Traducido por Den
Editado por Damian
El sol de la tarde era muy cálido. Estaba leyendo un libro, sentada en una pequeña colina detrás del palacio de la princesa imperial.
Había comido hasta saciarme, por lo que cuando estaba concentrada en el difícil libro que leía, comencé a sentirme somnolienta.
Hmm…
Estaba tan relajada que creo que comencé a soñar despierta. Y de repente me desperté.
En realidad, fue una reacción involuntaria. Porque sentí que «era hora» de que me despertara.
En ese momento, escuché una voz que me llamaba al pie de la colina.
—¡Aisha…!
Cubriéndome los ojos de la luz del sol con la mano, miré la figura de la persona que me nombraba. Por supuesto, no necesitaba examinarla a detalle para conocer su identidad.
Su brillante cabello dorado deslumbraba como el sol.
Aunque era una pequeña colina, corrió hasta donde estaba con su cabello dorado revoloteando. Llegó en un suspiro.
—Aisha, ¡estoy aquí!
Sonreía alegremente, sin que le faltara el aliento.
—Has venido, hermano mayor —lo saludé con una sonrisa.
Pasaron las estaciones y ahora me encontraba en mi séptima primavera.
Isis también había cambiado bastante físicamente. No solo era más alto, sino que también más guapo. Sus facciones se volvieron más marcadas. Quizás pronto llegaría a la pubertad.
Y mientras tanto, yo también he cambiado mucho. Entre ellos, el mayor cambio fue el físico.
De apenas caminar cinco o seis pasos, ahora podía hacerlo con total libertad. También podía hablar con fluidez y claridad. Ahora podía hacer casi todo lo que quisiera hacer.
Era mucho más alta, me había crecido el cabello y podía pensar en cosas un poco más complejas.
Cuando era una recién nacida, solía entrarme mucho sueño cuando intentaba pensar profundamente en algo y me quedaba dormida. Comparado con eso, fue un gran desarrollo. Estaba muy satisfecha con estos cambios.
Me preguntaba cómo pude aguantar siete años en ese incómodo cuerpo de bebé.
Y, en segundo lugar, mis reacciones a quienes me rodeaban han cambiado.
Tras mi primer banquete de cumpleaños, comencé a abrirme a la gente. Hasta entonces, había sido un bebé difícil que no balbuceaba a las personas y era muy tímida. Pero todo cambió cuando empecé a abrir lentamente mi corazón.
Mi madre estaba muy contenta de verme sonreír y de que la mirara a los ojos. También las opiniones de las personas que estaban preocupadas por mi inexpresividad emocional fueron variando y, en cambio, comenzaron a apreciarme más.
Mi primer objetivo en esta vida, «no abrir mi corazón a nadie», finalmente fracasó. Pero no importaba. Porque obtuve algo aún más importante: una nueva familia.
Mi familia era más brillante y cálida que el sol de primavera.
Sonreí sin darme cuenta.
Isis esbozó una amplia sonrisa como si le gustara mucho que riera. Luego, se sentó a mi lado como de costumbre.
—¿Qué estabas leyendo?
Le mostré la portada del libro. La tapa dura estaba escrita en elmirio y en el lenguaje antiguo.
—Trata sobre la historia de la formación del lenguaje antiguo y los principios de su desarrollo abstracto.
Se quedó en silencio por un momento.
—¿Te gusta?
—Sí.
Asentí sin dudar. Isis se encogió de hombros.
—Nuestra Aisha es inteligente —comentó y añadió—. ¿Los niños de siete años suelen leer libros como este? —Sonó como una queja.
Me limité a sonreír en silencio.
De hecho, había una razón diferente para estudiar el lenguaje antiguo, pero pensé que aún era demasiado pronto para contársela a Isis.
Poco a poco, recordé el pasado.
Esa inexpresividad emocional trajo sospechas de que podría ser una niña de desarrollo lento. Sin embargo, cuando decidí abrir mi corazón, también tomé la decisión de demostrar mis habilidades al máximo.
Cuando tu mentalidad cambia, tu comportamiento también.
En cierto modo, mi renacimiento podría ser una oportunidad muy valiosa. Quería vivir mi nueva vida mejor y más diligentemente. Además, tenía una nueva familia a mi lado que solo deseaba mi felicidad.
