Traducido por Rencov
Editado por Herijo
—¿Veinte? —repetí, sin poder ocultar mi asombro.
—Sí, veinte —confirmó Shael con una sonrisa, como si no fuera gran cosa.
Por alguna razón, no pude evitar sentir una pizca de lástima.
No, en primer lugar, ¿cómo diablos lograste darle veinte pastillas sin que lo notara? ¿Y quién es esa criada que sobornaste?
—Lo hizo porque le di mucho dinero —respondió Shael, como si leyera mis pensamientos.
Era un recordatorio de lo aterrador que podía ser el poder del dinero. El Señor de la Torre seguía completamente afectado por las píldoras, su mente distorsionada por la manipulación de Shael. Mientras tanto, el príncipe heredero, Jerroch, observaba atentamente a Clie, revisando cada centímetro de su piel en busca de otras posibles heridas.
No podía prever cómo se desarrollarían las cosas una vez que el príncipe heredero terminara de comprobar que Clie estaba a salvo. Una cosa era segura: Jerroch no dejaría pasar este insulto. Era casi seguro que desafiaría al Señor de la Torre de magos a un combate.
Sin embargo, en su estado actual, ¿aceptaría el Señor de la Torre el desafío? ¿Sería siquiera capaz de atacar al príncipe heredero, o estaría demasiado inhibido por el efecto de las píldoras? Si intentaba liberar el efecto usando mi propia magia, podría sospechar de mí como el responsable de su estado, y no dudaría en atacarme.
Todo esto me provocaba un fuerte dolor de cabeza.
Afortunadamente, el propósito principal del banquete se había cumplido. Gracias al maná de Shael, la maldición había sido suprimida.
Después del último baile, el largo banquete estaba llegando a su fin, y el último evento de la noche comenzaría pronto. Como era de esperar, una suave y hermosa música comenzó a llenar el salón, marcando el inicio del baile final. Todos los presentes se levantaron de sus asientos y comenzaron a moverse al compás de la melodía.
Dejé de pensar en el Señor de la Torre y en el príncipe heredero por un momento, y me acerqué a Shael. Extendí la mano hacia ella, invitándole a unirse a mí en el baile.
—Toma mi mano.
Para mi alivio, Shael aceptó mi mano y siguió mi liderazgo. Parecía que dejarla ganar en el juego había surtido un buen efecto en su estado de ánimo.
A medida que avanzábamos en la pista de baile, Shael seguía el ritmo de mis pies con sorprendente destreza. Me sorprendió ver lo mucho que había mejorado. Comparada con cuando comenzó a bailar, su coordinación y fluidez eran notables. Me hizo pensar que tal vez había practicado sola, en secreto.
—Has mejorado mucho —comenté, queriendo reconocer su progreso.
—Sí, creo que bailo mejor que tú —respondió Shael con confianza, lanzándome una mirada desafiante.
Parecía que mi elogio había sido en vano. En lugar de apreciarlo, Shael decidió tomar la iniciativa en el baile, como si quisiera demostrar que realmente tenía razón. No era un movimiento perfecto. A pesar de haber mejorado bastante, Shael aún era una principiante.
Mientras intentaba dirigir los pasos, sus pies comenzaron a enredarse. La vi tropezar un par de veces, y estuvo a punto de caer en más de una ocasión. Su expresión, que antes era confiada, se volvió confusa a medida que se daba cuenta de que no tenía el control que creía tener.
Afortunadamente, Shael no se cayó porque la sostuve firmemente en mis brazos, estabilizándola en el último momento.
—Realmente eres muy buena bailando.
Vi cómo sus mejillas se encendían ligeramente. Era obvio que se sentía avergonzada, especialmente después de haber presumido que bailaba mejor que yo, solo para tropezar inmediatamente después.
Con un ligero gesto de irritación, Shael me dio una palmada en la mano.
—Como alguien dijo antes, soy pesada, así que, ¿por qué no me sueltas? —dijo con sarcasmo, refiriéndose al momento en que le enseñaba a bailar.
Recordé aquel día. En ese momento, Shael estaba bajo el efecto del Polen Pesado. Le había dicho en broma que parecía gorda para motivarla a mejorar su postura y practicar más. Pero ahora, la villana estaba trayendo ese tema de vuelta. A veces parecía estúpida, pero su memoria era extrañamente buena para recordar los momentos en los que podía aprovecharse de mí.
—Estaba bromeando cuando dije que parecías gorda —dije, tratando de defenderme.
—¿Crees que creería eso?
Shael negó mi afirmación. Pero parecía que me creía. En realidad, Shael había ganado algo de peso, pero eso no era algo relevante ni negativo. Ya era bastante delgada, y cualquier cambio en su cuerpo no haría una diferencia notable.
