La gota de esperanza – Capítulo 5

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Sharon


Padre e hija se encontraban discutiendo en la habitación de ella sobre el equipaje adecuado para el viaje. Él le decía que sería mejor llevar una maleta angosta, pero Gina insistía en una mochila de viaje.

—Papá, no tenemos que llevar tantas cosas. Además es ir y volver, ¡por dios! Solo vamos a buscar a un chico, no vamos de vacaciones —exclamó la pelirroja harta de toda la situación.

—Pero ¿dónde mierda vamos a quedarnos? ¿En la calle?

—Ya nos la arreglaremos, hemos vivido en la calle años y ahora te quejas… ¿Quién te entiende? —respondió mientras metía ropa cómoda y otra para pelear, para luego agregar pistolas y balas.

David suspiró dejando a su terca hija armar las cosas para el viaje. Por lo que se retiró de la habitación, un lugar amplio en el que la luz de la ventana iluminaba con claridad el desorden sobre la cama.

Necesito un poco de aire para ordenar mis pensamientos.

—Yo también, papá, yo también —dijo Gina con molestia al escuchar los pensamientos de su padre.

Luego de varios minutos armando la enorme mochila mientras dejaba una montaña de ropa sobre su cama y toda la habitación, escuchó unos pasos acercándose a ella.

—¿Podemos hablar? —preguntó Bianca mirando a la pelirroja, quién estaba de espaldas.

Gina se quedó en silencio, ignorándola. Sin embargo, la albina se acercó para luego sentarse sobre la cama de la habitación y así mirarla a los ojos.

—En serio me disculpo. Sé que empecé las cosas mal. Mi maldita curiosidad me ganó y nunca había visto un híbrido de alto nivel. Quiero que terminemos bien, Gina.

La pelirroja la miró y le dijo:

—No eres la primera en haberme usado por curiosidad. Cuando iba al colegio, muchos niños intentaban acabar con mi paciencia para ver mi verdadera forma. Me tiraban cosas, me agarraban con fuerza del pelo, me decían “bicho raro”. Nunca pude hacer amigos porque cambiaba de instituto, pero a donde sea que iba me molestaban por ser extraña. —Ella cerró la mochila que parecía estallar al estar llena de cosas.

—Perdón, en serio me arrepiento por lo que te he hecho. Déjame invitart- —iba a decir hasta que fue interrumpida por la pelirroja.

—¡No aceptaré ninguna invitación tuya! ¡Vete! —exclamó con lágrimas, incapaz de aguantar los sentimientos mientras apretaba con fuerza los cierres de la mochila.

Gina no podía esconder su llanto aunque quisiera. Fuera tristeza, enojo, decepción, traición… le hacía sentir una punzada en el pecho.

Bianca se sintió horrible al verla así y directamente la abrazó. La pelirroja no se negó ante la demostración de cariño, sino que lo correspondió mientras lloraba aún más fuerte.

—Has tenido esos sentimientos guardados dentro de ti. Puedes contarme lo que quieras, Gina. A mí tampoco me trataban bien en el instituto. Me decían “marimacho”, me preguntaban si realmente era negra, me decían que nací porque mi padre engañó a mi madre con otra. Y muchas cosas horribles… —contaba con tristeza mientras acariciaba la espalda de la pelirroja.

Gina se limpió las lágrimas alejándose de la albina y le respondió:

—Quiero saber algo más.

—Dímelo sin problemas —dijo mirándola con preocupación.

—¿Te disculpas por lástima o… porque realmente quieres arreglar las cosas conmigo? No es por trabajo, ¿verdad?

—No lo haría por trabajo, quiero que nos arreglemos como amigas. Tampoco tuve amigos en el instituto, y eres la primera chica de mi edad con la que me empecé a llevar bien —respondió con infelicidad mientras sentía algunas lágrimas caer por sus mejillas.

Gina las limpió y la miró a los ojos fijamente.

—Aceptaré tus disculpas, si prometes que no me volverás a utilizar, ni a traicionarme. Si lo prometes, seremos las mejores amigas, lo que ninguna tuvo.

