Traducido por Shiro
Editado por YukiroSaori
—¿Lo… Lo logró? —Guo Zerui se limpió el sudor de la frente, incrédulo.
Al ver la expresión de Xiao Li, que no ocultaba su deseo de arrodillarse y besar los pies del doctor, supo que había tenido éxito.
¿Qué tan inmenso es el cerebro de este hombre?, pensó Guo Zerui sorprendido.
Medicina, biología, matemáticas, mecánica, tecnología de la información, electrónica… No había campo del conocimiento en el cual no destacara. Si Zhou Yunsheng se lo propusiera, no necesitaría más que una computadora para destruir el mundo.
Los satélites de defensa nacional, diseñados principalmente para fines militares, tenían un rendimiento impresionante. No solo proporcionaban información detallada de navegación sobre cada ruta del país, sino que también contaban con un sistema de monitoreo con resolución centimétrica. Esto significaba que podían identificar claramente el rostro de una persona incluso en un espacio de cientos de miles de metros.
Zhou Yunsheng asintió mientras buscaba la ruta más rápida hacia la Ciudad Y. Al mismo tiempo, analizaba las imágenes del satélite para obtener información sobre la concentración de zombis por el camino.
Xiao Li se había inclinado sobre la ventana abierta, con la mirada fija y boquiabierta mientras observaba cómo el doctor manipulaba el sistema de satélites de defensa nacional como si estuviera jugando con una consola portátil. Su corazón estaba al borde del colapso.
—Dos kilómetros atrás hay un desvío. Si seguimos recto por ahí, llegaremos a Ciudad Y en unas cuatro horas. Sin embargo, a lo largo del camino hay varios pueblos relativamente prósperos, lo que significa que hay más zombis. La otra opción nos lleva fuera de Suzhou hacia el condado de Long Cheng, en la Provincia T, donde relativamente hay una cantidad menor de zombis. ¿Qué ruta quieren tomar? —Zhou Yunsheng amplió la vista en la pantalla del monitor para mostrar una imagen en tiempo real de ambas rutas a todos los presentes.
Los soldados se agruparon rápidamente alrededor de la pantalla, algunos silbando de asombro mientras observaban. Las expresiones de admiración eran evidentes, como si frente a ellos no estuviera una persona sino un tesoro invaluable. Sin poder evitarlo, pensaron: El Dr. Bai es simplemente imprescindible para cualquier expedición. ¿Quién más podría hackear satélites de defensa nacional? Con él aquí, podemos conocer el estado de cada ruta del país e incluso el nivel de concentración de zombis en cada ciudad. La magnitud de su talento supera con creces a casi cualquier usuario con habilidades.
Con Zhou Yunsheng a bordo, quedó claro para todos: De verdad hay personas que pueden ganar solo con el intelecto.
Lei Chuan tomó la computadora portátil y la observó durante un momento antes de finalmente tomar una decisión:
—Daremos la vuelta. Nos dirigiremos a Ciudad Y. —Luego, sin poder contenerse, revolvió con suavidad el cabello desordenado del doctor.
La caravana dio media vuelta y reanudó su marcha. Durante el trayecto, iban consultando constantemente el sistema satelital para monitorear la concentración de zombis en los alrededores. Esta ventaja permitía a los soldados estar siempre preparados, con las armas listas para cualquier eventualidad.
Gracias a esta estrategia, no desperdiciaron balas ni tiempo. En cuestión de cuatro horas, lograron llegar exitosamente a Ciudad Y, los vehículos blindados y los tanques iban despejando el camino como si fueran máquinas de limpieza.
—En unas dieciocho horas, un grupo de meteoritos impactará en China. Tenemos que encontrar refugio —advirtió Zhou Yunsheng de manera casual, mientras manipulaba otra computadora portátil que había sacado de su mochila. La anterior permanecía en el tablero del vehículo, mostrando en todo momento la ubicación de los zombis para que todos pudieran estar al tanto de la situación.
La advertencia del doctor suscitó dudas inmediatas en Guo Zerui quien, con el ceño ligeramente fruncido, preguntó:
—¿Cómo sabe eso?
Por un momento, contempló la posibilidad de que el doctor también fuera un renacido.
Al final los tres murieron al mismo tiempo, no tiene sentido que solo dos de ellos hayan renacido mientras que el doctor no.
Lei Chuan también lanzó una mirada subrepticia al doctor. Sin embargo, para él, no importaba si Zhou Yunsheng había renacido o no. Lo único que le importaba era que permaneciera a su lado.
Sin apartar la mirada de la tarea que realizaba, Xiao Li, que estaba inclinado hacia adelante y observaba con fascinación al doctor, intervino:
—El doctor invadió el sistema satelital de astronomía del país y recibió la señal de advertencia. Se aproxima una pequeña lluvia de meteoritos.
Lo que Xiao Li no sabía era que Zhou Yunsheng había ido mucho más allá. Había pirateado prácticamente todos los sistemas satelitales operativos del país y descargado una cantidad inimaginable de documentos clasificados, todo ello como si estuviera tomando un paseo por el jardín de su casa.
Xiao Li recordó que, en una oportunidad, hubo un chico prodigio de dieciséis años que logró infiltrarse en el sistema de inteligencia militar del País A. Aunque al final fue capturado, ese logro hizo que muchos técnicos, incluido Xiao Li, lo consideraran el mejor pirata cibernético del mundo.
No obstante, al compararlo con el doctor, Xiao Li se dio cuenta lo trivial que fue el logro del joven. Aquel prodigio no era más que un principiante mostrando trucos a un maestro. La diferencia era abismal, como la de un cerebro humano estándar frente a un cerebro sobrehumano. Zhou Yunsheng no solo estaba en su propia liga; era el rey absoluto de esa liga.
Guo Zerui, que también se había acercado para echar un vistazo a la computadora, vio que la pantalla mostraba un mapa del espacio exterior, con los meteoritos acercándose lentamente a la atmósfera terrestre. Cualquier sospecha que hubiera tenido sobre el doctor se disipó al instante, y su entendimiento sobre el valor que el doctor representaba se amplió. Incluso si este no había renacido, era más valioso que una docena de profetas juntos. Ya no le sorprendía que la Base B hubiera estado dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperarlo.
Nadie debe saber que el Dr. Bai se encuentra con nosotros, pensó Guo Zerui. Si las otras bases llegaban a saberlo, enviarían espías y mercenarios para tratar de secuestrarlo.
Al mirar a su jefe, supo que ambos compartían la misma preocupación al ver su semblante sombrío y pensativo.
Mientras seguía manipulando las imágenes de los satélites, Zhou Yunsheng parecía completamente inmerso en su tarea. Aunque varios de estos satélites quedarían destruidos a causa de la lluvia de meteoritos, los restantes serían más que suficientes para él. Con ellos, podía predecir cambios climáticos, tsunamis y la dirección de las hordas de zombis. Podía observar el mundo entero desde una perspectiva omnipotente, encontrar pequeñas rutas ocultos o incluso localizar una sola persona. Este poder, aunque virtual, le brindaba algo de seguridad en medio del caos.
Xiao Li, aún impresionado, por fin reunió el valor para preguntar:
—Doctor, ¿usted es un hacker?
—No —respondió Zhou Yunsheng con tranquilidad, negando con la cabeza.
Ahora soy Bai Mohan, y Bai Mohan es un científico, no un hacker.
—¿Por qué no se convierte en hacker? Podría ser el rey sin corona si quisiera —comentó Xiao Li, totalmente extasiado.
Zhou Yunsheng recordó sus circunstancias actuales y, por un momento, su mirada se ensombreció, pero pronto se recobró. Continuó utilizando los satélites de defensa nacional para buscar un edificio sólido en Ciudad Y donde pudieran refugiarse. Si los meteoritos llegaban a alcanzar el arsenal que llevaban con ellos, la explosión sería suficiente para volar la ciudad entera.
—Las armas tienen que descargarse y transportarse a un almacén fuera del trayecto de los meteoritos. Los vehículos pueden estacionarse en un estacionamiento subterráneo. Incluso en el caso de que los meteoritos sepulten el estacionamiento, siempre podemos encontrar otros vehículos —propuso con calma.
—La bóveda del banco es la opción más segura. Nos dirigiremos allí —decidió Lei Chuan de inmediato.
Por fortuna, los zombis que más abundaban seguían siendo de nivel muy bajo, por lo que no suponían un gran desafío. Los vehículos blindados podían pasarles por encima, despejando grandes áreas sin problemas. En poco tiempo, localizaron el banco más grande de Ciudad Y. Pero, cuando se enfrentaron a la puerta de acero macizo de varios metros de grosor, todos quedaron atónitos.
—Este acero es HARDOX 600, con una dureza de 600 HBW. Me temo que, incluso trabajando en ello durante meses, no podríamos abrirlo —evaluó Xiao Wang, el técnico, tras inspeccionarla.
—Dejen que el doctor lo desbloquee. Seguro él encontrará la forma de abrirla —comentó Xiao Li, ahora sumido en una adoración ciega hacia Zhou Yunsheng.
—Esta puerta no se abre con una contraseña, es un sistema de reconocimiento de iris —informó el doctor tras acercarse para examinar el panel. Sin embargo, no se mostró intimidado. Sacó un pequeño destornillador, desmontó la carcasa del escáner de iris y conectó el sensor a su computadora portátil. Con unos pocos comandos rápidos, el sistema lanzó una solicitud de verificación de identidad. Zhou Yunsheng señaló a un soldado al azar y ordenó—: Tú, coloca tu iris frente al escáner.
El soldado vaciló unos segundos, pero se acercó y abrió bien el ojo frente al lector.
Un segundo después, la enorme puerta de acero comenzó a abrirse lentamente, dejando a todos boquiabiertos. Las opiniones del grupo sobre el doctor estaban siendo actualizadas una y otra vez. Nunca antes habían conocido a alguien capaz de superar cualquier obstáculo con tanta facilidad.
—¿Ven? Les dije que el doctor podría solucionarlo —dijo Xiao Li con una sonrisa mientras ingresaba a la bóveda.
Al hacerlo, quedó cegado momentáneamente por el brillo dorado que llenaba la sala. Nunca en su vida había visto tanto oro. Si no fuera por el apocalipsis, se habría vuelto loco de felicidad, pero en este nuevo mundo, el oro no era más que un inútil lastre.
—Desháganse del oro. Los usuarios con habilidades espaciales, rápido, salgan y traigan las armas —ordenó Lei Chuan mientras tomaba despreocupadamente una barra de oro para inspeccionarla.
—En realidad, deberían guardar algo de oro. Cuando acabe el apocalipsis y se establezca un nuevo orden, el oro volverá a circular como moneda —advirtió Zhou Yunsheng en tono amable.
—Cuando acabe el apocalipsis… ¿cuándo será eso? ¿En siglos? Hay demasiados zombis. ¿Cómo podríamos eliminarlos a todos? Además, cada día más personas se convierten en zombis. Incluso nosotros, los usuarios con habilidades, no somos inmunes al virus de un zombi de alto nivel. ¿Dónde queda esperanza para la humanidad? —comentó un soldado mientras arrojaba una barra de oro afuera y negaba con la cabeza con una sonrisa amarga.
Lei Chuan, Zhao Lingfeng y Guo Zerui dirigieron una mirada intencionada al doctor. Querían decirle a todos: «No pierdan la fe, la salvación de la humanidad está justo aquí, con ustedes». Pero sabían que, aunque lo dijeran, nadie les creería, así que optaron por dejar que el tiempo hablara por sí solo.
Con el talento de los usuarios con habilidades espaciales, el transporte de las armas fue rápido. En apenas diez minutos, la bóveda del banco se había transformado en un arsenal. Sin embargo, no lograron acomodar todo, así que se hicieron con dos bancos más para almacenar el resto.
Con Zhou Yunsheng presente, cualquier bóveda bancaria dejaba de ser un desafío. Ya fuera un sistema de huellas dactilares o de reconocimiento de iris, bastaba con conectar el panel a su computadora para poder entrar con facilidad.
Una vez que todas las armas fueron almacenadas de manera segura, pudieron respirar aliviados y, tras encontrar un edificio resistente con un aparcamiento subterráneo profundo, estacionaron los vehículos y se dedicaron a eliminar los zombis de los alrededores, recolectando suministros antes de regresar apresuradamente a la bóveda para refugiarse.
No había lugar más seguro que esa bóveda.
El doctor pronto se dio cuenta de que había sobreestimado su estado físico. Su cuerpo, enclenque y frágil, apenas podía aguantar. Después de correr solo diez metros, se detuvo a jadear, su ropa empapada en sudor y sintiéndose como un pez fuera del agua.
Sin necesidad de pedir ayuda, Lei Chuan lo levantó con facilidad, colocándolo sobre su hombro, y corrió hacia la bóveda bancaria donde estaban almacenadas las armas.
Las enormes puertas de acero se cerraron tras ellos, dejando afuera a los zombis que los perseguían y bloqueando sus chillidos desgarradores. El único sonido que permanecía era el de las respiraciones agitadas del grupo, resonando en el espacio cerrado.
—Doctor, ¿está bien? —preguntó Lei Chuan mientras levantaba al hombre pálido y agotado en sus brazos, revisando ansiosamente su cuerpo de arriba a abajo.
Al comprobar que no tenía heridas, su estado de ánimo comenzó a relajarse lentamente.
Zhou Yunsheng agitó la mano mientras trataba de recuperar el aliento. Entre jadeos desiguales, logró decir:
—La bóveda… no… tiene sistema de ventilación… sería mejor que…
Lei Chuan no sabía si reír o llorar. Sin pensarlo demasiado, acercó al doctor agotado a su pecho y lo envolvió en un abrazo protector. De manera instintiva, sin percatarse de lo inapropiado del acto, depositó un suave beso en su frente. Fue un gesto tan natural que él mismo no se dio cuenta de lo que acababa de hacer.
Zhou Yunsheng, completamente extenuado y con una punzada constante de dolor en el pecho, tampoco notó lo sucedido.
Por su parte, Guo Zerui, al percatarse del gesto entre los dos, optó por girarse de espaldas, fingiendo no haber visto la escena llena de afecto. Con un semblante profesional, se dispuso a cumplir con su deber: custodiaba la entrada mientras el soldado que había utilizado su iris anteriormente volvía a escanearlo para abrir la puerta de la bóveda apenas un instante antes de volver a cerrarla.
Tan pronto como el grueso portal comenzó a cerrarse, Guo Zerui actuó con rapidez. Antes de que se sellara por completo, deslizó un cuchillo militar en la ranura para evitar que la puerta quedara totalmente bloqueada. El cuchillo estaba fabricado con WNM360, un material conocido por su impresionante dureza y durabilidad. Este pequeño pero resistente objeto logró soportar la presión masiva de la puerta, dejando con éxito una estrecha abertura que servía como canal de ventilación.