—De hecho, eres muy ligera. Así que no tienes que preocuparte por perder peso.
Shael no me respondió.
—Ni siquiera tienes que hacer ejercicio para perder peso.
Sin embargo, ella permaneció en silencio, y noté que su rostro seguía enrojecido. La vergüenza no parecía ser la razón. Algo andaba mal. Utilicé un pequeño hechizo para agudizar mi oído y pronto capté un sonido leve y regular.
Ah… ah… ah…
Era su respiración, pero había algo extraño en ella. Shael estaba tratando de respirar muy lentamente para que no lo notara. Entonces lo entendí: la villana tenía poca resistencia y estaba agotada.
—Ahora que lo pienso, realmente necesitas hacer ejercicio —añadí, en un intento de molestarla un poco.
—Iré a beber agua —dijo de repente, desviándose de su usual actitud desafiante.
Shael, quien normalmente habría replicado con sarcasmo o se habría burlado de mis palabras, se limitó a ir a beber agua sin decir más. Estaba claro que lo estaba pasando mal. El cansancio la había alcanzado.
Y, para ser justos, no solo había estado bailando. Había tenido que canalizar su maná en el pilar de la torre durante la ceremonia. Eso, combinado con el baile, la había dejado agotada. Incluso si no hubiera bailado, su fatiga habría sido evidente.
Observé a mi alrededor. Nadie parecía estar prestando atención a lo que sucedía entre Shael y yo.
Había logrado mi objetivo por mi cuenta: mantener la atención alejada de nosotros mientras Shael completaba su parte del banquete. Esto, sin duda, era una mejora significativa en comparación con los eventos de la novela original
En la novela, Shael había estado en el mismo banquete, pero la atmósfera era completamente distinta. A pesar de que todos parecían felices, se aprovechaban de cualquier oportunidad para ridiculizarla. La razón de ese comportamiento era clara: el Señor de la Torre había incitado a los demás invitados a despreciarla.
El salón del banquete, en aquella versión, estaba lleno de magos que, aunque no tuvieran una buena relación personal con el Señor de la Torre, estaban obligados a seguir sus órdenes. Conocían demasiado bien su desagradable personalidad y preferían no contrariarlo, por lo que se unían a la burla y el desprecio hacia Shael, especialmente cuando intentaba bailar. En la novela, Shael nunca había practicado el baile de manera seria. Incluso cuando lo intentaba conmigo, su torpeza era evidente. Así que, cuando se encontraba bajo el escrutinio de todos esos magos, su actuación fue desastrosa. Bailó de manera descuidada y se convirtió en el centro de las burlas.
Pero ahora… las cosas eran diferentes.
A pesar de haber cometido algunos pequeños errores, Shael había demostrado habilidad. Estaba lejos de ser la misma chica descoordinada que aparecía en la novela. Ahora, sus movimientos, aunque no perfectos, eran suficientes para evitar cualquier tipo de ridículo. Más importante aún, nadie estaba prestando atención a ella. El ambiente del banquete había cambiado por completo.
Esto se debía a que la situación había evolucionado de manera distinta a lo que narraba la novela original.
El objeto de atención de todos en el salón era, sin duda, el Príncipe Heredero, Jerroch Edgars. En la novela original, se suponía que habría sufrido los efectos de la maldición debido a las acciones del Señor de la Torre. Sin embargo, ahora todo había cambiado. Jerroch se había quitado el disfraz y la capa que cubrían su rostro, revelando su identidad a todos los presentes.
Mientras la mayoría de los invitados ya estaban bailando, Jerroch seguía sin pareja. Lo había notado antes, cuando revisó las heridas de Clie y su expresión se llenó de ira, pero sorprendentemente había logrado controlarse. Perseveró a pesar de su frustración.
Me pregunté cuál podría ser la razón detrás de su autocontrol. Entonces me di cuenta de que la razón era obvia: quería bailar con Clie. Seguramente, Jerroch había decidido que castigar al Señor de la Torre podría esperar hasta después de compartir ese esperado baile con la protagonista.
Todo el mundo en el salón estaba pendiente de él. Las miradas de los invitados seguían cada uno de sus movimientos. Había una curiosidad palpable en el ambiente: todos querían saber a quién elegiría el príncipe para su baile. Sin embargo, Jerroch parecía vacilar, frustrado, mientras miraba insistentemente a Clie.
El Príncipe Heredero estaba obsesionado con Clie, esa obsesión era su característica más marcada. Aunque solía actuar con valentía en muchas situaciones, se volvía inesperadamente tímido cuando se trataba de momentos cruciales, como pedirle a Clie que bailara con él.
