Traducido por Yonile
Editado por Noah
—Ah…
Sus entrañas ya estaban empapadas de semen. Leah no entendía por qué seguía moviéndose, como si quisiera expulsar algo más. Su visión estaba borrosa, mientras inhalaba y exhalaba con dificultad, aferrándose a su conciencia que amenazaba con desvanecerse. Contó el número de veces que él se había corrido dentro de ella y se desesperó.
Fueron dos veces. Ella no quería desmayarse esta vez, pero cada vez que tenían sexo, Ishakan nunca se detenía sino hasta que estuviera satisfecho. Incluso cuando ella le suplicaba entre lágrimas que ya no podía más, él la persuadía y seguía penetrándola hasta que perdía la conciencia.
Leah lo llamó débilmente:
—Ishakan…
—Dime, Leah.
—Tengo hambre —murmuró lo primero que le vino a la mente para evitar que la persuadiera de nuevo.
—Maldita sea —dijo con el ceño fruncido—. Así que no has cenado.
Miró su cuerpo, preocupado, evaluándola con la mirada para asegurarse de que no había perdido más peso.
Leah gimió cuando él sacó su virilidad y sintió cómo el semen mezclado con sus fluidos, empapaban sus piernas y muslos. Ishakan agarró un paño de algodón y la limpió a ella y a su virilidad bruscamente, luego envolvió a Leah con una manta.
—Deberías haberme dicho antes que tenías hambre…
Parecía que él pensaba que se estaba muriendo de hambre. Pero eso significaba que podía relajarse por fin y se quedó a la deriva, semiinconsciente, mientras Ishakan le susurraba que la llevaría al palacio donde los kurkan se estaban quedando a cenar, y que luego haría que alguien arreglara su cama para que ella no se preocupará por ello. Prometió traerla de vuelta antes del amanecer.
Leah asintió. No estaba en condiciones de escuchar con atención.
♦ ♦ ♦
Un tiempo después, llegaron al palacio donde se alojaban los kurkan, y una voz suave despertó a Leah.
—Leah.
Una mano le acarició la mejilla y ella abrió los ojos, frunciendo el ceño ante la caricia que le hacía cosquillas. Estaba en una cama y había una bandeja llena de platos con comida. No la sorprendió ver tanto, pero aún se preguntaba quién podría comerse todo eso.
Tenía hambre, pero no tenía energía para comer. Al verla mirar fijamente la comida con ansiedad, Ishakan habló en voz baja:
—Te daré de comer.
Ella asintió y al instante él le dio de comer como si hubiera estado esperando su permiso. La boca de Leah se abrió y se cerró, mientras él la alimentaba como un pajarito que era alimentado por sus padres. Estaba tan cansada que sus ojos apenas se mantenían abiertos y no prestó atención a lo que estaba comiendo. Había comido bastante cuando recordó que se suponía que debía reducir sus comidas. Ishakan sonrió.
—Creo que la próxima vez tendré que alimentarte primero —susurró. Quería bromear al respecto, pero temía que ella se negara a abrir la boca, así que guardó silencio y continuó alimentándola.
Después de comer durante tanto tiempo, Leah sintió bastante sueño y olvidando su etiqueta, bostezó ampliamente. Acercando su cuerpo un poco más al de Ishakan, susurró:
—Tengo sueño…
—Bueno, has comido más de lo habitual.
Ishakan hizo un gesto y alguien recogió la bandeja para llevársela. Sintiendo el calor de Ishakan, Leah comenzó a perder su lucha contra el sueño.
—Vuelve a dormir, Leah. Te traeré de regreso a salvo. —Su voz era tranquila y arrulladora, le acarició suavemente el cabello plateado mientras ella se quedaba dormida.
Ishankan alcanzó la mesita de noche, tomando su tabaco, y lo encendió en un brasero para luego dar una calada. Sus ojos dorados, que antes habían sido tan cálidos para Leah, se volvieron fríos.
—Haban.
Haban, oculto entre las sombras se acercó en silencio, haciendo una reverencia. Ishakan exhaló una bocanada de humo antes de ordenar:
—Dile a Morga que venga aquí.
Había llegado el momento de averiguar qué le pasaba a Leah.