Traducido por Ichigo
Editado por Herijo
Desperté en la habitación aún oscura.
Probablemente llovía en ese momento. Las gotas golpeaban las ventanas como pidiéndome que las abriera. El viento también parecía soplar con fuerza. Si alguien ya estaba levantado y afuera, tenía que ser un santo.
Recé.
Oh, maldito Dios, por favor. No me importa ser una pecadora; simplemente no quiero levantarme.
Me gustaba el sonido de la lluvia, pero odiaba caminar hasta el edificio de la escuela bajo un aguacero. Hacía que la falda se me pegara a las medias, hinchaba mis zapatos y dejaba mi pelo como una especie de flor marchita e invertida. No me gustaban las mañanas lluviosas. Ahora lo sobrellevaba mejor, ya que tenía ropa de recambio, pero guardaba recuerdos muy dolorosos de mi época de pobreza; así que, por muchas razones, como era de esperar, detestaba la lluvia.
Para luchar contra un impulso destructivo recurrente, apretaba la cara contra la almohada e intentaba contener la respiración. Un supuesto suicidio gradual que resultaba inútil, ya que podía respirar perfectamente.
Si alguien me preguntara si quería morir, diría que no. Pero si preguntaran si pensaba que el mundo debería acabarse, diría que sí. Abrazar este tipo de pensamiento no era raro. Estaba en esa edad, asistiendo a la escuela y decididamente destinada a casarme con algún hombre desconocido en el futuro, lo que me hacía sentir irremediablemente desesperanzada. Por eso nunca quería que llegara la mañana. Esta vida cotidiana era solo un respiro hasta que me exhibieran como un producto. Me estaban comercializando día a día.
Entendía que era el accesorio y la propiedad de otra persona. Era consciente de esto al cerrar el trato, y estaba viviendo mi vida gracias a él, así que se suponía que debía comportarme correctamente sin quejarme.
Aah, Dios, qué cruel eres.
Sin embargo, no poder resignarse era la naturaleza humana. No tenía otra opción, así que solo me quedaba luchar contra la realidad.
Lancé la almohada lejos, mirando alrededor de la habitación con la visión distorsionada. Había una sombra moviéndose en la tenue oscuridad. La veía borrosa sin mis gafas, pero sabía quién era. La sombra ya llevaba el uniforme escolar y preparaba té para cuando yo despertara. Un chirrido acompañaba sus movimientos. Saber de dónde venía ese sonido calmó un poco mis nervios.
Ella estaba despierta. Mi flor violeta. Mi doncella secreta estaba despierta para mí.
Violet Evergarden —mi doncella— producía chirridos. Para ser precisos, la fuente eran sus brazos protésicos. O se los había cortado, o alguien se los había cortado. Desconocía las circunstancias, pero esas eran las únicas partes artificiales de su cuerpo. Aunque ella era la personificación del silencio, sus partes mecánicas eran incapaces de imitarlo, produciendo ruido con cada movimiento. Aunque fueran artificiales, yo las consideraba profundamente humanas y muy preciosas.
—¿Está despierta?
Mi doncella se acercó a la cama. Su expresión, al mirarme, denotaba cierta preocupación. Tuve un ataque ayer y estuve tosiendo sin parar después. Había pasado largas horas queriendo dormir y sin poder hacerlo, pero el hecho de haberme despertado significaba que lo había conseguido en algún momento. Cuando le pregunté cuándo me había dormido, respondió: «Pudo respirar normalmente mientras le acariciaba la espalda». Comenté que ambas teníamos falta de sueño, a lo que replicó: «Es suficiente sueño para que funcionemos». Sus respuestas eran tan mecánicas que a veces olvidaba que hablaba con un ser humano.
Mi doncella era probablemente muy, extremadamente, tremendamente rara. En realidad, no era una doncella, sino una profesional que trabajaba como muñeca de memorias automáticas en una compañía postal de un país del sur. El mero hecho de tener brazos protésicos ya la envolvía en misterio. Todo en ella era, en cierto modo, como una muñeca. Asomando entre los mechones de su cabello dorado, sus ojos azules eran gemas cautivadoras que brillaban incluso en la penumbra. Su voz sonaba como el canto de una alondra y cada rasgo de su cuerpo parecía una obra de arte pulcra. Como chica, no podía evitar envidiar su apariencia.
