a ella y le chupó la lengua. Por un tiempo ella se perdió en su voraz beso, y cuando recobró el sentido y miró hacia abajo, pudo ver su vientre abultado con el contorno de su virilidad.

Las lágrimas que habían estado amenazando brotaron y se desbordaron, y se arrepintió de su estupidez. Era una locura desear algo tan loco y abrumador, y se tragó los sollozos, enterrando su rostro en el pecho de Ishakan. Pero por muy patética que pareciera, él no le dio respiro. Su impaciencia por ella era mucho más urgente y su cintura se movía arriba y abajo, asaltándola con un golpeteo rítmico. Ante los sonidos obscenos, Leah instantáneamente llegó al clímax.

—Uh…

Su cuerpo se arqueó con un placer tan intenso que se sintió magullada. Pero antes de que terminara ese primer clímax, siguió otra ola de placer cuando Ishakan se hundió imprudentemente en ella, renunciando a cualquier ilusión de paciencia. Su gran virilidad golpeó en su vientre, frotando todo dentro de ella, acariciando sus lugares favoritos, surgiendo tan profundamente que era aterrador.

Sus ojos se aguaron cuando ella movió su cuerpo con el de él, sus caderas chocando contra las suyas. En desafío a la oscuridad que lo rodeaba, su visión brilló en blanco.

Luchando, sus manos agarraron los fríos barrotes de hierro de la ventana. Intentó sujetarlos, buscando algo de control, pero estaba experimentando un placer más allá de los límites de su cuerpo, tan vasto que era imposible incluso gemir. Sintió como si estuviera en llamas y las súplicas se derramaron de su boca.

—Por favor, por favor…

Ishakan le mordió el cuello lo suficientemente fuerte como para dejar las marcas de sus dientes.

—¡¿Qué?! —gruñó con irritación.

—Por favor… deje de…

—¿Quieres que me detenga? —Se burló con picardía.

—Sí… uhh… por favor… —imploró, luchando por controlar su cuerpo y sus sentidos destrozados.

—Por qué… no lo he puesto ni por un minuto… —Ishakan miró su rostro sollozante y suplicante, pero no se detuvo. Su mano agarró su montículo y retorció su pezón, y más lágrimas se derramaron de sus ojos.

—¡Oh, ah…!

Su cuerpo se sacudió y su humedad se derramó hasta su trasero. Ishakan la besó mientras luchaba, susurrándole mientras lamía sus lágrimas.

—Dime que lo quieres adentro…

Nunca lo habría dicho si estuviera en su sano juicio, pero había perdido su razón.

—¡Adentro… por favor… Ishakan…! —dijo de forma frenética.

Sus palabras lo azotaron. La bestia se liberó de sus ataduras y su hombría se hundió más y más. Leah besó sus mejillas, mordió sus labios, sus uñas se clavaron en sus hombros mientras cedía a sus movimientos salvajes.

—Oh, Dios… creo que voy a morir… por favor…

Su cabeza se inclinó hacia atrás mientras suplicaba, su vientre se tensó cuando él la penetró con más fuerza. Las cejas de Ishakan se torcieron en su rostro mientras la agarraba.

—Está bien…

Semen caliente se disparó dentro de ella. El cuerpo de Leah se arqueó y se puso rígida cuando el líquido llenó sus entrañas, y se derrumbó sobre el cuerpo de Ishakan, sus manos retorciéndose mientras gemía. Todo su cuerpo temblaba en un clímax doloroso e interminable, e incluso mientras se retorcía sintió que él se hinchaba dentro de ella otra vez.

Leah miró boquiabierta a la bestia voraz que tenía delante.

—Me dijiste que me ibas a ayudar, ¿no?

Aunque ya había eyaculado dos veces, sus ojos dorados ardían de deseo. Él la levantó, y cuando se deslizó fuera de ella, riachuelos de líquido fluían por sus muslos.

Ishakan se humedeció los labios.

—Todavía no he tenido suficiente ayuda.


YukiroSaori
(O////O) continuara...
Meli
¿Y los niños? Como que al autor se le olvidó que había niños presentes...

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