Gracias a esa determinación, empecé a insistirle a mi madre desde los tres años de que…
«Madre, quiedo lee un libo.»
De hecho, incluso entonces, mi vocabulario ya era perfecto. Así que la gente pensó que era muy inteligente.
Pero cuando comencé a aprender a leer (ya sabía, solo que, para ser exactos, fingía aprender) a la edad de tres años y empecé a leer libros uno tras otro, la apreciación que tenían de mí no fue solo que era «inteligente». En realidad, su reacción fue explosiva.
También recuerdo con claridad la reacción de Isis en ese momento.
En aquel entonces, estaba aprendiendo palabras como mamá, papá, perro, casa, Isis… Jugaba con palabras de ese nivel.
Mis pequeños músculos aún no se habían desarrollado del todo, por lo que era natural que las letras estuvieran torcidas. Aun así, al verlas, Isis exclamó con un excesivo brillo en los ojos:
—¡Aisha es un genio!
Sus ojos brillaban tanto que no pude evitar sudar.
Desde entonces empezaron a llamarme genio.
Cuando fingía aprender a leer, leía cuentos infantiles. No obstante, ahora que tenía siete años, dejé atrás los cuentos y pasé a leer libros mucho más difíciles.
Aunque mi madre estaba un poco preocupada por mí, porque crecía demasiado rápido, también estaba orgullosa.
Sabía que debía tener cuidado con eso de ser admirada demasiado como un genio. Porque como princesa no sé cómo ni cuándo seré utilizada para la política.
Por eso, cada vez que alguien me preguntaba sobre mis sueños o si había algo que quería hacer, respondía:
—Quiero ingresar en la Torre de los Eruditos y continuar con mis estudios.
No sucederá nada importante en el futuro si trato de vivir tranquilamente sin ser codiciosa.
Uff, suspiré por dentro.
Reconozco que estaba un poco demasiado entusiasmada. Pero imagina cómo me sentí al encontrar algo divertido por primera vez después de estar siempre acostada en la cama aburrida.
Ya fuera un libro de cuentos del Norte que leían los niños pequeños o escribir palabras en elmirio varias veces, ¿no sería mucho más emocionante que practicar darme la vuelta?
Comparado con la aburrida rutina que vivía en esos días, poder aprender algo era más como una bendición.
Además, al adquirir conocimientos, podía estudiar más sobre las noticias y la situación actual del continente y este imperio, y podía investigar sobre mí misma.
Lo que más me interesaba eran los «espíritus».
Era comprensible que me interesara en ellos cuando los veía correteando frente a mí todo el tiempo. Además, cuando aún no podía abrirme a los demás y estaba atrapada en mi solitario mundo, los espíritus fueron mi único consuelo y mis amigos.
Tal vez si no me hubieran hecho compañía y no me hubieran cuidado, no habría podido apegarme a este mundo tras renacer.
¿Hay alguna manera de aprender más sobre los espíritus?
Con eso en mente, frecuentaba mucho la biblioteca del palacio imperial.
Sin embargo, desafortunadamente, hace mucho tiempo perecieron los maestros de espíritus, por lo que incluso en la biblioteca imperial, donde se recopilaban la mayoría de los libros del imperio, no pude encontrar nada sobre ellos.
En medio de esa agonía, la estantería del lenguaje antiguo suscitaba mi curiosidad.
Como no había aprendido el lenguaje antiguo, no podía buscar ahí.
Se decía que en la antigüedad existieron muchos maestros de espíritus y de muchas clases.
Si aprendiera el lenguaje antiguo, tal vez podría encontrar un libro sobre los espíritus en esa estantería. Por eso últimamente lo estudiaba todos los días.
Subía la colina detrás del palacio de la princesa imperial, me reclinaba contra el tronco de un árbol y estudiaba el libro de lenguaje antiguo.
También hablaba con Isis, que venía a verme después de su clase de esgrima.
Estos momentos eran los más felices para mí.
Aunque me escoltaban una doncella y un caballero, a menudo me olvidaba de su existencia mientras leía libros y conversaba con Isis.
También, a pesar de que era difícil memorizar palabras complicadas del lenguaje antiguo una por una, lo disfrutaba.
