Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 235: Más allá de un simple enfrentamiento

Traducido por Herijo

Editado por Sakuya


Por un breve instante, la agitación se apoderó de mí, pero logré contenerla rápidamente. Ese hombre, con una mirada de decepción marcada en su rostro, se mantuvo firme frente a los otros tres. Me asaltaban las preguntas: ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? ¿Qué lo traía en este preciso momento?

Intenté analizar fríamente sus motivaciones, pero una tormenta de emociones ardía dentro de mí.

—Es audaz de tu parte presentarte ante mí de esta manera  —le reproché.

Diferis. ¿Cómo podría alguien justificar su colaboración con esa mujer?

Melchior, ajeno al revuelo que causaba entre los nobles presentes, escaneaba la sala con indiferencia. Cuando finalmente posó su mirada en mi dirección, esbozó una leve sonrisa cargada de escepticismo.

Esa atmósfera tan particular me recordaba inquietantemente a mi padre, perpetuando la incomodidad. Su parecido era tal que incluso parecía compartir su edad, intensificando mi malestar.

—¿Es él de quien se habló hace cuatro años?

—Sí. —le confirmé a Weigraf, moviendo mis labios lo mínimo indispensable.

Había compartido la existencia de Melchior en la reunión de los Tres Territorios de Jugnefa. Aunque también lo había informado al Conde Terejia, opté por no hacerlo público. Era un momento en que el territorio de Kaldia enfrentaba turbulencias; preferiría haber borrado su existencia por completo…

—¿Qué piensas hacer? —inquirió el Conde Einsbark.

Estaba agradecida por su esfuerzo en ocultar mi perturbación de los demás y, saber que aún contaba con su apoyo, aliviaba mi corazón.

Su cordialidad era evidente. Claro, tampoco les convenía verme envuelta en complicaciones, especialmente ahora que estoy a cargo del hijo de Ergnade.

No, a esto se refería Ratoka de mi forma de pensar

Esto es… un gesto de amabilidad. Debería aceptarlo sin resistencias.

—Gracias por su consideración —logré responder, sorprendida por la suavidad de mi propia voz.

A pesar de la situación, me esforcé por concentrarme, consciente de que no era momento para relajarse. Desconocía las intenciones de Melchior y Nordsturm, y cualquier descuido podría ser peligroso.

Su simple presencia ya era un riesgo, potencialmente vinculándome con el incidente.

—Sobre ese hombre… es molesto, pero no tenemos información concreta.

—¿Nada?

—Así es. Oficialmente está bajo la protección de Nordsturm. Dado que han encubierto el incidente, nuestra intervención queda limitada, ¿verdad?

—Correcto. Aunque, si ese es el caso, te enfrentarás a complicaciones de aquí en adelante. ¿Podrás manejarlo?

El comentario de Volmar, aun siendo un murmullo, contribuyó a aligerar mi carga.

A pesar de nuestra escasa conexión, me pregunté hasta qué punto me aceptarían realmente.

—No hay razón para temer.

Y con esa determinación, era mi turno de ofrecerles tranquilidad.

Con mi postura habitual, dejé de ocultarme detrás de ellos y di un paso adelante. Noté cómo los ojos de Melchior se ensanchaban ligeramente ante mi acción. Por suerte, mi crianza me ha preparado bien para no sorprenderme ante tales emboscadas.

—Incluso si ese hombre fuera un hijo ilegítimo de la familia Kaldia, ¿qué podría decir de mí, la legítima cabeza de la familia Kaldia Einsbark?

Mi sonrisa, al pronunciar esas palabras, fue correspondida por los tres de la familia Einsbark.

—Veo que, efectivamente, has labrado tu propio camino.

—Su Majestad me ha conferido este distinguido apellido. Sería un desprecio permitir que un hermano ilegítimo lo usurpara.

—Además, la mayoría de las propiedades del territorio de Kaldia son fruto de tus victorias en combate. Incluso siendo tu hermano de sangre, no tendría derecho a reclamar nada de eso.

Ante la cadena de respuestas afirmativas, no pude evitar sonreír con ironía. Nuestras sonrisas, posiblemente percibidas como desafiantes por otros, eran un signo de nuestra unión.

Mirándolo desde esta perspectiva, podrían considerarse parientes idóneos para mí.

Quizás al ver mi reacción contenida, la tensión en el salón comenzó a disiparse.

Parece que Melchior, esta vez, optó solo por observar, ya que se dirigió a una sala contigua poco después.

Ahora… Esta situación requiere de mi intervención. Debo afrontar estos desafíos con serenidad.

Su aparición aquí ha puesto en juego el equilibrio entre los nobles. Aquellos que le apoyan son quienes aún me ven a través del prisma de la infamia de Kaldia o dudan de mi capacidad para liderar el territorio y la familia, dada mi condición de mujer y mi juventud.

Mientras me sumergía en estos pensamientos, manteniendo la compostura como si nada hubiera ocurrido, sentí las nostálgicas miradas cargadas de recelo a mi alrededor.

Ah. Es cierto, esto me resulta más familiar.

Ser vista como una anomalía es preferible a soportar cargas excesivas.

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