Traducido por Rencov
Editado por Herijo
Había pasado un día desde que Shael me sirvió el té. Nos encontrábamos, una vez más, en nuestra rutina habitual de tomar té juntos. Sin embargo, ese día en particular, algo era diferente. Shael parecía apagada, como si hubiera perdido el ímpetu que normalmente la definía. Lo que más me preocupaba era cuándo volvería ese espíritu combativo. Además de esa inquietud, comenzaron a surgir dudas en mi mente.
¿Por qué, de repente, esta villana había perdido su energía? ¿Sería por el incidente en el que la amenacé con mi espada?
No obstante, recordé que incluso después de aquello, continuaba lanzándome sus afiladas burlas.
—¿Por qué te ves tan desanimada?
—No es asunto tuyo.
Tras pronunciar esas palabras, la villana bajó la cabeza. Ver a la mujer que siempre intentaba irritarme en ese estado me hizo sentir algo incómodo. Había deseado que su maldad de villana desapareciera, pero no su espíritu. ¿Qué podía hacer para traer de vuelta a la villana de siempre?
Después de una breve reflexión, pronuncié de inmediato mis siguientes palabras:
—Pareces tonta.
—¿Qué?
Finalmente, me miró como solía hacerlo. ¿Realmente estaba funcionando este método? Pero, tras un breve instante, volvió a bajar la cabeza. Entonces, ¿qué otro enfoque podría utilizar?
De repente, me vino una idea: la magia. En este vasto mundo, existían incontables tipos de magia, algunas tan elegantes y deslumbrantes que solo con observarlas te elevaban el ánimo. Pensé que sería beneficioso si Shael se interesaba por la magia y quisiera aprenderla. Necesitaba desarrollar su propia fuerza para poder protegerse.
En un parpadeo, una llama danzante se materializó en mi mano.
—¿Qué estás haciendo de repente? —preguntó Shael
—Magia de fuego. ¿No te parece hermosa?
—No era eso lo que quería decir.
Sus ojos seguían fijos en la flor de fuego que bailaba en mi mano. Si fueras miembro de la familia Azbel, famosa por su maestría en magia, habrías estado rodeado de actos mágicos toda tu vida, hasta el punto de la indiferencia. Pero la villana era una excepción notable. A pesar de su linaje, siempre había rechazado aprender magia. En la novela, por alguna razón que no lograba recordar, eventualmente accedía a aprenderla. Pero esto era la realidad, no una novela. Shael, la villana, era un ser humano real, con sus propias emociones y decisiones, y mucho había cambiado debido a mi intromisión.
Mientras consideraba todo esto, continué mostrando mi magia. La flor de fuego en mi mano comenzó a desplegarse con elegancia, transformándose en una rosa roja hecha de llamas. Había optado por esta forma porque sabía que a la villana le gustaban las flores. Claro, su afinidad por ellas se debía a que disfrutaba pisotearlas, un detalle un tanto retorcido, pero decidí no profundizar en ello.
La rosa de fuego brillaba intensamente, su color rojo incandescente recordaba a la pasión y al poder, y era la encarnación perfecta de su flor favorita.
—¿Te gustan las flores? —pregunté.
—Sí, me gustan.
—También te gusta pisotearlas.
La mirada de la malvada mujer se ensombreció al contemplar la ardiente rosa.
—No pises esta flor —le advertí.
—Ja. ¿Crees que soy idiota?
—Por lo general, pisoteas las flores cuando las ves.
Shael me lanzó una mirada feroz, indicándo que mis palabras habían logrado el efecto deseado. Parecía que poco a poco recuperaba su espíritu habitual. Estaba pensando en qué más podía decir para ayudarla a reconectar con esa parte de ella misma. Todo esto era, en cierto modo, un intento de rehabilitar a la malvada mujer que tenía delante.
—¿No sería agradable si solo las miraras así, incluso cuando sientas la tentación de pisotearlas? —le propuse.
—Ahora mismo… está ardiendo, así que, ¿cómo puedo hacer eso? —dijo Shael
—Incluso algunas flores comunes tienen espinas que pueden herirte.
Shael guardó silencio, su mirada fija en la rosa incandescente, quizás reflexionando sobre mis palabras, o tal vez sobre algo mucho más profundo..
—Si solo las miraras, ¿no podrías disfrutarlas por más tiempo?
La flor en mi mano se desvaneció antes de que Shael pudiera responder. En su lugar, formé pequeños pájaros de hielo que danzaban en mi palma..
—¿Te gustan los pajaritos adorables? —pregunté.
—Me gustan.
—Entonces, ¿por qué caminaste entre ellos la otra vez?
—¿De qué estás hablando?
Me refería a esa ocasión en la que la seguí, a esta mujer malvada, y la vi pisoteando flores, pasando sin piedad entre un grupo de pájaros. La villana observó los pajaritos de hielo en mi mano.
—Qué agradable habría sido si solo los hubieras mirado así incluso en ese momento —dije.
La villana permaneció en silencio. Sin embargo, al ver que no me contestaba como solía hacerlo juzgué que tal vez mis palabras estaban funcionando. Ahora era el momento de sugerirle que aprendiera magia.
—¿Qué te parece si comienzas a aprender magia?
—Es molesto.
Convencer a la villana de aprender algo que detestaba no sería tarea fácil. Sabía lo terca que era.
♦ ♦ ♦
Ese día, Shael no encontró forma de molestar a Eran como solía hacerlo. La razón de esa inusual calma residía en los recuerdos del día anterior, que la atormentaban.
¿Será posible que esta persona no me odie? No puedo creerlo.
Al pensarlo con detenimiento, Shael se dio cuenta de que Eran, siendo el hijo de un duque, podría haber roto su compromiso en cualquier momento. Sin embargo, nunca lo había intentado, ni siquiera cuando ella lo ignoraba o lo provocaba constantemente.
No podía entenderlo. Si Eran no me odia, entonces, ¿por qué demonios usaría un lenguaje tan vulgar?
“Eres una perra.” Shael recordó lo que Eran le había dicho en el pasado. No podía imaginar que alguien usara semejantes términos con una persona que le gustara. Para ella, era lógico; después de todo, siendo una villana, no buscaba agradar a nadie.
—Pareces tonta —le soltó Eran, interrumpiendo el caos de pensamientos en el que ella se había perdido.
Claro, nadie diría algo así a alguien a quien le agradara. Entonces, Shael bajó la cabeza, al caer en la absurda posibilidad de que él hubiera dicho esas palabras para consolarla.
¡Qué ridículo!
¿Cómo podría esa palabra resultar reconfortante?
Sin embargo, la sorpresa no terminó ahí. Una rosa ardiente floreció en la mano de su prometido, como si hubiera preparado ese espectáculo mágico solo para ella. Luego, Eran formó pequeños pájaros de hielo en sus manos y dijo:
—Qué agradable habría sido si solo los hubieras mirado así incluso en ese momento.
Al oírlo, otro pensamiento cruzó la mente de Shael. Seguramente a Eran le había parecido extraño lo que ella hizo con los pájaros. A él le gustaban mucho, y ella simplemente caminó entre ellos sin prestarles atención.
¿Qué quiso decir con eso? Si estaba bajo el efecto de la droga, solo diría mentiras. Pero si aquello era real… ¡significa que le gustaba!
Entonces, ¿por qué la insultaba llamándola “perra”?
No, ¿por qué no me odia en primer lugar?
No podía entenderlo. Estaba convencida de que él la despreciaba. Lo había molestado durante tanto tiempo. Sin embargo, decidió dejar de darle vueltas al asunto.
Bien, ¿por qué no simplemente verificar si el efecto de la droga es real? Pensó, mientras extraía en secreto unas pastillas frente a Eran. Luego, sin vacilar, se llevó más de la mitad de una pastilla a la boca.
—¿Qué acabas de comer? —preguntó Eran.
La respuesta a su pregunta fue el sonido de Shael masticando la pastilla. Su mirada se fijó en Eran, y en ese instante, pensó en mostrarle todo su desprecio, en demostrar cuánto lo odiaba. Porque estaba segura de que las afirmaciones sobre el efecto de esas pastillas eran falsas. Sin embargo, pronto se daría cuenta de que su elección la llevaría al arrepentimiento.
—Me gustas.
—¿Eh?
No, esa sería una decisión de la que Shael se arrepentiría el resto de su vida. Un brillo inusual apareció en sus ojos. ¡El efecto era real! Pero en ese momento, lo que más la preocupaba no era la droga, sino la reacción de su prometido. Eran, completamente desconcertado por su inesperada confesión, apenas podía articular palabras.
—Eso… esto… así que… —balbuceaba, incapaz de hablar coherentemente.
Oh no, ¡necesito una excusa rápido! Debo decir que fue solo una broma, pensó Shael, desesperada por corregir su error.
—¿Qué dijiste? —preguntó Eran.
—Me gustas mucho.
Pero, por supuesto, las palabras de excusa también se torcieron bajo el efecto de la pastilla. Ahora, era Shael quien se quedaba sin habla, abrumada por su propia confusión.
—¿Qué diablos estás diciendo? —inquirió Eran, cada vez más desconcertado, levantándose de su asiento y acercándose a Shael.
¿Qué debo hacer? Sí, si las palabras no funcionan… ¡puedo comunicarme a través de mis acciones! Así que decidió abofetear a Eran, con la idea de que después podría escapar de la escena.
Por ahora, simplemente tengo que mantenerme alejada hasta que el efecto pase, pensó Shael mientras movía la mano hacia el rostro de su prometido.
Pero lo que sucedió a continuación no fue lo que Shael había planeado. En lugar del sonido de una bofetada, lo que escuchó fue algo completamente inesperado. Su mano acariciaba suavemente la mejilla de Eran, como si fueran amantes. Y entonces, recordó las palabras del subastador…
“Cuando la uses, debes hacerlo en cantidades muy pequeñas. Si usas mucho a la vez, no solo dirán lo contrario, sino que también harán lo contrario”.
Y ahora, caía en cuenta de que había ingerido más de la mitad de la pastilla restante.
¡Oh, he cometido un error!
¿Por qué demonios estoy tocando la mejilla de Eran?
Si incluso sus acciones se veían invertidas, ¿no debería haber sido algo como retirar su mano en lugar de acariciar su mejilla? Oh, cómo resentía al subastador.
¿No puedo simplemente huir? Pero, por desgracia, eso no era una opción viable. En cambio, se acercó aún más a Eran.
—¿Qué…? —preguntó él, expresando su confusión
En ese momento, ambos se miraban desde una distancia increíblemente cercana.
En ese momento, ambos se miraban desde una distancia peligrosamente cercana. Shael decidió permanecer en silencio. Eran también calló. Durante un rato, el ambiente estuvo cargado de tensión, roto solo por la entrada del Duque Jespen.