—Violet.
Era la segunda persona en mi vida a la que consideraba digna de mi pasión. La primera era mi hermana pequeña, y ambas ocupaban un lugar eterno en mi corazón.
—¿Qué tal si dormimos juntas un poco más…? —Tomé su brazo. Hice algo de fuerza y tiré de ella. Parecía tan frágil, pero ni se inmutó. ¿Cómo describirlo? Su fuerza no se explicaba simplemente por tener un cuerpo robusto.
—Es de mañana.
Esta doncella no entendía los sentimientos de una niña perdida que se lamentaba por el mundo y amaba su cama.
—Finjamos que no estoy bien y descansemos juntas.
—¿Se encuentra mal?
Había crecido tan impetuosa como las flores silvestres, y ahora que me cuidaba, mi cuerpo estaba absurdamente sano.
—Quiero dormir abrazada a ti bajo las sábanas un rato, solo para reunir algo de valor para levantarme.
—¿Para reunir valor para despertar va a hacer algo que aumente la somnolencia?
Su cara mostraba una incomprensión total. Violet me quitó las mantas.
—Perdóneme, señorita. Pero no se le permite llegar tarde.
Ignoró mi grito y, justo cuando pensé que se acercaría en ropa de dormir, extendió sus manos. Colocándolas bajo mi espalda y mis muslos con movimientos suaves, me levantó en brazos como a una novia. ¿Acaso planeaba obligarme a levantarme físicamente si no tenía valor para hacerlo?
Violet, no te das cuenta de lo atractiva que eres. Si haces estas cosas, hasta el corazón de una chica desesperada por este mundo renunciará a morir e intentará vivir desesperadamente.
—¡Violet, Violet!
Se levantará para saborear su tiempo contigo, aunque solo sea un instante.
—¿Sí?
—S-suéltame… — Mi voz salió débil. Pensar que podía emitir un sonido así.
Violet me miró el rostro desde muy cerca.
No lo hagas. Estás demasiado cerca. No quiero que me mires recién levantada.
—Si la suelto, huirá de mí, señorita.
Me cubrí la cara con ambas manos, avergonzada.
—Te llaman “princesa caballero” porque haces este tipo de cosas…
Sin reaccionar a mi máxima resistencia, Violet me llevó al lavabo como un príncipe.
♦♦♦
Situada en la cima de una cordillera, esta academia era literalmente un jardín de mujeres. Las que asistíamos éramos chicas que, o bien seríamos entregadas a compradores como mercancía después de graduarnos, como yo, o que no pasarían por eso pero ya tenían su futuro decidido. Las otras mujeres eran solo profesoras, personal administrativo y las doncellas que se nos permitía tener por un período fijo tras la admisión. Aunque había varias circunstancias que nos involucraban a Violet y a mí, nuestra posición oficial era la de señora y doncella. Pero en realidad, era más exacto decir que éramos una chica salvaje que debía convertirse en dama y su mentora. Era una doncella temporal, así que eventualmente desaparecería de mi vista. Últimamente, era dolorosamente consciente de la fecha límite para que se fuera, así que intentaba activamente crear recuerdos con ella. ¿Se habría dado cuenta? Nunca fue cruel conmigo, incluso cuando me aferraba y me enroscaba a su alrededor como un gatito buscando el calor de su madre. No era el tipo de persona a la que le gustara el contacto físico, así que probablemente me dejaba hacerlo por amabilidad.
Ese día, Violet y yo llegamos a la escuela justo a tiempo, y por alguna razón, la atmósfera era diferente. ¿Cómo describirlo? Todas parecían animadas, como excitadas… Mis dotes de observación eran relativamente agudos, así que lo noté enseguida. Pero como no interactuaba con nadie más que Violet, solo descubrí la causa de esa desconocida exaltación al terminar las clases.
—Violet, mira. Hay hombres.
Vi muchos carruajes alineados frente a la puerta principal, la única entrada y salida de la escuela. Había hombres conduciéndolos. Un hombre bajó de una y saludó con la mano a una estudiante que parecía esperarlo. Había hombres que podrían ser padres, hermanos mayores… en fin, hombres que parecían cercanos a las chicas. Observamos, intentando identificar las relaciones.