La albina sonrió y acercó su meñique hacia la otra. Gina asintió con la cabeza entrelazando su meñique con el de Bianca.

—Juro que seré buena amiga, de lo contrario y como castigo, me amputaré el meñique —exclamó Gina con tal seriedad que Bianca la miró con los ojos bien abiertos de sorpresa. —Estoy bromeando —respondió de inmediato entre risas. Bianca suspiró y río junto a ella.

—En fín, ¿vas a llevar todo eso en una mochila? —preguntó Bianca al ver la enorme mochila de viaje mientras Gina asentía con la cabeza.

La albina abrió el bolso empezando a sacar las cosas que llevaba y ayudándole en lo que sería más útil. Hasta que sacó las armas y observó a su amiga con una ceja levantada.

—¿Qué? —preguntó la pelirroja al ver su cara.

—No puedes llevar pistolas en la mochila, te revisan esto y te llevaran directo a la cárcel.

 —Pensé que eran comunes, ¿o en España tienen otros métodos?

Bianca suspiró y le preparó un conjunto de viaje para esconder las armas hechas de un material distinto a las normales para que no sean detectadas.

—¿Estás segura que no se darán cuenta? —preguntó con duda.

—Tranquila, cualquier cosa llamas por el teléfono celular que te dará Guillermo.

—¿Teléfono celular? —exclamó con un brillo de emoción en sus ojos. Bianca soltó una risita explicando que sólo debe usarse para emergencias, y cuáles aplicaciones le serían útiles.

Mientras tanto, David nunca se fue de paseo. Se escondió bien para poder escuchar la conversación de Bianca y su hija. Se sentía agradecido por la actitud que la albina tomó al ver a su hija con sentimientos guardados. Aunque la confianza hacia ella no era mucho pero por ahora, las escuchaba con atención a escondidas.

Sin embargo, no le gustaba para nada la idea sobre el teléfono celular. Nunca le agradó la tecnología ni mucho menos cerca de  jóvenes. Esto provocó un gruñido de queja al escuchar a su hija emocionada hablando sobre los teléfonos y sus usos.

Pero fue sorprendido cuando Gina se acercó a la ventana y lo observó molesta. Él estaba sosteniéndose sobre el alfeizar de la ventana del segundo piso.

Antes de que pudiera decir algo, se disculpó y salió rápidamente de su escondite. Con un resoplido por el esfuerzo de entrar por la ventana, se dirigió hacia ellas para participar en la charla mientras se sentaba sobre el borde de la cama.

—Ya que están juntos, puedo darles sus nuevos celulares para que nos comuniquen todo durante el viaje —comentó la albina, poniéndose de pie para ir a buscarlos hasta que David se negó rotundamente.

En cambio, Gina lo aceptó sin problema a pesar de tener la mirada regañadora de su padre sobre ella. Pero estaba emocionada, tanto de probarlo como del viaje.

Nunca antes salieron del país, y no lo veía como trabajo. Sino como una oportunidad para descubrir lugares nuevos.

David no estaba seguro de viajar al otro lado del mundo, nervioso de volver a ver a Larry.

Cuando Bianca se retiró de la habitación para hacer sus tareas, Gina miró con molestia a su padre.

—¿Por qué sigues pensando en ese chico? —preguntó con curiosidad.

—Ya te dije que lo hablaremos después, no quiero contártelo aún —contestó escapando apresurado de la habitación.

La pelirroja suspiró observando el desastre en su cuarto mientras pensaba en varias cuestiones, no solamente en Bianca, sino también en el vínculo entre su padre y ese chico. Pero lo que más le preocupaba era que tuvieran que tratar con un híbrido de alto nivel.

Negó con la cabeza para dispersar el pensamiento, y volvió a ordenar la montaña de ropa.

Una respuesta en “La gota de esperanza – Capítulo 5”

  1. Vaya esto me sorprende, manejaste bien la parte de la relación entre gina y bianca y aunque no volverá a ser la misma la confianza lentamente puede construirse, la relación entre david y larry me intriga, sobre todo tengo uno que otro sentimiento encontrado ya que el MC tiene el mismo nombre que yo.

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