Matrimonio depredador – Capítulo 59: Visitante inesperado

Traducido por Yonile

Editado por YukiroSaori


Leah divagaba, sentía que estaba viviendo en un sueño. Cada vez que recordaba su conversación con Ishakan en el salón glorioso, su corazón se aceleraba. La sombra de melancolía que siempre se había cernido sobre ella se había evaporado.

Nada era definitivo todavía, pero una débil esperanza había crecido dentro de ella, asegurándole que, de alguna manera, todo saldría bien. Ella nunca habría sentido este optimismo por sí misma.

No se le permitió disfrutar de este sentimiento por mucho tiempo. Un visitante inesperado irrumpió en su oficina, exigiendo su atención sin siquiera pedir una cita.

—No he visto tu cara últimamente, Leah.

Leah levantó la vista de los documentos que estaba revisando.

—Príncipe heredero —dijo en voz baja.

Las doncellas del palacio real que lo seguían estaban desesperadas, tratando de disuadir a Blair, pero no habían tenido éxito. Leah dejó su pluma a un lado.

—Tráeme un poco de té —ordenó.

El té era una excusa para que las criadas se mantuvieran alejadas y no quedaran atrapadas en nada desagradable, como la última vez.

Blair se sentó en el sofá frente al escritorio, arrogantemente, con las piernas extendidas. Su cabello tenía el mismo tono plateado que el de ella, brillando suavemente como la luna. Leah lo miró con evidente desinterés.

—¿Por qué me miras así? —preguntó Blair bruscamente.

Leah se mordió el labio, conteniendo el disgusto.

Date prisa y dime lo que quieres.

—Voy a cazar con las fieras —dijo—. Quiero que vengas tú también.

No solo le estaba informando, le estaba dando una orden. La mano que descansaba sobre su escritorio tembló, y ella la apretó en un puño. Blair ya había arruinado el almuerzo.

¿Ahora qué está planeando?

Ella ignoró la forma en que sus labios se curvaron.

—Apenas tuvimos nuestra primera reunión de negociación. Por favor, ¿no puedes quedarte quieto hasta que las negociaciones hayan terminado por completo?

—¡Te has vuelto más arrogante! —Blair se rió. Se levantó del sofá y lentamente se acercó a Leah, colocando sus manos sobre su escritorio.

Ella lo miró con cautela, pero él sonrió ampliamente.

—Parece que algo ha estado pasando últimamente —susurró—. Has estado aceptando todo lo que los kurkanos quieren. —Sus dedos pálidos rozaron suavemente el cabello de Leah, como si lo estuviera arreglando—. Si te gusta tanto esa bestia, ¿qué pensarías si lo pusiéramos a dormir en el establo?

Su mano de repente se apretó dolorosamente en su cabello.

—Sería emocionante verlo entre los caballos —bromeó.

—Si eso sucediera, seguramente los nobles admirarían la hospitalidad de Estia —dijo Leah, sin alterar su expresión. Esperaba que él levantara la mano y la abofeteara, pero el golpe nunca llegó. Él solo se rió.

—Trae un pañuelo el día de la cacería —le dijo.

Y eso fue todo. Antes de que las criadas pudieran siquiera traer el té, Blair se había ido. Leah volvió a tomar la pluma y la tinta de la punta cayó como lágrimas, manchando la hoja de papel que tenía delante. La oscuridad cayó como una sombra sobre su cuerpo.

Tenía un mal presentimiento.

♦ ♦ ♦

Una voz inquietante resonó detrás de una puerta cerrada. Los sonidos del interior eran inconfundibles, lo suficiente como para sonrojar los oídos de cualquiera, pero Blair, sentado en un sofá cercano, se mostraba indiferente. Su rostro solo reflejaba un aburrimiento increíble. Las criadas que estaban detrás de él hicieron lo mejor que pudieron para mantener sus rostros igualmente inexpresivos, y en silencio volvieron a llenar su vaso cada vez que lo vaciaba.

Un gemido final salió de detrás de la puerta cerrada. Después de unos momentos, la puerta se abrió y Cerdina salió, apartando su cabello sudoroso a un lado. Sus ojos se abrieron.

—¿Blair?

Un olor espeso la acompañó hasta la puerta, dulce, pesado y repugnante. Cuando Blair frunció el ceño, ella solo sonrió suavemente y abrió más la puerta para revelar la escena detrás de ella.

El rey estaba adentro, acostado desnudo y sin vergüenza en la cama, mirando perdidamente al techo. Sus ojos estaban desenfocados, desprovistos de espíritu. Parecían los ojos de una muñeca.

Cerdina se arregló el vestido despeinado para ocultar mejor su figura, sin dejar de sonreír.

—No sé si es un efecto secundario del hechizo, pero parece que llevará algún tiempo. —Descalza, caminó hacia Blair y se sentó a su lado, su voz cariñosa—. ¿Has estado esperando mucho? ¿Por qué no entraste?

—Sabes exactamente lo que estabas haciendo. ¿Cómo podría entrar? —Blair resopló—. Bueno, esto es mucho mejor que comportarse como una madre que desperdicia el precioso tiempo de su hijo —dijo, tomando un sorbo de un vaso que le entregaron las criadas.

La mirada de Blair inconscientemente se desplazó hacia el rey, que aún yacía en silencio. Al ver el cabello plateado del Rey, comenzó a pensar. Se dice que la sangre no miente, ambos eran muy parecidos. Blair había oído que cuando el rey era más joven, había sido un hombre muy guapo, tanto como su hijo.

Cerdina siguió la mirada de Blair y se echó a reír.

Blair desvió la mirada, demasiado tarde.

—¿Quieres que haga lo mismo con Leah, una muñeca sin vida? —preguntó, sonriendo con frialdad. Su suave voz era tentadora.

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