Había recibido información al ingresar. Los únicos hombres permitidos aquí eran parientes y futuros prometidos. Aparte de eso, todo eran mujeres. Traer a un hombre sin relación era imposible. Aparentemente, era una contramedida para evitar que las chicas —destinadas a ser tratadas como mercancía— devaluaran su propio “valor de mercado” con aventuras fugaces, enamoramientos inconvenientes u otras cosas que yo no terminaba de entender. Siempre me preguntaba si el amor entre chicas sí estaba permitido.
—Cierto… Qué extraño. ¿Podría haber ocurrido… algún incidente? Voy a preguntar, así que por favor espere un momento. Debo averiguar si es algo que la pondrá en riesgo.
—Eh, no hace falta. Si es solo preguntar, puedo hacerlo yo.
—Estoy actuando como su doncella, creo que sería extraño que usted preguntara.
—No, no. ¿Qué vas a hacer?
—¿Respecto a qué?
—¿Qué vas a hacer si un cochero se enamora de ti? Tienes una voz bonita. Podría enamorarse con una sola frase. Eres mía por ahora, así que no lo permitiré. Tampoco quiero que nadie vea tu cara. Quédate aquí.
—Señorita, a veces es difícil entenderla.
—Está bien; solo quédate aquí—, dije, trotando hacia la fila de carruajes. Solo había un camino hacia la escuela, así que la fila de vehículos era increíble. Me dirigí a un cochero que fumaba un cigarro con aire aburrido: «Disculpe; ¿puedo hacer una pregunta?». Para entonces, ya estaba interiorizando la etiqueta que Violet me había enseñado, así que pude actuar con excelente cortesía. El cochero escondió apresuradamente el cigarro y se recompuso. «¿Q-Qué es… hum, jovencita?». Cuando pregunté el motivo de la fila, obtuve una respuesta inmediata.
Retrocedí, volviendo con Violet, que esperaba donde le dije. Al principio, caminé con gracia, luego aceleré el paso hasta un trote y, finalmente, corrí y salté a su pecho. Violet, acostumbrada a mis impulsos, ya tenía los brazos medio abiertos para atraparme.
—Señorita.
—¿Qué?
—¿Qué era, después de todo? Esa procesión.
Absorta como estaba disfrutando de sus brazos, había olvidado mi objetivo.
—Aah, es por un festival.
—¿Un festival…?
—Hay una ciudad al pie de la montaña, ¿no? Celebran un festival local allí hoy. Parece que también habrá compañías de teatro, acróbatas y cosas así.
Esta academia estaba básicamente diseñada para mantenernos confinadas hasta la graduación. Para quienes teníamos familiares y prometidos (o futuros compradores), esto significaba no poder verlos. Por lo visto, habían establecido este día para que las estudiantes y sus allegados se reunieran y disfrutaran, como medida de alivio. Esto no tenía nada que ver conmigo. Nadie vendría por mí. Pero me di cuenta de algo.
—Entonces, ¿nos vamos? Su salud se ha estabilizado, pero todavía tose de vez en cuando, recomiendo descansar por hoy…
Si me perdía este día, lo más probable…
—Señorita, ¿qué ocurre?
Es que nunca más fuera a un festival en mi vida.
—Violet.
Además, aunque solo por un momento, tenía a mi doncella más querida a mi lado. Si iba al festival con ella, seguramente lo recordaría innumerables veces. Cualquier cosa dolorosa que pudiera pasarme, pensaría para mí misma: «Ese día fue tan divertido».
—Oye, Violet.
Definitivamente lo recordaría. Cuando pensé eso, la opción de contenerme desapareció de mi cabeza.
—Violet, podemos tomarnos el día libre hoy, ¿verdad?
—Sí… Podemos repasar las lecciones. Sin embargo, luchar completamente recuperada le dará logros mucho mejores que luchar agotada.
—Tienes una forma de hablar tan inquietante. De todos modos, tenemos tiempo libre, ¿no?
—Tenemos… sí.
Parecía que Violet había intuido algo. Le dediqué una sonrisa de satisfacción.
—Vamos al festival también.
Apretando los puños, me preparé para persuadirla.
—Parece que solo tienen permiso para salir las estudiantes cuyos padres lo solicitaron. Pero si salen tantas, las profesoras no podrán vigilarlas a todas.
Violet guardó silencio.
