Traducido por Shisai
Editado por Sakuya
Afortunadamente, la noche era oscura y el bosque lo suficientemente extenso como para causar desorientación. Albert no había soltado perros para que lo persiguieran y había comido una comida completa por la tarde; de lo contrario, no habría tenido energía para correr ahora mismo.
Después de andar unos cinco o seis minutos, el ruido de los coches y de la gente se hizo más cercano. Un par de veces sintió que alguien se acercaba; sus nervios se tensaron como una cuerda de arco tensada, lista para romperse en cualquier momento.
Si seguía corriendo, lo iban a encontrar.
Le dolía la garganta de tanto correr. Apenas tosió dos veces cuando un intenso rayo de luz brilló hacia él. Tang Feng maldijo en voz baja y se agachó, sin dejar de correr hacia un lado.
Ahora tenía dos opciones: trepar a un árbol o saltar a un río.
Sin río a la vista, trepar a un árbol era la mejor opción para evitar ser detectado de inmediato y ganar algo de tiempo. Pero al mirar las ramas casi desnudas, empezó a preocuparse.
Aunque pudiera trepar, probablemente lo verían.
Eligió un árbol relativamente alto con algunas ramas para apoyarse. Respirando hondo, trepó con pies y manos. Había hecho casi todo lo que no había hecho en su vida anterior, incluso trepar a un árbol a unos cinco o seis metros del suelo.
Jadeando, se encaramó a una rama robusta y miró hacia la oscuridad. No podía ver nada, como si caer significara ser tragado por la oscuridad.
Las luces en la distancia se acercaban, acompañadas por los sonidos de un grupo de búsqueda. Usando la tenue luz, el actor siguió trepando hasta alcanzar unos siete u ocho metros de altura. Más arriba, las ramas eran demasiado delgadas para sostenerlo.
Su objetivo era retrasar a Albert, no caerse y matarse.
Aferrándose al tronco para mantener el equilibrio, Tang Feng se sentó en una rama. No mucho después de haber subido, una sombra llegó rápidamente a su lugar anterior. Parecía ser el hombre de negro que los había perseguido a él y al pequeño demonio antes.
Ni siquiera se atrevió a respirar en voz alta, observando en silencio cada movimiento del hombre de abajo. Afortunadamente, este sólo se detuvo brevemente en la base del árbol antes de marcharse rápidamente. Sin embargo, después de que el hombre de negro se fuera, llegaron más perseguidores, cada uno con linternas en la mano, alumbrando a su alrededor. Si a alguien se le ocurría iluminar hacia arriba, vería a alguien encaramado al árbol.
Parecía que la mayoría de la gente se centraba en el suelo, sin considerar que alguien podría haberse subido a un árbol. Como resultado, Tang Feng consiguió evitar la primera oleada de buscadores.
La frecuencia de luces y voces a su alrededor aumentó, lo que indicaba que sabían que no podía haber ido muy lejos. Tras avanzar un rato, los buscadores empezaron a retroceder, cerrándose como una red cada vez más tupida, llevando a cabo una búsqueda exhaustiva mientras reducían gradualmente su radio de acción.
Tang Feng calculó que había pasado media hora desde que llamó la atención de Albert. Media hora debería bastar para que Iván y los demás empezaran a evacuar a la gente de la cueva.
Estar sentado en la misma posición durante tanto tiempo hizo que sus extremidades se acalambren. Respiró hondo para mantenerse alerta, pero el aire frío empeoró su dolor de garganta. Se tapó rápidamente la boca con la mano, pero no pudo evitar un par de toses ahogadas.
Ese leve ruido fue suficiente para que el hombre de negro volviera bajo el árbol. Levantó la vista y miró fijamente a Tang Feng. Por alguna razón, el actor sonrió: lo habían descubierto.
Saludó con la mano al hombre de negro. Este parecía ligeramente aturdido, probablemente sorprendido de que Tang Feng se hubiera subido a un árbol y ahora lo estuviera saludando.
Bajo la máscara negra, los labios del hombre se curvaron: Tang Feng seguía siendo tan interesante como siempre.
Una a una, más personas se reunieron alrededor del hombre de negro y, pronto, todos se dieron cuenta de que el actor estaba en el árbol. Algunos intentaron subir tras él.
—¡No suban! —gritó Tang Feng, agachándose para quitarse el zapato y lanzárselo a uno de los escaladores—. ¡Quédense atrás!
Déjale ser un canalla por una vez.
El hombre de negro no habló, sólo hizo un gesto a los demás para que se apartaran. Desde el alto punto de vista de Tang Feng, la escena de abajo parecía grandiosa, sobre todo porque la gente parecía hormigas intentando trepar y derribarlo.