Isis siempre venía a mí tan brillante como el sol.
Me gustaba mucho esta vida.
—Aisha, ¿no prefieres leer cuentos a libros aburridos como este? —me preguntó un poco descontento mientras me miraba—. Te los puedo leer.
—Me leí todos los cuentos infantiles hace mucho tiempo.
Parecía un poco deprimido.
Era solo una suposición mía, pero parecía que quería leerme un cuento.
—¿Qué tal hacer un dibujo? Puedo dibujarte un lindo conejo.
—Creo que yo lo dibujaría mejor.
En realidad, Isis no era bueno dibujando.
Lucía abatido ante mis continuos rechazos.
Me reí un poco por mis adentros. Aunque era un mal pasatiempo, era divertido burlarse de él.
—A veces pienso que… —comenzó a decir el triste Isis.
El viento soplaba desde el lejano y frondoso bosque del palacio imperial. Era bastante fuerte. Hasta el punto en que el dobladillo de mi falda ondeaba a su son.
Los ojos verdes de Isis me observaron fijamente.
—A veces siento que Aisha es más madura que yo.
Lo miré confundida.
El viento siguió soplando.
Estaba sin palabras. El corazón me dio un vuelco. ¿Qué debería decir?
Por un buen rato, me embargó la vacilación.
Seguía siendo demasiado pronto para decírselo ahora. Entreabrí la boca.
Sus ojos verdes eran claros y puros. No parecían estar mintiendo.
—Probablemente sea tu imaginación…
—Sí, supongo que sí —sonrió—. Todo es porque Aisha es un genio.
Traté de reírme.
—Hermano mayor, tú también eres un genio.
Me alababa diciendo que era un genio, pero en realidad él era el verdadero genio.
Incluso en el Imperio Elmyrrh, el Imperio de los Caballeros, sus habilidades con la lanza eran incomparables.
Para proteger su juramento de caballero, entrenaba todos los días. No parecía temerle a nada y ya era tan talentoso como otros adultos. Hasta el punto de que me avergonzaba fingir ser un genio frente a él.
Lo miré. Los espíritus daban vueltas a su alrededor con una radiante sonrisa. Quizás porque era una persona recta y sincera. O tal vez porque me gustaba.
En cualquier caso, a los espíritus les encantaba.
Mientras contemplaba a estos dos seres puros, me entristecí un poco.
En realidad, mi fin último para aprender sobre los espíritus era para vengarme de Idenbell.
♦ ♦ ♦
Incluso en el Imperio Elmyrrh las noticias del Imperio Idenbell se difundían rápidamente. Los libros son libros y los periódicos, periódicos.
No es porque sea una princesa, pero podía obtener con facilidad información sobre el Imperio Idenbell a dondequiera que fuera.
Probablemente esto se debía a que los dos imperios habían estado enfrentados durante mucho tiempo. Tras cientos de años de lucha, habían pasado varias décadas desde que iniciaron una relación de paz. Todavía debía existir resentimiento e interés hacia el otro.
Miré hacia el horizonte.
El palacio de la princesa imperial, situado allí abajo, brillaba hermosamente bajo el sol de la tarde.
Pensamientos complejos me venían a la mente. Marianne, quien me incriminó, seguía siendo tratada como una santa. Se decía que el primer príncipe, Lakias, quien reclamó mi pena de muerte, sería nombrado príncipe heredero este año.
En ocasiones también oía noticias por parte de otras personas.
Al menos no parecía que estuvieran viviendo en la miseria.
Ja, ja…, me reí secamente.
Incluso sin mí, aunque morí, todos vivían muy bien. Estaba tan enojada por eso. ¿Por qué les iba tan bien incluso después de mi muerte?
Por supuesto, ahora tenía a una nueva y sumamente amorosa familia a mi lado. Pero no podía evitar enfadarme por mi miserable pasado como Alisa.
Los espíritus se acercaron a mí al sentir mi ira.
—¿Estás bien?
—Anímate.
Algunos de ellos me dieron palmaditas y me animaron. En especial, «Lu», el espíritu de rango inferior al que veía desde que nací, me tiró polvo de luz, en un intento de hacerme reír.
Respiré hondo ante tal escena.
