Una Verdadera Estrella – Volumen 3 – Capítulo 24: Liberación

Traducido por Shisai

Editado por Sakuya


El resultado de esta subasta no fue un suspenso. Cuando el precio alcanzó los 300 millones de dólares, Harvey ya estaba pálido y en varias ocasiones, no pudo evitar querer que alguien llamara a los padres de Gino.

El hermano y el padre de Michael tenían la intención de rescatarlo intacto a cualquier costo. Se puede ganar dinero nuevamente, pero no se puede recuperar a un ser querido una vez ido. Aunque nunca pensaron que alguien seguiría subiendo el precio. Al igual que Tang Feng, no creían que Michael pudiera haber hecho algo malo como para ser atrapado por algún miembro del inframundo.

Harvey originalmente pensó que 200 millones debía ser un precio muy alto, pero ahora se había disparado a 300 millones, y la otra parte no tenía intención de retroceder, simplemente habían venido preparados, lo que lo hizo dudar.

¿Podría ser la solicitud del propietario de la subasta? En cualquier caso, si el precio de la subasta supera los 300 millones, será un gran golpe para la familia Gino. Si este incidente llegara a oídos de sus oponentes, las consecuencias serán impensables y las acciones de la compañía también se verían afectadas.

¿Quién es el que tiene un odio tan grande hacia Gino que está dispuesto a pedir ayuda a estos demonios?

—Sr. Harvey, por favor salga un momento —susurró un camarero que de repente se acercó al médico.

—¿No ves que estoy ocupado? —Harvey estaba constantemente atento a la puja de su oponente, e inevitablemente le disgustaba ser molestado en este momento de alta tensión mental.

—Mi maestro quiere verlo. Esto está relacionado con el Sr. Gino. Por favor, no se preocupe por la seguridad del Sr. Gino. —El camarero siguió las órdenes de Albert, y volvió a enfatizar—: Si no quiere salir, no volveré a molestarlo.

¿El dueño de la subasta?

Harvey bajó la cabeza por un momento y apresuradamente dijo: —No, saldré contigo.

Tal vez fuera la única salida. Harvey asintió con la cabeza hacia Gino, quien estaba atado en el escenario, señalando que la otra parte no debería preocuparse, y luego salió con el camarero. Naturalmente, ahí terminó la pelea de ofertas.

El precio final por Gino fue de 325 millones. El hombre que había representado a Albert, fue a la oficina administrativa para pagar tal como habían hecho los anteriores ganadores.

Harvey, con sus preocupaciones y ansiedades, siguió al camarero con seriedad y algo de nerviosismo. Si su partida le causaba alguna lesión a Gino, entonces él tendría que hacer algo al respecto, sin importar qué.

Pero ¿qué podía hacer?

—Es aquí, entre —El camarero se detuvo frente a una habitación en la parte superior del yate y extendió la mano para hacerle un gesto de que ingresase. Luego se dió la vuelta y se fue.

Dos guardaespaldas estaban parados en la entrada. Cuando Harvey abrió la puerta, ninguno de los dos lo miró.

La persona que estaba adentro era el dueño de la subasta. Una persona de la que había escuchado, pero que no esperaba poder conocer. Era imposible decir que no estaba nervioso, pero cuando entró, se quedó congelado.

—Tang… ¿Sr. Tang Feng?

Debía admitir que cuando lo vió por primera vez, Harvey se quedó quieto como si hubiera sido golpeado. No se le podía culpar, según el camarero aquí era donde lo esperaba quién estaba detrás de la subasta, el dueño del barco y ahora solo estaban Tang Feng y varios otros guardaespaldas en la habitación.

Además, Tang Feng llevaba un traje tang, con las manos en la espalda y de pie no muy lejos, realmente parecía un misterioso hombre legendario.

—Harvey, nos encontramos de nuevo.

Con una sonrisa ligeramente amarga, Tang Feng supuso que el otro lo estaba malinterpretando, pero no era el momento de explicarlo. Se acercó para indicarle que se sentara, había algunas cosas de las que debían hablar.

—No tienes que preocuparte por Gino. Haré que alguien lo envíe a tu bote mañana.

Este era el tema principal. Una oración muy simple, pero extremadamente preciosa para Harvey y la familia Gino.

—Sr. Tang, usted… —Harvey parecía tener algunos escrúpulos. Miró a los guardaespaldas a su lado tímidamente. Los altos escoltas parecían hacer oídos sordos a su conversación, permaneciendo inmóviles uno al lado del otro, cada uno como una estatua que simboliza la fuerza y la violencia sólo en silencio emitiendo una presión invisible.

—Harvey, cuanto menos sepas, mejor será para ti. Solo puedo decirte que no soy el dueño de este barco y cuando vuelvas, no le digas a Gino que me viste. Por favor, no le digas a nadie que me has visto aquí.

