Traducido por Yonile
Editado por YukiroSaori
Las palabras de Ishakan hicieron que su rostro se calentara. Leah ni siquiera pudo negarse, ya que ella lo había tentado primero.
Colocándola entre sus piernas, se recostó contra la cabecera de la cama y se inclinó para quitarle las pantuflas, dejándola descalza. Cuando él le levantó la falda para dejar al descubierto sus muslos, ella lo llamó por su nombre.
—Ishakan… —Fue una tímida protesta.
—¿Avergonzada? —Ishakan preguntó mientras pasaba sus labios por su cabello. Por supuesto que estaría avergonzada. Sería extraño que no lo estuviera. Pero no había hecho la pregunta para obtener una respuesta—. Entonces, ¿debería taparte los ojos?
Ella no quería eso, pero asintió con la cabeza. Parecía mejor de lo que era. Ella jadeó cuando vio lo que él tenía en mente.
—Eso es…
—Lo conseguí atrapando animales. —Con indiferencia, agitó el pañuelo que ella le había dado a Blain. ¿Por qué estaba sosteniendo eso? Ishakan sonrió ante su asombro—. ¿Te gustó la bestia que cacé?
Instantáneamente, su corazón latió con fuerza y su rostro se sonrojó, extendiéndose el calor. Leah bajó la cabeza e Ishakan sonrió, lamiendo la parte posterior de su cuello.
—Si hubiera sabido que te gustaría tanto, lo habría degollado y te habría dado la piel.
—No es necesario. —Incluso si la piel de Blain tuviera algún valor, no quería que la regalaran. En lugar de responder a su negación, le mordió ligeramente la nuca y Leah lo empujó. Antes había tenido que cubrirse el cuello porque él la había mordido muy fuerte y no quería volver a usar vestidos de cuello alto. Ishakan atrapó su mano que protestaba y la lamió.
—Cierra los ojos, Lea.
El pañuelo se deslizó sobre su rostro e Ishakan hábilmente ató el nudo detrás de su cabeza, comprobando cuidadosamente para asegurarse de que no se sintiera incómoda.
—Gracias a ti, me he dado cuenta de algo “casualmente”, soy muy celoso.
Debajo del pañuelo, Leah parpadeó. Sus pestañas rozaron la tela y volvió a cerrar los ojos.
—¿Tú?
Siempre fue tan relajado e imperturbable, un hombre guapo con mucho que ofrecer. ¿Cómo podía sentirse de esa manera? Parecía increíble.
—Sí, me sentí de la misma manera ese día en el bosque —respondió. La sensación de tener los ojos vendados hizo que Leah se sintiera extraña cuando él la atrajo hacia sí, con los dedos de los pies curvados—. No puedo imaginarte con otro hombre…
Cerró la boca y no dijo más. Envuelta en sus brazos, Leah no sabía qué decir. Solo podía esperar que sus orejas rojas estuvieran cubiertas por el pañuelo. Su brazo fuerte se estiró y agarró su muslo en su mano, su voz sonaba llena de disgusto.
—¿Por qué no estás subiendo de peso?
Leah fingió que no había oído la pregunta. Había sido difícil controlar su dieta con Ishakan alimentándola con otras cosas, y aunque su apetito había aumentado, todavía comía con moderación cuando él no podía ver. Pero, afortunadamente, no insistió en el tema. No tenía idea de lo que diría, si él seguía preguntando.
Ella se sobresaltó al sentir su mano en su pecho izquierdo, y él sonrió mientras tomaba su otra mano y la colocaba en su pecho derecho.
—Primero te tocas el pecho. Toca al otro.
Ella vaciló y luego obedeció, apretando suavemente. Sintió un cosquilleo de emoción en la parte baja de su vientre y escuchó su suave risa en su oído. Con los ojos tapados, sus otros sentidos se agudizaron. Podía oír el más mínimo sonido y se estremecía al menor contacto. Con estos sentidos mejorados, imitó lentamente los movimientos de Ishakan.
Suavemente, le acarició el pecho, pellizcándole el pezón con el índice y el pulgar. Pellizcar su propio pezón la hizo sentir muy extraña. Según las costumbres y la etiqueta de la familia real, se consideraba inmoral tocarse. Le habían enseñado que no debía entregarse a la lujuria carnal y que era su deber complacer a su esposo.
Ishakan le estaba enseñando a romper otro tabú. Se sentía tan bien que estiró las piernas, sintiendo un hormigueo. Sus muslos temblaron cuando se separaron ligeramente, revelando un lugar profundo y secreto.
Apoyando la cabeza en su hombro, respiró hondo. Tal vez porque no podía ver nada, era más fácil ser audaz. Rozando sus labios contra el cuello de Ishakan, le acarició el antebrazo con la otra mano. Y luego, sin su instrucción, pellizcó y frotó su pezón. Se sintió placentero.
—Lo estás haciendo muy bien, Leah.