Tienes que mantener la calma…
Observé los rostros inocentes de los espíritus. No sabía cómo podría conseguir mi venganza tratando con estos niños. Sin embargo, esta era la única manera que pude encontrar.
Incluso cuando vivía como princesa del Imperio Idenbell, famoso por ser el Imperio de los Magos, nunca conocí a un maestro de espíritus.
En ese caso, cuando me vengue, ser maestra de espíritus será mi as bajo la manga. Claro, si puedo hacerlo bien… Así que tendré que seguir haciéndolo como he hecho hasta ahora. Estudiando el lenguaje antiguo e investigando sobre los espíritus.
Sin embargo…
Estaba perdida en mis pensamientos.
En ese momento, ¿qué fue eso?
Antes de perder la visión, vi los ojos rojos de Marianne en la sala de ejecución. Eran muy lúgubres y… de mal presagio.
Sus ojos dorados eran famosos en el imperio. También fueron la evidencia para que ella, hija de una sirvienta, pudiera ser reconocida como miembro de la familia imperial.
Quizá si Marianne hubiera sido un hombre, con esos ojos podría haber sido digna como sucesora.
¿No era tratada como una santa por su apariencia angelical, sus ojos dorados y sus buenas obras con los pobres?
No obstante, en ese entonces sin duda vi que eran rojos. No eran claros como el rubí, sino oscuros. Desprendían una sensación escalofriante.
Jaaa…, exhalé un profundo suspiro por dentro.
—Aisha, ¿qué pasa? —preguntó Isis preocupado, al notar que estaba molesta por algo.
Lo miré con atención. Al igual que antes, se trataba de un tema del que no podía hablarle. Incluso si se trataba de él.
—No es nada.
Si quiero venganza, tendré que hacerlo sola, pensé mientras le respondía.
Padre, madre y hermano mayor Isis…
Por supuesto, podría persuadir a mi familia para que se enfrentara a la familia imperial de Idenbell. Sin embargo, esto era un problema de mi vida pasada.
Ahora que se había establecido un tratado de paz entre los imperios, sería demasiado molesto intentar convencer a mi familia de mis problemas personales. No quería ser una carga para ellos.
—¿Segura?
Isis no indagó más. Fue un alivio. Porque era muy perspicaz.
Tal vez sea porque ha estado conmigo todos los días desde que nací, pero a veces parecía entenderme mejor que yo. Por eso probablemente notó que estaba escondiendo algo.
—Aisha.
—¿Sí, hermano mayor?
Mientras parpadeaba, puso su mano sobre mi cabeza y me sonrió. Estaba perpleja.
—Sea lo que sea, está bien.
Los ojos verdes que me observaban eran más verdes que el pasto.
El viento volvió a soplar. La hierba me hacía cosquillas en los tobillos mientras se mecía. El olor de la primavera flotaba en el aire.
—Si te enfrentas a alguna adversidad, puedes confiar en mí —sonrió suavemente.
Miré sus ojos claros.
Después de todo, no podía engañar a los ojos de Isis.
No puedo decírtelo.
A pesar de ello, estaba agradecida por su preocupación.
Tras despedirme de Isis, medité más sobre la venganza.
¿Cómo puedo vengarme?
Me examiné las manos. Eran blancas, suaves y pequeñas. Las manos de una niña de siete años eran tan débiles.
Aparte del hecho de que era una princesa, ¿qué habilidades poseía? Apreté las manos.
Con más razón, no tenía más remedio que pulirme como maestra de espíritus. Era la única carta que me quedaba.
Bajé la colina y me dirigí hacia el palacio de la princesa imperial. A la distancia, vi a las doncellas moviéndose afanosamente.
—¿Qué está pasando…?
Ladeé la cabeza.
Cuando les pregunté a la sirvienta y al caballero escolta que me acompañaban, me dijeron que no tenían idea.
Todos en el palacio de la princesa imperial, incluida la doncella principal, sabían que por la tarde subía a la colina a leer un libro. Así que era imposible que me estuvieran buscando porque había desaparecido.
En ese caso…
¿Alguien estaba visitando el palacio de la princesa imperial?
La hora a la que bajaba de la colina era casi siempre la misma, por lo que era muy probable que esa persona llegara a la misma hora.