No podía dejar que viese a Albert, el hombre es demasiado peligroso. Tang Feng eligió salir a hablar en su lugar.

Si se presentara, Harvey debería tranquilizarse un poco.

El médico lo observó por un momento, aunque no entendía por qué Tang Feng apareció aquí, podía deducir por las palabras del otro que había algunas cosas en las que era mejor no meterse.

Suspiró suavemente y con una sonrisa en su rostro, dijo:

—Me disculpo por haber sido grosero. De todos modos, muchas gracias por lo de hoy.

—Solo hago lo que puedo —Tang Feng no tenía nada más que decirle. Se puso de pie y le comentó en voz baja—: Vuelve y duerme bien. Cuando Gino vuelva mañana por la mañana, creo que deberías recibirlo en buenas condiciones. Dentro de unos días es el Festival de Cine en Venecia. Deja que Gino descanse y se olvide de lo que pasó en los últimos días. Esto no volverá a suceder.

Harvey asintió con fuerza. De hecho, todavía tenía muchas preguntas que hacerle, pero solo podía retenerlas.

A veces, Tang Feng le recuerda a otro hombre, uno que ya no estaba en este mundo.

—Sr. Tang, ¿también irá al Festival de Cine en Venecia? —preguntó antes de irse.

—Lo haré —afirmó el actor con una sonrisa.

Tras despedirse de Harvey, se dirigió a la habitación en la que él y Albert habían usado con anterioridad. Al empujar la puerta y entrar, Tang Feng vio a Gino atado al soporte de madera junto a la cama de un vistazo. Ahora no sólo estaba amordazado sino también con los ojos vendados.

El cuerpo de Gino tembló ligeramente. Desde su infancia, este hombre había crecido con una cuchara de oro, por lo que probablemente nunca había experimentado algo tan terrible.

Albert parecía estar mezclado con el aire. Estaba sentado en la mesita cerca de la ventana con las piernas cruzadas, sorbiendo de forma despreocupada un poco de café y cuando lo vió entrar, le hizo señas con una sonrisa.

Cuando Tang Feng se acercó al rubio, el hombre volvió a señalar la silla.

Gino podía escuchar su conversación, así que el actor no se atrevió a hablar. Sabía que el joven era una persona muy orgullosa de sí misma, por lo que si supiese que lo había visto en este estado de vulnerabilidad, seguramente sufriría un gran golpe.

¿Qué estaba haciendo Albert?

—Siéntate aquí —escupió las palabras a Tang Feng en voz baja, luego se levantó sosteniendo su taza de café y caminó hacia Gino.

Albert hacía un ligero sonido de pisada con cada paso, lo que sin duda era un ataque psicológico contra Gino que sólo podía oír y no ver.

—La superestrella Michael Gino, jaja —el rubio observó de arriba abajo a Gino. De lo que había aprendido, su vista siempre le daba una fuerte sensación de crisis.

El maniatado naturalmente lo sintió, y su cabello se erizó.

—Eres un hombre afortunado —Albert dijo estas palabras y acto seguido, miró a Tang Feng, quien estaba sentado en su silla honestamente—. Pero, al mismo tiempo, también eres un estúpido. Recuerda lo que pasó hoy, la próxima vez… tal vez no tengas tanta suerte.

Alzando su taza de café, vertió lentamente el líquido restante sobre Gino, quien estaba desnudo, y luego dejó caer la taza al suelo.

Michael, quien no había experimentado demasiados contratiempos en su vida, había sido capaz de aguantar hasta ahora y aunque estaba temblando por todas partes, no era algo de lo que avergonzarse.

Albert no volvió a mirar a Gino, sino que se acercó a Tang Feng, se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

—Te daré media hora.

Acto seguido, salió de la habitación.

Tang Feng se levantó, buscó una toalla, la mojó y la escurrió. Se acercó a Gino y le limpió el café. Este se estremeció violentamente cuando sintió el primer contacto.

Frunciendo el ceño ligeramente, limpió todo el café sin decir nada.

Una vez resuelto, retrocedió unos pasos y los guardaespaldas del costado se acercaron para levantar a Gino, poniéndolo sobre la cama. El joven forcejeó un par de veces pero poco a poco se calmó, como si esperara la llegada del próximo castigo.

Tang Feng le guiñó un ojo a los guardaespaldas del costado.

—Duerme bien en el barco, te enviaran de regreso mañana. Eres realmente un tipo afortunado.

Antes de que el guardaespaldas le quitase la venda a Gino, Tang Feng salió de la habitación.

Albert ya estaba esperándolo en el helicóptero en la parte superior del barco, Tang Feng se acercó y subió, sintiendo la brisa marina.

—Estará bien esta noche, ¿verdad? —preguntó, mirando al hombre a su lado.

—Por supuesto —Albert extendió sus brazos alrededor del otro, se inclinó y besó los labios de Tang Feng—. Tú también estás cansado, volvamos para que descanses temprano.

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