—Mira, si nos acercamos a los carruajes como si buscáramos a mi familia, como las demás, a los vigilantes no les importará. Si nos desviamos hacia el bosque, nadie nos encontrará, ¿verdad? Solo hay un camino al pie de la montaña, así que si lo seguimos, será fácil escapar.
Violet permaneció en silencio.
—El problema sería el dinero. No tengo nada encima. Bueno, supongo que solo mirar sería divertido… Oye, podemos, ¿verdad? Me he esforzado mucho hasta hoy. Y tú pronto… volverás a tu trabajo. Mañana no hay clase. Tomemos un descanso las dos… al menos por un día.
Violet…
—¿No podemos dejar de ser señora y doncella y simplemente divertirnos… como dos chicas?
Continuó en silencio.
Había aprendido algo viviendo con ella. Cuando se quedaba callada, generalmente era porque estaba sopesando lo que la otra persona decía. No reaccionaba de inmediato; procesaba todo a fondo y desarrollaba su propia lógica impecable. Esa era Violet.
Esperaba un largo contraargumento tras su silencio, pero después de que su mirada fuera y viniera entre la puerta y yo unas tres veces, Violet sacó un pequeño saco de su bolso. En lugar de un sermón, susurró, como compartiendo un secreto:
—Tengo un poco más si volvemos a la habitación, pero esto es todo lo que llevo encima.
Había varias monedas dentro. Suficiente para cualquier eventualidad.
—Si volvemos, la supervisora del dormitorio nos notará. Podríamos volver a la habitación y bajar por la ventana, pero es más sensato ir a la ciudad así, mientras nadie nos presta atención.— La chica de ojos azules me lanzó una mirada seria. —¿Qué hará, señorita?
Mi boca quedó abierta. No pensé que Violet Evergarden aceptaría. Estaba tan sorprendida que solté una risa extraña: «Je-Jeje…». Mi corazón se calentó y algo se desbordó lentamente. Probablemente mis sentimientos románticos, mi amistad con esta chica parecida a una muñeca —todo eso, tan precioso, aflorando poco a poco.
—Así que Violet, tú también quieres ir… al festival.
—Señorita, es seguro que necesita descansar. Y he aprendido que su noción de descanso difiere de la mía.
—¿Qué pasa con eso…?
—En lugar de quedarse quieta y descansar el cuerpo, señorita… es menos probable que tosa haciendo algo «divertido»… Seguramente, el festival es su idea de diversión, ¿verdad?
—Por supuesto…
—Bueno, entonces—, dijo Violet, tomando mi mano. Con intención de escoltarme. Obviamente, la apreté firmemente.
—Soy inexperta en esto, pero haré mi mejor esfuerzo. Proteger y guiar su vida estudiantil es mi misión. Considerando su salud, haré una excepción…
—¡Violet va a salir a divertirse conmigo! ¡Hoy es un día increíble!
—Esto es tratamiento médico para su mente, no diversión…
—¡Di que te divertirás conmigo!
—Lo haré.
Era consciente. Esta muñeca era sorprendentemente débil a la presión. Pasamos las puertas y nos escondimos tras los árboles, escapando de la escuela mientras nos cubríamos de hojas. No pude reprimir una sonrisa feliz mientras caminábamos. Nosotras, que no podíamos ir a ninguna parte, íbamos a algún lugar solo por hoy.
Solo íbamos a la ciudad. Eso era todo. Eso era todo, y sin embargo…
—Caray, ya me estoy divirtiendo. Aunque solo estamos caminando.
—La ciudad aún no está a la vista y realmente solo estamos bajando una montaña.
—Es divertido para mí. Voy a ver el festival contigo, ¿sabes?
—Sí.
—¡Eso es… Eso es realmente divertido!
Estuve riendo todo el tiempo.
♦♦♦
Para cuando llegamos a la ciudad al pie de la montaña, el sol se inclinaba ligeramente. Pero esto le dio al festival una atmósfera aún más animada. La gente que había terminado su trabajo comía, bebía y cantaba alegremente canciones populares que yo desconocía. Los niños corrían con coronas de flores. Todos los que habían terminado su labor y estudio se reunían aquí intentando disfrutar del festival. Había una extraña sensación de solidaridad. Justo cuando me preguntaba qué tipo de festival era, encontré la respuesta en el tablón de anuncios de la ciudad.
Parecía ser un festival de flores. Apropiado para esta época, con el jardín de rosas de la escuela en plena floración.
—Señoritas, deténganse ahí.
Nos sobresaltamos al oír la llamada. Un anciano con una cesta rebosante de flores nos hacía señas. No pretendíamos hacer nada malo, pero como habíamos salido sin permiso, nuestra apariencia era sospechosa. Violet se puso delante de mí, protectora.
—¿Algún problema?
—Son de la escuela de la montaña, ¿verdad?
—Sí.
—Les daré un regalo de la ciudad… ¿Cuál prefieren…? Ustedes, las estudiantes, hacen muchas compras una vez al año, así que les regalamos coronas de flores.
Violet y yo nos miramos. La realidad era que hombres ricos metían a sus hijas en una prisión dorada, pero para la gente del pueblo, éramos clientas adineradas ocasionales. Era mejor aceptar esa versión.
—Tengo muchas combinaciones. ¿Les gustan las rosas? Miren, hay amarillas y rojas, escojan la que quieran.
—Señorita, ¿cuál quiere?
—Algo con flores rojas, supongo… Ah, Violet, toma esta. Tiene flores moradas. Señor, ¿son violetas?
Las coronas eran tan adorables que daba reparo tomarlas gratis. Pero como había gente rica beneficiando a la ciudad hoy, supuse que estaba bien recibir una pequeña parte. Le puse a Violet la corona que elegí para ella. Después de mirarla fijamente, empecé a deshacerle el pelo sin preguntar.
—Señorita, ¿por qué está… ¿Va a vender mi cabello?
—No es eso. Te queda mejor así. No tenemos espejo, así que no podemos vernos. Dime, ¿no me veo rara?
Ahora Violet tocó mi cabello. Lo examinó un momento, pensativa.
—Se ve más linda con las trenzas.
—Uh, g-gracias.
Violet dijo que me veía linda. Bajé la cabeza para ocultar mi rubor. El suelo estaba cubierto de pétalos.
—Realmente parecemos niñas pequeñas—, murmuró Violet mientras observábamos las calles coloridas. A veces susurraba cosas así, palabras sin destinatario claro. Levanté la cabeza. —De hecho, lo somos. ¿No tenemos una edad similar?
—Sí.
—Violet, ¿qué crees que eres?
—El bien…
No pude oírla bien. Cuando puse cara de desconcierto, sentí que Violet sustituía sus palabras por otras.
—Soy la posesión de mi amo.
—Eh, ¿”posesión”…? ¿”Amo”… te refieres a mí? ¿A los clientes?
—No—, dijo Violet, negando. —Soy… el bien de mi amo. Hasta hoy, nunca he sentido que soy una chica. No importa a dónde vaya.
Así como yo no hablaba de mi pasado, Violet no hablaba del suyo.
—Si me pregunta qué soy, es esto. Nunca imaginé vivir una vida diaria así. Por lo tanto… me conmovió profundamente que algo así pudiera suceder si vivía lo suficiente.
—¿En serio?
Dices «lo suficiente», pero aún eres adolescente. Así que has vivido asumiendo cuánto durarías…
—Pero eres una chica.
Al igual que en mí, había algo peligroso en esta muñeca. Además, me había dado cuenta de algo. Tenía un presentimiento.
Oye, Violet. ¿Por qué acaricias tu broche tan a menudo? Oye, Violet. Susurraste el nombre de alguien cuando miraste la vidriera de la capilla, ¿verdad? ¿Quién era? Oye, Violet. Tu cuerpo está lleno de cicatrices. ¿Quién te hizo eso? ¿Qué tuviste que hacer? Oye, Violet. Tienes a alguien que te gusta, ¿verdad? Te observo todos los días, incluso yo puedo darme cuenta. Estoy celosa de ese amo tuyo y lo odio. Piensas tanto en él. Me pregunto dónde estará ahora.
Podía ver a muchas estudiantes por la ciudad. La mayoría con tutores o prometidos, pero bastantes solas. Todas con coronas de flores.
—¿Bajaron caminando?
—Lo más probable es que prepararan carruajes con antelación y pidieran que las recogieran. Pudimos salir solas, así que probablemente nadie se daría cuenta si dos estudiantes se subieran a una carroza sin escolta.
—Ah, ya veo. Qué inteligentes.
Me abstuve de decir «¿hacemos eso el año que viene?». Violet no estaría.
—Si podemos conseguir una carruaje de vuelta, hagámoslo. No puede permitirse cansarse en su día libre.
—De acuerdo. — Mantuve la sonrisa, pero mi voz perdió algo de calidez. Como Violet me miraba fijamente, intenté actuar alegre. Ella seguía mis deseos. Tenía que evitar que siguiera atendiéndome.
—Oye, ¿qué hacemos? ¿Qué vemos primero?
—Lo que desee, señorita.
—No se puede. Tenemos que elegir algo que nos guste a las dos.
A partir de ahí, nos dedicamos a disfrutar. Comimos cosas deliciosas, observamos boquiabiertas las técnicas de los acróbatas, nos mezclamos con los ciudadanos bailando su música, y unimos las manos para girar y girar, olvidando la etiqueta.
El mundo debió detenerse un instante mientras bailábamos. Ese momento ocurrió. Fue solo un segundo. Dentro de ese mundo giratorio, con el festival de pétalos de fondo, ella sonrió.
«Como si el mundo se detuviera por una sonrisa; qué estúpido», habría dicho mi antiguo yo. Pero mi yo actual no era así. La persona en cuestión era Violet Evergarden. Sus expresiones rara vez cambiaban. Mostraban alguna emoción, pero nunca había sonreído así. Mientras estaba conmigo, solo nosotras dos bailando, sonrió por un instante. Fue increíble. No tenía idea de qué le hizo gracia. Quizás no fui yo. Quizás algo en el paisaje había tocado una fibra sensible. Pero si algo había surgido dentro de ella, igual que en mí, entonces eso sería realmente…
—Oye, Violet.
Realmente… realmente…
—¿Sí?
—Qué festival tan maravilloso, ¿eh?
Realmente… asombroso.
—Sí, es un festival maravilloso.
Me vi reflejada en sus ojos. Seguramente, ella se reflejaba en los míos. Nos quedaba poco tiempo juntas. Si el tiempo se pudiera comprar, lo haría. Sin importar las críticas. Después de todo, Violet me estaba mirando. Pensar que un tiempo tan maravilloso iba a terminar. Aah, eso era mentira, ¿verdad?
—Violet, oye.
No podría verla más.
—Sí, señorita.
Probablemente nunca volveríamos a vernos. Vivíamos en mundos diferentes. Dios era realmente un tipo desagradable.
Hubiera sido mejor si nuestros sentimientos fueran más fáciles. Si yo fuera un chico, habría podido soltar estas emociones arremolinadas con más honestidad. Lo habría dicho alto y claro. Pero ahora, todo lo que podía hacer era usar el hecho de que éramos dos chicas y reunir una confesión como podía.
—Me gustas.
Era lo mejor que podía hacer. Una forma inofensiva de transmitir mis sentimientos. Algo que no iba más allá de la amistad. Una frase inocua, que no le causaría problemas.
Pero en realidad no era así.
—Me gustas.
—Sí.
En realidad no era así.
—Si tan solo me dijeras que yo también te gusto, hoy sería el mejor día…
—Señorita, usted atesora las palabras, ¿verdad?
En realidad no era así.
—¿Está bien que una escritora fantasma diga eso? Las palabras importan, ¿no? Queremos decirlas y oírlas.
—Sí. Sin embargo, estoy aquí ahora mismo…
En realidad no era así.
—Estoy aquí, pasando tiempo con usted.
En realidad no era así.
—Tomadas de la mano y bailando…
Me gustaba mucho, mucho…
—Mientras giramos y giramos.
Mucho, mucho más que eso.
—Señorita, usted es excelente suplicando. Sin embargo, si cree que… siempre me presiona y que sus demandas se me imponen solo porque es tan buena en ello, entonces está equivocada.
Mucho más. Me gustaba un montón.
—Usted es el tipo de persona que busca violetas para mi corona de flores.
Me gustas.
—El tipo de persona que dice que se está divirtiendo mientras baja una montaña conmigo.
Estoy enamorada de ti.
—Soy un bien… Señorita, no puedo explicarle todo, pero soy un bien.
Me gustas, me gustas, me gustas.
—Sin embargo, usted realmente…
Me gustas, Violet.
—Expresa su aprecio tan directamente…
Incluso si me dicen que no puedo, estoy enamorada de ti.
—Sin ninguna pretensión ni interés propio… que me hace sentir ganas de buscar y darle cualquier cosa. Me hace querer cumplir sus deseos.
Dios, por favor. Detén el tiempo aquí.
Pensé que eso era lo mismo que decir que le gustaba. Probablemente. Ya tenía a alguien, pero estaba devolviendo mi afecto como podía. Me consideraba agradable… como amiga.
Quería que este momento se detuviera. Que pensara en mí así por toda la eternidad. Si teníamos que separarnos, si pronto no podríamos vernos, al menos quería quedarme como alguien que le gustaba. No como alguien que le imponía sus ideas y le causaba problemas.
—Sí, hazlos realidad.
Sentía afecto hacia mí.
—Cumple muchos de mis deseos, hasta el final… ¿de acuerdo?
Quería detener este momento.
—Sí.
Para siempre.
Creía que eso era una forma de amor. Probablemente recordaría este día innumerables veces. Una y otra vez, en la larga vida que tendría por delante.
♦♦♦
Desperté en la habitación aún oscura.
Probablemente llovía en ese momento. Las gotas golpeaban las ventanas como pidiéndome que las abriera. El viento también parecía soplar con fuerza. Si alguien ya estaba levantado y afuera, tenía que ser un santo.
Recé.
Oh, maldito Dios, por favor. No me importa ser una pecadora; simplemente no quiero levantarme.
Me gustaba el sonido de la lluvia, pero odiaba caminar hasta el edificio de la escuela bajo un aguacero. Hacía que la falda se me pegara a las medias, hinchaba mis zapatos y dejaba mi pelo como una especie de flor marchita e invertida. No me gustaban las mañanas lluviosas. Ahora lo sobrellevaba mejor, ya que tenía ropa de recambio, pero guardaba recuerdos muy dolorosos de mi época de pobreza; así que, por muchas razones, como era de esperar, detestaba la lluvia.
Para luchar contra un impulso destructivo recurrente, apretaba la cara contra la almohada e intentaba contener la respiración. Un supuesto suicidio gradual que resultaba inútil, ya que podía respirar perfectamente.
Si alguien me preguntara si quería morir, diría que no. Pero si preguntaran si pensaba que el mundo debería acabarse, diría que sí. Abrazar este tipo de pensamiento no era raro. Estaba en esa edad. Más tarde me iban a vestir para casarme con un hombre desconocido al que solo había visto una vez, lo que me hacía sentir desesperanzada. Así que nunca quería que llegara la mañana. Esta vida cotidiana era solo un respiro hasta que me exhibieran como un producto. Me estaban comercializando día a día.
Entendía que era el accesorio y la propiedad de otra persona. Era consciente de esto al cerrar el trato, y estaba viviendo mi vida gracias a él, así que se suponía que debía comportarme correctamente sin quejarme.
Aah, Dios, qué cruel eres.
Sin embargo, no poder resignarse era la naturaleza humana. No tenía otra opción, así que solo me quedaba luchar contra la realidad.
Lancé la almohada lejos, mirando alrededor de la habitación con un campo de visión distorsionado. La sombra que una vez se movía en la tenue oscuridad… no estaba aquí. Era inexistente. La sombra que vestía un uniforme escolar y preparaba té para que yo lo bebiera al despertar no estaba cerca. Tampoco el chirrido que hacía al moverse.
Ella no estaba aquí. Mi flor violeta. Mi doncella secreta. Violet Evergarden.
Ese ruido chirriante ya no era parte de mi vida diaria. Incluso los días en la academia estaban lejanos como burbujas que estallan. Si tuviera que comparar los pocos meses que pasé con ella con la vida que tendría a partir de ahora, que comenzaría con esta boda inminente, aquel tiempo fue un mero parpadeo. ¿Qué iba a pasarme? ¿Era esto lo mejor? Quería preguntárselo a alguien. Pero no había nadie a quien preguntar, nadie que respondiera. No tenía elección.
—Hermana mayor.
No tenía elección.
La boda entre el hombre que había decidido comprarme y yo iba a ser, por lo visto, un evento lujoso. Una exhibición fastuosa. Un espectáculo a gran escala. Me presentaron como una chica de salud frágil criada en secreto, pero dudaba que todos los invitados se lo tragaran. ¿Aparecen los herederos así, tan convenientemente? Era bien sabido que mi padre disfrutaba de sus aventuras. Así que esto era, en efecto, un espectáculo.
Había visto a mi padre por primera vez en mucho tiempo. Él era el artífice de este montaje. Intercambiamos dos o tres frases, nada más. Pensar que debía caminar por el pasillo del brazo de ese hombre me daba escalofríos. Sería maravilloso no volver a verlo hasta su funeral, pero probablemente lo encontraría varias veces al año. Si le estaba agradecida por algo, era solo por haberme dado gafas. Por preguntar a una conocida si conocía a un buen tutor privado. Por haber designado a Violet Evergarden como mi mentora. Y porque, probablemente, estaba cumpliendo su promesa de proteger mi tesoro.
Iba a honrar nuestro contrato. Mientras él también lo hiciera, yo honraría el mío.
Esto era un trato con el diablo. Antes de decidir, había oído una voz en mi cabeza: Quien cruce esta línea, que abandone toda esperanza.
Me vestí con el atuendo nupcial, pero tuve que dejar mis gafas. No podía ver bien. Tampoco podría ver la cara del novio. Mi vista se había deteriorado considerablemente. Como parecía que no podía caminar correctamente, el novio se preocupó. Era mucho mayor que yo; a su lado, parecía su hija. Preguntó varias veces si estaba bien. Cada vez, respondí a la figura borrosa a mi lado que sí, que estaba bien. Quizás preocupado por mi silencio complaciente, casi apático, volvió a preguntar si me sentía bien.
Vaya, así que es relativamente agradable. Parece que va a tratarme como a un ser humano, al menos en cierto modo.
Ni siquiera te importa si tengo sentimientos o no. No necesitas a Amy Bartlett. Necesitas a Isabella York, del linaje York. Pagaste una fortuna por este producto, no tienes que preocuparte por sus sentimientos. Además, mira, la ceremonia está a punto de empezar.
Mientras me consumía en silenciosa exasperación, el novio susurró: —Incluso si tienes un amante o algo así, por favor no huyas por ahora.
—No lo haré…
Aah, realmente habla demasiado.
—Después de que nos casemos, puedes hacer lo que quieras.
—Te lo agradezco, pero…
—Yo también haré lo que me plazca.
Ya veo. Así que tú también eres un producto. Me pregunto si alguien te forzó esta boda. Si ni los adultos tienen autonomía, entonces siempre seré un pájaro enjaulado. Vaya, la vida es oscura.
—¿No… tenías a alguien que te gustara…?
—¿Por qué preguntas eso?
—Solo sentimentalismo… Si tú, por casualidad…
Para; no necesitamos conversar. ¿Por qué te importa? Mira, la ceremonia va a empezar. Cállate, viejo.
—Si ni siquiera conociste el amor a tu edad, sería demasiado lamentable.
Cállate.
—Está bien; sí me enamoré.
El himno comenzó a sonar.
Ahora, se abren las cortinas del espectáculo.
Quien cruce esta línea, que abandone toda esperanza.
Quien cruce esta línea, que abandone toda esperanza.
Quien cruce esta línea, que abandone toda esperanza.
El novio se adelantó. La novia feliz se agarró del brazo del padre que la había criado. Los dos mentirosos caminaron por el pasillo. Un payaso, como todos los payasos, debe actuar como se espera. Reír amigablemente, parecer feliz. Hacer un número.
Puedes hacerlo, Amy Bartlett. Puedes. Adquiriste la «eternidad» tirándolo todo. Aunque no haya esperanza, conseguiste una cucharada de coraje. Un regalo inimaginable de Dios. Puedes recordarlo siempre. Mira, el lugar está lleno de flores. Una lluvia de pétalos. Tan coloridos y bonitos, ¿eh? Como ese día. No lo he olvidado. Lo recordaré siempre. Muchas veces. Que estuviste allí. Que sonreíste. Que giramos tomadas de la mano. Que me pusiste una corona de flores. Fue casi como una boda, ¿verdad? Me pregunto si lo recuerdas. Lo dije ese día. Dije que me gustabas. Aunque lo escondí bajo la amistad, la verdad es…
Violet Evergarden.
Estaba enamorada de ti. Y está bien si nunca te enteras, por toda la eternidad.