—No te muevas —dijo el hombre de negro con voz ronca, bajando deliberadamente el tono.
Por supuesto, Tang Feng no se movería. Su objetivo era ganar tiempo, no hacerse matar.
No tuvo que esperar mucho antes de que Albert saliera de entre la multitud. Habían pasado varios meses desde su último encuentro y su despedida no fue particularmente memorable o nostálgica.
Como dijo Lu Tian Chen, Albert era un loco, un tipo impredecible.
El tiempo pasaba, segundo a segundo. Albert observó en silencio al hombre sentado en el árbol durante unos cinco minutos. Cada segundo, Tang Feng lo contaba en su mente, preguntándose si esos cinco minutos darían a Iván y a los demás tiempo suficiente para rescatar a la gente o escapar.
No le importaba que Albert permaneciera en silencio, pero pronto se produjo cierto alboroto en el perímetro. La gente colocó gruesas esteras alrededor del árbol, haciendo que el actor sintiera que aunque saltara con todas sus fuerzas, sólo se haría daño a sí mismo, no moriría.
—Nos encontramos de nuevo. Esta vez, nuestro encuentro luce bastante dramático —habló finalmente Albert, con su rica voz llena de estilo teatral.
—No me gusta nada esta forma de encontrarnos —Tang Feng tiró uno de sus zapatos. Ahora, con sólo un calcetín en un pie, temblaba por el frío. No, todo su cuerpo estaba helado.
Sentado en el árbol, empezó a sentir dolor de cabeza. Casi se olvidó que aún tenía fiebre.
¡Qué noche tan emocionante!
—Hace frío. Baja —dijo Albert lentamente.
—Lo sé, pero no quiero bajar —el actor se movió ligeramente para evitar que su cuerpo se acalambre. Dios sabe lo cansado y somnoliento que estaba: los efectos secundarios de la medicina para el resfriado estaban haciendo aparición.
—Te has vuelto obstinado. —Las palabras sonaban como algo entre amantes, aunque la situación distaba mucho de ser romántica. Albert continuó—: Tang Feng, baja. Estoy aquí para salvarte.
—¿Salvarme?
—Sí.
—Estás con ellos.
Hablar con el otro hombre lo ayudó a mantenerse despierto, aunque el tema era aburrido.
Albert no continuó la conversación como Tang Feng esperaba. En lugar de eso, se arremangó de repente y empezó a trepar por el árbol.
No lentamente como había hecho el asiatico, sino con la velocidad de un agente entrenado.
En poco tiempo, llegó a la posición de Tang Feng y extendió la mano: —Baja conmigo.
—No quiero bajar —respondió, mirando a Albert, el cual parecía no haber cambiado desde hacía unos meses.
Un destello brilló en los ojos del hombre y justo cuando Tang Feng terminó de hablar, Albert soltó de repente su agarre y se abalanzó sobre él. Éste se sintió como si fuera un cometa, girando por el aire. Cuando se dio cuenta de lo que ocurría, había aterrizado pesadamente sobre una mullida alfombra en el suelo.
Antes de que pudiera recuperar la compostura, Albert, quien había caído con él, lo levantó de la colchoneta, haciendo que Tang Feng tropezara en su abrazo.
A pesar del comportamiento frío del hombre, para el actor, el cual había estado expuesto al viento frío durante casi media hora, se sentía cálido.
—¿Te has hecho daño? —preguntó Albert con una sonrisa.
Tang Feng miró hacia su anterior posición y esbozó una sonrisa amarga.
—Soy fuerte. No moriré por una caída.
—Volvamos.
Soltando a Tang Feng, Albert sólo sostuvo su mano, apretando suavemente la fría palma del hombre.
—He oído que has engordado para un papel en una película. El trabajo es importante, pero si arruinas tu salud, también me duele.
—Jajaja, por fin le hemos pillado —se rio un sujeto calvo mientras se acercaba, sin siquiera mirar al actor, sino hablándole directamente a Albert—. Según nuestro acuerdo, me pregunto cuándo me darás el oro.
Albert lo ignoró. El hombre de negro que estaba a su lado dio un paso adelante, sacó rápidamente una pistola y le disparó al calvo en la cabeza.
El silenciador amortiguó el sonido, pero una persona viva cayó muerta justo delante de Tang Feng. Al presenciar esta escena por primera vez, no pudo evitar sentirse abrumado. Instintivamente, agarró con más fuerza la mano de Albert y giró la cabeza hacia otro lado.
—Espero que esto no te haya asustado —comentó Albert suavemente con una risa, aparentemente indiferente a todo.