Matrimonio depredador – Capítulo 57: Innumerables pensamientos

Traducido por Yonile

Editado por YukiroSaori


Leah pensó que Ishakan se estaba aprovechando de la situación, pero impulsivamente se sentó sobre sus muslos de todos modos. Él la abrazó cortés y firmemente, teniendo cuidado de no tocarla de manera inapropiada. Ella no pudo evitar reírse. Estaba actuando como una silla real.

Había una sensación de comodidad y estabilidad mientras se apoyaba contra él, recorriéndola desde el pecho hasta la punta de los dedos. Era una situación peculiar y tuvo que contenerse para no apoyar la cara en su hombro.

Ishakan sacó una galleta de su bolsillo del tamaño de la palma de su mano, envuelta en una bolsa de papel. Quitó el envoltorio y colocó la galleta en la mano de Leah. Era una mezcla de chispas de chocolate, frutas y nueces, tan exuberante que parecía que la mitad de la galleta sería suficiente para llenar su estómago.

—No has olvidado tu promesa, ¿verdad?

La promesa de aceptar lo que él le diera seguía siendo válida. Leah miró la galleta durante mucho tiempo antes de darle un mordisco. Masticando con cuidado, la encontró agradable y cremosa, la dulzura despertó todos sus sentidos dormidos. Ella tragó y disfrutó el sabor.

Se le hizo agua la boca al querer más, pero le ofreció el resto a Ishakan, ignorando sus suplicantes papilas gustativas. Él, en lugar de tomar la galleta, tomó su mano y la guió hacia su propia boca, tomando un bocado que era tan pequeño como el de ella.

—Sabe bien —dijo—. ¿Por qué no comes más?

—Porque estoy llena —respondió y rápidamente cambió de tema para evitar que le diera más—. Por favor, cuéntame sobre la reina. —Al ver que estaba a punto de replicarle añadió—: ¿Cómo supiste que era gitana?

Esperó su respuesta, pero por mucho que esperó, no salió ni una palabra de su boca. Estaba a punto de presionarlo un poco más cuando de repente él se rió entre dientes y movió la mano de Leah, aún agarrando la galleta entre sus dedos, de regreso a sus labios. Sabía que ella estaba tratando de evitar que la obligara a comer más. No se dejó engañar fácilmente.

—Te lo diré tan pronto como termines de comer —dijo. Su mirada era dulce, y su sonrisa cálida, ella lo miró, asintió y mordió lentamente la galleta una vez más.

Sus papilas gustativas estaban felices de recibir el rico sabor azucarado, la textura suave de la galleta, el fuerte crujido de las nueces y el chocolate derretido, mezclándose con los trozos de fruta. Sintió una gran euforia, pero aún así lo lamentaba. No debería haber tomado ese primer bocado, habría sido mucho más fácil controlar sus impulsos si no lo hubiera probado. Ahora la galleta estaba implantada en su mente. La incitaba con su presencia.

Pero aunque sabía que no debía comerla, no pudo evitarlo. El deseo impulsivo no era familiar, pero el anhelo la hizo devorar más y más hasta que desapareció. Estaba avergonzada, sabía que su mentira había sido expuesta. No estaba llena.

Ishakan extendió la mano y rozó suavemente las comisuras de sus labios, apartando las migas de galleta. Reflexivamente, apretó el envoltorio. Se había ensuciado, comiendo de esa forma.

La vergüenza la agobió mientras pensaba que de seguro lucía grotesca, renunciando a toda etiqueta para disfrutar de un refrigerio. Desafortunadamente, esto parecía un patrón recurrente. No sabía por qué, pero cada vez que estaba con Ishakan, su apetito, por lo general minúsculo, aumentaba dramáticamente. Se sentía angustiada por su falta de autocontrol.

Lamentándose, jugueteó con el envoltorio de la galleta hasta que Ishakan se lo quitó y lo arrugó. Y todo lo que podía pensar mientras miraba era que anhelaba más galletas.

Leah se dio cuenta de lo que estaba pensando y se reprendió a sí misma con dureza. Cuando se miró en el espejo la noche anterior, había ganado peso. Ahora, como se había comido la galleta, tendría que morir de hambre el resto del día para asegurarse de no ganar más. Tal vez ella también debería considerar un desayuno más pequeño mañana por la mañana.