Esa era la esencia de Jerroch Edgars.
En la novela original, Clie jugaba con la dinámica de poder entre el Señor de la Torre de magos y el Príncipe Heredero, para hacer que este último se llenara de celos. Durante el banquete, ella acompañaba al Señor de la Torre, utilizándolo como una pieza clave en su estrategia para desestabilizar emocionalmente al príncipe.
Cuando llegaba el momento de bailar, Clie se dirigía al Señor de la Torre, consciente de que el Príncipe Heredero, disfrazado y observándola desde la distancia, no podía hacer nada más que mirar, consumido por la duda y la frustración. Lo que Clie no sabía era que Jerroch, en ese punto de la novela, no podía quitarse el disfraz debido a la maldición, la cual debía haberlo afectado durante la noche.
Este era el momento en el que la relación entre el Señor de la Torre y el Príncipe Heredero empezaba a desmoronarse.
Ahora, en este escenario ligeramente alterado, el Señor de la Torre seguía cerca del pilar central del salón. No estaba allí para verificar el estado de la maldición de la Torre. Su comportamiento era más extraño de lo habitual, y con razón. Podía adivinar que todo esto era causado por la píldora que Shael le había dado. Bajo su influencia, quería invitar a bailar a Clie, pero no podía hacerlo. El efecto de la píldora lo forzaba a alejarse, aunque en el fondo de su mente, lo que más deseaba era estar cerca de ella.
Clie observaba al Príncipe Heredero una vez más, con la misma estrategia en mente: hacer que Jerroch, siempre tan tímido cuando se trataba de ella, se llenara de celos y finalmente tomara la iniciativa. Sin embargo, a diferencia de lo que había sucedido en la novela, Clie no podía recurrir al Señor de la Torre para cumplir su plan. La herida que Aren le había causado en el antebrazo impedía que lo viera como una opción para el baile, y ciertamente no se atrevería a invitarlo.
Al mismo tiempo, Clie no estaba dispuesta a dar el primer paso con el Príncipe Heredero. Esa no era su manera de hacer las cosas; ella siempre esperaba que él, tarde o temprano, fuera quien tomara la iniciativa. Esa era la naturaleza de Clie.
A decir verdad, todo esto me resultaba irrelevante. No parecía que fuera a ocurrir una pelea entre el Señor de la Torre y el Príncipe Heredero, al menos no por el momento. Así que, dejé de prestar atención a ese drama y decidí centrarme en Shael. Estaba por invitarla a bailar nuevamente cuando algo inesperado sucedió.
—Oye, ¿te gustaría bailar conmigo?
Era la voz de Clie. Me estaba invitando a bailar.
¡Tonterías! Pensé, completamente atónito. ¡Era una completa locura!
Clie debió haber visto cuando Shael y yo estábamos bailando, y no solo eso, también debía de saber que Shael y yo estábamos comprometidos. Clie era perspicaz, y en una novela romántica de fantasía, el acto de bailar tenía un significado profundo. No era simplemente una cuestión de divertirse; bailar juntos implicaba una conexión especial, ya fuera un interés mutuo o una relación establecida. En este mundo, nadie bailaría con alguien con quien no tuviera algún tipo de lazo significativo.
Por eso, que Clie me pidiera bailar, estando yo comprometido con Shael, era algo inimaginable. Rompía todas las reglas no escritas de este tipo de eventos. Y, como era de esperar, la atención de los invitados se desplazó del Príncipe Heredero a mí. Después de todo, yo era el hijo de un duque, y mi posición no era precisamente discreta.
Las miradas curiosas ahora se posaban sobre nosotros, y eso incluía a Shael, mi prometida. No era sorprendente que la gente estuviera expectante de lo que sucedería a continuación. Pero lo que más captó mi atención fue la expresión de Jerroch. Me miraba con el ceño fruncido, con una mezcla de resentimiento y frustración en su rostro, como si creyera que yo le estaba arrebatando a su amante.
¡No había forma de que aceptara esta solicitud!
Justo cuando estaba a punto de rechazar rotundamente la invitación de Clie, algo inesperado sucedió. Alguien se interpuso en mi camino, deteniéndome antes de que pudiera hablar. No era ni el Señor de la Torre de magos ni el Príncipe Heredero, sino alguien mucho más familiar para mí. Ese cabello azul claro la delataba de inmediato.
Era Shael.
Shael se plantó frente a mí, con una postura que irradiaba una arrogancia característica de una villana y sus ojos se clavaron en Clie, sin titubeos.
Entonces, con una voz clara y desafiante, dijo las palabras que nadie esperaba:
—Él es mío.
Después, la villana sonrió de manera amenazante a Clie.