Y mi suposición fue correcta. Cuando entré al palacio, las doncellas me sonrieron contentas.
—¡Su Alteza! Aquí está.
—¿Qué pasó?
—Su majestad la emperatriz ha venido de visita —me informaron—. La está esperando, Alteza.
Abrí los ojos de par en par.
¿Madre?
Estaba un poco sorprendida. Porque no era de las que venían sin avisar. No obstante, estaba contenta ante la repentina visita, así que corrí apresurada hacia la sala de recepción.
Cuando abrí la puerta, vi a mi madre.
—¡Madre!
Corrí hacia sus brazos y la abracé con fuerza. Entonces percibí ligeramente un aroma que parecía calmar mi corazón.
Mi madre sonrió con dulzura y me dio palmaditas en la espalda.
—Estás aquí, Aisha.
—Madre, ¿has estado bien? —la saludé de forma muy madura.
Si alguien lo oyera, pensaría que no he visto a mi madre en mucho tiempo. De hecho, han pasado casi tres días desde que la vi.
No obstante, había una razón.
Mi madre, a quien veía todos los días, comenzó a estar ocupada por su trabajo como emperatriz. Por eso, sentí como si me la hubieran arrebatado.
Me acarició suavemente el pelo.
—Escuché de las doncellas que estabas leyendo un libro en la colina.
—Sí, siempre es divertido leer —dije, con una brillante sonrisa. Entonces mi madre sonrió alegre como si estuviera orgullosa de mí.
Estos días mi madre ha estado ocupada con los preparativos del «Festival de Primavera», uno de los grandes eventos en el palacio imperial.
En el Imperio Elmyrrh se celebraba un gran evento por cada estación, que eran los siguientes: el Festival de Primavera, el Solsticio de Verano, el Festival de la Cosecha de Otoño y la Fiesta de Año Nuevo de Invierno.
Durante una semana antes y después de cada evento se llevaban a cabo varias celebraciones para agradecer a Dios.
Como eran los eventos más grandes del año, el palacio imperial los preparaba con sumo cuidado.
Era inevitable que mi madre, la emperatriz, estuviera ocupada con los preparativos.
—¿Cómo van los preparativos para el Festival de Primavera?
Examiné minuciosamente su rostro. Aunque sonreía, podía notar el cansancio que parecía intentar ocultar.
—Es lo mismo de siempre. En realidad, ese es el problema. Siempre es lo mismo, así que la gente se aburre.
Ahora que lo pienso, ya habían pasado nueve años desde que mi madre inauguraba el Festival de Primavera.
—Aunque me gustaría hacer algo nuevo, no se me ocurre nada adecuado.
Al ver su rostro ansioso, me preocupé.
¿Hay alguna manera en que pueda ayudar?
Sin embargo, no sabía mucho sobre el Festival de Primavera, así que no se me ocurría cómo podía ayudar.
—Por otro lado, Aisha —comenzó a hablar, cambiando de tema. Era como si tratara de ir al grano—, ¿recuerdas al erudito Alman, que vino el otro día?
Parpadeé. ¿Por qué lo mencionaba?
—Sí.
Me quedé sentada en silencio y la escuché.
El erudito Alman era uno de los principales profesores de la Academia del Imperio Elmyrrh. La razón por la que vino a verme fue para medir mi capacidad de aprendizaje.
Desde que era niña, ya estaba acostumbrada a escuchar que era inteligente, por lo que di las respuestas breves que determiné que serían adecuadas para mi edad. Sin embargo, ¿había algo malo en eso?
Ladeé la cabeza.
En ese momento, la doncella a mi lado me sirvió té. Tomé un sorbo ante el agradable aroma de la bebida.
—Lo que pasa es que, Aisha…,
Al escuchar las siguientes palabras de mi madre, casi escupo el té sin darme cuenta. Porque fueron todo lo contrario a lo que imaginaba.
—Insistió en que poseías habilidades extraordinarias. —Los ojos le brillaban—. Incluso dijo que eras un genio que aparece una vez cada x décadas.
Me quedé muy perpleja.
—En comparación con otros niños de tu edad, tu vocabulario, tu capacidad de pensamiento y tus habilidades numéricas son excelentes… No esperaba que te elogiara tanto.
Guardé silencio.
Debería haber respondido de forma más tonta…, me lamenté por mis adentros.
A pesar de que me había dicho a mí misma que no hiciera nada llamativo, a veces cruzaba la línea porque recordaba vagamente cómo era cuando tenía siete años.
—Es una responsabilidad muy grande ser un genio que aparece una vez cada x décadas.
Ante eso, mi madre sonrió.
—Aisha.
Me puse muy nerviosa cuando me llamó.
—¿Sí, madre?
Tenía la sensación de que iba a decir algo importante. Era una corazonada que había desarrollado al pasar mucho tiempo con ella.
Entonces, dijo:
—¿Qué quieres hacer en el futuro?
—¿Perdón…?
Parpadeé.
—Te pregunto qué quieres hacer en el futuro —preguntó con una sonrisa, como si estuviera contenta—. Sé desde hace mucho tiempo que eres inteligente. ¿Recuerdas lo asombrada que estaba la dama que vino a enseñarte cuando eras pequeña?
Me sonrojé un poco.
—Pero después de escuchar las palabras del erudito Alman, me preocupa aún más lo que deberíamos hacer por ti para el futuro. Puede ser lo que sea. Si hay algo que quieras hacer, intentaré persuadir a su majestad el emperador.
Había sinceridad en sus ojos.
—Desde pequeña has dicho que querías convertirte en un erudito y estudiar más. Si deseas estudiar cosas nuevas, traeremos a más eruditos, y si quieres experimentar más, te mostraremos el vasto mundo.
—Yo… —titubeé.
—Ah —exclamó mi madre ante mi reacción—. Creo que me precipité demasiado. —Parecía un poco avergonzada—. Piénsalo con cuidado.
Mientras parpadeaba, mi madre tomó mi mano con calidez.
—No importa el camino que elijas, te apoyaré. Además… todavía tienes siete años. Hay infinitas posibilidades.
Hay infinitas posibilidades…
—O… —Pareció pensativa por un momento—, ¿qué tal si hacemos esto?
—¿Hmm?
—En el Festival de Primavera de este año…
El Festival de Primavera es un evento para agradecer al dios de la luz y rezar por la llegada de la primavera, cuando comienza la vida.
Desde el primer día del festival, la gente trata de visitar el tempo y de mantener su cuerpo limpio durante toda la semana. Además, por generaciones, la mujer más influyente de la familia imperial, es decir, la emperatriz, organiza una ceremonia de té.
—¿Conocer a otros niños de tu edad no te ayudaría a decidir qué quieres hacer?
Conocer a niños de mi edad…
Me sorprendió bastante. Porque rara vez aparecía en público. Se debía a que mi familia era demasiado sobreprotectora conmigo.
Mi hermano mayor Isis desconfiaba mucho de los que me rodeaban, por lo que decía que me protegería él mismo y a su manera. En cambio, mi madre creía que era tímida, así que no me mostraba frente a otras personas. En cuanto a mi padre, su argumento principal era que era demasiado valiosa para él como para salir. Además, le preocupaba que tuviera un accidente fuera del palacio.
Por eso no tenía ningún compañero de juegos corriente.
Por supuesto, para mí, era difícil hacer amigos de mi edad porque mentalmente era mayor que ellos.
Sin embargo, ahora que tenía siete años, mi madre parecía querer que hiciera amigos.
No era como si no estuviera interesada en los otros niños aristócratas, por lo que la propuesta de mi madre naturalmente me atrajo.
Está bien.
Asentí despacio.
—Sí, lo intentaré.
Mi madre sonrió de oreja a oreja.
Después de despedirme de ella, entré a mi habitación sola.
Siempre me sentaba en el escritorio frente a la ventana cuando reflexionaba sobre algo.
¿Qué tipo de persona seré en el futuro? No es como si nunca hubiera pensado en qué clase de persona quería ser.
No obstante… estaba segura de una cosa. Quería…
Venganza.
Soñaba con la venganza, pensaba en el Imperio Idenbell y recordaba a mi yo de mi vida anterior. Me movía en círculos, incapaz de escapar del pasado.
Ojalá pudiera perdonar o, al menos, olvidar a mi familia de mi vida anterior. Sin embargo, al no haber podido cerrar ese capítulo, ni siquiera podía olvidar, y mucho menos perdonar.
Ahora bien, no podía ignorar a las personas a mi lado que me ayudaban todos los días a ser feliz. Era muy difícil.
Suspiré profundamente.
Por ahora, solo pensemos en el Festival de Primavera. Debo centrarme en lo que puedo hacer en este momento.
♦ ♦ ♦
Al día siguiente, visité la biblioteca del palacio imperial antes de que el rocío de la mañana se disipara.
Había una razón por la que tenía tanta prisa.
Hoy es el día.
Ayer terminé de aprender todo el lenguaje antiguo básico.
Aunque fue difícil, aprendí el vocabulario básico y el principio de formación de las palabras, por lo que podía deducir el significado hasta cierto punto mirando la forma de las letras.
Ahora era el momento de ponerlo en práctica. Podía sentir mi corazón palpitante.
Atravesé el jardín del palacio imperial cubierto de rocío y entré en la biblioteca. Me encontré con la figura familiar del bibliotecario. Trabajaba aquí desde hace mucho tiempo y, además, a pesar de que yo era joven, nunca menospreciaba mi nivel y siempre me recomendaba libros muy buenos.
Me saludó y me acerqué a él.
—¡Vino muy temprano hoy, Alteza! —exclamó con una sonrisa brillante—. Han llegado libros nuevos, ¿quiere que le recomiende alguno?
Por lo general, habría tenido una larga y tendida conversación con él. Porque los libros de los que hablaba siempre eran interesantes.
Sin embargo, hoy tenía prisa. Quería ir a la estantería del lenguaje antiguo.
—Ugh, lo siento, ahora no tengo tiempo.
Habiendo dicho eso, me dirigí hacia una esquina. Luego, me llamó por detrás, extrañado.
—Ah, Alteza, por ahí está la estantería del lenguaje antiguo.
Era comprensible que estuviera sorprendido.
Volví la cabeza y respondí:
—Lo sé.
Abrió mucho los ojos ante mis palabras.
—¿Sí? B-Bueno…
Parecía muy confundido.
En lugar de responder a su pregunta, opté por caminar con orgullo hacia la estantería.
Oí desde detrás su voz asombrada.
—N-No me diga que la joven princesa ha aprendido el lenguaje antiguo…
Así es.
Pronto llegué a la estantería, junto a la cual había una sala que parecía un almacén.
Después de pedirle al caballero escolta y a las doncellas que esperaran a un lado, examiné la estantería. Estaba llena de libros. Sin embargo, en comparación con otras estanterías, esta era muy pequeña.
—A pesar de que es un lugar que contiene todos los libros del imperio, hay muy poca información…
No hay nada que pueda hacer.
Decidí conformarme con eso.
Aun así, si al menos hubiera un libro relacionado con los espíritus, valdría la pena haberme esforzado tanto en aprender el lenguaje antiguo.
Desde la estantería, podía sentir el olor de los libros viejos.
Revisé atentamente los títulos de los libros y pronto me sentí un poco decepcionada.
No puedo leerlo… ¿Sigue siendo demasiado para mí?
Mientras examinaba los títulos, me di cuenta de que no conocía la mitad de los caracteres.
Levanté la mano y toqué las letras grabadas en relieve en el lomo del libro, una por una.
Ilusión… Diccionario…
Cómo hacer…
Uso común… Libro…
Por más que entrecerrara los ojos y tratara de deducir el significado, no podía entender lo que no sabía.
Uf…
Me entristecí un poco.
No pude encontrar la información que estaba buscando entre los libros que ni siquiera podía leer.
Solo por si acaso…
Busqué entre los libros. Entonces, como si mis esfuerzos fueran escuchados por los cielos, por fin pude encontrar un libro que parecía útil.
«La historia de los espíritus».
¡Sí, eso es!
No pude contener mi alegría.
Estaba tan contenta que los espíritus a mi alrededor revolotearon emocionados, tal vez influenciados por mis emociones.
Si estudio este libro, podré aprender sobre los espíritus.
Con el libro en mis brazos, estaba a punto de regresar a mi habitación cuando…
—Aisha, Aisha —me llamaron los espíritus.
Varios espíritus dieron vueltas a mi alrededor y señalaron un libro.
—Este.
—Mira.