—Terminé la galleta —dijo—. Ahora, ¿responderás a mis preguntas?

—Bueno, está bien —respondió Ishakan a regañadientes. Leah le dirigió una mirada aguda y él suspiró—. Hay un kurkan que sabe hechicería. Descubrí que la reina es gitana con su ayuda.

—Brujería… ¿Entonces ese kurkan también es gitano?

—Sí. La sangre tomari fluye dentro de él.

Sorprendida, Leah respiró hondo. A diferencia de los kurkanos, cuya herencia salvaje era visible de un vistazo, las características de los gitanos eran más sutiles y carecían de cualquier cualidad animal. Los dos grupos siempre habían sido antagónicos entre sí. Incluso ahora, los gitanos huían de la persecución de los kurkanos.

Estaba claro que había más cosas que Ishakan no le había dicho, aparte del hecho de que los dos grupos estaban relacionados de alguna manera. Leah vaciló.

—¿Por qué… no me lo dijiste antes? —preguntó.

—He estado ocupado.

Eso no fue una excusa. Leah también había estado ocupada, con todos los problemas que surgían a su alrededor.

—Además, —agregó Ishakan— no había ninguna razón para decírtelo, ¿verdad? Pondrás a Byun Gyongbaek en el trono si te permito doblegarme, princesa. Tengo que guardar algunos secretos.

Leah mantuvo la boca cerrada. Podía sentir su intensa mirada sobre ella, y se sentía extraño pretender ignorarlo, ya que sus rostros estaban a solo centímetros de distancia.

No tuvo reparos en detallarla, sus profundas y oscuras pupilas parecían mirar dentro de ella.

—No te entiendo —dijo.

Cerró los ojos y respiró hondo. Se había preguntado qué habría hecho Ishakan si estuviera en su situación. Ahora, ella lo sabía. Ante la más mínima oportunidad el cortaría sus grilletes sin dudarlo y, no huiría muy lejos, sino que se quedaría cerca para reclamar venganza sobre aquellos que lo hubiesen sometido y maltratado. No era difícil imaginar a Ishakan manchado con la sangre de sus enemigos.

Sus esfuerzos parecían insignificantes en comparación. Él no la entendería. Él no comprendería su deseo.

—No puedo… hacerlo —susurró. Él entrecerró los ojos y ella dejó de intentar evitarlos. Así que, se encontró con su mirada—. Asegurar el tratado de paz es mi último deber como princesa de Estia.

Por mucho que quisiera morir, no quería terminar con su vida de manera irresponsable. Las personas que eran preciosas para ella aún estarían vivas después de su muerte. Ella quería construir una base sólida para ellos.

—Oh. —Ishakan suspiró profundamente y se pasó una mano por la cara—. Estoy en problemas…

Ella no entendió. Quería preguntar a qué se refería, pero entonces Ishakan le sonrió.

—Tu queja casi me hace querer aceptar el acuerdo —dijo en voz baja.

Ella parpadeó, sorprendida por el afecto en su voz musical. Sus mejillas se sonrojaron y dijo rápidamente:

—Tomar una decisión importante solo por algo así…

—No es la única razón. —Él se acercó y ella permitió que sus narices se tocaran mientras él susurraba—: Hablo en serio.

Los ojos de Leah se agrandaron mucho. Su habitual actitud bromista y traviesa se había desvanecido, y sus ojos eran oscuros y magnéticos.

—¿No preferirías convertirte en la esposa del rey de los kurkanos que casarte con Byun Gyeongbaek?

Sus labios se abrieron para responder, pero no podía hablar. Esto era algo en lo que tenía que pensar cuidadosamente.

La reina de los kurkanos…

Aunque Ishakan había sugerido esto en su negociación, ella había asumido que solo se estaba burlando de ella. Nunca había pensado que él realmente le estaba ofreciendo ese puesto. Tantos pensamientos se arremolinaron en su mente, sintió como si hubiera una tormenta rugiendo dentro de ella.

¿Estaba siendo honesto? No había razón para confiar en sus palabras. A lo sumo, tenían una relación sexual. Superficial, una relación donde solo compartían sus cuerpos. Por lo tanto, no tenían ninguna otra conexión.


YukiroSaori
Esto último se refiere a que no tienen una conexión tan profunda como para tal nivel de confianza. Ajam, linda... quién le dice. ¡Amiga, date cuenta!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido